Archive for diciembre 2015

Juego limpio

31 diciembre, 2015

Fuente: http://www.rafaelnarbona.es

No soy un gran aficionado a los deportes, pero no me han pasado desapercibidos dos acontecimientos que muestran las dos caras de la alta competición. Me refiero al incidente entre Marc Márquez y Valentino Rossi en el Circuito Internacional de Sepang, y al gesto de Sonny Bill Williams, jugador neozelandés de rugby de los All Blacks, con un niño de catorce años. Márquez y Rossi se disputaban la tercera plaza en una carrera decisiva. Márquez tal vez pecó de agresividad, pero eso no justifica que Rossi le propinara una patada para quitárselo de encima. Se ha escrito mucho sobre el incidente y quizás no es posible formular una versión definitiva. Sin embargo, los datos de telemetría indican que la palanca de freno de Márquez sufrió un impacto, lo cual provocó que se bloqueara la rueda delantera y se produjera una caída. Cualquiera puede apreciar que Rossi abrió su trayectoria hasta casi detenerse en una curva, aguardando al español con una mirada intimidatoria y forzándole casi a abandonar la pista, poco antes de que su pierna se levantara del estribo, intencionada o instintivamente. Si lo que pasó durante la carrera fue lamentable, lo que ha sucedido después ha resultado particularmente bochornoso. Rossi insultó a Márquez, sus hinchas llegaron a pedir que en la próxima carrera le rompiera la tibia y el peroné, dos periodistas se colaron en la casa del piloto español e intentaron humillare, desencadenando un altercado. ¿Quién ha salido perdiendo? Indudablemente, el deporte. No es un espectáculo edificante para los más jóvenes, que casi siempre buscan a sus ídolos entre los deportistas de elite.

Afortunadamente, el neozelandés Sonny Bill Williams, con sus tatuajes de tipo duro y sus músculos de ex boxeador invicto, ha dado una lección de ternura y humanidad. Un adolescente se lanzó al campo para agasajar a su ídolo. Los miembros del equipo de seguridad le arrojaron al suelo sin contemplaciones, pero Sonny intervino y pidió que le dejaran en paz. Abrazándole, le llevó hasta sus padres y le regaló su medalla de campeón del mundo. No está de más decir que el rugby siempre ha fomentado el respeto hacia el adversario. A pesar del contacto físico, los jugadores no se odian. El famoso Haka, el himno guerrero de los maoríes que entonan los All Blacks antes de cada encuentro, no es un desafío, sino una plegaria por los vencidos, semejante a la de algunas tribus cazadoras que piden perdón al animal abatido. La patada de Rossi me ha recordado el cabezazo de Zidane. Algunos dirán que la comparación es excesiva, pero no hay que olvidar el riesgo de una caída cuando circulas a más de doscientos kilómetros por hora. Las trágicas muertes de Tomizawa y Simoncelli en fechas recientes nos recuerdan que el motociclismo es un deporte de alto riesgo. Sé que los circuitos están preparados para minimizar los daños, pero los que conducimos motos y hemos sufrido alguna caída a velocidades infinitamente menores, no ignoramos lo que significa volar o rodar por el suelo, sin saber cómo acabará la trayectoria. La sensación de vulnerabilidad es tremenda. Es evidente que un piloto profesional está mentalizado para enfrentarse a esta clase de situaciones, pero nunca deberían producirse por culpa de un gesto antideportivo. Me produce indignación que algunos justifiquen a Rossi, alegando que Márquez le estaba tocando las narices. De acuerdo con este argumento, lo mejor es propinar un puñetazo al rival, cuando éste intenta romper tu concentración con artimañas inapropiadas.

El deporte a veces produce tristeza, pero en otras ocasiones nos muestra la grandeza del ser humano. El 29 de julio de 1973, se disputó en el Gran Premio de Fórmula 1 de los Países Bajos. En la curva más rápida del circuito, el piloto británico Roger Williamson sufrió un aparatoso incidente. Se reventó uno de los neumáticos y el coche volcó, deslizándose en llamas por el asfalto durante casi trescientos metros. Sólo el piloto David Purley detuvo su monoplaza en el arcén y cruzó la pista, intentando salvar a Roger, que no había sufrido graves lesiones. Purley pidió ayuda a los comisarios para darle la vuelta al coche, pero no llevaban ropa ignífuga y no se atrevieron a acercarse. Williamson murió abrasado. Purley había rociado el coche con un extintor, pero el incendió se había reavivado tras unos segundos. Incomprensiblemente, la carrera no se interrumpió. Al comprobar que no podía hacer nada más, Purley se sentó en el suelo y lloró con el casco en la mano. Su acción le reportó medallas y reconocimientos. Doce años más tarde, murió en un accidente de aviación, pilotando un pequeño aparato. Se le recuerda como a un gran héroe de la Fórmula 1. David Purley y Sonny Bill Williams son el mejor rostro del deporte. Los títulos tienen un valor relativo. Las victorias verdaderamente importantes se producen en el terreno moral. Desde mi punto de vista, lo que hace inolvidable a Roald Amundsen no es la conquista del Polo Sur, sino su muerte mientras intentaba rescatar a bordo de un hidroavión al ingeniero Umberto Nobile, que se había extraviado durante una expedición al Polo Norte. En el deporte, las gestas más memorables no son las que marcan un nuevo récord, sino las que sirven como ejemplo de superación y coraje, revelando que el ser humano puede luchar contra cualquier límite. Sin juego limpio, el deporte sólo es un negocio, no una inspiración.

RAFAEL NARBONA

Publicado en El Imparcial (07-11-2015). Si quieres leer el enlace original, pincha aquí.

Alguien se forrará

30 diciembre, 2015

Fuente: EL PAÍS SEMANAL

Lo de la soberanía tiene gracia, pues los políticos no cesan de explicarnos que nuestra capacidad de decisión es nula

 

He aquí la imagen simulada de una fragata F-110. Significa que de momento solo es un delirio en la cabeza de alguien, como cuando te despiertas y le dices a tu mujer que se te ha ocurrido una idea para un best seller que os va a sacar de la miseria. La fragata, en cambio, nos va a hundir en ella, pues cuesta 800 millones de euros y dicen que necesitamos cinco. Para qué, se preguntarán ustedes. Pues, en palabras de Pedro Argüelles, secretario de Estado de Defensa, “para no perder la capacidad de ser operativamente independientes y, por tanto, un país soberano”. No tenemos ni idea de lo que significa ser “operativamente independientes”, pero lo de la soberanía tiene gracia, pues los políticos no cesan de explicarnos que nuestra capacidad de decisión es nula. Nos pasamos la vida obedeciendo órdenes de Bruselas, de Merkel, de la troika, del FMI, del Ibex 35, etcétera, y resulta que para ser libres necesitamos gastarnos 4.000 millones de euros (más otros 1.000 de mantenimiento) en cinco artefactos que ni siquiera existen todavía. En el Ministerio de Defensa, cuyo responsable viene de vender misiles y bombas de racimo, lo llaman “inversión”. Alguien obtendrá beneficios, de eso no hay duda, pero a usted y a mí nos va a costar un ojo de la cara: el segundo, si tenemos en cuenta que el ministerio de Morenés acumula una deuda de 30.000 millones de euros (ha leído usted bien, 30.000 millones), procedente de “inversiones” anteriores gracias a las que hemos mantenido esa soberanía de la que carecemos. ¿Y si este gasto fuera una orden (otra más) de los fabricantes de armas?

30 años de emoticonos

29 diciembre, 2015

Fuente: EL PAÍS SEMANAL

Los signos se crearon en 1982 para demostrar nuestro estado de ánimo a través de la escritura

Mirados de lado dibujan caras sonrientes o tristes

 

Al ascensor de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh (Pensilvania, EE UU) no le pasaba nada, pero los profesores se cuidaron mucho de no usarlo aquella tarde del 16 de septiembre de 1982. Howard Gayle, profesor y dueño de un extraño sentido del humor, había entrado en el foro electrónico de la Universidad –un espacio primitivamente cibernético donde el personal debatía sobre temas que iban desde los aparcamientos o Star Trek hasta el aborto– para anunciar que “tras un accidente del departamento de Física, el ascensor se ha contaminado de mercurio. Existe un pequeño riesgo de incendio. La descontaminación terminará a las ocho de la mañana del viernes”. A la plantilla, la cosa debió de parecerle plausible y, cuatro horas después, hubo que aclarar que era una broma. Los profesores se dispusieron entonces a imaginar la forma de evitar que esto se repitiera. Hacer que una payasada no se pareciera, por escrito, tanto a un mensaje serio.

Uno sugirió que en el futuro se marcasen los chistes con el símbolo (*); otro, el más resultón (%). Cuando resolvieron que (*) sería para los chistes buenos y (%) para los malos, un tercero apostilló que (&) tendría más efecto “porque parece un gordo feliz convulsionándose de la risa”. El 19 de septiembre, un investigador de informática llamado Scott Fahlman escribió: “Propongo 🙂 para las bromas. Léanlo de lado”.

En el diccionario, entre el punto y la coma

ubén Ruano no daba crédito. Este ingeniero de telecomunicaciones zaragozano solo conocía de oídas al director de la empresa para la que trabaja. Este abril ascendió y recibió un correo a la hora de la salida: “Necesito un informe para mañana a primera hora. No te vayas sin tenerlo hecho. :)”. “¿Qué se supone que quería decirme?”, se pregunta hoy. “¿Que trabajara más horas o que fuera su amigo?”. Con la edad, los emoticonos llegan cada vez a rincones más serios. “Se ven en correos entre empresarios adultos, hasta entre altos cargos del Ejército estadounidense”, expone Will Schwabble, coautor de Send, una guía sobre cómo redactar e-mails según el contexto. “En los últimos años, el emoticono ha madurado y solo le queda un último umbral: la integración total en el léxico académico”. Esa es la asignatura pendiente. Dejar de ser un añadido con la dignidad de un corazoncito sobre una i, como desde siempre ha sido visto, y ser aceptado oficialmente como un signo de puntuación más. “Creo que pasará más pronto que tarde”, predice Bill Lancaster, profesor de comunicación de la Northeastern University de Boston. “El emoticono es el colmo de esta era de mensajes truncados, descuidados e iletrados. Pero como la intelectualidad está muriendo, y con ella la palabra escrita de forma analógica, que por ahora está a salvo del emoticono porque requiere pensar, es probable que este sea aceptado en el diccionario Oxford’s entre el punto y la coma”. Dicho de otra forma, :(.

El problema de Carnegie Mellon no era nada nuevo. El escritor Ambrose Pierce ya había expuesto en 1887 la necesidad de inventar un signo tipográfico que representara un tono de voz o una expresión facial. En 1969, Vladímir Nabokov explicó a The New York Times que deseaba un icono (“un paréntesis supino”) que actuara de sonrisa textual. Pero en aquellas épocas escribir era algo formal y elaborado y no se necesitaba matizar lo que se puede explicar con palabras. Fahlman, en cambio, se había pronunciado en los albores de la comunicación digital, donde las prisas y la cotidianidad harían de una sonrisita un matiz trascendental. “El texto online es un nuevo género literario”, sentencia Szu Yu Chen, profesora de lingüística aplicada en la Universidad Chung Yuang de Taiwán y experta en comunicación digital. “Ya que se pierde la coherencia y la proximidad del encuentro físico, los internautas necesitan signos de puntuación que denoten la emoción en los mensajes escritos”.

Días después del comentario de Fahlman, la Universidad usaba 🙂 a diario. Al poco, la de Stanford. Después se propagó por foros de varias instituciones. Era noviembre de 1982 y el emoticono, llamado a ser una de las linguas francas más universales, acababa de nacer.

“Aparte de coreano, aquí se hablaemoticon. Los jóvenes me los ponen en los exámenes, y los mayores, en los correos. No es para nada como Estados Unidos”. Alan Talbott, estadounidense y estudioso de la cultura asiática, dejó su Nueva Orleans natal el año pasado para enseñar inglés en Corea del Sur. Con lo que no contaba era con darse de bruces contra la complejidad que el universo emoticono ha adquirido en los últimos 30 años.

Al 🙂 siguió el @= para mensajes sobre la bomba nuclear en los ochenta y el 7:>] para Ronald Reagan. Llegó Internet y, con él, los chats, los mensajes apresurados y una serie imparable de efímeros catálogos de emoticonos. 🙂 perdió la nariz y se quedó en 🙂 Los chats de IRC de los noventa se inventaron la famosa cara de mono enfadado, (:@ El Messen­­ger redujo una carcajada a XD. Los móviles los han convertidos en imágenes prediseñadas, más aptas para teclados diminutos. Compensan esta limitación con una especificidad casi aterradora. En la última actualización del sistema operativo del iPhone se incluyó un teclado con más de 400 iconos. La aplicación de mensajería WhatsApp ofrece desde una cara para el desprecio hasta una mujer vestida de flamenca.

Los expertos admiten que tanto desarrollo escapa a su documentación. Pero lo aducen a dos factores: cada país y cultura crean sus propios iconos y, con la universalidad de Internet, terminan compartiéndolo. Pocas regiones encarnan tan bien este mestizaje como Asia, productora oficial de rarezas cibernéticas: “En Corea se usa mucho OTL, que representa a un hombre de rodillas, humillado. En Japón van más allá, con ORZ. Eso no lo encuentras en Europa”, explica Talbott. “Aquí los emoticonos se dibujan horizontalmente. En lugar de :), está {*_*} quizá porque en Asia dan más importancia a los ojos que a la boca”.

El artículo inútil

28 diciembre, 2015

Fuente: EL PAÍS SEMANAL

Está instalada la creencia de que la cultura es como el aire, por el que a nadie se cobra

Hay columnas que no sabe uno para qué las escribe. No es que tenga confianza en que ninguna influya lo más mínimo, ni haga recapacitar a nadie, ni ayude a ver a los lectores algo desde un punto de vista que no habían adoptado. Pero a veces hay un hilo de esperanza: “Quizá haya alguien que esté de acuerdo, o que descubra que lo está”. Hay unas cuantas, en cambio, cuya absoluta inutilidad le consta a uno desde la primera línea, y esta es de esas. Si me molesto en hablar del asunto una vez más, es sobre todo porque no consigo entender la extraña convicción que se ha apoderado de nuestras sociedades, con la española en segundo lugar mundial (tras China, creo) en la práctica de la piratería cultural.
No sé. Desde niño, desde que empecé a ir al cine y a leer libros, el placer que me provocaban esas dos actividades (lo mismo que oír música) fue tan incomparable que mi primera e instintiva reacción fue la de agradecimiento a quienes me las proporcionaban. A quienes ideaban y hacían las películas y escribían las novelas y componían o interpretaban o cantaban, de Bach a Elvis Presley sin distinción. Ese sentimiento no me ha abandonado nunca, se me ha mantenido intacto hacia cada nuevo autor, actor, director o músico que me entusiasmara, y hoy lo he hecho extensivo a los responsables de las series de televisión que, mientras han durado o aún duran, me permiten pasar momentos extraordinarios de contento, emoción, diversión y saber: Los Soprano, El ala oeste de la Casa Blanca, Deadwood, Inspector Morse, Frasier o Juego de tronos, por no alargar la lista. Se puede decir que por toda esa gente haría cualquier cosa, me pondría a su disposición para lo que necesitara, procuraría facilitarle su tarea y animarla a proseguirla. Lo último que se me ocurriría sería perjudicarla, no digamos privarla de sus ganancias. Precisamente porque quiero más de lo que esas personas hacen o han hecho, deseo que tengan éxito y reconocimiento para que así puedan continuar deleitándome sin trabas ni cortapisas. Si me fuera posible retroceder en el tiempo, haría cuanto estuviese en mi mano para ayudar a Shakespeare y Cervantes y Montaigne, a Conrad y Henry James y Flaubert y Stevenson, a Dickens y Baudelaire y Lampedusa y Elio y Rilke, a Nabokov y Faulkner y Bernhard, también a Dumas y Dinesen y Rebecca West y Diderot y Sterne. De decenas de ellos compraría y regalaría sus obras una y otra vez, dentro de mis posibilidades; contribuiría a que pudieran vivir de su arte, para que siguieran cultivándolo y yo disfrutara de él. Iría a ver un montón de veces (bueno, eso hice mientras coincidí en el mundo con ellos) las películas de Ford y Hitchcock y Wilder, las de Ophuls y Rossellini y Peckinpah y Anthony Mann. Compré y sigo comprando cada disco de Dylan y Cohen y de muchos más. Mi gratitud hacia todos es infinita, como lo es hacia Rampal y Glenn Gould y Sviatoslav Richter y Leonhardt y Rostropovich y Casals y Janet Baker y Michelangeli y tantos otros genios musicales. Les deseé o les deseo todo el bien del mundo, también por mi propio interés.
De ese sentimiento parece quedar poco rastro en el mundo actual. A menudo nos encontramos justamente con lo contrario, el rencor. Rencor hacia quien “hace lo que le gusta y encima pretende cobrar por ello”. Rencor hacia “quienes se forran” con su talento, como si poseer talento debiera condenar a un individuo a malvivir. Como si algún artista obligara a nadie a consumir sus “productos”. La gente siempre ve, escucha, lee lo que le da la gana, con entera libertad. Y si hay muchas personas deseosas de ver, escuchar o leer a tal intérprete o autor, ¿qué sentido tiene que no se beneficien de ello quienes nos brindan el conocimiento y el placer? Y sin embargo está instalada –arraigada ya– la creencia de que todo eso ha de ser gratis. De que la cultura es como el aire, por el que a nadie se cobra (ya llegará); de que es una especie de “don natural” o “divino” que flota y al que todo el mundo tiene derecho … sin pagar. Leo en el suplemento New York Times de este diario que una tal Hana Beshara fundó un sitio web popularísimo para descargar películas y series de forma ilegal. En su mejor momento llegó a recibir 2,6 millones de visitas ¡diarias! Al cabo del tiempo fue detenida, y tras dieciséis meses en prisión, declara: “Nunca me arrepentiré”. La mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes estadounidenses juzga la descarga ilegal una “minucia”, y su conciencia está tranquilísima. No les importa que Kim Dotcom, el jefe de Megaupload, se hiciera multimillonario con el trabajo de otros; al contrario, adoran al presunto delincuente y explotador, el agradecimiento lo reservan para él. Eso en los Estados Unidos, que, a diferencia de España, no es (todavía) un país de ladrones redomados y vocacionales que consideran que todo les es debido, más o menos como Blesa, Rato, Barcoj y demás usuarios de las tarjetas sin fondo de Caja Madrid y Bankia. Esos mismos jóvenes se indignan cuando sus compañeros utilizan sus trabajos sin permiso, pero no son capaces de advertir la contradicción. Es como si tuvieran interiorizada la siguiente, egoísta y pueril idea: “No hay nada malo en coger lo ajeno, salvo si me lo cogen a mí. A mí no, ¿eh?” Qué se puede hacer ante semejante mentalidad, extendida y ufana, cuando no cargada de razón con “argumentos” tan demagógicos como peregrinos y reaccionarios. Nada. Ya lo dije al comenzar: no sé a santo de qué escribo este artículo.

elpaissemanal@elpais.es

¡Toma democracia!

27 diciembre, 2015

Fuente: http://www.eldiario.es

La que ganó, por una vez, fue la democracia. Los españoles hemos pasado de votar mayoría absoluta a las absolutas minorías. El 20D hace tan difícil gobernar para cualquiera que les obliga a todos a dialogar para intentarlo. No queríais democracia pues tomad dos tazas.

Difúndelo y, si puedes, hazte Productor o Productora de #CarneCruda.

El resurgimiento de la otra España

26 diciembre, 2015

Fuente: http://www.vnavarro.org

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 19 de noviembre de 2014.

Este artículo analiza un fenómeno muy importante y relevante en España: la recuperación de otra visión de España, que ha sido históricamente marginada, reprimida e ignorada por la visión dominante de España que es uninacional, radial, con escasa sensibilidad social, poco redistributiva y excluyente de cualquier otra visión de España que no sea la suya.

La Transición de la dictadura a la democracia en España se hizo bajo el enorme dominio de las fuerzas conservadoras, herederas de la derecha española (que en el abanico electoral europeo corresponde a la ultraderecha), lo cual explica que el producto de aquella Transición –la democracia española- haya sido una democracia muy incompleta, de muy baja calidad, poco representativa, poco redistributiva, con un escaso desarrollo social, con un elevado nivel de corrupción y sin ningún reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español. Esta democracia, producto de dicha Transición inmodélica, está centrada en un Estado uninacional, controlado en la práctica por un bipartidismo muy acentuado que, ayudado por las fuerzas conservadoras radicadas en las periferias, controla todos los aparatos del Estado.

Resultado de esta situación es que la visión más generalizada en la población de lo que es España, sea continuadora de la que históricamente ha dominado en los sucesivos periodos de la historia del país, y muy en especial en los periodos en los que el Estado español ha sido monárquico, siendo la monarquía borbónica el eje y mayor promotor de esta visión uninacional y radial de España, centrada en la capital del Reino, sede del establishment español.

Pero no hay que olvidar que siempre ha habido otra visión de España, una visión diferente y opuesta al Estado borbónico, que ofrece otra concepción de España. Esta otra visión es la de una España republicana, redistributiva, con conciencia social y con un Estado plurinacional reconocedor de la diversidad de España, y a la que se le permitió florecer durante los breves periodos de gobiernos progresistas durante la II República. De ahí que esta visión de España apareciera durante la clandestinidad en la mayoría de partidos de izquierdas españoles que existieron durante la lucha contra la dictadura, realizada en situaciones enormemente difíciles y de gran represión. Tampoco debería olvidarse que el PSOE, más tarde el mayor partido de las izquierdas españolas, había reconocido tal plurinacionalidad del Estado español apoyando el derecho de autodeterminación para cada una de las naciones que lo constituían. Estos partidos, debido a presiones de la Monarquía y del Ejército –herederos del Estado dictatorial establecido mediante un golpe militar-, abandonaron o pusieron en segundo plano ese compromiso con la plurinacionalidad. Y cuando las izquierdas periféricas –de Catalunya y el País Vasco- lideraron un intento de redefinición de la visión de España, dicho intento fue reprimido, ignorado y, finalmente, vetado por el Tribunal Constitucional, como pasó con el Estatut aprobado por el pueblo de Catalunya en 2006.

Ahora bien, este régimen iniciado en el año 1978, resultado de la Transición inmodélica, está bajo una enorme crítica, y está perdiendo rápidamente su legitimidad debido a dos hechos de una enorme transcendencia, resultado de las enormes limitaciones de la democracia española y de las grandes insuficiencias de su Estado del Bienestar.

La confluencia de rechazos

Desde hace ya más de cinco años el Estado central, gobernado primero por el PSOE y después por el PP, ha estado llevando a cabo políticas públicas que no estaban anunciadas en los programas electorales de estos partidos, y que carecen, por lo tanto, de un mandato popular. Estas políticas públicas, que incluyen a) recortes del gasto público y muy en especial del gasto público social -los cuales están empobreciendo de una manera muy marcada el ya insuficientemente financiado Estado del Bienestar español (uno de los más subfinanciados en la Unión Europea de los Quince, el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al español)-, y b) reformas laborales encaminadas a disminuir los salarios, son enormemente impopulares. Puesto que estas políticas públicas se están imponiendo a la población en contra de sus deseos, están creando un rechazo hacia el Estado que las promueve y que se percibe como poco representativo de los deseos populares (el eslogan del 15-M “no nos representan” es ampliamente aceptado como suyo por la mayoría de la población española, que también acepta el eslogan de que “no hay pan para tanto chorizo”). Este Estado se percibe como un instrumento de las instituciones financieras y empresariales (la gran patronal) y de las clases pudientes, que siempre han tenido una gran influencia sobre el Estado y sobre los mayores medios de comunicación (que también están perdiendo legitimidad rápidamente). Este enorme rechazo ha sido también causa de que algunos canales televisivos hayan permitido un cierto espacio a las voces críticas que, al representar el sentir de la población, se han convertido rápidamente en enormemente populares, como es el caso de Pablo Iglesias, siendo esta apertura muy rentable para tales canales. La existencia de estos espacios no transforma a los medios en plurales (pues continúan estando muy controlados y siendo poco plurales), sino que estos breves espacios les generan mayor rentabilidad, aunque, aun así, siempre existe el riesgo de que estas voces críticas desaparezcan o sean vetadas. Existe casi una dictadura mediática en España, que explica que la visión de una España uninacional continúe siendo la más generalizada en el resto del país.

Ahora bien, el otro gran hecho, además del rechazo social, es el rechazo a esta visión uninacional de España, que predeciblemente está ocurriendo en Catalunya, donde un porcentaje de la población muy elevado (casi el 80%) desea poder decidir sobre su futuro, incluyendo su relación con este Estado, un Estado que no es visto por un tercio del electorado como un Estado al cual quieran pertenecer.

La confluencia de estos dos rechazos, el social y el nacional, está llevando al fin del régimen iniciado en 1978 como resultado de una Transición inmodélica. Aparece así de nuevo esta otra España, la popular, la republicana, la solidaria, la redistributiva y social, y la plurinacional, todas ellas claramente relacionadas. Hoy están surgiendo movimientos a lo largo del territorio español que están coincidiendo en muchas de sus demandas, consecuencia de tener un adversario común: el Estado uninacional. Y la mayoría de la población de los distintos pueblos y naciones de España los apoya.

La importancia de recuperar la memoria histórica de la otra España

Cuando Pablo Iglesias, en su discurso en el Parlamento Europeo, indicó que estaba orgulloso de que hubieran sido tropas republicanas españolas las que liberaron París, era la voz que reivindicaba la otra España. No me imagino que ningún representante del gobierno español, fuera del PP o del PSOE, hubiera hecho tales declaraciones. Todo lo contrario, gran parte de los representantes españoles han estado ausentes o muy poco visibles en las ceremonias conmemorativas del fin de la II Guerra Mundial, ocultando o ignorando que la España republicana contribuyó a la derrota del nazismo y del fascismo en Europa.

La ausencia de una recuperación de la memoria histórica por parte de los gobiernos españoles ha sido uno de los datos más llamativos e indicadores de la baja calidad de la democracia española. Encuentro, por cierto, repugnantes (y no hay otra manera de decirlo) las declaraciones de Javier Cercas, el escritor y novelista más promocionado por el grupo PRISA y por El País, que en una reciente entrevista en dicho rotativo (15.11.14) define despectivamente a los grupos y personas que han continuado batallando bajo enormes dificultades por la recuperación de la memoria histórica, como parte de una floreciente industria, añadiendo que ello es parte de una manipulación generalizada, utilizando el caso de un conocido impostor que dirigió la Amical de Mauthausen, una asociación de prisioneros de campos de concentración nazis (sin haber estado nunca él mismo en ningún campo), como si la práctica de dicho personaje representara a todos los que luchan para recuperar la memoria histórica de los vencidos. En realidad, Javier Cercas ha sido un gran impostor al manipular la figura histórica del personaje principal de su novela Soldados de Salamina, a fin de promover su visión de aquella guerra, presentando el rechazo del republicano a apretar el gatillo del fusil para matar al fascista como el inicio de una supuesta reconciliación entre las dos Españas, descripción que causó la protesta del hijo real del republicano cuya vida fue manipulada por el novelista Javier Cercas (ver mi artículo “El olvido histórico: causas y consecuencias”, Público, 22.06.13). Ahora, como antes, concluye que todos somos responsables de lo que ocurrió, postura predecible de una persona, hijo de vencedores, que, generalizando, intenta diluir las responsabilidades. Hoy continúa promoviéndose una visión que intenta callar y marginar a la otra España que está hoy apareciendo.

Pero este movimiento de recuperación, de renacimiento y de reencuentro con la memoria histórica de la tradición republicana de la otra España, significa un momento histórico de enorme importancia para este país.

La injusticia como política económica

25 diciembre, 2015

Fuente: http://www.elpais.com

En lugar de forjar un nuevo trato por la igualdad para salir de la crisis, el Gobierno echa la carga en los mismos de siempre

Cuando el presidente Roosevelt tomó las riendas de la economía estadounidense en 1933 para hacer frente a la mayor crisis de la historia atacó enseguida el factor que más decisivamente había influido en su estallido: la desigualdad, que entonces había llegado a ser también más grande que nunca.
Para ello recurrió a un término bien significativo: el new deal, es decir, el nuevo trato o acuerdo entre el gobierno y la sociedad, y entre el capital y el trabajo para repartir de un modo más justo los ingresos y la riqueza.

Entre otras medidas, Roosevelt forzó a las empresas a negociar con los trabajadores, fortaleció la presencia y el poder de los sindicatos y subió los salarios mínimos, además de crear bienes públicos como la seguridad social que, igualmente, suponían un mayor ingreso efectivo de los trabajadores y bienestar y riqueza social mejor repartidos.

Desde entonces, multitud de historiadores y economistas han corroborado que con mayor equidad hay menos crisis y que, por el contrario, la economía es más inestable e insatisfactoria cuando aumenta la desigualdad en cualquiera de sus manifestaciones.

Por eso resulta tan peligroso que, en España, se ha optado por aplicar frente a la crisis políticas que aumentan la injusticia y la inequidad hasta el punto de convertir a nuestro país en el más desigual de toda la Unión Europea.

El Gobierno es la punta de lanza de la cruzada contra los sindicatos para limitar la capacidad de defensa de los trabajadores, reformó las normas laborales con el único propósito de aumentar el poder de negociación de las grandes empresas y no tiene empeño más firme que el de reducir los salarios directos, los indirectos que percibimos mediante bienes y servicios públicos y los diferidos en forma de pensiones. Para eso cuenta, entre otros, con el apoyo de la mayor parte de los medios y de los jueces y fiscales, y entre todos han conseguido que la injusticia sea el auténtico modus operandi de nuestra política económica.

En los últimos días hemos vuelto a tener nuevas pruebas de ello.

Un juez acuerda en Granada que estar pendiente de una petición de indulto no impide que vayan a la cárcel dos condenados, si es por participar en un piquete de huelga; pero, en Baleares, se decide que sí porque se trata del expresidente balear del PP Jaume Matas, condenado por corrupto. Esta misma semana, el Gobierno regaló de nuevo miles de millones a los bancos mientras se sigue desahuciando a familias sin ingresos y con bebés recién nacidos.

En lugar de forjar un nuevo trato por la igualdad para salir realmente de la crisis, el Gobierno echa la carga en los mismos de siempre, pero la historia enseña también que este tiro sale a menudo por la culata.

@juantorreslopez

El ‘caso Pujol’

24 diciembre, 2015

Fuente: http://www.elperiodico.com

JOSEP FONTANA. Historiador.

No hay que sorprenderse: la corrupción política ha avanzado mucho en España los últimos años

JUEVES, 14 DE AGOSTO DEL 2014

El descubrimiento de las fechorías económicas de la familia Pujol ha producido una lógica consternación en Catalunya, sobre todo entre quienes sentían respeto por la gestión que Jordi Pujol desempeñó al frente de la Generalitat durante 23 años. Aunque la verdad es que la sociedad catalana tiene buena parte de culpa por haber cerrado los ojos ante indicios anteriores de lo que ahora aparece a la luz, y muy en especial después del caso Palau de la Música, que puso al descubierto la trama de mentiras y complicidades en las que se asentaba nuestra vida pública.

Lo que no es tan lógico es el efecto que ha producido la noticia en el resto de España si nos guiamos por lo que se ha leído y oído en los medios de comunicación. Las tertulias, sobre todo, han sido presa de una especie de alucinación colectiva: ahora estaba claro que las quejas acerca de una financiación insuficiente eran erróneas; el dinero que sigue faltando para mantener escuelas y hospitales en Catalunya es el que se ha llevado la familia Pujol. A lo que se añade la convicción de que, después de este desengaño acerca de la naturaleza del nacionalismo, cabe esperar que los catalanes se dejen de tonterías y vuelvan al redil, comenzando con una campaña de educación en el arte de la tauromaquia, de acuerdo con el consejo de doña Esperanza Aguirre, que sostiene que «los toros simbolizan mejor que nada la esencia misma de nuestro ser español».

Lo que resulta inaceptable, en cambio, es la sorpresa que muchos muestran ante este episodio, no sé si por ingenuidad o por hipocresía, como si se tratase de algo excepcional. Porque no se debe olvidar que según el último listado de Transparency International, que corresponde al 2013, España figura en el número 40, entre Polonia y Cabo Verde, en el ranking inverso de la corrupción, lo que implica un notable agravamiento desde el 2008, cuando figuraba en el 28, y es una muestra palpable de que no solo somos un país corrupto, sino de que seguimos avanzando firmemente por este camino.

Bastaría con que los escandalizados se preguntasen de dónde han salido las fortunas de que hoy disfrutan viejos dirigentes que estuvieron muchos años al frente del poder (o de dónde salió otra que el New York Times evaluaba en 2.300 millones de dólares). Tuve un amigo, Ernest Lluch, que cuando acabó su gestión al frente del Ministerio de Sanidad recibió propuestas para integrarse en consejos de administración de empresas farmacéuticas. Ernest los rechazó, volvió a su trabajo en la universidad y prefirió vivir modestamente. Pero el suyo ha sido un caso excepcional. El fenómeno de la puerta giratoria, que conduce a los políticos cesantes a puestos bien remunerados en consejos de administración en pago por los servicios prestados y como anticipo de los que van a seguir prestando, es algo habitual entre nosotros.

Es bien conocido el caso del dokken kokka o estado de construcción de Japón, como se denomina la época en la que los políticos invirtieron los recursos del país en encargos a las compañías constructoras y cubrieron Japón de cemento (se construyeron 97 aeropuertos y se obligó a Japan Airlines a volar a todos ellos, lo que arruinó a la compañía). Los políticos canalizaban el gasto público hacia empresas que les aseguraban, además de beneficios inmediatos, un jugoso retiro en sus consejos de administración. El resultado han sido 20 años de estancamiento de la economía japonesa.

En España, 32 años de gobierno monopolizado por dos partidos que se turnan («los dos grandes partidos», como dice Soraya Sáenz de Santamaría cuando exhorta a los socialistas a cumplir su parte) han tenido como resultado la consolidación de una estructura política corrompida de arriba abajo, desde las haciendas de los municipios hasta la cima de un Gobierno en que los partidos se financian con créditos bancarios compensados con ayudas y tolerancia, y donaciones de empresas beneficiadas por contratos que se liquidan por encima del valor por el que se concedieron.

Las consecuencias las estamos pagando en forma de un descenso generalizado de nuestro nivel de vida, con paro crónico, salarios bajos y trabajo flexible, y con la pérdida progresiva de unos servicios sociales en vías de privatización, en una situación que empeora en la misma medida que se nos siguen arrebatando aquellos derechos que nos permitirían ejercer algún control, incluyendo el de la protesta pública (el próximo asalto va a tener por objeto asegurarse el dominio de los ayuntamientos).

Con que, si el caso Pujol les ha escandalizado, empiecen a mirar a su alrededor, porque hay por ahí abundantes ejemplares de la misma fauna, y mucho peores, como los responsables de la estafa de las preferentes, que siguen prosperando gracias a nuestra tolerancia colectiva.

¿Es libre el Tratado del «Libre Comercio» EE.UU. y la UE?

23 diciembre, 2015

Fuente: http://www.vnavarro.org

Publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 20 de noviembre de 2014.

Este artículo analiza críticamente las propuestas del llamado Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la Unión Europea.

Una de las áreas de macroeconomía donde el lenguaje contradice más las realidades que intenta definir es la que se conoce como libre comercio (dentro de la cual se incluye el propuesto Tratado de Libre Comercio entre EEUU y la Unión Europea). Como en todos los tratados de libre comercio, este tratado es promocionado, por sus promotores, como un tratado que intenta liberalizar el comercio, eliminando barreras que obstaculicen el intercambio comercial. Los principales promotores de estos acuerdos son las grandes empresas transnacionales, definidas erróneamente como multinacionales.

Lo primero que debe aclararse es que de libre comercio estos tratados tienen muy poco. La situación actual a los dos lados del Atlántico Norte ya permite la libre circulación del comercio, habiendo prácticamente desaparecido los impuestos y aranceles que solían dificultar el libre movimiento de productos y servicios. En realidad, tales tratados tienen muy poco que ver con facilitar el libre comercio. Lo que en realidad está detrás de estos tratados es proteger los intereses de dichas empresas frente a las regulaciones de los Estados que intentan proteger a la ciudadanía frente a sus prácticas desleales y dañinas para la población, que afectan a la salud y el bienestar de los ciudadanos, bien como trabajadores, consumidores o como personas que pueden estar sujetas a ofensas ambientales. De ahí que un elemento clave de estos tratados haya sido disminuir estas intervenciones públicas que existen en defensa de los ciudadanos de los países, y establecer tribunales de justicia que tengan mayor potestad y responsabilidad jurídica que los tribunales de cada Estado. Su objetivo es, pues, desarrollar sistemas jurídicos paralelos y con más poder que los tribunales nacionales. De ahí que cuando el gobierno de un Estado firma el tratado cede soberanía a una instancia superior. Las decisiones de sus Tribunales de Justicia pasan a ser secundarias a un Tribunal superior, el Tribunal que establece tal Tratado, siempre bien conocido por sus simpatías hacia tales transnacionales.

Es interesante notar que, por regla general, los partidos que más favorecen estos tratados son partidos conservadores y liberales (las derechas) que siempre se autodefinen como las fuerzas más “patrióticas”, siendo las que casi siempre ceden más la soberanía de sus Estados a favor de las empresas transnacionales. El caso español (incluyendo el catalán) es un claro ejemplo de ello.

La reproducción de las prácticas monopolistas

Un caso claro de ello es lo que está ocurriendo con la altamente monopolizada industria farmacéutica. Esta industria, claramente a la defensiva en estos día de crisis (generada en parte por el Ébola, pues nunca dieron ninguna prioridad a desarrollar la vacuna contra esta enfermedad), desea mantener la cláusula de permanencia de los monopolios, permitiendo a la empresa Gilead Sciences vender su medicamento contra la hepatitis C por 84.000$ (unos 67.000€) en EEUU, cuando este medicamento puede conseguirse por un precio mucho, pero muchísimo, más bajo en otro país (900$, unos 700€). Parecería lógico que en un Tratado de Libre Comercio los productores del mismo fármaco pero a un precio menor pudieran venderlo en el país donde el precio es mucho, pero muchísimo, mayor. Pues bien, la situación es precisamente la opuesta. Se protege a las empresas farmacéuticas que lo venden a un precio mucho más caro, manteniendo su monopolio sobre el mercado. Y a esto lo llaman libre mercado.

En realidad, estos tratados de libre comercio protegen descaradamente a las empresas que venden en varios países, lo que explica que se les llame multinacionales. Ahora bien, este término parecería indicar que son propiedad de varios países, lo cual no son. Son empresas transnacionales, basadas en un país, que a través del Estado en el que están basadas (por regla general, un país de economía más avanzada) ejercen su poder sobre el comercio internacional. Y cuentan con la protección del tribunal que gobierna cada tratado de libre comercio en beneficio suyo. De ahí que acompañando a los tratados de libre comercio siempre haya cláusulas que debilitan la normativa laboral, ambiental y social de los países que forman parte del tratado. Legislación que ha sido aprobada por los parlamentos nacionales resultado de la presión de fuerzas laborales, como sindicatos, o de prácticas políticas progresistas y/o verdes, se dejan de lado por considerarse que limitan el poder de las transnacionales. Y a esto, repito, también lo llaman libre comercio.

En Europa, este Tratado de Libre Comercio representa también una amenaza a los servicios públicos, como los Servicios Nacionales de Salud, que puede considerarse que vulneran el libre comercio de servicios, forzando la privatización de tales servicios. Esta ha sido una de las causas que defensores del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña hayan denunciado dicho tratado. Las compañías transnacionales son plenamente conscientes de que sus acciones pueden ser muy impopulares, lo cual explica la falta de transparencia y opacidad de los preparativos de tal tratado. De ahí la urgencia de que haya una población bien informada para que pueda frenar tales comportamientos en los países afectados y sujetos al tratado. Por desgracia, los mayores medios de información y persuasión no han estado informando sobre los preparativos de tal tratado, en parte debido a la gran influencia que tales transnacionales ejercen en las instituciones políticas y mediáticas de los países. Y a esto, le llaman libertad de prensa. Es característico del discurso y narrativa dominante que la palabra libertad siempre se utiliza para defender los intereses de unas minorías que dominan aquellas instituciones que se presentan como democráticas las primeras (las políticas) y como plurales y libres, las segundas (las mediáticas). La libertad es, pues, la libertad para defender sus intereses. Así de claro.

España tiene casi 10 jueces menos por cada 100.000 habitantes que la media europea

22 diciembre, 2015

Fuente: http://www.eldiario.es

El ratio español es de 11,2 jueces mientras que la media del continente es de 21.

Italia, Francia y Suecia cuentan con cifras cercanas a la española mientras que Alemania y Portugal están muy por encima.

Jueces para la Democracia ha demandado al Ministerio de Justicia por la sobrecarga de trabajo de los magistrados

España está a la cola de Europa en inversión para las instituciones judiciales y en número de jueces por cada 100.000 habitantes, según los últimos datos oficiales del Consejo de Europa correspondientes al año 2012. Esa cifra es, en España, de 11,2 frente a la media del continente, que se sitúa en 21. Algunos países de nuestro entorno, como Francia (10,7), Italia (10,6) o Suecia (11,8) tienen un porcentaje similar, mientras que Portugal (19,2) y Alemania (24,7) están bastante por encima.

Mónaco está a la cabeza de ese ranking con un total de 37 jueces (la cifra relativa es 102). Eslovenia es otro de los países con un porcentaje más elevado, con 47 magistrados por 100.000 habitantes, seguido de Croacia (45,3) y Montenegro (42,4).

Basándose en estas cifras, la asociación Jueces para la Democracia ha demandado al Ministerio de Justicia y al Consejo General del Poder Judicial por la sobrecarga de trabajo de los magistrados, especialmente en causas complejas como las de corrupción. Según esta asociación judicial, eso genera impunidad para los imputados y ha recordado que España está a la cabeza en este tipo de procesos mientras que está a la cola en ratio de jueces por habitante en Europa, por debajo de Moldavia (12,4) o Albania (13,5).