Archive for the ‘medioambiente’ Category

La temperatura del mar se sale de los registros: “Entramos en terreno desconocido”

16 May, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

CRISIS CLIMÁTICA

Mapa global de temperatura de los océanos en abril de 2023
Mapa global de temperatura de los océanos en abril de 2023 NOAA

Raúl Rejón

10 de abril de 2023 14:30h

Actualizado el 23/04/2023 19:54h

“Los océanos entran en territorio desconocido”. Así ha alertado el meteorólogo J.J. González Alemán sobre el récord de temperatura del agua del mar medido por los satélites el 8 de abril. La media oceánica escaló hasta los 21ºC, superando el anterior récord, marcado hace solo siete años, en 2016.

El Mediterráneo padece una ola de calor marino en pleno invierno

Se trata del agua marina más caliente desde que hay mediciones satelitales, es decir, al menos en los últimos 45 años. La mezcla del calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero y el fin del fenómeno de La Niña –que refresca las aguas del Pacífico ecuatorial– ha hecho saltar los registros.

La Niña es la fase fría del fenómeno meteorológico conocido como El Niño-Oscilación-Sur (ENSO). Cuando se producen vientos alisios fuertes desde el oeste, la temperatura en las aguas del Pacífico ecuatorial descienden y una vez frena ese régimen, la temperatura se eleva y comienza una fase de El Niño.

“La Niña había estado camuflando estos últimos años el calentamiento del planeta”, explica el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, Rubén del Campo. La Niña es un fenómeno de interacciones atmosféricas en el océano Pacífico que hace que una vastísima cantidad de agua en una extensión gigantesca del mar esté más fría de lo normal.

“Y eso tira hacia abajo de la temperatura media, no solo de los océanos sino de todo el planeta”, cuenta Del Campo. “Camufla la elevación que correspondería por el nivel de emisiones y acumulación de gases invernadero en la atmósfera”.

Es decir, que mientras la costra gaseosa creada al lanzar CO2 crecía y atrapaba el calor, La Niña refrescaba la superficie del Pacífico. Y esta Niña ha sido, además, inusualmente prolongada: ha encadenado episodios durante tres años. Sin embargo, este fenómeno ha finalizado.

La misma Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) consideró a comienzos de marzo que La Niña había llegado a su fin.

Una vez finalizado, la Tierra está en una fase de transición hacia la situación inversa. Está generándose El Niño, que recalienta el agua. Así que en este abril no ha existido compensación y los efectos del cambio climático se dejan notar sin ese colchón.

“El océano acumula una cantidad ingente de calor y, aunque se recaliente más lentamente que los continentes –porque cuesta más calentar un volumen de agua–, está claro que la temperatura de los mares está subiendo”, subraya el meteorólogo.

La cantidad de calor que se traga el mar cada año va de récord en récord. En 2022 se midió el valor más alto en toda la serie histórica que superaba la anterior plusmarca, de 2021, que, a su vez batía el pico de 2020. Los valores de 2019 y 2017 son los siguientes en la lista. Los científicos que se dedican a estas mediciones han evidenciado que la tendencia “es tan continua y robusta que cada año se establece un récord”.

“Los pronósticos indican que El Niño puede llegar después del verano” –informa Rubén del Campo–. “Y, claro, si tenemos toda esa masa oceánica más caliente de lo normal, lo esperable es que el conjunto esté muy por encima del promedio y, además, esta gran cantidad de agua caliente en mucha superficie va a tirar hacia arriba de la temperatura media del planeta”.

El horno del Mediterráneo

En España, el año pasado ya supuso un horno para el mar Mediterráneo. En verano encadenó olas de calor marino “sin precedentes”. “En el mar Balear se llegó a los 30ºC en el agua”, recuerda el portavoz de la Aemet. Todas las regiones del Mediterráneo occidental padecieron eventos extremos.

Pero, al pasar el estío y llegar el otoño y el invierno, el calor no aflojó. El Mediterráneo soportó olas de calor en pleno enero. La misma zona de Baleares encadenó más de 230 días de olas de calor, un dato sin precedente, según contaba a elDiario.es la investigadora del SOCIB, Mélanie Juza.

El recalentamiento de los mares no es solo una cuestión de agua caliente. La temperatura más allá de los umbrales causa mortandades en especies marinas que no pueden adaptarse o huir e influye en la cadena de ecosistemas que conduce a buena parte de la alimentación de los humanos.

Además, unas aguas recalentadas ceban los temporales costeros, las gotas frías y los huracanes: el calor acumulado es energía que, más adelante si se dan las condiciones meteorológicas, es devuelta en forma de tormentas y vientos supercargados.  La temperatura del mar se sale de los registros: “Entramos en terreno desconocido”

Marzo caluroso: el segundo más cálido y seco del siglo

Marzo ha sido un mes muy cálido y muy seco en España. El mes comenzó con temperaturas bajas, pero, luego, ha reforzado la tendencia hacia un mundo más recalentado. Al final ha supuesto el segundo marzo con mayor temperatura del siglo XXI y el tercero de la serie histórica (a partir de 1961). Al mismo tiempo, no hubo muchas lluvias. La acumulación de precipitaciones se quedó en 21 mm para la península, 7,8 en Baleares y 4 mm en Canarias. Son los segundos peores datos desde 2000 y el sexto desde 1961.

De hecho, las lluvias apenas han supuesto un tercio del promedio esperables para esta época del año. “Continúa la situación de sequía meteorológica en el conjunto de España, tanto para los indicadores de los últimos 12 meses como para los de los últimos 36 meses, lo que significa que persiste la sequía de larga duración que comenzó a finales de diciembre de 2022”, ha avisado la Aemet.

Don Quijote da nombre a una nueva planta endémica de la Mancha

23 abril, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Imágenes de primer plano de las partes reproductivas (inflorescencias conocidas como espigas) de la especie recién descrita Carex quixotiana.
Imágenes de primer plano de las partes reproductivas (inflorescencias conocidas como espigas) de la especie recién descrita Carex quixotiana. MODESTO LUCEÑO

Europa Press

27 de marzo de 2023 18:11h

La novela épica, que cuenta la vida y los viajes del hidalgo Alonso Quijano que se convierte en el caballero andante Don Quijote de la Mancha, es comúnmente considerada como una de las obras literarias más grandes jamás escritas, con su número de ediciones y traducciones que se cree que solo es superado por las de la Biblia.

La nueva especie de planta, presentada en la revista PhytoKeys, pertenece a las juncias del género Carex, un grupo de hierbas incluidas en la familia de los papiros (Cyperaceae). La clasificación (taxonomía) de estas plantas es difícil, ya que se trata de un género muy diverso y ampliamente distribuido, cuyas especies son frecuentemente difíciles de diferenciar. De hecho, C. quixotiana ha eludido la mirada de expertos botánicos durante décadas debido a su gran parecido con especies relacionadas.

“Las especies crípticas son frecuentes en grupos de plantas complejos, como las juncias, y se necesitan estudios integradores que abarquen diferentes fuentes de datos (por ejemplo, morfología, filogenia molecular, número de cromosomas, requisitos ecológicos) para desentrañar relaciones sistemáticas y describir con precisión los patrones de biodiversidad”, dice Santiago Martín-Bravo, botánico de la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla y autor principal del artículo.

Después de que un estudio genético preliminar apuntara algo extraño en los ejemplares de lo que luego se conocería como Carex quixotiana, los autores iniciaron exhaustivas campañas de recolección de campo en La Mancha. Mientras estudiaban poblaciones adicionales de la planta con más detalle, utilizando la morfología, la filogenia y el número de cromosomas, los científicos confirmaron que estaban observando una especie previamente desconocida para la ciencia. Comprensiblemente, el rango de distribución de la especie recién descubierta, restringida a las cadenas montañosas que rodean La Mancha (Sierra Madrona y Montes de Toledo), hizo pensar a los autores en la obra maestra de Cervantes.

Carex quixotiana, conocida hasta ahora en 16 poblaciones, prefiere hábitats con alta disponibilidad de agua, como pequeños arroyos, praderas húmedas y bosques ribereños.

Dado que se sabe poco sobre la demografía de la especie, incluida la cantidad de individuos maduros en la naturaleza, se requiere más investigación para determinar su estado de conservación. Sin embargo, en base a lo que han aprendido hasta ahora sobre la especie, los autores del presente estudio asumen que “se trata de un endemismo ibérico con un número de poblaciones y rango de distribución relativamente pequeño, que se beneficiaría de la protección legal y la inclusión en programas de conservación in situ/ex situ”.

En conclusión, los científicos señalan sus resultados como una prueba más de cuánto queda por aprender sobre la biodiversidad de la Tierra, incluso cuando se trata de organismos supuestamente bien conocidos, como plantas con flores, y países, cuya flora se supone que está totalmente documentada.

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¿Cómo se descubrió Antártida? No fue la exploración, fue el capitalismo

28 marzo, 2024

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 19 marzo 2023 23:05 CET

Autoría

  1. Maria Ximena Senatore. Researcher, Universidad de Alicante

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Maria Ximena Senatore no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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Antártida, sin poblaciones nativas, fue el último continente en ser alcanzado por la humanidad. La mayor parte de los narrativas históricas ubican su descubrimiento hacia 1819 y lo vinculan a hechos azarosos o fortuitos, o al logro de algún reconocido explorador.

En contraste, lejos del análisis de eventos aislados, la arqueología propone entender la Antártida en el marco de procesos históricos a gran escala. Así, nos preguntamos cómo y por qué las tierras más remotas del planeta comienzan a ser exploradas y ocupadas por humanos.

Los restos de campamentos abandonados en islas antárticas han sido clave para abordar dichos interrogantes. A partir de su estudio, la historia humana en Antártida ha comenzado a explicarse como parte del proceso de expansión del capitalismo.

Refugios abandonados en islas antárticas

Los restos de las primeras ocupaciones humanas en Antártida se ubican en las islas Shetland del Sur. Lo demuestran más de 30 refugios y campamentos abandonados en las costas de las distintas islas, descubiertos durante las investigaciones arqueológicas.

Los campamentos pertenecieron a grupos de cazadores de focas y lobos marinos. Fueron ocupados en estancias temporales durante el verano, en distintos momentos del siglo XIX, aunque no se descarta la posibilidad de que alguno fuera ocupado a finales del siglo XVIII.

Mapa de las islas Shetland del Sur con la localización de los refugios del siglo XIX descubiertos en las investigaciones arqueológicas. Author provided

Los registros escritos sobre las historias de las personas que vivieron en estos campamentos son escasos. Sin embargo, los restos de objetos que usaron durante su tiempo de permanencia en las islas nos han acercado a su vida cotidiana en Antártida. Especialmente a las decisiones que tomaron en su día a día.

Lugares desconocidos

Excavación arqueológica en el refugio utilizado por grupos de cazadores de focas en el siglo XIX en las islas Shetland del Sur, Antártida.
Excavación arqueológica en el refugio utilizado por grupos de cazadores de focas en el siglo XIX en las islas Shetland del Sur, Antártida. Author provided

Los trabajos arqueológicos muestran que los campamentos fueron construidos utilizando principalmente las rocas y huesos que encontraban en la costa. Aprovechaban los afloramientos rocosos como abrigos naturales, y apilaban piedras para sus paredes. Los huesos de ballenas resultaban de gran utilidad. Las vértebras se usaban como muebles y las costillas como parte de la estructura. Los refugios se techaban con los cueros de los mismos lobos y focas que cazaban o, en ocasiones, con telas de las velas de los barcos.

Para su supervivencia, los cazadores en las islas usaban los recursos de un lugar que no conocían en absoluto, un medio ambiente hostil. Esto se ha observado también en los estudios sobre la alimentación. Las especies antárticas predominaban entre los animales consumidos, mientras que los restos de víveres provistos desde el barco, como huesos de vacas y cerdos, representaban una pequeña proporción.

Estas primeras ocupaciones en las islas antárticas eran muy flexibles. Hemos podido observar la ausencia de regularidad en el tamaño de los grupos y en la duración de las estancias gracias al tipo de construcciones y al tamaño de los refugios, así como a la cantidad y diversidad de objetos encontrados.

Tablero de juego hallado en las excavaciones arqueológicas en en la península Byers Isla Livingston, Shetland del Sur, Antártida.
Tablero de juego hallado en las excavaciones arqueológicas en la península Byers, Isla Livingston, Shetland del Sur, Antártida. Author provided

Por ejemplo, en un caso se hallaron más de veinte suelas de zapato, brindando indicios sobre el número de individuos en ese refugio. Otro ejemplo son los objetos vinculados al tiempo libre, y por lo tanto, a permanencias más extensas, como el caso de un tablero y fichas de un juego.

Grandes matanzas de animales

La misión principal era obtener pieles y aceites de los animales locales. Se han hallado herramientas que claramente se relacionan con el trabajo que realizaban los cazadores en las islas. Entre ellas, garrotes para dar muerte a los lobos marinos sin dañar su piel o conjuntos de estacas de madera usadas para extender y secar las pieles en la playa. También se observaron grandes estructuras de fogones para la obtención de aceite tras hervir la grasa de elefantes marinos.

Se ha visto que no se limitaban a la explotación de una sola especie, sino que aprovechaban la mejor oportunidad que encontraban en su viaje para cazar focas o lobos marinos, o ambos.

Ilustración de un barco cruzando un mar de hielo.
Imagen de un barco en las islas Shetland a principios del siglo XIX perteneciente a A voyage towards the South Pole, performed in the years 1822-24, Weddell, J. Biodiversity Heritage Library

Un dato de gran significación es que la mayoría de los campamentos fueron ocupados una única vez. La ausencia de retorno se ha observado también en los objetos que dejaron guardados para próximas visitas, pero que nunca volvieron a ser utilizados.

¿Por qué buscaban lugares nuevos para establecer sus campamentos?

La exploración de las islas antárticas vino de la mano de la explotación de sus recursos.

Mapa de la Antártida.
Mapas de las islas Shetland a principios del siglo XIX sacadas de: Weddell, J. A voyage towards the South Pole, performed in the years 1822-24Biodiversity Heritage Library

Los barcos se aventuraban en aguas que eran entonces desconocidas, sin mapas ni cartas náuticas que guiaran la navegación. Buscaban lugares donde se encontraban las colonias de lobos marinos y focas. Allí, desembarcaban a grupos de personas que permanecían en las islas una temporada para hacer su trabajo. La estancia podía durar sólo unos pocos días o extenderse durante los meses de verano.

El objeto principal era llenar las bodegas de los barcos con miles de pieles y centenares de barriles de aceite. El éxito de estas empresas implicaba matar tantos animales como fuera necesario para conseguirlo. Estas grandes matanzas reducían drásticamente las colonias de focas y lobos marinos. Por lo tanto, no era rentable regresar al mismo lugar que había sido recientemente explotado. Esto obligaba a los cazadores a ocupar nuevos espacios donde encontrar grandes poblaciones que garantizaran la mayor ganancia para sus empresas.

En ese contexto, el descubrimiento de nuevas colonias de focas y lobos marinos era muy valorado. El primero en llegar se aseguraba el mayor beneficio. Por eso, el secreto dominaba esta actividad altamente competitiva.

Otros protagonistas y fuentes de evidencia para la(s) historia(s) de Antártida

La narrativas sobre el pasado de Antártida han prestado mayor atención a los fascinantes relatos escritos por conocidos exploradores durante los siglos XIX y XX como Ernest Shackleton, Roald Amundsen y Robert Falcon Scott, enfatizando los objetivos geográficos y científicos. Esta prioridad por lo épico y heroico también se ha visto reflejada en la protección de sitios históricos en el marco del Sistema del Tratado Antártico.

En contraste, la arqueología ha estudiado las primeras ocupaciones humanas en Antártida, en las que adquieren protagonismo personas anónimas vinculadas a actividades de explotación de recursos. Los restos materiales abandonados, en su mayoría sin protección patrimonial, han sido tratados como la principal fuente de información.

Exploradores en el Polo Sur marcando el lugar de llegada.
Los exitosos exploradores en el Polo Sur, 14 de diciembre de 1911. Fotografía de Olav Bjaaland. Trove

Reflexiones sobre pasado, presente y futuro de los humanos en Antártida

La imagen dominante de Antártida como naturaleza intacta ha sido cuestionada desde nuestros proyectos de investigación en arqueología. Los resultados nos han permitido generar conocimiento para escribir los primeros capítulos de la historia humana en Antártida. Estos se asocian a la sobreexplotación de sus recursos y a la expansión de la lógica capitalista.

La primera exploración de las aguas e islas de Antártida se desarrolló como un rápido movimiento expansivo de ocupación de espacios nuevos y desconocidos. Lejos de ceñirse a un plan rígido, la flexibilidad y el oportunismo, así como la fuerte dependencia de los recursos locales para sobrevivir, han sido sus características distintivas.

La humanidad no llega a Antártida por casualidad o por accidente. Llega cuando, en un grupo que cuenta con la tecnología náutica apropiada, aparece una clara motivación y un fuerte interés que compensa asumir el riesgo que conlleva lo desconocido. Ese conocimiento sobre el pasado permite hoy en día no solo evaluar la magnitud del impacto humano en Antártida, sino también reflexionar sobre el presente y el futuro de la humanidad en la colonización de lugares remotos.

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Luis Felipe Torrente

Director

El retardismo climático y un Green New Deal para una época escéptica

9 marzo, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Xan López

@xanlpz

Energías renovables
Energías renovables Impulsa Startups

19 de febrero de 2023 21:44h

Actualizado el 20/02/2023 05:30h

Llamemos negacionismo climático a la postura que rechaza que el cambio climático de origen humano esté ocurriendo. Llamemos retardismo climático a la postura que niega la necesidad de una acción urgente o agresiva para mitigar o adaptarse a los efectos de ese cambio climático, que no se niega. El negacionismo es una postura extrema, desagradable, que hoy en día ya se sabe perdedora a nivel histórico. Todavía tiene influencia y existe en la práctica, pero se muestra en público con poca confianza. El retardismo sin embargo es más complejo, más intuitivo, puede estar cargado de buenas razones y mejores intenciones en las que podemos vernos reflejados. Es, también, la forma que seguramente adopte el negacionismo en los próximos años, y es por lo tanto problemático y criticable. En esta contradicción aparente hay un problema que es importante explorar.

En el debate sobre el retardismo se encuentran dos fuerzas de signo contrario. Por una parte, la urgencia y la ferocidad del cambio climático, la necesidad de transformar y adaptar nuestras sociedades a gran velocidad para evitar efectos dramáticos, potencialmente catastróficos. Por otra parte, la realidad incómoda de que una transición veloz ocurrirá en buena medida en una sociedad muy parecida a la que conocemos. Una sociedad con sus injusticias, desigualdades, agravios y desconfianzas. Una sociedad imperfecta con una historia compleja. La fuerza del retardismo, condensado en el eslogan “renovables sí, pero no así”, es que en él se pueden unir esas dos fuerzas contrarias, simplificando un debate casi imposible en una petición aparentemente simple: “sí, el primer problema es grave; no, no pienso pasar por alto todas las cuestiones que me definen, aunque eso implique retrasar cualquier tipo de transición energética”.

Podría parecer que al hablar de simplificaciones estoy menospreciando una postura que me disgusta. Nada más lejos de la realidad. Las posturas políticas son poderosas precisamente cuando son capaces de aunar intereses diversos, incluso contradictorios, en un eslogan fácil de explicar y fácil de asumir. En el retardismo pueden confluir una infinidad de inquietudes, muchas de ellas no solo legítimas, sino fáciles de comprender y apoyar. Pienso en la preocupación por el impacto medioambiental, por la profundización de la desigualdad territorial, en la desconfianza hacia las empresas energéticas, el Estado, y en general a la intromisión en nuestras localidades o regiones de poderes ajenos; otras pueden tener menos gancho, pero ser capaces de movilizar a una cantidad importante de personas, como el impacto en intereses empresariales muy concretos, o el simple deseo de rechazar los costes de una transición energética sin rechazar sus beneficios. Finalmente hay unos intereses muy minoritarios que no debería ser complicado aislar, como el de continuar explotando energías fósiles o los de la mayoría de fuerzas reaccionarias, por poner un par de ejemplos. Insisto, porque creo que esto es fundamental: la cuestión no es que cada parte comparta los intereses de las otras, o que al verse involucrado en esa petición se “le haga el juego” a unos u otros. La cuestión es que en la medida en que el retardismo climático pueda articular toda esta diferencia en una voz común, aunque sea temporalmente, tendrá mucha fuerza.

Mi primera reflexión es que el retardismo climático comienza a ganar fuerza en el debate público porque la correlación de fuerzas en la transición energética comienza a decantarse del lado de una electrificación acelerada. Durante muchos años muchas personas temimos que el nudo de intereses del lado de las energías fósiles, todas las inercias de un capitalismo neoliberal bien asentado, harían casi imposible no solo una transición rápida, sino cualquier tipo de transición. Sin embargo, el peso combinado de la crisis financiera, climática, pandémica y militar está empezando a formar nuevas mayorías a favor de un nuevo papel reforzado del Estado, a favor de cierta planificación industrial, a favor de cierta redistribución fiscal. Esto no es el socialismo, pero tampoco es el neoliberalismo de antaño. Por una parte, el peso del sector privado todavía es abrumador, la capacidad estatal muy débil, las alianzas políticas a favor de este cambio muy frágiles. Por otra parte, en pocos años hemos visto cambios políticos al más alto nivel que hasta hace muy poco parecían impensables. Las dos cosas son ciertas, y el resultado es que hoy en día quizás ya no esté en juego la transición energética en sí, sino su velocidad y lo justa que sea a nivel social.

Esto conecta con mi segunda reflexión. Nos enfrentamos a procesos que ya tienen una potencia global, una inercia descomunal. Puede que los cambios de época en el capitalismo sean convulsos, pero una vez que están en marcha son muy difíciles de resistir. Lo sabemos porque lo hemos vivido. Los que queremos trabajar por resoluciones más justas y emancipadoras para esta crisis solemos estar en minoría, tanto numérica como de medios. Tenemos que intervenir en situaciones desfavorables y conseguir mucho en muy poco tiempo. Ante esto es frecuente caer en la tentación del autoaislamiento, preferir la derrota honorable a la pequeñísima concesión conseguida in extremis. Aquí es donde quizás sea útil recordar la otra fuerza imparable que está en juego: una derrota general ante la crisis climática haría imposible la retirada honorable, la posibilidad de esperar a otro momento más favorable. No habrá piedra bajo la que esconderse.

¿Qué proponemos? Pensamos en un nuevo contrato social que haga partícipes a amplias mayorías del deseo de una transición ecológica justa. Quien viva en un territorio machacado históricamente necesitará la confianza de que se le recompensará adecuadamente por cualquier impacto adicional en su vida. Podemos pensar en compensaciones monetarias, inversiones en infraestructuras, eliminación de otros impactos onerosos en esas zonas, mayor peso político en la toma de decisiones, en un reconocimiento de sus intereses y su agencia política. Quien viva en zonas relativamente privilegiadas, como lo pueden ser algunas ciudades, tendrá que partir del compromiso por hacerlas más autosuficientes, reducir los consumos que puedan reducirse, transformar sus entornos para hacerlos más habitables y también menos dependientes de otros lugares, ya sean de su país o de otros países. Estamos exponiendo de nuevo una idea que ya tiene cierta trayectoria, la de un Green New Deal, pero haciendo hincapié en que la parte central es la del New Deal como nuevo contrato social. Esta solución sería más justa, más rápida, y menos conflictiva. También, dada nuestra historia atravesada por desigualdades y tensiones territoriales, podría ser el primer paso necesario de una suerte de New Deal a la española.

Sin embargo, solo enumerando esta lista de fantásticas ventajas nos damos cuenta del problema. Vivimos en una época escéptica, donde las grandes promesas de transformación social tienen poca credibilidad. Los mecanismos que las hacían creíbles a partir de nuestra experiencia vivida se han derrumbado, y cargamos a nuestras espaldas con demasiadas décadas de desengaño. Quizás un Green New Deal para esta época escéptica tenga que ser un poco más humilde, incluso un poco más antipático. Quizás sean preferible promesas más contenidas pero que podamos empezar a creer, y a tocar, en poco tiempo. Que hablemos claro de perdedores y ganadores, y señalemos sin rodeos quiénes deben perder al menos un poco para que todos los demás podamos sobrevivir y vivir mejor. Es posible que la vida no sea necesariamente un juego de suma cero, pero que varias décadas de neoliberalismo nos hayan hecho inmunes a otro tipo de propuesta política. Necesitamos cambios rápidos, justos y creíbles, y una alianza de intereses lo suficientemente poderosa para resistir todas las embestidas que seguro recibiremos. Si la izquierda tiene un papel en este siglo es prepararse para esta batalla, y prepararse para ganarla cueste lo que cueste.

El cambio climático en el medievo: así afectó la Pequeña Edad de Hielo a algunas poblaciones

4 marzo, 2024

Fuente: http://www.theconversation.com

Published: January 31, 2023 7.05pm CET

Author

  1. Jesús Fernández Fernández Investigador Ramón y Cajal. Historia Medieval. Humanidades Ambientales, Universidad de Oviedo

Disclosure statement

Esta investigación cuenta con el apoyo de una ayuda del Programa Ramón y Cajal (Ministerio de Ciencia e Innovación, Agencia Estatal de Investigación y Fondo Social Europeo): RYC-2020-029619-I/MCIN/AEI/10.13039/501100011033.

Partners

Universidad de Oviedo provides funding as a founding partner of The Conversation ES.

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La Pequeña Edad de Hielo fue un periodo de fluctuación e inestabilidad climática que comenzó en la Edad Media. Conocer el impacto y los efectos que produjo ayuda a abordar el reto ambiental en el que estamos inmersos seis siglos después.

El día en que comenzaron las lluvias

Situémonos en algún momento de la Baja Edad Media (siglos XIV-XV), en un valle de media montaña de la Cordillera Cantábrica. Concretamente en una pequeña aldea llamada San Romano, a la orilla del río Trubia (afluente del Nalón), en Asturias, donde sus vecinos y vecinas realizan como cada día labores cotidianas: trabajan la huerta, siegan hierba en el campo, cuidan el ganado, aprovechan los recursos que les proporciona su territorio para subsistir y disfrutan de la vida lo que pueden, como en cualquier otra época de la historia. Hasta aquí todo normal y dentro de su rutina.

Pero ese día empezó a llover. Mucho. Tanto que, como veremos más adelante, las consecuencias fueron realmente severas. Era una lluvia densa y pesada: los ancianos decían que antes las nubes no descargaban de ese modo. Como también decían que los veranos eran más secos, la tierra no estaba tan húmeda en invierno (lo que hacía que a veces la cosecha de escanda se pudriese), ni nevaba con tanta frecuencia. Aunque nadie les hacía demasiado caso, empezaban a darse cuenta de que algo en el clima no iba bien, estaba cambiando. No tenían una palabra para definirlo, pero aquellos síntomas significaban el comienzo de lo que hoy llamamos la Pequeña Edad de Hielo (ss. XIV-XIX), un período en el que las temperaturas del hemisferio norte fueron 0,8 °C más bajas que la media de finales del siglo XX.

La migración de los inuits y la alarma en Groenlandia

Como toda fluctuación climática, no se manifestó igual en cada una de las regiones del mundo. En aquellas centurias, muy lejos de San Romano, el último obispo de Garðar, en Groenlandia, se embarcaba en dirección a Noruega con lo poco que quedaba de la población nórdica que había vivido en el sur de la isla durante cuatro siglos. Los inviernos eran cada vez más fríos e insoportables, los animales domésticos resistían peor y era más difícil sacar adelante los pocos cultivos que germinaban en aquellas latitudes.

Los cazadores de focas inuit llegaban con más frecuencia del norte y se habían vuelto más agresivos. Allí el cambio era más extremo y evidente. Pero mucho más al sur también se notaba: el río Támesis, en Londres, empezaba a congelarse con frecuencia cada invierno. Todos ellos eran síntomas diferentes de un cambio globalmente perceptible. La documentación escrita de la época lo refleja, aunque, con algunas excepciones puntuales, las referencias son bastante parciales y fragmentadas.

La huella del clima

Por fortuna para la investigación esta fluctuación también ha quedado registrada en los testigos sedimentarios marinos, lacustres y kársticos, así como en los anillos de crecimiento de los árboles. Su recuperación y análisis nos ofrece una valiosa perspectiva para la compresión del clima pasado. En concreto, para la península ibérica tenemos al menos veintiún estudios que cubren los últimos dos mil años, con un importante grado de detalle. En casi todos ellos vemos que, efectivamente, entre los siglos XIII y XIV algo pasó con el clima: menguan las temperaturas, crecen los glaciares de montaña y aumentan las precipitaciones.

Gráfico de la temperatura media en el hemisferio norte desde el año 200 hasta el 2000 en grados centígrados. Wikimedia commonsCC BY

En ese período se abrió un ciclo de mayor inestabilidad climática, aunque con una considerable variación según regiones. En particular, en la zona atlántica, sabemos que los cambios en la Corriente del Golfo al inicio de este período produjeron patrones irregulares de precipitaciones, tanto estacionales como anuales.

Estos registros ambientales dan pistas de lo que pudo suceder, pero, a pesar de su interés, no explican el impacto que todo esto tuvo en una escala más local. ¿Cómo lo experimentó la gente?, ¿en qué medida se vio afectada cada ecorregión?

Necesitamos apoyarnos en otras ciencias y disciplinas y manejar un marco de investigación que nos permita movernos entre diferentes escalas de análisis para poder entender el impacto social de la Pequeña Edad de Hielo. Ese marco, mediante el que estudiamos la relación de los seres humanos con su medio ambiente a lo largo del tiempo, es lo que llamamos ecología histórica. Y dentro de este programa de investigación, la historia ambiental y la arqueología son las disciplinas que nos han permitido desvelar estos impactos, poner rostro humano a fenómenos estructurales y de larga duración.

La ola de barro que destruyó casas y acabó con las huertas

Aquel día de la Baja Edad Media en el que tanto llovió, como no lo había hecho nunca (no al menos en la corta experiencia vital de las personas que habitaban el pueblo), la intensidad del aguacero provocó que en unas pocas horas el pequeño arroyo de San Romano (que prácticamente desaparecía durante el estiaje veraniego y atravesaba por su mitad a la aldea) creciese de forma repentina y endemoniada. Apenas dio tiempo a que algunos se percatasen de lo que sucedía cuando una especie de ola compuesta de fango, rocas, ramas y agua arrasó todo lo que encontró a su paso. Es lo que hoy día los hidrólogos denominan flash flood o inundación repentina. La velocidad alcanzada por el torrente fue de 3,5 m/s, produciendo una fuerza que no resistirían algunas construcciones actuales.

Es fácil imaginar el estrago que ocasionó a las modestas casas y establos, en su mayoría de madera, de la época. Así lo verificamos en nuestras excavaciones arqueológicas. Intervenimos el cono de derrubios formado por el torrente en varios lugares, donde documentamos el material sedimentario y geológico entremezclado con los restos de la aldea (tejas, mampuestos, instrumentos, etc.), los canales de inundación atravesando las viviendas, y toda una serie de indicadores muy claros de actividad hidrológica de tipo torrencial. En unos pocos minutos la aldea quedó prácticamente arrasada y, lo que es peor, sus huertas, el principal sustento de aquellas personas, quedaron complemente cubiertas con una capa espesa de sedimento estéril.

El momento en que descubrimos la destrucción provocada por el torrente de agua, en el yacimiento medieval de San Romano, con todo el material constructivo y geológico entremezclado. Author provided

El daño económico era irreparable. Para muchas personas y animales podemos suponer un trágico final: el suceso, sin duda, les habría cogido desprevenidas, sin darles tiempo a huir.

Hoy día las flash flood siguen siendo una de las catástrofes naturales que más víctimas causan en el mundo. Quienes sobrevivieron entonces se quedaron sin vivienda, ganado y campos que cultivar, y esto en la Edad Media significaba quedarse sin nada. A finales del siglo XIV registramos en la documentación un cambio de denominación en la aldea, apareciendo una “villa nueva” en la otra orilla del río Trubia. Relacionamos la destrucción de la villa “vieja” con la fundación de este asentamiento.

El ser humano es más vulnerable cuando sufre

Bien es sabido que nunca llueve a gusto de todos, y de toda catástrofe natural hay quien puede sacar beneficio. Este tipo de episodios traumáticos hacen que las personas sean más sensibles a aceptar cambios en las normas, la reglamentación de los espacios o las estructuras de la propiedad. Es lo que Naomi Klein denomina la Doctrina del Shock: el ser humano es más vulnerable y dócil cuando sufre.

Todo aquel espacio que quedó afectado por la inundación se transformó en un baldío, es decir, un terreno en principio estéril, lo que cambió su uso, reglamentación y titularidad.

Este tipo de suelos fue objeto de especulación por parte de los grandes propietarios, especialmente a partir del siglo XVI, cuando la Corona encontró una lucrativa fuente de financiación mediante su venta.

No sabemos lo que ocurrió con exactitud en San Romano, pero, casualmente, en el siglo XVIII una familia noble local construyó su casa palacio solariega justo encima de los derrubios del torrente, cercando además todo el espacio que fue afectado por el cono de deyección.

¿Por qué iba a instalarse la nobleza en los terrenos más improductivos de la aldea? Vistos todos estos procesos en conjunto, y con la perspectiva que nos permite la ecología histórica, empezamos a entender cómo se relacionan: la construcción de las arquitecturas nobles representan el final de todo este ciclo de apropiación, que se origina con un “shock”, con una catástrofe natural.

Hoy día, en regiones remotas para nosotros de África o América, suceden cosas no demasiado diferentes a las narradas aquí. Todo ello nos recuerda que las crisis climáticas pueden ser una enorme fuente de injusticias, y la Historia una herramienta muy útil si realmente queremos aprender de esa colección de experiencias pasadas para encontrar recetas más justas que nos permitan abordar el incierto futuro que nos espera, cargado de retos, y entre ellos uno decisivo, el ambiental.

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El deterioro de Doñana impide que las aves se reproduzcan en su antiguo santuario: “Estamos camino del colapso”

7 febrero, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

CRISIS CLIMÁTICA

Ánades en una zona de dunas del Espacio Natural de Doñana.
Ánades en una zona de dunas del Espacio Natural de Doñana. José Manuel Vidal /EFE

Raúl Rejón

1 de febrero de 2023 22:45h
Actualizado el 02/02/2023 17:56h 

Acosadas por el deterioro del hábitat, los jabalíes o la caza, gran parte de las aves que encontraban en Doñana un refugio para perpetuar su especie, han dejado de reproducirse. El tesoro alado que movilizó hace 60 años a Europa para crear este parque nacional se resquebraja.

La dramática falta de agua reduce a la mitad las aves que invernan en Doñana

Las tasas de reproducción de las fochas, el porrón pardo, el avetoro, la cerceta pardilla y muchas otras no paran de caer desde 2004. Y a partir de 2019, se desploman. “La mayor parte se encuentran en una situación preocupante de marcado descenso desde hace más de diez años, pero en los últimos cuatro, han entrado en una tendencia regresiva desconocida”, resume el análisis de situación realizado por SEO-Birdlife a partir de los datos de la Estación Biológica de Doñana.

“La debacle es monumental”, abunda en declaraciones a elDiario.es el delegado de la SEO en el parque, Carlos Dávila. “No es que los datos de reproducción de la serie histórica disminuyan, es que se ve una fractura”, remata.

El agua es la sangre vital del Parque Nacional de Doñana. Por eso las aves acuáticas –ya sean patos, flamencos, garzas o gansos– han escogido de manera ancestral este humedal marismeño para descansar durante sus kilométricas migraciones, pasar el invierno y criar las siguientes generaciones. Esas que, más adelante, reposarán en las marismas, si tienen agua, y continuarán el ciclo.

El avetoro no se reproduce en Doñana. SEO

Pero ese ciclo que se proyecta al futuro, al menos una parte importante, depende de que las aves de hoy se reproduzcan. Y Doñana ha sido un enclave crucial. Sin embargo, según los registros de la estación del CSIC, allí ya no crían dos especies catalogadas en peligro de extinción en España: el fumarel común y el porrón pardo que “han desaparecido como reproductoras”. Este pato solo ha criado una vez en Doñana en los últimos 23 años. Casi un cuarto de siglo.

Ya no crían dos especies catalogadas en peligro de extinción en España, según los registros de la estación del CSIC: el fumarel común y el porrón pardo que “han desaparecido como reproductoras

El último invierno, solo dos parejas de focha moruna (también amenazada de extinción) criaron en en el parque cuando en la primera década de los 2000 llegaban a anotarse más de cien. En 2007 fueron 64 parejas.

Más desastres: la cerceta pardilla (en peligro de extinción oficial) mantiene su tendencia negativa. En 2022 contabilizaron 13 parejas reproductoras. Su máximo no está lejano en el tiempo, pero sí en la cantidad. Solo en 2011 fueron 66 parejas.

La garcilla cangrejera, en estado vulnerable, según el Catálogo de especies amenazadas, “empeora su estado de conservación”. El año pasado solo se identificaron cuatro parejas de malvasía cabeciblanca –que engrosa el listado de en peligro de extinción–. Y ninguna familia de avetoro –al borde de la desaparición–. Cero.

Con este panorama, “Doñana está dejando de ser un refugio para especies en peligro porque no encuentran sitio donde estar. Su fracaso reproductivo entre 2019-2022 es enorme”, cuenta Carlos Dávila.

Se rompe la abundancia

“La marisma es lugar de paso, cría e invernada para miles de aves europeas y africanas lo que la convierte en un ecosistema de altísimo valor ecológico”, describe la Junta de Andalucía –la gestora del parque nacional–. “La singularidad y relevancia no solo se debe a la cantidad de especies que alberga, sino también a las cifras de ejemplares registrados de muchas de ellas”, recuerda el Ejecutivo andaluz.

Garzas posadas sobre un pino. SEO

Pero las evaluaciones anuales del CSIC muestran que, en realidad, “se está rompiendo la imagen de la abundancia en el parque”, abunda el delegado de SEO. La cuestión es que las especies que han sido muy numerosas, las que componen esa imagen de grandes colonias y grandes bandadas de aves que han retratado a Doñana, también padecen.

Por ejemplo, la pagaza piconegra ha pasado de contar miles de parejas criando al iniciarse este siglo, a reproducirse solo en dos años durante los últimos nueve. También el charrancito común, que se ha desplomado desde más de un millar a solo 20 parejas en cría en 2022.

Y si se mira a variedades que cuajaban los humedales y los árboles como son las garzas y las espátulas, “están registrando bajas tasas de reproducción”. El informe de SEO ilustra: para la espátula, “seis de los siete peores datos de reproducción del siglo XXI en Doñana han tenido lugar desde el año 2012”. Su población que cría ha caído un 50 % desde 2000.

Y una vez que las parejas han criado, es decir, han conseguido sacar adelante una puesta y sus huevos han eclosionado, “¿cuántos pollos vuelan y prosperan?”, se pregunta Dávila. Porque de poco sirve contabilizar 2.000 parejas si luego salen adelante 50 pollos por el mal estado de la marisma.

Es lo que ha ocurrido con el aguilucho lagunero. La última vez que se vieron pollos volantones fue en 2016. De hecho, de los últimos cuatro años, solo se identificaron tres parejas en 2021. El año pasado, nada. En 2005 se habían registrado 36 parejas reproductoras.

Con los datos de la Estación Biológica de Doñana en la mano, las principales presiones que están detrás de esta situación son la degradación del hábitat “por los problemas de gestión del agua”, la predación que realizan los jabalíes y “la sobrecarga del ganado doméstico”, analiza este trabajo.

Para que todo este patrimonio con plumas tenga éxito a la hora de reproducirse necesita agua. Doñana y su marisma son, al fin y al cabo, un humedal catalogado de relevancia internacional por la Convención Ramsar. “Dependen de que la marisma alcance y mantenga niveles óptimos de inundación”.

Nosotros no somos alarmistas. Solo ponemos un altavoz a los datos científicos del CSIC y estamos camino del colapso

Carlos Dávila — Delegado de SEO-Birdlife en el Parque Nacional de Doñana

La caída de precipitaciones y la sobrexplotación de los acuíferos para alimentar la industria del regadío alrededor del parque nacional desencadena una reacción perniciosa. La marisma se encharca menos tiempo, lo que roba oportunidad a las parejas para completar sus ciclos. También reduce el alimento disponible –los ánsares del norte de Europa se van a comer a los arrozales en lugar de comer la planta de castañuela en los límites del parque–.

Además, con menos agua tienen menos sitios donde anidar, así que se concentran en los reductos húmedos. Una concentración de nidos que, al no estar blindados por la lámina de agua, son mucho más accesibles para los depredadores. Es decir, pueden llegar más fácilmente a los pollos y huevos para devorarlos.

“La población de jabalí que entra en la marisma se ha disparado y hace un destrozo increíble en las especies que anidan en el suelo”, remacha Carlos Dávila. Ejercen una presión “muy alta”, según el CSIC, sobre el avetoro, el fumarel común o la canastera y “crítica” sobre el zampullín cuellinegro, la garza común, la avoceta, el charrancito común y el chorlitejo patinegro.

Fumarel cariblanco. SEO.

En 2016, de 2.500 nidos de fumarel cariblanco contabilizados en las colonias de la marisma natural del Parque Nacional, 2.180 fueron depredados por jabalíes. “Cómo lo gestionen los responsables del parque es su responsabilidad, pero estos son los datos”.

Añadidas a estas amenazas, los seguimientos científicos apuntan a la caza excesiva de las especies alrededor del parque y “el furtivismo”, los destrozos sobre nidos del ganado que entra en la marisma e incluso, las molestias de la circulación de vehículos.

Dávila resume la situación: “Nosotros no somos alarmistas. Solo ponemos un altavoz a los datos científicos del CSIC y estamos camino del colapso”.

Los humedales ya son una rareza: “Son la señal de alarma de que no vamos a tener más agua”

4 febrero, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Carmen Bachiller

Foco

CRISIS CLIMÁTICA

Las Tablas de Daimiel se han visto degradadas en los últimos años
Las Tablas de Daimiel se han visto degradadas en los últimos años daimiel.es

29 de enero de 2023 19:29h 

Se estima que en Castilla-La Mancha hay entre 400 y 500 humedales, pero solo ocho forman parte de la Lista Ramsar en la que se integran las zonas húmedas más importantes del mundo, desde el punto de vista de su interés ecológico y de conservación de la biodiversidad.

La Laguna de Manjavacas, las Lagunas de Alcázar de San Juan (Yeguas y Camino de Villafranca), el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la Laguna de la Vega o del Pueblo, las Lagunas de Puebla de Beleña, las Lagunas de Ruidera, la Laguna del Prado y la Laguna de El Hito, forman parte del prestigioso grupo internacional.

Cada 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales y resulta que se han convertido casi en “una extrañeza”, teniendo en cuenta “un clima como el de la península ibérica”, con una evapotranspiración potencial que supera con mucho a la precipitación media anual. El profesor de Hidrogeología, Gestión del Agua y Evaluación del Impacto Ambiental en la Universidad de Alcalá (UAH), Antonio Sastre, sostiene que eso “es parte de su valor natural”.

“Desde el punto de vista ambiental son unos de los ecosistemas más productivos y de mayor valor, pero a veces la ciudadanía no lo percibe”, añade Silvia Martínez. Es doctora en Ciencias Ambientales, profesora del Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente y coordina el Grupo de Investigación en Agua, Clima y Medio Ambiente en esta universidad. Ella incide en la importancia de los servicios que prestan los humedales a los seres humanos que no siempre ha sido bien entendidos.

Por eso han sufrido un proceso de degradación que, en ocasiones, ha provocado su desaparición debido a la intensa actividad humana que los ha ido transformando e incluso ‘colonizando’. “Siempre se ha buscado conseguir territorios húmedos de forma natural para la agricultura y, en menor medida, para otros usos”, dice la investigadora.

Este año, el lema elegido por Naciones Unidas aboga por “revitalizar y restaurar los humedales degradados” porque lo cierto es que no atraviesan por su mejor momento.

Para el hidrogeólogo, en la supervivencia de los humedales “juega un papel fundamental la relación entre el agua superficial y el agua subterránea. Casi todos los humedales en la península ibérica deben su existencia a la descarga de agua subterránea que se produce fuera de los habituales periodos de lluvia”.

En relación con los humedales, hablar de agua subterránea implica hacerlo de flujo de agua ascendente. “No es fácil entender que el agua pueda ir cuesta arriba y ese es uno de los problemas”, lamenta Antonio Sastre. Lo ha sido incluso durante mucho tiempo entre los propios científicos. Muchos no terminaban de verlo. “No fue hasta finales del siglo XX cuando la comunidad científica aceptó lo que veníamos diciendo los hidrogeólogos y algunos ecólogos clarividentes. No aceptarlo antes ha ocasionado el desastre en Doñana o en Las Tablas de Daimiel”.

Laguna de Santa Olalla, en Doñana, seca en agosto de 2022 BANCO DE IMÁGENES DE LA EBD / CSIC

Sastre recuerda que los humedales “suelen encontrarse en superficies llanas de las que no estamos precisamente sobrados en la península ibérica”. Y eso, asegura, “siempre fue una tentación para la agricultura, especialmente para la de regadío, que dio pie a un intento de desecar sistemáticamente los humedales”. 

Una de las excusas, apunta el profesor, fue el paludismo. Durante siglos se ha considerado a los humedales como lugares insalubres y fuente de enfermedades. “Eso ha estado presente en España hasta hace nada. La idea era desecar para que desapareciera la humedad, erradicar al ‘mosquito’ y cultivar. Y lo malo es que esa dinámica continúa en la actualidad”. 

La responsabilidad de agricultores y administraciones públicas

En el siglo XXI los estragos del cambio climático avanzan. Lo hacen incluso más rápido de lo previsto por los expertos. “Cada vez llueve menos, pero la tendencia a cultivar todo lo cultivable sigue estando ahí, así que los humedales en general están mal, con excepciones donde se intenta revertir la situación”, sostiene Sastre. 

Asegura que parte de la responsabilidad del deterioro de estos espacios naturales “está en algunos sindicatos agrarios cuyo planteamiento no es el que debería. No hay protección del objeto de su actividad sindical y si la hay es del tipo pan para hoy y hambre para mañana”.

A eso se suma, apunta Silvia Martínez, que el sector agrario mira con preocupación a los humedales por su capacidad de atracción para las aves. “Son especialmente atractivos para la avifauna estacional o temporal. Y asociado a ella se produce una merma de las cosechas de las parcelas anejas, hasta el punto de que en ocasiones se han tomado medidas compensatorias por parte de la Administración”. Recientemente el Gobierno de Castilla-La Mancha anunciaba ayudas para los agricultores con cultivos en el entorno de las lagunas de Cuenca y Guadalajara donde las grullas pasan el invierno. 

Grullas en la Laguna de Gallocanta (Zaragoza) Enrique Pelayo-Gobierno de Aragón

En 2021 el Ejecutivo castellanomanchego inició las tareas de revisión de su Plan de Conservación de los Humedales. Está un tanto obsoleto porque tiene 20 años. En febrero de 2022 se anunció una inversión de 11 millones de euros para su restauración ecológica

No se fomenta la investigación que permita conocer mejor la relación entre las aguas superficiales y las subterráneas que son el leitmotiv de los humedales

Silvia Martínez — Coordinadora del Grupo de Investigación en Agua, Clima y Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá

“Estos planes se promulgan para proteger y mejorar el estado de los humedales, pero si quiere que le sea sincera, no creo que se haya avanzado demasiado. No hay cambios significativos”. El ejemplo más claro, dice Silvia Martínez, son Las Tablas de Daimiel. “No hay voluntad real porque continúa la explotación de los recursos hídricos de los acuíferos de la llanura manchega donde las descargas de las aguas subterráneas son fundamentales para mantener el humedal”. Es más, asegura la científica, “se siguen explotando las aguas subterráneas en el pre-parque como en el propio parque nacional, donde se extrae el agua del acuífero para mantener las propias láminas de agua”.

Silvia Martínez reconoce tener “una espinita clavada” porque “siempre se habla de la riqueza de fauna y flora asociada al humedal, pero no del agua en sí que es lo que importa. A veces los planes de gestión se hacen de espaldas al agua como tal y no se implementan políticas realistas para proteger las láminas de agua”. Es decir, “frecuentemente, no se fomenta la investigación que permita conocer mejor la relación entre las aguas superficiales y las subterráneas” que, recuerda, “es el leitmotiv de la existencia de los humedales”.

Los que mandan en general le tienen mucho miedo al sector agrario. Y las confederaciones hidrográficas acaban poniéndose de perfil

Antonio Sastre — Profesor de Hidrología, Gestión del Agua y Evaluación del Impacto Ambiental en la Universidad de Alcalá

“Es un drama”, añade Antonio Sastre, al recordar que las confederaciones hidrográficas son responsables del agua y los gobiernos autonómicos de la conservación de la naturaleza. “Es el nudo gordiano porque los que mandan, en general, le tienen mucho miedo al sector agrario. Y las confederaciones al final se acaban poniendo de perfil” y pone como ejemplos claros los de Doñana o Las Tablas de Daimiel.

Doñana este año se ha secado como no había ocurrido antes y en Daimiel el bombeo sistemático y sin control de agua ha llevado a una sobreexplotación que es difícil de revertir cuando detrás está la idea de legalizar pozos que son genuinamente ilegales”.

Silvia Martínez subraya que “han sido actuaciones ilegales, pero consentidas incluso cuando el acuífero de La Mancha Occidental ya había sido declarado sobreexplotado y con un Plan Especial del Alto Guadiana sufragado con fondos europeos”.

A eso se suma, incide Sastre, “la falta de visión en lo que tiene que ver con la reforestación. Nadie puede negar que es útil pero casi nunca se piensa en que esos árboles consumen agua y eso implica disminuir el flujo de base que mantiene los humedales. Ha habido un déficit de conocimiento y de actuación importante”.

“No vamos a tener más agua salvo que caiga un meteorito de hielo”

Los científicos son tajantes. El agua es un recurso cada vez más escaso y lo dice la propia situación de los humedales. “Siempre han actuado como una señal de alarma. No vamos a tener más salvo que nos caiga un gran meteorito de hielo”, ironiza Antonio Sastre. Hay que ahorrar. Por ejemplo, incrementando la reutilización de aguas residuales convenientemente tratadas. “Llama la atención que no se haya acometido antes, aunque es verdad que el Ayuntamiento de Madrid empezó a hacerlo a principios de los años 2000 para regar jardines como El Retiro”, comenta Antonio Sastre, quien sin embargo afea que “eso no se acompañase de un plan de seguimiento sobre lo que ocurre al regar con aguas regeneradas”.

También cita la modernización de los sistemas de riego, pero advierte: “Está muy bien hacerlo siempre que eso no se use para ampliar la superficie de regadío. Ahí es importante la intervención de los gobiernos regionales y de las confederaciones hidrográficas”.

Marea roja en el Mar Menor, el mayor humedal costero de Europa, una laguna salada degradada

“Ahí tenemos el caso del Mar Menor que no deja de ser un humedal, una laguna salada costera, la mayor de toda Europa y una joya que ha perdido el brillo”, apunta Silvia Martínez, “por la desaforada actividad agraria de regadío desarrollada en el Campo de Cartagena, un territorio que hasta no hace mucho era de secano”. Recuerda que “la cuenca alta del Tajo está a punto de pasar a considerarse zona semi-árida y, sin embargo, se continúa enviando agua para sostener estos regadíos ambientalmente insostenibles”.

El grupo Agua, Clima y Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá participa en el proyecto ‘Guardianes del Tajo’ para convertir uno de los tres embalses que abastecen la ciudad de Toledo en “santuario del agua” y generar interés ciudadano por el agua como patrimonio natural de todos.

Además, trabajan en un modelo de simulación hidrológica para cuantificar en qué medida se van a ver afectados los recursos hídricos de la cuenca del río Guajaraz a medio y largo plazo, debido al cambio climático.

Ruta el 4 de febrero en Toledo abierta a la ciudadanía

Por eso, para el día 4 de febrero está prevista una ruta abierta a la ciudadanía interesada para para realizar una gira de reconocimiento ambiental por la cuenca de este río, en la provincia de Toledo, en la que se han reconocido humedales interesantes a pesar del régimen de precipitaciones tan escaso imperante en la misma. “Es un humedal artificial pero también una masa de agua singular, con manifestaciones interesantes sobre cómo la naturaleza coloniza estos parajes”, apunta Sastre.

Embalse del Guajaraz, en la provincia de Toledo Foto: Carmen Bachiller

Después visitarán la localidad de Layos. “Hemos detectado en las aguas subterráneas de la zona una salinidad muy elevada para el tipo de roquedo allí existente, fenómeno que es objeto de debate científico”. Pasarán por otro humedal en el municipio de Pulgar, para terminar en Ventas con Peña Aguilera, reconociendo otro humedal “en un sustrato que no correspondería con un flujo de agua subterránea pero que ahí está y con una cohorte de vegetación muy interesante que hay que conocer para conservar”.

Ya por la tarde la visita llegará al complejo arqueológico de Melque, en San Martín de Montalbán donde, además de la interesante ermita prerrománica, se reconocerán los restos de cinco antiguas presas romanas. El número de plazas es limitado y las personas interesadas en participar pueden inscribirse a través de la web de la Universidad de Alcalá.

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Sobre este blog

Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

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Dough McCauley: “Lo que está ocurriendo en los océanos es una revolución industrial muy silenciosa”

2 febrero, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

  • La llamada ‘economía azul’ y las nuevas tecnologías están favoreciendo una explotación del entorno marino como nunca se había visto: acuicultura, minería, transporte, energía o ciudades levantadas sobre el océano. Una revolución que ya está teniendo un impacto en nuestra comida o en la biodiversidad.
  • — El Mediterráneo padece una ola de calor marino en pleno invierno
El biólogo marino Doug McCauley busca soluciones a algunos de los problemas que generará la nueva industria que se está desarrollando en el océano.
El biólogo marino Doug McCauley busca soluciones a algunos de los problemas que generará la nueva industria que se está desarrollando en el océano. Dexter Hake

Laura Rodríguez

29 de enero de 2023 22:04h
Actualizado el 30/01/2023 09:40h 

El biólogo marino Dough McCauley nació en la ciudad portuaria de Los Ángeles, en California, y conoce bien la importancia de la industria en los océanos. Muchas familias de su entorno vivían del transporte de mercancías en barco, de la pesca o de trabajos relacionados con el mar. Él mismo trabajó como marinero de cubierta en un barco de pesca deportiva mientras estudiaba. Precisamente por eso, ha podido ver el gran cambio que los océanos han experimentado. Desde 1980 el transporte por el mar ha aumentado un 1.600 %; en 2014 el número de peces para consumo humano de la acuicultura superó por primera vez al de la pesca y negocios como la minería en el fondo marino empiezan a convertirse en una realidad que hace poco nadie imaginaba.

Los pesqueros dejan perdido en el mar tanto sedal ‘asesino’ como para dar 400 vueltas al mundo

McCauley, que trabaja como investigador en la Universidad de Santa Bárbara en California y participa activamente en foros internacionales para la conservación de los océanos, busca soluciones prácticas a algunos de los problemas que esta nueva industria generará. En su opinión, el océano está experimentando una transformación similar a la que se produjo en tierra firme hace 200 años. La llamada economía azul y algunas nuevas tecnologías están favoreciendo una explotación del entorno marino como nunca se había visto.

¿Qué está pasando en los mares?

La mayoría de las personas lo desconoce, pero lo que está ocurriendo en los océanos es una revolución industrial muy silenciosa. A pesar de que ocurre a nuestro lado, en nuestro patio trasero, apenas tiene visibilidad. Si todas estas cosas ocurrieran en nuestras comunidades en tierra, lo podríamos ver y conocer, nos preocuparía, nos involucraríamos, pero como ocurre en los océanos no somos conscientes. Sin embargo, esta revolución industrial también impactará nuestro futuro, tendrá un efecto en nuestra comida, en la energía, en la biodiversidad y en las extinciones de las especies. Se trata de la mayor actividad que hemos hecho nunca en el espacio más grande del planeta.

¿Por qué dice que estamos asistiendo a una revolución industrial de los océanos?

A lo largo de la historia, el transporte en barco y la pesca fueron los pilares de la economía en los océanos. Estas actividades tienen miles de años en la industria humana. Pero eso está cambiando. La pesca y el transporte marítimo están aumentando y han surgido diversas actividades nuevas que están viendo un crecimiento importante. Un ejemplo es la acuicultura, que ha aumentado exponencialmente en las dos últimas décadas. También hay otras industrias, como la energía marina, las construcciones costeras, la desalinización o, más preocupante, la minería en los fondos marinos. Se parece mucho a la revolución industrial que hace 200 años se produjo en tierra. Hay una parte estimulante de creación de alimentos, de empleo, de energía limpia, de datos, pero también un gran reto para que la industrialización no dañe los océanos.

Esta revolución industrial tendrá un efecto en nuestra comida, en la energía, en la biodiversidad y en las extinciones de las especies. Se trata de la mayor actividad que hemos hecho nunca en el espacio más grande del planeta

¿Deberíamos evitar que se produzca?

Hay actividades de la industrialización de los océanos que sin duda debemos promover. La energía marina es una de ellas. No podemos esperar pasivamente a que crezca, tenemos que incentivarla con más inversiones gubernamentales que le permitan competir en igualdad de condiciones. En el contexto del cambio climático hay que buscar nuevas formas de energía baja en emisiones de carbono y aprovechar el inmenso poder del océano. Cada vez veremos más centrales de energía en el mar, que incluirá no solo la eólica y la mareomotriz, también otros tipos más experimentales como la energía térmica y la energía de las olas. Pero hay que reconocer que eso supondrá más actividad humana en el océano que producirá unos cambios. Tenemos que pensar qué debemos hacer para minimizar el impacto.

–¿Cree que, con un buen plan, podremos reducir los efectos negativos en todos los casos?

Una de las actividades más controvertidas y sobre la que no sabemos cómo minimizar su impacto es la minería en el fondo marino. Hace poco, más de 650 científicos marinos hemos firmado una carta en la que advertimos de que esta industria va a crear grandes amenazas para la salud del océano. Necesitamos frenar y ver si hay una manera sostenible de que esto se pueda llevar a cabo, aunque estamos preocupados porque nos parece que no la encontraremos. Quizá esta sea una actividad que debamos evitar.

El biólogo marino Doug McCauley.

¿Hay alguna otra actividad que hay que vigilar?

En el medio están otras actividades como la acuicultura, el equivalente de la agricultura terrestre. Se trata de uno de los factores que podrían ser más relevantes en los cambios en la biodiversidad. El motor más importante de nuestro impacto proviene de cómo usamos la tierra y de las prácticas de la agricultura. Ahora estamos empezando una nueva revolución produciendo comida de cultivo en el océano. Hace unos años, el número de peces producido para el consumo humano superó al de la pesca salvaje, lo que supone un hito importante, como el que ocurrió cuando dejamos de ser cazadores recolectores para convertirnos en agricultores. Sabemos que hay granjas sucias y otras que usan técnicas más limpias. Hemos destrozado ecosistemas enteros en países como Chile o Noruega y muchos lugares de Asia. En este caso, debemos ser más inteligentes y estrictos para asegurar que solo prosperen las técnicas más limpias.

¿Qué otras cosas conforman esta nueva revolución industrial?

Un gran crecimiento de diversos tipos de actividad que alterará las costas. La forma más extrema son los barrios de ciudades construidos en el mar en lugares como Oriente Próximo, pero las ciudades en el litoral y la población de estas zonas aumenta en todo el mundo.

Habrá también un gran aumento de las telecomunicaciones y hardware en los océanos, y la desalinización está creciendo a gran ritmo en algunos lugares para asegurar el acceso al agua. Por último, hay otros tipos de infraestructuras novedosas que se están considerando, como los centros de datos bajo el mar que aprovechen el potencial de enfriamiento de este entorno.

Usted parece aceptar la idea de que la mejor solución para corregir los problemas que una parte de la tecnología ha creado sea usar más tecnología. ¿No se trata de una paradoja?

El gran reto del futuro de esta nueva revolución industrial o su solución parcial está en la respuesta a esa cuestión. Para ser honesto, yo, como ecólogo marino y biólogo conservacionista quiero un océano menos frenético e industrial pero las amenazas ya están presentes. A menudo me quedo por la noche pensando sobre esta pregunta, sobre cómo podemos acomodar más actividad, más negocio y más industria en los océanos cuando lo hemos hecho tan mal hasta ahora. Desde luego, no va a ser fácil. Entonces me imagino que entro en una máquina del tiempo que me lleva al comienzo

Hábleme de su proyecto para proteger las ballenas. Parece un buen ejemplo de cómo la tecnología ha ayudado a reducir un problema de un océano cada vez más transitado.

Una de las principales causas de muertes de ballenas en peligro de extinción en muchos lugares del mundo son las colisiones con los barcos. Es un problema cada vez mayor con el tráfico creciente. Lo que nos planteamos es si hay una manera inteligente en la que pudiéramos usar la tecnología para minimizar el impacto de estos choques. La solución que diseñamos, llamada Whale Safe, se basa en un hardware que intenta detectar las ballenas que se encuentran en las vías marítimas.

Lo ideal sería que esos barcos redujeran su velocidad al entrar en ciertas regiones, pero como no lo hacen, porque para ellos el tiempo es dinero, tenemos este sistema de alerta de ballenas. El hardware comparte la información directamente con las compañías de transporte marítimo y estas pasan la información a los capitanes de los barcos para que frenen. En nuestro primer programa piloto de la Universidad de Santa Bárbara, que fue instalado hace dos años, hemos conseguido llegar a cero colisiones. No creo que hayamos solucionado el problema, pero está incentivando que se vea de otra manera. Se trata de un ejemplo que intenta combinar la aparición o crecimiento de nuevas industrias, ayudándolas a crecer minimizando su impacto en el océano.

Las tiendas de ropa o de aparatos electrónicos compran y venden gran cantidad de productos de otros países, deben saber que tienen su papel en este problema. Los supermercados no se plantean que tienen una función relevante en la salud de los océanos

¿Qué importancia ha tenido la colaboración con la industria?

Yo soy alguien que estudia ballenas, peces, corales y ese tipo de cosas, y nunca pensé que iba a pasar tanto tiempo hablando con compañías y directores ejecutivos. Ahora nos esforzamos mucho en esa labor. Nosotros somos buenos detectando ballenas; no tanto trabajando con los barcos de transporte o localizando cómo usar esos datos. Se trata de una pieza muy importante: la de hablar con la industria y conocer exactamente qué es lo que necesita –qué datos son más relevantes, en qué formato debemos presentarlos, con qué frecuencia, con cuánta antelación–. Parecen temas simples, pero es necesario tenerlos en cuenta. También nos preocupamos de hablar con los clientes del transporte marítimo, que son las grandes cadenas de tiendas con un negocio global. Los supermercados o las tiendas de ropa o aparatos electrónicos compran y venden gran cantidad de productos de otros países, así que deben saber que también tienen su papel en este problema. Muchos supermercados ni siquiera se plantean que tienen una función relevante en la salud de los océanos.

¿Entonces cree que vamos en la buena dirección?

Más bien creo que ahora hay oportunidades importantes en las que podemos tomar una dirección correcta. Uno de los grandes debates es, por supuesto, la acción contra el cambio climático. Podríamos acotar esta revolución industrial de forma inteligente y trabajar para que haya un compromiso industrial y, aún así, si no conseguimos controlar las grandes olas de calor, la acidificación de los océanos, o el colapso de las migraciones y las existencias de peces, veremos cómo muchas especies se extinguirán. Necesitamos hacer frente al cambio climático, un tema del que, dependiendo del día, me siento más o menos optimista.

Por otro lado, hay un par de debates internacionales que están teniendo lugar que creo que pueden tener una gran influencia en la salud de los océanos. Uno es sobre el tratado internacional sobre la biodiversidad en alta mar. Si se consiguiera crear un acuerdo fuerte, tendría una gran relevancia. Uno de los temas que se abordan es si se deberían crear parques marinos. En tierra no tenemos parques internacionales porque apenas hay espacios que no sean nacionales, pero esto es distinto en el océano. Sería una buena manera de proteger la biodiversidad de estas nuevas industrias. El otro tratado muy interesante es el acuerdo internacional para acabar con la contaminación por plástico. El plástico es otro de los grandes problemas en el mar. Si este acuerdo llegara a un convenio sólido y efectivo podría gestionar una de las mayores externalidades de la industrialización.

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Los ríos siguen siendo ríos cuando se secan

20 diciembre, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 1 diciembre 2022 19:17 CET

Autoría

  1. Joan Estrany. Profesor Titular de Universidad de Geografía Física. Coordinador del Mediterranean Ecogeomorphological and Hydrological Connectivity Research Team, Universitat de les Illes Balears
  2. Jaume Company Ferrer. Estudiante de doctorado. Departamento de Biología de la Universitat de les Illes Balears. Miembro del Mediterranean Ecogeomorphological Connectivity Research Team, Universitat de les Illes Balears
  3. Josep Fortesa. Contratado postdoctoral – Doctor en Geografía Física, Universitat de les Illes Balears
  4. Julián García Comendador. Profesor ayudante. Área de Geografía Física del departamento de Geografía de la UIB. Miembro del Mediterranean Ecogeomorphological and Hydrological Connectivity Research Team, Universitat de les Illes Balears
  5. Maurici Ruiz Pérez. Profesor titular de universidad, Universitat de les Illes Balears
  6. Miguel Molina Rotger. Estudiante de doctorado de ingeniería y técnico superior de INUNSAB. Miembro del Mediterranean Ecogeomorphological Connectivity Research Team, Universitat de les Illes Balears

Cláusula de Divulgación

Jaume Company Ferrer trabaja para la Universitat de les Illes Balears como investigador predoctoral y es miembro investigador del grupo MEDhyCON

Joan Estrany, Josep Fortesa, Julián García Comendador, Maurici Ruiz Pérez y Miguel Molina Rotger no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

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En general, la imagen que nos viene a la mente cuando hablamos de ríos es la de un curso fluvial perenne, es decir, con un caudal constante. Sin embargo, aquellos cursos que no cuentan con un flujo permanente prevalecen en todas las regiones climáticas. Son los ríos temporales.

Estos ríos se caracterizan por experimentar una fase seca recurrente –de duración y extensión variable– causada por aportaciones de lluvia irregulares, elevadas temperaturas y, principalmente en regiones calizas, un subsuelo que engulle casi toda el agua que fluye en superficie.

Abundantes e imprescindibles

A nivel global, estos cursos de agua representan el 69 % de los pequeños cauces de cabecera, alcanzando cifras de entre el 30-40 % de la totalidad de los ríos de mayor entidad en latitudes inferiores a los 60°.

La clave para definirlos es el régimen hidrológico. Este, además de caracterizar el volumen de agua que fluye en un río regularmente en el tiempo y el espacio, está muy relacionado con su calidad ambiental. Así lo explicita la Directiva Marco del Agua, donde se identifica el régimen hidrológico como un factor crucial en la gestión integrada de cuencas.

Los ríos temporales actúan como corredores esenciales de materia y energía. Son claves para el correcto funcionamiento de numerosos ecosistemas, tanto continentales como litorales. Incluso cuando el agua no fluye en superficie, se producen flujos subsuperficiales que conectan las partes altas de un río temporal con otras aguas abajo.

Los ríos temporales también son ríos

Este tipo de ríos es predominante en regiones de clima mediterráneo. Como consecuencia, culturalmente los ríos temporales cuentan con un notable arraigo social reflejado en su denominación populararroyoscañadas o ramblas en las regiones de habla castellana de España, y ramblestorrentsrieres o rierols en las de habla catalana; torrente en Portugal y Galicia; cours d’eau intermittent o ravines en Francia; torrentirii o fiumare en Italia; xiropotamosxeropotamos o xeros potamos en Grecia y Chipre; wadis o oued en el mundo árabe.

Estos términos específicos generan, en ocasiones, una confusión entre la población que les priva de su condición de ríos. Quedan relegados a una unidad de menor relevancia, un espacio marginal en el imaginario colectivo.

No obstante, este olvido es un fenómeno relativamente reciente derivado del cambio socioeconómico ocurrido en la Europa mediterránea, que ha provocado la progresiva pérdida de algunas referencias geográficas atesoradas por nuestros antepasados durante generaciones.

Los ríos temporales tenían un lugar destacado entre estas referencias. El agua suponía un bien escaso de difícil acceso y gestión y, a la vez, un riesgo con el que convivir.

Desgraciadamente, se ha pasado del respeto al desprecio, o peor, a la ignorancia absoluta. A obstruir su paso con construcciones, a contaminarlos, a estrecharlos, a reducirlos a una sombra de lo que son. Un desprecio que provoca la degradación ambiental de elementos clave para el paisaje e incrementa nuestra vulnerabilidad frente a episodios de inundación y otros riesgos naturales.

Acciones que destruyen los ríos y el paisaje

Es importante desarrollar políticas integrales de protección de ríos temporales y establecer soluciones científicas en la toma de decisiones fundamentadas en la naturaleza.

Por ejemplo, la práctica habitual de desbrozo indiscriminado de la vegetación de ribera comporta procesos irreversibles de degradación ambiental. Además, elimina los servicios ecosistémicos que esta vegetación proporciona, como mitigar inundaciones, actuar de reservorios de carbono y regular el clima local.

Estos efectos se pueden observar en multitud de paisajes rurales mediterráneos. La mal llamada limpieza de arroyos está dilapidando un paisaje cultural en el que tradicionalmente la hidrología había sido tratada con delicadeza extrema.

Las prácticas tradicionales de conservación del suelo han permitido retenerlo mediante muros de piedra en seco ubicadas en los márgenes de estos ríos, actualmente muy dañados por estas actuaciones.

En multitud de lugares, la urbanización también ha causado una marcada alteración hidrológica de los ríos temporales, modificando la microtopografía de las geoformas fluviales y generando impactos irreversibles en los ecosistemas e incrementando los riesgos de inundación.

Más ríos temporales debido al cambio climático

En el grupo MEDhyCON de la Universitat de les Illes Balears llevamos años estudiando las dinámicas hidrológicas en cuencas mediterráneas y los efectos que el cambio climático y de los usos del suelo provoca en ríos temporales.

La previsión de reducción notable de precipitación a lo largo del s. XXI –según el escenario de mayor emisión de CO₂– producirá efectos notables en la escorrentía, ampliando la fase seca y tornando temporales muchos ríos actualmente perennes.

Ante la emergencia climática actual y los futuros escenarios climáticos y de modificación de uso del suelo, es fundamental aplicar soluciones basadas en la naturaleza utilizando un enfoque combinado de gestión del territorio, monitorización ambiental y sistemas de alerta temprana de riesgos naturales para generar una cultura social en pro de la resiliencia y restauración de los ríos temporales.

Con la adopción de buenas prácticas de gestión territorial y ambiental en ríos temporales, es posible reducir sustancialmente los efectos adversos causados por el calentamiento global y cambios en los usos del suelo. Es urgente gestionar de manera sostenible de estos ríos, pues forman parte intrínseca de un paisaje mediterráneo altamente sensible a los cambios de la dinámica climática global.

Antes de que se vaya…

Los artículos de The Conversation pretenden saciar nuestra curiosidad y contextualizar lo que nos sucede a diario. Pero también pedimos a los científicos que conversen con los lectores sobre lo que está por venir, analizando asuntos realmente importantes como el cambio climático, la calidad de la democracia, la igualdad o la gestión del agua. Porque comunicarlo ayuda a construir un mundo mejor.

Done aquí

Elena Sanz

Redactora jefa / Editora de Salud y Medicina

«Amazon es uno de los instrumentos de destrucción de una forma de vida más sencilla y más lenta»

19 diciembre, 2023

Fuente: http://www.infolibre.es

El medioambientalista Joaquín Araujo, con uno de sus perros.
El medioambientalista Joaquín Araújo, con uno de sus perros. Cedida por el autor

Javier Guzmán

6 de enero de 2023 19:39h

Actualizado el 07/01/2023 06:00h

@javierguro

Joaquín Araújo (Madrid, 1947) no compró regalos estas navidades. No es que se le hubiera echado el tiempo encima; precisamente es lo contrario, reconoce que uno de sus privilegios es que vive sin prisa. El divulgador medioambientalista renunció hace décadas a caer en las redes del consumismo navideño: “Hay que consumir vida y no mercancías”, defiende. Pese a que nació en el madrileño barrio de Chamberí, desde hace casi cincuenta años se considera extremeño. Siendo un veinteañero, el hallazgo de la comarca de las Villuercas, en Cáceres, le produjo un flechazo del que no se ha recuperado. Ahí vive, alejado 15 kilómetros de su vecino más cercano, rodeado de caballos, cabras, gansos, gallinas y perros, produciendo su propia energía, cultivando lo que come, plantando árboles –a un ritmo de 500 al año– y escribiendo libros. 

Araujo se considera inmensamente afortunado, hasta un nivel que llega hasta a disculparse. En su currículum de 47 páginas figuran más libros, artículos, enciclopedias, documentales, exposiciones y conferencias de los que podría pensarse que caben en una vida. Atiende a las preguntas de infoLibre entre los alcornocales y encinas que habitan esta prolongación occidental de los Montes de Toledo. El escritor está en mangas de camisa, aunque estemos a finales de diciembre, un atuendo que considera propiciado por la crisis climática. Antes de la entrevista, adelanta la noticia más importante con la que el lector urbano va a toparse hoy: en plena Navidad, los enebros están floreciendo, algo impensable hace no mucho tiempo. 

Me dice usted que no ha comprado los regalos de Navidad.

No los he comprado, en absoluto. Soy activista y militante desde hace 54 años, soy ya uno de los ancianos de la tribu [ríe]. Siempre he combatido el consumismo. Para mí es absolutamente excepcional. Desde un punto de vista, yo creo que psicológico, le tengo una aversión absoluta al tema. No, no he comprado ningún regalo de Navidad. 

¿Qué significa para usted la Navidad? 

La celebración de la Navidad en esta familia mía consiste en vivir un poco más intensamente este paisaje, este bosque, esta vida cerca de la vida. Yo tengo un hijo y un nieto. Vivo en un sitio aislado, maravilloso, y tenemos la mejor dieta visual del país. Ese es el gran regalo de la Navidad. El gran regalo es darle sentido a la palabra “Navidad”, que deriva de la palabra nacimiento. Para nosotros, todos los días del año son Navidad porque estamos viendo nacer algo. No hay ni un solo día del calendario en que no puedas presenciar el brotar de algo en la naturaleza. Todos los días son de consumir vida y no mercancías. 

Hay bastantes estudios que avalan que las obligaciones sociales, las compras navideñas, las cenas de empresa y las aglomeraciones provocan estrés y ansiedad en una parte importante de la población.  

Lo hacemos porque somos animales con una característica única: somos sociales, y somos rituales. Estamos sujetos a ese acontecer, que tiene también mil cosas positivas. Aunque yo viva la mayor parte de mi tiempo en la naturaleza, en absoluto soy un misántropo. Celebrar de manera ritual algunos momentos del año está muy bien, forma parte de las normas de convivencia. Lo que no tiene especial sentido es que la máxima expresión de la Navidad tenga que ser a través del consumo o de la acumulación de mercancías. Eso ya es un tropiezo. Celebrar la Navidad está muy bien, pero no celebrarla a base de vaciar las estanterías de los comercios. 

Vivimos el gran disparate de que todo está justificado si se incrementa la comodidad

Si usted quisiera, Amazon seguro que no tendría ningún problema en llevarle los regalos a la comarca de las Villuercas.

Me parece especialmente inquietante. Nunca he hecho una compra de forma virtual. Soy muy amigo de todo lo que conlleva el kilómetro cero. Hay que consumir cosas cercanas, cosas producidas por vecinos. Hay que fomentar el pequeño comercio y la cercanía. Amazon está siendo uno de los instrumentos de destrucción de convivencia, es la destrucción de una forma de vida más sencilla, más armónica, más lenta. Es el consumismo en su última versión: poner las cosas de manera extraordinariamente fáciles. Vivimos el gran disparate de que todo está justificado si se incrementa la comodidad. La comodidad es la enemiga número uno de este planeta. Eso de que te lo lleven a casa, que ni siquiera te quieras dar un paseo hasta el comercio de la esquina, es francamente una tragedia. 

Pese a la gran inflación que aprieta a los hogares, un estudio de Funcas pronostica que las familias gastarán lo mismo que la Navidad pasada, ¿qué opina?

El sistema ha convencido a las personas de que todo tiene sentido si puedes consumir. Es más, se basa en eso. La publicidad siempre apela a eso: “Usted solo será feliz si consume”. La acumulación, como objetivo vital. El sentido de la vida de estar rodeado de cosas muertas. Para mí el sentido de la vida es estar rodeado de cosas vivas, lentas, bellas, y casi todas gratuitas. El consumismo es el principal elemento de demolición del mundo, desde la catástrofe climática hasta la desaparición de especies. Esto lo digo sin eludir que todo eso genera posibilidades de supervivencia económica en muchísimas personas. Pero se ha demostrado que se puede vivir especialmente bien con mucho menos, por eso creo que se puede hacer una crítica radical, como la que yo hago. Porque el consumismo no está consumiendo otra cosa más que a los propios consumidores. Como decía María Zambrano: “Todo extremismo destruye lo que afirma”. 

No entiendo vivir sin cultivar mis alimentos, me parece lo más digno que puede hacer un ser humano

¿Cómo se gestiona usted para vivir en el campo de manera autosuficiente?

La autosuficiencia es un anatema para muchos economistas, pero yo creo que es una obligación moral. Yo lo hago por ideología, así de claro lo digo. No entiendo vivir sin cultivar mis alimentos. Me parece lo más digno que puede hacer un ser humano, cultivar la tierra. Ver crecer a lo que te permite crecer es una absoluta delicia. Yo disfruto la huerta como un poseso. Le dedico más tiempo a la huerta que a cualquier otra cosa que haga en la vida, que escribir libros, participar en programas de radios o hacer conferencias. Energéticamente, tengo paneles fotovoltaicos desde hace 25 años. Es un placer doble: ayudas a la atmósfera y no les estás pagando a una empresa eléctrica nada [ríe]. No pagar facturas de la luz es algo que raya la felicidad.

Pero algo echará de menos de la ciudad. Ir al teatro, una exposición, un restaurante que le guste…

No lo echo de menos en absoluto. Me considero una de las personas más afortunadas del mundo. El 70 % de los días del año los paso en el bosque, con la huerta y los animales. El 30 % restante, son viajes para dar conferencias. Procuro que literalmente sean ida y vuelta en el mismo día, en tren. Por supuesto, soy absolutamente partidario del cine, del teatro, de la danza, de los conciertos… Amo la cultura. Cuando voy a Madrid, no muchas veces, voy al cine, al teatro… A conciertos también, aunque con menos frecuencia. Soy un campesino emboscado que hace muchas cosas de ciudadano normal. 

Mi primer vecino está a 15 kilómetros. Si me rompo un pie o una mano, no llegaría ni el helicóptero

¿No cree que vivir en el campo puede considerarse un privilegio? La mayoría de personas dependen de un trabajo presencial que las ata a las ciudades.

Sin duda. Siempre pido perdón, en algún momento de estas disquisiciones. Me hicieron entrevistas durante la pandemia y en todas pedía perdón, porque para mí ha sido de los mejores momentos de mi vida. No lo pude pasar mejor. Pido perdón, porque la gente lo estaba pasando muy mal. Por aquí viene mucha gente, que hago talleres, y algunos me dicen: “No me cabe en la cabeza que puedas vivir así de manera continua”. Hay personas que me dicen que pasarían miedo, porque yo paso muchísimo tiempo completamente solo. Mi primer vecino está a 15 kilómetros. Si me rompo un pie o una mano, no llegaría ni el helicóptero. Yo he elegido eso. Porque me apasiona. Y considero que eso que dices: tener mucha suerte. Soy un afortunado. Vivo lo que la mayoría de la gente no ha podido vivir. 

La economía del siglo XXI es la economía de la aglomeración en las ciudades, por el ahorro de costes que supone para las empresas estar juntas, por el ahorro de transporte, la concentración de perfiles cualificados, etc. Esto supone el vaciamiento del resto de lugares. ¿Qué opina?

Es una de las perversas secuelas. El modelo quiere acumulación, el amontonamiento de todo, de personas, de mercancías, de energía, de alimentos… Es un modelo manifiestamente insostenible. Las ciudades son gigantescos parásitos, lo quieren todo y no producen nada. Producen mercancías, cosas muertas. Pero para eso necesita absorber todos los recursos del mundo natural. Las personas en las ciudades se incrementan a un ritmo de 400.000 personas al día. Más de la mitad, por nacimientos; la restante son personas que dejan el mundo rural por el ciudadano, sobre todo en África y Asia. ¿Se puede mantener en el tiempo? Quizás podemos mantenerlo un siglo más, pero acabará reventando… Sobre el vaciamiento, yo creo que la cultura rural ha sido destruida. El mundo rural ya es consumista.

Yo no prohibiría la caza, aunque me disgusta, e incluso me asquea moralmente esa gran alegría tras haber matado

Usted que vive con perros, ¿qué opina de las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos sobre los perros de caza en la ley de bienestar animal?

El tema de la caza lo controlo mucho. Esta comarca es inmensa, tiene 220.000 hectáreas, y las únicas en las que no se caza son las de mi finca, que está considerada reserva biológica. Estoy rodeado por la caza y he debatido mucho con cazadores. Resumiendo: los perros de caza sí tienen que estar sometidos a la ley de bienestar animal, absoluta y totalmente. Yo no prohibiría la caza, ¿eh? Me disgusta, e incluso me asquea moralmente esa gran alegría tras haber matado. Y es absolutamente fascinante las relaciones que se tienen con los perros, lo que llegan a sentir por ti. El perro de caza debería ser un auténtico mimado y a veces viven en condiciones penosísimas, en recintos muy pequeños. O lo que pasa cuando un perro deja de tener la vivacidad que se le presupone para auxiliar en la caza, se le mata. Eso tiene que desaparecer. Por ser compasivos con los animales. Por ser sensibles a la condición animal. 

Me dice que le disgusta, pero no prohibiría la caza.

No la prohibiría. Creo que hay un margen espectacularmente grande de hacerlo mejor. La caza también es consumista: se valora por la cantidad, el tamaño de la cuerna, el número de piezas abatidas… El cazador también tiene esa perversa parte de la condición humana. Tras matar 100 perdices, llega la 101… ¿y también tiene que matarla? Es pura codicia. Es por tener más, más y más. Varias de las especies más emblemáticas para los cazadores y las que más movimiento económico producen están en crisis. La perdiz roja, la liebre, el conejo, la tórtola, la codorniz… Hay un desplome demográfico absoluto. Yo creo que todo eso se puede arreglar. Se puede trabajar para que haya muchos más animales cinegéticos y para que la caza no sea un acto económico. 

Usted, que lleva una vida tranquila, alejado del ruido, ¿sigue las trifulcas políticas? Por ejemplo, la que hay ahora en torno al bloqueo del Poder Judicial o la reforma del delito de malversación.  

Procuro seguirlo lo menos posible, pero estoy conectado al mundo. Considero que tenemos otro problema muy serio: estamos en un proceso que, si no es involutivo, le falta poco. Me preocupa lo que está pasando con el Constitucional y con los partidos que dicen que defienden la Constitución, pero luego se ve que no lo hacen. Me considero un humanista de izquierdas, soy ecologista y esencialmente demócrata. 

¿Por qué cree que hay tanta crispación en el Congreso?

Por el poder. El poder es lo más terrible que ha inventado el ser humano. Dicen que es necesario. Yo le tengo mucho miedo a mi propio poder, y eso que tengo poquísimo. Tengo poder sobre algunas hectáreas de tierra y sobre algunos animales. No tengo sobre mi esposa, que somos feministas desde que nos conocemos [ríe]. Creo que nadie debería asumir ningún cargo de poder sin esta premisa. Es decir, que si voy a ser ministro, voy a estar absolutamente acojonado del poder que voy a tener. Creo que es un buen contrapeso.  

La ministra Ribera es la mejor que ha pasado por el ámbito del medio ambiente con diferencia (…) y sin embargo, está aprobando disparates ambientales

Me llama la atención que dedique las últimas páginas de su currículum a una lista de sus renuncias. Por ejemplo, rechazó ser candidato político por Los Verdes o a ser asesor del Ministerio de Medio Ambiente. Esto le hubiera procurado poder, ¿no cree que podría haberlo usado para cambiar algunas cosas?  

Si, pero también para presenciar con complicidad la no reparación de los problemas. Esto es muy complejo. La elección nunca es fácil. Evidentemente, muchas personas tienen el poder para hacer las cosas bien, y por supuesto, lo respeto. Mira, lo que está pasando con las energías renovables. La ministra Ribera es la mejor que ha pasado por el ámbito del medio ambiente con diferencia. Es una persona culta, concienciada, bien informada, con destrezas administrativas… Pues está aprobando disparates ambientales. Como los campos eólicos y de energía fotovoltaica en lugares que tendrían que estar manifiestamente prohibidos. Mira lo de la valla de Melilla. Estoy seguro de que el señor ministro de Interior está absolutamente convencido de que no hay que tratar como se ha tratado a los inmigrantes. Pero se lo ha tragado. Lo inverosímil es el no dimitir. La mayoría de la clase política se traga los sapos todos los días, algunos preferimos desayunar una rebanadita de pan con aceite y ajo.          

A primera hora de la mañana, cuando Twitter es un caos de noticias de última hora y polémicas, usted se dedica a publicar vídeos del campo. Un petirrojo cantando en una rama, unas mariquitas refugiadas en un pimiento… ¿cómo sobrevive en las redes?

Porque nunca he contestado. También he tenido suerte en eso, me han atacado relativamente poco. Los medios de comunicación no dan noticias sobre la naturaleza y a mí me parece especialmente noticiable. Durante una temporada, en Radio Nacional he conseguido hacer lo que hago en Twitter: dar noticias de lo que está pasando en la naturaleza. Ahora mismo estoy rodeado de unas paredes cubiertas de hiedra, y están en flor. Estamos en días navideños y ya están siendo visitadas por las abejas. Y los enebros están floreciendo. La vida también produce acontecimientos reseñables.

Creo que cada vez es más común salir crispado de las redes sociales, ¿no le sale a usted el ánimo de cantarle las cuarenta a alguien?

Sí, lo que pasa es que yo no quiero perder el tiempo en eso. ¿Para qué gastar energía en montar disputas, que en fondo alimenta esa faceta inadmisible del ser humano? La competitividad, la agresividad… Cualquiera de las variantes de la violencia. Los medios virtuales siguen siendo una multiplicación de la agresividad del ser humano. Eso no hay que fomentarlo. 

 ¿Qué propósito tiene para 2023?

Casi cualquiera de los últimos años: vivir al máximo posible, emboscado como campesino y caminante contemplador [ríe]. Probablemente, me publicarán un par de libros, que están encargados seguramente. seguiré haciendo un poco de radio, aunque cada vez menos… ¡Debería de llevar 10 años jubilado! Voy a plantar unos 500 árboles, como todos los años. Espero que la cosecha sea mucho mejor que la de este último año, que ha sido la peor de la serie histórica. La ola de calor fue devastadora. Iré a unas cuantas manifestaciones. Uno de los motivos por los que voy a las capitales es para manifestarme [ríe]. Y poco más. Escribir, cultivar, y plantar árboles. 

Dígame un titular que le gustaría leer este año que empieza.

Me parecería maravilloso uno que dijera: “Este año hemos recuperado las cuatro estaciones”. Hemos tenido invierno, primavera, verano y otoño. Que por algún motivo, se estuviera amortiguando la catástrofe climática. El tuit que he puesto hoy es: “Os deseo que paséis un largo invierno” [ríe]. Podría parecer contradictorio, pero no. Hoy día, tener un largo invierno sería una auténtica bendición. Hay muchos años que, a mediados de febrero, ya estás en primavera. Ahora mismo hace una temperatura especialmente alta. Es un horror. Estoy en mangas de camisa. En los últimos 47 años es muy raro estar a finales de diciembre en mangas de camisa. Estoy en la montaña. 

Y mirando un poco más allá, ¿es usted optimista?

No, en absoluto. Pero mi pesimismo es absolutamente constructivo. No se puede ser optimista si estás bien informado. Yo tengo muchas más fuentes de información, además de las convencionales: los elementos de la naturaleza. Un poema que escribí se llama: “Mis fuentes son las fuentes”. Me informa el manantial de lo que pasa. Pero creo que tenemos margen de actuación. Creo que podría darse todo lo contrario a la involución a lo que nos amenaza en política. Creo que podría darse una situación de masa crítica que provoque una revolución, absolutamente pacífica –en esto soy intransigente: todos los cambios deben ser pacíficos y pacifistas–. Que una masa crítica suficiente diga que no podemos ser derrochadores, consumistas y codiciosos, y que tenemos que evitar el colapso. Precisamente, es lo que hacemos los ambientalistas. Procurar que no se produzca un colapso.  

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