Archive for diciembre 2016

Suave como el peligro

31 diciembre, 2016

Fuente: http://www.rafaelnarbona.es

Un tipo duro no es un matón. Un tipo duro es suave como el peligro. Un tipo duro no es el sargento de artillería Hartman de La Chaqueta Metálica (1987) y, menos aún, el oficial jefe de instrucción de la deplorable Oficial y caballero (1982). Hay décadas que se recordarán por sus peores películas. Titanic (1997) seguirá flotando (es un decir) sobre la memoria colectiva. El agudo y barroco Ángel Fernández Santos afirmó que se trataba de una obra maestra, pero el espectador inteligente sólo aprecia una exaltación de las pasiones cursis y un final largamente esperado que nos regala un malicioso placer: la desaparición del inaguantable Leonardo DiCaprio en las aguas heladas del Atlántico.

Es lamentable contemplar a la fabulosa Kate Winslet, embarcada en una película que ya naufraga en los primeros minutos, con sus personajes bobos, planos e inverosímiles y su estética de videoclip. Desde luego, no hay ningún tipo duro en esa horrible producción. ¿Se recordará la década de los noventa por Una proposición indecente (1993)? ¿Se asociará la saga de Rambo a los ochenta? Me temo que sí. Es una pena, pero la verdad siempre es dolorosa. Oficial y caballero y Rambo ofenden a nuestra memoria, pero nos sirven de ejemplo para adentrarnos en la tipología de un tipo duro.

Un tipo duro no es un macarra que sabe artes marciales. Un tipo duro es un sentimental, un valiente que cabalga hasta el infierno para compartir la suerte de sus amigos caídos. Ernest Borgnine es un tipo duro, con ese punto de locura que permite anteponer el afecto a la racionalidad o la integridad moral. La integridad moral no consiste en atenerse a la ley, sino en violarla cuando lo exigen los sentimientos. Jorge Luis Borges lo entendió perfectamente. Comentando Al rojo vivo (1949) de Raoul Walsh, anotó que el policía infiltrado en una banda de atracadores de banco, con la intención de entregarlos a la justicia, sólo es un “incomprensible canalla”. Al menos, para los argentinos, que viven la amistad como una pasión.

Benito Bodoque es un tipo duro. Naranjito es un tipo duro. Buster Keaton es un tipo duro. Son perdedores natos, pero su espíritu se mantiene inalterable. Se rehacen cada vez que los golpea la adversidad, sin cambiar de forma de ser. Un tipo duro se caga de miedo en el dentista, pero sonríe a la muerte. Un tipo duro mira las escaleras y el ascensor y siempre escoge el ascensor. Un tipo duro escucha las penas de una jovencita, preguntándose por qué le hacen confesiones y no proposiciones. Un tipo duro ama a los perros, pero cuando le embiste un pit-bull se tapa los ojos, pensando que con ese gesto se hace invisible. Si los niños actúan así, será por algo. Si cuando se acerca una escena terrorífica en el cine te cubres la cara, sin poder resistir la tentación de entreabrir los dedos para contemplar lo que tanto te intimida, ¿por qué no hacer lo mismo en la realidad? Un tipo duro aprieta los dientes y espera una terrible dentellada, pero el pit-bull sólo le olisquea y levanta la pata, confundiéndole con un árbol. Un tipo duro nunca se enfada con un camarero que le trae el plato equivocado y, menos aún, con un repartidor de pizza, pues entiende que sus trabajos son muy duros y no quiere joderles más de lo que ya están. Aunque odie lo que le han servido o traído, se lo come sin protestar y deja una propina principesca. Kafka y Proust eran tipos duros, pues hicieron su obra contra viento y marea. Mientras agonizaba, Proust se levantaba de la cama para corregir y terminar las últimas entregas de En busca del tiempo perdido.

Un tipo duro no se queja de que el aire acondicionado del autobús no funcione, pues recuerda que sus abuelos viajaban en camionetas destartaladas, a veces sin techo, soportando un sol de muerte. Un tipo duro nunca se presentaría a unas oposiciones, pues trabajar para la Administración implica pisar el primer escalón de la infamia: poner multas de estacionamiento, participar en un desahucio, suspender a un alumno, no aceptar una solicitud porque se ha extinguido el plazo. Un tipo duro no lee libros de autoayuda y se ríe de la psicoterapia. Se mofa de los psicoanalistas, plúmbeos y disparatados, y de la terapia cognitiva-conductal, que pretende reeducar al paciente con los métodos de Paulov y Skinner, aplicados con éxito a perros, palomas y ratas. Las ratas y los perros son más inteligentes que los humanos, pero en esos horribles experimentos fingen para no defraudar a los imbéciles que inventaron las pruebas de laboratorio con animales. Un tipo duro no intenta cargar una bombona de butano, pues aprecia su espalda y no quiere convertirse en el campanero de Notre-Dame.

Un tipo duro ama las películas de Disney, pues rozan lo sublime cuando consiguen traumatizar a los niños con la muerte de Mufasa o de la madre de Bambi. Un tipo duro ama la cerveza Guinness y los puros de importación. Los cigarrillos son para los blandos y pusilánimes. La cerveza Guinness es uno de los mayores logros de la humanidad. Un tipo duro se ríe de Chuck Norris y Stallone, pero ama a Clint Eastwood cuando rescata a una chica asiática de un grupo de pandilleros negros. Antes de encañonarles, les pregunta: “¿Nunca habéis puteado al tipo equivocado? Pues ese tipo soy yo”.

Un tipo duro detesta al John Wayne de Centauros del desierto, racista y vengativo, pero le admira en El hombre que mató a Liberty Valance, cuando renuncia al amor de su prometida porque descubre que ama a otro hombre. No se conforma con eso. Salva la vida de su rival (un idiota del Este, que no sabe manejar una pistola), abatiendo al forajido que está a punto de meterle una bala entre los ojos. Sacrifica su felicidad para hacer feliz a la mujer que ama. Eso sí que es ser duro, duro como el granito. La imagen de perdedor de John Wayne, con la quijada y las mejillas sin rasurar, lleno de polvo y con la amargura en los ojos, revela su grandeza. Ya lo hemos dicho, pero insistimos: el hombre sólo es grande cuando fracasa. Un tipo duro simpatiza con los apaches, pues sabe que los malos son los casacas azules y los mexicanos.

Un tipo duro no se duerme en la ópera, pero no puede escuchar la canción del verano sin experimentar el deseo de cometer una masacre. Un tipo duro ama los duelos y lamenta su prohibición, pues las peleas a puñetazos no resuelven nada. Las disputas sólo finalizan cuando el florete o la pistola expresan la fuerza de sus argumentos. Un tipo duro odia los coches. Sólo se desplaza en moto. Adora el sonido de la Harley-Davidson, que obliga a tomar un Ibuprofeno en cada gasolinera. La contaminación acústica es una forma de recordar al mundo que el espíritu de Easy Rider sigue vivo. Los tipos duros hacen al menos cien mil kilómetros al año, soportando toda clase de inclemencias climatológicas. Los tipos duros no van al gimnasio. El culturismo les parece tan ridículo como el método Pilates. Se miran el espejo y sonríen al contemplar su vientre abultado por la cerveza. Los tipos duros previenen el cáncer de próstata, eyaculando al menos cinco veces a la semana. Es un descubrimiento de los científicos australianos, que han estudiado a fondo el problema. Tal vez sea más eficaz eyacular cinco veces al día, pero no está demostrado.

Los tipos duros no usan palillos de dientes, pues es una ordinariez. Es un privilegio reservado a Joe Pesci y Ernest Borgnine. Los tipos duros no hacen flexiones, pues detestan el exhibicionismo. Los tipos duros no leen a Paulo Coelho ni a Isabel Allende. Los tipos duros aman el boxeo, beben ginebra, escuchan a Deep Purple y Metálica, se emocionan con el grafiti radical, que no pretende ser arte, sino vandalismo. Los tipos duros consideran que Educación siberiana, de Nikolái Lilin debería ser lectura obligatoria en todas las escuelas. Los tipos duros han leído emocionados las memorias de El Vaquilla (Hasta la libertad), opinan que Deprisa, deprisa (1981) de Carlos Saura es una obra de innovación pedagógica y aman a Berta Socuéllamos, única superviviente del grupo de quinquis que se convirtieron en actores para reflejar su estilo de vida. Los tipos duros cambian de rostro: Clark Gable, Humphrey Bogart, James Cagney, Robert Mitchum, Marlon Brando, Lee Marvin. Los tipos duros ya no existen. Descasen en paz.

RAFAEL NARBONA

Hombres de más de 40 con corbata

30 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

Comparto un episodio de esta semana que me he decidido a escribir porque, en realidad, es representativo de muchas situaciones con las que nos encontramos dentro de la institución. Y me temo, que con independencia del color político en muchos casos

Al poco tiempo de llegar al ayuntamiento, acuñé la expresión «reuniones de hombres de más de 40 con corbata». Me parecía bastante ilustrativa de un tipo de reuniones que se convertirían en habituales en mi vida a partir de entonces: consorcios, juntas directivas, consejos de administración, y que ejemplificaban algo que ya sabíamos, pero que algunas no habíamos vivido nunca: los hombres son los que están en los puestos directivos, en los espacios de decisión y representación, un sesgo de género, y también de edad que salta a la vista, a la vez que se manifiesta en la forma de ser y estar en las reuniones. Aquellos espacios que hacen que la expresión «feminizar la política» se cargue de sentido.

Esta semana he asistido a una de esas reuniones de hombres de más de 40 con corbata. Empresarios y representantes de la administración. Es un lugar al que voy regularmente. Muchas veces, llego justa a la reunión. En las primeras reuniones, en las que no conocía a nadie, me iba directamente a mi sitio, ese indicado con el cartelito de «Gala Pin» plastificado. En la segunda reunión, llegué con un poco de antelación, me fui a mi sitio y me senté con el ordenador. Al llegar el presidente, saludó a las personas que estaban de pie. Al acercarse a mí, hice amago de levantarme para darle la mano, pero se me quedó encajada la silla y no pude levantarme rápidamente. El presidente quería saludarme, así que, ni corto, ni perezoso, me dio un beso en la frente. La primera en la frente. Sesgo de género, de edad y de clase. No se lo hubiera hecho a otras mujeres presentes en la sala. No supe reaccionar. O más bien, me contuve la reacción. Hace tiempo que aprendí que mi cuerpo tiene una reacción muy primitiva cuando me enervo (antes me pasaba una o dos veces al año): se me eriza el cabello de la nuca. Es imperceptible al ojo humano, aunque yo sí que lo noto. En ese momento, sentí cómo se me erizaba el pelo de la nuca, que desde hace años es una señal que he aprendido a interpretar como «no reacciones de manera visceral ahora, porque después te arrepentirás». Así que me quedé perpleja. Y frustrada.

Esta semana, un año después, me ha saludado dándome la mano. «Bien, Pin, machote», he pensado. No había una asistencia masiva, aun así, las mujeres éramos clara minoría: cuatro frente a 12 o 14 hombres. Una de las mujeres es la persona que toma el acta (aún no he visto a un hombre tomando acta). Después de varias intervenciones, alguien llamó la atención al presidente sobre el hecho de que había un nuevo miembro (una mujer, la cuarta mujer) en la sala que se incorporaba en esa reunión sustituyendo a un antiguo miembro. Transcribo: «¡¿Claro que sí, cómo se me iba a pasar a mí esta belleza?!». «A esta belleza estamos encantados de tenerla aquí».

Perplejidad (que aquí quiere decir «pelos en la nuca erizados»). La reunión siguió su curso, y, qué casualidad, me tocaba hablar a mí. Dejé para el final la petición contundente de que no se vuelva a interpelar a una mujer por su aspecto físico, el tono fue de rechazo y cierta repugnancia. «No será este presidente el que no lo haga, que es un donjuán». Risas adolescentes de los hombres de más de 40 con corbata, comPAdreo. Perplejidad. Viaje en el tiempo.

Era el turno de palabra de otro hombre. Al final de su intervención, aprovechó para sumarse a mi solicitud. El único. Cuchicheos. La mujerBellezaNuevoMiembro, que en realidad, es la MujerRepresentanteDeUnImportanteSectorEnLaCiutat, se sintió interpelada. Así que intervino tímidamente para decir que a ella ya le estaba bien. Perplejidad con desazón. Al acabar la reunión, el presidente vino a hablar conmigo. Me comentó en tono jocoso que si yo supiera los comentarios que le hace a su mujer, no sé lo que podría llegar a enfadarme.

Reuniones de hombres de más de 40 con corbata. En un mundo de hombres, con mirada de hombres, con gestos de hombres, con trato de hombres, con sordera de hombres. Lo que se viene llamando heteropatriarcado.

La CIA, Fidel Castro y Bahía de Cochinos

29 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

La CIA no tardó mucho tiempo en considerar a Castro una amenaza para EEUU y en promover operaciones para desestabilizar y más tarde derrocar a su Gobierno

En diciembre de 1959, el director de la CIA aprueba un plan que tiene como prioridad «el derrocamiento de Castro en un plazo de un año y su sustitución por una junta favorable a EEUU»

Fidel Castro dirige los combates durante la invasión de Bahía de Cochinos en Playa Girón.
Fidel Castro dirige los combates durante la invasión de Bahía de Cochinos en Playa Girón. EFE/GRANMA

Pocos meses después de llegar al poder, Fidel Castro sorprende al Gobierno norteamericano con el anuncio de que quiere visitar EEUU. El revolucionario cubano es un enigma para Washington, pero no alguien completamente desconocido para la CIA. En un informe, la agencia de inteligencia llega a la conclusión de que el viaje puede ser decisivo para el futuro del Gobierno cubano: «A menos que reciba una clara ayuda de EEUU, muchos observadores creen que su régimen sufrirá un colapso en cuestión de meses».

Es un ejemplo de los muchos análisis realizados por la CIA sobre Fidel Castro que se vieron desmentidos por la realidad. Desde el mismo 1959, sus informes, y los de otros organismos, pasan del desconocimiento sobre si Castro es o no comunista hasta la preparación de operaciones militares y de inteligencia para intentar acabar con él. Menos de un año después de su triunfo, ya circulan planes para derrocarlo.

No es exagerado decir que la CIA tuvo a Castro en el punto de mira desde muy pronto. Esa obsesión tuvo como desenlace el intento fracasado de invasión de Bahía de Cochinos promovido por EEUU.

En 2005, un profesor universitario descubrió una parte de la historia oficial del desastre de Bahía de Cochinos, escrita por un miembro de los servicios de inteligencia, y lo subió a la web de la Universidad de Villanova: The Official History of the Bay of Pigs Operation, volume III: Evolution of CIA’s Anti-Castro Policies, 1951-January 1961.

Esta clase de revisiones de acontecimientos pasados para consumo interno no suelen difundirse al público e incluyen documentos secretos o confidenciales. Como en el texto hay referencias a la política oficial de EEUU sobre el asesinato de líderes extranjeros, al parecer fue incluido entre los documentos desclasificados a raíz de la investigación del asesinato de JFK.

En total, son 295 páginas escritas en los años setenta que nos permiten contemplar la evolución de la política norteamericana en relación a Cuba en los primeros años de la revolución castrista.

El fin de Batista

En 1957, estaba claro que los días de Batista en el poder estaban contados. Entre los informes reseñados, aparece uno de un alto cargo de la CIA que apoya una transferencia pacífica del poder de Batista a un sucesor democráticamente elegido y una amnistía para Castro y los rebeldes. A principios de 1958, la CIA ya está muy preocupada por la orientación procomunista de las fuerzas de Castro, pero eso no impide que un alto cargo de la CIA proponga llegar a un pacto secreto con Castro, porque Batista está acabado. Cree que EEUU podría facilitar a los rebeldes armas y dinero.

En diciembre de 1958, representantes norteamericanos visitan La Habana para proponer a Batista que dimita y nombre a una junta militar que deberá preparar unas elecciones. Baptista se opone y sostiene que entregará el poder a Rivera Agüero, que había ganado unas elecciones amañadas. Un representante del arzobispo de La Habana propone al cónsul norteamericano en Santiago que EEUU entable negociaciones discretas con Castro. La oficina de la CIA en Cuba apoya la idea.

Las propuestas políticas no son incompatibles con decisiones de tipo militar. Se ordena buscar un emplazamiento en Cuba para lanzar desde el aire ayuda a alguna fuerza antiBatista y anticastrista que pueda impedir la llegada al poder de Fidel.

Un enigma para Washington

Tras la llegada de Castro al poder, la CIA y la embajada de EEUU mantienen una intensa actividad para intentar saber qué ocurrirá con el nuevo Gobierno. En sus análisis, se da por hecho que Castro tendrá difícil consolidar su poder y que, al final, se verá obligado a mantener buenas relaciones con EEUU. Sobre Guantánamo, se dice que Castro se conformará con un aumento de los fondos norteamericanos por el alquiler de la base y mayores facilidades para la contratación de trabajadores cubanos en las instalaciones militares.

El desconocimiento sobre lo que está pasando en Cuba es patente, aunque en algunos documentos hay detalles en los que se reconoce el carisma de Castro. En el mismo informe que decía que Fidel estaba condenado a buscar la ayuda norteamericana, se sostiene que Castro no tiene mucho apoyo en la clase alta y media, pero que es «un ídolo de masas».

El pronóstico de la CIA sobre el viaje a EEUU acierta en un punto: se explica que Castro intentará enviar su mensaje no a los políticos o los periodistas sino directamente a los trabajadores y la opinión pública de EEUU para que defiendan a la nueva revolución.

Castro saluda al vicepresidente Richard Nixon en su visita a Washington en 1959.
Castro saluda al vicepresidente Richard Nixon en su visita a Washington en 1959. KPA/ZUMA PRESS

Tras la visita, un alto cargo del Departamento de Estado advierte contra la tentación de no tomar en serio al líder cubano: «Sería un grave error subestimar a este hombre. A pesar de su aparente ingenuidad, un carácter poco sofisticado y su ignorancia en muchos asuntos, está claro que tiene una fuerte personalidad y es un líder nato de valor y de fuertes convicciones». El informe finalmente admite que Castro sigue siendo «un enigma» para el Gobierno de EEUU.

«Castro no es comunista»

La detención de Huber Matos y las primeras dimisiones empujan a la CIA a intentar aumentar el número de agentes infiltrados en el partido comunista cubano. Aunque consideran que Raúl Castro es un comunista radical, no creen que su hermano tenga la misma ideología, a pesar de la abundante presencia de miembros del partido en la cúpula del régimen.

En una comparecencia en el Congreso en diciembre de 1959, el director adjunto de la CIA dice: «Nuestra información revela que los comunistas cubanos no le consideran un miembro del partido comunista o incluso un procomunista. Por otro lado, están encantados con la naturaleza de su Gobierno, que les ha dado la oportunidad de organizarse, hacer propaganda e infiltrarse. Sabemos que los comunistas consideran a Castro un representante de la burguesía. Nuestra conclusión, por lo tanto, es que Castro no es comunista, aunque ciertamente tampoco es anticomunista».

De forma oficial, la CIA informa a su personal que deben partir del supuesto de que el Gobierno cubano no es comunista y que tiene algunos planes de reforma que son legítimos y que merecen «el respeto y el apoyo de EEUU».

Sin embargo, también deja claro que si se demostrara que el Gobierno está dominado por los comunistas, «la cuestión de los ataques directos contra Castro sería revisada». Por ello, cualquier cubano que sea captado por la CIA debe ser valorado en relación a una «posible utilización futura desde un punto de vista paramilitar».

Preparar «el derrocamiento de Castro»

En la sede central de la CIA, se hacen planes más radicales para el futuro. El 11 de diciembre de 1959, un jefe de división presenta al director de la Agencia un plan que tiene como prioridad «el derrocamiento de Castro en un plazo de un año y su sustitución por una junta, favorable a EEUU, que convocará elecciones en un plazo de seis meses después de asumir el poder».

Las propuestas incluyen: emisiones clandestinas de radio a Cuba desde los países vecinos, operaciones contra la radio y la televisión cubanas desde dentro del país y formación de grupos de oposición pronorteamericanos para que por la fuerza controlen una zona del interior de Cuba.

El asesinato de Castro es una de las opciones: «Debe considerarse la posibilidad de la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que le rodean, como su hermano Raúl o su compañero Che Guevarra (con errata en el original), disfrutan del mismo apoyo apasionado de las masas. Mucha gente informada cree que la desaparición de Fidel aceleraría la caída del actual Gobierno».

El director de la CIA tachó a mano la palabra «eliminación» y la sustituyó por «expulsión de Cuba». El resto del informe contó con su aprobación.

Antes de que acabe 1959, una Estimación Nacional de Inteligencia (un texto pactado por distintos servicios de inteligencia) establece que Castro se mantendrá en el poder, que no existe una amenaza seria a su poder, y que si se produce una intervención militar directa de EEUU, «la mayoría de los cubanos, incluido el Ejército, se opondría violentamente».

El 8 de enero de 1960, el director adjunto de la CIA informa al Departamento de Estado y la Junta de Jefes de Estado Mayor de la situación en Cuba. Se refiere a la progresiva intervención de los comunistas en el Gobierno de la isla y plantea la necesidad de poner en marcha operaciones secretas contra Castro en todos los campos posibles, «guerra psicológica, acción política, acción económica y acción paramilitar».

Esa reunión es el inicio real de las operaciones de la CIA contra Castro que culminarán con Bahía de Cochinos.

Repetir el golpe de Guatemala

En los primeros meses de 1960, la CIA prepara sus planes de acoso y derribo de Fidel Castro. Utiliza a sus mejores hombres, algunos con experiencia en el derrocamiento del Gobierno de Guatemala en 1954, y presenta a Eisenhower el proyecto. Dentro de la CIA, ya hay quienes dudan de que se pueda repetir el éxito de Guatemala. Castro es un hueso más duro de roer y la oposición cubana no cuenta ni con el líder ni con la organización necesarias para hacer frente al régimen castrista.

La CIA crea un departamento que se llamará Sección 4 y que tendrá como misión poner en marcha las operaciones en Cuba. Inicialmente, está compuesto por 40 personas: 18 en la sede central, 20 en la estación de la CIA en La Habana y dos en la estación de Santiago. Su jefe es Jacob Esterline, que había tenido un papel clave en la operación PBSUCCESS, el derrocamiento del Gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954.

Al mismo tiempo, se está produciendo una discusión entre departamentos del Gobierno sobre el alcance de cualquier operación contra Cuba. El director de la CIA pretende centrarlo todo en la estructura que acaba de crearse, para no implicar al presidente y al Consejo de Seguridad Nacional.

Las primeras reuniones producen un alto número de tareas que deben llevarse a la práctica: identificar los líderes cubanos que podrían oponerse a Castro, emisiones clandestinas anticastristas de radio, la compra de aviones para operaciones de apoyo a la oposición, y la utilización de empresas de EEUU como tapadera de la oposición. También se habla de propiciar la intervención de empresas norteamericanas que deberían financiar a la oposición y presionar al Gobierno de EEUU para que imponga sanciones económicas a la isla.

El sabotaje de la industria cubana del azúcar

El 11 de febrero de 1960, los responsables de la Sección 4 se reúnen para revisar las primeras propuestas. Se plantea por primera vez el sabotaje de la industria cubana del azúcar. Hay 50.000 dólares para empezar a gastar en estas misiones y se calcula que necesitará en total tres millones de dólares (la cifra definitiva del gasto de la CIA en Cuba en esos años fue de 43 millones).

En una reunión con altos cargos de otros departamentos, el director de la CIA recomienda que se utilice a grupos de la oposición para sabotear la cosecha de azúcar: «Que la CIA sea autorizada para comenzar los planes operativos, incluida la captación de potenciales agentes para un posterior sabotaje de industrias del azúcar, tanto de propiedad cubana como norteamericana. Si estas operaciones se consideran factibles y deseables, se diseñarían para impedir que Castro pueda beneficiarse de los ingresos previstos en la cosecha de 1960».

El director de la CIA, Allen Dulles, aclara que no quiere un visto bueno para iniciar ya las operaciones, sino recabar el apoyo de los asistentes. Los representantes del Pentágono aprueban la iniciativa y los reunidos acuerdan presentar el plan al secretario de Estado y, posteriormente, al presidente Eisenhower.

Eisenhower no muestra mucho entusiasmo por el sabotaje de la cosecha de azúcar y duda de que tenga alguna influencia en la capacidad de Cuba de financiar otros movimientos guerrilleros en América Latina. Eisenhower ordena que le presenten un plan más amplio, «que incluya incluso cosas más drásticas».

Mientras todos estos planes están siendo estudiados, circula en la CIA un informe, no firmado, que alerta del peligro que puede suponer para EEUU esta ofensiva contra Castro. El informe describe las diferencias con la situación de Guatemala, donde la CIA había conseguido derrocar al Gobierno izquierdista de Arbenz.

Entre sus conclusiones, se destaca que Arbenz era un líder débil y apoyado por un partido comunista local compuesto por líderes poco competentes. En Guatemala, la estructura de mando del Ejército se había mantenido, mientras que Castro ya había eliminado del Ejército cubano a los militares cercanos a Batista y estaba en marcha un intenso proceso de adoctrinamiento ideológico. La oposición anticastrista no tenía a nadie de una estatura similar a la de los dirigentes que se oponían a Arbenz.

Además, el informe sostiene que los ataques propagandísticos contra Castro desde EEUU están uniendo a todos los sectores cubanos opuestos a EEUU en torno a Fidel. Las emisiones realizadas desde EEUU dejan sin argumentos a cualquiera que intente negar la intervención norteamericana en la lucha contra Castro.

El informe surge probablemente por la preocupación creada por los ataques con bombas incendiarias contra campos cubanos de caña de azúcar. Los vuelos habían partido de EEUU y estaban tripulados por anticastristas. La CIA y la Agencia Federal de Aviación intervienen para poner fin a estas iniciativas particulares de los exiliados.

Ocultar la intervención

Los distintos organismos implicados van elaborando el plan que Eisenhower ha ordenado. Todos insisten en la necesidad de que la intervención norteamericana no tenga repercusiones negativas para EEUU en América Latina, en especial entre los miembros latinoamericanos de la OEA. Es imprescindible ocultar esa intervención y estar en condiciones de desmentirla en los foros internacionales en los que se pueda discutir la situación de Cuba.

El jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA informa al director, Allen Dulles, de que los Gobiernos de Guatemala y Nicaragua han ofrecido sus países como bases de las emisiones de propaganda de la oposición cubana y de entrenamiento de sus militantes.

También le cuenta uno de los primeros proyectos dirigidos personalmente contra Castro de carácter ciertamente extravagante: «Tenemos a nuestra disposición una droga que si la colocamos en la comida de Castro, hará que éste se comporte de forma tan irracional que una aparición pública tendría efectos muy perjudiciales para él».

En una reunión de altos cargos del Gobierno, el 14 de marzo de 1960, previa a la decisión definitiva de Eisenhower, se discute qué ocurriría en Cuba en caso de una desaparición simultánea de Fidel, Raúl Castro y el Che. Aún no se trata de un eufemismo, al querer decir asesinato, sino de su salida del poder. La conclusión es que la única fuerza organizada que podría tomar el poder sería el partido comunista.

El director de la CIA apunta que eso no sería un inconveniente, porque facilitaría una acción multilateral de la OEA.

Eisenhower da luz verde

El 17 de marzo de 1960, la CIA presenta su plan a Eisenhower en una reunión en la que están también presentes el vicepresidente Nixon, y los secretarios de Estado y del Tesoro. Eisenhower destaca que el plan es la única opción posible y que el secreto es una exigencia fundamental: sólo debe haber dos o tres funcionarios norteamericanos en contacto directo con los grupos cubanos.

El secretario del Tesoro muestra su preocupación por las inversiones norteamericanas en la isla, pero Eisenhower no le presta mucha atención. Nixon sugiere que se den pasos para reducir esas inversiones hasta eliminarlas y reducir el turismo norteamericano en Cuba.

Eisenhower aprueba el programa de operaciones encubiertas propuesto por la CIA que tiene estos objetivos: la formación de un frente político anticomunista fuera de Cuba para atraer a todos los descontentos con Castro, una ofensiva propagandística contra el Gobierno cubano, desarrollo de una red de inteligencia dentro de la isla y preparación de una fuerza paramilitar fuera de la isla con el necesario apoyo logístico para que pueda poner en marcha operaciones dentro de Cuba.

El autor de esta historia oficial de la intervención de la CIA en Cuba precisa que en el programa aprobado por Eisenhower no hay rastro de un posible plan para la invasión de Cuba. El objetivo es entrenar una fuerza paramilitar que realice operaciones de guerrilla dentro de Cuba, «tanto antes como después del establecimiento de uno o más centros de resistencia». Deberían ser cubanos los que lideraran y entrenaran a esta fuerza, y esos cubanos serían previamente entrenados por norteamericanos.

Eisenhower ordena que no se guarde ninguna copia del acta de las reuniones que los altos cargos del Gobierno tengan sobre Cuba, incluida la del 17 de marzo, excepto en los archivos del director de la CIA. El presupuesto aprobado para 1960 y 1961 es de 4.400.000 dólares.

El Pentágono aumenta su participación

El paso de los meses deja obsoletos los primeros planes de la CIA de desestabilizar a Castro con una pequeña fuerza paramilitar infiltrada en la isla. La Administración de Eisenhower autoriza el incremento de fondos para entrenar a una fuerza mayor, pero la CIA comienza a creer que no tendrán éxito sin una intervención directa de unidades militares norteamericanas.

En la primera reunión de la Sección 4 tras la decisión de Eisenhower, el jefe del equipo, Jake Esterline, anuncia que el 1 de mayo es la fecha elegida para iniciar el entrenamiento de los anticastristas en Panamá. La formación de un Gobierno en el exilio es un elemento clave de la estrategia y Esterline comenta que espera que esté listo en abril y que su sede estará en Costa Rica o Puerto Rico.

El jefe de la División de Operaciones Secretas advierte a la Sección 4 que es imprescindible que las operaciones paramilitares no se inicien hasta que las emisiones de propaganda hayan dado sus frutos. De lo contrario, Castro podría utilizar las acciones violentas en su propio beneficio.

«Cuando llegue el momento de la actividad paramilitar, debemos ocultar cualquier invasión», dice el alto cargo de la CIA. «Para impedir o minimizar la contrapropaganda de Castro, las operaciones paramilitares deben parecer una rebelión interna protagonizada por elementos situados dentro de Cuba. Desde luego, esto obligará a infiltrar hombres y armas antes de que comiencen las hostilidades».

La Sección 4 se pone en contacto con el Pentágono para comunicarle sus necesidades. Los militares aceptan enviar vuelos espía para que fotografíen la costa de Cuba, y las Fuerzas Especiales se comprometen a entregar las lanchas que necesitarán los anticastristas para llegar a la isla y a entrenarles en su uso.

Las reticencias de un alto cargo del Departamento de Estado a toda la operación (al creer que la oposición no está en condiciones de hacer frente a Castro) llevan a Esterline a pedir que se realice el lanzamiento de ayuda desde el aire a un grupo de anticastristas que ya están en Cuba. Este primer intento resulta un fracaso. La ayuda cae en manos de las fuerzas de Castro y el avión se ve obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en México, donde queda inmovilizado.

La CIA acepta la exigencia del Pentágono de que la base de Guantánamo no sea utilizada en ningún momento, hasta el extremo de que se advierte que si algún anticastrista intenta refugiarse allí, será entregado a las autoridades cubanas.

De la infiltración a la invasión

Los planes iniciales para las operaciones paramilitares dentro de Cuba se basaban en unidades muy pequeñas: sólo dos o tres personas serían introducidas dentro de la isla, donde entablarían contacto con supuestos grupos disidentes.

A finales del verano de 1960 se produce un cambio completo de estrategia: las unidades van a ser mucho mayores. Los primeros indicios se hacen evidentes en agosto cuando la Sección 4 comienza a hacer peticiones de transporte marítimo para grupos mucho mayores. La carga que tenían que llevar consigo incluía cinco tanques, cinco camiones de 2.500 kilos cada uno y dos camiones cisterna para el combustible.

En noviembre de 1960, los responsables de la operación cubana en la CIA son conscientes de que el proyecto ha adquirido tales exigencias que quizá sea necesario replantear su estructura para convertirlo en una operación conjunta de la CIA y el Pentágono. Al mismo tiempo, están preocupados por la actitud de los responsables políticos de la Administración, que no prevén otro desenlace posible que el éxito. Los miembros del servicio de inteligencia están dispuestos a asumir riesgos, y uno de ellos es la posibilidad de que no todo termine bien.

Progresivamente, la CIA llega a la conclusión de que es necesaria una ofensiva de grandes dimensiones. Presenta un proyecto para enviar una fuerza anfibia de 3.000 hombres, y hay un intenso debate entre los distintos organismos de la Administración.

El Pentágono apoya la idea de la CIA. El Departamento de Estado sugiere que el tiempo de las operaciones encubiertas ya ha pasado. El consejero de seguridad nacional, Gordon Gray, llega a plantear la idea de fingir un ataque a la base de Guantánamo para justificar una invasión norteamericana. Estado pregunta si hay planes para asesinar a Fidel, Raúl Castro o el Che. El director adjunto de la CIA responde que ese tipo de operaciones son muy complicadas y que la CIA no tiene los medios para llevarlas a cabo.

La CIA informa después a los asesores que entrenan en Guatemala a los anticastristas que no habrá operaciones de pequeño calado. Ahora se trata de preparar una fuerza anfibia de al menos unos 1.500 hombres. El nuevo programa de entrenamiento comenzará ese mismo mes y tendrá que estar concluido a finales de enero de 1961.

Mientras se producen todas estas discusiones sobre el aumento de la fuerza invasora, los responsables de la CIA tienen que reunirse con el presidente recientemente elegido, John F. Kennedy, para ponerle al día. El 18 de noviembre, le presentan un plan que supone la infiltración de 600 hombres en Cuba que se internarían en la isla, y con la ayuda posiblemente de otros 600 hombres situados en otro punto, contactarían con fuerzas internas de disidentes. Serían abastecidos por vía aérea por aviones que despegarían de Nicaragua. Le dan a entender que EEUU y sus aliados de América Latina podrían reconocer a esta fuerza y a sus líderes como el Gobierno provisional de Cuba.

La apuesta por la invasión con apoyo norteamericano

Es muy revelador que en una reunión preparatoria de ese primer contacto con Kennedy, los responsables de la Sección 4 admiten en una nota que los objetivos diseñados en esta operación no pueden conseguirse sin una intervención mayor del Ejército de EEUU.

«Nuestro concepto original no es ya factible a causa de los controles impuestos por Castro», dice el departamento cubano de la CIA. «No se producirá el levantamiento interior que antes se consideraba posible, ni las defensas permitirán un ataque como el previsto inicialmente. Nuestro segundo concepto (una fuerza de 1.500 a 3.000 hombres que controle una playa que pueda servir de pista de aterrizaje) tampoco es ya factible, a menos que se trate de una operación conjunta de la CIA y el Departamento de Defensa. Nuestra experiencia en Guatemala demuestra que no tenemos los hombres suficientes para la base y la ayuda aérea ni estamos a tiempo de conseguirlos».

El autor de esta historia oficial de Bahía de Cochinos para la CIA se pregunta cómo es posible que los arquitectos de la operación cubana de la CIA creyeran que una fuerza de 3.000 hombres era insuficiente en noviembre de 1960, a menos que hubiera una intervención directa del Ejército de EEUU, y en cambio 1.200 hombres fueran suficientes para poner en marcha Bahía de Cochinos en marzo de 1961, con el único patrocinio de la CIA.

El jefe de la Sección 4, Jake Esterline viaja a Guatemala para comprobar el estado del entrenamiento de los anticastristas. En su informe sobre la visita, afirma que no es realista pretender que la CIA pueda buscar otro país donde poner a punto a la fuerza de entre 1.500 y 3.000 hombres de la que se había hablado. De momento, sólo estima posible entrenar en Guatemala a unos 600 hombres, y quizá otros 600, si pueden encontrar nuevas instalaciones en el interior del país.

Como el Departamento de Estado está nervioso con el uso de territorio guatemalteco para estos fines, por la repercusión que tendría la noticia si se supiera en la OEA, Esterline deja claro que sin la asistencia de Guatemala, el proyecto se vería en serios problemas.

La CIA exige una invasión

La confusión en la que está inmerso el proyecto a finales de noviembre obliga al coronel King, jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, a trasladar un informe a sus superiores: quiere que los responsables de la Administración (que está en funciones hasta la toma de posesión de Kennedy) confirmen los términos acordados de la operación de desembarco de 600 anticastristas, lo que incluye su abastecimiento desde el aire por aviones norteamericanos.

King concluye diciendo que si la operación paramilitar sigue en pie, será necesario el uso de una base en Florida desde la que saldrán los aviones que abastecerán a los insurgentes, y la participación de un pequeño número de personal civil norteamericano en operaciones aéreas y marítimas, aunque no dentro de Cuba. Además, reclama ataques aéreos contra la aviación cubana y otros objetivos militares.

La operación de infiltración de una pequeña fuerza paramilitar ya es historia. La CIA ha apostado por una ofensiva militar de grandes dimensiones que exige el apoyo de la Fuerza Aérea de EEUU para abastecer continuamente a los rebeldes y no sólo en su llegada a la isla. Además, la idea de bombardeos por aviones norteamericanos indica que es muy probable que los anticastristas no puedan hacer frente a la respuesta del Ejército cubano.

La CIA está advirtiendo a los responsables de la Administración que sólo una ofensiva a gran escala puede poner en apuros a Castro y que ésta sólo tendrá éxito con una intervención directa de la Fuerza Aérea de EEUU.

Finalmente, Kennedy autorizó el apoyo norteamericano a una invasión de la isla por fuerzas anticastristas en lo que desde entonces se conoce como el fiasco de Bahía de Cochinos. La CIA y el Pentágono ya debían saber que sus planes de acabar con Castro de esta manera iban a fracasar. La predicción estaba en sus propios informes.

Lo de Pablo Casado se cura trabajando

28 diciembre, 2016

Fuente: http://www.publico.es

30/11/2016

Pablo Casado es de familia bien. Se licenció en Derecho y en Económicas, ha hecho un máster y varios cursos y dice en su currículo que ha estado en Georgetown y una escuela de Harvard, que eso siempre viste mucho. Eso sí, en sus 35 años ignora lo que es trabajar, si se exceptúa unas prácticas de dos meses que hizo en una filial suiza del Banco de Santander que, llegadas las elecciones y ascendido él a la cúpula del PP, eliminó de su expediente por eso de que Suiza no tiene buena prensa desde que Bárcenas montara allí un puente aéreo. Como hubo quien se lo recordó, Casado hizo memoria y volvió a incluir en su historial aquella página arrancada.
Antes de ser el ojito derecho de Aznar, que lo fichó como director de gabinete de su oficina de expresidente, fue el izquierdo de Esperanza Aguirre, que lo apadrinó en su debut en la política madrileña y le aupó a la presidencia de Nuevas Generaciones, ignorando lo que proclamó luego como máxima: “Voy a proponer que no pueda ir a un cargo público ni a un escaño ni a un puesto directivo importante alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa, que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida”. Tuvo suerte porque para Casado la Seguridad Social es un arcano insondable.
No vamos aquí a sacralizar los valores del trabajo, que para algunos es vida y para otros el refugio de los que no tienen otra cosa que hacer, pero lo cierto es que experimentarlo, ya sea por necesidad o por descuido, facilita la empatía, que es lo que se echó en falta a la joven promesa del PP cuando comparó la actividad de una camarera de hotel que debía limpiar 400 habitaciones al mes para ganar 800 euros con las consultas de su hermano médico, que ya es un icono en el altar de las bobadas junto al primo de Rajoy.
Del trabajo Casado lo ignora casi todo y cree que el sudor se consigue jugando al paddle. Su mayor aproximación a los aceituneros altivos de Miguel Hernández fue su participación en la fiesta de la trilla en un pueblo de Palencia, que le puso perdidos los mocasines, y si alguna vez tuvo callos en las manos fue por aplaudir mucho en los mítines.

La empatía es muy necesaria para no herir al prójimo, para comprender lo que siente, para no ridiculizar a quienes buscan a sus muertos en las cunetas diciendo que “los de izquierdas están todo el día con la guerra del abuelo, con la memoria histórica, con el aborto, la eutanasia y la muerte”, para manifestar respeto por los que han de aceptar ayudas del Estado para comer porque no todos son hijos de papá con clínica oftalmológica, para comprender que hay gente que limpia tu mierda y, en general, para ser una persona decente.

Trabajar no consiste en irse de vacaciones a Cuba para llevar una caja de ibuprofeno y ver a Oswaldo Payá, antes de que hiciera lo propio su colega Carromero y lo estrellara contra un árbol. En muchos casos, implica partirse el lomo, aguantar sandeces, resistir, porque aún no se ha inventado lo de vivir del aire, y si se inventara siempre habría amigos de Casado que se hicieran con la adjudicación y cobraran por respirar.
A Casado, tan liberal él y tan economista, habría que recordarle que desde Adam Smith el valor de un bien viene dado por el trabajo que implica producirlo y que a eso se dedica fundamentalmente el pueblo que aspira a representar. Su ignorancia no se cura con otro curso en Oxford ni haciendo pasillos en el partido sino, quizás, dándole un pico y una pala para que practique. Una gobernanta no es una mujer que gobierna, aunque a Casado, que no conoce otra cosa, le parezca rarísimo.

Muere Marcos Ana, adiós a la voz libre

27 diciembre, 2016

Fuente: http://www.publico.es

Marcos Ana, poeta y militante comunista, deja este jueves un sentimiento de orfandad entre todas aquellas personas que se sintieron próximas a sus versos y su activismo.

Marcos Ana, la voz libre.- PCE

Marcos Ana, la voz libre.- PCE

Marcos Ana fue el poeta de las víctimas de la represión de la dictadura, primero, y de la juventud después [el grupo Extremoduro le acercó a un gran público]. A quienes nacieron en democracia se dirigía a menudo para transmitir sus vivencias. Entre jóvenes se sentía a gusto, como si así experimentara por primera vez la bisoñez que le robaron: ingresó en prisión con 19 años y salió con 42. Sus versos, en cambio, fueron libres antes que él, fruto de una imaginación que volaba libre desde su celda para después fijarse en papeles de cigarrillos. Letra a letra, las finas hojas de los pitillos salían de prisión y copaban libros enteros que editaba el Partido Comunista en el exilio.

Así, cuando el poeta ‘nació’ por segunda vez sus lectores le aclamaban, y al calor del éxito, ya convertido en símbolo de la resistencia republicana, emprendió una gira política para denunciar fuera de España los crímenes que seguía cometiendo la dictadura bajo el total manto de impunidad.

Precisamente, en su último cumpleaños, cuando alcanzó los 96, se generó un espacio de memoria gracias a su encuentro con dos viejos conocidos de aquel periplo internacional, episodio que refleja la dimensión que alcanzó su figura. Era un sábado frío y soleado de mediados de enero, poco después de su aniversario (nació un 20 de enero).

Marcos Ana fue el poeta de las víctimas de la represión de la dictadura, primero, y de la juventud después

Bajo el techo de La Estación, un establecimiento ya convertido refugio para militantes de la memoria histórica en el madrileño barrio de Hortaleza, esperaban dos argentinos canosos, antiguos estudiantes de Medicina en Buenos Aires. Jorge Jerez y Rubén Efrón aguardaban emocionados a su admirada referencia política. Más de cinco décadas atrás habían organizado un multitudinario recital poético en Buenos Aires, días antes del acto público en el Luna Park que la dictadura intentó, sin éxito, cancelar. “Hubo una campaña enorme por parte de la embajada franquista contra mí, y eso hizo que me conociera más gente. Cuando intervine comencé dando las gracias a la embajada por su perversa contribución a aquel acto”, relató entre risas.

En aquel último encuentro, los argentinos deseaban compartir emotivos recuerdos, y Marcos Ana no les hizo esperar. Llegó a paso lento pero firme. Como acostumbraba, miró fijamente una por una a todas las personas que le esperaban en el corrillo de la entrada, saludando e interesándose por las nuevas caras. Y como era tradición en cada acto público o privado por el que se dejaba caer, portaba los colores de la República, aquella vez, con una bufanda. El atuendo invernal lo completaba con una ‘ushanka’ (gorro ruso) sobre su cabeza despejada.

Allí, Marcos Ana, con un tono de voz débil pero expresión contundente, recordó momentos vividos en Sudamérica y episodios carcelarios, narrados desde la barrera del paso de los años, que le otorgaba un tono irónico y, a veces, cómico a sus relatos orales, aquel día, narrados con la misma pausa con la que sorbía sin prisa un mosto.

¿Sobre qué hablabas en las giras?, se le preguntó en su último cumpleaños, a lo que él contestó: “De lo que había significado para mí la cárcel, que había sido como una universidad, dedicando tiempo a estudiar, o en comisiones de clandestinidad y con una voluntad de hierro”, concedió, y recitó parte del anecdotario, como el concierto clandestino de homenaje al poeta Miguel Hernández de Las nanas de la cebolla, en el penal de Burgos: “Pese a la vigilancia, teníamos una vida política intensa, e hicimos varios homenajes, entre ellos, el de Miguel Hernández. Construimos un escenario sobre el que aparecía, como decía Neruda, ‘el fuego azul de la poesía’. Y partíamos en trozos los palos de las escobas, que eran huecos, y así hacíamos las flautas”.

Aquella jornada de celebración acabó con promesas en el aire: de nuevos actos, de próximas entrevistas “grabadas, con cámaras”, “por supuesto, lo que queráis”, se predispuso sin escatimar en risas y en piropos ajustando una mirada pícara. “Regálanos más cumpleaños, Marcos”, le suplicaban algunos comensales.

«Hay libertad, pero si no va ligada con la justicia es un fracaso. La transición dejó pendientes muchas cosas», dijo Marcos Ana

Hasta su último aliento, Marcos Ana continuó en la batalla, asumiendo y apoyando la lucha de las víctimas del franquismo, de la crisis económica, de los recortes en la enseñanza y sanidad pública o manifestándose en contra del TTIP, en este caso, hace poco más de un mes. Hoy es un día triste, de sentimiento de orfandad compartido por todas aquellas personas que se sintieron próximas a sus versos y su activismo.

Marcos Ana, que nació “dos veces”, firma este jueves su segunda muerte pero, esta vez, deja la compañía de su ausencia, un recuerdo que seguirá llenando espacios a través de su trova, de su historia, de su lucha por los derechos humanos, la batalla continua por lograr “que salga el sol y caliente a todos por igual”, resumía en una entrevista en enero de 2011, cuando recordaba asuntos que nos deja por concluir: «Hay libertad, pero si no va ligada con la justicia es un fracaso. La transición dejó pendientes muchas cosas».

“Ni un muerto, ni mil muertos, ni todos los muertos del mundo me pueden devolver a mí estos trozos de mi vida que yo he dejado en los patios y en las celdas de las cárceles. Lo único que me podría recompensar un poco la vida es ver triunfantes los ideales por los cuales yo he luchado, por los cuales ha luchado toda una generación”. Marcos Ana.

‘Dos veces vino la muerte / y dos se fue arrepentida. / Dicen que marchó ofendida / porque no doblé mi frente / ¡Por eso dejó mi vida! Marcos Ana en 1944

En Cuba no hay democracia ni se respetan los derechos humanos

26 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eljueves.es

PASCUAL SERRANO

29 noviembre 2016

La muerte de Fidel Castro ha traído sobre la mesa, por enésima vez, la discusión sobre si Cuba es una democracia y si se respetan los derechos humanos. Largo debate, que nos debería servir para reflexionar sobre nuestros conceptos de democracia, derechos humanos y libertades.

La primera consideración es que no existe la democracia perfecta, ni el país en el que se garanticen totalmente los derechos humanos, por tanto, es necesario posicionarse respecto a un modelo comparándolo con otro. No vale considerarlo válido o rechazarlo a priori.

¿Es más democrático un país en el que los niños mueren más fácilmente de enfermedades curables que otro en el que no mueren gracias a la asistencia de su sanidad pública? ¿Son legítimamente válidos los elegidos en unas elecciones en las que no participaron más de la mitad de los electores y los jueces sentenciaron que las campañas electorales se financiaron ilegalmente?

Sigamos con las preguntas. ¿Es democrático un sistema político en el que puedes votar a tus representantes pero no tienes garantizada alimentación, vivienda o trabajo? En el caso de que pienses que sí, ¿qué crees que preferirían los ciudadanos, tener asegurada alimentación, vivienda y trabajo o votar? Estoy de acuerdo, lo mejor es tener ambas cosas, pero ni nosotros ni los cubanos tenemos ambas cosas.

Vayamos a los derechos humanos. Si uno repasa el informe anual de Amnistía Internacional, en todos los países hay violaciones de derechos humanos. No existe ninguna nación en la que, en algún momento, a un opositor no le hayan dado una paliza en una comisaría. Lo único que podemos hacer es observar dónde hay más manifestantes disueltos a palos o más opositores asesinados.

Estaremos de acuerdo en que imágenes de la policía española reprimiendo movilizaciones pacíficas las hemos visto a decenas, y sindicalistas, ecologistas o defensores de derechos humanos asesinados está a la orden del día en países como México, Colombia u Honduras.

Ahora veamos las libertades. Mi primera reflexión es que una libertad o un derecho que necesita dinero ya no es libertad ni derecho. La analistas y políticos neoliberales no deja de hablar de libertades del tipo de elegir colegio, elegir sanidad o libertad de movimientos…

En Cuba no hay democracia ni se respetan los derechos humanos

Pero si necesito algún dinero para que mi hijo vaya a un determinado colegio, para que me atiendan en un determinado hospital o para desplazarme a un determinado lugar, no se trata de libertad, porque no puedo hacerlo si no dispongo de ese dinero. Es lo que sucede en Estados Unidos o nuestros países europeos, siempre presentados como ejemplo de libertad.

Si para expresarme en la primera página del periódico necesito pagar un espacio publicitario como hace una empresa de coches o un partido político en campaña electoral, no es libertad de expresión. Y si previamente no se ha enseñado a los ciudadanos a leer y a escribir no se puede decir que está garantizada la libertad de expresión.

No nos engañemos, ni dejemos que nos engañen. Muy pocos de los que critican o dicen desear mejoras o transiciones en Cuba están preocupados por la democracia, los derechos humanos o las libertades. En Cuba no vemos imágenes de policías disolviendo manifestaciones ni disparando o golpeando a un detenido.

Cuba fue el primer país libre de analfabetismo, primera condición para poder hablar de libertad de expresión. Lo que les fastidia es que existe un país, un sistema (claro, para ellos es régimen) y un líder político recientemente fallecido, para quienes es más importante que todos los niños tengan garantizada la leche, a la libertad de que un millonario pueda pagarse una comida de 500 euros en un restaurante; que es más importante que todos los cubanos tengan un trabajo por humilde que sea, a que un cubano pueda explotar y enriquecerse con el trabajo de otro cubano; que los funcionarios que salgan de su país lo hagan para enseñar o curar en países pobres y no para invadir y bombardear.

Sí, es verdad, en Cuba no hay totalmente democracia ni se garantizan absolutamente los derechos humanos. Pero si el mundo fuese como Cuba, sería más democrático y se respetarían más los derechos humanos.

Suárez abrió la puerta a Fidel, con González compartió puros, con Fraga jugó al dominó y Aznar intentó derrotarlo

25 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

Las relaciones entre Fidel Castro y los presidentes españoles fueron desiguales, pero las principales tensiones llegaron con Aznar en Moncloa

Castro demostró buena sintonía con Felipe González, a quien condecoró en 1986, y con Manuel Fraga, por las raíces gallegas de la familia del líder cubano

VIAJE FIDEL CASTRO ESPAÑA Láncara 28-7-92.- El presidente de Cuba, Fidel Castro (c) y el presidente de la Xunta Manuel Fraga (d), durante la partida de dominó que jugaron en el municipio de Láncara de donde proviene la familia del lider cubano.
Fidel Castro y el entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, durante la partida de dominó que jugaron en el municipio de Láncara de donde proviene la familia de Castro, en julio de 1992. EFE/LAVANDEIRA JR.

Fue el primer jefe de gobierno europeo que visitó Cuba en viaje oficial.
En 1978, Adolfo Suárez viajó a La Habana invitado por Fidel Castro, y un año después España participó como observadora en la sexta cumbre de países no alineados celebrada en La Habana en 1979.

Standing attention during the playing of the national anthems in Havana, Cuba on Saturday, Sept. 9, 1978 are (L to R) Cuba?s President Fidel Castro, Spain?s President Adolfo Suarez and Minister of the Cuban armed forces Raul Castro. Suarez arrived in Cuba for a two day state visit.
Suárez y los hermanos Castro, en el aeropuerto de La Habana, en 1978. AP PHOTO AUTOR / FOTOGRAFO : CHARLIE TASNADI COPYRIGTH : ©RADIALPRESS

Estos gestos se interpretaron entonces como un intento de Adolfo Suárez de intentar dar un perfil propio a la recién reinstaurada democracia española en el ámbito internacional. El historiador Charles Powell, en España en democracia, apunta una interpretación más personal de Suárez para estos gestos, no sólo con Cuba, sino con la invitación oficial a Madrid a Yasser Arafat en un momento en el que medio mundo aún lo consideraba un terrorista peligroso. «No cabe subestimar el placer personal que le producía la posibilidad de mostrarse audaz y transgresor en cuestiones remotas y relativamente poco importantes para los intereses inmediatos del Estado español», escribe Powell.

Sea como fuere, por ambición personal, por la búsqueda de un lugar en el mundo o por la apuesta por una tercera vía en medio de la Guerra Fría, lo cierto es que en 1978 Suárez se convirtió en el primer jefe de Gobierno europeo que realizó una visita oficial a la Cuba de Castro.
La relación con Felipe González fue distinta. Tampoco fue igual durante los 14 años que pasó González en Moncloa.
Los primeros años estuvieron marcados por una sintonía que hincaba sus raíces en la simpatía ideológica que se profesaban, aunque poco tenían que ver el castrismo y el felipismo. En todo caso, hasta tal punto llegó el interés inicial de todas las partes, que en febrero de 1984, apenas año y medio después de llegar González a Moncloa, recibió a Fidel Castro y al sandinista Daniel Ortega, que llegaron a Madrid en escala técnica, procedentes de Moscú donde habían asistido a las exequias de Yuri Andropov, expresidente soviético.

Dos años después, en noviembre de 1986, González realizó un viaje oficial de varios días a Cuba, donde Castro le impuso la orden de José Martí, una de las principales condecoraciones cubanas, en una ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de la Revolución.

LA HABANA 14-11-1986.- FELIPE GONZALEZ ES RECIBIDO POR FIDEL CASTRO EN SU VIAJE OFICIAL A CUBA.
Felipe González, recibido por Fidel Castro en 1986. EFE/MANUEL P. BARRIOPEDRO

La buena sintonía entre ambos dignatarios, que compartían su afición por los puros, se prolongó hasta la salida de González de Moncloa.

La llegada de José María Aznar supuso un punto de inflexión. Pero no sólo por las relaciones de Castro con Suárez y González. Sino con el ex ministro de Franco, presidente de honor del Partido Popular y entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga.

Castro tenía raíces gallegas –su padre nació en Galicia–, y Fraga mucho afán de protagonismo y familiares que habían vivido en Cuba. Y dos dirigentes políticos antagónicos trazaron una relación singular que se concretó en un viaje de Castro a Galicia en 1992, cuando visitó el pueblo de sus antepasados (Láncara), plasmado posteriormente en un documental, ‘Fraga y Fidel, sin embargo’.

¿Consecuencias políticas de la relación Castro-Fraga? Que el expresidente cubano excarceló en aquellas fechas por mediación de Fraga a una veintena de presos acusados de delitos «contra la seguridad del Estado».

Pero con Aznar todo fue diferente. Hasta el punto de que en los últimos meses de la legislatura del líder del PP se celebraron manifestaciones en la Embajada española en La Habana, encabezadas por el propio Castro, contra el presidente español. ¿Los motivos? La beligerancia de los populares hacia Castro, muy aplaudida primero por la administración Clinton y más aún por la posterior administración Bush, que llevó a la Unión Europea a adoptar una posición común contra Cuba de dureza, aunque no tanta como pretendía Aznar.

Esa misma posición de dureza contra Cuba la trasladó Aznar al ámbito latinoamericano, como ocurrió en la Cumbre de 2000, en torno a una resolución contra el terrorismo.

Tres años después, en 2003, Castro participaba en una manifestación contra la legación española en La Habana con pancartas en las que se calificaba a Aznar de nazi por su política de oposición frontal al Gobierno de Castro y su estrechas relaciones con los opositores, tanto internos como los residentes en Miami.

MANIFESTACION CUBA:MIA18 - 12/06/03- MANIFESTACION CUBA - LA HABANA - Encabezados por el presidente de Cuba Fidel Castro, miles de personas marcharon hoy frente a la embajada de España en la Habana, con motivo de la convocatoria del gobierno cubano a más de un millón de habaneros ante las sedes diplomáticas de España e Italia, considerados principales responsables de la "retrógrada" declaración de la Unión Europea sobre la isla. Los manifestantes agitaron banderas cubanas y gritaron consignas contra José María Aznar y Silvio Berlusconi, jefes del Gobierno español e italiano, respectivamente.
Encabezados por el presidente de Cuba Fidel Castro, miles de personas marcharon en junio de 2003 frente a la embajada de España en la Habana, con motivo de la convocatoria del gobierno cubano a más de un millón de habaneros ante las sedes diplomáticas de España e Italia, considerados principales responsables de la «retrógrada» declaración de la Unión Europea sobre la isla. Los manifestantes agitaron banderas cubanas y gritaron consignas contra José María Aznar y Silvio Berlusconi, jefes del Gobierno español e italiano, respectivamente. ALEJANDRO ERNESTO/NOTIMEX VÍA EFE-UGI/PAG.

Una oportunidad para Isabel

24 diciembre, 2016

Fuente: EL PAÍS SEMANAL

Una oferta laboral real que cuesta dinero: consta de una jornada de 11 horas diarias, sin transporte ni comida por 350 euros al mes

Una oportunidad para Isabel
Es una oportunidad, le dijo su padre, una oportunidad, insistió su madre, una oportunidad, concluyó ella misma.
Hace seis años, Isabel trabajaba en una tienda de ropa de una gran cadena, en un centro comercial del Puerto de Santa María. Aquel trabajo se le daba tan bien, y le gustaba tanto, que compensaba con creces los 90 kilómetros, casi dos horas en cuatro trayectos de ida y vuelta entre Rota y El Puerto, que tenía que hacer a diario. Entonces, un buen día, empezó a oír hablar de la crisis como de un animal mitológico, un país lejano, una tormenta que apenas se insinuaba en el inmaculado horizonte de un cielo azul y veraniego. ¿Qué pasó después? Todavía no es capaz de explicárselo. Todavía no ha cumplido 30 años y ya lleva cinco en el paro.
Durante cinco años, el paro ha sido para Isabel un desierto plano e infinito, sin forma y sin relieve, un paisaje absolutamente estéril donde, por no haber, ni siquiera subsiste el espinoso esqueleto de algún matorral seco. Nada por delante, nada a los lados, nada por arriba y nada por abajo, nada. Y no será porque no lo haya intentado. Todos los supermercados, todas las oficinas, todas las tiendas y hasta las farolas de su pueblo, han dispuesto muchas veces de su nombre y su teléfono. Lo demás, que está dispuesta a hacer cualquier cosa, lo que sea, se sobreentiende. Por eso, cuando la llamaron de un hotel de Costa Ballena para ofrecerle una plaza de animadora, ni siquiera se paró a pensar que nunca había hecho nada parecido, que no tenía experiencia para entretener a un montón de niños. Era una oportunidad, así que se arregló, respiró hondo, le pidió prestado el coche a su padre y se fue a hacer la entrevista. Cuando entró en aquella oficina, seguía creyendo que estaba dispuesta a todo. Aún no sabía lo que significaba exactamente esa palabra.
Isabel es joven, atractiva, tiene buena presencia, una voz agradable, así que todo fue sobre ruedas hasta que llegó el momento de pactar las condiciones económicas del trabajo. Después, durante un rato, tampoco pasó nada, porque necesitó algún tiempo para procesar lo que estaba escuchando, y sumar, y restar, y comprender al fin qué clase de oportunidad le habían puesto entre las manos.
“Durante cinco años, el paro ha sido para Isabel un desierto infinito, un paisaje estéril”
–Pero… Si entro a las nueve y media, y salgo a las nueve y media –recapituló en voz alta–, no puedo venir en autobús porque no me encajan los horarios.
–Ya, pero me has dicho que conduces y tienes coche.
–Sí, eso sí, pero… Claro, son doce horas…
–Once –su interlocutor seguía impertérrito, una sonrisa tan firme como si se la hubieran tatuado encima de los labios–, porque tienes una para comer.
–Claro –volvió a repetir ella–, pero en una hora, entre ir y volver… No me merece la pena comer en Rota, así que tendría que tomarme aquí un bocadillo.
–Claro –el hombre sentado al otro lado de la mesa pronunció aquella palabra por tercera vez–, o lo que quieras. Podrías traértelo de casa, porque el empleo no incluye la comida.
–Claro –y nada estuvo nunca tan oscuro–. Pero entre lo que me gasto en gasolina, en comida… –antes de llegar a una conclusión definitiva pensó que todavía le quedaba un clavo al que agarrarse–. ¿Y la Seguridad Social?
–Una hora.
– Una hora… ¿Qué?
–Te aseguramos una hora por cada día trabajado.Isabel recapituló para sí misma. La oportunidad que le estaban ofreciendo consistía en trabajar 11 horas diarias, sin transporte y sin comida, por 350 euros al mes y una cotización 10 veces inferior a la que le correspondería. No se lo podía creer, pero todavía le quedaba una pregunta.
–Perdone, pero… ¿Esto es legal?
Su interlocutor se recostó en la butaca y se echó a reír.
–Por supuesto que sí. ¿Qué te creías?
(Esta es una historia real. Isabel existe, y la oferta de empleo que no aceptó, porque trabajar 11 horas diarias casi le habría costado dinero, existe también. Costa Ballena está en la provincia de Cádiz, a un paso de Sanlúcar de Barrameda, que mira a Doñana desde la otra orilla del río Guadalquivir. Para llegar a la ermita del Rocío desde allí, sólo hay que atravesar el Coto, y por eso tengo el gusto de dedicarle este artículo a doña Fátima Báñez, devota rociera, autora de la reforma laboral en vigor y ministra de Trabajo del Gobierno de España).

Este es el primer capítulo del libro que Enrique Meneses ordenó publicar cuando muriera Castro

23 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

eldiario.es publica en exclusiva el capítulo ‘Nace un héroe’ del libro inédito del periodista y fotógrafo español, que convivió con los revolucionarios cubanos en Sierra Maestra.
Meneses dejó el encargo de que su volumen ‘Fidel Castro, patria y muerte’ fuera publicado tras la muerte del líder revolucionario
Enrique Meneses, junto a Fidel Castro
Enrique Meneses, junto a Fidel Castro. En el centro, Raúl Castro
INTRODUCCIÓN, por Gumersindo Lafuente. Las vidas de Fidel Castro y el fotorreportero español Enrique Meneses se cruzaron a mediados de diciembre de 1957 en Sierra Maestra. Enrique había llegado a Cuba empujado por el amor, pero muy pronto quedó fascinado por la «revolucioncita» que unos barbudos estaban protagonizando en Sierra Maestra y decidió que de alguna manera lograría entrar en contacto con ellos. La aventura no fue sencilla. En ese momento, los potentes equipos de Life y Time, apostados en La Habana, estrechamente vigilados por la policía secreta de Fulgencio Batista, se disputaban el honor periodístico de ser los primeros en captar con sus cámaras las aventuras de los guerrilleros. Enrique, que trabajaba para Paris Match, la competencia europea, jugó sus cartas en solitario y explotando su ingenio y su encanto personal logró la exclusiva de su vida.  Ya en la sierra, convivió varios meses con los guerrilleros y publicó los primeros grandes reportajes de lo que estaba ocurriendo en Cuba. El impacto de la portada de Paris Match fue tremendo. De su experiencia cubana Enrique se trajo muchas historias que se convirtieron en artículos y libros, y unas fotografías imprescindibles para comprender por qué una revolución impulsada por un puñado de aventureros pudo triunfar contra todo un ejército. Enrique siguió toda su vida fascinado por lo que allí vio, y los recuerdos precisos de sus encuentros con Fidel o con el Che, llenaron páginas y horas de jugosas charlas de los que tuvimos la suerte de conocerle. También se convirtieron en un libro sobre la vida de Castro, destinado a ser publicado justo después de su muerte. Un día, Meneses, consciente de que el revolucionario sobreviviría al reportero (Enrique murió en enero de 2013) encargó a su amigo Jon Lee Anderson el prólogo y lo dejó todo organizado para que la obra fuese una realidad. Ese momento ha llegado y el libro, «Fidel Castro, patria y muerte», del que eldiario.es ofrece el primer capítulo, estará en las librerías el próximo 5 de diciembre editado por Ediciones del Viento.

CAPÍTULO I. Nace un héroe. Enrique Meneses

«Poco antes de las cinco de la madrugada del 26 de julio de 1953, las calles de Santiago de Cuba estaban más frecuentadas que de costumbre a esas horas. El día había sido de fiesta, y numerosos santiagueros aún festejaban a su patrono. Por eso, a nadie le extrañó el paso de una caravana compuesta de veintiséis vehículos que se dirigía hacia el cruce de las avenidas Trocha y Garzón. Ahí, los vehículos se dividieron en tres grupos que tomaron la Avenida de las Enfermeras. En el último grupo, un hombre alto fijaba su mirada miope en los vehículos que precedían y aferraba sus manos a una metralleta. Se llamaba Fidel Castro, y, con sus dos centenares de compañeros, iba a tallarse un nombre en la historia contemporánea.

Aquella expedición que avanzaba por las calles de Santiago sigilosamente, tenía por finalidad atacar a las guarniciones de Bayamo y Santiago. Treinta hombres estaban ya situados frente a la confiada guarnición de Bayamo y ciento setenta se acercaban al cuartel Moncada, la segunda guarnición de Cuba. Dos posibilidades habían sido previstas por Fidel Castro: reducir a los defensores del Moncada logrando un éxito singular sobre el régimen de Batista, o tener que retirarse capitalizando sobre la publicidad que el ataque tendría en toda Cuba. En ambos casos, la audacia de los atacantes se vería recompensada.
Todo había sido planeado durante varios meses. En el elegante barrio habanero del Vedado, en la calle 25 y O, Fidel Castro había estudiado esta operación en sus mínimos detalles junto con sus más fieles amigos. Todos eran miembros del Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás, y todos se sentían frustrados por la toma del poder por Batista, que, el 10 de marzo de 1952, había depuesto al presidente Prío Socarrás. Este golpe de fuerza echaba al suelo las esperanzas de todos los que aguardaban con impaciencia las elecciones del primero de junio. Pese a ser miembros del Partido Ortodoxo, Fidel Castro, Abel Santamaría, Jesús Montané, René Guitart y otros muchos, representaban los «jóvenes leones» del partido y no gozaban del apoyo absoluto de sus mayores, quizá porque éstos tenían otra edad y corrían más riesgos por ser personajes conocidos del nuevo Gobierno.
Los insurrectos trabajaron duro preparando el ataque. Obtuvieron fondos empeñándose, sacando dinero de sus familias y hasta falseando firmas de cheques, según sus adversarios. En una finca de Siboney, cerca de Santiago de Cuba, el propietario, Ernesto Tizol, comenzó a esconder las armas que le eran enviadas, ayudado por Haydee Santamaría, hermana de Abel.[…]
A las tres de la madrugada del 26 de julio, Fidel Castro había dado sus últimas instrucciones. Los hombres de Bayamo ya estaban en aquella localidad listos para el ataque. En Santiago, Pepe Suárez, Montané y Guitart debían apoderarse de los centinelas del cuartel Moncada por sorpresa. Para ello, contaban con una fecha festiva, por lo que los uniformes rebeldes podrían ser confundidos con los de soldados de permiso que regresaban al cuartel.Raúl Castro, hermano de Fidel, pese a sus veintidós años, recibió orden de ocupar con sus hombres el Palacio de Justicia, situado frente al cuartel, para instalar una ametralladora en el tejado.
Otro grupo debía ocupar una emisora de radio por la que emitirían, en caso de victoria, la cinta magnetofónica del último discurso de Eduardo Chibás pronunciado frente las cámaras de televisión, minutos antes de suicidarse en los estudios de CMQ. También se debía leer una proclamación de Fidel Castro que comprendía nueve puntos, y en la que, junto con sus planes para una nueva sociedad cubana, el jefe insurrecto subrayaba que los motivos de aquella rebelión se debían exclusivamente al deseo de todos los cubanos de restablecer la Constitución de 1940, violada por Fulgencio Batista al tomar el poder mediante la fuerza.También había que tomar el hospital Saturnino Lora, situado frente a la entrada principal del cuartel. Al mando de Abel Santamaría, el médico Mario Muñoz, Julio Trigo, Haydee Santamaría y Melba Hernández, estas dos vestidas de enfermeras, ocuparon el hospital sin problemas. Su misión era, junto con el médico, prestar auxilio a los heridos.
A las 5:15 de la madrugada se hicieron los primeros disparos. Eran los de Fidel Castro, obligado a cubrir con su fuego la salida de los rebeldes de uno de los coches que había volcado accidentalmente. Este incidente eliminaba el elemento sorpresa que tanto había cuidado Fidel Castro. Otro error fue el poco conocimiento que los atacantes tenían del interior de la fortaleza. En el patio del Moncada se dirigieron a la armería, pero se encontraron con la barbería del cuartel.
Un fuego nutrido caía sobre los atacantes que permanecían en medio del patio sin saber a dónde ir. Guitart cae muerto. Fidel Castro ordena la retirada. Los rebeldes huyen deshaciéndose de sus uniformes y quedándose con sus ropas civiles que llevan debajo en previsión de esta eventualidad. Los hombres de Castro escapan en tres direcciones: unos, a refugiarse en el hospital ocupado por Santamaría; otros, a casas de amigos en pleno Santiago y un tercer grupo, hacia la finca de Siboney primero, y a la Sierra Maestra después.
Los que buscaron refugio en el hospital, lo lamentaron muy pronto. Después de disfrazarse de pacientes vendados para escapar a la búsqueda que el Ejército no dejaría de hacer, se metieron en las camas libres. Los soldados no tardaron en venir, y ya se retiraban al comprobar que allí sólo había enfermos, cuando un empleado del hospital denunció a los rebeldes. El Ejército apresó a veinte hombres y a las dos falsas enfermeras. Al salir del hospital, un soldado dio muerte por la espalda al Dr. Muñoz.
Los que se habían escondido en Santiago de Cuba tampoco fueron muy afortunados. Uno tras otro iban siendo descubiertos por la Policía batistiana, que registraba todas las casas de la ciudad.
El general Martín Díaz Tamayo vino urgentemente a Santiago. Traía órdenes de La Habana para actuar con el máximo rigor. Por cada soldado caído en el ataque, diez prisioneros rebeldes debían ser fusilados. Fidel Castro, entretanto, se había retirado junto con algunos compañeros a las laderas de Sierra Maestra. El arzobispo de Santiago, monseñor Enrique Pérez Serantes, se entrevistó con el coronel Alberto del Río Chaviano y le pidió que respetase la vida de los rebeldes que se rindiesen.
El Ejército buscaba ahora en la Sierra Maestra a los restantes atacantes del Moncada. El teniente Pedro Sarria conocía personalmente a Fidel Castro, y fue elegido para mandar una patrulla encargada de localizar al jefe rebelde. Agotados, hambrientos, sin municiones, Fidel Castro y dos de sus hombres se toparon con la patrulla de Sarria. En lugar de descubrirlo, el teniente murmuró al oído de Castro, mientras lo registraba, pidiéndole que no se identificase, pues su vida corría peligro.
En lugar de llevar a los presos al cuartel de Moncada o ejecutarlos en el acto, como tenía orden, Pedro Sarria los llevó a la cárcel municipal de Santiago, donde, aunque se supiese la identidad de Fidel Castro, no corría un peligro inmediato. Como consecuencia de su acto, el teniente Pedro Sarria fue destituido.El coronel Chaviano redactó un informe en el que trataba a los atacantes del Moncada de «maleantes». También decía que muchos de los hombres que habían seguido a Castro lo hicieran engañados y que, cuando se percataron de su error y quisieron huir, Fidel Castro y sus amigos los mataron por la espalda. En total, bajo la causa 37, como se denominó el proceso de los insurrectos, se iba a juzgar a ciento veinte hombres y dos mujeres. Otros más no pudieron ser juzgados por haber sido muertos en sus celdas o torturados hasta el punto de ser impresentables ante la Corte.
Los enjuiciados fueron encerrados en la cárcel de Boniato hasta que se celebrase el juicio fijado en Santiago para el 21 de septiembre de 1953.Un millar de soldados guardaba el trayecto por el que debían pasar los presos hasta llegar al tribunal. En Santiago se temía que los más importantes fuesen muertos aplicándoseles la «ley de fugas», pero todo el país estaba pendiente del juicio, sobre todo en la segunda ciudad de Cuba, donde la Policía había cometido excesos al registrar las casas en busca de fugitivos.
En el juicio, el fiscal quiso demostrar que la organización del ataque había sido financiada por el ex presidente Prío Socarrás desde Miami, pero Fidel Castro, que actuaba como su propio defensor, deshizo el argumento sacando de su bolsillo una lista completa de los gastos de la malograda expedición. Los 16.480 pesos que había costado el ataque eran producto de donativos de los mismos participantes.
Suspendido por unos días, el juicio se reanudó el 26 de septiembre sin la presencia de Fidel Castro. Cuando la Policía alegó que el preso no podía presentarse por encontrarse enfermo, Melba Hernández, que también se defendía a sí misma por ser abogada, sacó de su moño un rollito de papel que entregó al presidente del Tribunal. Este leyó un mensaje de puño y letra de Fidel Castro en el que declaraba encontrarse en perfecto estado de salud y acusaba al Gobierno de planear su eliminación. Pedía al Tribunal que nombrase un delegado para investigar «su enfermedad» así como vigilar las idas y venidas de los presos entre cárcel y Tribunal con el fin de evitar la aplicación de la «ley de fugas». El presidente accedió a la solicitud, pidiendo que se realizase un examen médico del jefe rebelde.El 28 de septiembre la acusación dijo que los rebeldes habían utilizado puñales para asesinar soldados, pero los expertos del Tribunal, oficialmente nombrados, negaron que los muertos militares presentasen heridas de arma blanca.
Por su lado, Haydee Santamaría denunció el asesinato del Dr. Muñoz, así como otros 25 presos, entre los que se encontraba su hermano Abel. Refiriéndose a éste, Haydee dijo que la Policía le había traído hasta la celda un ojo arrancado a su hermano, pidiéndole que evitase los sufrimientos de Abel confesando la participación de Prío Socarrás en la conspiración. Al negarse Haydee, le trajeron el segundo ojo.
Fidel Castro basó su defensa sobre el hecho de que no podía acusárseles de intentar derribar al Gobierno constitucional, puesto que precisamente era Batista el que había derrocado dicho Gobierno el 10 de marzo. En cuanto a atacar la inconstitucionalidad de Batista por medios jurídicos, Fidel Castro subrayó que lo había hecho ante el Tribunal de Garantías Constitucionales y el Tribunal de Urgencia de La Habana sin resultado alguno.
Pese al impacto que la defensa de Fidel Castro causó ante los presentes, el juicio no obtuvo eco inmediato en el país porque Batista había impuesto la censura, junto con la suspensión de garantías constitucionales, al día siguiente del ataque al Moncada.
Durante las cinco últimas horas que Fidel Castro habló en su defensa, mencionó las torturas de la Policía y el Ejército batistianos, expuso sus proyectos para el futuro de Cuba, criticó el imperialismo y subrayó el paro obrero existente. Habló para el «guajiro» analfabeto, para el estudiante idealista, para «los jueces justos», para todos los resentidos del país. Pidió que no se le hiciese trato de favor a la hora de sentenciar, y concluyó gritando: «¡Condénenme! ¡No importa! ¡La Historia me absolverá!».
Fue condenado a quince años de penitenciaría en la isla de Pinos, la famosa «Isla del Tesoro» de R. L. Stevenson, en la parte sur occidental de Cuba.
Doscientos hombres habían tomado parte en el ataque a Bayamo y al Moncada. Setenta habían muerto en combate o en las celdas de la Policía o del Ejército. Fidel Castro había fracasado en su intento insurreccional, pero había sembrado para futuras cosechas. Al provocar la violenta y hasta cierto punto desmesurada represión batistiana, había ganado mucho más que una victoria militar. Con sus mártires, aún frescos, había logrado despertar en sus compatriotas el odio hacia un gobierno nacido de un golpe de estado incruento, sacudir la inercia de los grupos políticos de oposición y crear la atmósfera propicia para una guerra civil.

Si Fidel se equivocó mucho, sus enemigos se equivocaron más

22 diciembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

El personaje que encarnó desde los albores de los años 50 sobrevivirá a los aciertos y errores de la revolución. El principal, incumplir dos de las promesas motoras del llamado Manifiesto de Sierra Maestra: regeneración democrática y libertad
Fidel Castro habla con el ministro de Alimentación José Naranjo a principios de los 60
Fidel Castro habla con el ministro de Alimentación José Naranjo a principios de los 60 KEYSTONE PICTURES/ZUMA PRESS

Fidel Castro ha sido uno de los grandes iconos del siglo XX, símbolo de todas las revoluciones latinoamericanas, africanas y algunas europeas, protagonista de innumerables textos y canciones. Se ha muerto tan despacio que a muchos les ha dado tiempo de acostumbrarse a su ausencia cuando aún estaba vivo, que hasta en el arte de morirse ha demostrado dotes políticas extraordinarias. La política y el teatro han sido su fuerte. Siempre le rodeó una épica revolucionaria, una magia que le ha acompañado toda su vida y seguirá con él en la muerte.

El personaje que encarnó desde los albores de los años 50 sobrevivirá a los aciertos y errores de la revolución. El principal, incumplir dos de las promesas motoras del llamado Manifiesto de Sierra Maestra: regeneración democrática y libertad. En Cuba hay presos políticos, personas que pagan con la cárcel los delitos de opinión.

Es cierto que no existe malnutrición infantil, ni violencia callejera, ni crímenes de todo tipo, ni pobreza extrema. Tampoco existen los feminicidios como en México y Guatemala. Es verdad que las cifras de escolarización son ejemplares y que ocupa el puesto 68 en el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, dos por delante de Costa Rica, considerada un paraíso por Occidente.

Es cierto que la revolución no lo ha tenido fácil, con un enemigo tan poderoso como constante. EEUU cercenó con el embargo el desarrollo inicial de la revolución. Con el tiempo ha servido paradójicamente de excusa para justificar los errores del sistema. Hace años que la Revolución dejó de carburar. Los esfuerzos transitaron de cambiar el mundo a mantenerse en el poder a cualquier precio y sobrevivir. Fidel siempre fue un dirigente muy hábil. Supo mantener la teatralización revolucionaria, superar el desgaste del ejercicio del poder, cuando apenas quedaba nada de lo soñado. Nunca perdió la temperatura de la calle, conocía muy bien a su gente.

Ha sido un personaje complejo, duro con los enemigos y los tibios, y cautivador con todos. Una figura que irradiaba carisma, encanto. No es fácil escribir sobre él. Se trata de un personaje cercado por estereotipos, odios y loas. Es difícil, casi imposible, llegar a la persona. Muchos lectores demandan militancia, trinchera, nada de grises, nada de contexto, nada de peros.

El líder cubano ha conocido a 12 presidentes estadounidenses: Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton. Bush II y Obama. No ha querido esperar a conocer a Trump. Casi todos fueron enemigos acérrimos.

Cercado por el EEUU de la Guerra Fría, sobrevivió gracias a la ayuda de la URSS y cuando esta se acabó con la de Venezuela de Hugo Chávez, ahora hundida en su propia crisis. Sin más comodines solo le quedaba la apertura controlada a EEUU.

Uno de los legados que deja Fidel es haber acompañado, a veces desde el silencio, el inicio de esta apertura hacia EEUU. Barack Obama ha reconocido «el tremendo impacto» que tuvo Fidel Castro en el mundo y Trump lo ha calificado de «dictador brutal», una pista de cuál será su política. No parece que el nuevo presidente sea adicto a las sutilezas de la diplomacia. Está preso de una propaganda malversada.Hace un par de años escribí en eldiario.es un perfil que tuvo muchas críticas y pocos elogios. Se titulaba: Fidel Castro, un genio que nos vendió humo por revolución. En él recomendaba la biografía firmada por Tad Szulc, periodista de norteamericano de origen polaco que trabajó para The New York Times y otros medios. Se titula Fidel: A Critical Portrait (Avon Books). En España la publicó Grijalbo. Recojo algunos párrafos de aquel texto tan polémico.

Szulc conoció a Fidel en 1959 y quedó rendido a su magia. Le costó desprenderse del aquel primer encantamiento porque la realidad de la revolución fue, con el paso de los años, decepcionante. Estaba anquilosada, muy lejos de restaurar la democracia prometida, convertida en una dictadura comunista. Visitó de nuevo Cuba en 1984, conversó con Fidel, tuvo acceso a su entorno y a miles de documentos. Los anticastristas más furibundos le acusaron de blando, de pretender salvar al líder. Su tesis es que Eisenhower no supo leer las posibilidades que le ofrecía la llegada de Fidel Castro al poder y terminó empujándolo en brazos de la URSS.

No fue el único estadounidense en pensar así. Eisenhower se dejó llevar por el esquema de la Guerra Fría, que trasladó a América Latina, empezando por Cuba. El periodista español Enrique Meneses, el primer extranjero en informar de los jóvenes barbudos desde Sierra Maestra, decía que aquel primer Fidel revolucionario era cristiano y que llevaba una cruz al cuello. Años después, Meneses cenó en Cairo con Ernesto Che Guevara. Hablaron de aquellos tiempos. El Che quería poner en marcha una revolución en Congo y Meneses se ganaba la vida como corresponsal de la revista Paris Match en Oriente Próximo. El Che le informó de que Fidel le quería «dar paredón» porque había escrito que había comunistas en Sierra Maestra, algo que les restó apoyos en EEUU. Ahora podrán conversar en paz. Meneses se defendió: «Tu lo eres, y lo es Raúl». «Ya, pero no nos convenía», replicó el Che.

Szulc describió la entrada de Fidel en La Habana el 8 de enero de 1959, tras recorrer la isla ganándose la adhesión de cada ciudad y cada pueblo, como «una apoteosis maravillosamente montada». Ese viaje fue esencial para cimentar su prestigio y su poder. Aunque fue algo casual, hubo un momento prodigioso: una de las palomas blancas que se lanzaron al cielo para festejar el triunfo revolucionario se posó en su hombro, como si un ser superior le señalara como el elegido. Pese a los errores, Fidel ha sido una figura reverenciada por la mayoría de los cubanos del interior. EEUU no hizo nada por ganárselos, solo se empleó a fondo en hacerles la vida más difícil.

Los primeros meses, después del triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, como les llamaba la prensa internacional, fueron claves. Fidel favoreció el nombramiento como presidente de la República de Manuel Urrutia, y el del liberal José Miró Cardona como primer ministro. Él se quedó entre bambalinas como jefe de las Fuerzas Armadas. El Gobierno de unidad, reconocido de inmediato por EEUU, no duró demasiado: el 17 de febrero de 1959, Fidel asumió el puesto de primer ministro y viajó a EEUU para entrevistarse con sus líderes y realizar gestos simbólicos en los monumentos de Jefferson y Lincoln. Miró Cardona había promulgado antes la Ley Fundamental de la República, que recuperaba los postulados de la Constitución de 1940. Todo parecía ir bien conforme al Manifiesto de Sierra Maestra.

En ese viaje a EEUU, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos, se entrevistó durante 15 minutos con el vicepresidente Richard Nixon pero no con el presidente; Eisenhower prefirió jugar al golf. Quizá fuese ese gesto el arranque de un largo desencuentro que han tratado de remediar Barack Obama y Raúl Castro.Entre las promesas del Manifiesto estaba también la reforma agraria, una asignatura pendiente en gran parte de Latinoamérica. Su aprobación costó un enfrentamiento con el presidente Urrutia y Fidel dimitió de su puesto. La revolución ha manejado muy bien dos artes: la propaganda y la puesta en escena de las masas. Su dimisión fue contestada en las calles por decenas de miles de cubanos, movilización que forzó la caída de Urrutia y su sustitución por Oswaldo Dorticós, que de inmediato lo volvió a nombrar primer ministro.

Aún nadie proclamaba el comunismo como doctrina, al menos de manera abierta. Pese a ello, a Washington se le atragantó una reforma agraria que afectaba a sus intereses en la isla. En octubre de 1959, la Casa Blanca dio su apoyo a la propuesta de la CIA de desestabilizar el régimen, incluido un eventual asesinato de Fidel, algo que han intentado repetidamente.

¿Qué habría pasado si Eisenhower y Fidel se hubieran visto en Washington? ¿Qué habría pasado si EEUU hubiese invertido dinero en la revolución en vez de combatirla? Es imposible saberlo, entraríamos en la ficción. En esos mismos años, EEUU apoyó a los  militares guatemaltecos en su lucha contra una incipiente guerrilla que luchaba por la libertad. Aquella guerra civil duró 36 años, de 1960 a 1996, y costó la vida a 200.000 personas, 45.000 desaparecidos.

La URSS, en plena Guerra Fría contra EEUU, vio una oportunidad de tocar los huevos al imperio rival y concedió créditos millonarios a Cuba, además de firmar acuerdos de comercio de petróleo y azúcar. «La mano que recibe está por debajo de la mano que da», dijo Napoleón. La presión de la CIA tuvo dos hitos: el sabotaje en La Habana del mercante francés La Coubre que transportaba armas –más de 100 muertos–, ocurrido en marzo de 1960 y la invasión de Bahía Cochinos el 17 de abril de 1961. De esa época, Fidel saca dos conclusiones: EEUU es el enemigo y la URSS la única opción económica y militar para sobrevivir. Y el comunismo salió del armario de la revolución. Los críticos de esta teoría sostienen que el comunismo estaba latente y visible desde el primer día. Después llegó la crisis de los misiles en 1962 y el pacto entre EEUU y la URSS, tras bordear la guerra nuclear, de retirar esas armas a cambio de no invadir Cuba.

Pero me he saltado lo esencial. Antes de estos acontecimientos y de restablecer las relaciones diplomáticas con la URRS, Fidel confiscó las refinerías de Shell, Esso y Texas Oil por negarse a procesar el crudo soviético. De ahí partió una escalada de medidas que finalizó con el establecimiento de un embargo que los sucesivos presidentes fueron agravando con nuevas prohibiciones. Ese embargo ha sido inútil: ha logrado lo contrario de lo que perseguía: dar vida a un régimen enrocado.

Si las revoluciones envejecen rápido, también lo hacen las políticas y las retóricas que las combaten. En esto, Fidel deja un legado más sólido: su merchandising de la revolución es más atractivo, y sus motivos morales iniciales, cautivadores.

Obama ha sido el primero en querer modificar las dinámicas heredadas, explorar un lenguaje nuevo y una política eficaz que pasa por permitir que sean los cubanos de Cuba los que marquen el ritmo de la apertura. Es más inteligente que un embargo que castiga a todo un pueblo. La premisa es que la prosperidad traerá democracia y libertad, si es que eso es lo que busca EEUU y no otro peón en sus juegos globales.

La revolución se desinfló hace tiempo y la izquierda se quedó en la escenografía. Casi nadie se atrevió a decir:»El revolucionario está desnudo». Las revoluciones duran horas, días, meses, como muestra Woody Allen en la película Bananas: copian lo que desplazaron. De ahí la tesis de Trotsky de la revolución permanente.

Entre las retóricas y contra retóricas, está la gente, el pueblo cubano, ese por el que tanto decimos estar tan preocupados. Murió el líder, la persona, queda el personaje. Más allá de su obra, Fidel Castro es de los inmortales.