Fuente: http://www.rafaelnarbona.es
Un tipo duro no es un matón. Un tipo duro es suave como el peligro. Un tipo duro no es el sargento de artillería Hartman de La Chaqueta Metálica (1987) y, menos aún, el oficial jefe de instrucción de la deplorable Oficial y caballero (1982). Hay décadas que se recordarán por sus peores películas. Titanic (1997) seguirá flotando (es un decir) sobre la memoria colectiva. El agudo y barroco Ángel Fernández Santos afirmó que se trataba de una obra maestra, pero el espectador inteligente sólo aprecia una exaltación de las pasiones cursis y un final largamente esperado que nos regala un malicioso placer: la desaparición del inaguantable Leonardo DiCaprio en las aguas heladas del Atlántico.
Es lamentable contemplar a la fabulosa Kate Winslet, embarcada en una película que ya naufraga en los primeros minutos, con sus personajes bobos, planos e inverosímiles y su estética de videoclip. Desde luego, no hay ningún tipo duro en esa horrible producción. ¿Se recordará la década de los noventa por Una proposición indecente (1993)? ¿Se asociará la saga de Rambo a los ochenta? Me temo que sí. Es una pena, pero la verdad siempre es dolorosa. Oficial y caballero y Rambo ofenden a nuestra memoria, pero nos sirven de ejemplo para adentrarnos en la tipología de un tipo duro.
Un tipo duro no es un macarra que sabe artes marciales. Un tipo duro es un sentimental, un valiente que cabalga hasta el infierno para compartir la suerte de sus amigos caídos. Ernest Borgnine es un tipo duro, con ese punto de locura que permite anteponer el afecto a la racionalidad o la integridad moral. La integridad moral no consiste en atenerse a la ley, sino en violarla cuando lo exigen los sentimientos. Jorge Luis Borges lo entendió perfectamente. Comentando Al rojo vivo (1949) de Raoul Walsh, anotó que el policía infiltrado en una banda de atracadores de banco, con la intención de entregarlos a la justicia, sólo es un “incomprensible canalla”. Al menos, para los argentinos, que viven la amistad como una pasión.
Benito Bodoque es un tipo duro. Naranjito es un tipo duro. Buster Keaton es un tipo duro. Son perdedores natos, pero su espíritu se mantiene inalterable. Se rehacen cada vez que los golpea la adversidad, sin cambiar de forma de ser. Un tipo duro se caga de miedo en el dentista, pero sonríe a la muerte. Un tipo duro mira las escaleras y el ascensor y siempre escoge el ascensor. Un tipo duro escucha las penas de una jovencita, preguntándose por qué le hacen confesiones y no proposiciones. Un tipo duro ama a los perros, pero cuando le embiste un pit-bull se tapa los ojos, pensando que con ese gesto se hace invisible. Si los niños actúan así, será por algo. Si cuando se acerca una escena terrorífica en el cine te cubres la cara, sin poder resistir la tentación de entreabrir los dedos para contemplar lo que tanto te intimida, ¿por qué no hacer lo mismo en la realidad? Un tipo duro aprieta los dientes y espera una terrible dentellada, pero el pit-bull sólo le olisquea y levanta la pata, confundiéndole con un árbol. Un tipo duro nunca se enfada con un camarero que le trae el plato equivocado y, menos aún, con un repartidor de pizza, pues entiende que sus trabajos son muy duros y no quiere joderles más de lo que ya están. Aunque odie lo que le han servido o traído, se lo come sin protestar y deja una propina principesca. Kafka y Proust eran tipos duros, pues hicieron su obra contra viento y marea. Mientras agonizaba, Proust se levantaba de la cama para corregir y terminar las últimas entregas de En busca del tiempo perdido.
Un tipo duro no se queja de que el aire acondicionado del autobús no funcione, pues recuerda que sus abuelos viajaban en camionetas destartaladas, a veces sin techo, soportando un sol de muerte. Un tipo duro nunca se presentaría a unas oposiciones, pues trabajar para la Administración implica pisar el primer escalón de la infamia: poner multas de estacionamiento, participar en un desahucio, suspender a un alumno, no aceptar una solicitud porque se ha extinguido el plazo. Un tipo duro no lee libros de autoayuda y se ríe de la psicoterapia. Se mofa de los psicoanalistas, plúmbeos y disparatados, y de la terapia cognitiva-conductal, que pretende reeducar al paciente con los métodos de Paulov y Skinner, aplicados con éxito a perros, palomas y ratas. Las ratas y los perros son más inteligentes que los humanos, pero en esos horribles experimentos fingen para no defraudar a los imbéciles que inventaron las pruebas de laboratorio con animales. Un tipo duro no intenta cargar una bombona de butano, pues aprecia su espalda y no quiere convertirse en el campanero de Notre-Dame.
Un tipo duro ama las películas de Disney, pues rozan lo sublime cuando consiguen traumatizar a los niños con la muerte de Mufasa o de la madre de Bambi. Un tipo duro ama la cerveza Guinness y los puros de importación. Los cigarrillos son para los blandos y pusilánimes. La cerveza Guinness es uno de los mayores logros de la humanidad. Un tipo duro se ríe de Chuck Norris y Stallone, pero ama a Clint Eastwood cuando rescata a una chica asiática de un grupo de pandilleros negros. Antes de encañonarles, les pregunta: “¿Nunca habéis puteado al tipo equivocado? Pues ese tipo soy yo”.
Un tipo duro detesta al John Wayne de Centauros del desierto, racista y vengativo, pero le admira en El hombre que mató a Liberty Valance, cuando renuncia al amor de su prometida porque descubre que ama a otro hombre. No se conforma con eso. Salva la vida de su rival (un idiota del Este, que no sabe manejar una pistola), abatiendo al forajido que está a punto de meterle una bala entre los ojos. Sacrifica su felicidad para hacer feliz a la mujer que ama. Eso sí que es ser duro, duro como el granito. La imagen de perdedor de John Wayne, con la quijada y las mejillas sin rasurar, lleno de polvo y con la amargura en los ojos, revela su grandeza. Ya lo hemos dicho, pero insistimos: el hombre sólo es grande cuando fracasa. Un tipo duro simpatiza con los apaches, pues sabe que los malos son los casacas azules y los mexicanos.
Un tipo duro no se duerme en la ópera, pero no puede escuchar la canción del verano sin experimentar el deseo de cometer una masacre. Un tipo duro ama los duelos y lamenta su prohibición, pues las peleas a puñetazos no resuelven nada. Las disputas sólo finalizan cuando el florete o la pistola expresan la fuerza de sus argumentos. Un tipo duro odia los coches. Sólo se desplaza en moto. Adora el sonido de la Harley-Davidson, que obliga a tomar un Ibuprofeno en cada gasolinera. La contaminación acústica es una forma de recordar al mundo que el espíritu de Easy Rider sigue vivo. Los tipos duros hacen al menos cien mil kilómetros al año, soportando toda clase de inclemencias climatológicas. Los tipos duros no van al gimnasio. El culturismo les parece tan ridículo como el método Pilates. Se miran el espejo y sonríen al contemplar su vientre abultado por la cerveza. Los tipos duros previenen el cáncer de próstata, eyaculando al menos cinco veces a la semana. Es un descubrimiento de los científicos australianos, que han estudiado a fondo el problema. Tal vez sea más eficaz eyacular cinco veces al día, pero no está demostrado.
Los tipos duros no usan palillos de dientes, pues es una ordinariez. Es un privilegio reservado a Joe Pesci y Ernest Borgnine. Los tipos duros no hacen flexiones, pues detestan el exhibicionismo. Los tipos duros no leen a Paulo Coelho ni a Isabel Allende. Los tipos duros aman el boxeo, beben ginebra, escuchan a Deep Purple y Metálica, se emocionan con el grafiti radical, que no pretende ser arte, sino vandalismo. Los tipos duros consideran que Educación siberiana, de Nikolái Lilin debería ser lectura obligatoria en todas las escuelas. Los tipos duros han leído emocionados las memorias de El Vaquilla (Hasta la libertad), opinan que Deprisa, deprisa (1981) de Carlos Saura es una obra de innovación pedagógica y aman a Berta Socuéllamos, única superviviente del grupo de quinquis que se convirtieron en actores para reflejar su estilo de vida. Los tipos duros cambian de rostro: Clark Gable, Humphrey Bogart, James Cagney, Robert Mitchum, Marlon Brando, Lee Marvin. Los tipos duros ya no existen. Descasen en paz.
RAFAEL NARBONA