Archive for the ‘luchas sociales’ Category

Miss Raisa, rapera feminista: “Me he sentido un saco de boxeo entre la cultura musulmana y la española”

11 noviembre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

LGTBI

La rapera y autora del libro 'Porque me da la gana', Miss Raisa
La rapera y autora del libro ‘Porque me da la gana’, Miss Raisa Cedida por la autora

Ángeles Oliva

18 de diciembre de 2022 22:39h
Actualizado el 19/12/2022 05:30h 

Imane Raissali no piensa en ella misma como inmigrante, ni como mujer musulmana, ni como rapera. Piensa en ella como Raisa, dice que ha roto la caja de prejuicios que sentía hacia ella misma, cuando se encerraba sola en su propia jaula de miedos y vergüenzas. “Pienso en mí como ser humano, con sentimientos, pensamientos, prioridades, sueños, objetivos. No me pongo etiquetas. Yo no me veo como una mujer inmigrante, ni como madre, soy muchas cosas, tantas que si me pongo etiquetas me estaría limitando muchísimo. Yo puedo ser y fluir lo que me dé la gana y realmente he vivido tanto tiempo con tantas exigencias y tantas etiquetas impuestas que estoy muy cansada de eso. Y si el resto del mundo me ve como una inmigrante, con todas las connotaciones que eso conlleva, yo a mí misma no, porque yo tengo sueño, tengo hambre, voy al baño, tengo miedo… al igual que cualquier otro ser humano, y creo que todas las personas somos inmigrantes de alguna forma u otra. Yo me veo como un ser humano simple, con sus luces y sus sombras”, sostiene la cantante, que 2021 recibió el premio TikTok de Diversidad e Inclusión y ahora publica el libro Porque me da la gana. Una vida contra los prejuicios (Lunwerg Ediciones, 2022), un canto al orgullo de ser quien uno o una es.

Ergo Pro e Ill Pekeño: «Por muy pureta que suene, el rap debe ser antifascista»

La artista cuestiona en sus canciones qué es eso llamado integración. Ella llegó con su familia desde Tánger a Barcelona con ocho años y siente que se integró desde el momento en que puso los pies en la nueva ciudad, y puso todo su empeño en convivir con su nuevo entorno, aprender nuevas lenguas y relacionarse con sus nuevos compañeros de sociedad. Dice que son los demás los que hacen que no se sienta integrada: “No me conocen. Para muchas mentes ignorantes integración significa olvidar los orígenes, la esencia y los valores con los que te construiste como persona. Para mí eso es una riqueza cultural, y hay quienes quieren borrarlo de un plumazo. Quieren que tengas una apariencia parecida a la suya, que ya no hables otros idiomas excepto el suyo. Y me pregunto por qué tengo que renegar de un conocimiento, unas vivencias, unos idiomas, una manera de hacer, unos valores que también me han formado y que forman parte de mi ser”, explica Raisa.

Y añade: “Desde que llegué a Barcelona, con ocho años, me esforcé muchísimo para estar al mismo nivel académico que mis compañeros, para hablar catalán o castellano. Hacía deberes extra para poder aprender lo máximo y lo más rápido posible, para que no me vieran como ‘ay, pobrecita, no sabe. Ay, pobrecita, es una inmigrante que acaba de llegar’. A mí esa mirada de pena nunca me ha gustado, que me consideren una víctima. Yo quiero que me vean como una igual, como una persona, con sus objetivos y que tiene ganas de prosperar y evolucionar en la vida”, explica la rapera, que cuenta en su libro cómo al llegar a Barcelona pasó a pertenecer a una familia extranjera, “una familia de moros o de putos moros, según el interlocutor y el momento concreto en el que se dirigen a ellos”.

Un saco de boxeo entre dos culturas

Con 12 años, Imane decidió ponerse el velo. Fue algo irreflexivo: su madre y sus tías lo llevaban, algunas chicas del barrio, también. Cuenta que fue aprendizaje por imitación. Cuando en 2019, con 23 años, empezó su carrera musical, recibió críticas y ataques en redes sociales desde todos lados. Desde algunos sectores se le atacaba por llevar el hiyab y no adaptarse a las costumbres españolas, algunos sectores musulmanes le criticaban por hacer música, que consideran haram (pecado, en árabe), algunas voces decían que era una musulmana cool. Ella canta que no se le plantea lo mismo a ningún artista masculino musulmán. “Al final te sientes un poco un saco de boxeo. Porque estás en medio de dos comunidades, de dos culturas o dos países que te exigen mucho, ambos. Y es muy complicado construir tu identidad. Hay personas muy malas y quiero hablar de personas, no voy a poner etiquetas, porque a mí me han atacado de diferentes sitios, gente musulmana y gente no musulmana, gente diciéndome que soy una vergüenza para el Islam y luego otros diciéndome que me vaya a mi país por no sé qué y te das cuenta que hay que ir con mucho cuidado porque un paso en falso te puede costar la salud mental, que a mí me costó un poco, eso es cierto”, cuenta Imane.

Con 18 años su madre intentó que se casara con un vecino de más de 30 que la conocía de verla por la calle y le había pedido permiso para iniciar una relación con Imane. Al ver el desánimo de su hija ante esa posibilidad, su madre renunció a la idea, pero entonces fue su hermano el que quiso que se casara con un amigo suyo, más joven y muy conectado con la cultura marroquí. Sin apenas conocerse, celebraron una boda en Marruecos que ella recuerda triste, y sin música porque su marido la consideraba pecado. Imane tuvo una hija con él, y enseguida su marido comenzó a controlar su forma de vestir, su teléfono y quiso que dejara su trabajo como administrativa porque en la empresa trabajaban hombres. Ella decidió separarse, a pesar de que en la cultura marroquí una mujer divorciada es señalada por todo el mundo. Cuenta que en ese momento “murió Imane y nació Raisa”.

Hizo una lista de cosas que quería recuperar: volver a jugar al fútbol, que le apasionaba, salir a correr, volver a tener amistades y reconectar con el hip hop. “La música apareció con 14 años como una vía de escape. Un compañero del instituto, Álex, me empezó a hablar de hip hop, de rap, de música, y me motivó a escribir mi primera letra. Nunca en la vida me hubiera imaginado que me acabaría dedicando a ello. Pero fue una manera de expresarme muy auténtica, sin filtros, y revolucionaria. Desde el primer momento me sentí muy bien, me sentí muy liberada después de componer letras y sacar todas las preocupaciones que tenía dentro”, explica la rapera.

Amenazas de muerte

Miss Raisa tiene más de medio millón de seguidores en sus redes sociales. En ellas publicó el verano pasado un video en el que mostraba su apoyo al colectivo LGTBIQ+. Recibió amenazas y una fue especialmente grave: un chico contaba en un video de siete minutos cómo iba a decapitarla. “En el video lancé un grito a la libertad individual y personal de cada uno, de ser y existir en libertad y armonía con la libertad de los demás, apoyé abiertamente a cualquier persona que vive su vida de manera libre. Y me cayeron amenazas de muerte. La sexualidad en general es un tema bastante tabú en la comunidad musulmana, se habla muy poco de ello y, al igual que en el resto de las religiones, la homosexualidad es pecado. La homosexualidad se castiga socialmente de muchas maneras diferentes, algunas muy violentas y otras que ejercen presión sobre ti hasta que te acabas haciendo daño a ti mismo. Verme a mí como mujer musulmana con velo, hablando de apoyar la libertad de otras personas para vivir su sexualidad de manera libre, provocó un linchamiento, una campaña de odio en mi contra. Y hubo un chico que me amenazó de muerte, fue uno y eso no le quita gravedad. He tenido protección policial, he tenido que cambiar rutinas, cambiar a mi hija del colegio, porque recibía muchísimo acoso”, explica la cantante.

Un mes después de aquello, Imane decidió quitarse el velo. Durante años el hiyab fue una herramienta para romper con estereotipos machistas y racistas. Sentía que podía ayudar así a muchas chicas con velo que se sentían inseguras y vulnerables. Después de 13 años decidió que el velo ya no le representaba y lo comunicó en sus redes sociales con un video para explicar cómo el velo le había supuesto una fuerte presión social por la exigencia de representar a toda la comunidad musulmana. “Me lo he quitado para desvincularme completamente de representar a nadie, porque uno de los problemas, según esta gente, es que yo salgo con velo hablando de la homosexualidad y diciendo que yo la apoyo. Dicen que como musulmanes no debemos de apoyar algo que es pecado, como la homosexualidad, como si no existiera la homosexualidad dentro de la propia comunidad”, reflexiona Miss Raisa, que añade: “La mayor parte de mi vida he reprimido mis opiniones. Y no quiero representar a nadie, ni a esta comunidad ni a la otra. Me represento a mí misma: esta soy yo y esas son mis ideas. Quien las comparta, genial, y quien no, también genial, mientras sea con respeto. La violencia que se ha ejercido contra mí por pensar diferente, por pensar con criterio propio, ha sido terrible”.

Raisa se pregunta hasta cuándo será considerada una inmigrante, si existe un plazo de tiempo tras el que por fin se le considerará ciudadana española. “Para mí integración es hacer del espacio y del lugar donde tú estés algo tuyo, fomentar la participación ciudadana para que seas un activo en tu sociedad, que hagas cosas, que aportes. Para mí eso es una persona integrada, me importa un bledo si lleva equis cosa de vestimenta o no, porque eso entra en la libertad individual de cada uno. Hay gente que lleva rastas, hay un montón de gente que se tatúa todo el cuerpo, hay gente que lleva un velo o lleva otras cosas, y mola que haya tanta diversidad, porque eso es algo muy enriquecedor para todos, el saber, la perspectiva y la historia de vida que hay detrás de cada uno de nosotros”, sostiene Imane Raissali.

Manuela, la vecina que convirtió un barrio precario en un modelo de eficiencia energética

5 noviembre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Manuela Navarro, vecina del barrio de Orcasitas, en el sur de Madrid.
Manuela Navarro, vecina del barrio de Orcasitas, en el sur de Madrid. Mónica R. Goya / Ballena Blanca

Mónica R. Goya

14 de diciembre de 2022 23:00h
Actualizado el 15/12/2022 17:37h 

Todo el mundo saluda a Manuela Navarro con reverencia al pasear por su barrio, el Poblado Dirigido de Orcasitas. Ella devuelve el saludo cada vez, aunque no siempre sabría reconocer quiénes son. Esta vecina sexagenaria se ha convertido en una institución aquí. Con tesón ha logrado que este barrio humilde del sur de Madrid, de algo más de 23.000 habitantes, se transforme en una referencia de eficiencia energética en el país, alcanzando estatus de energía casi nula y reduciendo las facturas de sus vecinos a la mitad, o incluso más. Ella ha pasado de pagar 250 euros de calefacción a abonar recibos de 58 euros.

Su proeza comenzó en 2014, cuando un trozo de 600 kilos de uno de los antepechos de un edificio idéntico al suyo se desprendió de la fachada. “Cuando esto sucedió yo no daba crédito, estaba asustadísima, y me pareció que era lo suficientemente importante como para comunicárselo a los vecinos”, recuerda Manuela.

La necesidad de solventarlo, que requería una obra considerable, hizo que los vecinos reparasen en otros problemas que tenían los edificios, como las cubiertas de amianto, o la falta de aislamiento; carencias recurrentes en la construcción rápida y con escasos recursos característica de las barriadas humildes que albergaron a los emigrantes llegados del campo a las ciudades el siglo pasado.

“Fue un larguísimo peregrinaje hasta llegar a lo que tenemos hoy”, recuerda Manuela durante un paseo por Orcasitas, señalando con orgullo la gran cantidad de árboles –algunos tan altos que alcanzan el octavo piso– que salpican de verde este entorno urbano.

Actualmente, de los 107 bloques que componen el barrio, 40 están completamente rehabilitados, 26 con obras en activo, y el resto espera a que empiecen los trabajos, que ya están contratados. “Yo calculo que, si todo va bien, en tres años estarán todas acabadas”, explica. Además, algunas de las casas unifamiliares también van a ser rehabilitadas, que incluyen la envolvente, el sistema de calefacción y refrigeración por aerotermia y la instalación de placas solares.

Bloques pisos rehabilitados y en obras en el Poblado Dirigido de Orcasitas. Mónica R. Goya / Ballena Blanca

Su odisea en busca de apoyo para llevar a cabo las costosas obras –las derramas ascienden a 300.000 euros por bloque– supuso meses recorriendo las administraciones públicas en busca de soluciones con la evidencia archivada bajo el brazo.

El ayuntamiento escuchó, y su siguiente reto fue convencer a sus vecinos, muchos ancianos, de que merecía la pena pensar en el futuro e invertir en la sostenibilidad de sus viviendas. “Al principio los vecinos negaban toda la información, estábamos todos muy asustados, es comprensible porque veníamos de una situación histórica complicada. En las asambleas éramos poquísimos, menos de una decena de personas, y acabamos siendo más de 200”, explica Manuela, que cree que la información continua ha sido clave para involucrar a su comunidad y conseguir que la rehabilitación energética se haya llevado a cabo a escala de barrio. Orcasitas pertenece al distrito de Usera, donde la renta media por hogar es casi 15.000 euros más baja que la media de la ciudad de Madrid.

En su caso, los vecinos han tenido que pagar sobre el 20 % de la derrama, el resto consiguió cubrirse con subvenciones. “Sin ayuda no hubiéramos podido hacer las obras”, confirma Manuela, que aún recuerda las pesadillas nocturnas que tenía cuando temía que no les fuesen a pagar las subvenciones prometidas tras haber convencido a sus vecinos para llevar a cabo la obra. “Sabíamos de casos de comunidades que pusieron ascensores contando con una subvención que nunca llegó y me preocupaba mucho, durante meses me despertaba por la noche con taquicardias; pensaba, ay, y si no nos pagan qué hago”.

Hoy, el ayuntamiento abona las subvenciones por adelantado, antes de que comience la obra, lo que Manuela considera que ayuda a que las comunidades de vecinos se lancen a rehabilitar, pero ese no era el caso cuando ellos lo hicieron.

El primer bloque que se rehabilitó fue el de Manuela, y el hecho de que saliese bien y de que los recibos se redujesen considerablemente (más del 50 %, entre 70 y 90 euros) animó a otros vecinos a interesarse por las obras. Además de quitar los antepechos de las ventanas, también se eliminó el amianto de la cubierta, se pusieron ventanas más eficientes y se añadieron sistemas de aislamiento térmico por el exterior de ocho centímetros en toda la envolvente de los edificios para conseguir aislarlos mejor, no solo del frío, sino también del calor.

La casa de Manuela Navarro fue la primera que se rehabilitó en su barrio. Salió bien y los demás vecinos la siguieron. Mónica R. Goya / Ballena Blanca

Antes de ser rehabilitadas, las viviendas de Orcasitas encajaban con el perfil de la mayoría del parque inmobiliario español. De acuerdo con datos que maneja el INE, la mitad de los edificios de uso residencial del país (9,7 millones de viviendas) está construida antes de 1980. En cuanto a calificaciones energéticas, más del 81 % de los edificios existentes se sitúa en las letras más bajas (E, F o G) y en más del 84 % cuando se trata del consumo energético. Por otro lado, los edificios que alcanzan la calificación más alta, la letra A, no llegan el 0,3 % del total en el caso de las emisiones y se sitúan en el 0,2 % en el caso del consumo energético.

Mar Duró es una vecina de Orcasitas cuyo bloque, en el que vive desde 2006, ya ha sido rehabilitado. “Antes en invierno yo pasaba muchísimo frío, porque mi piso da a la esquina, solo tiene protección por el salón, y ha mejorado una barbaridad, ahora paso unos inviernos la mar de a gusto”.

Además de notar la mejoría en que tiene más confort, ahora también ahorra dinero. “Las obras sí que han repercutido en la factura, yo antes ponía la calefacción a 19 o 20 grados porque no podía pagar más, y ahora la estoy poniendo a 22 grados y me ha bajado la factura entre un 30 % y un 40 %”, explica.

Tanto ella como el resto de sus vecinos valoran mucho lo que ha mejorado su calidad de vida. “Con la rehabilitación lo que más hemos ganado es el confort que tenemos en nuestras casas, la salud que a muchos les ha mejorado al no tener fríos, ni hume- dades ni condensaciones y el hecho de moverte por toda la casa con la misma temperatura”, enfatiza, Manuela; y añade: “Es ahora cuando realmente dices, ¡madre mía! Los recibos de energía, el gas el que más, han bajado más de un 50 %, que también es importante”.

Aspecto de un edificio de pisos rehabilitados en el barrio humilde de Orcasitas. Mónica R. Goya

Orcasitas también se ha convertido en un barrio de referencia en la monitorización de edificios, lo que sumado a las asambleas informativas ha ayudado a implantar cambios como la instalación de bombillas Led en las zonas comunes, o sensores de presencia, incluso en los ascensores, que contribuyen a gastar menos energía. “Son unos pequeños aparatos que te ponen antes, durante y después de la obra para saber los cambios de temperatura. Monitorizan a distancia y sirven para ayudar a cambiar hábitos, por ejemplo, cómo ventilas la casa, y esto también ayuda con el ahorro”, explica Manuela.

Todas estas medidas unidas contribuyen a haberse convertido en un barrio de energía casi nula (incluyendo el descenso de entre un 58% y un 70% de emisiones de CO2 y la mejora de los inmuebles en la escala energética, de la E a la C), lo que Manuela atribuye a la gran concienciación de los vecinos.

Además, las rehabilitaciones también han transformado la apariencia del barrio: de un simple vistazo se percibe que la esencia de los edificios antiguos se ha reinterpretado dando paso a nuevas fachadas más modernas.

El gran cambio que ha vivido Orcasitas ahora se está extendiendo a todo el país. La rehabilitación energética vive un momento histórico. Las estimaciones actuales apuntan a que cada año se rehabilitan alrededor de 30.000 viviendas, y el objetivo es multiplicar esa cifra por diez, con el fin de alcanzar 1,2 millones de viviendas reformadas en 2030.

Para ello, los fondos europeos Next Generation, que aportarán 72.000 millones de euros y que se canalizarán a través del denominado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España, incluyen en su programa la rehabilitación para la eficiencia energética de los edificios con una partida de 6.280 millones de euros.

Antes en invierno yo pasaba muchísimo frío, porque mi piso da a la esquina ahora los paso la mar de a gusto

Mar Duró, vecina del barrio de Orcasistas

En la Unión Europea, los edificios son responsables del 40% del consumo de energía y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Dolores Huerta, que es codirectora de Green Building Council en España, una organización sin ánimo de lucro referente en la transformación hacia un modelo sostenible del sector de la edificación, también reconoce este momento tan especial. “Yo veo muy prometedor el panorama de la rehabilitación de edificios ahora mismo. Tenemos todos los elementos a favor para que despegue, con los fondos Next Generation y todas las facilidades fiscales necesarias para que la gente se anime a ponerlo en marcha. Y el compromiso por escrito de muchísimas administraciones públicas, del sector… si no es ahora, no sé cuándo”.

Aún así, son muchos los países europeos que van por delante. Dolores pone como ejemplo Alemania, Francia y Reino Unido, así como el este de Europa, donde hay una cultura de la rehabilitación energética de edificios más extendida, quizá por las condiciones climáticas más extremas.

“En España siempre hemos pensado que no salía a cuenta porque los ahorros no serían suficientes para pagar la inversión. Si aquí estamos en un 0,1% de rehabilitación del parque edificado al año, Europa está en 1,5% o 1,6%, y aun así se quiere llegar a un 3%”, comenta Dolores. Actualmente, gracias a los fondos europeos se estima que los propietarios recuperarán entre un 35% y un 100% del coste de las obras, por lo que esa inversión inicial dejaría de ser un impedimento.

Los incentivos de los poderes públicos ayudan, pero el cambio de mentalidad es imprescindible para impulsar las rehabilitaciones. Iván Madrigal, director de Comunicación y Relaciones Institucionales de Eos Energy, una empresa de servicios energéticos que lleva más de una década ejerciendo la figura de agente rehabilitador, ha notado un cambio de actitud en la gente. “Desde nuestra perspectiva divulgando la necesidad de rehabilitar energéticamente nuestros edificios, sobre todo en juntas de vecinos, ha habido un cambio significativo en la mentalidad de la ciudadanía a la que nos dirigimos. En un porcentaje alto lo que antes no era prioritario ahora es necesario e incluso a veces urgente”, explica.

Las trabas

Si gracias a los fondos europeos hay más medios que nunca, especialmente en barrios con recursos limitados, ¿qué trabas hay en el camino? Todos los entrevistados coinciden en señalar la necesidad de aumentar la información para conseguir que se incrementen las rehabilitaciones.

Manuela recalca la urgencia de que las oficinas de información estén en los barrios, y no en los colegios de arquitectos, donde es más improbable que la gente vaya a informarse. Otro reto es, como apunta la arquitecta Dolores Huerta, crear un sector con mano de obra formada para dar respuesta al incremento tan rápido de la demanda.

El interés en la eficiencia energética ha aumentado entre los compradores de vivienda. Por ejemplo, en la sede de la inmobiliaria Usera-Orcasitas Redpiso notan que sí hay tendencia a preguntar cuando se trata de una casa nueva, aunque no tanto en el caso de pisos de segunda mano. Un estudio reciente de Fotocasa Research señala que el 33% de los encuestados se plantea elegir obra nueva porque es más eficiente en términos energéticos. De acuerdo con el arquitecto Iñaki Alonso, dedicado a la arquitectura ecológica, sí es posible construir edificios de energía casi nula a precio de mercado: “Hay que decidir dónde gastarse el dinero, si en acabados y cuestiones estéticas, o en aislamiento y suelo radiante; si tú haces un buen diseño y tienes eso como prioridad no tiene por qué ser más caro”.Manuela, la vecina que convirtió un barrio precario en un modelo de eficiencia energética

Apoya el periodismo ambiental riguroso e innovador

Hazte socio o socia de elDiario.es y la revista Ballena Blanca y ayúdanos a construir una sociedad mejor informada mientras disfrutas del mejor periodismo ambiental. Infórmate aquí.

Medio centenar de curas gays italianos ‘salen del armario’ para denunciar la “homofobia interiorizada” en la Iglesia

30 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

LGTBI

Una pareja despliega una bandera arcoiris en San Pedro / Religióndigital.
Una pareja despliega una bandera arcoiris en San Pedro / Religióndigital.

Jesús Bastante

en religiondigital.com — 3 de diciembre de 2022 22:48h
Actualizado el 04/12/2022 15:28h 

“Hay sacerdotes homófobos gays, que descargan fuera el conflicto que llevan dentro; no expresan la paz, sino que viven un ministerio distónico sofocando su propio ser con el clericalismo”. Medio centenar de sacerdotes italianos han lanzado un alegato contra la “homofobia interiorizada” instalada en el interior de la Iglesia católica, en la que “el silencio parece ser la única forma de sobrevivir”.

La carta del Papa al ‘ministerio’ de los curas que trabajan con el colectivo LGTBIQ

En una carta abierta, desvelada esta semana por Domani, pero que lleva repartiéndose desde septiembre en distintos círculos eclesiásticos del país, los firmantes salen del armario para reivindicar un espacio propio en la institución y, al tiempo, denunciar las trabas para su mera existencia, tanto en el interior de la estructura como en la formación. Así, en Con tutto il cuore (Con todo el corazón), los firmantes revelan la existencia de planes para eliminar todo atisbo de homosexualidad en los seminarios y para fomentar una moral sexual vacía de contenido en los centros de formación de los futuros sacerdotes, en una postura muy alejada de la planteada por el papa Francisco pero que encuentra mucho eco en los países tradicionalmente cristianos, como Italia o España, donde además se produce un eje de colaboración entre la jerarquía eclesiástica y la extrema derecha política.

curas gays

Así, en su escrito, los clérigos hablan sin tapujos del odio al mundo gay que se inocula en los seminarios, y los “prejuicios sociales” que salpican incluso los últimos documentos vaticanos, con una cuasi obsesiva referencia a la “ideología de género”, que se ha multiplicado desde la llegada al poder de Giorgia Meloni.

“No podemos hablar abiertamente de nuestra orientación homosexual con nuestros familiares o amigos, mucho menos con otros sacerdotes, o laicos comprometidos”, lamentan estos curas en el escrito, que ha convulsionado el mundo católico italiano. “La Iglesia no es un contexto en el que podamos encontrar inmediatamente aceptación, especialmente para nosotros”, denuncian, señalando la “homofobia interiorizada” tanto en el seno de la jerarquía como en las estructuras diocesanas y en los centros de formación.

Sacerdotes ‘quemados’ y deprimidos

La realidad del clero italiano es similar a la que se vive en otros contextos, como el español, en el que distintos estudios (ninguno de ellos oficiales) apuntan a que al menos uno de cada diez sacerdotes y religiosos tengan una orientación sexual diferente a la definida como “normal” por la institución, y son muchos los que se sienten solos y abandonados, y no únicamente por su condición sexual. No hablamos de estudios oficiales porque únicamente la Conferencia Episcopal francesa se ha preocupado por analizar esta realidad. El pasado año, los obispos galos encargaron un informe sobre el estado de salud de su clero.

Con datos preocupantes, especialmente en lo tocante al síndrome del burnout o “sacerdotes quemados” en la Iglesia. Así, el 9 % del clero francés se confesaba deprimido, y hasta un 40 % declaraba tener conflicto con la jerarquía o una importante carga de trabajo. Y es que el riesgo del burnout es una realidad entre los sacerdotes y religiosos, especialmente europeos. El informe francés revelaba que dos de cada cinco sacerdotes abusan del alcohol, y que el 8 % son adictos.

“A menudo se obliga a las personas a negarse a sí mismas en nombre de una espiritualidad hipócrita con efectos devastadores. Hemos escuchado historias de hombres consagrados desgarrados por la culpa hasta el punto de dejar la vida sacerdotal y, en algunos casos, quitarse la vida: una tentación terrible, incluso para algunos de nosotros”, sostienen los curas italianos en su escrito, en el que reclaman que el camino sinodal en el que Francisco ha introducido a la Iglesia universal puede ser una “oportunidad de diálogo” frente a las “palabras duras” de la Iglesia oficial respecto al sexo y la homosexualidad.

No son los únicos que lo reclaman: en la mayor parte de las síntesis sinodales, en todo el mundo, el acercamiento al colectivo LGTBI es un clamor. Sin embargo, entre el clero, salvo contadas excepciones, todavía queda mucho por hacer. Todo ello pese a que Francisco ha avalado, en público y en privado, actuaciones como las del sacerdote jesuita James Martin y su pastoral de acogida e integración, en plano de igualdad, del colectivo LGTBI+ en la Iglesia. En agosto pasado, Bergoglio ‘bendijo’ el trabajo de Martin, animándole a “superar barreras” para “darnos cuenta que es más lo que nos une que lo que nos aleja”. Algo que, lamentablemente, todavía no pueden vivir con normalidad centenares de miles de católicos LGTBI+ en el mundo. Algunos de ellos, también sacerdotes. Muchos de ellos, desde el silencio y aguantando sin rechistar las soflamas contra la “ideología de género” auspiciadas desde púlpitos, sedes episcopales y seminarios.

Toda la informacion en www.religiondigital.org

Esclavos, sus dueños, un ‘negrero’ y muchos indianos: lo que este cementerio desvela sobre nuestro pasado colonial

25 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

MEMORIA HISTÓRICA

La tumba de Francisco, esclavo liberado y criado de Antoni Gibert Cisneros. En el cementerio de Torredembarra (Tarragona)
La tumba de Francisco, esclavo liberado y criado de Antoni Gibert Cisneros. En el cementerio de Torredembarra (Tarragona) Xavier Jubierre

Pau Rodríguez

7 de diciembre de 2022 22:54h
Actualizado el 09/12/2022 15:36h 

El fenómeno indiano y esclavista español ha precisado de décadas de investigación por parte de historiadores para poder rastrear a todos sus protagonistas y herederos. Se han necesitado viajes a archivos ministeriales en Cuba o Reino Unido, e inmersiones en incontables hojas parroquiales, actas empresariales y correspondencias familiares. Pero si se trata solamente de conocerlo y palparlo, pocos lugares como el cementerio de Torredembarra, un pueblo costero a quince minutos de Tarragona.

De las casas palacio de Cádiz a las calles de Vilanova i la Geltrú: tras las huellas de los esclavistas en España

Este paseo tiene lugar poco después del Día de Todos los Santos y con la compañía de Josep Bargalló Valls, exconseller de Educación de la Generalitat, natural del municipio y autor de ‘De Torredembarra a Amèrica (1739-1914). 602 històries’, editado por el Ayuntamiento del municipio. Entre los cuatro muros del cementerio, explica el político retirado, se concentran todos los perfiles de lo que supuso el gran fenómeno de la emigración a América de los siglos XVIII y XIX, que contiene su vertiente más oscura: la explotación de mano de obra forzada y el tráfico ilegal de seres humanos.

Al menos tres esclavos, uno de sus dueños, un reconocido ‘negrero’ –Esteve Gatell– y numerosos indianos descansan a escasos metros unos de otros. También está la tumba sin símbolos religiosos de Antoni Roig, emigrante y masón que legó una importante fortuna al municipio. E incluso las ausencias son evocadoras en este cementerio: las del Mariano Flaquer o Joan Güell, por ejemplo, ambos riquísimos indianos nacidos en Torredembarra y que se beneficiaron del comercio de esclavos. A su regreso optaron por afincarse en Barcelona por razones de negocio, pero Güell compró un nicho en el pueblo que perteneció a la familia hasta mediados del XX.

La visita con Bargalló comienza frente a la tumba 39, la de Francisco. Un ramo de flores muestra que alguien se acuerda todavía de este liberto de origen africano, exesclavo y criado de Antoni Gibert Cisneros y fallecido a los 72 años, en 1859. “En su testamento, Gibert dejó escrito que la familia debía llevarle flores cada año. Y así lo hacen por estas fechas”, dice Bargalló. Han pasado 160 años. “Entonces no era nada habitual enterrar a alguien en un nicho, pues se hacía en el suelo; menos aún un liberto”, advierte. Y, todavía más extraño, un piso por encima de otros familiares.

–¿Un hijo ilegítimo?

La pregunta del periodista es previsible, pero Bargalló sonríe y se encoge de hombros. No se sabe.

Un 30 % de los hombres en América

Torredembarra, con una población actual de 17.000 habitantes, fue uno de los grandes puertos catalanes durante el siglo XVIII, debido a que las autoridades borbónicas prohibieron a Tarragona el comercio internacional y esta pequeña localidad vecina cogió el relevo. Durante cinco décadas, el pueblo duplicó su población, relata Bargalló. Pero cuando en 1771 los derechos fueron devueltos a Tarragona, se acabó de golpe el esplendor y cientos de torrenses se lanzaron a buscar mejor suerte en América. 

Joan Güell Ferrer, uno de los grandes indianos españoles vinculados al esclavismo. Nació en Torredembarra pero regresó a Barcelona. Su hijo, Eusebi Güell, fue el mecenas de Gaudí y el yerno del negrero Antonio López

“Es imposible saber cuántos se fueron, pero en el último tercio del XVIII aproximadamente el 30 % de los hombres de 16 a 60 años estaban en América”, explica Bargalló. Después de décadas de visitas a archivos y de recopilar historiografía local, este catedrático ha localizado hasta 606 indianos de su pueblo. La mitad estuvieron en Cuba, pero también los hubo en Puerto Rico, México o Estados Unidos. De todos ellos, la mayoría se quedaron allí. “Y de los que regresaron, la mayoría no lo hicieron ricos”, advierte Bargalló. 

Bargalló, militante de ERC y conseller de la Generalitat en dos etapas, con Pasqual Maragall y con Quim Torra, dedicó el período que transcurrió entre ambos gobiernos para trabajar en la investigación que vio la luz este año. Filólogo y profesor de Secundaria, llegó el mundo indiano a través de la literatura modernista y su local de referencia en Barcelona, Els Quatre Gats, impulsado, entre otros, por dos figuras con pasado torrense: el hostelero Pere Romeu y el pintor Ramon Casas, ambos también descendientes de emigrantes y con vínculos esclavistas.

De los más de 600 nombres y trayectorias que ha recopilado en su libro, Bargalló ha podido constatar que al menos seis de ellos participaron en la trata atlántica de esclavos, la vertiente más oscura del fenómeno indiano, puesto que además era una actividad ilegal. A pesar de estar prohibido en España desde 1821, medio millón de africanos desembarcaron en las costas de América hasta 1867 víctimas de este tráfico.

Tres esclavos y un dueño

La primera parada, frente a la tumba de Francisco, sirve para entender cómo muchos de los indianos que regresaron lo hicieron con sus sirvientes. En este caso, el que fue su propietario, Antoni Gibert Cisneros, tenía unos almacenes en la localidad cubana de Matanzas donde trabajaban unos 30 esclavos, una cifra considerada modesta en comparación con las grandes haciendas. Francisco fue liberado a la llegada de la familia Gibert a Catalunya. En su lápida se puede leer: “Propiedad de D. Antonio Gibert Cisneros. Aquí yacen los restos de su fiel criado Francisco, natural de África. R.I.P.”.

Su amo, igual que otros de los principales apellidos indianos de la localidad, tiene el panteón familiar en el centro del claustro. Son apenas una decena de monumentos fúnebres con nombres como los de Esteve Gatell o Josep Padrines. 

Además de Francisco, Bargalló ha localizado otros dos esclavos que fueron enterrados con toda probabilidad en el cementerio, aunque no en un nicho sino en el suelo, como la mayoría de vecinos. Ambos, Alexandre y Dolores, fueron propiedad del hacendado Josep Borràs y viajaron con él a su regreso a la península desde Puerto Rico. Dolores fue liberada de su condición tras casarse en 1829. 

Gatell y los torrenses esclavistas

El de Esteve Gatell Roig y su mujer Antònia Padrines es uno de los panteones más ostentoso del cementerio, una mole con un retrato a relieve del susodicho y coronado por una cruz. En realidad, igual que los más ricos indianos del pueblo, Gatell nunca regresó a Torredembarra para vivir, sino que se estableció en Barcelona. “Por eso en Torredembarra no hay un paisaje y un patrimonio indiano y esclavista muy relevante”, constata Bargalló. Lo que hicieron algunos de los grandes indianos como Gatell, explica, es fijar su residencia en la capital catalana pero pedir que les enterrasen en el cementerio de su villa natal.

El panteón de Esteve Gatell Roig y su mujer, uno de los más reconocidos negreros nacidos en Torredembarra Xavier Jubierre

Gatell Roig es el perfecto ejemplo del negrero. Hijo de un comerciante naviero afincado en Cuba, se inició ya directamente como piloto de embarcaciones esclavistas. Algunas las compartió con otros ‘negreros’ locales como Marià Flaquer o Blai Mas. Consta que traficó con cientos de seres humanos desde las costas africanas a las cubanas, y con su fortuna montó una aseguradora. Ya de vuelta a Catalunya, participó en múltiples sociedades fundadas por Joan Güell y fue socio de otras tantas expediciones negreras. Junto a otros empresarios torrenses y con vínculos con el esclavismo –de nuevo, Güell o Flaquer– fue uno de los accionistas impulsores del Banco de Barcelona. 

Antoni Roig, el auténtico filántropo

Una sepultura anónima esconde quizás la historia más fascinante de la Torredembarra indiana. Al menos así lo cree Bargalló, que no esconde su admiración por Antoni Roig i Copons. Cuatro ramos de flores sobre la tierra húmeda, rodeados de un austero y pequeño muro de piedra, demuestran que hay alguien que tampoco se olvida de él. Dos de ellos, dice Bargalló, los trajeron del Ayuntamiento. 

El exconseller de Educación y torrense Josep Bargalló, sentado en la tumba de Antoni Roig Xavier Jubierre

Nacido en 1817, se conoce poco de la vida de este Antoni Roig, que hizo fortuna como comerciante y financiero en Cuba. De entrada, no hay constancia de que estuviese vinculado al esclavismo. Al fallecer, ya de vuelta al pueblo, legó 500.000 pesetas al municipio y un curioso Patronato dedicado a la educación. Aquella institución sirvió para abrir un colegio laico y gratuito en pleno siglo XIX. “Era algo inaudito en aquella época”, remarca Bargalló.

Su filiación masónica se deduce de la simbología del edificio que levantó para su patronato y del obituario que publicó la revista madrileña ‘Las dominicales del libre pensamiento’. “En su testamento, entre otras cosas, dispone que su cadáver sea inhumado en tierra, sin ninguna señal exterior ni ninguna clase de ostentación”, recoge la publicación. Una voluntad que todavía hoy, siglo y medio después, se cumple. 

La tercera parte restante de su herencia la dejó para las dotes de las “doncellas pobres” de Torredembarra. “En tiempos de mi madre, valía para comprar los muebles de una habitación del piso nuevo. Y en los de mi abuela, para amueblar el piso entero”, describe Bargalló. En la actualidad las mujeres torrenses todavía pueden pedir esa dote, aunque se ha convertido en una cifra totalmente simbólica: 4,51 euros. 

Antoni Roig da hoy nombre a un colegio público y a una plaza, y su patronato alberga la escuela de música y la de adultos. Caso muy parecido al suyo fue el de Pere Badia, indiano fallecido en 1801, que legó su dinero al pueblo para levantar un hospital de caridad para los pobres. Gracias a ambos, quiere recordar también Bargalló, varias generaciones de torrenses disfrutaron de dos servicios gratuitos, educación y sanidad, que no existían en casi ningún lado.

“En Torredembarra hay un importante conocimiento de su pasado indiano”, concluye Bargalló. “Pero del tema de los negreros… Eso ya se suele borrar más fácilmente de la memoria colectiva”.

Ian Gibson: “Si las derechas no cambian, este país no tiene futuro”

21 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

MEMORIA HISTÓRICA

Ian Gibson, hispanista, fotografiado en su casa de Lavapiés, Madrid.
Ian Gibson, hispanista, fotografiado en su casa de Lavapiés, Madrid. Olmo Calvo

Marta Borraz

4 de diciembre de 2022 22:05h
Actualizado el 09/12/2022 17:06h 

Cuando Ian Gibson nació, los franquistas acababan de ganar la guerra. Era abril de 1939, en Dublín (Irlanda), y hacía tres años que Federico García Lorca había sido asesinado. El hispanista se topó con el Romancero gitano siendo casi un adolescente y ya nunca abandonó al poeta granadino. A punto de estrenarse en las salas de cine Donde acaba la memoriael documental sobre su figura, Gibson recibe a la prensa en su casa de Lavapiés, el barrio madrileño al que confiesa su amor cada vez que puede. En 1957 hizo su primer viaje a España y, aunque pasaron 21 años hasta que se instaló definitivamente aquí, la realidad es que nunca se llegó a ir del todo.

La nieta de Dióscoro Galindo lleva a Estrasburgo su petición para localizar la fosa de Lorca

Conquistado por esa primera visita, Gibson ha dedicado toda su vida a mirar y contar la historia contemporánea de España a través de su tres genios más reconocidos: Lorca, Buñuel y Dalí, de los que ha escrito hasta la saciedad. Ahora, Pablo Romero-Fresco reconstruye el retrato de este metódico “detective literario” que sigue convencido de saber dónde están los restos del poeta. El documental reproduce una grabación hasta ahora desconocida del enterrador de Lorca que sirvió de base a Gibson para publicar el lugar exacto de su enterramiento hace 50 años. En unas horas presentarán el documental en Granada, donde apenas puede caminar por la calle sin pararse con la gente. “Allí es como una estrella de rock”, dice Romero-Fresco.

¿Qué le llamó la atención tanto de España?

Es normal que nazca una fascinación con otro país cuando estás empezando, te interesan los idiomas y empiezas a aprender castellano. Siempre he sido ornitólogo, así que sabía algo de Doñana, pero además tuve la suerte de entrar en la universidad en un departamento de español con profesores fantásticos. Uno de ellos dio un curso de Rubén Darío y me abrió un mundo nuevo. España es muy compleja y muy rica, hay tema para siglos y estudiosos de todo el mundo. Luego está el clima, el vino, la vitalidad… Te podría decir mil cosas más.

En el documental afirma que probablemente no haya día de su vida en el que no haya pensado en los últimos momentos de Lorca. Lo suyo con el poeta es una obsesión.

Sí, sí, es una obsesión. Cuando leí el Romance de la luna luna, el primer poema del Romancero gitano, aún no conocía bien el idioma, pero intuí que había algo allí para mí para siempre. Fue una especie de experiencia mística, extraña. También creo que había una relación de Lorca con la literatura irlandesa que yo conocía. Él dijo de sí mismo que era un poeta telúrico, agarrado a la tierra. Pudo haber sido otro poeta, pero en mi caso buscaba algo que encontré allí, en Lorca.

Gibson, retratado junto a James Joyce, Salvador Dalí, Federico García Lorca y Antonio Machado, en un cuadro colgado en su despacho. Olmo Calvo

En alguna ocasión ha relacionado al poeta con su hermano mayor…

Sí, este es uno de mis mejores libros (coge de la estantería Lorca y el mundo gay y lee la dedicatoria). Para Rafael e Isabel Borrás, en recuerdo de mi hermano Allan, que no pudo con sus dramones. Federico usaba esta palabra para hablar de cuando estaba deprimido, pero nadie sabía qué le pasaba porque tenía que ver con sus relaciones gays. Él no pudo vivir su vida abiertamente y en mi familia, protestante de Irlanda de entonces, fue terrible tener un hermano homosexual, como lo fue en el caso de Lorca para su familia. Su hermano Francisco llegó a publicar un libro en 1980 llamado Federico y su mundo en el que no se menciona el tema. Allan me contaba sus penas y sus dificultades y eso me ayudó, obviamente, a comprender a Lorca.

Las cartas que Lorca le escribió a Dalí se han perdido. ¿Qué encontraríamos en ellas?

Sería completar una documentación humana extraordinaria. Sabemos que el poeta quería demostrar a Dalí que era genial porque le adoraba y le fascinaba. Recompondríamos mucha información sobre aspectos de su relación. Había unas 40 o 50 cartas. Tampoco tenemos la voz del poeta, a pesar de que estaba cada noche en la radio. No puedo creer que su voz haya desaparecido, espero que algún día se pueda recuperar.

 ¿Veremos su exhumación?

Yo lo espero, creo que se verá. Si lo veré yo no lo puedo decir porque tengo los años que tengo, pero tienen que volver a buscarle. Yo haré todo lo posible por echar una mano, pero ayudaría que la familia hiciera una declaración y dijera que no se llevaron los restos a ningún otro lugar. Es algo que la gente piensa en Granada, aunque yo no lo creo. Creo que las veces que se han intentado encontrar sus restos, los trabajos de búsqueda que se hicieron fueron incompletos, no había estudios previos suficientes.

El reconocido hispanista Ian Gibson trabaja desde su despacho en su casa de Lavapiés, Madrid. Olmo Calvo

¿Qué supondría encontrarle?

Ayudaría a que hubiera una reconciliación de verdad, porque Lorca es el poeta y dramaturgo español más leído y amado de toda la historia, no hay nada comparable. Para mí él representa a todos los desaparecidos de la Guerra Civil y la dictadura, sería un alivio para este país. ¿Qué problema hay con encontrarle? Eso no impide que se busque a todos los demás y a los que fueron enterrados con él. Yo como biógrafo, como ser humano que ama profundamente su obra, quiero saber dónde está, quisiera poder ir allí y llorar, llevar flores o rezar.

Recientemente ha entrado en vigor la nueva Ley de Memoria Democrática. ¿Es suficiente?

Tengo que confesar que no me la he leído entera, lo tengo pendiente, pero creo que es un gran avance hacia la normalidad. Porque lo que estamos esperando en este sentido es que este país se normalice, que la oposición no se oponga a la búsqueda de los desaparecidos. Es muy difícil para la derecha de este país afrontar la criminalidad del régimen de Franco, pero lo fue, mató a decenas de miles de inocentes y todavía hay 115.000 cadáveres tirados en fosas como perros. ¿Cómo es posible a estas alturas? No he oído ni una palabra de crítica del régimen franquista al Rey emérito ni a su hijo. Vendría muy bien. Si las derechas no cambian, este país no tiene futuro, no tiene el futuro que podría tener.

Hace no mucho Alberto Núñez Feijóo se refirió a la Guerra Civil afirmando que “hace 80 años nuestros abuelos y bisabuelos se pelearon y no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron”. ¿Qué piensa de estas palabras?

Son indignas. Decir que aquello fue una pelea cuando lo que ocurrió fue una sublevación militar es una barbaridad. Dicen que lo que se quiere es reabrir heridas, pero no hay ganas de revancha ni de odio en este país, hay ganas de decencia humana y dignidad. Si yo tengo un abuelo en una fosa lo intentaría sacar, igual que si Pablo Casado lo tuviera, también lo haría, en vez de hablar de “la fosa del abuelo”. Eso no es cristianismo ni catolicismo, todo lo contrario, es blasfemia e hipocresía. Debería ser muy fácil a estas alturas dejar a los demás recuperar a sus muertos.

Ian Gibson, hispanista, fotografiado en su casa de Lavapies, Madrid. Foto: Olmo Calvo Olmo Calvo

¿Qué otras cosas están pendientes?

Veremos qué pasa con el Valle de los Caídos, si el Gobierno logra conseguir lo que se está proponiendo. No sé si les va a dar tiempo. Si la izquierda no gana las próximas elecciones va a haber una vuelta atrás en memoria histórica, ya lo ha dicho Feijóo, como lo dijo Mariano Rajoy en su momento. Ese es mi temor.

Pico Reja, donde la tierra habla de nuestros muertos

20 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

  • En el cementerio de Sevilla, ante la mayor fosa común abierta en Europa occidental, compruebo cómo las víctimas del franquismo nos resultan hoy más cercanas, más nuestras, que en las primeras décadas de democracia, cuando nos parecían mucho más lejanas en el tiempo que ahora.

Isaac Rosa

Dos cuerpos yacen boca abajo con las manos atadas a la espalda, en la fosa de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla. EFE/ Raúl Caro.
Dos cuerpos yacen boca abajo con las manos atadas a la espalda, en la fosa de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla. EFE/ Raúl Caro.

4 de diciembre de 2022 22:05h
Actualizado el 06/12/2022 11:27h 

Yo tenía veinte años cuando supe por primera vez de los maquis, los guerrilleros antifranquistas que prolongaron la guerra durante una década en los montes. Como tantos de mi generación, en los años noventa ese conocimiento del pasado reciente no te llegaba por la escuela o el instituto, ni por la inexistente memoria institucional, y a menudo tampoco en la familia, incluso si contaba con represaliados. Así que te alcanzaba por otras vías. De pronto caía en tus manos un libro, ni siquiera de historia: una novela. En mi caso fue La agonía del búho chico, del extremeño Justo Vila, mi primer contacto con lo que entonces todavía no se llamaba memoria histórica.

Recuerdo el impacto que me produjeron aquellas historias de hombres en el monte y mujeres en los pueblos, supervivientes todos: perseguidos y cazados como conejos ellos, aterrorizadas y humilladas con enorme crueldad ellas y sus hijos. Tan fascinantes como horribles, me provocaron el mismo asombro que otros personajes inverosímiles de aquella feroz posguerra: los topos, esos republicanos escondidos en sus casas, en un desván, tras un armario o una falsa pared, algunos más de veinte años recibiendo alimento por un hueco y viendo crecer a sus hijos como muertos en vida. Unos y otros, los guerrilleros pasando más de diez inviernos en la montaña, y los topos enterrados en sus casas, eran personajes increíbles, legendarios. Novelescos. A falta de otra memoria más que la ficticia, los veíamos con distancia, remotos: como si no hubiesen pasado cuarenta o cincuenta años sino varios siglos, personajes de un pasado mítico, alimento de cuentos y leyendas en los pueblos, carne de ficción, pura épica. La guerra civil era “nuestro western”, dijo un novelista, muy ingenioso él.

Se lo comentaba hace unos días a mi admirado Alfons Cervera, escritor valenciano que acaba de ver reeditada Maquisuna novela enorme que cumple veinticinco años. Le decía que, releída su novela en este 2022, las historias de esos hombres en el monte y mujeres en el pueblo me resultan hoy mucho más cercanas que cuando las leí por primera vez a finales del siglo pasado. Entonces estaban más cerca en el tiempo, incluso quedaban supervivientes, mientras que hoy apenas quedan hijos vivos. Y sin embargo en los años noventa, tras dos décadas de democracia, los maquis, topos y en general las víctimas del franquismo nos resultaban totalmente ajenas, no tenían que ver con nosotros, eran de otro tiempo, remoto, oscuro, inaccesible. Un western. Mientras que hoy, veinticinco años después, pese a estar cronológicamente más alejadas, las sentimos emocionalmente más cercanas, más vivas y dolorosas. Más nuestras.

Lo comentaba con Alfons hace unos días, mientras visitábamos los trabajos de exhumación en la fosa de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla. Allí fuimos en compañía de dos imprescindibles: la activista y familia de represaliados Paqui Maqueda y la novelista Rosario Izquierdo. Escuchamos de boca del director de la excavación, Juan Manuel Guijo, cómo Pico Reja es ya la mayor fosa común abierta en Europa occidental. Esperaban encontrar varios centenares de asesinados, y ya han aparecido más de 1.600. Ha habido que rescatarlos uno a uno, pues en su afán por ocultar los crímenes, durante años les arrojaron encima otros miles de cadáveres posteriores, tumbas vaciadas, osarios, restos de actividad funeraria. El equipo de arqueólogos y antropólogos que trabaja con la Sociedad de Ciencias Aranzadi llevan varios años desenterrando con paciencia, rigor y compromiso, para conseguir que “la tierra hable”, en expresión que repite Guijo.

Y vaya si ha hablado la tierra. A gritos, atronadora. Gritos de dolor, se oyen con solo ver las fotos que han ido tomando. Cuerpos amontonados con desprecio, boca abajo para negarles hasta el enterramiento digno, profanados a mayor ensañamiento. Hombres con las manos atadas a la espalda con grilletes, con alambres, formando cuerdas de presos. Mujeres, muchas más mujeres de las que estimaban encontrar. Señales de tortura, cráneos con varios disparos. Series de cadáveres todos con el agujero en el mismo punto del hueso parietal: los alineaban y el verdugo iba pasando y disparando. Un extermino industrial, mecánico, no por ello menos sádico. 

En algunos casos han tenido que unir fragmentos óseos como un imposible puzzle. No basta con sacar una caja llena de huesos: hay que recomponer en lo posible el esqueleto completo, y poder fotografiarlo así, para que las familias recuperen a su desaparecido en toda su humanidad, no un montón de costillas y tibias. Y todos aquellos objetos personales que transmiten más emoción que los huesos: gafas, botones, medallas, monedas. Y proyectiles, muchos alojados todavía en cerebros momificados. Rascando, cepillando la tierra, con extremo cuidado porque están recogiendo pruebas de crímenes contra la humanidad, pero también por respeto: porque, cumpliendo todos los protocolos forenses, la prioridad han sido siempre las familias.

Familias para las que la exhumación de Pico Reja -como la que comenzará en los próximos días en el Valle de Cuelgamuros, después de mil triquiñuelas para frenarla- ofrece una mínima reparación. Que llega tarde, cuarenta democráticos años tarde para muchos hijos que murieron sin encontrar a sus padres. El hijo del alcalde republicano de Sevilla, por ejemplo: Horacio Hermoso, que acaba de morir sin llegar a encontrarlo, pero al menos se ha ido sabiendo que su esfuerzo de años por recuperar la memoria de su padre culminaron en una exhumación histórica como la de Pico Reja. Histórica y ejemplar, por su rigor y transparencia, y por su pedagogía democrática, presentando periódicamente el avance de los trabajos en los centros cívicos de los barrios. Hay que reconocer el compromiso del Ayuntamiento de Sevilla, que además de colaborar y financiar, acaba de presentar un proyecto monumental en el mismo emplazamiento, para cuando terminen los trabajos.

Al ver aquellos huesos, cráneos reventados, fémures y caderas que no solo cuentan el sexo y edad, también la vida de penurias que llevaron, obreros la mayoría -los mineros fueron reconocidos por los restos de metales en su osamenta-; al ver aquellos huesos, sentí lo mismo que al releer Maquis: qué cercanos hoy, qué nuestros. Si hubiese visto esos mismos esqueletos veinticinco años atrás, en aquella España desmemoriada, me habrían parecido antiquísimos. Pompeyanos. Prehistóricos. Y sin embargo hoy, sobrecogido ante las cientos de cajas con fémures y vértebras que llenan el almacén del cementerio, siento propios todos esos hombres y mujeres. Son también nuestras abuelas y abuelos, nuestros compañeros. “Son mis muertos, aunque no tengan mi sangre ni mi apellido”, como dice Lucía Sócam en el documental Pico Reja, la verdad que la tierra esconde.

“Hay otra memoria que es la memoria maltrecha de los vencidos, la que ha ido creciendo frente a los paredones inmensos del silencio”, escribe Alfons en su novela. Esa memoria maltrecha es la que cuenta la tierra en Pico Reja, la que seguirá contando cuando hablen las otras fosas por abrir en el mismo cementerio -incluida la de los guerrilleros, que habrá que buscar en la zona conocida como de “los disidentes”-, y las que seguirán hablando en otros lugares. “Pico Reja es solo una de las setecientas fosas de Andalucía”, recuerda en el mismo documental Cecilio Gordillo, otro imprescindible.

Al volver del cementerio para recoger a mi hija, en la puerta del colegio, me encuentro a una madre amiga, Inés. Le hablo de Pico Reja, y me cuenta que ella acaba de descubrir, por un primo lejano, que su bisabuela fue asesinada por las tropas de Queipo. Lo descubre ahora, tantos años después, silenciado en su familia. No es la única: Lourdes, otra madre del colegio, lleva años luchando por la memoria de su abuelo Joaquín Farratell, director de un periódico y también asesinado. Porque antes mencioné al alcalde republicano, y hay que recordar que en Sevilla, del alcalde hacia abajo, los golpistas aplicaron un plan de exterminio absoluto: dirigentes políticos y sindicales, obreros, maestros, intelectuales, militares leales al gobierno legítimo. Y sus mujeres y madres en muchos casos, como Isabel Atienza, que fue llevada noche tras noche al paredón, y cuando ya se creía a salvo, al bajar del camión cerca de su casa, la asesinaron en mitad de la plaza y allí quedó su cadáver tres días, para luego ser arrojado a la fosa. Su bisnieta lo cuenta en el documental. Asesinados todos sin guerra. No piensen en combates, bombardeos, milicianos capturados, represalias de retaguardia. En Sevilla no dio tiempo, no hubo guerra. Fue un exterminio pacífico.

No sé si a ustedes también les pasa que todos esos muertos, los de Pico Reja, los republicanos de Cuelgamuros -llevados contra la voluntad de sus familias-, los maquis y topos que creíamos legendarios, los miles de desaparecidos por toda España, les resultan como a mí tan cercanos, tan propios, tan nuestros. Y el paso de los años no los aleja, no nos los vuelve extraños ni los deja atrás, sino que al contrario los acerca más. Esa distancia menguante, ese tiempo plegado sobre sí mismo para volverse inmediato, esa cercanía emocional, se la debemos a tantas mujeres y hombres que llevan más de dos décadas construyendo memoria democrática en España. Gracias.

Málaga salda al fin la deuda con Porfirio Smerdou, el ‘Schindler’ de la Guerra Civil

9 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

MEMORIA HISTÓRICA

Pantallazo del documental de Porfirio Smerdou
Pantallazo del documental de Porfirio Smerdou

Néstor Cenizo

25 de noviembre de 2022 22:35h
Actualizado el 26/11/2022 05:30h 

Málaga ha saldado esta semana una deuda de hace 85 años que, lejos de rebajarse, en los últimos tiempos había aumentado. El pasado jueves, el Pleno ratificó la concesión de la Medalla de la Ciudad y el título de Hijo Adoptivo a título póstumo a Porfirio Smerdou, un singular ejemplo de humanidad y valentía que salvó la vida a decenas de malagueños en los primeros meses de 1937. Smerdou no condicionó su ayuda a la adscripción política de quien corría peligro. Ayudó a escapar de la muerte a políticos y militantes conservadores o leales a la República, lo mismo le dio, después de acogerlos en el Consulado de México. Aquella sede consular, Villa Maya, fue demolida en marzo de 2019, y el desagravio comenzó un proceso de reconocimiento que ha culminado tres años y medio después. Cómo dos malagueños acabaron en el campo de Mauthausen: la segunda diáspora de los huidos de La Desbandá

Porfirio Smerdou Fleissner (Trieste, 1905 – El Escorial, 2002) fue un político y diplomático mexicano al que la Guerra Civil le alcanzó mientras se desempeñaba como cónsul honorario de México en Andalucía Oriental y el Protectorado español de Marruecos. Hasta no hace mucho, su nombre no decía casi nada a casi nadie, ni siquiera en Málaga. Pero la publicación de una biografía en 2004 empezó a extender el conocimiento de su obra, comparada a menudo con otros ejemplos de compasión y humanidad. El ‘Schindler’ de la Guerra Civil (Ediciones B), de Diego Carcedo, es ese libro. El diplomático no hizo distingos ante la muerte.

Gestión humanitaria

Al estallar la Guerra Civil, la República perdió el control del orden público en Málaga, donde se produjeron persecuciones de carlistas, falangistas o conservadores a manos de la turba exaltada, que clamaba venganza por el golpe de estado. Smerdou acogió en Villa Maya, que también era su domicilio particular, a 150 de ellos, a los que salvó de una muerte probable.

Mientras fuera Málaga ardía (Málaga en llamas, tituló Gamel Woolsey, que lo vio todo desde su casa de Churriana), en el consulado mexicano se hacinaban decenas de refugiados, con su propio régimen interno para evitar conflictos. Smerdou también logró que tres compatriotas albergaran en sus casas a 65 refugiados, pero la mayoría, sin embargo, fueron protegidos en sus propios domicilios gracias a los certificados consulares emitidos por Smerdou, según la Real Academia de Historia, que explica: “Su gestión humanitaria fue respetada por los mandos republicanos malagueños al lograr Smerdou acotar una zona libre de bombardeos de la aviación nacional, entre las montañas Sancha y Miramar, y organizar con éxito el canje de trece mujeres —compañeras de milicianos anarquistas— por otro número semejante de derechistas en Gibraltar, el 17 de noviembre de 1936”.

Meses después, cuando los fascistas entraron en Málaga a sangre y fuego (y mientras bombardeaban a decenas de miles de refugiados que huían a Almería), Smerdou volvió a abrir las puertas de su casa a huéspedes diferentes, pero igualmente amenazados: seis políticos republicanos, a los que acabó dando cobijo en el consulado argentino. Por entonces, había sido cesado como cónsul por expedir pasaportes mexicanos, que facilitaban la huida a los perseguidos, pero mantenía el prestigio. Esto le sirvió para interceder ante las autoridades golpistas por decenas de presos políticos condenados a muerte.

Hizo más: con la ayuda de ambulancias proporcionadas por el doctor José Gálvez Ginachero, exalcalde de Málaga, logró evacuar de la ciudad a malagueños a los que ponía rumbo a Gibraltar, Marruecos o Marsella. Y sus contactos con autoridades vaticanas y eclesiásticas le ayudaron a salvar a veintiún masones españoles condenados a muerte.

Condecorado… y condenado por masón

A Smerdou se le compara con Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó de las cámaras de gas a miles de judíos. También con el anarquista sevillano Melchor Rodríguez, para los franquistas el ángel rojo, quien al frente la prisión de Alcalá de Henares, se interpuso entre la turba sedienta de sangre y presos como el falangista Raimundo Fernández Cuesta, los hermanos Luca de Tena o el locutor Bobby Deglané.

Tras la Guerra Civil, la labor humanitaria de Smerdou se convirtió en otra víctima del revisionismo franquista, que solo apreció su acción en beneficio de los perseguidos de su cuerda. El juzgado militar número 1 de Málaga le concedió la nacionalidad española el 1 de abril de 1940, y fue condecorado por el general Varela con la Cruz del Mérito Militar de primera clase con distintivo blanco un año después.

Sin embargo, las mismas autoridades franquistas le represaliaron en 1946, condenándolo a prisión por haber pertenecido a una logia masónica. Precisamente esas influencias le habían ayudado a salvar decenas de vidas. Tras demostrar en El Vaticano que había abjurado de la Orden ante el cardenal Giuseppe Pizzardo (prefecto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio de la Romana y Universal Inquisición), el Consejo de Ministros le absolvió de la pena.

Smerdou, casado con Concha Altolaguirre (hermana del poeta Manuel), pasó el resto de su vida entre España, Alemania y México, dedicado a la gestión de sus empresas. Antes de fallecer en 2002, donó todos sus archivos a la Fundación José Ortega y Gasset, donde pueden consultarse.

La demolición de Villa Maya

La demolición de Villa Maya en marzo de 2019 causó un notable revuelo en Málaga. No hubo piedad para el escenario de la labor humanitaria de Smerdou, y la vivienda, ubicada en El Limonar, cayó víctima de la piqueta, a petición de sus actuales propietarios y ante la inacción de las administraciones. La Junta de Andalucía ignoró las peticiones (la primera, de 2017) para que el lugar fuera inscrito en el inventario de los lugares de la Memoria Histórica de Andalucía. No sirvieron las quejas de los familiares del cónsul ni las críticas de la oposición municipal.

Voy a proponer a todos los grupos municipales la concesión a Porfirio Smerdou, a título póstumo, de la medalla de la ciudad de Málaga. Su generoso y hospitalario esfuerzo, salvando la vida de cientos de malagueños en años 1936 y 1937 le hacen sobradamente acreedor a éllo. FTP— Paco de la Torre (@pacodelatorrep) 22 de marzo de 2019

Expresando cierto remordimiento, el alcalde Francisco de la Torre anunció entonces que al menos cabía la posibilidad de reconocer al diplomático a título póstumo. El 19 de marzo de 2019, el Pleno aprobó una moción institucional (es decir, con el respaldo de todos los grupos) para concederle la Medalla y el título de Hijo Adoptivo. Desde entonces han pasado otros tres años y medio, en los que el expediente administrativo ha dado tumbos hasta encontrar la salida esta misma semana.

En el texto finalmente aprobado, su nieta Macarena Smerdou Picazo agradece el reconocimiento, pero lamenta la tardanza: “Me embargan sentimientos encontrados; por un lado, la satisfacción y el orgullo por el reconocimiento a la gran labor de mi abuelo durante la Guerra Civil en la que salvó de la muerte a muchos malagueños. Por otro lado, el pesar por todos los que nos han dejado sin saborear este momento, empezando por él mismo”.

La propuesta contaba con el apoyo de todos los grupos y venía suscrita por la Academia Malagueña de las Ciencias (de la que fue socio numerario), la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, los Maristas de Málaga y la Sociedad Económica de Amigos del País, además de por dos escritores que contribuyeron a la difusión de su labor, Diego Carcedo y Félix Álvarez Martín, que en 2019 publicó La lista de Smerdou: los refugiados de Villa Maya. El documental La lista de Porfirio, dirigido por Miguel Ángel H. Arango y producido por Fundación Málaga y Quinta Planta, recogió la historia en 2020 y puede verse online.

Allí se cuantifican las vidas que Smerdou ayudó a salvar: 567. Esta semana, Málaga saldó al fin su deuda con un hombre bueno, con las siguientes palabras: “Porfirio Smerdou, merced a sus contactos y amistades con masones y republicanos, salvó la vida de algún sacerdote y de algún fascista. Porfirio Smerdou, merced a sus contactos con la Iglesia y con los fascistas, salvó la vida de algún masón y de algún republicano. Esos son los hechos”. 

Por un periodismo comprometido con la Memoria Histórica

Ayúdanos a seguir haciendo periodismo comprometido con la verdad, la justicia y la reparación, donde es especialmente crucial depender de los lectores.

Por eso ahora, los socios y socias de elDiario.es también pueden añadir a su cuota una cantidad extra destinada íntegramente a nuestra redacción de Andalucía. Si quieres apoyar nuestra labor, hazte socio/socia y haz una aportación extra para nuestra cabecera.

Mussolini, Videla o Putin: los otros anfitriones del Mundial que tampoco respetaban los derechos humanos

8 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

Foto de archivo del 19 de junio de 1938, el equipo de fútbol italiano realiza el saludo fascista antes del inicio de la final de la Copa Mundial de fútbol contra Hungría, en el Estadio Colombes, París (Francia)
Foto de archivo del 19 de junio de 1938, el equipo de fútbol italiano realiza el saludo fascista antes del inicio de la final de la Copa Mundial de fútbol contra Hungría, en el Estadio Colombes, París (Francia) AP Photo/File

Laura Galaup

24 de noviembre de 2022 22:39h
Actualizado el 25/11/2022 05:30h 

La celebración de eventos deportivos para legitimar regímenes que no respetan los derechos humanos no es una novedad que ha llegado con la elección de Qatar como sede del Mundial de fútbol. Rusia acogió la edición anterior de esta competición. Y Arabia Saudí ha celebrado, y volverá a celebrar el año que viene, la Supercopa de España. Incluso, regímenes militares han sido anfitriones de este torneo. La dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina albergó esta competición en 1978. Unas décadas antes, en 1934, fue Benito Mussolini el que acogió este campeonato en Italia. Arranca el Mundial de Qatar bajo la sombra de la corrupción, la explotación laboral y la homofobia

El papel del fútbol como un factor más que influye en la geopolítica mundial es una de las tesis que sostiene una corriente de la academia universitaria. No solo para blanquear a regímenes totalitarios, también para otorgar visibilidad a reclamaciones políticas. “El fútbol es una herramienta de resistencia política. Paradójicamente, Naciones Unidas no cuenta con tantos miembros como tiene la FIFA”, explica Xavier Brito-Alvarado, docente de la Universidad Técnica de Ambato (Ecuador), que considera que “el ejemplo más claro es Gran Bretaña”. “Es solo un país en Naciones Unidas, pero en la FIFA está Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia”, apunta. Palestina es otro de los ejemplos citados por el entrevistado, ya que al contar con una selección de fútbol propia se le concede “un estatuto de reivindicación social”.

El fútbol, como “brazo” de difusión del fascismo

En el caso de eventos futbolísticos vinculados a regímenes totalitarios, desde Amnistía Internacional defienden que ha habido una evolución en la digestión social de los lavados de cara de sistemas políticos que no respetan los derechos humanos. Para Carlos de las Heras, portavoz de la ONG, “hace 20 o 30 años” el blanqueamiento que realizaban estos torneos “era muchísimo más común y contribuía mucho a tapar la imagen de determinados países”. El torneo albergado por Mussolini, añade, fue “un altavoz” para el fascismo.

Por su parte, Víctor Gómez Muñiz, profesor de historia y autor de Victorias y Derrotas, la Historia a través del balónsostiene que a través de las construcciones deportivas para albergar los partidos, el dictador italiano promovió “una propaganda brutal de un régimen fascista desde el propio estilo arquitectónico”. En esta misma línea, la del ensalzamiento del régimen, Brito-Alvarado considera que en ese momento, en el periodo de entreguerras, el fútbol era una herramienta para demostrar superioridad –“un brazo para difundir el fascismo italiano de Mussolini”– y no un elemento de blanqueamiento.

Italia ganó el Mundial, tal y como Mussolini había requerido al presidente de la federación cuando la FIFA les eligió como sede. “Italia debe ganar este Mundial, es una orden”, aseveró el dictador. Y la petición se cumplió. No sin ayuda, ya que en algunos partidos la selección anfitriona contó con un trato de favor por parte de los árbitros. España fue uno de los equipos que pagó un arbitraje polémico. “Nos han birlado el partido”, lamentó el portero Ricardo Zamora, tal y como recoge la reconstrucción que ha realizado el periódico ABC de aquel partido gracias a su hemeroteca. 

Tres décadas después, en Argentina se repitió esta situación. Un régimen militar acogía un Mundial de fútbol. Era 1978 y el anfitrión, Videla. En este caso, sí que hay más unanimidad entre los entrevistados para concretar que este evento fue una acción de sportwashing, un lavado de cara de regímenes autoritarios por medio del deporte. Con este evento, la dictadura argentina aspiraba a demostrar cierta normalidad en el día a día del país. Se buscaba exportar una imagen de “país libre, donde se podía andar por la calle, que no detenía a nadie, cuando era todo lo contrario”, recuerda Gómez Muñiz. 

Jorge Rafael Videla jura como presidente el 29 de marzo de 1976. En el extremo izquierdo, Emilio Eduardo Massera, y en el derecho, Orlando Ramón Agosti.

La final del Mundial de 1978, que fue ganado por Argentina, se celebró a escasos mil metros de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los centros más emblemáticos de detención, tortura y exterminio de víctimas de la dictadura. “Se estima que por allí, en el entonces Casino de Oficiales, pasaron aproximadamente 5000 secuestrados, permaneciendo la mayoría de ellos desaparecidos al día de hoy”, recuerda el Archivo Nacional de la Memoria en una publicación titulada ‘Dictadura, deporte y memoria’.

Además del carácter “distractivo” que tuvo esta competición para la sociedad, la celebración de este evento deportivo supuso un “intento de legitimación política por parte de las Fuerzas Armadas en plena represión feroz y un despilfarro de recursos estatales que”, según indica la institución memorialista argentina, “tuvieron dudosos sobreprecios y sospechosos destinatarios”. 

Desde Amnistía Internacional consideran que en esa época, el Mundial servía para “ocultar la violación de los derechos humanos”. “En ese sentido, la sociedad ha ido aprendiendo que no todo vale y que el deporte no sirve tampoco para tapar ese tipo de violaciones”, insiste De las Heras. Ante el escaparate que suponía este torneo, Videla realizó un discurso inaugural “completamente político”, apunta Gómez Muñiz. Y añade: “Era un discurso hacia las masas, [sabiendo] que es la imagen del mundo”.  

Paralelismos entre los mundiales de 1978 y 2022

Este profesor de historia ve ciertos paralelismos entre el Mundial de Argentina y el que se está celebrando actualmente. “En Argentina se sabía los muertos que había en los vuelos de la muerte, los desaparecidos y la existencia de centros de tortura. Aquí, en Qatar, sabemos todos los miles de muertos que ha habido en la construcción de esos estadios”, añade Gómez Muñiz.

La utilización del sportwashing por parte de países autoritario se ha convertido con el paso de los años en una estrategia que puede desencadenar consecuencias mediáticas no deseadas por los regímenes anfitriones. En el caso de Argentina, por ejemplo, el Mundial también sirvió para que “los exiliados y los propios organismos de derechos humanos recientemente creados –como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo–” contasen con atención social para denunciar públicamente “las atrocidades cometidas por la dictadura”, reseña el Archivo Nacional de la Memoria.

“Este Mundial [en alusión a Qatar] ha sido el que más recorrido mediático ha tenido desde su concesión en 2010”, explica Xavi Ginesta, profesor de la Universidad Central de Catalunya y autor del libro ‘Las multinacionales del entretenimiento’ editado por la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Este docente lleva una década estudiando cómo el emirato de los Al Thani está utilizando el deporte “como elemento de construcción de marca-país”. 

En la comparación de estos dos eventos, Gómez Muñiz destaca que tanto Argentina como Qatar han utilizado “el fútbol como una pantalla política de limpieza y de propaganda internacional”, ante la inactividad de “todos los estamentos internacionales, desde la FIFA a las federaciones nacionales”, que no hicieron nada por impedir que un Mundial se celebrase en países con regímenes que vulneran los derechos humanos. 

La elección de la sede del Mundial hace cuatro años también fue polémica. Se celebró en Rusia. “Es cierto que quizá no tuvo mucha repercusión, pero también hubo una ola de represión salvaje, sobre todo, contra miembros del colectivo LGBTI y activistas en favor de derechos humanos. Muchos de ellos fueron, incluso, encarcelados”, apunta el portavoz de Amnistía Internacional. 

El presidente de la FIFA con Vladimir Putin Europa Press

“¿Por qué el Mundial de 2018 se desarrolló en la Rusia occidental? Para enseñar que Rusia no es el enemigo”, explica Brito-Alvarado ahondando en la geopolítica de estos eventos. Se trató de mostrar “una Rusia moderna, abierta al comercio, a las grandes fábricas”, donde había grandes corporaciones internacionales como “McDonalds” y “Ferrarri”. “No mostraron esa Rusia musulmana de Chechenia y esa Rusia rural”, apunta. 

No solo la FIFA se ha decantado por dar visibilidad a estados autoritarios: la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) también se ha apuntado a esta tendencia al conceder a Arabia Saudí la sede de la Supercopa de España. El acuerdo supone un reembolso económico de 40 millones de euros por temporada para el fútbol español, según las distintas informaciones que han abordado estas relaciones económicas. También jugó un papel importante en esas negociaciones Kosmos, la empresa del exfutbolista del Barcelona, Gerard Piqué, tal y como reveló El Confidencial.  

Ante la controversia de elegir a un país ampliamente denunciado por las infracciones de los derechos humanos, y cuyo príncipe heredero Mohamed bin Salmán ha sido responsabilizado por la CIA del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, la delegación española de Amnistía Internacional trató de contactar por la federación española “para evaluar qué papel podía jugar” esta institución deportiva y “cómo se podría utilizar” ese evento –apunta De la Heras– “para introducir mejoras de derechos humanos” en el país del golfo Pérsico. A pesar de esas comunicaciones, no habido respuesta por parte de la institución liderada por Luis Rubiales: “La Federación ha hecho caso omiso”.

Pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos?

7 octubre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

  • Los jornaleros negros están en pie desde las cuatro o las cinco de la mañana, buscan trabajo antes de que amanezca y recogen por 6 euros la hora las frutas que nos deleitan, pero duermen entre el raso y un sótano.

Ruth Toledano

Jornaleros en un olivar
Jornaleros en un olivar MADERO CUBERO / Cordópolis

24 de noviembre de 2022 22:39h
Actualizado el 25/11/2022 05:30h 

Hace 22 años, en el 2000, había 150 inmigrantes subsaharianos censados en la localidad de Alcarrás (Lleida). En 2010, más del 20 % de su población oficial era inmigrante, aunque solo podían empadronarse los que tuvieran contrato de trabajo, por lo que esa cifra podía multiplicarse por decenas y se disparaba con las campañas de recogida de la fruta. En la renombrada Alcarrás, película de la cineasta Carla Simón que ha sido aclamada desde su estreno en este 2022, hay una fugaz escena que da cuenta de la naturaleza de la convivencia entre la población local y la migrante (que en aquel año 2000 se consideraba en El País como “un ejemplo de integración social”, aunque los temporeros contaban que nadie les alquilaba una casa). Se trata de una escena, casi un solo plano, en que se muestra a los trabajadores del campo de origen subsahariano. Son jornaleros en una zona donde se cultiva melocotón. Es el día de descanso y están sentados en la calle. A pesar de que esas personas forman una parte esencial, y presuntamente integrada, de la vida del pueblo y del drama social que se cierne sobre sus habitantes, no hay ninguna persona blanca sentada con ellos, charlando con ellos, descansando con ellos, pasando el rato con ellos. Como haría cualquier persona del pueblo con la gente del pueblo. Con ellos solo están ellos: los extranjeros, los negros. Los iguales. Aunque en la película la persona que más empatiza con la niña protagonista sea precisamente un jornalero. 

Los jornaleros casi no existen hasta que se mueren de frío. Es lo que sucedió el fin de semana pasado en Benimaclet, municipio de Valencia. Los jornaleros negros están en pie desde las cuatro o las cinco de la mañana, buscan trabajo antes de que amanezca y recogen por 6 euros la hora las frutas que nos deleitan, pero duermen entre el raso y un sótano, en las ruinas de una antigua fábrica de leche. Se cree que el cuerpo de Martín F., que había llegado de Ghana, había cumplido 57 años y tenía buena salud, no soportó las bajas temperaturas y por eso lo encontraron muerto al despertar. Ahora hemos conocido su nombre y quizá sepamos algún día, fugazmente también, que alguien lo esperaba en su país, que tenía una casa humilde, que allí casi no existía tampoco porque se moría de hambre. Antes habían muerto Abraham I., de 52 años, enfermo de cáncer, y Richard A., de 43 años, con buena salud, que también murieron presuntamente de frío.

Después de recoger cerezas, podar almendros o cosechar albaricoques y nectarinas, los jornaleros reciben precariedad por parte de sus contratistas, hostilidad en la calle y hostigamiento policial. Como los que volvían a Lorca la semana pasada de recoger coliflores y se mataron en la carretera, muchos y muchas hacen decenas y hasta cientos de kilómetros diarios para ir a trabajar. Después de jornadas de hasta doce horas de trabajo, muchos y muchas descansan en infraviviendas; o ni eso, como los de la fábrica de Benimaclet. En 2003, El País calificaba de “infrahumanas” sus condiciones de vida en Alcarrás. Veinte años después, sus vidas no han cambiado y los ayuntamientos no hacen nada por ellos. Hacen Cáritas, las parroquias y el voluntariado.

En Alcarrás se concentran al alba en la plaza o en el campo de fútbol y son elegidos a dedo, tú, tú. Seguramente, los más fuertes, los más jóvenes, los de apariencia más sana; sin duda, los más callados, los más obedientes, los más sometidos. Si el patrón pasa de largo, se abre ante ellos otra jornada vacía. Sin trabajo, sin casa, sin familia, solo les queda deambular, dormitar, desquiciarte. En 2020 detuvieron en Alcarrás a un traficante de inmigrantes. Les cobraba 200 euros por pasarlos a Francia. “Tienen dinero, porque no gastan”, espetó por su parte Ginés Valiente, empresario de la aceituna, patrón conocido en su pueblo por su pésimo trato hacia los jornaleros, sospechoso del asesinato de dos de ellos: Ibrahima Diouf, de 35 años, nacido en Senegal, desaparecido en Villacarillo, Jaén, en enero de 2021, y Tidiany Coulibaly, de 22 años, nacido en Mali, desaparecido en Villacarillo, Jaén, en diciembre de 2013. Le habían reclamado el jornal. “Aquí el negro soy yo”, volvió a escupir Valiente.

Cuando Carla Simón, que irá a los Oscar con su Alcarrásdio el pregón de la Mercè, en las fiestas de Barcelona, su ciudad natal, dijo que “a veces nos cuesta ponernos en el lugar de las personas recién llegadas, nos impresiona la alteridad y somos incapaces de identificarnos con los sentimientos de aquellos que llegan adonde nosotros ya vivimos”. Ojalá solo fuera a veces. Que se lo digan a Martín, a Richard o a Abraham, a Ibrahima o a Tidiany. Pero ya es imposible, ya murieron presuntamente de frío, ya fueron presuntamente asesinados. ¡Cuántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos!

El sueño cumplido de Ibrahima: abre su primera panadería artesanal tras 18 años viviendo en España

25 septiembre, 2023

Fuente: http://www.eldiario.es

La panadería de Ibrahima Gakoy en Otura (Granada) se ha convertido en el fenómeno social del municipio en las últimas semanas
La panadería de Ibrahima Gakoy en Otura (Granada) se ha convertido en el fenómeno social del municipio en las últimas semanas

Álvaro López

Otura (Granada) — 18 de noviembre de 2022 19:56h
Actualizado el 19/11/2022 05:30h 

Ibrahima Gakoy llegó a España hace ahora 18 años. 2004 llegaba a su fin cuando este hombre de origen senegalés decidió cambiar su país natal por una tierra “de oportunidades”. Lo hizo de forma legal, viajando en primer lugar en avión hasta nuestro país para después intentar ganarse la vida. Ahora, una mayoría de edad en tierras españolas después, ha abierto la primera panadería artesanal de Otura (Granada).

Las dos caras de Iznalloz, el segundo pueblo más pobre de España: «No es sostenible vivir así»

MÁS

El relato de superación de Ibrahima Gakoy es análogo al de miles de compatriotas suyos que desde Senegal intentan la hazaña de buscarse una vida en España o en algún país de Europa. “Yo siempre tuve claro que mi sitio era Granada porque aquí vivía mi cuñado”, confiesa a elDiario.es Andalucía. Habla con nosotros mientras despacha a la cascada de clientes que entran en su panadería, llamada Touba –que en senegalés significa “felicidad”– y reparte su tiempo ordenando el género y fabricando nuevas barras de todo tipo de panes.

A sus 43 años, su apariencia física no se corresponde con su edad. Parece más joven. “Trato de cuidarme”, reconoce entre sonrisas. Pero su esfuerzo va más allá de lo puramente estético. No solo emprendió el camino de ida sin vuelta desde su Senegal natal en 2004, sino que tuvo que penar trabajando sin papeles cuando el visado le caducó a los tres meses. “Trabajé de todo y me moví sobre todo por el norte de España”.

Antes de viajar a nuestro país, cuando era un veinteañero, se había formado en estudios de electrónica que le permitían ser un experto en climatización. Una destreza a la que trató de amarrarse en su llegada a España. “Mi obsesión era intentar trabajar de lo que me había formado y no soñaba con otra cosa que no fuese montar mi propio negocio”. Con su madre enferma desde entonces en Senegal, Ibrahima fue retrasando sus aspiraciones para hacerse primero con el dinero necesario para cuidar de su progenitora.

Así encadenó todo tipo de empleos y se instaló definitivamente en Atarfe (Granada) junto a su esposa, pero muy lejos de su hija. La primogénita de Ibrahima vive en Senegal y con 16 años está a las puertas de poder hacer el mismo camino que hizo su padre hace ahora 18. “Estamos tratando de organizarlo todo para que tenga los papeles y se pueda venir por fin”. Pero mientras ese momento llega, el panadero artesanal más conocido de Otura no ceja en sus funciones.

Una panadería en boca de todos

Solo en su negocio, pero con una sonrisa de oreja a oreja, abrió Touba hace ahora un año, pero reconoce que el impulso definitivo lo ha recibido gracias al Ayuntamiento de Otura que se ha hecho eco de su historia. “Ellos sabían que estaba aquí, pero veían que necesitaba que más gente me conociera”. Fabrica su propio género, lo vende y aún tiene tiempo para preguntarle a sus clientes cómo les va la vida o para hacerles partícipes del proceso de elaboración de cualquiera de sus productos.

“Yo antes era encargado en una gran empresa, pero con la pandemia de la Covid–19 me fui al paro y después de muchos meses me dije que ya había llegado el momento de cumplir mi sueño y abrir mi propio negocio”. Así, encontró un local en Otura que encajaba con sus aspiraciones y abrió un negocio que ahora le da de comer a su familia. “De momento, no puedo contratar a nadie más, pero espero que algún día sí”. Con el esmero y el cariño que les pone en su creación Ibrahima Gakoy, los productos que se venden en Touba llaman la atención de todos los que llegan a la panadería.

No se limita a hacer pan normal o integral, sino que ha trufado su catálogo de todo tipo de bollos y dulces también artesanales que conquistan a sus clientes, algunos tan habituales que le llaman cariñosamente “Juan”. Incluso se está animando a adaptar algunas de las recetas más tradicionales con el fin de darles el toque que él quiere. “Todo lo que hago aquí lo hago desde el respeto al medio ambiente, sin utilizar nada que no sea natural. Incluso el propio calor al que fermentan mis productos es el que tiene el negocio”. Porque Ibrahima Gakoy está atravesando un momento tan dulce como el de los postres que vende y no es para menos: “Estoy muy contento con el trato de todo el mundo”.

Te necesitamos

Por eso ahora los lectores y lectoras de elDiario.es, si deciden convertirse en socios/as desde este enlace, aportan un 25% de su apoyo a la edición andaluza. Y si ya eres socio de elDiario, también puedes añadir a tu cuota una cantidad extra destinada íntegramente a nuestra redacción de Andalucía.

Así que si quieres apoyar nuestra labor, hazte socio/socia y haz una aportación extra para nuestra cabecera.