Posts Tagged ‘gestión forestal’

Así cambia un bosque quemado a lo largo de 10 años

20 julio, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 29 septiembre 2022 22:29 CEST

Autoría

  1. Pere Pons Ferran. Profesor en el Departamento de Ciencias Ambientales, Universitat de Girona

Cláusula de Divulgación

Pere Pons Ferran recibe o ha recibido fondos de la UE (programas Horizon 2020 y Horizon Europe), Gobierno de España y Generalitat de Catalunya para desarrollar proyectos de investigación. Es miembro de diversas entidades científicas y organizaciones no gubernamentales de estudio y conservación de la biodiversidad.

Nuestros socios

Ver todos los asociados

CC BY ND
Creemos en el libre flujo de información
Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons

Republicar este artículo

 Correo

 Twitter

 Facebook

 LinkedIn

Los incendios forestales nos remueven. Tienen sabor a pérdida, a derrota. Pero la atención que despiertan termina poco después de que se extingan las llamas.

Sin embargo, estudiar a largo plazo los bosques quemados permite una cierta perspectiva del problema y demuestra su riqueza biológica.

Cigarras e incendios

El estudio de la ecología de las cigarras nos ha tenido, al investigador Josep M. Bas y a mí, ocupados durante los últimos veranos. Utilizamos a estos insectos como indicadores de los cambios que afectan a la fauna subterránea después de un incendio. Para ello, recogemos las mudas o pieles adheridas a la vegetación, dejadas por sus antiguas dueñas cuando emergen a la luz después de una larga vida subterránea. Lo hemos hecho cada mes de julio durante 10 años en pinares quemados y no quemados.

Nuestra principal área de estudio se sitúa en el entorno del incendio del Alt Empordà (Gerona) del año 2012. Este fuego de 13 000 ha nos enseñó con toda crudeza qué era eso de los incendios de sexta generación. Puso en jaque a los sistemas de extinción y de emergencias y tuvo en vilo a la población durante varios días.

El incendio, empujado por el viento, se expandió veloz dejando a su paso un paisaje heterogéneo, con grandes áreas quemadas a alta intensidad, pero también con multitud de parches no quemados o afectados sólo superficialmente.

Investigar un sistema natural a largo plazo requiere situar las estaciones de estudio de forma precisa. Para las cigarras, utilizamos los mismos caminos forestales, a lo largo de los cuales contamos las mudas año tras año.

Posicionar las estaciones por GPS ayuda mucho, pero tiene un margen de error que queríamos reducir. Por ello, cada año tomamos fotografías de las estaciones, que nos han permitido situarnos con un error de tan solo uno o dos metros. Así, sin pensarlo de antemano, estos centenares de fotografías se han convertido en una crónica del bosque donde viven las cigarras, bosques verdes (las zonas control) y bosques negros (las zonas quemadas).

Aclareos (tala selectiva que reduce la densidad de árboles) de pinares de pino carrasco en zonas no quemadas en Boadella d’Empordà (arriba) y Terrades (abajo). Pere Pons, Author provided

La vida es cambio

Series de esta duración no son muy habituales. Las fotografías atestiguan cuándo y cómo se tala el bosque, el verde y el negro, al tiempo que se siegan los márgenes y arreglan los caminos. Se puede apreciar cuándo se rompen las ramas y los troncos de los árboles muertos, cuánto crecen el sotobosque y los nuevos árboles.

Pinar de pino carrasco en Boscos de Salelles (Alt Empordà) antes (arriba) y después (abajo) de una ‘tala de salvamento’ para aprovechar la madera tras el incendio de 2012. Pere Pons, Author provided

En definitiva, el ecosistema se transforma mediante procesos lentos y graduales que generan volumen y estructura vegetal, pero también por acontecimientos repentinos que lo simplifican.

Dos procesos que explican los cambios graduales son la germinación y la rebrotada. El primero se debe a semillas que resisten al fuego y pueden germinar cuando las condiciones son adecuadas. El segundo se deriva de yemas protegidas que brotan gracias a energía almacenada en la planta. Algunas semillas llegarán también desde zonas no quemadas, mediante el viento, la gravedad o los animales.

En una década, la estructura del hábitat habrá cambiado radicalmente por el crecimiento de la vegetación, la competencia posterior entre hierbas, arbustos y árboles, y la caída de los árboles muertos. Incluso los pinos y encinas nacidos tras el fuego producen piñas y bellotas antes de 10 años. Una segunda generación de árboles aparece.

Evolución en fotografías desde un paisaje quemado a uno con vegetación.
Evolución del paisaje durante diez años en una zona quemada con alta intensidad por el incendio del Alt Empordà de 2012, en el municipio de Biure. El hábitat de las fotografías es un pinar de pino carrasco con sotobosque de romero, coscoja, aulaga, jaguarzo negro, bocha, junco florido y fenal. Pere Pons, Author provided

Los animales responden rápidamente a las oportunidades que les brinda el paso del fuego y la posterior sucesión ecológica. Aparecen especies pioneras entre las arañas, las mariposas, los escarabajos, las hormigas, las aves, los reptiles, los mamíferos… Incluso en un grupo tan poco dado a grandes viajes como los caracoles encontramos individuos poco después del fuego. Esto se debe a que la fauna no sólo coloniza las áreas quemadas desde el exterior.

Muchas especies sobreviven en refugios (en túneles y madrigueras, bajo piedras, dentro de la madera, en la vegetación poco quemada) desde los que recolonizan la zona. Con el paso del tiempo, unas especies reemplazan a otras a medida que la estructura del hábitat, el alimento y el resto de recursos del medio se modifican. Se suceden unos años de elevada y cambiante biodiversidad.

Aprendiendo a apreciar lo quemado

Lo que hace especial al fuego en paisajes eminentemente boscosos es que proporciona una ventana de oportunidad durante la cual la biodiversidad de ambientes no forestales podrá medrar. Estas especies se beneficiaban, hace unos milenios, del control de la vegetación que ejercían los grandes herbívoros extinguidos en el Pleistoceno. Durante los últimos siglos se adaptaron a los paisajes transformados por los humanos cazadores-recolectores, luego pastores y agricultores. El abandono generalizado de los espacios menos productivos les perjudica. Y parece que solamente una gestión intencionada del paisaje o una cierta frecuencia de incendios les puede ayudar.

Muchas especies de plantas están adaptadas al fuego en todos los continentes. Y no hay nada más sorprendente que observar la floración de un monte la primavera posterior a un incendio.

Entre los animales, son asombrosos los escarabajos cazadores de incendios, que detectan un fuego a más de cien kilómetros de distancia. Los sensores térmicos que poseen bajo sus patas los guían hacia el calor, para poner sus huevos en el bosque todavía humeante.

Investigadores como Dick Hutto en Norteamérica o Roger Prodon en Europa se han atrevido a divulgar la frágil y rica biodiversidad de los ambientes incendiados. Y lo han hecho en contra de una opinión pública que considera el fuego como una catástrofe ecológica. Como exponente de la biodiversidad más pirófila, Hutto ha estudiado el pico ártico, un ave de plumaje negro que vive casi exclusivamente en los bosques recientemente quemados.

Los incendios tienen obviamente aspectos negativos, ambiental y socialmente. Reconocer las bondades de un ecosistema que ha ardido no nos hará más tolerantes con los pirómanos. En cambio, nos permitirá entenderlo y gestionarlo mejor, proteger su biodiversidad y los servicios ambientales que proporciona.

Cómo adaptarnos a la nueva realidad de incendios

2 marzo, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 28 julio 2022 21:59 CEST

Autoría

  1. Juli G. Pausas. Investigador, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Cláusula de Divulgación

Juli G. Pausas recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, así como de la Generalitat Valenciana, y de la Comisión Europea.

Nuestros socios

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Consejo Superior de Investigaciones Científicas aporta financiación como institución fundacional de The Conversation ES.

Ver todos los asociados

CC BY ND
Creemos en el libre flujo de información
Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons

Republicar este artículo

 Correo

 Twitter

 Facebook

 LinkedIn

Hace 40 millones de años, la Antártida estaba cubierta de grandes bosques. Y hace 25 000 años, media Europa estaba cubierta de hielo y la otra media eran estepas frías. Gracias a la paleontología hoy sabemos que la vegetación de todo el mundo ha ido cambiando según han ido sucediendo cambios climáticos. Ya lo decía Humboldt, la vegetación y el clima están ligados.

Si ahora, con nuestra inacción climática, hemos aceptado que cambie el clima, debemos aceptar también que cambie la vegetación. Es iluso querer conservar la vegetación del siglo XX con el clima del siglo XXI. Igualmente, la gestión forestal del siglo XXI no puede ser como la del siglo XX, cuando el clima era menos árido.

Concentración de CO₂ en la atmósfera (en ppm) a lo largo de los años (de 1960 a 2020). En colores se muestra el incremento de temperaturas a escala global (climate stripes). También se indican las diferentes reuniones internacionales realizadas para debatir sobre el cambio climático. Tadzio Mueller / Wiebke Witt / Marius Hasenheit / SustentioCC BY

Los grandes incendios forestales

Los grandes incendios no se producen por una sola causa. Se producen por la coincidencia de igniciones en periodos de sequía y condiciones meteorológicas adversas (olas de calor, viento), en zonas con vegetación continua y fácilmente inflamable. Estas zonas a menudo son matorrales y vegetación en etapas tempranas después del abandono rural (incluidos bosques jóvenes) o plantaciones densas no gestionadas apropiadamente.

El cambio climático interviene en la ecuación porque extiende la estación propensa a incendios, agudiza las sequías, incrementa la mortalidad de plantas (y la biomasa seca) e incrementa la frecuencia de condiciones meteorológicas favorables a los incendios (por ejemplo, olas de calor).

Pero el gran incremento de incendios que se ha dado en la historia reciente de España ha sido independiente del cambio climático, y asociado principalmente al abandono rural. La disminución de la agricultura, del pastoreo y de la recolección de madera, y la falta de gestión en plantaciones forestales, generan paisajes más continuos y homogéneos donde el fuego se propaga fácilmente. En estos paisajes, el papel relativo del clima en los incendios aumenta a medida que dejamos que avance el cambio climático.

La vegetación que aparecerá después de sequías e incendios recurrentes será diferente a la actual, porque muchas especies pueden no estar adaptadas a esos nuevos regímenes climáticos y de incendio. Presumiblemente la nueva vegetación será menos densa y menos forestal, y con cambios en la composición de especies.

Podemos dejar que las sequías y los incendios vayan adaptando los pasajes al nuevo clima. El problema es que esos grandes incendios pueden tener consecuencias sociales y económicas. Una alternativa es adelantarse a los incendios.

¿Qué podemos hacer?

Para evitar esos grandes incendios que perjudican a la sociedad, debemos adaptar nuestro paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones ambientales. Esto incluye generar paisajes que sean más resilientes al régimen climático y de incendios que viene. Para ello, podemos poner en marcha estrategias como las siguientes:

1. Generar paisajes heterogéneos

Las discontinuidades en el paisaje y los mosaicos agroforestales reducen la propagación de incendios. Esto es especialmente importante en zonas cercanas a las poblaciones humanas. Hay diversas estrategias para alcanzar este objetivo, por ejemplo:

Todas estas herramientas no son excluyentes; se pueden combinar según las distintas características socieoconómicas y del terreno. Ciertamente, estimular el mundo rural es fácil de decir, especialmente desde el mundo urbano. Pero en España, por ejemplo, no es evidente que haya suficiente población dispuesta a volver a la vida rural como para generar un cambio significativo en el paisaje. Quizás podría ayudar una política de inmigración que ofreciera esa posibilidad a personas que llegan en busca de condiciones mejores a las que se dan en sus países de origen.

Paisaje con franjas quemadas y franjas sin quemar con olivos
Paisaje en la zona de Gátova (Valencia) después de un incendio en el verano de 2017. Alternar cultivos en zonas de monte (mosaicos agroforestales) ayuda a frenar su propagación. Juli G. Pausas, Author provided

2. Aprender a convivir con los incendios

Eliminar los incendios de nuestros paisajes es imposible y contraproducente, especialmente en el marco del cambio climático. El reto de la gestión es crear condiciones que generen regímenes de incendios sostenibles tanto ecológica como socialmente.

Enfocar las políticas de gestión de incendios únicamente a la extinción puede generar incendios grandes e intensos. Es más sostenible tener muchos incendios pequeños y poco intensos, que pocos incendios de grandes dimensiones e intensos.

Para alcanzar estos objetivos se requiere profesionalizar a los actores que intervienen en la prevención y extinción de los incendios forestales. Son ellos quienes pueden generar los regímenes de incendios sostenibles, pero en muchas ocasiones trabajan en condiciones precarias.

3. Minimizar y asumir riesgos

Debemos evitar construir viviendas e infraestructuras en zonas con bosque mediterráneo altamente inflamable y reducir al máximo la interfaz urbano-forestal. Esto no solo reduce el peligro para las personas e infraestructuras, también reduce las igniciones. Entre los mecanismos para conseguirlo se incluyen la recalificación de terrenos (a no urbanizables) y la implementación de tasas (disuasorias) por construir en áreas con alto riesgo de incendios (pirotasas), entre otras.

En zonas ya construidas, es necesario asegurar que se realizan tareas de autoprotección, como la implementación de franjas de seguridad con poca vegetación (o con cultivos) alrededor de las viviendas, o incluso implementar sistemas de riego prescrito. Es importante asegurar que las viviendas tengan seguro contra incendios forestales, y que no esperen que los bomberos necesariamente las protejan. Hay que asumir riesgos, responsabilidades y costes si se desea vivir en medio de paisajes altamente inflamables en lugar de en una zona urbana.

Durante olas de calor, sería conveniente reducir la movilidad en el monte y en zonas de interfaz (urbano-forestal y agrícola-forestal) para minimizar el riesgo de igniciones.

Imagen de satélite que muestra una población entre vegetación
Ejemplo de interfaz urbano-forestal en un paisaje altamente inflamable en la Costa Brava (Platja d’Aro, Barcelona). Viviendas en una matriz forestal altamente inflamable como es este caso pronto o tarde se verán afectadas por un incendio; es cuestión de tiempo. Google Maps

4. Conservar los bosques y los humedales

Debemos conservar y restaurar los bosques en los microhábitats húmedos (refugios), para incrementar su resiliencia a los cambios en el clima.

Hay que potenciar la restauración de humedales y otros ecosistemas litorales que, aparte de los beneficios para la biodiversidad, mantienen el ciclo del agua y contribuyen a la conservación del clima.

La degradación de la costa (por la desecación de los humedales y la sobreurbanización) contribuye a la reducción de la precipitación y al incremento de gases de efecto invernadero (vapor de agua). Potenciar vegetación en zonas urbanas (jardines, árboles en las calles) también contribuye a la conservación del clima, además de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

5. Restaurar con especies vegetales más resistentes

La restauración no ha de tener como referencia el pasado, sino el futuro. En proyectos de restauración y en plantaciones, se deben utilizar especies (o poblaciones de las mismas especies) más resistentes a la sequía y a los incendios que las que había con anterioridad. Por ejemplo, especies y poblaciones que actualmente se encuentran en zonas más secas o con más incendios. Esto sería más sostenible que utilizar las estaciones de alta calidad forestal que se utilizaban con el clima del siglo pasado.

6. Reducir el consumo de combustibles fósiles

Esto es clave para frenar el aumento de gases de efecto invernadero, y así reducir la velocidad del cambio climático y la frecuencia de las olas de calor.

Este verano tenemos grandes incendios principalmente en el oeste del Mediterráneo, y el verano pasado los tuvimos en el este, acorde con la distribución de las olas de calor de cada año. No hay ninguna novedad ni sorpresa en ello. Está todo dentro de lo esperado si seguimos sin adaptar el paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones del siglo XXI. El fuego y las sequías lo harán por nosotros.

Lo que ‘El bueno, el feo y el malo’ nos muestra sobre los cambios en el paisaje causados por el hombre

19 octubre, 2022

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 11 mayo 2022 19:48 CEST

Autoría

  1. José A. Reque Kilchenmann. Profesor Titular de la ETS Ingenierías Agrarias de Palencia e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), Universidad de Valladolid

Cláusula de Divulgación

José A. Reque Kilchenmann no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Nuestros socios

Universidad de Valladolid

Universidad de Valladolid aporta financiación como institución colaboradora de The Conversation ES.

Ver todos los asociados

CC BY ND
Creemos en el libre flujo de información
Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons

Republicar este artículo

Correo

Twitter

Facebook

LinkedIn

El duelo final del cementerio de Sad Hill de la película El bueno, el feo y el malo no se rodó en el oeste de Estados Unidos, sino en Burgos (España). Pero los escenarios por los que Clint Eastwood paseaba en este clásico del wéstern han cambiado desde los años 60. Analizar los fotogramas de esta y otras superproducciones de Hollywood nos permite, desde el sofá de casa, apreciar la magnitud de la imponente y gradual revolución del paisaje que estamos viviendo.

El fin de la última era glacial posibilitó la aparición de dos actividades clave para el posterior desarrollo de la humanidad: la agricultura y la ganadería. Pasamos de ser nómadas a sedentarios. Este cambio radical del modo de vida, conocido como la Revolución Neolítica, influyó, y aún afecta, a todas las facetas de la vida: desde la organización social, la dieta, la selección de especies, hasta el paisaje.

La arqueología muestra que, ya en el sexto milenio antes de nuestra era, y procedente del este del Mediterráneo, la agricultura y el pastoralismo neolítico se habían asentado en la península ibérica modificando sustancialmente la configuración del paisaje.

Diez milenios después de la revolución neolítica y consecuencia del desarrollo socioeconómico de las sociedades desarrolladas, estamos asistiendo de forma imparable al abandono de los usos agrarios tradicionales.

La actual revolución del paisaje

Casi imperceptiblemente, somos testigos día a día de una nueva revolución en el paisaje: la recuperación natural y colonización espontánea del bosque, que recobra paulatinamente espacios que el hombre antaño le arrebatara.

Las fuentes para documentar los cambios en el paisaje son muy variadas: la documentación escrita, las imágenes (cuadros y fotografías), el análisis de polen almacenado en el suelo (la paleobotánica), el análisis de los anillos de crecimiento de los troncos (la dendrocronología), la cartografía histórica y los inventarios, la arqueología y la cinematografía.

En España el abandono del mundo rural comienza a ser patente en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX, momento en el que el séptimo arte traslada a numerosos espacios naturales españoles sus cámaras y a las más afamadas estrellas del séptimo arte.

Películas que reflejan el cambio

La llegada del cine en color en los años cincuenta del siglo XX trajo consigo la posibilidad de realizar filmaciones en espacios abiertos. El desarrollo tecnológico de la óptica y tecnología de grabación abrió la puerta a esta nueva forma de entender el cine.

La industria del cine, con Hollywood en destacada cabeza, precisaba grandes y bellos espacios abiertos para convertirlos en escenarios de grabación. Además de amplios paisajes, se necesitaban grandes cantidades de actores figurantes para las superproducciones, estabilidad política, ausencia de conflictividad laboral y sindical, bajos costes salariales y apoyo institucional. Todo esto lo brindaba la España de los cincuenta y sesenta.

La lista de grandes superproducciones en las que poder apreciar cómo fue el paisaje natural de la época es sorprendente: El Cid (1961), Rey de reyes (1961), La caída el Imperio romano (1964), Doctor Zhivago (1965), El Bueno, el feo y el malo (1966), etc.

Nos centraremos en La caída del Imperio romano como muestra de la modificación del paisaje en las montañas del Sistema Central y en El bueno el feo y el malo para el Sistema Ibérico.

Confrontación de las fotografía aéreas del lugar de filmación de La caída del Imperio Romano en La Pedriza (Comunidad de Madrid) en 1973 (izquierda) y 2020 (derecha). Se pueden aún apreciar en la foto en blanco y negro restos de decorados y es patente la falta de vegetación leñosa en comparación con la situación actual. Comparador ortofotos IGN_PNOA
Confrontación de las fotografías aéreas (1973 y 2020) de los parajes en los que se rodaron las escenas de El bueno, el feo y el malo de la batalla del puente de Langstone (río Arlanza, Burgos) y de la misión de San Antonio (Monasterio de San Pedro de Arlanza, Burgos). Comparador ortofotos IGN_PNOA

El antes y el después

Probablemente las escenas más espectaculares de La caída del Imperio romano son las que representan las batallas Armenia. Fueron rodadas en La Pedriza madrileña (Parque Nacional Sierra de Guadarrama). Anthony Mann seleccionó este espacio como escenario de paisajes desérticos.

La comparación de las escenas de la película con las fotografías actuales y de los años setenta, una década después de las grabaciones, muestra la magnitud del cambio del paisaje natural. Cabe resaltar que en los mismos parajes se rodaron también escenas de El CidRey de reyes y numerosas películas del oeste.

Paisaje rocoso con vegetación en La Pedriza (Madrid)
Fotograma de la película La caída del Imperio romano (arriba) y fotografía actual de los lugares de filmación (abajo). Hollywood seleccionó este tipo de escenarios en La Pedriza por su aspecto desértico recreando los límites orientales de la Antigua Roma. Ken Wang / FlickrCC BY-SA

Probablemente más llamativa sea la modificación del paisaje apreciable en El bueno, el feo y el malo de Sergio Leone. En concreto, en las escenas que recrean el frente de batalla de la Guerra de Secesión estadounidense y el duelo final del cementerio de Sad Hill.

La excepcional labor de recuperación de los escenarios y decorados de la película realizada por la asociación Desenterrando Sad Hill permite situar perfectamente los lugares de filmación y comparar el paisaje actual con el de los años sesenta.

Fotografía en blanco y negro de un cementerio y fotografía en color con más vegetación
Fotograma del duelo de Sad Hill de la película El bueno, el feo y el malo (arriba) y vista actual del paraje (abajo). Portal Turismo Castilla y León
Escena de una explosión en El bueno, el feo y el malo
Imagen de GoogleMaps con vegetación
Arriba: fotograma de la batalla del puente de Langstone de El bueno, el feo y el malo (río Arlanza, Burgos). Abajo: la fotografía terrestre actual muestra la espectacular modificación del paisaje. En esta película los figurantes fueron soldados de reemplazo que hicieron parte de su servicio militar como actores. GoogleMaps

El bosque crece, y los incendios con él

En España y en los países mediterráneos europeos el bosque y la vegetación arbustiva recuperan terrenos antes cultivados y pastoreados: esto es lo que se conoce como lignificación del paisaje.

La consecuencia más patente es la acumulación de biomasa leñosa en los montes: el bosque crece y se expande. Y con ello, aumenta la ocurrencia de incendios forestales de dimensiones e intensidades descomunales, hasta ahora prácticamente desconocidas en la selvicultura española.

Se hace necesario adaptar la gestión forestal al cambio de paradigma marcado por novedosos condicionantes. Entre otros, y por su relación con este artículo, destacan:

La importancia de gestionar el bosque

La concentración de población en grandes núcleos urbanos es una realidad a nivel mundial. Una de las muchas implicaciones ambientales de este fenómeno es el creciente posicionamiento urbano hacia los bosques como espacios idílicos en los que la mejor opción de gestión es la no intervención.

La tala de árboles es vista con demasiada frecuencia directamente como un atentado ambiental –que lo puede ser–, pero demasiado frecuentemente se ignora taxativamente si esta corta es un tratamiento selvícola que puede permitir mejorar el crecimiento del resto del bosque y así posibilitar una mejor adaptación al cambio climático, si mejora la estructura del bosque de cara a la prevención de incendios o si, simplemente, el valor de su madera contribuye al desarrollo socioeconómico de las comarcas rurales en las que se encuentran esos bosques.

También se olvida que la mayoría de bosques españoles fueron ya aprovechados y gestionados, desde antaño, por nuestros mayores. Es necesario dar a conocer los principios básicos de la gestión forestal sostenible evitando lo que acertadamente se ha llegado a llamar bulos sobre los bosques que lastran el futuro del planeta.

La expansión natural del bosque en España, la lignificación del paisaje consecuencia del abandono del sistema agrario tradicional, está claramente documentada y aceptada en los ámbitos académicos y científicos.

Por el contrario, numerosos estudios sociológicos muestran que una gran parte de la sociedad sabe que sus mayores tuvieron que abandonar su pueblo para emigrar a la ciudad, pero no es consciente de cómo aprovechaban los recursos naturales y que en las últimas décadas el bosque en España ha incrementado su superficie en más de un treinta por ciento. Hollywood nos puede ayudar a percibir la magnitud del cambio que estamos viviendo: la mayor revolución del paisaje desde el neolítico.