Archive for noviembre 2016

Destruir al héroe para preservar al mito

30 noviembre, 2016

Fuente: http://www.lamarea.com

Con el fin de salvar el mito del 78, los guardianes de la cultura de la transición no han dudado en utilizar el alzheimer del expresidente ocho años antes de que aparecieran sus síntomas.

20 noviembre 2016 | 11:03

Destruir al héroe para preservar el mito
El expresidente del Gobierno, Adolfo Suárez.

 redaccion@lamarea.com

MADRID// Existe una placa de homenaje en el área de prensa del Congreso que recuerda y ensalza el consenso de la transición y a todos aquellos que la hicieron posible. Es quizás un autohomenaje inconsciente a todos aquellos periodistas que en aquel periodo fueron parte indispensable de la transmisión de un relato que tiene muchos elementos de propaganda al servicio de la monarquía.

No se verá en estas letras una posición maximalista que enmiende la totalidad de la transición, un proceso histórico complejo que no se puede analizar con perspectiva sin entender las difíciles condiciones de aquel momento. Precisamente por tratarse de un proceso de una complejidad abrumadora, no es creíble el relato dulcificado de héroes inmaculados que generó un sistema político con dogmas incontestables y tabúes.

El programa La Sexta Columna emitió un documento inédito en el que Adolfo Suárez explicaba a la periodista Victoria Prego cómo introdujo al rey en la ley de la reforma política para evitar las presiones de los jefes de estado extranjero que pedían un referéndum sobre la monarquía y que todas las encuestas daban por perdido 

El pastoreo ciudadano de la transición no se puede hacer evidente, así que es necesario destruir al héroe con tal de preservar el mito de la transición. El director de El Mundo no ha dudado en utilizar el alzheimer que padeció el expresidente para que no se cuestionen los axiomas fundamentales de la cultura de la transición. No ha importado que la entrevista fuera en 1995 y que el hijo de Suárez declarara en una entrevista en TVE en el año 2005 que su padre padecía la enfermedad desde el año 2003, 8 años después de las declaraciones despreciadas. Cuartango no ha vacilado en despreciar el rigor intelectual del prohombre de la transición para salvaguardar la verdad del 78. Roma no paga a traidores:

“Pues bien, y dicho con todo respeto, las palabras de Suárez fueron pronunciadas cuando la enfermedad ya había hecho estragos en su cabeza. Lo que dice ni se ajusta a la verdad ni al sentido común. Pero es enteramente disculpable porque, como se aprecia en las imágenes, el expresidente ya estaba muy afectado por el deterioro mental que le produjo el mal neurodegenerativo que padeció hasta su muerte. Los hechos fueron muy distintos de como afirma Suárez porque, como sabemos los que conservamos memoria…”

Cuartango sabrá, dicho con todo el respeto, a la altura moral que sitúa sus escritos para que necesite utilizar los estragos de una terrible enfermedad como el alzheimer como método para deslegitimar una declaración. Un argumento ad hominem usado sin reparos para destruir la memoria del que fue artífice de la obra política hegemónica y pilar de todos los cuartangos patrios.

La otra protagonista del momento fue la periodista Victoria Prego. La presidenta de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid) quedó demudada cuando los redactores de La Sexta le enseñaban el corte de la entrevista que ella conocía desde hace 21 años. Tras reponerse, un día después de la emisión aludió al off the record para salvaguardar su nombre, no sin antes llamar ignorantes a los que hemos considerado importantes y relevantes las declaraciones del expresidente. 

“Y un apunte final: si Antena 3 hubiera querido en su día emitir la entrevista con Adolfo Suárez, yo habría eliminado el corte en el que me hace esa confesión. Y no por su contenido, que habla de una obviedad, sino porque se tapa el micrófono con la mano, lo cual evidencia que esa declaración no deseaba compartirla con los espectadores. Off the record, se llamaba esa figura cuando era respetada. Y yo era, y sigo siendo, de la antigua escuela”.

No cabe ninguna duda de que Victoria Prego es de la antigua escuela, de aquella corriente de periodistas que ocultaban los desmanes del campechano hiciera lo que hiciera para preservar el buen nombre de la monarquía. Desde la nueva escuela, que es la misma que la vieja, aludiré a la práxis deontológica. Para ello citaré la excepción existente para poder vulnerar los pactos de confidencialidad periodísticos (off the record) que marca, por ejemplo, el Código Deontológico del Grupo de Prensa Español Correo: “la única excepción a estas normas es aquella en la cual el bien preservado tenga de forma fehaciente menor entidad que el daño material o de otra naturaleza que se causaría al no hacer pública la fuente informativa”, como bien expresa el profesor de ética y comunicación Hugo Aznar: “Las relaciones de confidencialidad tienen sentido precisamente porque permiten servir mejor al derecho a la información de esa sociedad. Y, por lo mismo, el deber de confidencialidad deja de tener sentido si de su mantenimiento puede derivarse un mal mayor para esa misma sociedad”.

Victoria Prego sirvió a la causa de preservar la legitimidad de la monarquía y un relato de la transición con las cartas marcadas; pero no sirve a la sociedad y a su ciudadanía quien la tutela y se cree con el poder de decidir qué información le conviene y cuál es peligrosa.

¿Qué radicalidad?

29 noviembre, 2016

Fuente: http://www.ctxt.es

No solo es falsa la oposición entre calles e instituciones, sino que éstas pueden operar como campos de batalla o escenarios irrenunciables para representar y conectar los intereses, dolores y deseos de sectores sociales muy diversos
JORGE LAGO / MIGUEL ÁLVAREZ

22 DE NOVIEMBRE DE 2016

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CTXT ha acreditado a cuatro periodistas —Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste— en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas a financiar este despliegue?

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Se viene insistiendo estos días en un falso debate que juega a confrontar posturas supuestamente radicales y moderadas en Podemos, confundiendo los planos del diagnóstico, del proyecto político y de la épica y estética necesarias para construir una voluntad popular mayoritaria capaz de completar el proceso de cambio iniciado en este país.

Según un insólito relato, que encuentra sorprendente eco en algunos medios, radicalidad y moderación serían etiquetas válidas para nombrar dos almas identificables en el interior de Podemos. Sin mucha concreción, se trata de instalar la idea interesada de que la formación estaría obligada a elegir entre una y otra. En nuestra opinión, entrar a debatir en el interior de ese relato sólo puede ser síntoma de cinismo o de una pobre comprensión de la hipótesis política que permitió arrancar este proceso.

SEGÚN UN INSÓLITO RELATO, RADICALIDAD Y MODERACIÓN SERÍAN ETIQUETAS VÁLIDAS PARA NOMBRAR DOS ALMAS IDENTIFICABLES EN EL INTERIOR DE PODEMOS

El último pleno del Congreso fue buena muestra de lo desacertado de esa dicotomía. Lo interesante de la doble intervención política de Podemos en ese pleno fue, precisamente, permitir la articulación ⎯la capacidad para poner en línea de continuidad⎯ de dos demandas sociales distintas que apelan a necesidades, sujetos y deseos no necesariamente idénticos o convergentes. Por un lado, la demanda/deseo de otra democracia (una ‘democracia real’), de unas instituciones limpias y eficientes al servicio de la ciudadanía, que engrana con la actuación que permitió reconocer a Fernández Díaz como inelegible. Por otro lado, la demanda/necesidad de los más golpeados, de ese enorme sector de población que vive en el umbral de (o directamente en) la pobreza, visibilizado recientemente en la muerte de una anciana a quien se había cortado la luz ⎯murió en el incendio provocado por la vela que iluminaba su hogar, en Reus⎯, que entroncaría con la exigencia de comparecencia de Isidro Fainé, presidente de Gas Natural, en la Comisión de Industria.

Lo interesante aquí no radica solamente en lo que se consigue con ambas intervenciones. Obviamente no conllevan ningún cambio sustantivo, ningún logro revolucionario, pero no dejan de tener un valor estratégico. Con la primera intervención se obliga a todos los partidos a retratarse en la votación del exministro, reprobado en el Congreso por su guerra sucia contra la oposición. Especialmente al PSOE, cuya intención inicial de votar en blanco y permitir el nombramiento no dejaba de ser una repetición en forma de farsa de la abstención de investidura y de su suicidio como alternativa política. Una acción que mantiene abierta la herida por la que se desangra el régimen del 78: sacrificar a la oposición y, con ella, al pluralismo, a cambio de una muy inestable gobernabilidad del país. Una gobernabilidad precaria que parece necesitar, además, de un control burocrático-oligárquico de las instituciones, en parte porque se pretende  dejar simbólicamente fuera de ellas a nada menos que un tercio del electorado, en parte, también, porque el régimen del 78 es ya indistinguible de ese uso partidista y caciquil de las instituciones. Con la segunda intervención, la exigencia de comparecencia de Fainé, se consigue visibilizar sin contemplaciones las consecuencias de un modo de regulación política y económica que responde a los intereses de las élites empresariales y políticas (conectadas por esas puertas giratorias de la vergüenza) para las que los cortes de luz y las vidas que hay detrás significan poco más que un escándalo a ocultar.

CON LA EXIGENCIA DE COMPARECENCIA DE FAINÉ, SE CONSIGUE VISIBILIZAR LAS CONSECUENCIAS DE UN MODO DE REGULACIÓN QUE RESPONDE A LOS INTERESES DE LAS ÉLITES

Siendo importantes ambas intervenciones, lo relevante no es el efecto que se consigue con cada una de ellas por separado. Lo crucial aquí es la posibilidad evidente de puesta en común, de construcción de equivalencias entre demandas distintas pero centrales en la esfera pública y que afectan, además, a sujetos distintos que se encuentran, sin embargo, interpelados en el mismo momento y por el mismo espacio político.

A partir de esta constatación, debemos preguntarnos: ¿A qué radicalidad se refieren ciertas odas inconcretas? ¿A la del tono de la expresión? ¿A la del diagnóstico? ¿O a la radicalidad de los efectos a corto plazo? La radicalidad política efectiva no reside nunca en la dureza discursiva (si no tiene efectos en lo real es mero palabrerío autoafirmativo), ni en lo impostergable de la necesidad concreta que se atiende. “Con los de abajo, solo con los más golpeados, en y desde las calles”: esa ha sido siempre la seña de identidad de una izquierda movilizada que sin embargo no ha logrado en las últimas décadas traducir en victorias el sufrimiento de los de abajo. La radicalidad política no reside, pues, en alguna forma de autenticidad discursiva sin capacidad de transformación social, o en una movilización permanente que no hace mayorías sino que delimita sujetos políticos y separa sus demandas y aspiraciones del conjunto social, sino en la posibilidad de articular necesidades sociales diversas para la construcción de un sujeto y una identidad política mayoritarias. En este caso, tanto el deseo o aspiración a unas instituciones no corruptas ni secuestradas que respondan a la ciudadanía como la defensa prioritaria (desde esas mismas instituciones) de las necesidades materiales de los más golpeados por la gestión oligárquica de la crisis.

Construir la equivalencia entre distintas demandas y aspiraciones, que se enuncien y defiendan desde un mismo espacio político y bajo un relato que las articule (ausencia de democracia institucional y económica, proceso de oligarquización de la política y la economía, divorcio entre la ciudadanía y las élites gobernantes), es la única posibilidad real de construir una mayoría social que a su vez sea mayoría política, esto es, una nueva voluntad popular. A esto es a lo que se refiere la expresión “construir un pueblo”, enunciada desde una visión constructivista de lo político que supera la visión mecanicista y esencialista de las ortodoxias izquierdistas (el pueblo ya está ahí). Hoy, lo verdaderamente radical en política no es endurecer el gesto ni reemplazar en la calle a los movimientos sociales, es seguir abriendo la brecha por la que se cuelan sin posibilidad de retorno los equilibrios y las identidades políticas que fraguaron el régimen del 78. Lo radical no es, no puede ser, la reconstrucción de una de sus patas: ese otro antagonista situado en una esquina sin poder real del tablero político.

LO VERDADERAMENTE RADICAL ES SEGUIR ABRIENDO LA BRECHA POR LA QUE SE CUELAN SIN POSIBILIDAD DE RETORNO LOS EQUILIBRIOS Y LAS IDENTIDADES POLÍTICAS QUE FRAGUARON EL RÉGIMEN DEL 78

No solo debemos reconocer que es falsa la oposición entre calles e instituciones, sino que éstas, como se está empezando a ver, pueden operar como campos de batalla o escenarios irrenunciables ⎯como lo han sido también los platós⎯ para representar y conectar los diversos intereses, dolores y deseos sociales: reducir la política a uno de esos dolores, a un sector social y no a otro, entender que el dolor y la lucha particular de ese sujeto pueda representar al conjunto de demandas y deseos de la sociedad, y hacerlo desde un espacio si no único, al menos prioritario: la calle, es volver a la senda que situó a todas las izquierdas “radicales” en esa esquina marginal del tablero político del 78.

Sería por tanto una torpeza histórica inventar la necesidad de elegir, por ejemplo, entre politizar el dolor de los más golpeados y excluidos (e.g. pobreza energética) o centrarse en la muy “moderada” crisis de expectativas y certidumbres de las clases medias (regeneración democrática, instituciones no secuestradas, confiabilidad y solvencia institucional). Ese ha sido históricamente un falso dilema debilitador de las izquierdas en todo el mundo: mientras el centro-izquierda simbólico daba la espalda a los primeros, las identidades izquierdistas tendían a socavar su propia base renunciando a lo segundo. Ninguna de esas actitudes tiene algo que ver con la articulación de demandas distintas en torno a significantes no sobrecargados que caracteriza el marco teórico que dio lugar a Podemos. Ambos vectores están, por ejemplo, claramente dibujados en el 15M. El mero hecho de pretender polarizar debates internos en torno a esa falsa elección implica la no comprensión de ese marco y de ese estallido social, que es tanto como no terminar de entender lo que hizo posible Podemos y su vertiginoso crecimiento.

No hay radicalidad alguna, por tanto, sino irresponsabilidad, en una agenda de convocatorias, un programa, una identidad o un discurso público que pongan a confrontar ⎯o jerarquizar⎯ ambas demandas. Menos aún en confundir la lógica de la articulación con reemplazar, en lugar de emplazar, a la sociedad civil en las movilizaciones de calle, sin duda necesarias para todo proceso de transformación social. Un partido debe interpelar a los movimientos y a la ciudadanía movilizada, no usurpar su espacio ni establecer relaciones de competencia. Logramos hackear el mapa del 78 gracias a estos aprendizajes extraídos de la historia reciente en diversas latitudes. No hay motivo para descartarlos ahora, menos en aras de la necesidad de inventarse una identidad diferenciada para competir en procesos democráticos internos. Es irresponsable dibujar como avance el retorno al pretuiteriense: el 15M nació, entre otras cosas, por la incapacidad de aquella izquierda para representar los deseos y aspiraciones de una enorme mayoría social que se identificó con aquel movimiento.

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Jorge Lago  es director del Instituto 25M y miembro de Podemos. Miguel Álvarez es miembro del área de políticas mediáticas.

AUTOR

  • Jorge Lago / Miguel Álvarez

Las mujeres quieren desbancar a Franco en las calles

28 noviembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

Algunos ayuntamientos como Valencia, Oviedo o Cádiz fomentan los nombres de mujeres aprovechando la sustitución de los callejeros franquistas

Las 27 constituyentes, la periodista Carmen de Burgos o la ministra Federica Montseny reemplazarán a cargos de la dictadura en las calles alicantinas

«No se trata de cambiar todas las calles por nombres femeninos, sino de potenciar una política municipal que apueste por ello», asegura la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Vigo Susana Reboreda

20/11/2016 – 19:15h

Son muchas las científicas,matemáticas, artístas, filósofas o políticas que con sus obras e ideas contribuyeron al progreso de la Humanidad

Algunos ayuntamientos impulsan los nombres de mujeres al sustituir el callejero franquista

El callejero en España tiene nombre de varón. Las mujeres se pueden contar casi con los dedos de las manos en los mapas de las ciudades. Las cifras no alcanzan el 5% en algunas como León y en otras como Cádiz son ocho el número de vías dedicadas a nombres propios de mujeres de un total de 736.

Pero las calles sí se convirtieron en espejo del golpe de Estado de 1936, la victoria del ejército franquista tres años después y la dictadura. Por eso muchas ciudades cuentan con avenidas y plazas con nombres de cargos del régimen y personalidades franquistas que, nueve años después de la aprobación de la Ley de Memoria Histórica, continúan marcando los callejeros.

Las elecciones municipales de mayo de 2015 supusieron la entrada a los consistorios de plataformas políticas y confluencias que reavivaron el debate. Así, muchos ayuntamientos comenzaron a poner en marcha la medida a la que les obliga el artículo 15 de la ley: eliminar las calles franquistas.

Los cambios –o la declaración de intenciones– revolucionaron el panorama, pero mientras la polémica crecía, en varios puntos de España comenzaban a recopilar nombres de mujeres. Las dos circunstancias –la invisibilización femenina y las exaltaciones franquistas– han llevado a muchos grupos políticos a entrecruzarlas.

La ministra sustituye a un coronel

Pintoras, historiadoras, periodistas, científicas, republicanas, feministas, mujeres vinculadas de alguna manera a las ciudades… Algunos ayuntamientos han aprovechado la Ley de Memoria Histórica para hacerles un hueco en los callejeros. «La representación femenina actual está liderada con diferencia por monjas, reinas o vírgenes«, dice Victoria Rodríguez, de León en Común.

El grupo acaba de cerrar la votación que proponía 100 nombres de mujeres para sustituir las 35 con denominación franquista que deberá cambiar el consistorio, gobernado por el PP, a raíz de la denuncia que ha presentado el abogado Eduardo Ranz. La más votada ha sido la maestra, escritora e inventora Ángela Ruiz Robles, que en 1949 desarrolló la primera propuesta de enciclopedia mecánica.

Hipatia de Alejandría, que logró numerosos avances en el mundo de la ciencia, la astronomía y las matemáticas, Dolores Ibárruri ‘La Pasionaria’, la pedagoga María de Maeztu o Rosa Parks son algunos de los nombres recopilados. Algunos compartidos por otras ciudades como Alicante, que el pasado martes aprobó modificar el nombre de casi 50 calles franquistas.

Las 27 constituyentes –diputadas del parlamento democrático tras la dictadura– reemplazarán a Adolfo Muñoz Alonso, falangista y procurador en Cortes durante el franquismo; la periodista Carmen de Burgos sustituirá al ministro del Ejército franquista, el general Varela, y la primera mujer en ocupar un cargo ministerial en España, Federica Montseny, hará lo mismo con Teniente Coronel Chápuli.

Nombres femeninos como política municipal

«Lo primero es tomar conciencia de que las mujeres no estamos en las calles porque nos hemos acostumbrado a esta invisibilidad y lo segundo es tener voluntad política», afirma la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Vigo, Susana Reboreda. «No se trata de cambiar todas las calles por nombres femeninos, sino de potenciar una política municipal que apueste por ello», prosigue.

Es el caso de Valencia, cuya Comisión de Igualdad ha dado luz verde a la medida de que cuatro de cada cinco calles que se denominen a partir de ahora tengan nombre de mujer. «Esto afectará a las calles franquistas que se van a renombrar y a las nuevas», afirman fuentes de Cultura.

La decisión ya ha sido tomada en el municipio valenciano de Quart de Poblet, que tiene en marcha una consulta ciudadana para suplir ocho vías que aluden a nombres de la dictadura por mujeres de una lista de 24 ilustres. Entre ellas, Rosa Luxemburgo, Las 13 Rosas, Marie Curie o Carmen Martín Gaite.

Un criterio, el de incluir a mujeres, que también tendrán en cuenta en Oviedo, gobernado por Somos Oviedo, PSOE e Izquierda Unida. «Se está cerrando la lista final de vías que se deben modificar, que serán 22», aseguran fuentes del consistorio. Bilbao y Cádiz también seguirán esta tendencia, que en Santander está de momento paralizada.

Ganemos Santander Sí Se Puede presentó una moción en el pleno que fue rechazada con los votos en contra de PP y Ciudadanos. Quería romper con el callejero marcado por el franquismo, pero también por el machismo. «Nuestra apuesta era renombrar las calles con mujeres represaliadas por la dictadura, muchas abanderadas del feminismo en España», apunta Susana Ruiz, coordinadora general de la formación.

La ciudad gaditana, sin embargo, sí se sacudirá el franquismo de sus calles. Los datos que ha recopilado hasta ahora el consistorio reflejan la oscuridad a la que han sido sometidos los nombres femeninos. Solo ocho nombres propios de mujeres tienen alguna calle. El resto se refieren a santas –Santa Bárbara, Santa Inés…–, vírgenes o denominaciones impersonales –La amante, Rosa, Concepción…–.

20/11/2016 – 19:15h

Lo que duele no es el dolor

27 noviembre, 2016

Fuente: http://www.ristomejide.com

Artículo publicado el domingo, 26 de Enero de 2014 en ElPeriódico.com

risto26-1-14“Lo que duele no es el dolor. El dolor es sólo una consecuencia. El efecto secundario de algo que nos hizo sufrir y que todavía hoy sigue haciéndolo. Me gustaría que esto que tanto duele fuese lo que me aplasta el pecho y me araña las vísceras y el corazón. Esto que se puede paliar poco a poco, con consejos, amigos, medicamentos, horas, sobremesas y tazas de té. Pero algo me dice que no. Que lo que duele no es el dolor.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es la ausencia. El hueco que deja alguien que ya no está. Echar de menos con contrato indefinido. Y saber que quería llevársela y se la ha llevado, que ya está, que le han ganado la vida esas malditas seis letras que no pienso volver a juntar en mi boca nunca más.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es conocer un vivo menos. Borrar su número del móvil. Tener que frenarme cuando la iba a llamar y recordarme a mí mismo que ya no puedo, que un día pude, que lo hice menos de lo que debía y que ya nadie podrá.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es recoger los pedazos de quien se queda. No saber consolar a quien más quieres en este mundo. Tratar de estirarle los labios. Con una broma, un chascarrillo, una tontería. Fracasar.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es la distancia. Este saberse lejos de ti, este llevarte conmigo, ese llevarme contigo y aún así, ser incapaces de llevarnos más. Haber caído con nuestro mayor triunfo. Haber sucumbido ante nuestro mayor logro. Lo mejor que habremos hecho en nuestra vida. Algún día él nos lo explicará.

Lo que duele no es el dolor. Lo que duele es no saber volverlo a intentar. Matar el nervio y dejar que se desangre la encía. Hablarlo tantas veces y acabarlas todas en ese silencio de punto final. Darnos por imposible. Constatar nuestra propia incompetencia. Seguir doliéndonos. Seguir mal.

Lo que duele no es el dolor. Es todo lo que dejamos atrás. El remolque desbocado de los recuerdos que nos perseguía al mismo ritmo y velocidad. Ahora sólo sabemos que le ha fallado el enganche, los frenos y no tenemos ni idea de en qué momento nos va a atropellar. Ni con qué.

Lo que duele no es ni siquiera llorar. Lo que duele es tener tantas razones para tener que hacerlo. Es esta maldita sequía de lágrimas. Es el miedo a quedarse solo y en pareja. Y esta cochina culpabilidad.

Lo que duele no es que la gente opine. Es que lo haga como quien habla del tiempo, alegremente y buscando de todo, menos ayudar. Que nos den consejos que no hemos pedido. Que inventen razones. Qué sabrán ellos. Qué sabrán.

Lo que duele no es el dolor.

Porque el dolor es esto que me viene aquí y ahora.

Lo que más duele es todo lo que vendrá.”

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El himno de la Resistencia Francesa contra Hitler al que Leonard Cohen puso música

26 noviembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

El cantante y poeta canadiense versionó un himno cargado de significado para los Aliados durante la II Guerra Mundial

Leonard Cohen y David Bowie: los mensajes de despedida en sus últimos discos

Desfile de la liberación de París en la Segunda Guerra Mundial / COLLECTION TUFAN \ EFE

Desfile de la liberación de París en la Segunda Guerra Mundial / COLLECTION TUFAN \ EFE

Era 1943 y la Francia ocupada miraba de reojo al norte, a Winston Churchill, Gran Bretaña y a la Sexta División Aerotransportada británica. La Wehrmacht había ocupado París casi al comienzo de la guerra y la contienda se presentaba oscura e incierta para los Aliados desde la caída de la capital francesa.

Precisamente para animar a las tropas y a la población gala, Emmanuel d’Astier de la Vigerie compuso La Complainte du partisan (La canción del partisano), más de medio siglo después versionada por Leonard Cohen, Joan Baez y otros muchos artistas. El autor original, aunque empezó escribiendo para un periódico monárquico francés, la Guerra Civil en España pronto le haría abrazar los ideales de la izquierda.

El periodista se alistaría más tarde en las filas de la armada francesa, llegaría a ser un destacado miembro del Consejo Nacional de la Resistencia y viajaría a Londres, donde escribió el tema dos años antes del fin de la II Guerra Mundial.

La niñez de Cohen encerrada en un himno antifascista

Leonard Cohen solía cantar la canción en inglés primero y después en francés. El tema, que alcanzó notable popularidad pocos años después de terminar la II Guerra Mundial lo incluyó el cantante canadiense en su segundo disco, Songs from a room, de 1969.

Cohen ha dicho en varias ocasiones que este tema le recuerda a su niñez, ya que lo cantaba frecuentemente en los campamentos de verano a los que asistía de pequeño. El canadiense tuvo su primer encuentro con La Complainte du partisanen 1950, mientras leía un cancionero popular. El poeta diría más tarde que «Una idea curiosa se formó en mí, me decía que los nazis fueron derrotados por la música».

La canción habla de un soldado partisano que se ve obligado a huir de su casa cuando las fuerzas de ocupación alemanas entran en Francia. Relata cómo por el camino deja mujer e hijos pero que gracias a los amigos (en clara alusión a la Resistencia Francesa) la libertad volverá a reinar en el país galo.

La BBC, los primeros en emitirla

D’Astier (apodado Bernard) le puso letra a un tema original de la rusa Anna Marly, cantante y compositora francesa nacida al albor de la Revolución de Octubre. La Complainte du partisan, fue emitida por primera vez en Radio Londres, el canal de radio que la BBC dedicó desde 1940 a 1944 a la resistencia francesa. Se emitía en francés y estaba producido en Londres por franceses que habían huído de su país.

Comenzaba las emisiones con una frase « Ici Londres ! Les Français parlent aux Français…» («¡Aquí Londres! Los franceses hablando para los franceses…») y además de servir como propaganda y aliento para las fuerzas de resistencia, llegó a emitir algún que otro mensaje codificado.

A raíz de esa primera emisión en Radio Londres, la canción se popularizó, tanto, que Anna Marly grabó una nueva versión esta vez con letra de Joseph Kessel y Maurice Druon. Sería este tema, Le Chants des partisans, el que terminaría convirtiéndose en un himno contra los nazis. Hitler, que previamente ya había prohibido la escucha de La marsellesa, también hizo lo propio con este nuevo tema. La BBC respondió adoptando la canción como su sintonía de apertura en Radio Londres.

11/11/2016 – 11:59h

Por qué los medios están perdiendo credibilidad, tanto en EEUU como en España

25 noviembre, 2016

Fuente: http://www.vnavarro.org

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 17 de noviembre de 2016.

Este artículo señala la poca sensibilidad hacia la diversidad que hay en los medios, incluyendo “El País”.

Este artículo fue enviado a El País en respuesta al artículo de su periodista Milagros Pérez Oliva titulado “La verdad y el periodismo”. Lamento que no respondieran o publicaran el artículo adjunto, y agradezco a Público que sí lo publique ahora y aquí en Dominio Público.

Milagros Pérez Oliva, periodista de El País en Catalunya y en su día defensora del lector de este periódico, escribió recientemente un interesante artículo, “La verdad y el periodismo” (13.11.16), en el que señala que “el triunfo de Donald Trump puede considerarse un fracaso del periodismo”, indicando que los medios llamados de información no han mostrado sistemáticamente las mentiras y falsedades provistas por tal señor durante la campaña que le ha conducido a la presidencia de los Estados Unidos. Pero el problema, según Pérez Oliva, es que en las ocasiones en que los medios así lo hicieron, no tuvieron el impacto que hubiera sido deseable que hubieran tenido debido a su falta de credibilidad, al ser percibidos estos medios por la población en general como instrumentos del establishment político-mediático, el mismo establishment que quería eliminar a Trump, y cuyos votantes aborrecían dichos medios. Encuentro tal observación muy acertada, y coincide con mi lectura de lo que ha estado ocurriendo en EEUU antes y durante la campaña electoral. Existe hoy un amplio sector entre las clases populares estadounidenses (y muy en particular entre la mayoría de la clase trabajadora, que es de raza blanca) que percibe a la mayoría de los medios como parte del establishment al cual rechazan, por considerarlo responsable del deterioro de su calidad de vida y bienestar. La autora podría añadir otra crítica a los medios, y es la de frivolizar la información periodística intentando presentar al candidato Trump como un payaso, sin entender que el problema era mucho más amplio y más grande que la atípica personalidad política del candidato. Los medios apenas tocaron la principal causa del éxito de este “supuesto” payaso, que era ni más ni menos que el enorme enfado de grandes sectores de las clases populares debido al gran deterioro de su bienestar y calidad de vida, resultado de las políticas públicas impuestas a la población por aquel mismo establishment político-mediático.

¿Están los medios mezclando opinión e información?

Pérez Oliva acentúa que la percepción sobre las causas de la pérdida de credibilidad de los periodistas se debe, en gran parte, a la mezcla en los escritos de dichos periodistas de opinión con información, utilizando la segunda para promover la primera, práctica realizada por los periodistas que está dañando la credibilidad de los medios. Supongo que la mayoría de la población (e incluso de la profesión periodística) estaría de acuerdo en que gran parte de la falta de credibilidad de los medios (y por lo tanto de la profesión) se debe a que los periodistas utilizan estos medios para promover su punto de vista particular, sesgando las noticias para promover (consciente o inconscientemente) su ideario personal. Y cuando no es su ideario personal, lo es el de su empresario, propietarios de los medios, situación que adquiere especial importancia en la situación actual que, como bien señala Milagros Pérez Oliva, se caracteriza por una falta de estabilidad y elevada precariedad entre los profesionales de los medios. La autocensura, después de todo, es la forma más extensa de censura. Ahora bien, fuera la causa que fuera, el hecho es que el sesgo de la información periodística provista por la gran mayoría de los medios en las últimas elecciones apareció claramente en sus reportajes de los candidatos. Y este sesgo apareció incluso con mayor intensidad en las últimas elecciones de 2015 y 2016 en España, cuando la mayoría de los medios de información, incluyendo El País, se transformaron más en medios de persuasión que de información. El sesgo anti-Podemos, por ejemplo, tanto en los editoriales como en la mayoría de las informaciones y en las páginas de opinión, fue claro.

La violación de un derecho constitucional

Este sesgo viola el derecho a la información que retóricamente aparece en la Constitución Española, y que es sistemáticamente ignorado por la gran mayoría de los medios. Hay que subrayar que la violación de tal derecho debilita la propia razón de ser de dichos medios, pues reciben toda una serie de privilegios (incluidos fiscales) por parte del Estado (sea a nivel central, autonómico o local) como contrapartida al compromiso de garantizar tal derecho, compromiso que no respetan.

Pérez Oliva subraya, con razón, la obligación que tienen los periodistas de encontrar “la verdad de los hechos y datos comprobables”, declaración hecha a periodistas en un congreso de tales profesionales. Pero es difícil que ello ocurra a no ser que haya una mayor diversidad dentro del periodismo, de manera que el que falte a la verdad pueda ser cuestionado por otro periodista con otra versión de la verdad, lo cual es de difícil realización cuando (incluso en las páginas de opinión El País, por ejemplo) sistemáticamente se excluye a ciertos autores y puntos de vista, a costa de promover a otros. En El País, las páginas de Opinión han tenido muchos más artículos críticos con Podemos (antes los tuvo con Izquierda Unida), con la visión plurinacional de España, con el derecho a decidir en Catalunya, con los méritos y deméritos del independentismo, con las políticas económicas y sociales de las izquierdas (a la izquierda del PSOE), que favorables a ellos (que han sido limitadísimos, y me consta que no es por falta de artículos que hayan recibido con visiones distintas).

Y ahí está el problema, que el buen artículo de Pérez Oliva no toca y que es de gran importancia en una sociedad como la de España, donde la diversidad de los medios es enormemente limitada. También lo es, pero en menor grado, en EEUU. Hoy España es uno de los países de la OCDE (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al español) con menor diversidad y mayor sesgo en sus medios, siendo también uno de los países donde la población desconfía más de la información provista por los mayores medios de información, que son percibidos mayoritariamente como medios de persuasión (ver mi artículo “El ‘New York Times’ lleva razón: no existe pluralidad en los medios”, Público, 19.11.15). Espero que Pérez Oliva esté de acuerdo.

Cuando el PP interrumpía minutos de silencio por las víctimas del franquismo

24 noviembre, 2016

Fuente: http://www.lamarea.com

Unidos Podemos ha evitado participar en el minuto de silencio a Rita Barberá porque considera que la exsenadora no merecía un homenaje por parte de la Cámara.

23 noviembre 2016 11:41

Cuando el PP interrumpía minutos de silencio por las víctimas del franquismo
Alfred Bosch en la tribuna del Congreso, en una imagen de archivo. CONGRESO

MADRID// Los diputados de Unidos Podemos se han negado a secundar el minuto de silencio en el Congreso de los Diputados por la repentina muerte de Rita Barberá. Pablo Iglesias y Alberto Garzón han afirmado que la exsenadora no merecía un homenaje por parte de la Cámara y por ello no han asistido a la muestra de condolencia. Las reacciones en contra del gesto de Podemos no se han hecho esperar. Sin embargo, no es la primera vez que en el pleno del Congreso se observan actitudes de este tipo, y con mucha más virulencia.

En el año 2013, el diputado de ERC Alfred Bosch pidió unos segundos de silencio en homenaje a Lluís Companys, con motivo del 73 aniversario del fusilamiento del expresidente de la Generalitat. Cuando tan sólo habían transcurrido unos cinco segundos, un diputado del PP gritó “Viva España”, interrumpiendo el homenaje solicitado por el diputado de ERC.

Tampoco participó el PP en un homenaje a las víctimas del franquismo que se vivió en el Congreso en el año 2003. Fue el primer acto de recuerdo que se celebró en la cámara de representantes en democracia. El PP alegó para no participar en el homenaje a los represaliados franquistas en que era un “regreso al pasado”, que no “aportaba nada positivo”.

Más recientemente, Javier Maroto (PP) no consideró necesario guardar un minuto de silencio por las víctimas de los bombardeos en Siria. Y criticó a Podemos por su propuesta: “No puede ser que Pablo Iglesias el mismo día pida y permita a sus concejales en los diferentes pueblos un minuto de silencio por las víctimas de París y a la vez pida un minuto de silencio por Siria. No se entiende. No sé si Pablo Iglesias es de extrema izquierda, lo que sé es que es de extrema incoherencia”.

La bomba nostálgica de ‘Stranger Things’

16 noviembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

Un homenaje a los ochenta, un objeto de culto u otra serie entretenida más. ¿Qué es exactamente el último éxito de Netflix?

Póster de «Stranger Things» realizado por Kyle Lambert

Su mismo póster ya nos traslada a otro tiempo, al de los ochenta con  Drew Struzan y sus fantásticas creaciones para la cartelera de Hollywood. Es el primer homenaje que salta a la vista de Stranger Things, aun sin haberla visto. Decía Susan Sontag en su obra Sobre la fotografía que «cuando sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos». La novelista, ensayista, fotógrafa y directora de cine defendía que el acto de querer capturar el momento es, en sí mismo, una rendición ante el pasado. Y revelar fotos no es más que el ansia por revivir recuerdos constantemente. La fotografía, como la añoranza, es algo inherente al ser humano.

Podríamos entender, según Sontag, que el momento actual dominado por la constante producción de remakes y reimaginación de mitos, no es debido tanto a la falta de originalidad como a la misma condición del artista. Falibles por naturaleza, nos hemos rendido a admirar objetos culturales que nos recuerdan a otros que ya disfrutamos antes.

Hoy existe toda una generación de realizadores audiovisuales que ha crecido con referentes a quienes pretenden rendir digno tributo. De Steven Spielberg a J.J. Abrams y de E.T. el extraterrestre a Super 8, se establecen lazos que nos llevan hasta el nacimiento de Stranger Things.

Seguramente han oído hablar de ella. Se trata del último éxito de Netflix, un logrado producto de entretenimiento que no para de sumar fans. Parece que el portal de VOD ( Video on Demand) ha conseguido dar en el clavo con la serie del verano, ocho episodios cargados de guiños y referencias al cine de terror fantástico de los ochenta y noventa.

No es algo nuevo ni sorprendente que dentro de cualquier moda se dan corrientes que confluyen en objetivos. La que nos ocupa bebe tanto del terror de la escuela de Stephen King como del fantástico familiar de Spielberg, pasando por el imaginario estético de John Carpenter. No es la única, coexisten precedentes actuales en muchos ámbitos. Por ejemplo, en la animación, donde encontramos exitosas series con aire ochentero como Historias Corrientes, o esa rareza genial llamada Gravity Falls.

Stranger Things empieza así: un niño desaparece sin dejar rastro y sus amigos empiezan a buscarlo. Su investigación les llevará a desentrañar misterios y experimentos estatales que desatarán una serie de fenónemos paranormales cambiando la historia de la pequeña ciudad en la que viven. ¿Les suena? Claro, es Exploradores, Los Goonies, Encuentros en la tercera fase y muchas cosas más. Una bomba de homenajes que viene dispuesta a encontrar su hueco entre los fans acérrimos y los advenedizos desprevenidos del género. Nada es casualidad.

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Los jóvenes protagonistas de la serie

Especialistas del terror y directores de encargo

Hace apenas un año, los hermanos Duffer estrenaron una película que pasó más o menos desapercibida. Hidden (subtitulada inexplicablemente como Terror en Kingsville) era una paranoia tensa que encerraba a pocos personajes en espacios austeros pero opresivos. Más que dar miedo, lo que perseguía era poner nervioso al espectador hasta los límites que su paciencia le permitiese.

En España, aquel film salió directamente en formato doméstico pero no es difícil de adquirir y sirve para hacerse a una idea de quiénes son los responsables de Stranger Things. Matt y Ross Duffer tenían en su haber unos cuantos cortos y cuatro episodios de la serie Wayward Pines, pero nada hacía presagiar que de pronto iban a estar en el centro del foco mediático. Algo que confirma que hay ojeadores de talento en las oficinas de Netflix, y que han conseguido apuntarse uno de los tantos más inesperados de la temporada. No es azar.

Tampoco es casual que otro de los culpables de la serie sea Shawn Levy, conocido hoy por ser el director de mediocres productos de entretenimiento de consumo rápido y recuerdo breve. Suyas son Gordo mentiroso, Doce en casa o Recién casados, pero también la entrañable saga Noche en el museo.  El realizador, que cuenta con más oficio del que se le presupone, empezó a dar sus primeros coletazos dirigiendo algunos de los capítulos de un producto de Disney llamado Fenómenos extraños.

El título, que podía ser hoy la traducción española de Stranger Things, corresponde a una serie de finales de los noventa protagonizada por una niña enamorada de los fenómenos paranormales que desentrañaba planes gubernamentales descubriendo la existencia de fantasmas u ovnis. Es decir, pocas cosas se dejan a la pura suerte cuando se trata de vender una serie cuyo principal gancho es hacerte recordar.

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Winona Ryder como madre enfadada en Stranger Things.jpg

El homenaje como símbolo de personalidad

Así que la cuestión que resta es la clave de todo. ¿Consigue Stranger Things ser algo más que un ataque de nostalgia? Lo cierto es que los referentes que se dan la mano en sus episodios son infinitos y no vale la pena enumerarlos todos. Van del easter egg nimio a la cita narrativa, pasando por el escamoteo visual más puro. Y hete aquí su primer logro: hacer individuales los hallazgos de su público. Cada uno reconoce en la serie de los hermanos Duffer aquellos títulos que le marcaron. Establece un juego que consigue ser diferente para cada espectador.

Cuando ya ha conseguido enganchar, por el ritmo de su trama y por lo llamativo de sus personajes, Stranger Things pretende ser algo más que un saco lleno de libros de terror. Su universo narrativo destila encanto justamente por su forma de «dar miedo». En especial, gracias a una Winona Ryder en estado de gracia (e histeria) y una Millie Bobby Brown cómoda en la línea que separa lo bonito de lo aterrador.

Sin obviar, eso sí, que muchas de sus tramas secundarias están hechas con un molde perfectamente reconocible, que algunos de su personajes resultan tan desdibujados como previsibles, ni que la evolución de la mayoría brilla por su ausencia. Todo es parte del juego.

Uno como con el que los niños protagonistas pasan sus tardes, con giros inesperados, monstruos de otros mundos, carreras en BMX y música de  The Clash. En el fondo, se trata de la imaginación de unos niños que se divierten siendo héroes.

Imagen promocional de la serie

Imagen promocional de la serie

Trafalgar: La España de Galdós

15 noviembre, 2016

Fuente: http://www.rafaelnarbona.es

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) comparte con Antonio Machado la consideración de escritor nacional, pero en ambos casos se trata de una distinción incompleta, pues los dos representan a esa España liberal, progresista, laica y republicana que nunca ha llegado a plasmarse en nuestro devenir histórico. Ambos simbolizan ese anhelo de modernidad que ha suscitado el encono y la hostilidad de los sectores más reaccionarios de la sociedad, particularmente la Iglesia Católica y la alta burguesía, apegada a la tradición y a los privilegios. Aunque no logren movilizar la simpatía de todos, se puede decir –no obstante- que Pérez Galdós y Machado encarnan el ideal de una nación libre, secularizada, cosmopolita, regulada por el Derecho y educada por una pedagogía flexible, tolerante y creativa, inspirada por el reformismo de raíz krausista. Aunque es un ideal ligado a una época, podemos aventurar que esboza un futuro necesario para crear una conciencia colectiva sin espacio para anatemas, odios cainitas ni exclusiones. Es un proyecto integrador, no un programa unilateral y partidista. Dentro de ese proyecto, destacan los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, un ambicioso fresco que abarca el período de nuestra historia comprendido entre 1805 y 1912. Galdós no se limita a novelar acontecimientos relevantes. Su intención no es ilustrar, sino comprender y sintetizar. No encadena los hechos con hitos, sino con vivencias. Vivencias a veces antagónicas que se disputan la verdad, pero que finalmente se complementan, conectando lo individual con lo colectivo, lo personal con lo universal. Esa forma de proceder permite reunir la experiencia del hombre común con la de los grandes protagonistas de la historia, sorteando el riesgo del prosaísmo y la retórica de lo épico y huero.

Galdós sabe engarzar la vida privada con los eventos públicos. De esta forma, lo grande se humaniza y lo pequeño adquiere la resonancia de lo perdurable. Esta fórmula permite situar a los personajes ficticios en escenarios históricos, sin provocar sensación de inverosimilitud. Al mismo tiempo, los personajes históricos se acomodan sin estridencias en la ficción, respetando sus exigencias formales y estéticas. Aunque Galdós suscribe la tesis predominante de la historiografía de su tiempo, según la cual las grandes personalidades actúan como fuerza motriz de los acontecimientos, el carácter tibio y desdibujado de Gabriel Araceli, primer narrador de la serie, desplaza el protagonismo al pueblo español, apostando por un patriotismo que se moviliza por intereses genuinos y no por ambiciones de clase. Trafalgar, la primera novela de los Episodios Nacionales, ya contiene los grandes aciertos de Galdós en un subgénero que siempre ha gozado del fervor popular, pero que suele soportar mal el paso del tiempo, pues carece de la perspectiva que sólo puede alumbrar un cambio de época, algo que no puede recriminarse al autor canario, con una preclara intuición del porvenir. Galdós caracteriza minuciosamente a sus personajes, no escatimando detalles físicos ni psicológicos. Sin embargo, Gabriel es un protagonista hueco, un muchacho de origen humilde que prosperará gracias a su valor e integridad. Experimentará la tentación de la picaresca, pero la buena fortuna lo acabará convirtiendo en un caballero de mentalidad burguesa y arrebatos quijotescos. Se olvida muchas veces que el narrador de Trafalgar no es un  paje de catorce años, sino el provecto caballero que evoca sus peripecias juveniles. “No me exija el lector –advierte- una exactitud que tengo por imposible, tratándose de sucesos ocurridos en la primera edad y narrados en el ocaso de la existencia, cuando cercano a mi fin, después de una larga vida, siento que el hielo de la senectud entorpece mi mano al manejar la pluma”. Galdós refiere la niñez de Gabriel en la gaditana playa de la Caleta, donde sólo era un muchacho más del arrabal, aficionado a robar frutar y a enzarzarse en reyertas. Su existencia discurría entre la vagancia y la miseria hasta que Alonso Gutiérrez de Cisniega, capitán retirado de navío, y su esposa, doña Francisca, lo acogen en su hogar, proporcionándole algo de instrucción y puliendo sus modales. Enamorado de Rosita, la hija de sus protectores, Gabriel alienta el deseo de subir en la escala social, pero no es Julián Sorel, sino un joven tímido y discreto, que ha asimilado los valores de los viejos hidalgos y sueña con hacer méritos.

A pesar de su edad, don Alonso decide embarcarse en la flota franco-española reunida para luchar contra los ingleses cerca del cabo de Trafalgar. Animado por su amigo Marcial, otro viejo lobo de mar al que llaman “Medio hombre” por sus heridas de guerra, logra subirse al Santísima Trinidad, un gigantesco buque con la solemnidad de una catedral. Con el paso de los años, la analogía se consolidará en la mente de Gabriel. Desde su punto de vista, los buques modernos, con su casco de acero y su diseño minimalista, carecen de la poesía de los viejos galeones. El narrador deja volar su sensibilidad para establecer que los barcos modernos son armas de guerra, mientras que los antiguos eran verdaderos guerreros, con el suave misterio de una catedral gótica: “Sus formas, que se prolongan hacia arriba; el predominio de las líneas verticales sobre las horizontales; cierto inexplicable idealismo, algo de histórico y religioso a la vez, mezclado con la complicación de líneas y el juego de colores que combina a su capricho el sol, han determinado esta asociación extravagante, que yo me explico por la huella del romanticismo que dejan en el espíritu las impresiones de la niñez”. Las líneas anteriores desmienten las acusaciones de torpeza estilística, revelando que Galdós, además de prolífico, era un maestro del idioma. Así lo demuestra otro párrafo sobre la Santísima Trinidad: “A medida que nos acercábamos, las formas de aquel coloso iban aumentando, y cuando la lancha se puso de costado, confundida en el espacio de mar donde se proyectaba, cual en negro y horrible cristal, la sombra del navío; cuando vi cómo se sumergía el inmóvil casco en el agua sombría que azotaba suavemente los costados; cuando alcé la vista y vi tres filas de cañones asomando sus bocas amenazadoras por las portas, mi entusiasmo se trocó en miedo”.

Rafael Malespina, oficial de Artillería y prometido de doña Rosita, también participa en una expedición condenada al fracaso desde el principio. La expectativa de una derrota previsible imprime una nota de fatalismo romántico a los preparativos bélicos. “Es preciso que confesemos con dolor la superioridad de la Marina inglesa –reconoce gallardamente Cosme Damián Churruca, brigadier de la Real Armada-, por la perfección del armamento, por la excelente dotación de sus buques y, sobre todo, por la unidad con que operan sus escuadras”. Galdós no pretende usurpar el acta de historiador, pero se muestra respetuoso con los hechos, mezclando las vicisitudes de cada personaje literario con el papel desempeñado por figuras como Alcalá Galiano, Churruca o Nelson. Los tres perderán la vida, derrochando valor y dignidad. Con la pierna casi seccionada por la bala de un cañón, Churruca expira “con la tranquilidad de los héroes y la entereza de los justos”. Alcalá Galiano muere en el acto cuando una bala de mediano calibre le acierta en la cabeza, pero hasta entonces se mantiene entero y beligerante, menospreciando las heridas que le manchan de sangre el uniforme y las manos. El almirante Nelson se desploma cuando una bala de mosquete entra por el brazo izquierdo, atraviesa el pulmón y, finalmente, se aloja en una vértebra. Sus últimas palabras reflejan su estricto sentido del honor: “Gracias a Dios, he cumplido con mi deber”. Galdós homenajea la memoria de los héroes, pero su admiración no contempla la exaltación de la guerra. De hecho, nunca desperdicia la oportunidad de manifestar su espíritu antibelicista. Poco antes del combate naval, los marineros arrojan arena sobre la cubierta. Gabriel se pregunta cuál es el objeto de esa medida. Un grumete le contesta con irritación: “¡Para la sangre!”. Sangre que correrá en abundancia durante la batalla, segando vidas de soldados profesionales y de leva, que serán arrojados al mar envueltos en una bandera y con una bala de cañón atada a los pies. Cuando el Trinidad se hunde y los ingleses rescatan a los supervivientes, no se aprecia odio ni rencor entre los marinos que han luchado ferozmente: “Yo observaba en sus semblantes las mismas señales de terror o de esperanza, y, sobre todo, la expresión propia del santo sentimiento de humanidad y caridad, que era el móvil de unos y otros”. Al igual que Tolstoi en Guerra y Paz, Galdós deplora la crueldad e inutilidad de la guerra, señalando que las naciones se masacran entre sí por falsas querellas alentadas por reyes ambiciosos y políticos sin escrúpulos. Convertido en un filósofo de catorce años, Gabriel, “Gabrielillo”, se pregunta si la violencia es algo innato o adquirido, concluyendo que los pueblos se lanzan a la guerra porque les empujan sus gobernantes, con pretextos fraudulentos.

Galdós no es un novelista ingenuo, sino un creador que conoce el poder del lenguaje para recrear lo real, anticipando o alterando los hechos. El escritor se parece a José María Malespina, el coronel de artillería retirado que fabula, inventa y falsifica. Padre de Rafael Malespina, novio de Rosita, José María es un mitómano incurable, pero también un visionario. Sostiene que en el futuro los barcos de guerra serán monstruos de hierro que vomiten humo. Todos se burlan de su profecía, sin sospechar que algún día se hará realidad. Medio siglo más tarde, Gabriel recuerda los augurios de José María Malespina: “Parece mentira que las extravagancias ideadas por un loco o un embustero lleguen a ser realidades maravillosas con el transcurso del tiempo”. Descubrir este fenómeno hará que conceda crédito a cualquier utopía y perciba a los embusteros como “hombres de genio”. Aunque Gabriel es el narrador, su punto de vista no es el único. Los relatos de marineros de los buques Bahama, Santa Ana y Nepomuceno amplían la narración, evidenciando que la perspectiva omnisciente siempre es una perspectiva insuficiente. Entre el realismo y el romanticismo, la prosa de Galdós avanza con fluidez y elegancia, sin descartar momentos de lirismo. La importancia de los Episodios Nacionales parece fuera de toda duda, pero Galdós ha pasado una larga temporada en el infierno, con su arte literario cuestionado y vituperado. En la edición de Aguilar de 1950, el crítico Federico Sainz de Robles finalizaba su larga introducción pidiendo un juicio más indulgente hacia una de las figuras más emblemáticas de nuestras letras. Afortunadamente, corren otros aires y sólo un insensato minimiza la importancia de Galdós, aún por descubrir fuera de nuestras fronteras, pues escasean las traducciones en otros idiomas. En un artículo publicado en El Globo (13 de agosto de 1891) sobre la novela Ángel Guerra, Valle-Inclán –que apreciaba a Galdós más que su personaje Dorio de Gádex, responsable de la injusta ocurrencia que asimila el estilo del canario con las chapuzas de un “garbancero”– elogia el talento de Galdós para la caracterización psicológica y la descripción de los ambientes más opuestos y diversos. Valle-Inclán subraya “la prodigiosa facilidad que para novelar posee”. “Un novelista que ve tan hondo, que ha adivinado toda una época, como sucede en los Episodios Nacionales”, sólo puede suscitar admiración. Su obra brota del “abuso de sus facultades creadoras”.

Azorín escribió una semblanza de Galdós poco después de su muerte, protestando contra las voces que rebajaban el mérito artístico de su obra. Escribe el pequeño filósofo: “Este hombre, vejado injustamente, ha revelado España a los ojos de los españoles que la desconocían; este hombre ha hecho que la palabra España no sea una abstracción, algo seco y sin vida, sino una realidad. […] En suma, ha contribuido a crear una conciencia nacional: ha hecho vivir a España con sus ciudades, sus pueblos, sus monumentos, sus paisajes”. Al igual que Antonio Machado, Galdós representa la posibilidad de aglutinar la diversidad de lo español en una idea capaz de sintetizar la diversidad, sin mutilar u omitir nada esencial. La España de Galdós no ha perdido vigencia, pues encarna un ideal con dos pilares atemporales: la tolerancia y la libertad. La citada edición de Aguilar se distingue por su belleza formal, con su cubierta en piel y su papel biblia pintado en los cantos, pero nos ofrecen una versión poco rigurosa de los manuscritos originales. La Biblioteca Castro ha realizado una labor de depuración y clarificación que nos acerca mucho más a lo que sería una edición canónica, si bien ha descartado la posibilidad de llevar a cabo una edición crítica, de acuerdo con su criterio habitual. Leopoldo Alas, “Clarín”, afirmó en una semblanza de Galdós que, en rigor, “ser artista… es seguir jugando”. Trafalgar corrobora esa interpretación, pues –sin restar dramatismo a los hechos- nos sitúa en el escenario que evoca las fantasías infantiles de un tiempo donde el mar, las espadas y la pólvora simbolizaban el afán de aventura y el anhelo de lo extraordinario.

Ángel Viñas: «Gran Bretaña pagó millones para que Franco no entrara en la Segunda Guerra Mundial»

14 noviembre, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

El historiador desvela que Churchill sobornó a gente cercana al dictador para que le disuadieran de aliarse con Hitler para luchar

«Para Gran Bretaña era vital, absolutamente, que España no entrara en guerra. El Peñón de Gibraltar era una pieza estratégica y necesitaban tiempo»

El historiador Ángel Viñas.

El historiador Ángel Viñas sigue rompiendo leyendas sobre Franco. Lo hizo con La otra cara del Caudillo, un libro que alumbró mitos y realidades biográficas del militar rebelde. Y vuelve a la carga con Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco (editorial Crítica), una obra que describe el mundo de conspiradores y espías apostados en el incipiente franquismo. Viñas desmitifica tópicos, como la entrevista en Hendaya de Franco con Hitler, y relata la clave que frenó la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial: una operación británica que enlaza a personajes como Churchill y el corrupto empresario Juan March.

Viene, en sus últimas obras, rompiendo mitos sobre Franco.

En los últimos años me he concentrado en iluminar algunas vetas oscuras del comportamiento de Franco. No quiero hacer una biografía del dictador, pero sí hay capítulos de su historia que me interesan sobremanera, y que son los que están más mitificados. El año pasado dediqué un libro a la influencia del pensamiento nazi sobre Franco, a la copia de un sistema que tiene más parecidos con el nazi que lo que suponíamos.

Y con Sobornos ataca otra veta mitificada que enlaza a Franco con Hitler y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.

El mito por excelencia del Caudillo, que sacó a España de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Mi propósito ha sido desmitificar el mito de la ‘hábil prudencia’, porque no hubo una estrategia de genio y sí una adaptación a las influencias del entorno más inmediato a Franco.

¿Franco quería meter a España en guerra junto a Hitler?

Hay toda una serie de circunstancias que impulsaron a Franco, muy a su pesar, hacia una neutralidad que denominó elástica, más volcada hacia el eje que hacia los aliados occidentales. Y en ese mito analizo en particular la política británica para mantener a España fuera de la guerra.

¿Cómo consigue la Gran Bretaña de Winston Churchill mantener a Franco lejos del conflicto bélico?

Con una operación que he denominado ‘Sobornos’ y consistía en comprar a la gente de Franco para que lo disuadieran de aliarse con Hitler y de entrar en guerra al lado de los nazis. Es una historia que se conocía pero que he estudiado en profundidad gracias a que los ingleses desclasificaron hace tres años unos papeles muy importantes que alumbran y dan las claves, aunque con algunas lagunas.

Franco y Hitler, en Hendaya, el 23 de octubre de 1940. / picture-alliance/Judaica-Samml/Newscom/Efe

Franco y Hitler, en Hendaya, el 23 de octubre de 1940. PICTURE-ALLIANCE/JUDAICA-SAMML/NEWSCOM/EFE

¿La participación española tenía una importancia similar para británicos y alemanes?

Para Gran Bretaña era vital, absolutamente, que España no entrara en guerra. El Peñón de Gibraltar era una pieza estratégica que los ingleses querían convertir en una fortaleza inexpugnable. Y para eso necesitaban tiempo. ‘Sobornos’, como funciona, dura hasta el año 43 pero llega en un primer momento para comprar seis meses de neutralidad española. Para la Alemania nazi no era tan importante la participación de España. Les hubiera gustado, pero no era vital, mientras que para Gran Bretaña era un ejercicio de realpolitik.

¿Derriba también el mito de la reunión de Hitler y Franco en Hendaya?

Eso es parte del mito, que Franco en Hendaya se erige como defensor de la neutralidad española, que dice que no al amo de Europa, que virilmente se opone a los deseos de Hitler… todo eso son camelos y pamplinas. Franco no dijo nada de eso a Hitler. No llegó a un acuerdo porque no se comprometió formalmente a darle a Franco los territorios que pedía en el norte de África. Trato de desmitificar la importancia de la conferencia de Hendaya, celebrada como el epítome de la sagacidad galaica del jefe del Estado. Pues no.

Petain choca esos cinco con Hitler (24 de Octubre de 1940)

Petain con Hitler, el 24 de Octubre de 1940.

¿Recelaba Hitler de Franco?

Esencialmente Hitler no creía que los españoles fueran capaces de mantener en secreto una promesa así por escrito. Creía que se irían de la lengua y eso podría estropear sus relaciones con la Francia de Pétain y sobre todo poner en aviso al ejército francés en Marruecos y Argelia y estropear sus propios planes. Hitler probablemente no lo supo nunca, pero tenía razón, porque a las 24 horas de la conferencia de Hendaya los ingleses ya sabían lo que había pasado. Habían metido a un espía, por lo menos, en el séquito de Serrano Suñer y otro en el de Franco. Sabían que lo que pasó en Hendaya no era definitivo.

¿Y a quienes compran los ingleses?

A dos ministros del Gobierno, el ministro del Ejército, José Enrique Varela, al de Gobernación, el coronel Valentín Galarza, al hermano de Franco… y luego a un montón de generales monárquicos, entre los cuales destacan (Luis) Orgaz, (Antonio) Aranda y (Alfredo) Kindelán muy en particular. Churchill sobornó al entorno de Franco para que no entrara en guerra junto a Hitler.

¿Cómo consiguen esa conspiración en las más altas esferas del incipiente régimen franquista?

Lo logran de una manera muy sencilla: comprando a estas personas con dinero que percibieron después y cuyo contravalor en pesetas, porque se les pagaba en libras, les habría hecho multimillonarios de la época por cantidades inimaginables. El empresario Juan March adelantó pagos a algunos de ellos de sus propios fondos y luego los ingleses se lo reembolsaron.

El banquero Juan March en el centro / EFE

El banquero Juan March (en el centro). EFE

¿Qué papel desempeña March?

La ‘operación Sobornos’ no hubiera sido posible sin entusiasta cooperación de Juan March. Genera la idea, probablemente, es quien la pone en práctica, da sugerencias, arregla los detalles de pagos y cuentas en el extranjero, las administra y, al final, ayuda a los militares vía Nicolás Franco a blanquear su mal ganado dinero. Era la piedra fundamental y sugirió a los ingleses que pagasen una vez estuviera demostrado conclusivamente que España no entraba en guerra. Eso para March se demostró a finales de 1943 por lo que supongo, lógicamente, que se les pagó en el 44.

¿Franco no olió lo que tramaba su gente de confianza?

Franco nunca tuvo la menor idea. No hay absolutamente la menor referencia en los papeles a que Franco sospechara de esto, ninguna. Desde luego los ingleses hicieron todo lo posible para que Franco no se enterase. No se tenía que enterar. Esa era la idea, que Franco estuviera expuesto a una serie de consejos, sugerencias e informaciones que les suministraba el ministro del Ejército, entonces…

¿Lo consideraría una traición?

No me atrevo a definirlo como traición. Imagino que pensaban que rendían servicio a España al mantenerla fuera de la Segunda Guerra Mundial y encima se forraban. La combinación patriotismo y pela, la ‘pp’… pues eso iba a misa. Les tuvo que encandilar.

Mencionó que había encontrado lagunas en la documentación desclasificada, ¿cuáles?

No se conoce por ejemplo la lista total de beneficiarios ni las cantidades exactas. Hay indicios que están descritos en el libro. Lo que mejor se conoce son los pagos a Kindelán, el equivalente hoy a unos 70 u 80 millones de euros. No puedo asegurar que eso fuera todo lo que percibió, es probable que percibiera más. Y March rendía cuentas en Madrid a la Embajada, en una casa de lenocinio o en una finca, donde fuera, pero no se conocen los métodos de control que los ingleses aplicaron para controlar a March. Aunque todo esto no se había explorado en su concepción, manifestaciones y efectos como ahora, no he podido descubrir todo lo que hay. Los ingleses… una de dos, o han quemado papeles o no los han desclasificado.