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Ramón Lobo: «La soledad, como la estupidez, es consustancial al ser humano»

25 marzo, 2021

Fuente: http://www.eldiario.es


  • elDiario.es entrevista al escritor y periodista Ramon Lobo para hablar de su nuevo libro, ‘Las ciudades evanescentes’, un viaje de fuera hacia dentro que indaga en la soledad elegida
El escritor y periodista Ramón Lobo en una terraza de Madrid
El escritor y periodista Ramón Lobo en una terraza de Madrid

Olga Rodríguez 1 de noviembre de 2020 21:44h 

@olgarodriguezfr

A primera vista Ramón Lobo podría ser un marinero solitario, un Papá Noel entrañable o un ermitaño nómada. Él mismo lo dice: le divierte imaginarse vidas, personajes, situaciones. Necesita imaginar para vivir. Periodista, corresponsal de guerra, gran viajero, Lobo nos confiesa a través de su nuevo libro que el mayor de sus viajes actuales es probablemente el que realiza de fuera hacia dentro, ese dentro donde juguetea sin descanso con su imaginación, habla con sus muertos y sus vivos, dota de vida a sus objetos y siente su hogar y su barrio como últimas barricadas de afecto en un mapa de soledades elegidas.

Esa soledad elegida de Lobo -en inglés, solitude-, diferente a la impuesta –loneliness– es la protagonista de su nuevo libro, Las ciudades evanescentes (Ed. Península), en el que también aborda otras cuestiones como la pandemia, el futuro de las ciudades habitables, el periodismo, la importancia de los objetos elegidos como prolongación de uno mismo, la despensa de los afectos, las distancias impuestas por la COVID-19 y las ya existentes antes del virus, en una forma de vida “digital y apresurada”.

Las ciudades evanescentes, de Ramón Lobo

Las ciudades evanescentes es una conversación que el autor mantiene consigo mismo desde esa soledad buscada y a través de ella, paradójicamente, ofrece un cálido acompañamiento, casi hogareño, de chimenea y manta. 

¿Cómo comenzó la idea de este libro?

Arranca hace más de dos años estando yo en Nueva York, una ciudad que siempre me ha gustado, en la que me encuentro como en mi casa. Como dice el libro de White, es la capital de los averiados. Como yo estoy averiado y lo sé y no me importa, allí me encuentro perfecto. Todo el mundo está muy cerca pero cada uno en su sitio. Es la ciudad perfecta para la solitude, la soledad elegida. El problema es que si tienes loneliness -soledad impuesta- es la ciudad más equivocada, y si tienes emptiness, vacío existencial, estás jodido allí. En esa ocasión aterricé en Nueva York y era como si nada funcionara, como si hubiera entrado por la tramoya y viera todas las mentiras de la ciudad. La gente no me saludaba, seguramente nunca lo había hecho, no me sonreía, probablemente nunca lo hacía, si sostenía una puerta no me daban las gracias…. Esta vez todo eso me atrancó.

¿Por qué cree que fue?

Porque venía atrancado de Madrid. Venía de ver cómo mi barrio madrileño estaba desapareciendo, evanesciéndose, con las tiendas de turismo, iban cerrando tiendas de cercanía. Por ejemplo, un supermercado detrás del mercado de San Miguel que me gustaba mucho lo cambiaron por un Ale-Hop. El día que cierren los Ale-Hops será el síntoma de que empiezan los nuevos tiempos. Mi barrio estaba lleno de turistas, de gente con el móvil que no miraba la ciudad, sino que miraba la ciudad a través del móvil. Creo que fue eso lo que provocó mi mala entrada en Nueva York. Así que empecé este libro. Volví a Nueva York las navidades pasadas, cuando el libro estaba ya casi terminado, y fue fantástico, de nuevo me encontré bien en la ciudad. 

¿Por qué?

Porque ya me había curado con todo este proceso psicológico que es este libro, que para eso sirve. Y además me había dejado una barba muy larga, así que todo el mundo me veía e incluso me tocaba, una dependienta en Macy’s me dijo que yo era un Papá Noel muy auténtico. Fui visible al fin y fue fantástico. 

Y luego llegó la pandemia 

Justo cuando acababa de terminar el libro. Primero pensé que tenía que tirarlo pero después me di cuenta de que ahora tenía más sentido. Yo había escrito un libro en el aire y ahora es un libro en las raíces. Pero no puede perder su objetivo, que es un libro sobre la soledad, no sobre la pandemia. Ésta lo que ha hecho ha sido multiplicar lo que ya había. 

¿Qué cambió del libro? 

No he cambiado mucho, simplemente reordené, quité un poco, puse otro poco. Pero no sabía qué era presente y qué pasado. Así que decidí que todo lo que no fuera absolutamente estable, como es la soledad o la estupidez o el miedo, sería pasado. Eso me desatascó y dio un sentido al libro que antes no tenía. 

¿Qué es eso de que la soledad y la estupidez son estables? 

Sí, lo son porque no van a desaparecer nunca, son consustanciales al ser humano. La estupidez es evidente, todos somos estúpidos, lo que pasa es que tenemos grados de estupidez. Todos somos estúpidos en bastantes cosas, pero en algunas no. Lo que que pasa es que hay gente que consigue ser estúpida en casi todas. Por lo menos, en casi todas las visibles. Eso no va a desaparecer. Y la soledad tampoco va a desaparecer, que la gente se sienta sola. Hay que distinguir entre la solitud, que es algo positivo, y la emptiness… 

La pandemia es una oportunidad para repensar los barrios y a nosotros mismos

Habla en el libro de esas diferencias entre las soledades, reivindicando la suya, la solitud.

La solitud es cuando sales y te apetece estar solo. Activas tu mundo y ya está, no necesitas nada, estás feliz, como en tu casa. Por ejemplo, yo en mi casa tengo un montón de objetos que me hablan, que tienen un nombre, entonces estoy bien ahí. No intento huir. No he sido una persona que ha tenido que estar 14 horas en un periódico o en una redacción porque no quería irme a casa, a mí me gusta mi casa, yo iba a una redacción porque era mi trabajo, y si iba a una guerra, era porque era mi trabajo, no por huir de nada. Pero sí he visto gente en mi trabajo que estaba ahí todo el día, como huyendo de algo. Una vez le dije a uno: “Si no quieres ir a tu casa, si quieres voy yo por ti”.

Y ¿por qué la necesidad de hablar de la soledad vinculada a las ciudades en este momento de su vida? 

Pues porque Itaca en realidad es la muerte. Al principio, cuando eres joven, vas corriendo, no te fijas en nada. Pero llega una edad en la que empiezas a ir más despacio: para qué voy a correr si ya sé a dónde voy. Empiezas a darte cuenta de los matices, de los olores, de los sabores, de otro tipo de cosas que te apetecen. Estoy en un momento en el que me voy repasando. Y más con la jubilación inminente, necesito sentir esa especie de pertenencia de sitio que no tengo, que lo tuve en algún momento en Madrid en algunos barrios, pero que ahora lo he perdido.

No he encontrado ningún sitio. Así que regreso a mi barrio, quiero recuperar mi barrio, que vuelva a ser un sitio donde esté a gusto. Y en ese sentido la pandemia es una oportunidad para repensar los barrios, para repensarnos. 

Las ciudades necesitan un plan a 20 años en el que la gente sea la protagonista 

¿Cuál sería su ideal de Madrid? 

Un Madrid donde te puedas mover seguro en bici, con carriles separados. Que vuelvan los tranvías, que haya menos coches, más plazas, más bancos, más sitios donde compartir. Que exista una plaza que se llame Plaza de la Conversación. Una ciudad que vaya despacio, con regidores más valientes. No hay nadie que tenga un plan de ciudad a veinte años. Hay que tenerlo, y que sea uno en el que la gente vuelva a ser protagonista. 

El diseño de ciudad influye en nuestro modo de vida e incluso en nuestro tipo de soledad. Las políticas pueden atravesarnos mucho a nivel personal.

Sí. En política local tienes la inmediatez, el contacto con los ciudadanos. Pero hay que estar a la altura. Hace falta un concepto de ciudad. Tengo mucha esperanza en la recuperación de los movimientos vecinales en los barrios. En la Transición eran muy fuertes, pero los captaron el PSOE y el PCE, que necesitaban cuadros. Y ahora pasa lo mismo con Podemos, ha captado líderes, pero creo que ese movimiento vecinal aún así puede seguir, tengo esperanza en ello, en la capacidad de la ciudadanía para poner en marcha muchas cosas, para defender lo público. 

Escribe en el libro que “la distancia terapéutica ya estaba en nuestra forma de vida digital y apresurada». 

Sí, porque la gente no entraba en contacto. Podemos viajar de una ciudad a otra sin salir de la ciudad: las mismas tiendas, los mismos nombres. Ya existía la distancia antes de la pandemia, había miedo al contacto, y una distancia social evidente, los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres.

Ahora bien, la pandemia multiplicará muchos problemas que teníamos, como los malos tratos, la pobreza, la exclusión social, etc. Estamos en un mundo muy injusto, desigual y peligroso. Pero me temo que la pandemia, aunque es una oportunidad para mejorarlo, se va a desaprovechar. 

A lo largo de su vida ha viajado mucho y ahora en este libro hace un viaje interior. Los objetos son su compañía, habla de ellos como las últimas barricadas de los afectos, como la prolongación de lo que somos.

Desde muy pequeño, quizá por la dictadura de mi padre, he sabido recogerme en espacios muy pequeños. Mi habitación fue mi primer espacio defensivo. Me acostumbro fácilmente al ambiente, me pasa con la temperatura también. No sudo ni paso frío. Me acostumbro. Eso me ocurre con todo. ¿Hay guerra?: me acostumbro. Me sé manejar en esas circunstancias y no caigo en la melancolía.

Siempre he tenido la capacidad de entender cuáles son las fronteras de cada momento y disfrutar la oportunidad que me genera ese espacio, sea pequeño o grande. En mi casa por ejemplo: es como si en el confinamiento todo el mundo me hubiera copiado mi estilo de vida. Me he encontrado muy bien, he podido salir a comprar, no he necesitado grandes cosas, no me he encontrado mal en ningún momento.

Me sentí muy solo y desprotegido de niño, así que tuve que crearme mis propias herramientas 

Dice también que vivir guerras le sumerge en el dolor extremo y que toda su vida ha sido un entrenamiento para sobrevivir a la ausencia.

Sí. 

¿Cómo es eso, cómo marca, qué herramientas da?

Mi primera ausencia fue mi padre. En realidad no tuve padre, tuve un dictador. Él se perdió un hijo y yo un padre. Eso ya lo resolví en mi libro ‘Todos los náufragos’, comprendí que los dos habíamos sido unos gilipollas, yo también. No es que haya hecho las paces con él, pero sí me encuentro bien, ahora voy al cementerio y no tengo problemas con él. Yo me sentí muy solo y desprotegido de niño, así que tuve que crearme mis propias herramientas, muchas de ellas de ficción, no son reales, pero te funcionan. Luego, cuando me han tocado despedidas, por ejemplo novias que desaparecen de tu vida, pues lo mismo: acoto, pienso “ha estado bien, muy bien, he aprendido cosas, sí”, y sigo adelante. No pasa nada, no me voy a quedar en el dolor porque no me aporta nada. 

Las guerras no es que me hayan entrenado más, es que yo ya había entrenado de otro modo, y me he encontrado bien en ellas, porque te dan una oportunidad de contar cosas, de conocer gente, gente que te sorprende y que te dice una frase que en tu puta vida se te habría ocurrido y que te la aplicas a tu propia vida. Todo eso ha sido como un depósito de riqueza. 

Ahora está a punto de jubilarse. 

Es un periodo por una parte jodido, porque entro en la vejez, pero por otra parte cojonudo. Me queda un mes para jubilarme. El día que me jubile saldré a gritar por las calles, me parece una etapa maravillosa, dejar de trabajar y cobrar, un paso gigantesco.

La gente se desconcierta cuando les hablas de la muerte, salen corriendo

Y eso, ¿cómo influye en su relación con la soledad? 

Es una soledad muy egoísta la mía, porque me gusta estar solo pero también cuando decido salir me gusta encontrarme con gente. Claro, mis amigos se pueden haber olvidado de mi, porque nunca estoy. Ahora mismo tengo diez o doce amigos cerca de mi casa y pueden pasar semanas sin vernos o llamarnos, y eso también es culpa mía. Pero me defiendo mucho con la cabeza. 

Ayer me comí un cocido en la calle Santiago: es lo que hacía con Bru Rovira cuando él vivía en Madrid, una vez por semana. Lo comí, la silla estaba vacía, pero yo me sentí acompañado pensando en Bru en esa silla. Si está Bru, bien; pero si no está, me vale la memoria de Bru. Me alimento mucho de la imaginación. Tengo que tener cuidado, porque dos pasos más allá está la locura, pero tampoco me preocupa mucho. 

La muerte también está presente en el libro. 

Pienso en mi madre, que tiene Alzheimer, se mantuvo muy bien hasta los 89. Yo quiero morirme a los 88, la edad que tenía Saramago, que murió de pie, con la cabeza en su sitio, perfecto. Juego con esa idea y me divierte mucho también ver cómo la gente se desconcierta cuando les hablas de la muerte, les da miedo, salen corriendo. 

También habla de la riqueza de la compañía de los muertos. 

Sí, mucho. Me llevo muy bien con los muertos, con algunos, sobre todo los muertos familiares. Me voy relacionando con objetos que me recuerdan a personas concretas que ya no están. Pienso mucho en Miguel Gil [reportero asesinado en Sierra Leona], o en Julio [Fuentes, reportero asesinado en Afganistán], en Ricardo Ortega [asesinado en Haití], en mi abuelo y en mi bisabuelo, que no los conocí. Con los muertos me llevo bien y me gusta mucho el rollo africano de pensar que te acompañan. Es mentira, no creo en Dios ni en nada de estas cosas, pero son juegos que no hacen daño y te acompañan. 

Lo que le ha gustado de ser periodista es ver cosas a través de las cuales se puede entender el mundo. Es como ver el engranaje de un reloj por dentro. ¿Eso cree que le ha condenado más a la soledad?

Sí. Sobre todo porque para mí la clave ha venido de mi madre y abuela: la capacidad de adaptación que ellas tenían yo también la tengo. Soy una mamífero que se adapta a cualquier circunstancia. Para tener esa capacidad de adaptación necesitas alimentarte de muchas cosas y la fundamental es la imaginación. Hay gente que la usa para escribir y hay gente que la usa para vivir, yo la uso sobre todo para vivir, y lo paso muy bien. No puedo expresar todo lo que pienso porque la gente pensaría que estoy completamente loco, pero me lo paso muy bien.

La sociedad dejó de interesarse por la verdad

También habla de periodismo en el libro, de cómo ha cambiado, de cómo marca la cultura del click.

La sociedad dejó de interesarse por la verdad, ese es nuestro primer problema. Antes había una parte que se interesaba por ella y otra no. Ahora parte de la elite también ha dejado de interesarse por la verdad. Se pueden contar unas trolas tremendas y da igual. Siempre ha sido una minoría la que lee, la que piensa, la que hace. Confiemos en que esa minoría se reactive. 

Creo que los medios nuevos y algunos de los viejos están haciendo muy buen trabajo, se siguen haciendo reportajes en profundidad, sobre todo en EEUU y creo que sí hay gente al otro lado que lo lee y agradece. Lo que arrasa todo es la televisión. Pero yo creo que la televisión generalista tal y como la conocemos está muerta también. 

Dice en un momento dado que se confunde popularidad con credibilidad o capacidad de convencimiento.

Sí. Si un texto tiene muchos likes ya es bueno: pues no, puede ser una mierda. El problema es que el periodismo malo ha contagiado al periodismo general. Si miras lo más visto del New York Times o del Washington Post no aparece nunca una actriz famosa que ha perdido los zapatos, porque ellos no publican eso. Decía Sandro Pozzi sobre el Wall Street Journal una frase maravillosa: “Publican lo que no sale en Twitter”. Y buena parte de los demás repiten lo que sale en Twitter. 

Publicado el 1 de noviembre de 2020 – 21:44 h

La cultura de los orcos

22 enero, 2021

Fuente: http://www.infolibre.es

Ramón Lobo

contacta@infolibre.es

@ramonlobo

Publicada el 10/09/2020 a las 06:00

Actualizada el 30/09/2020 a las 10:52

La canciller federal alemana Angela Merkel, lideresa de un partido conservador, ha anunciado que el Estado invertirá 4.000 millones de euros en seis años en mejorar su sanidad pública. Es una apuesta de presente y futuro, ahora que llega la segunda ola del covid. Aún no disponemos de datos inequívocos de si será más fuerte, similar o más suave que la primera. Tampoco si amainará en la primavera de 2021, como sostienen Bill Gates y la OMS. Utilizan la referencia de la gran pandemia de 1918, que tras un primer año demoledor, mejoró en 1919 en los países ricos y desapareció en 1920.

“No sabemos aún cómo se comporta este virus que muta tanto”, me informa por WhatsApp el doctor Daniel López Acuña, que fuera director de asistencia sanitaria en situaciones de crisis de la OMS. “Tampoco conocemos mucho de su variación estacional. El perfil epidemiológico de los contagios es diferente ahora porque afecta a personas más jóvenes. En las próximas semanas afectará también a mayores. Este otoño e invierno sabremos más sobre él, a qué juega y cómo juega”. López Acuña deposita sus esperanzas de victoria en la existencia de una vacuna efectiva”.

Pese a que el covid-19 sigue siendo un desconocido, hemos aprendido mucho en los hospitales. Personas que fallecieron en marzo y abril habrían podido salvarse hoy. El problema sigue siendo el mismo: el límite de capacidad de las UCI. Lo sabe Merkel, que es científica de formación y no un abogado exprés o un máster en Harwaravaca como otros.

La primera ola desnudó nuestras debilidades industriales y sanitarias (en unos países más que en otros). Alemania era, y es, de los mejor preparados. Tiene un ratio de UCI de 33,9 por 100.000 habitantes, uno de las mejores del mundo, frente al 9,7 por 100.000 de España. Pese a ello, Merkel siente la necesidad de invertir 4.000 millones más antes de 2026. Piensa en las futuras generaciones. Fortalecer la Sanidad Pública es la salida para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos, sea cual sea su situación económica. La igualdad de derechos es la base de la democracia.

¿Qué hacemos en España? Aquí tenemos el modelo de Isabel Díaz Ayuso, que es el que Pablo Casado ha anunciado como un anticipo del suyo para toda España: no hacer nada, incumplir sus compromisos con el número de rastreadores, pese a que fueron la condición para pasar de fase, mentir de palabra y obra, y privatizar servicios a dedo, como las pruebas de PCR a los profesores. Un partido que arrastra el historial de corrupción del PP en Madrid no debería actuar sin el escrutinio de la Asamblea. No existe transparencia, y cuando las afirmaciones de Ayuso o de su consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, contradicen sus datos oficiales, se alteran los datos y acabado el problema. ¿Esto no es un delito? Ya sucedió con los contratos de Room Mate de quita y pon. Aún seguimos sin saber qué bolsillo pagó su estancia en un apartotel del empresario Enrique Sarasola.

El PP es un partido emparentado de palabra con la CDU de Merkel. Se dicen conservadores y defensores de los mismos valores. La diferencia esencial entre España y Alemania es que aquí ganaron la guerra los amigos de Adolfo Hitler, y allá perdieron la Guerra Mundial. La victoria y la derrota generan éticas y narrativas diferentes. Es lo que nos diferencia de Portugal: allá triunfó la revolución del 25 de abril, los echaron del poder. Aquí son los hijos y nietos de los mismos que lo mantuvieron a sangre y fuego durante 40 años. La derecha gaullista francesa, que se encuentra un tanto desnortada en estos tiempos, luchó contra los nazis. Además de la resistencia comunista hubo otra del general De Gaulle (aunque menos numerosa de lo que afirma la propaganda). Son diferencias de denominación de origen.

El gobierno de Mariano Rajoy invirtió más del doble de la cantidad que la canciller alemana va a destinar a su Sanidad Pública (9.000 millones de euros) en rescatar las dos cajas de ahorros gallegas que, tras sanearse, se entregaron por 1.003 millones de euros a un empresario venezolano amigo. Así se esfumaron 8.000 millones de euros de nuestros impuestos. ¿Faltan sanitarios en España? ¿Están saturadas las atenciones primarias? Perdimos una oportunidad de inversión preventiva.

Bajo el gobierno de Pedro Sánchez se va a permitir una operación financiera que conllevará la pérdida del 87 % de 22.424 millones de euros del rescate de Bankia, decidido por el PP en su día. En este caso es cinco veces más de lo que Merkel dedicará a la salud de los alemanes. Entre unos y otros son más de 26.000 millones dedicados a premiar a los crupieres del casino.

¿Por qué los bancos y cajas no devuelven el dinero con intereses? Si sumamos todas las cajas de ahorros manirrotas, la cifra se eleva a 42.561 millones de euros. No se salvan las baronías autonómicas de los dos grandes partidos que usaron las cajas para sus batallas y sueños de grandeza.

Toda persona que les solicita un crédito hipotecario debe devolverlo. Si falla en varios pagos de la mensualidad le quitan la casa mientras permanece la deuda. Es un caso único en Europa, además de Malta. La dación por pago (la cancelación de la deuda con la entrega del bien hipotecado) es de justicia. Lo contrario es un abuso, un robo legalizado.

Si la valoración de la casa no fue correcta es un problema del banco, no del ciudadano que no puede pagar. El gobierno de coalición presidido por Sánchez no ha suprimido este abuso. El Banco de España tan experto en defender los intereses del sector, tampoco. Dicen que dañaría a la banca en un momento delicado. Por la misma razón no se debería detener a estafadores porque hundiríamos su negocio.

Devolver los rescates no es una petición radical. Se ha hecho en EE.UU. y Holanda. ING recibió, en la crisis de 2008, un préstamo del Estado de 10.000 millones de euros. Devolvió antes de lo pactado 11.300, los 10.000 más intereses. No apliquemos un nacionalismo de pandereta cuando criticamos las exigencias y condiciones del primer ministro de Holanda antes de regalar dinero a España.

Con estos actores y precedentes no esperen que el dinero europeo sirva para reindustrializar España, reforzar la Sanidad Pública u otros servicios esenciales. Perdimos el tren de la modernidad al inicio del siglo XIX con el zote de Fernando VII, lo perdimos de nuevo en el siglo XX con la Guerra Civil y la dictadura y lo vamos perder en el XXI. Será la merienda de los orcos sin luz ni taquígrafos. Siempre nos quedará Bruce Springsteen.

¡Que viene el coletas!

19 noviembre, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Ramón Lobo @RamonLobo

Publicada el 25/06/2020 a las 06:00

¿Por qué la clase dirigente española tiene un miedo cerval a Podemos? ¿Por qué ese odio a sus líderes, en el que se mezclan clasismo, machismo e ignorancia? ¿Cuál es el problema de que estén sentados en el Consejo de Ministros si son cinco de un total de dieciocho? ¿Qué hay debajo de las alfombras? La clase alta estaría formada por grandes empresarios, terratenientes y banqueros, la nobleza con dinero y la que ya no lo tiene, los políticos captados dentro del sistema de puertas giratorias –corrupción en diferido–, y una claqué variopinta que participa entusiasta en multiplicar el ruido. Sería bueno no confundir lo esencial: que nos dejen comer canapés en algunas de sus fiestas no nos convierte en parte de la élite.

Detrás de toda esta bulla que anda estos meses subida de tono se esconde un síndrome muy español, el del dueño del cortijo, el señorito que considera todo avance, social o político, todo derecho, como una amenaza a su estatus. Le sucede también a la Iglesia Católica, cuyo relato científico empezó a descarrilar con Galileo Galilei. Ambos poderes han estado estrechamente unidos en España, siempre en la defensa de sus negocios.

El rechazo de piel a Podemos no ha dejado de aumentar desde su irrupción en las elecciones europeas de 2014, pese a que el partido ha cambiado mucho y perdido parte de su fuelle. Ya no es transversal ni mantiene el espíritu contestatario del 15M, una especie de mini mayo de 1968. Hoy se parece más a lo que debió ser la Izquierda Unida que reemplazó al PCE para extender sus fronteras ideológicasEl PCE fue clave en los Pactos de La Moncloa, en la elaboración de la Constitución y en el éxito de la Transición, entendida como el periodo que transcurre entre la muerte del dictador y la aprobación en referéndum de la Carta Magna.

El Gobierno de coalición con el PSOE les ha permitido entrar en contacto con la realidad de la gestión, que se mueve en un carril estrecho, marcado por nuestra pertenencia a la Unión Europea. Dentro de ese margen aún se pueden hacer muchas cosas: proteger a los más pobres, como se intenta con el Ingreso Mínimo Vital, los ERTE y las ayudas a las pymes, subir el salario mínimo interprofesional, trabajar por la igualdad y un largo etcétera que no amenaza la posición dominante de los jefes del cortijo.

En todos los países existen grandes fortunas. Su objetivo es ganar dinero a espuertas y pagar los menos impuestos posibles. Algunas fortunas nacen del descubrimiento y fabricación de algún bien útil para la sociedad; también del esfuerzo personal de su primera generación. Pero sobre todo nacen de posiciones de monopolio, una ventaja que no se logra por las buenas. Les recomiendo Historias de Nueva York, de Enric González. Tiene un capítulo dedicado al nacimiento de las grandes fortunas estadounidenses en el siglo XIX y la cantidad de putadas (perdón por la expresión) que hicieron para lograr su posición dominante.

En el mundo anglosajón y protestante de Europa y EEUU, el trabajo y el esfuerzo físico están bien vistos. Son caminos para llegar a Dios. En España, el trabajo es cosa de las clases bajas. Nuestra clase dirigente no dio un palo al agua durante los siglos XVIII, XIX y gran parte del XX. Uno es asquerosamente rico para no tener que trabajar. Tampoco tuvimos suerte con nuestros ricos contemplativos en la promoción de la cultura y la ciencia. No ayudó que se incrustara entre ellos una iglesia parasitaria que hizo fortuna con el miedo y la Inquisición. Incluso hoy, hay empresarios agrarios que amenazan a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con tractoradas por mandar inspectores de trabajo al campo, para comprobar las condiciones y los salarios, que en algunos casos son de esclavitud.

Hemos perdido casi todos los trenes de la modernidad. Priman el compadreo y la corrupción. Estamos ante una clase dirigente poco acostumbrada a competir entre ellos y menos aún fuera de España. Su posición dominante se debe a la proximidad con el poder político y a la capacidad de hacer negocios con dinero público para beneficio privado. Muchas de nuestras grandes fortunas proceden de los monopolios y las gangas regaladas durante el franquismo, y en algunos casos anteriores al tráfico de esclavos. Hay excepciones y algunas de ellas notables, sobre todo entre las pymes.

Entre los súper ricos, la excepción sería Amancio Ortega. Más allá de la moralidad de su negocio basado en talleres de miseria en Bangladesh, el mismo que el de decenas de firmas, algunas de postín, es el único que ha hecho dinero sin pertenecer al club de millonarios por herencia ni conseguir su permiso.

Los nervios, la inquina contra Podemos y las campañas mediáticas para desalojarlos del Gobierno no se deben solo al empeño del partido morado de derogar la ley laboral y hacerles pagar impuestos, al menos tantos como pagan los empresarios alemanes. Hay algo más. Esa clase dirigente, entre la que hay ex políticos de pedigrí democrático, prefiere un gobierno PP-PSOE o, en su defecto, uno del PP-VOX. La Operación Armada sigue entre nosotros. La Constitución es una excusa, no una obligación.

No se pueden desligar las informaciones periodísticas (sobre todo en el extranjero) sobre el rey emérito de todo lo anterior. Es la corona de un pastel. La investigación de la fiscalía suiza (no confundir con la española) está destapando un (presunto) modus operandi basado en favores de representación y comisiones en el que el rey anterior está acompañado. No se trata solo del AVE Meca-Medina, son también terrenos en favor de una constructora que está inmersa en procesos judiciales por corrupción. Que Villar Mir fuera miembro del jurado que ha otorgado este año el Princesa de Asturias de la Concordia, demuestra la inmoralidad del sistema que hasta perdió el valor del disimulo.

Es fácil imaginarse al emérito rodeado de una cohorte de empresarios viajando por el mundo para lograr contratos. Parecía que esa representación era parte de su trabajo en favor de España, pero España no aparece en ningún momento; tampoco al final del proceso cuando se declaran los beneficios y se pasa por la Agencia Tributaria. ¿Solo ha cobrado (presuntamente, eso sí) comisiones de los saudíes y de otras monarquías hermanas del Golfo? ¿Hasta dónde salpica este entramado al rey Felipe VI? ¿Hay algo más que su luna de miel por todo lo alto pagada con dinero de procedencia sospechosa?

Podemos, con sus luces y sus sombras, con su necesidad de apuntarse todos los tantos publicitarios y de hablar demasiado cuando toca esperar y verrepresenta la amenaza más seria para la supervivencia impune de este tinglado. No es solo miedo a una persecución judicial, es que muchos empresarios no saben operar de otra manera.

Más contenidos sobre el tema:

¿Son todas las opiniones respetables?

3 noviembre, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Ramón Lobo

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@RamonLobo

Publicada el 18/06/2020 a las 06:00

Se ha puesto de moda un tipo de estupidez: estar en contra de la vacuna del covid-19, aún no inventada pese a que los medios de comunicación publicamos rumores y supuestos avances que suelen tener su impacto inmediato en las cotizaciones en Bolsa de las farmacéuticas. ¿Será el objetivo de tanto optimismo anticipado? Políticos como Donald Trump necesitan este tipo de noticias, reales o no, para mejorar sus posibilidades de reelección en noviembre.

Los conspiranoicos 2.0 ven vínculos entre Bill Gates, fundador de Microsoft, el multimillonario George Soros, la tecnología 5G y las vacunas. Aseguran que tratan de insertarnos un chip en el cerebro para robotizarnos y lograr que hagamos su voluntad. ¿No estaba ya inventado ese control masivo a través de la publicidad y la propaganda? Escuchamos cada poco la estruendosa irrupción de un nuevo fiel a la secta, sea cantante, presunto profesor de una universidad católica o cardenal, y la anunciamos con tanto bombo que a veces no se sabe quiénes son los tontos y quiénes los listos. Estamos ante la última pirueta del movimiento antivacunas que lleva años entre nosotros. Reclaman su libertad poniendo en peligro la salud de la mayoría.

En nuestro declive hemos sustituido ideas por opiniones, que no son lo mismo. Pensar y decir no suelen ser actos consecutivos ni tienen por qué estar relacionados. Hay gente capaz de decir mucho todos los días sin pensar una sola vez en todo el año. Ese decir vacuo se nutre de repetir lo que se oye por ahí sin contrastar su veracidad. Domina el ambiente un runrún tóxico. Prima la bronca sobre la propuesta. No son solo las redes sociales, algunos medios son correas de transmisión de ruido.

Dos o más personas que pleitean en un plató de televisión o en una radio no conforman una conversación ni un debate; tampoco una clarificación. Es necesario un ejercicio poco español, el de la escucha del otro. No entendida como pausa circunstancial y sorda para pensar en qué vamos a decir a continuación, sino en el intento de comprender desde el respeto a quien nos habla. No sabemos discrepar, reconocer que el otro puede tener algo de razón, aportar algún detalle, aunque sea nimio, que permita confirmar o enriquecer nuestro discurso.

Es difícil enfrentarse a las mentiras convertidas en discurso. Sucede en EEUU con Trump; en el Reino Unido, con Boris Johnson, y en España, con Pablo Casado y Santiago Abascal. Los medios de comunicación tradicionales no han dado todavía con la tecla: ¿ignorarles o enfrentarles? El número de votos no convierten en respetables a grupos como VOX ni les igualan a otros que luchan contra la xenofobia, la pobreza y la exclusión. Quien miente sistemáticamente debería estar fuera del juego, al menos en los medios de comunicación.

Las redes sociales son un murmullo paralelo permanente que marca la agenda política, que nos obliga a entrar en el juego. Es interesante lo ocurrido en The New York Times tras publicar un artículo de opinión del senador Tom Colton, en el que llamaba al despliegue de tropas de combate en las ciudades estadounidenses para enfrentarse a los manifestantes. Su contenido era peligroso, además de inconstitucional. ¿Debió publicarse? Si al filme Lo que el viento se llevó, estrenado en 1939 y que trata del racismo y la esclavitud en el siglo XIX en EEUU, debemos acompañarlo con una advertencia, ¿qué hubiera sido necesario con el senador incendiario?

En aras de una mala interpretación del derecho de expresión sentamos en una misma mesa a un científico y a un conspiranoico del 5G/vacuna covid, igualando sus discursos. El mero hecho de sentarlos juntos otorga al impostor una credibilidad de la que carece. No es lo mismo afirmar que la Tierra es redonda que defender que es plana. No es lo mismo erradicar una enfermedad que despertarla.

La guerra por las audiencias no puede conducirnos al todo vale porque si no seremos, y ya lo somos, responsables de la perversión del lenguaje y de la convivencia. No se puede dar pábulo a las sandeces del obispo homófobo de Alcalá de Henares ni a las del cardenal Cañizares, que no cesan de repetir bulos desde su mentalidad medieval. Su negocio es el miedo. No deberían financiarse a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. Que lo sostengan sus fieles, como sucede con los otros credos. El Estado debería ayudar directamente a las órdenes religiosas que realizan un trabajo social, y a Cáritas.

Con las prisas por estar en el maldito trending topic se nos ha olvidado el contexto. No se puede publicar Mein Kampf sin explicar qué supuso el nazismo y mostrar la realidad de los campos de exterminio. Es un problema que se resuelve en la educación.

En España carecemos de una memoria de la Guerra Civil y de la dictadura, más allá de los gritos del “y tú más” desde las nuevas trincheras. No tenemos lugares emblemáticos que visitar. Muy pocos de los alumnos estudian y visitan Auschwitz o MauthausenLos países sin una memoria democrática sólida suelen tener democracias frágiles e incompletas.

Nuestro trabajo como periodistas no se basa en la objetividad como valor supremo porque no existe, todos somos subjetivos: los informadores y los lectores. El pacto hipocrático es con los hechos comprobados, narrados desde la honestidad de quien trata de acercarse a la verdad. En ese camino no caben los conspiranoicos, ni los racistas, ni los odiadores profesionales. Nuestra función es poner a todos en su sitio, apartar a los tóxicos y entregar el centro del escenario a los imprescindibles, a los constructores de esperanzas.

España sin símbolos y sin emérito

19 octubre, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Ramón Lobocontacta @infolibre.es

Somos uno de los pocos países del mundo que lleva varios siglos discutiendo sobre las mismas cosas sin avanzar demasiado. Existe consenso entre los historiadores e intelectuales en que España descarrila tras el regreso del rey Felón en 1814 y la derogación de la Constitución de 1812. La Pepa fue un proyecto de modernización política y cultural en un país atrasado, sometido al fanatismo religioso y a una nobleza improductiva. No fuimos capaces de construir un Estado moderno y eficaz, unitario o federal, cuando tocaba hacerlo a finales del XIX. El siglo XX estuvo dominado por el trauma de la Guerra Civil y de una dictadura de 40 años. Fue una lobotomía. En los momentos históricos se impusieron las cadenas, no la Razón, y así nos va.

La España actual carece de símbolos comunes incontestables. La bandera no une, y eso es un problema porque se trata de un elemento esencial para tejer un sentido de pertenencia a una comunidad. Una parte de la izquierda rechazó la enseña constitucional en la transición por ser borbónica. En sus mítines y manifestaciones ondeaba la republicana. Los llamados padres de la Constitución pensaron que la sustitución del águila por un escudo que juntara los símbolos de los reinos medievales con el emblema de los borbones la limpiaría de simbología franquista.

Nos faltó sentido del humor, algo muy británico y poco habitual en España. Antes de que la frase desate tormentas, matizaré: somos excelentes en reírnos de los demás, menos en reírnos de nosotros mismos. Somos maestros en la crítica, sin cintura para recibirla. Hubiese sido una genialidad elegir la bandera republicana, mantener el rey al frente del Estado y seleccionar un himno con letra. Me gusta Canto a la Libertad de José Antonio Labordeta.

Para considerar como himno potencial el pasodoble Y Viva España de Manolo Escobar, que gusta hasta en Corea del Norte, como demuestra el vídeo que abre este texto, habría que resolver otro problema: ¿Qué es España? ¿Qué son los españoles? ¿Es España el “Oe oe a por ellos” o es Antonio Machado, Clara Campoamor, Picasso, García Lorca, María Zambrano, Pardo Bazán y Santiago Ramón y Cajal? Siempre quedarían las alternativas de Suspiros de España o el pasodoble Paquito el chocolatero, nuestro haka más intimidatorio. Sería algo contracultural.

Aquí tienen una versión rock. Es un pasodoble perfecto para dejar de tomarnos tan en serio.

La extrema derecha representada por Fuerza Nueva y el búnker (así se llamaba al sector más integrista del régimen) mantuvo el águila y la parafernalia falangista. La derecha que buscaba un nuevo rostro abrazó la constitucional. Colocar la bandera de 1978 en el balcón era sinónimo de facha. (Somos buenos en adjetivos). Tras el 15M y el nacimiento de Podemos hubo un intento desde la izquierda por rescatar la enseña común, sentirla como un símbolo propio.

Aunque parece que hemos regresado al kilómetro cero de la tolerancia con las caceroladas del barrio de Salamanca, todo empezó a descarrilar en el intento de secesión de Cataluña en 2017. La guerra de las banderas también fue parte de la simbología en los tiempos duros en Euskadi. Ya lo dijo El Roto: “detrás de las banderas vienen los palos”.

Uno de los símbolos que nos unen es la Selección Nacional de fútbol, sobre todo en sus seis años gloriosos con dos Eurocopas y un Mundial. Sucede con los éxitos de otros deportistas españoles, sea en disciplinas de equipo o individuales. Un ejemplo de unidad fueron los JJOO de Barcelona en 1992. Eran escenarios en los que el sonido del himno (que es una marcha de alabarderos sin letra) y la bandera constitucional se integraban en el paisaje como elementos de una emoción compartida, que es su función. No había segunda lectura.

La llegada de los futbolistas a España, tras vencer en el Mundial de Sudáfrica en julio de 2010, desató la apoteosis. Decenas de miles de jóvenes agitaron banderas constitucionales libres de prejuicios y lastres. Era la de los Iniesta, la de todos.

La guerra del PP y Vox contra el Gobierno de coalición la ha secuestrado de nuevo, vuelve a ser un símbolo “facha”. Muchos tuiteros de izquierda se apresuraron a colocarla en sus perfiles para negar la rendición de un símbolo común. Han pasado 42 años desde la ratificación de la Constitución Española, y no hemos conseguido crear una relación emotiva con la bandera.

Tampoco con el himno, que ha transitado del chunda-chunda a los pitidos independentistas. Hay países en los que está tipificado como delito. En China, que no es una democracia, puede costar tres años de cárcelSilbar forma parte del derecho de expresión, no hacerlo es parte de las buenas costumbres y del respeto.

En Alemania no se puede agitar la bandera en un acto de partido, solo en conmemoraciones del Estado. Es la común, no la de un partido. ¿Recuerdan el gesto de Angela Merkel? El problema es que en España no tenemos a nadie que se parezca a Merkel.

Todo lo anterior era para escribir sobre el rey Emérito. Desde el 23F hasta la muerte a tiros del elefante de Botsuana, el 14 de abril de 2012 (¡vaya fecha!), Juan Carlos había gozado de la simpatía del pueblo, el respeto de los partidos y el silencio de los medios de comunicación. Les recomiendo que sigan la serie de Álvaro de Cózar, Eva Lamarca y Tony Garrido en Spotify. Se llama XRey. Son diez podcast de excelente calidad y producción (están publicados cinco). Eso es periodismo de calidad.

El rey anterior ha sido durante décadas el único símbolo que nos unía. Empezó a estropearse en la crisis de 2008 y en el despertar del nacionalismo más independentista. Lo que nadie quiso ver quedó a la vista de todos. El campechano era un tarambanas y un manirroto.

Parece que existen indicios sólidos de corrupción por el cobro de comisiones ilegales. ¿Se extiende su inviolabilidad más allá de su reinado? ¿Es verdad que somos todos iguales ante la ley como proclamaba en el vídeo anterior? Está en juego un trono pese a que Felipe VI levantó un cortafuegos para salvar la institución. No sabemos si el entramado de comisiones u otras actividades salpica al hijo. Será difícil que nadie lo investigue, sean fiscales o medios de comunicación.

El PP y el PSOE tienen pánico a abrir un melón que podría acabar con la monarquía en España. El momento es delicado: tensión territorial, crisis sanitaria y crisis económica. Pueden añadir una derecha echada al monte con múltiples guiños a los militares y a la Guardia Civil.

Las personas tienden a confundir sus problemas con las instituciones. Dicen “pone en peligro la seguridad nacional”, cuando solo pone en riesgo el cargo de quien ha cometido ilegalidades. Un referéndum sobre la forma de Estado sería hoy una moneda al aire. El PSOE repetiría su “no pero sí” a la OTAN y trataría de movilizar el voto en favor de la monarquía. El Rey tiene de su parte a VOX y al PP, lo cual -tal y como están-, no es de gran ayuda. Le vinculan al Oe Oe.

La corrupción es el gran problema de España, un tumor histórico que nos impide avanzar, modernizar, crecer. La pandemia va a acelerar el final del mundo que se resistía a desaparecer. En ese mundo que se desvanece está incluido el derecho a ser rey por derecho de nacimiento. Pienso en la princesa Leonor y en la cantidad de idiomas que aprende para parecer simpática. Justo cuando puede reinar una mujer, se estropea la cadena del escalafón por los excesos del abuelo alfa. En desagravio podríamos elegirla primera presidenta del la Tercera República, otro golpe de humor. Sería la mejor manera de cerrar la puerta al hombrecillo insufrible.

La canción de cierre es un homenaje al movimiento Black Lives MatterSe llama 41 disparos.

Las dos Españas emocionales

1 octubre, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Ramón Lobo@RamonLobo

Publicada el 28/05/2020 a las 06:00 | Actualizada el 29/05/2020 a las 11:08

¿Quién dijo que saldríamos mejores de la pandemia, que aprenderíamos la lección? Estamos en las primeras fases de la desescalada ciudadana y no deja de crecer la escalada política. Se trata de una campaña de acoso y derribo contra el gobierno de coalición en la que el propio gobierno de coalición parece empeñado en participar con algunas de sus torpezas.

La decisión de prescindir de un alto mando de la Guardia Civil, el coronel Diego Pérez de los Cobos, ha conseguido aglutinar las iras de la juez (que tiene motivos), las de la lideresa de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y de su jefe de partido, Pablo Casado, que no pasa una oportunidad en mostrarse agraviado.

El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha estado poco afortunado en las formas y más aún en sus explicaciones. Puede destituir a quien le dé la gana, menos interferir en una fuerza que actúa como policía judicial. El embrollo político ha dejado en un segundo plano algo grave, el contenido del informe de la Guardia Civil sobre la manifestación del 8M, un copia-pega plagado de inexactitudes, suposiciones y bulos aireados por la extrema derecha. ¿Hace así la policía todos los informes? ¿Está garantizada nuestra seguridad jurídica? Pérez de los Cobos debió pasar a un discreto segundo plano hace años, tras la catastrófica gestión policial del supuesto referéndum del 1 de octubre de 2017 celebrado en Cataluña

El Gobierno de PSOE-UP siente la presión, por eso multiplica errores. La oposición huele la sangre del herido y redobla el asalto. La semana horribilis empezó con el pacto con Bildu para “derogar íntegra” la reforma laboral de Mariano Rajoy antes de que acabe la pandemia.

1) Un grupo que se siente frágil concentra la toma de decisiones en un número reducido de personas. Los más fieles no dudan ni discuten; tampoco plantear escenarios alternativos. Sucede en las empresas y en los partidos políticos. Prima el prietas las filas.

2) La reducción del número de fallecidos por el covid-19 desempolvó el argumentario de ETA. El propio Casado lo esgrimió días antes provocando un nuevo enfado de las víctimas, hartas de sentirse utilizadas. El pacto del Gobierno con Bildu fue un regalo para la propaganda del PP. Bildu es un partido legal que representa a un sector de la sociedad vasca que ha realizado un esfuerzo político, intelectual y emocional por reconocer al otro, es decir, a las víctimas de ETA. Los hay más o menos empáticos, y Arnaldo Otegui no destaca entre los primeros.

3) Dejar fuera del contenido del pacto con Bildu a las ministras económicas es una prueba de debilidad. La rectificación posterior del PSOE debió llegar tras la amenaza de dimisión de la ministra Nadia Calviño. Ella es quien debe batirse el cobre en EuropaLa reforma laboral no se puede derogar entera, y menos ahora que se negocia dentro de la UE el monto de las ayudas y las condiciones. El norte encabezado por Alemania (ya menos), Austria, Dinamarca y Holanda no quieren mutualizar la deuda ni nada que se le parezca. Consideran que no se debe premiar el despilfarro del sur a costa de los esfuerzos del norte trabajador. Son prejuicios sin una base real que funcionan en las opiniones públicas de esos países. Derogar hoy la reforma laboral ahondaría en esa imagen. Es mejor esperar a que se resuelvan las ayudas. La tendencia nos favorece. Todos entienden que esto no es la crisis de 2008. Lo dice hasta el león de la ortodoxia, el ex ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble​​​​​​.

4) Bildu aceptó la corrección. Se dio por satisfecho porque entiende que habrá derogación más adelante. El problema resucitó al día siguiente cuando Pablo Iglesias dijo en un radio que los acuerdos están para cumplirse. Por si hubiera dudas repitió el adjetivo “cristalino”. Iglesias es muy inteligente pero tiene problemas con el don de la oportunidad. Tras la tormenta tocaba silencio y achicar agua. Las diferencias se dirimen en privado. Discutir si se deroga entera o parte es poco útil porque lo esencial es pactar, si se puede, una ley mejor que sustituya a la actual. El debate no es el todo o la parte, lo esencial es lograr una reforma que funcione. Es la tesis de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que compagina sus principios con la capacidad de diálogo.

5) Gran parte de los medios de comunicación culparon a Podemos del desastre, cuando todo indica que la iniciativa de pactar con Bildu partió del PSOE. Se multiplicaron los tertulianos que exigían la salida de Iglesias y de Podemos del Ejecutivo. ¿Por decir “cristalino”? ABC recuperó su sueño de un gobierno técnico. Los constitucionalistas no se saben la Constitución.

6) Pedir elecciones anticipadas en medio de la pandemia es una insensatez. Habrá segunda ola en otoño o antes, si somos estúpidos. Es probable que el Gobierno no aguante más allá de 2021 y que el resultado en las urnas sea similar al actual: PP robará a Vox; C’s robará al PP y al PSOE; y el PSOE y UP se mantendrán en cabeza con algunos escaños menos. Es decir, más fragilidad para afrontar la depresión económica.

7) En España tenemos serios problemas estructurales, como nación y como colectividad de ciudadanos. Somos excelentes en la crítica a los demás y pésimos en la autocrítica. Existe un déficit de comprensión lectora y de aceptación de la discrepancia. Todo lo que no coincide milimétricamente con nuestra opinión produce rechazo (ver algunos de los comentarios que acompañarán a este texto). Nos gustan más los adjetivos –fascista, bolivariano etc.—que los sustantivos. No importa el asunto, sea la reforma laboral (se nos olvida la de Zapatero, que no resolvió los problemas) o la renta mínima vital, España se parte en dos bandos emocionales antagónicos que no leen ni escuchan los argumentos del otro. En esto, hay que decir que los independentistas catalanes son muy españoles.

8) Existen dos opciones: aprendemos del calor de los aplausos de las ocho, del personal de los hospitales y los mercados de abastos, de las tiendas de cercanía, de la solidaridad de millones, de las redes de socorro en los barrios, de la gente positiva que sonríe y propone, o seguimos bañados en esta mierda tóxica. Es fácil: depende de nosotros. Somos la mayoría.

Un pirómano en el polvorín

9 junio, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Publicada el 04/06/2020 a las 06:00 FacebookWhatsappTelegram

El periodismo de calidad y los adjetivos no se llevan bien, restan aire a los textos, dificultan que el lector saque sus conclusiones. Escribir o hablar de Donald Trump es un ejercicio complicado porque su exageración provoca respuestas desmedidas en los demás. En la infodemia del fake news y los bulos abundan los adjetivos. La amenaza de Trump de desplegar el Ejército en las ciudades para acabar con las protestas por la vía rápida no puede llevarnos a afirmar que EEUU ha dejado de ser una democracia o que Trump se ha erigido en dictador. Es cierto que hay un tipo de adjetivos premonitorios capaces de adelantarse a la realidad. Les recuerdo que esto es un artículo de opinión, no una noticia que demanda hechos desnudos. Me gustan los análisis anglosajones que aportan datos y contextos que ayudan a pensar y sacar conclusiones.

1) En EEUU conviven el Primer y el Tercer Mundo. La separación entre ambos es una calle: por una avenida fluye el lujo y la riqueza, y en la paralela están los sin techo, los nadie. Es un país rico repleto de pobres. El código postal determina la vida de un niño: su nivel educativo, las amistades y las oportunidades laborales. Hay excepciones que permiten sostener el ideal del sueño americano. Hoy es una mera plataforma publicitaria, no una realidad. No quedan sueños que alcanzar a través del trabajo duro y honesto. Solo están disponibles las pesadillas. En la raíz de las protestas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía de Minnesota está la pobreza desesperanzada y la imposibilidad de escapar de ella. Es un sistema injusto gobernado por el dinero a espuertas. Un negro o un hispano tienen tres veces más posibilidades de ir a la cárcel que un blanco. Ser negro es motivo congénito de sospecha. Los latinos son sinónimo de migrantes ilegales.

2) EEUU sigue siendo un país racista. La esclavitud formó parte de su yo nacional, fue la causa de una guerra civil. Cuando los blancos celebramos el centenario del voto femenino siempre se nos olvida que es una efeméride blanca. Las mujeres negras de EEUU tuvieron que esperar hasta la aprobación de los Derechos Civiles en 1964, y la consiguiente Ley de Derecho al Voto del año siguiente. Al reconocimiento formal del derecho de voto se impuso la realidad de la pobreza, la marginación y el analfabetismo. Las herederas de Rosa Parks pueden compartir hoy autobús y metro con los blancos, pero se mantiene un apartheid económico, educacional y social. La población afroamericana se mueve por unos rieles diferenciados de la población rica. Les recomiendo el documental Enmienda XIII.

3) La policía es en su mayoría blanca y racista. Hay ejemplos de abnegación. Estos días hemos visto numerosos agentes con la rodilla en el suelo. Ese gesto empático de solidaridad anuló el sentimiento de violencia e hizo llorar a los manifestantes. El caso de George Floyd no es una desgraciada excepción, es la norma. Sucedía con Barack Obama y Bill Clinton. La diferencia es que entonces, los presidentes trabajaban para aplacar las tensiones. Hoy tenemos un tipo de presidente narcisista e irresponsable que las alienta desde sus tuits incendiarios y sus amenazas guerreras. Si el coronavirus es culpa de China; la violencia en EEUU es culpa de antifascistas, a los que quiere declarar organización terrorista. Trump es “míster pointing man”. Siempre hay un responsable que no es él.

4) Trump está nervioso. Las encuestas apuntan a una derrota en noviembre, pese a que faltan cinco meses menos un día. Un estudio de Oxford Economics predice que el presidente no superará el 35% en el voto popular y los 210 compromisarios frente a los 328 de Joe Biden. Es decir, que perderá. Siete Estados que suman 95 compromisarios pasarán de los republicanos a los demócratas: Iowa, Ohio, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Misuri y Carolina del Norte. Hay otros pronósticos que sugieren un crecimiento económico espectacular en el tercer trimestre, un efecto rebote provisional antes de que la crisis se presente de verdad. Ese crecimiento se conocería un mes antes de las elecciones. Es su gran baza, además de que aparezca algo que pueda “venderse” como vacuna, y declarar que la “guerra ha terminado”.

5) La victoria demócrata depende más de que Trump siga empeñado en perder las elecciones que en sus méritos. Biden no ilusiona. La clave será el nombre de su vicepresidenta. Será una mujer y posiblemente de color: Kamala Harris o Stacy Abrams. Ambas son de primera división.

6) La gestión de Trump del coronavirus ha sido desastrosa. Lo saben hasta los republicanos que temen perder la presidencia y el control de las dos cámaras del Congreso. Una segunda ola del covid-19, sea anticipada por una mala desescalada o las protestas, o por la naturaleza del virus en otoño sería la puntilla para unas elecciones presenciales. Esto que parece un mal escenario sería perfecto para el presidente.

7) En caso de segunda ola pandémica el voto presencial se vería reducido. La alternativa es el voto adelantado, cada vez más utilizado (permite votar unos días antes), el voto por correo y el voto ausente que, en caso de emergencia, y el covid lo sería, se permite un voto por correo fuera del plazo. Trump está en guerra contra todo tipo de voto por correo. Lo considera un caballo de Troya de la manipulación. Lo que hace es prepararse el terreno comunicativo para denunciar en la noche del 3 de noviembre que le han robado las elecciones. Hay un comodín en el que trabaja el fiscal general, William Burr, que actúa como abogado del presidente en contra de la tradición del cargo: la declaración del estado de emergencia. Esta es una opción que está en la mesa hoy y lo estará en noviembre.

8) El presidente no puede aplazar las elecciones. Una ley federal de 1845 establece la fecha, “el primer martes después del primer lunes de noviembre” del año bisiesto. Para modificar la fecha necesita una mayoría en el Congreso que no tiene. Más difícil aún es modificar la fecha de la toma de posesión, el 20 enero de 2021 a las 12 del mediodía. Es el instante en el que termina su mandato y el del vicepresidente, según indica la Constitución. Seguir es imposible, salvo golpe de Estado.

9) Trump no va a aceptar su derrota. Denunciará una conspiración mundial de los medios, los demócratas, los chinos, los antifascistas y de quien se le ocurra en ese momento. Hace cuatro años ganó las elecciones a Hillary Clinton y denunció que se las habían robado en California y otros lugares. No soportó haber perdido en el voto popular pese a que ganó la presidencia en el colegio electoral. Denunciará irregularidades en los Estados clave para forzar que entre en juego el Tribunal Supremo, dominado por los conservadores. Podrían ordenar la repetición de las elecciones en algunos Estados o circunscripciones. ¿Recuerdan Florida 2000?

10) En caso de derrota, Trump convocaría a los suyos a Washington DC, para defender su presidencia. “Los suyos” son los supremacistas blancos armados hasta los dientes. Llevo escribiendo sobre este escenario desde hace semanas. Les dejo un enlace por si quieren comprobarlo. También lo cree el columnista del The New York Times Roger Cohen.

11) No gastemos los adjetivos que vamos a necesitar en breve. Decir que la democracia está en peligro en EEUU no es una exageración. Si ocurriera lo impensable sería una ola sistémica que afectaría al mundo, sobre todo a Europa y en especial a España. El que sepa rezar, que rece; el que no, que corra. En un mundo tan distópico, lo revolucionario es ser feliz, tener esperanza y no estar dispuesto a rendir el fuerte. Salud y suerte. Y los que puedan votar en EEUU, que voten.

No es una estafa, sólo se les ha ido la mano

12 May, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Publicada el 28/11/2019 a las 06:00
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Vi hace unos días la película Sorry we missed you de Ken Loach. Al terminar, nadie se movió, es como si nos hubiéramos quedado pegados a las butacas. Es demoledora porque no deja espacio a la ficción: esta es la realidad para millones de personas que tienen la fortuna de ocupar trabajos basura. Escribo fortuna sin ironía porque hay otros millones sin empleo alguno, y otros millones con hambre diaria. Vivimos en un mundo injusto, desigual.

La familia de Ricky (Kris Hitchen) se desloma a trabajar, apenas tiene tiempo para educar a sus hijos, escuchar sus problemas, corregirles, acompañarles en su crecimiento. Ricky es repartidor de paquetes de mensajería. Es una historia dedicada a los que compramos de vez en cuando en Amazon, y a quienes nos llegan mensajeros con paquetes –en mi caso libros enviados por los autores o las editoriales–. No es necesario dejar de comprar productos en este tipo de plataformas poco dadas a pagar impuestos, de momento bastaría con tomar conciencia de quién está al otro lado del paquete, recibirle con sonrisa, facilitar su trabajo y darle una buena propina. Al menos, lava tu conciencia, y él te lo agradecerá.

La mujer de Ricky se llama Abby (Debbie Honeywood), trabaja como cuidadora social; visita a domicilio a personas ancianas con dificultades de movimiento o que sufren Alzheimer. Le pagan por inspección. Los cuidados extra y el cariño con el que trata a sus pacientes corren de su cuenta. Ambos trabajan muchas horas pero no pueden comprarse una casa ni soñar con ella. Están metidos en un agujero del que no podrán salir. No les sirve la promesa, ya olvidada por el sistema, de que el trabajo honesto produce sus frutos, ni la esperanza de que tras una vida dura puedan jubilarse con dignidad.

Indignarse con Amazon es la salida fácil, pero solo es una parte de la película. El problema es leer que la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, fue consejera entre 2003 y 2005 de Law in Context Ltd, una empresa del despacho de abogados Baker & McKenzie. El asunto no tendría importancia si no tuviéramos en cuenta que opera desde Bermudas, un paraíso fiscal. Retorcer las leyes para que sus clientes evadan impuestos no parece la mejor formación para una persona que dirigió después el FMI, un organismo que en vez de perseguir el capitalismo en B, como sería conveniente, se dedica a presionar a los países pobres, o empobrecidos, para que apliquen recetas neoliberales como la de retirar las subvenciones al pan o a los combustibles. Desde el BCE, Lagarde será vigilante de la limpieza del juego en la UE.

Un paraíso fiscal es donde se esconde el dinero que escapa al control de Hacienda, el que jamás paga impuestos. Al ingresar menos, los Estados se ven obligados a endeudarse (aquí encaja la frase de Napoleón, ya divulgada en esta columna, “la mano que recibe siempre está por debajo de la mano que da”). Es decir, el que da –los mercados, el Banco Mundial, etc.– está por encima de los gobiernos elegidos en las urnas. Se imponen drásticos recortes en nombre del dios rigor fiscal que debilitan la capacidad de los Estados para mantener los servicios públicos, como la sanidad, la educación y las pensiones. Después de deteriorarlos adrede, los mismos mercados y sus aliados proponen como solución mágica privatizar la sanidad y el sistema de pensiones que, qué casualidad, caen en sus manos. Todo esto es para decirles que los beneficios de sus pensiones privadas y su sanidad privada también acabarán en paraísos fiscales.

El primer vídeo es una explicación de estos paraísos. El segundo es la lista del top ten.

Sumen al cóctel de indignación ciudadana al Banco de España, siempre tan locuaz con la cantinela de las pensiones. Demanda reformas de calado y apostar por la hipoteca inversa. Siempre que escuchen la palabra “reforma” no duden de que les van a quitar algo. Lo mismo que “modernización” equivale a un atraso y “reorganización”, a despidos. El lenguaje es la batalla, y, de momento, la hemos perdido como lo demuestra Vox cada día. Nos escandalizamos de que ese partido se niega a firmar una declaración institucional sobre los derechos del niño, texto redactado por los antisistema de UNICEF, y otra en defensa de la mujer. Los periodistas reducimos la gravedad del asunto con nuestro rasgar de vestiduras en prime time cuando el tema no es que no firmen sino PORQUÉ no firman, qué es lo que defienden, cuáles son sus mentiras y contradicciones. Hay que combatirles con sus armas, no con sus políticas decían hace unos días los activistas suizos de Operación Libero.

Hablábamos de reforma de las pensiones, ¿quieren privatizarlas como ocurrió en Chile en 1981? Allá los trabajadores entregan el 10% de sus ingresos, incluidos los gastos, a un fondo de pensiones manejado por empresas y bancos que no ponen un céntimo, pero cobran comisiones. El resultado es una pensión baja que obliga a trabajar hasta los 71 años. ¿Se han quedado con la palabra mágica? ¡Bancos! La hipoteca inversa va en la misma dirección. Ya saben que si algo es bueno para el banco es que es malo para el cliente, es la base de su negocio. El objetivo es un término medio en el coste-beneficio, y en el disimulo.

Ese mismo Banco de España afirma que no vamos a recuperar las ayudas a la banca (no rescate según la jerga oficial del momento). Hablamos de 62.725 millones de euros que salieron de los recortes de la Sanidad, la Educación y de la congelación de las pensiones y de los sueldos de los funcionarios. ¿A quién pretenden que entreguemos nuestras pensiones? ¿A los bancos que cobran comisiones astronómicas y a los que cuesta ganar una reclamación? .

Permitan que vuelva a colgar este vídeo extraordinario de John Bird y John Fortune, dos humoristas británicos que explican la crisis de 2008 mejor que ningún experto. Ocurrió con las hipotecas basura, y con las preferentes, y volverá a pasar con las pensiones. El Banco de España debería ser menos de los bancos, y más de España.

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Impostores disfrazados de verde

6 May, 2020

Fuente: http://www.infolibre.es

Publicada el 05/12/2019 a las 06:00 Actualizada el 04/12/2019 a las 20:55
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Tengo una mala noticia: la cumbre de Madrid sobre el clima (COP25) no logrará acuerdos significativos que palien o reviertan el problema global al que nos enfrentamos. No los logró Kioto ni París pese a los compromisos adoptados; tampoco lo conseguirá Madrid. Hay más impostura que valentía política. No existe una unidad de acción entre los países ricos, siquiera en la UE, más allá de los ejemplares Dinamarca, Finlandia y Noruega. Una muestra del postureo es el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, capaz de decir lo contrario de lo que afirmaba en la campaña electoral sobre Madrid Central, y de lo que hizo nada más llegar al cargo. No fue su equipo de gobierno el que defendió Madrid Central, que es un espacio de bajas emisiones, sino un juez. Almeida se presentó en la cumbre disfrazado de medio verde para sentirse ecologista por un día hasta que un indígena de la Amazonia le preguntó por la catedral de Notre Dame. Su respuesta: la risita nerviosa y las prisas. Ese es el nivel.

Serán días de reuniones y debates que deberían conducir a algún tipo de acuerdo final, que estará por debajo de la urgencia de la situación y cuyo cumplimiento será imposible porque una parte significativa de los firmantes son los boicoteadores. Son países y empresas que defienden sus intereses por encima del bien común.

Estas son las compañías más contaminantes del mundo, responsables un tercio de las emisiones de carbono. También lideran el negacionismo del cambio climático. Las eléctricas tampoco se salvan, aunque alguna se vista de medio verde como el alcalde de Madrid.

Este tipo de empresas contaminantes, como sucedió en el pasado con las tabacaleras que negaban que la nicotina fuese adictiva, pagan informes que benefician su punto de vista, que es el del negocio a corto plazo. Entre los favorecidos por estos pagos hay científicos, expertos y periodistas. Existen desalmados e idiotas que se burlan de Greta Thunberg y hacen chistes sobre el clima, o sobre las mujeres que salen a las calles para denunciar los femicidios y la violencia intolerable en el que viven. Son las cloacas permanentes, no importa el tema: siempre al lado del poder y el dinero.

Abunda una cultura económica depredadora que representan las compañías mineras: solo importa el beneficio por encima de cualquier valor moral o social; las consecuencias son para los que vienen detrás. No son inocentes, como demuestra esta información de The Guardian sobre lo ocurrido en Australia. No se trata de una excepción. Algunas tratan de cambiar en enfoque.

En España, los principales medios de comunicación aceptaron empapelar sus portadas con publicidad de una empresa eléctrica, que se autovende como campeona en la lucha verde contra el cambio climático, una afirmación más próxima a la propaganda que a la realidad, según explican con detalle en La Marea. En estos tiempos de mudanza de un modelo basado en la publicidad y las ventas en kiosco, y en las suscripciones, a otro de pago en Internet no es fácil renunciar a ingresos millonarios. Pese a lo impactante de la imagen de todos los periódicos con la misma portada, es mucho peor el día a día en alguno de ellos en los que confunden opinión con información, incluso en sus titulares de portada.

El primer error está en el nombre de la cumbre: COP25: Conference of the Parties (Conferencia de las Partes). COP suena rotundo, aunque vacío, en un mundo anglosajón devorado por una ensalada de siglas. Ya no se dice “punto de vista” sino POV (point of view). Es solo un ejemplo. Así hablan en las reuniones y en las televisiones. En este batiburrillo de reducciones intelectuales es complicado detectar la idea principal. La idea, en este caso, es que nos jugamos la vida del planeta. Un solo grado de incremento global puede ser catastrófico. Este año, 2019, a punto de terminar será el más caluroso de la historia, superando el anterior, 2018. Es ese el camino suicida desde hace una década. Lo notamos en las temperaturas, las inundaciones y en los incendios.

Necesitamos cambiar el modo en el que consumimos, vivimos y viajamos. El principio de la evolución de las especies de Charles Darwin, que escandalizó al mismo tipo de personas que se escandalizan hoy con la lucha del cambio climático, es claro: no sobreviven las especies más fuertes ni las más inteligentes, sino las que se saben adaptar. Hay empresas que están en ese camino: es posible ganar dinero sin destruir el entorno .

Estamos en un aprendizaje colectivo que demanda un esfuerzo de todos. La primera lección sería dejar de hablar de cambio climático y pasar a definir la situación con precisión: emergencia climática. El primer medio de comunicación en adaptar su lenguaje a la realidad fue The Guardian. Una televisión que siguió esta línea tuvo problemas con sus accionistas, algunos de ellos empresas contaminantes o inversores en empresas contaminantes. Toda batalla empieza en el lenguaje. Sucede con Vox: se trata de un partido de extrema derecha xenófoba, no una derecha diferente. Quienes los blanquean son corresponsables de sus políticas.

La cumbre no servirá para paliar la emergencia climática, ni se adoptarán medidas extraordinarias, y si se anuncian en un exceso de entusiasmo, no se aplicarán. Empezó mal con el presidente en funciones, Pedro Sánchez, afirmando que los negacionistas son un puñado de fanáticos. Son legión, presidente; son las empresas y los accionistas devorados por una codicia enfermiza, es el mismo sistema depredador que ataca cualquier intento de regulación, el que dispara contra sus planes de formar gobierno por miedo a tener que pagar impuestos. Los fanáticos a los que se refiere Sánchez son los tertulianos de los programas basura, y esos no son el problema, son la consecuencia de la endeblez cultural de países que han sobrevivido a una dictadura sin hacer todos los deberes.

La cumbre servirá para copar las portadas, en España y quizá en Europa, porque en EEUU apenas hablan de ella. También servirá para mover conciencias, y lograr un paso más en la movilización de la gente común, es decir, del 99%. En la calle está la verdadera política, la que cambia las cosas, como sucede en Chile con su Constitución. Es en la calle donde se impondrán las medidas contra la emergencia climática. Aún es pronto para esperar milagros concretos. De momento, solo empezamos a despertar de la gran mentira de que existe el crecimiento ilimitado.Otro sistema es posible, y urgente.

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Antonio Escohotado: «No hace falta legalizar las drogas. Debe derogarse la prohibición»

30 julio, 2019

Fuente: http://www.eldiario.es

Antonio Escohotado (Madrid, 1941) nos recibe en el despacho de su casa, en el norte de Madrid, su patria chica. Escribe frente a un busto de hierro que le hicieron de niño, cuando vivía en Brasil. No es una estancia grande, pero está repleta de libros y papeles. Debajo de la mesa de trabajo debe haber una nevera mágica de la que salen cervezas frías para sus entrevistadores. En un momento de la charla bromeo con la opción de que vaya a la cárcel porque Escohotado estuvo un año en el penal de Cuenca en los años ochenta. Le sirvió para escribir su monumental Historia General de las Drogas (Espasa), un libro esencial. «Tenía otra edad, ahora no aguantaría. Si una cosa no te permiten en la cárcel es tomar drogas, y eso a mí me fastidiaría bastante».

Su interés por las drogas, su interés intelectual, como pensador ¿llega desde el consumo o la reflexión?

Tuve unos ataques epilépticos de joven. El neurólogo, que era psiquiatra, intentó provocarme uno para estudiarlo, pero no tuvo éxito. Como último recurso me inyectó en vena una cantidad mínima de pentotal sódico. Noté unos cambios tremendos y me quedó el gusanillo. Me dije: «Aquí hay una ventana que estaba tapiada y te la han abierto. Te va a servir para mirarte a ti mismo y mirar lo de fuera. Tenía 16 años; hoy tengo 78».

¿Descubre en esa ventana quién es o quién quiere ser?

En gran medida, pero también hay que tener la vocación de aprender, y para eso estar dispuesto a cambiar de idea, porque aprender lo exige. Después ya no puedes ser fiel a una religión, sea teológica o política, porque todas prohíben hacerlo llamándote revisionista, hereje y apóstata. Su denominador común es considerarte renegado por seguir pensando.

Le escuché esta frase: «Vive y dejar vivir es mucho mejor que vivir dando lecciones a los demás».

Siempre me he considerado de izquierda, por el rechazo que producían los fachas, los conservadores de aquel mundo que tuve que padecer a mi regreso de Brasil. Acababa de venir Eisenhower y España empezaba acercarse a Europa. Era una dictadura evolucionando hacia dictablanda. La calle estaba llena de curas vestidos de curas y de militares vestidos de militares, y de grises [policía antidisturbios]. Todo aquello me levantaba ampollas. Por eso milité en la extrema izquierda, incluso pensé matar a Franco. Tardé mucho en comprender el valor infinito de la vida, empezando por la mía, pero sigo siendo de izquierdas en el sentido de dejar vivir, evitando el dogmatismo.

Fue comunista, pero lo dejó

Es otra religión. He sido comunista muchísimo tiempo hasta que se fue filtrando lo que pasaba en la Unión Soviética. Poco a poco me fui decepcionando también con Cuba. Me di cuenta de que aquello no funcionaba, que en realidad no funcionó nunca. Que no era una aventura de emancipación humana, compasión y eficacia. No había compasión, no había eficacia, fijar los precios por decreto era demencialmente ruinoso. También estaba convencido de que Marx era un gran pensador, y un hombre coherente, y solo dos años de estudio incompartido demostraron que ni un solo concepto suyo llega a tal. Fue duro aceptarlo, porque revelaba mi trivialidad y descuido previo.

Antonio Escohotado en el despacho de su casa.
Antonio Escohotado en el despacho de su casa. OLMO CALVO

Las drogas han estado presentes en todas las culturas, eran un medio de conexión con los dioses y la magia. ¿Esto empieza a cambiar con las religiones monoteístas?

En la religión cristiana reparten una comunión solo formal. Como los musulmanes, sus ceremonias son básicamente profesiones de fe; pero los cultos paganos —sobre todo las ramas mistéricas, presididas en la cuenca mediterránea por Eleusis y los ritos báquicos— se sirven de hostias psicoactivas, como descubrieron los misioneros en América, África y Asia. Los nativos se tomaban la oblea de pan con la mejor voluntad, aunque al cabo de dos horas sugerían que «su medicina se ha estropeado», ofrecían sus vehículos comunión (que estaban todavía «frescos») y arriesgaban sin querer la hoguera. Observa que hasta bien entrado el siglo XX, el opio es la piedra filosofal de la medicina, el principal regalo divino a los terapeutas, tanto agnósticos como judíos, cristianos y musulmanes. Concretamente, hasta la Convención Internacional de 1971, pues desde ella «carece de uso médico y científico». Media línea se cargó una tradición de 4.000 años en todos los continentes.

The Economist, una revista liberal de mucho prestigio, ha publicado dos portadas en favor de la legalización de las drogas.

No hace falta legalizar. Deroguemos la prohibición, como se derogó la Ley Seca. El tabaco y el café han estado prohibidos con mutilaciones en Irán y Rusia. La primera vez que te sorprendían te cortaban las orejas; la segunda la nariz y la tercera te ahorcaban por desafiar al Emperador. En El Cairo, castigaban al bebedor de café con bastonazos en las plantas de los pies, y le arrancaban un diente por cada infracción, hasta que una asociación de maestros tuvo la ingeniosa idea de que el café combatía una «epidemia de somnolencia», en función de la cual los estudiantes se dormían leyendo el Corán. De hecho, no ha habido un sólo caso de sustancia psicoactiva que no haya pasado de panacea a pócima infernal, o simple desvergüenza punible. Salvando los breves disparates en Irán, Rusia y Egipto, ninguna droga se tipificó duraderamente en códigos penales hasta la ley Harrison de 1914, vigente solo en los EEUU. Cada cultura resolvió de modo extra jurídico su relación con las drogas tradicionales y las nuevas. La cruzada actual es estructuralmente idéntica a la lanzada contra la brujería y —como aquella— amplió espectacularmente los supuestos males.

¿Hay miedo a dejarse sentir? ¿Hay miedo a vivir?

No hay soluciones simples. Todos los problemas humanos son complicados, y muchas veces los remedios agravan la enfermedad. Con Internet y el bitcoin se acabó el desabastecimiento, pero hace ya décadas que la guerra oficial se convirtió en armisticio tácito. Curiosamente, las drogas prohibidas son los únicos artículos resistentes a inflación, cada vez más asequibles por multiplicarse los puntos de venta. Por otra parte, dosis sola facit venenum («solo la dosis hace el veneno», Paracelso, S.XVI), y la única manera de velar por la salud es una transparencia en la composición, pero fracasar en accesibilidad y número de usuarios no ha impedido que la Prohibición triunfe al hacerse misteriosa, convirtiéndonos en cobayas de irresponsables.

Se habla de la dependencia como coartada de la prohibición.

La razón para tomar o no tomar no es nunca el síndrome de abstinencia. Hay un síndrome más duro y prolongado en las benzodiazepinas, que hoy toma medio mundo, y sencillamente feroz en el delirium tremens del alcohólico. ¿Atribuimos a esos «monos» el uso de sedantes, somníferos y bebidas alcohólicas? Simple buena fe, por favor. La heroína ha sido de venta libre, sin receta, en todo el planeta durante 50 años, y no produjo un solo yonki. El primero fue Burroughs, cuando había pena capital para quien vendiese heroína a menores.

Lo mismo pasó en Chicago con el whisky.

No puedes comparar los carteles colombianos y mexicanos con Al Capone. Era un niño de pecho que tendría diez sicarios. Estos tienen 4.000.

Me refiero a que si se levanta la prohibición, se acaba el negocio.

Poco antes de derogarse la Ley Seca, The New York Times gemía aterrado, imaginando a todo cristo borracho, pero el consumo subió un 5%, luego un 7% y un año después era un 0,5% inferior. ¡Infórmense! ¿Evitaremos la ludopatía prohibiendo fabricar barajas? ¿Las mujeres de rostro abrasado retirando el ácido sulfúrico de las droguerías? ¿El terrorismo acabando con la dinamita? ¿Por qué todos los manuales de toxicología ven en el alcoholismo el resultado de un temperamento, pero el yonquismo como fruto de una atracción irresistible? ¿Qué hacemos en el siglo XXI cantando en secreto al paraíso celestial con el rechazo de paraísos artificiales? ¿Hay algo más natural que la química?

Antonio Escohotado entrevistado por Ramón Lobo.
Antonio Escohotado entrevistado por Ramón Lobo.

Como el aborto, que si se aprobaba habría abortos masivos.

Salvo en Rusia y medios bolchevizados, donde no son infrecuentes mujeres con 10 y 15 abortos. Por lo demás, no he conocido a ninguna que no le duela, entre mucho y muchísimo. Por supuesto, si el feto proviene de una violación, si padece malformaciones o si pone en peligro a la madre, por ejemplo, será aconsejable y gratuito. Pero debe quedar totalmente claro que la naturaleza creó con el mecanismo reproductivo un tercero —el nasciturus— digno de protección como tal, porque no se trata del «de la piel para dentro mando yo», y muchísimo menos cuando no solo hay anticonceptivos refinados sino la píldora del día después. En ese caso, y si la relación fue consentida y el feto está sano será una canallada punible —y para nada un derecho a atención médica— cortar su hilo con la vida. Una legislación sensata sobre el aborto tampoco multiplicará su práctica, como tampoco se disparó significativamente el consumo tras levantar la prohibición de consumir alcohol, café, tabaco, cáñamo, mate u opio. Recordemos que todas las cruzadas han partido de algún dogma, hoy disfrazado de iniciativa científica y humanitaria, y que la solución es siempre pasar del prejuicio al juicio, de la ignorancia a la ilustración. Atrevámonos a estudiar honradamente.

¿Que le parece la experiencia de Uruguay en la legalización de la marihuana?

Un desastre. Voy a dar una conferencia en Montevideo y me pondrán verde, pero es grotesco pasar de la prohibición a un monopolio estatal ñoño, donde solo se admiten proporciones muy bajas —y encima caras— de THC [tetrahidrocannabinol]. El mercado negro se aprovechará, y no olvidemos tampoco que el estigma del cáñamo ha desaparecido.

En Colorado, también está legalizada la marihuana. ¿Funciona como Uruguay?

En Colorado, se están vendiendo variantes con el doble de THC. Tras la heroica y lucrativa experiencia de los coffee shops holandeses, desde 1967, el espíritu empresarial yanqui derogará la prohibición instada por sus moral entrepreneurs de principios del siglo XX (que eran todos curas y aspirantes a clase política).

Se insiste en los efectos terapéuticos de la marihuana para cambiar la opinión de los Gobiernos sobre la despenalización.

Parece que esa va a ser la punta de lanza.

¿Qué espacio le queda a la izquierda ahora?

La izquierda —que desde Saint Simon y Payne ofrece una rama democrática, contrapuesta a la secta mesiánica fundada por Babeuf, Blanqui y Marx— debe darse cuenta de que pelea contra el fantasma de una derecha desaparecida, o mejor aún vencida, desde el Plan Marshall, y que optó desde entones por irse al centro. La rama comunista va de desastre en desastre, entre otras cosas porque con la movilidad social de los países prósperos cesó cualquier motivo razonable para odiar al rico. Si prefieres, no hay otro camino al bienestar material moral que más ricos y menos pobres, como por cierto acontece. Seguir imaginando que los ricos no van al cielo desembocó, milenios después, en la abominación de psicópatas proclamando que la revolución es todo, y «no importará entonces ser pobres o pocos», como dijo Chávez. Ya Lenin preguntó a Fernando de los Ríos: «¿Libertad para qué?». Hoy, la catástrofe electoral parte de imaginar que existe una ultra extrema derecha, simplemente porque sigue existiendo una extrema izquierda, cuya rigidez ideológica ha precipitado una alianza con el integrismo islámico. Dime con quién te tratas…

¿Por qué tenemos en nuestra cultura tanto miedo a la muerte?

Pues no sé quiénes lo tendrán, Sócrates no lo tuvo, no he conocido un hombre digno que lo tenga. Mira el caso de Ernst Jünger: siete heridas de bala en la Primera Guerra Mundial, dos en la Segunda. No le podemos pedir a la humanidad que tenga el coraje de un Jünger o un Sócrates, pero cuando la vida se despide de ti, despídete tú de ella con gentileza, o en otro caso te sentirás como una rata en la bodega de un barco que se va pique. Estoy encantado de morirme cuando toque y mientras tanto a vivir para la libertad y el estudio. ¿Para qué patalear ante lo inevitable? ¿No se supone que amamos la verdad y el conocimiento? Ea, a demostrarlo minuto por minuto.

Es importante que tengamos nosotros el control de la puerta de salida.

¡Claro! Pero ¿cuántas personas tienen un botiquín de eutanásicos en su casa, y cuántas estarán dispuestas a usarlo? El instinto de conservación es sagrado hasta que no cumples tu proyecto vital; hasta que no te encuentras a ti mismo y ejerces de aquello que descubriste. Así eres útil a los demás como arquitecto, carpintero, escritor, padre de familia…

¿Es optimista a sus 78 años?

A veces me pregunto cómo diablos cabe ser tan feliz en términos anímicos. Barruntaba que la dicha se conquistaba aprendiendo, pero ahora lo sé a ciencia cierta. A veces le rezo al santo derrame cerebral masivo, otras al oportuno infarto. Mientras los múltiples achaques no aprieten demasiado —y por respeto a mi gente— aplazo el barbitúrico. También podría escribir algo útil para terceros entretanto. Cuando los achaques aprieten de modo infame, no se lo digo a nadie y me tomo mis 15 pastillas, en tres tomas, para no vomitarlas, con un buen malta escocés. Me retiro a dormir, y hasta siempre. ¡Viva la nada entonces!

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Este reportaje fue publicado en ‘La revolución de la marihuana’, número 23 de la revista de eldiario.es. Hazte socia con nuestro pack verano antes del 28 de julio y te la enviamos a casa