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¿Para quién trabaja Tejerina? Un pozo negro de subvenciones y maltrato animal

28 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

Cerdos con malformaciones y arrastrando tumores sangrantes. Animales agonizando. Cerdos comiéndose a otros. Animales muertos en contenedores, que no lograron llegar vivos al matadero. Esas fueron algunas de las imágenes que mostró el pasado domingo el programa Salvados de La Sexta.

Las imágenes fueron obtenidas tras una visita clandestina de Jordi Évole e investigadores de la ONG Igualdad Animal a una granja de Alhama, Murcia. Las instalaciones proveen a Cefusa, empresa que a su vez abastece de cerdos y vacas a la famosa El Pozo. Ambas empresas pertenecen al Grupo Fuertes. El área agroalimentaria del grupo también congrega a Agrifusa (agricultura), Fripozo (ultracongelados), Aquadeus (embotelladora de agua), Bodegas Luzón (vinícola) y Palancares Alimentación (quesos y lácteos), entre otras sociedades. A su vez, poseen inversiones hoteleras (Vis Hoteles), inmobiliarias (Profusa), petroquímicas (Aemedsa), azulejeras (Todagrés), parques temáticos (Terra Natura), acciones en Sacyr y firmas de capital riesgo (Infu Capital).

A pesar de las evidentes condiciones de descuido, maltrato y sufrimiento en que se encontraban los animales, Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, no tardó en defender a la empresa en cuestión. Tejerina reconoció que no había visto el programa, pero, aún así, sentenció tajante que el reportaje «no hace justicia al sector». Jordi Évole replicó en Twitter que “la MINISTRA de TODOS: Hace suya la versión de ELPOZO. NO exige investigar lo que enseñamos. Y todo, SIN ver el programa. ¿Para quién trabaja?».

¿Para quién trabaja Tejerina? Al menos justo antes de ser ministra, ocupó un alto cargo en la principal empresa de fertilizantes agrícolas en España, Fertiberia. Según Veterinarios Sin Fronteras, se trata de “un ilustrativo caso de puerta giratoria y de la influencia del lobby [agroindustrial]”.

Para comprender cómo el poder público hace suya la versión de una empresa privada y cómo los medios de comunicación han silenciado las fundadas denuncias de Igualdad Animal, es imprescindible tener en perspectiva quién les financia. Por una parte, tanto El Pozo como el sector porcino en general han invertido millones en medios de comunicación, contratando abundante publicidad en diferentes medios. Sin ir más lejos, el pasado martes la industria porcina dedicó una buena cantidad de dinero para que diversos periódicos publicaran páginas completas sobre el  “liderazgo, sostenibilidad y compromiso social” del sector. La iniciativa estuvo promovida por Interporc, la asociación gremial de la explotación de cerdos en España.

¿De dónde sale ese dinero? En parte, de nosotros. Todas las personas que somos contribuyentes en Europa le regalamos más de un millón de euros a la industria porcina española para este tipo de publicidad y otras promociones del consumo de carne de cerdo. Por ejemplo, en 2016, 1.366.348,20 euros de nuestros bolsillos se entregaron a Interporc para financiar su campaña ‘Pork Lovers Tour’, tal y como informó en 2016 la Comisión Europea. Ese casi 1,4 millones de euros no es un coste marginal. Por el contrario, se trata de alrededor del 70% del coste total de la campaña (1.9514.916,00 euros). Es decir, si los empresarios de la explotación de cerdos no hubiesen recibido nuestro dinero, probablemente la campaña no se habría llevado a cabo.

No obstante, el casi 1,4 millones de euros que hemos obsequiado a Interporc es realmente una minucia. Con la entrada de  Phil Hogan a dirigir la Comisión de Agricultura en la Unión Europea, el presupuesto para promover el consumo de carne de cerdo y de lácteos no ha hecho más que aumentar, elevándose en 2016 hasta 30 millones de euros. Algo así como 21 veces más de lo que le dimos en 2016 a Interporc.

El Pozo, en particular, también se ha llevado sendas sumas de nuestro dinero para sufragar el horror que destapó Salvados el pasado domingo. Ya en 2008, la Comisión Europea ordenó una investigación sobre las ayudas que habría recibido El Pozo de parte de las autoridades españolas. Según el órgano europeo, en el año 2007 el Gobierno de España habría entregado 15,1 millones de euros para la ampliación y modernización de algunas de las fábricas de la empresa, según un estudio de 2008 de la Comisión Europea.

Durante los últimos años, El Pozo y Cefusa habrían llegado a recibir otros 5 millones de euros (exactamente, 4.976.443,52) de los contribuyentes europeos para engrosar sus márgenes de beneficio, según datos recopilados por FarmSubsudy.org. Estas cifras no consideran subvenciones para la producción de granos para forraje, actividad que también lleva a cabo el Grupo Fuertes. Tampoco incluyen otras intervenciones estatales a favor de la comercialización de productos porcinos.

Es sabido que las ayudas públicas al sector agropecuario benefician, especialmente, a las principales ganaderas y compañías agroalimentarias de mayor envergadura, así como a grandes terratenientes. Ése es el caso de El Pozo: recibe dinero público a pesar de que, junto con Campofrío,  controla el 41% del sector cárnico español. Con el Grupo Fuertes, ha logrado unos  ingresos de 1.535,00 millones de euros en 2016, y declara un beneficio atribuido de 81,25 millones, según el Registro Mercantil.

El Pozo y otras grandes empresas del sector ganadero han utilizado el dinero público para rentabilizar el uso de animales en su beneficio. Los subsidios concedidos han contribuido a la disponibilidad de piensos asequibles y a la intensificación de la ganadería, sumiendo a los animales en vidas de miseria. Así, nuestro dinero se ha empleado para enriquecer a unos, mientras vivimos a expensas del sufrimiento de otros.

Considerando, además, la probada relación de la ganadería con el cambio climático ( El Pozo, en particular, es responsable de 4,2 millones de emisiones de CO2 en España) y las negativas consecuencias de los productos de origen animal para la salud humana[1], la defensa a ciegas de El Pozo por parte de la ministra Tejerina resulta, por lo menos, insultante e irresponsable. Por el contrario, quienes se están enriqueciendo con el dinero de los contribuyentes, quienes son los mayores responsables de la crisis climática actual, quienes esclavizan a trabajadores “autónomos” en mataderos, quienes someten a los animales a condiciones de extremo sufrimiento, son quienes merecen una condena contundente por parte del Gobierno y de los medios de comunicación.

Enriquecer a grandes poderes privados con dinero público con total opacidad y que el Gobierno haga propia la versión de El Pozo ante pruebas patentes de maltrato animal, da cuenta de la omnipresencia de los intereses económicos de grandes corporaciones agroganaderas. Así, la influencia directa de intereses privados en decisiones y posiciones políticas y en lo que merece o no atención en los medios de comunicación, los ha vuelto usurpadores del interés público.

Ante estas actuaciones, y cuando  la práctica totalidad (94%) de los europeos considera que es importante proteger el bienestar de los animales en granjas y cuando no hemos consentido que nuestro dinero enriquezca a grandes corporaciones, es urgente un contrapoder digno. El Gobierno de España no lo está haciendo. Con la campaña ElSecretoDeElPozo.com, liderada por Igualdad Animal, es la sociedad civil quien está exigiendo acabar con las condiciones más extremas de abuso de los demás animales: con El Pozo negro de sufrimiento, un pozo también oscuro de colusión entre intereses privados y poder político e impunidad.

[1] El sector ganadero denuncia haberse visto especialmente afectado por los hallazgos de la  International Agency for Research on Cancer sobre la relación de las carnes rojas y procesadas con el cáncer.

Sobre las ‘portavozas’

27 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

El ‘portavoces y portavozas’ que pronunció Irene Montero el martes pasado se ha convertido sin duda en el tema lingüístico de la semana. En los últimos días hemos asistido a una avalancha de declaraciones, polémicas, reivindicaciones y burlas en torno a la forma ‘portavoza’, además de al ya tradicional aluvión de preguntas que reciben los siempre sufridos servicios de consulta de la RAE y Fundéu cada vez que se monta una tangana lingüística:

—¿Tú a qué te dedicas?
—Yo soy portavoza ¿y tú?
—Yo soy pianisto y mi amigo astronauto.
—Encantade.
—Igualmenta.

*Reunión bi-anunal de idiotos de culo.

Ojalá la misma indignación ante alguien diciendo «portavoza» que ante el machismo cotidiano.

Dice la RAE a proposito de la palabra “fácil”:

“Dicho especialmente de una mujer: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”

Hacer una sociedad mejor y más justa para las mujeres implica también mejorar y cambiar el lenguaje para hacerlo inclusivo

A los que les molesta muchísimo que digamos portavoza porque el masculino es genérico no les molesta decir «pilotos y azafatas» o «médicos y enfermeras».

«Portavoza» no, pero «murciégalo» sí, ha sido aceptado por generación espontánea y no porque su uso se ha extendido fuera del corsé de la @RAEinforma. Y hasta aquí mi opinión

El sustantivo «portavoz» es común en cuanto al género, lo que significa que se usa la misma forma para el masc. y para el fem. El género gramatical se evidencia ahí a través de los determinantes y adjetivos: «el portavoz español» / «la portavoz española».

Vaya por delante que la polémica sobre ‘portavoza’ es al debate gramatical lo mismo que el vestido de Pedroche a los debates sobre feminismo. La situación en la que se produjo el momento ‘portavozas’ es un escenario artificial creado con el objetivo de atraer atención mediática y generar una polémica sobre un asunto socialmente candente (el lenguaje inclusivo). En cualquier caso, como en el caso de los vestidos de Pedroche, resulta muy elocuente ver las pasiones que despierta este tema y comprobar la susceptibilidad con la que algunos han recibido el término.

Crear palabras nuevas está en la naturaleza misma del idioma y en la capacidad lingüística de sus hablantes. Todos creamos palabras nuevas constantemente. Algunas de esas palabras sobreviven, se extienden y pueden acabar siendo compartidas por toda una comunidad lingüística. Pero la mayoría son menos afortunadas y se nos quedan por el camino. En ese sentido, ‘portavozas’ es una propuesta de neologismo tan aceptable como cualquier otra y no hay nada que afear por ahí. Ahora bien, este neologismo recién alumbrado, ¿es explicable desde el punto de vista de la lógica lingüística? ¿Es una feminización necesaria de un sustantivo que pedía a gritos una forma en femenino? En las últimas décadas hemos presenciado la normalización de palabras en femenino como ‘ministra’, ‘arquitecta’ o ‘médica’, formas que en su momento fueron recibidas por escepticismo por no pocos hablantes. ¿Por qué no hacer lo mismo con ‘portavoza’? ¿La extrañeza que ha suscitado la palabra ‘portavoza’ es una muestra más del machismo endémico en el que vivimos inmersas?

El meollo del asunto reside en que la naturaleza de la palabra ‘portavoz’ no es exactamente igual a la de otros términos ya feminizados como ‘arquitecto’ o ‘ministro’. Si ponemos la palabra ‘portavoz’ bajo el microscopio, veremos que está formada por dos partes: por un lado, la 3ª persona del singular del verbo ‘portar’ (‘porta’) y, por otro, un sustantivo (‘voz’). Es decir, ‘portavoz’ es una palabra compuesta: ‘que porta la voz’. Este tipo de compuestos no son ninguna rareza en español. La combinación de verbo conjugado y sustantivo tiende a formar parejas bien avenidas y muy estables a largo plazo, y por eso esta estrategia para formas palabras nuevas resulta tremendamente productiva: ‘reposacabezas’, ‘cascanueces’, ‘salvapantallas’, ‘cortacésped’, ‘salvamanteles’, ‘chupatintas’. El castellano está plagado de este tipo de oraciones jibarizadas en forma de palabras compuestas.

Lo interesante del asunto (y la raíz de todo portavozagate) viene cuando descubrimos que este tipo de palabras carecen de una marca explícita de género. Nada en su forma nos permite saber a priori si son masculinas o femeninas. Son palabras agénero. Normalmente solemos agarrarnos a la terminación de las palabras para detectar su género, pero en este caso la terminación es engañosa porque lo que la terminación nos indica no es el género y el número de la palabra entera, sino tan solo de uno de los integrantes. La terminación -as en ‘salvapantallas’ es propiedad del sustantivo ‘pantallas’, que es una de las integrantes del compuesto, pero eso no hace a la palabra ‘salvapantallas’ ni femenina ni plural.

Esta indefinición en cuanto al género se hace particularmente evidente cuando las aplicamos a personas. Una matasanas no sería la forma femenina de ‘matasanos’, sino aquella profesional sanitaria con especial ojeriza hacia sus pacientes mujeres. Como estos compuestos se resisten a llevar su propia marca de género, adoptan camaleónicamente el género de la palabra o el artículo que las preceda, y así podemos decir que un señor es recogepelotas y que una señora es portavoz. Los compuestos vienen listos para ser aplicados a individuos de cualquier género sin que necesitemos ajustar terminación alguna. Esta absorción del género por ósmosis que hacen este tipo de sustantivos compuestos no es muy distinta a la que también hacen otras palabras unisex, como los adjetivos terminados en -az o en -ble (‘Érase una mujer terrible y tenaz’), sin que cunda el drama morfológico.

Nunca hubo ningún impedimento morfológico que justificase el escepticismo con el que muchos recibieron formas femeninas como ‘ministra’ o ‘médica’. Eran formas en femenino que se regían por las mismas reglas de la morfología flexiva que ‘frutera’ o ‘política’. Pero la ausencia (¿hasta ahora?) de una supuesta forma femenina ‘portavoza’ y la extrañeza con la que ha sido recibida no se debe (o no necesariamente) al sistema profundamente patriarcal y misógino en el que vivimos, sino a las reglas profundas que operan en la morfología del castellano. Desde el punto de vista de la morfología y mientras ‘portavoz’ siga siendo percibido por los hablantes como un sustantivo compuesto, ‘portavoza’ no tiene razón de ser lingüística.

Ahora bien, ¿es entonces ‘portavoza’  un engendro lingüístico que hay que condenar a la hoguera? Quién sabe, quizá el ruido mediático haga que se extienda, a pesar de tener toda la morfología en su contra. O quizá para poder interpretar correctamente la naturaleza de ‘portavoza’ no haya que mirar en la morfología, sino que debamos observar el uso pragmático de la lengua. La improbable forma ‘portavoza’ tal vez no sea un caso aislado, sino que forme parte de una tendencia morfológica infrecuente en la lengua habitual de los medios y de las instituciones pero bien arraigada en el el lenguaje informal de algunos ámbitos activistas: el fenómeno de transgredir conscientemente el género gramatical tradicional con fines reivindicativos (y con un marcado carácter festivo), como cuando se habla de ‘señoro’ para referirse a un hombre patriarcal particularmente inaguantable o de ‘periodisto’ para denominar a los periodistas machistas. Quizá estemos asistiendo al nacimiento de una tendencia de marcar de forma redundante el género de una palabra con el objetivo comunicativo de poner el foco sobre la realidad de género en la que se mueven esos conceptos. Pero es pronto aún para saberlo. Seguiremos informando.

Un Cristo en Jaén

26 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

Un joven de 24 años ha sido condenado por el Juzgado de lo Penal nº 1 de Jaén a pagar una multa de 480 euros por haber insertado su propio rostro en sustitución de la cara de un Cristo que era la imagen usada por una Cofradía de Jaén. Esta imagen la publicó en Instagram y le insertó la frase «Sobran las palabras, la cara lo dice todo, Makaveli soy tu dios». Hace referencia a un famoso rapero, ya fallecido, por quien, parece ser, el joven siente gran devoción.

La Cofradía de La Amargura denunció la utilización de la imagen del Cristo Despojado. El problema suscitado no tiene que ver tanto con la delatora forma de proceder de esta Cofradía como con el hecho de que el juez de instrucción no dictase sobreseimiento libre y archivara la denuncia. A estas alturas, a nadie extraña que los buenos cristianos emprendan su particular cruzada contra los infieles desde remotos tiempos.  Sin embargo, cabe preguntarse por qué el juez de instrucción admitió la denuncia y formó una causa penal con hechos que no tenían apariencia delictiva. También resulta sorprendente que la Fiscalía decidiera acusar y solicitara inicialmente para este joven jornalero dedicado a la recogida de aceituna el pago de 2.160 euros en concepto de multa. En caso de impago debería sustituirse por 180 días de prisión.

Más tarde, en el juicio, el acusado se acogió a un acuerdo con el Fiscal para evitar la celebración del juicio, consistente en permitir una condena a cambio de aceptar una considerable rebaja del castigo: 480 euros de multa. Así le asesoró su letrada y el juez, teóricamente neutral en materia de pactos, lo plasmó en la sentencia condenatoria. Estos dos últimos tenían menor margen de acción y de decisión que los anteriores.

Parece ser que lo dispuesto en tratados internacionales -sobre todo el Pacto Internacional de derechos Civiles y Políticos- y en la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos -reciente condena a Lituania por censurar una campaña publicitaria que utilizó imágenes religiosas- cayó en saco roto para todos los operadores jurídicos, quienes se emplearon a fondo en vulnerar el derecho fundamental a la libertad de expresión del joven jornalero.

¿Por qué a ninguno de los intervinientes en este procedimiento penal les suscitó ninguna duda este procedimiento penal? ¿Por qué en pleno siglo XXI, en un país que ha firmado el Convenio Europeo de Derechos Humanos – y todos aquellos que tienen que ver con los derechos y libertades públicas- se ha condenado penalmente a una persona por haber publicado un fotomontaje con la imagen de un Cristo? La respuesta es aparentemente sencilla: el artículo 525 del Código Penal castiga a quien haga «escarnio público» de los dogmas, creencias, ritos o ceremonias «para ofender los sentimientos de los miembros de confesiones religiosas».

Podemos pensar que el desbordamiento de los juzgados y tribunales de nuestro país ha llevado al juzgado de instrucción a aceptar esta denuncia con cierto automatismo, sin reparar que las leyes han de ser interpretadas según la Constitución de 1978 y conforme a los Tratados Internacionales válidamente celebrados, éstos forman parte también de nuestro ordenamiento jurídico. En este caso, el artículo 525 del Código Penal, tratándose de un delito de opinión, ha de ser examinado a la luz del derecho fundamental a la libertad de expresión. Desde este necesario enfoque, es obvio que no debió haberse dictado sentencia condenatoria, pues ningún procedimiento debió haberse seguido por estos hechos.

El juez de instrucción podía -y debía- haber rechazado de plano la denuncia presentada, en aplicación del artículo 269 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Los hechos denunciados no constituían delito, siempre desde la estricta observancia del derecho fundamental a la libertad de expresión. Por tanto, el juez de instrucción tenía amplio margen para evitar esta grave injusticia. No menor margen tenía la Fiscalía; sí, el Ministerio Público, defensor de la legalidad y de los derechos de la ciudadanía, debió haber velado por los derechos de este joven ciudadano, pero no lo hizo. Parece que el artículo 525 del Código Penal había que aplicarlo a toda costa, aun por encima de la libertad de expresión.

¿Cuál fue la fuerza superadora que permitió que este procedimiento inquisitorial avanzara acríticamente, sin ningún obstáculo que se le opusiera?

La Historia constitucionalista -y no constitucionalista- nos da algunas claves. Salvo el breve periodo de vigencia de la Constitución de 1931, el resto de los periodos estuvo marcado por una fuerte confesionalidad estatal.

Ya podrán imaginarse las penas previstas para quien osara ofender a la religión oficial del estado, todas ellas de prisión. Como muestra un botón: el Código Penal de 1973, vigente hasta 1.995, preveía una pena de 1 mes y 1 día a 6 meses de prisión para quien cometiera escarnio público de las creencias de una confesión religiosa (art. 209CP 1973). Hay que decir que previamente, en 1984, hubo que eliminar la distinción privilegiada en la redacción de ese artículo, que hablaba de “Iglesia Católica” y de “confesión reconocida legalmente”, con claras reminiscencias de un pasado nacionalcatólico que, en sus albores, prohibió el culto público de las otras religiones existentes en nuestro país.

También es fácil deducir que en nuestro dictatorial pasado más reciente era el Fiscal quien impulsaba con denuedo estas acciones de burla contra la Iglesia Católica y que bastaba con probar que esa burla se había producido para que se dictara sentencia condenatoria.

En los primeros años de la actual democracia, llevada por la inercia del pasado confesional, la Fiscalía todavía encarnaba la acusación por este delito de ofensa a los sentimientos religiosos, siendo sustituida paulatinamente por iniciativas privadas de asociaciones católicas, que encauzadas en la figura de la acusación popular, comenzaron a perseguir este delito.

Esto tiene una explicación: el legislador del Código Penal de 1995 no pudo impedir la pervivencia del delito de ofensa contra los sentimientos religiosos pero lo hizo con una expresión muy llamativa que no pasó por alto a la jurisprudencia que más tarde se creó. En la definición del delito se introdujo que el escarnio debía cometerse «para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa».

Es decir, no debía bastar la ofensa, que objetivamente se produce cuando cualquiera critica legítimamente a la Iglesia Católica como figura institucional que ha sobrevivido a la crisis del franquismo, sino que había de hacerse con la única y específica intención de ofender. El Código Penal, por tanto, no protege el derecho de ninguna confesión religiosa a no sentirse ofendida ni protege la creencia en la existencia de ningún dios. Esta es la clave y no otra. Este artículo 525 llegó para no aplicarse nunca, producto de un rodeo que burló las actitudes autoritarias que debieron estar presentes en aquella redacción del Código Penal de 1995.

Siendo así, los jueces y tribunales suelen archivar este tipo de denuncias, interpretando correctamente este delito a la luz de la libertad de expresión, mal que les pese en algunas ocasiones en las que no se ahorran regañinas hacia los denunciados. Sin embargo, preocupa enormemente que en Jaén aún se persiga la comisión de este anacrónico delito -nació para no ser aplicado- y que esto se replique en otros lugares. Urge su inmediata derogación.

Redes sociales y aborregamiento

25 febrero, 2018

Fuente: http://www.jessicafillol.com

Las redes sociales (sobre todo Twitter porque al menos en Facebook tengo bastante controladas las interacciones con gente desconocida y eso me permite crearme una pequeña burbuja) me producen una mezcla entre vergüenza ajena, frustración y misantropía que en ocasiones se hace muy difícil de soportar.‬

El penúltimo ejemplo: Irene Montero pronuncia la palabra “portavoza” y las redes sociales se llenan de expertos en lingüística. Creo que ya no queda nadie en España con acceso a twitter que no le haya dicho al menos a media docena de feministas que “voz” es femenino. Gracias, seguramente lo desconocíamos. Comentaba Beatriz Gimeno que había tenido más de 500 respuestas de gente indignada por algo que les parece poco importante, una contradicción que me resulta muy interesante por lo que tiene de comportamiento gregario, de borreguismo teledirigido. Tantísima gente indignada dispuesta a invertir tanto tiempo y tanta energía en protestar por una chorrada, siendo conscientes además de que es una chorrada. Y Carmen González Magdaleno señalaba precisamente eso: la cantidad de tiempo y energías que estáis dispuestos a malgastar en una chorrada, solo para señalar a una mujer. ¿Sobre qué tema iba la rueda de prensa que estaba dando Irene Montero cuando mencionó la palabra que encendió las redes sociales? Efectivamente. Os mueven un pañuelito delante de los ojos y os lanzáis como un Miura. Os toman por imbéciles, y les demostráis que no se equivocan en su valoración.

Cuando a mí me hicieron el FAKE de hi-men, de repente en mis menciones aparecieron cientos de expertos en etimología (siguen apareciendo, año y pico después) dándome la tabarra sobre el origen de la palabra. No habían consultado un diccionario en su vida, simplemente se limitaban a copiar y pegar lo que alguien había dicho ya antes. Homo sapiens llaman a esto. Tampoco ninguno de esos expertos en etimología que vino a darme lecciones y a llamarme ignorante se molestó siquiera en comprobar si estaba respondiendo a algo cierto o era una burda manipulación para testear el nivel de credibilidad de la masa agilipollada, además de para tocarme las narices. Lo cierto es que del análisis cuantitativo y cualitativo de las miles de respuestas de esa experiencia podría salir mi doctorado en sociología. Hay días en que pierdo completamente la fe en la humanidad.

Leí hace unos días un libro de Giovanni SartoriLa Sociedad Teledirigida, escrito hace 20 años. Se le pueden poner miles de objeciones, entre ellas el hilar muy poco fino a la hora de sustentar su argumentación, algo impropio de un investigador de su talla, una tecnofobia mal disimulada, el elitismo que desprende y una falta de rigor cuando habla de audiencias y propone posibles soluciones que escandalizaría a Ignacio Sánchez-Cuenca, que seguramente le habría dedicado un capítulo en su libro La Desfachatez Intelectual si hubiera sido coetáneo de Sartori.

Pero al margen de estas objeciones, en el libro expone su teoría sobre la influencia que ejerce la televisión como medio en personas que pasan muchísimas horas al día viéndola, desde niños mucho antes de aprender a leer, escribir y casi hablar; y en adultos cómo nos ha afectado como sociedad y como individuos, teniendo en cuenta el porcentaje tan alarmante de población que no lee ni siquiera un libro al año, que no lee un periódico ni aunque se lo regalen, que está perdiendo la capacidad de abstracción que facilita el lenguaje escrito para ir más allá de los zascas, cómo en muy pocas generaciones se está perdiendo la habilidad comunicativa a una velocidad sorprendente, y cómo lo que antes era una masa dispersa y aborregada gracias a la interacción en redes sociales se están uniendo hasta adquirir fuerza.

El homo insipiens (necio y, simétricamente, ignorante) siempre ha existido y siempre ha sido numeroso. Pero hasta la llegada de los instrumentos de comunicación de masas los “grandes números” estaban dispersos, y por ello mismo eran muy irrelevantes. Por el contrario, las comunicaciones de masas crean un mundo movible en el que los “dispersos” se encuentran y se pueden “reunir”, y de este modo hacer masa y adquirir fuerza. (…) Aunque los pobres de mente y de espíritu siempre han existido, la diferencia es que en el pasado no contaban -estaban neutralizados por su propia dispersión- mientras que hoy se encuentran, y reuniéndose, se multiplican y potencian.

‪Homo sapiens: requiescat in pace.‬

Venezuela está aquí

24 febrero, 2018

Fuente: http://www.infolibre.es

Publicada 07/03/2017 a las 06:00Actualizada 06/03/2017 a las 20:48  

La Asociación de la Prensa de Madrid emite un comunicado para dar la cara por periodistas acosados y sometidos a presiones que les impiden llevar adelante su trabajo con el margen de libertad imprescindible para que la información que, recordemos, es un derecho, no un servicio, llegue a los ciudadanos sin correcciones, sin censura, sin las amenazas que les impiden ser y realizarse en su profesión y sin sentir la humillación de verse obligados a mentir a sabiendas a cambio de un salario.

Hasta aquí todo bien, pero en la redacción se aprecia una tendenciosidad que produce sonrojo o hilaridad, según la hora del día.

Esas presiones y amenazas “tienen como fin el de persuadirles de que les conviene escribir al dictado de Podemos, además de tratar de conducirlos hacia la autocensura”, dice el comunicado leyendo el pensamiento de los represores.

Sin duda, Podemos, si hacemos caso al comunicado del que no tenemos por qué dudar, pretendería tener medios de comunicación propios sin gastarse un duro, sólo amenazando y acojonando a periodistas que acabarían ejerciendo la función de propaganda de ese partido, sin que tal cosa fuera advertida por la dirección de los diferentes diarios intoxicados por estos quintacolumnistas, que estarían cobrando un salario del grupo correspondiente mientras trabajan en la clandestinidad a las órdenes del ejército podemita.

Así podríamos ver en Abc una portada con una foto de Pablo Iglesias y el titular: Este es el hombre que conviene a España. Tampoco los lectores y suscriptores de dicho diario, que conocen a la perfección mi patrimonio porque lo dan como noticia, se percatarían de nada, y acabarían votando a Podemos en contra de sus intenciones, de su ideología. La maniobra es sin duda inteligente.

“Sólo una prensa independiente y sin miedo puede cumplir su misión fundamental de control del poder. Solo unos medios firmes en la defensa de la libertad de expresión pueden frenar la tentación de los poderosos de eludir la rendición de cuentas a la que están obligados en una democracia como la nuestra” (la negrita es mía no de infoLibre).

Al parecer la APM quiere hacer la competencia a Mongolia y a El Jueves porque debe haber deducido que se encontraban muy solos en ese mercado y quedaba sitio para nuevas ofertas de risa.

No conozco en detalle, porque no se especifica en el comunicado, en qué consisten los actos de acoso por parte de Podemos que han llevado a los periodistas denunciantes a ese “estado de miedo” en el que afirman ejercer su profesión, pero han perdido una gran ocasión de emitir un comunicado con atisbos de credibilidad, porque los redactores del texto se han venido arriba y cargan las tintas como si estuvieran trabajando al frente de un diario sensacionalista y no en representación de los periodistas de Madrid. Cómo se habrán sentido los cientos de periodistas que se han visto en la calle en los últimos años, en muchos casos por defender su independencia, al leer ese comunicado dedicado, por fin, a un partido político que ataca la independencia de los profesionales de la información. Cuánto se han echado de menos acciones contundentes por parte de esa asociación, citando nombres y apellidos, en defensa de periodistas que llevan años con un zapato pisándoles el pescuezo.

Es difícil deducir que cuando el comunicado de la asociación hace referencia al “control del poder” y a “la rendición de cuentas de los poderosos” se refiere también a la formación política Podemos. No sé en qué medios trabajan los periodistas denunciantes, pero los representantes de la asociación que han redactado el comunicado no deben leer otra prensa que la de Azerbaiyán y están un poco desconectados de la realidad social de aquí, si sus vivencias cotidianas les llevan a pensar que Podemos también representa al poder real, las esferas del poder, o a los poderosos. Habrá que advertirles que el apocalipsis zombi caníbal todavía no ha llegado a estas latitudes y que, de momento, sus compañeros siguen disfrutando, como hasta ahora, de esos infinitos espacios de independencia y libertad que las diferentes empresas que poseen los medios de comunicación crean para el normal ejercicio de la profesión, así como del paraíso de tranquilidad en el que trabajan los periodistas de las diferentes televisiones y radios públicas.

Los comunicados de los diversos comités de empresa de estas televisiones quejándose de la manipulación sistemática de las noticias, de la tergiversación de los contenidos por parte de la dirección, de las cribas e intento de traslado de profesionales que consideran poco afines a la causa, así como nombramientos de responsables de los diferentes informativos de profesionales que actúan en la práctica como comisarios políticos supervisando los contenidos a favor del político o partido que les nombra, son continuos. En su día se publicó una conversación del responsable de los informativos de Telemadrid reportando una noticia para recibir la aprobación de los círculos próximos a Esperanza Aguirre antes de su emisión. Presidenta que, como saben, puso al frente de su televisión a Manuel Soriano, que había sido su jefe de prensa, un hombre neutral, y digo “su televisión”, porque ni siquiera trabajaban para el partido, sino para ella en exclusiva.

Daban caña, no sólo a la oposición, sino también a los rivales políticos de su propia formación. Cuando comenzó su carrera hacia la secretaría general de su partido, Sánchez Dragó se postulaba en el informativo de la noche del lado de la lideresa y ponía a parir a Rajoy.

Salvemos Telemadrid fue una asociación de trabajadores de la cadena que se creó para protestar por las condiciones humillantes en las que tenían que hacer su trabajo, sí, bajo amenazas y presiones que, por cierto, se ejecutaron: todos fueron despedidos.

Yo también tuve el honor de encabezar un comunicado de la Asociación de Prensa de Madrid en el que deploraban la emisión de un vídeo en el que humillaba a una becaria en broma. La cuestión es que los que estrenaron el famoso vídeo fueron los de Intereconomía de una forma ilegal. Se había grabado en nuestro plató, por lo que era un contenido que nos pertenecía. Se lo hicieron llegar por correo electrónico para demostrar cómo trabajaban allí, con la orden de que si pedían la confirmación se les informara de que no era real. Lo emitieron como cosa cierta sin comprobar si era un sketch o un acoso laboral verdadero. Se lo enviaron desde nuestra redacción en respuesta a un comentario que hacía el entonces director de Intereconomía, que acusaba a mi compañera Beatriz Montañez de ejercer la prostitución.

Esa emisión que llevó a cabo Intereconomía sirvió para que la Asociación de la Prensa de Madrid emitiera un contundente comunicado contra nuestro programa en el que se decía, entre otras cosas, que tal acción suponía un desprestigio de la profesión periodística. Es evidente que aquel vídeo no tenía nada que ver con el periodismo, y que, como digo, fueron otros los que lo emitieron. Les dio lo mismo. “Revela una ignorancia de las reglas de este oficio”, decían a continuación. Continuaba el comunicado del entonces presidente González Urbaneja que “en las redacciones no hay mecanismos de alerta, porque alguien puede imaginar algún desatino, pero debe haber siempre quien lo pare”. Así es, así debe ser: no lo pararon. En cuanto lo recibieron suspendieron la programación e hicieron un programa especial con el vídeo. Ese era, precisamente, acertáramos o no, el sentido de la broma: denunciar que hay redacciones donde cualquier cosa es posible, y que esa cualquier cosa puede salir al aire sin control ni filtro. Lo chungo del tema es que el palo nos lo dieron a nosotros y también a mí, que no soy periodista. Daba la impresión de que tal escrito se había hecho para defender a unos colegas, pero no de profesión, sino de barra, porque no tenía el menor sentido.

Ese mismo año, la Asociación de la Prensa de Valencia nos dio un premio como el mejor programa de televisión. En la cena posterior, miembros de la dirección me manifestaron su vergüenza, como profesionales de la prensa, por el silencio de sus compañeros en torno a lo que en su día se llamó La teoría de la conspiración que, como recordarán, pretendía atribuir el atentado del 11M a ETA, para lo cual desde el diario El Mundo estuvieron dando portadas diarias durante años mintiendo a sabiendas, y fabricando noticias, con el objetivo de deslegitimar la victoria de Zapatero en las urnas, y que quedará, como ha quedado para la posteridad en las redes, su versión por encima de la oficial, por reiteración. La Asociación de Madrid, que yo sepa, no se manifestó al respecto ante esta acción tan lesiva para la profesión del periodismo. En un CIS de aquella época aparecía la profesión de periodista, mítica en otros tiempos, como la peor valorada, por debajo de los banqueros, que les precedían.

Por eso hay que celebrar esta campaña en contra de las presiones a los periodistas aunque sea comenzando con Podemos y aceptándoles como representantes de los poderosos.

Si quieren seguir en esa línea de defensa de la independencia de los periodistas tienen tajo de sobra. Sin ir más lejos, esa airada aproximación de Girauta a una periodista de laSexta tras una rueda de prensa, porque ésta le había hecho una pregunta en torno a una contestación del portavoz de la formación a una crítica de Víctor J. Sanz, que les había llamado populistas, recomendándole con un gráfico que se metiera la crítica por el culo. Claro que esto podría interpretarse, no como una salida de tono, sino como un método de reciclaje. O los desprecios sistemáticos de representantes del partido del Gobierno a los que los profesionales de la información parecen estar acostumbrados. Recordemos el gesto de Aznar metiéndole un bolígrafo a Marta Nebot por el escote. En un segundo encuentro la acarició como si fuera una perrilla. Claro que a él hay que consentirle todo porque es un cachondo. O la humillante imagen de los cámaras de las diferentes televisiones hincando el lomo para sacar un trocito de plasma y cubrir las declaraciones del presidente Rajoy que estaba en la sala de al lado. Nostalgia de Guillermo Tell.

En fin, con la era Trump parece que todo se va a quedar chico, pero bienvenida sea esta medida profiláctica de la Asociación de Prensa de Madrid para evitar que Iglesias y su contubernio, ya que el comunicado hace referencia al “equipo directivo de Pablo Iglesias y a personas próximas a ese círculo”, conviertan este país de libertades en una infernal Venezuela que la prensa se empeña en promover como paradigma de la tiranía, mientras en países cercanos al bolivariano se asesinan periodistas, abogados, líderes sindicales, representantes de movimientos ecologistas y LGTB, sin que a nadie le importe su suerte.

Empecemos con los bolivarianos, pero no cejemos en el empeño y continuemos con el control a nuestros fachas, los nacionales, los de toda la vida, los pata negra, que se pasan siete pueblos con las reglas del juego elementales en toda democracia que se precie, no vaya a ser que alguno pueda pensar que la asociación de periodistas en cuestión es condescendiente con otros poderosos diferentes de los de Podemos, que son propietarios de las empresas donde trabajan sus compañeros periodistas y que, en muchas ocasiones, se ven en la calle por negarse a firmar que lo negro es blanco y lo sucio limpio.

Habría bastado con denunciar y condenar los hechos en el comunicado sin dejar translucir de forma expresa la ideología de los que redactan el texto al comentar, de paso, las intenciones que persiguen los del círculo próximo a Iglesias con estas acciones. De eso ya se encargarán los diferentes artículos editoriales, no les adelanten el trabajo.

Una idea para el próximo: condenar la publicación de los diferentes dosieres falsos que se han elaborado con el dinero de todos y encargados a la Policía Patriótica de Fernández Díaz, tanto aquí como en Venezuela, y en los que colaboran periodistas que los dan una y otra vez, a sabiendas de que son pura basura. Una pista para los periodistas de investigación: se engloban en el llamado informe PISA. Si de defender el prestigio de dicha profesión hablamos.

La Guerra Civil que nunca se aprendió en las escuelas

23 febrero, 2018

Fuente: http://www.elpais.com

Por: Julián Casanova | 01 de abril de 2014

Cartel de Arnau sobre un parte oficial del cuartel del Generalísimo. / Biblioteca Nacional

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado», decía el último parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de abril de 1939, con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de Córdoba.

Atrás había quedado una guerra de casi mil días, que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española. El total de víctimas mortales, según los historiadores, se aproximó a las 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana. El desmoronamiento del ejército republicano en la primavera de 1939 llevó a varios centenares de miles de soldados vencidos a cárceles e improvisados campos de concentración. A finales de 1939 y durante 1940 las fuentes oficiales daban más de 270.000 reclusos, una cifra que descendió de forma continua en los dos años siguientes debido a las numerosas ejecuciones y a los miles de muertos por enfermedad y desnutrición. Al menos 50.000 personas fueron ejecutadas entre 1939 y 1946.

Los hechos más significativos de la Guerra Civil han sido ya investigados y las preguntas más relevantes están resueltas, pero esa historia no es un territorio exclusivo de los historiadores y, en cualquier caso, lo que enseñamos los historiadores en las universidades y en nuestros libros no es lo mismo que lo que la mayoría de los ciudadanos que nacieron durante la dictadura o en los primeros años de la actual democracia pudieron leer en los libros de texto del Bachillerato. Además, millones de personas nunca estudiaron la Guerra Civil porque no hicieron Bachillerato o porque nadie les contó la guerra en las asignaturas de Historia.

Setenta y cinco años después de su final, puede ser el momento de recordar cinco cosas básicas que todo ciudadano informado debería saber sobre la Guerra Civil, pero nunca le enseñaron.

  1. ¿Por qué hubo una Guerra Civil en España?

En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para contrarrestarlos.

La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.

La sociedad española se fragmentó, con la convivencia bastante deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque un golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del período, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido una guerra civil.

Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras República que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo. El Estado republicano se tambaleó, el orden quebró y una revolución radical y destructora se extendió como la lava de un volcán por las ciudades donde la sublevación había fracasado. Allí donde triunfó, los militares pusieron en marcha un sistema de terror que aniquiló físicamente a sus enemigos políticos e ideológicos. Era julio de 1936 [en la imagen, cartel de ese mes conservado en la Biblioteca Nacional] y así comenzó la Guerra Civil española.

  1. ¿Por qué la propaganda domina a la historia cuando se trata de la violencia?

Para los españoles, la guerra civil ha pasado a la historia, y al recuerdo que de ella queda, por la deshumanización del contrario y por la espantosa violencia que generó.

Los bandos que se enfrentaron en ella eran tan diferentes desde el punto de vista de las ideas, de cómo querían organizar el Estado y la sociedad, y estaban tan comprometidos con los objetivos por los que tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama internacional tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma, la guerra acabó con la aplastante victoria de un bando sobre otro, una victoria asociada desde ese momento a los asesinatos y atrocidades que se extendían entonces por casi todos los países de Europa.

La apelación a la violencia y al exterminio del contrario fueron además valores duraderos en la dictadura que se levantó sobre la Guerra Civil y que iba a prolongarse durante casi cuatro décadas. Por eso, la sociedad que salió del franquismo y la que creció con la democracia mostró índices tan elevados de indiferencia hacia la causa de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Y sigue sin haber acuerdo fácil en esa cuestión, porque todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores quedan reducidas a quién mató más y con mayor alevosía. En ese tema, todavía hoy, la propaganda, con sus habituales tópicos y mitos, suele sustituir al análisis histórico.

  1. ¿Cómo se vio y se ve la Guerra Civil española en el exterior?

Pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, la Guerra Civil española debe medirse también por su impacto internacional, por el interés y la movilización que provocó en otros países. En el escenario internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y de fascismo, España era, hasta julio de 1936, una país marginal, secundario. Todo cambió, sin embargo, a partir de la sublevación militar de ese mes. En unas pocas semanas, el conflicto español recién iniciado se situó en el centro de las preocupaciones de las principales potencias, dividió profundamente a la opinión pública, generó pasiones y España pasó a ser el símbolo de los combates entre fascismo, democracia y comunismo.

Lo que era en su origen un conflicto entre ciudadanos de un mismo país derivó muy pronto en una guerra con actores internacionales. La situación internacional era en ese momento my poco propicia para la República, y para una paz negociada, y eso marcó de forma decisiva la duración, curso y desenlace de la guerra civil española. La Depresión había alimentado el extremismo y minado la fe en el liberalismo y la democracia. Además, la subida al poder de Hitler y los nazis en Alemania y la política de rearme emprendida por los principales países europeos desde comienzos de esa década crearon un clima de incertidumbre y crisis que redujo la seguridad internacional.

Los mejores expertos sobre la financiación de la guerra y su dimensión internacional han destacado el desequilibrio a favor de la causa franquista de suministros de material bélico, pero también de asistencia logística, diplomática y financiera. Al margen de las interpretaciones canónicas de un lado o de otro, esos historiadores subrayan la trascendencia de la intervención extranjera en el curso y desenlace de la guerra. La intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista y la retracción, en el mejor de los casos, de las democracias occidentales condicionaron de forma muy importante, si no decisiva, la evolución y duración del conflicto y su resultado final.

Pero  a España no sólo llegaron armas y material de guerra. Llegaron también muchos voluntarios extranjeros, reclutados y organizados en las Brigadas Internacionales por la Internacional Comunista, que percibió muy claramente el impacto de la Guerra Civil española en el mundo y el deseo de muchos antifascistas de participar en esa lucha. Frente a la intervención soviética y a las Brigadas Internacionales, los nazis y fascistas [en la foto, una compañía del ejército fascista de marcha por España en 1937, retratados por el teniente italiano Guglielmo Sandri] incrementaron el apoyo material al ejército de Franco y enviaron asimismo miles de militares profesionales y combatientes voluntarios. La guerra no era sólo un asunto interno español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español se convirtió en campo de pruebas del nuevo armamento que estaba desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se anunciaba.

  1. ¿Por qué se movilizaron tantos extranjeros en la guerra española?

Dentro de esa guerra internacional en suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente comprometida con el conflicto.

  1. ¿Por qué ganó Franco la guerra?

Los militares sublevados en julio de 1936 ganaron la guerra porque tenían las tropas mejor entrenadas del ejército español, al poder económico, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos internacionales soplaban a su favor. Después de la Primera Guerra Mundial y del triunfo de la revolución en Rusia, ninguna guerra civil podía ser ya sólo “interna”. Cuando empezó la Guerra Civil española, los poderes democráticos estaban intentando a toda costa “apaciguar” a los fascismos, sobre todo a la Alemania nazi, en vez de oponerse a quien realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa situación internacional tan favorable a sus intereses.

La victoria incondicional de las tropas del general Francisco Franco, el 1 de abril de 1939, inauguró la última de las dictaduras que se establecieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La dictadura de Franco, como la de Hitler, Mussolini u otros dictadores derechistas de esos años, se apoyó en el rechazo de amplios sectores de la sociedad a la democracia liberal y a la revolución, quienes pedían a cambio una solución autoritaria que mantuviera el orden y fortaleciera al Estado.

 

Setenta y cinco años después, pocos creen ya que el objetivo del historiador es presentar a sus lectores “la verdad sin mancha ni pintura”, o que el pasado existe independiente de la mente de los individuos y lo que tiene que hacer el historiador, en consecuencia, es representarlo de forma objetiva. Que los hechos de la historia nunca nos llegan a nosotros en estado “puro” es algo que popularizó Edward H. Carr hace ya muchos años y había sido ya dicho por los historiadores norteamericanos de la “New History” a comienzos del siglo XX. Pero asumiendo que la verdad absoluta es inalcanzable, la función del historiador debería ser todavía, en palabras de François Bedarida, “la de descubrir modestamente las verdades, aunque sean parciales y precarias, descifrando parcialmente en toda su riqueza los mitos y las memorias”. Y algunas verdades relativas y bastantes certezas tenemos ya sobre la Guerra Civil, después de tantos intentos por reconstruir aquellos hechos y las vidas de los que los presenciaron, y por ampliar el foco, las fuentes y las técnicas de interpretación.

Además de difundir el horror que la guerra y la dictadura generaron y de reparar a las víctimas durante tanto tiempo olvidadas, hay que convertir a los archivos, museos y a la educación en las escuelas y universidades en los tres ejes básicos de la política pública de la memoria. Más allá del recuerdo testimonial y del drama de los que sufrieron la violencia, las generaciones futuras conocerán la historia por los libros, documentos y el material fotográfico y audiovisual que seamos capaces de preservar y legarles. Archivos, erudición, análisis, debates y buenas divulgaciones de los conocimientos. Eso es lo que necesitamos para seguir construyendo las partes del pasado que todavía quedan por rescatar. La propaganda y la opinión son otra cosa.

Julián Casanova es autor de España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española (Crítica).

Condenado un joven a 480 euros de multa por sustituir la cara de Cristo por la suya y subirlo a Instagram

22 febrero, 2018

Afortunadamente, dentro de esta execrable condena, el joven, que se encontraba cogiendo aceituna temporalmente, consiguió por internet el dinero de la multa.

Fuente: http://www.publico.es

Su conformidad ante el juzgado de lo Penal número 1 de Jaén lleva a rebajar la petición inicial de pena del Ministerio Fiscal que solicitaba la imposición de una multa de 2.160 euros, sustituible por 180 días de prisión en caso de impago.

Montaje realizado por el acusado

Montaje realizado por el condenado.

El juzgado de lo Penal número 1 de Jaén ha condenado a D.C.D., de 24 años, al pago de una multa de 480 euros como autor de un delito contra los sentimientos religiosos por subir a Instagram un fotomontaje del Cristo de la Amargura, popularmente conocido en la Semana Santa de Jaén como El Despojado. En dicho montaje el rostro de la imagen religiosa fue sustituido por el del acusado.

La sentencia, según han informado fuentes judiciales a Europa Press, ha sido dictada oralmente este miércoles una vez que el acusado ha reconocido en el juicio su culpabilidad y ha aceptado el pago de una multa de ocho meses a dos euros diarios, lo que supone un total de 480 euros. Su conformidad ante el tribunal ha llevado a rebajar la petición inicial de pena del Ministerio Fiscal que solicitaba la imposición de una multa de 2.160 euros, sustituible por 180 días de prisión en caso de impago.

Los hechos se remontan a abril de 2017 cuando el joven subió a la red social una foto de Jesús Despojado, de la Hermandad de la Amargura, en el que el rostro original había sido sustituido por el suyo, incluido el pearcing de la nariz.

La cofradía le pidió en varias ocasiones que retirara la imagen y al no obtener resultado acabaron por llevar el caso a los tribunales. Según recogió la Fiscalía en su escrito de calificación provisional el fotomontaje resultó ser una «vergonzosa manipulación del rostro de la imagen», lo que que evidenciaba un «manifiesto desprecio y mofa hacia la cofradía con propósito de ofender».

España Vs Moderdonia

21 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

Moderdonia es un país inventado. Una nación digital con un himno estridente de letra irreproducible y una bandera color rosa con estrella de cinco puntas. Un estado ficticio creado por los humoristas David Broncano, Ignatius y Quequé para dar cobijo a los seguidores de su programa  La vida moderna que emite la Cadena Ser. En este espacio radiofónico, durante 30 irreverentes minutos, el trío improvisa y, sobre todo, desvaría sobre los temas más variados, ya sean de actualidad o no. ¡Qué más da! Todo es absurdo en Moderdonia… casi tanto como en España.

Nuestro país se ha convertido en una parodia sin gracia de lo que debería ser una democracia avanzada. La principal razón, aunque no la única, es que nos gobierna un partido que lleva años huyendo desesperadamente hacia delante, tratando de escapar de las probadas acusaciones de financiación irregular, comisiones ilegales, amaño en las adjudicaciones de obra pública y cobro de sobresueldos en dinero negro. Me sorprende que algunos opinadores aún busquen sesudas razones para explicar por qué el PP fue tan torpe de no limpiar su casa y no depurar responsabilidades en su momento. No es torpeza, es sentido de supervivencia. Si lo hubieran hecho… si lo hicieran, decenas de dirigentes y cargos públicos, empezando por el presidente del Gobierno, tendrían que marcharse a su casa por su culpabilidad directa, su complicidad o su mera responsabilidad política.

Hace casi 9 años, cuando se produjeron las primeras detenciones en Boadilla y Correa maldijo “el puto pen drive” repleto de información sensible que cayó en manos de la policía, la cúpula del PP se vio en la picota, o más bien en el banquillo. Fue entonces cuando tomaron la decisión, humanamente comprensible, de intentar sobrevivir a toda costa. Rajoy y los suyos sabían que contarían con poderosos aliados entre el empresariado, la judicatura y los medios de comunicación. Hoy se ha olvidado, pero no está de más recordar algo tan simbólico como que las dos primeras víctimas de la corrupción masiva de la Gürtel fueran el magistrado que la destapó, Baltasar Garzón, y el ministro de Justicia que pasaba por allí en aquellos momentos.

Necesitaría cien artículos para relatar los hechos ocurridos desde entonces repletos de mentiras de estado, discos duros destruidos, finiquitos en diferido, fiscales incómodos cesados, amnistías fiscales para los amiguetes, coches de lujo y maletines llenos de dinero que aparecen por arte de magia en garajes y armarios, policías honestos relevados de sus puestos, testigos que sufren extraños accidentes… Sí; harían falta muchos folios para contarlo todo y, sin embargo, solo necesito cinco líneas para recordar que esta estrategia andreottiana no habría triunfado, probablemente, sin una crisis económica, mal gestionada por el PSOE, que llevó a Rajoy a la Moncloa en 2011 y sin la irresponsable torpeza de las izquierdas que le permitió seguir en ella cuatro años después.

Es imposible entender todo lo que nos viene ocurriendo en estos últimos tiempos sin hablar de Gürtel o de Púnica. Todos los casos que salpican al PP son los que han ido marcando la estrategia política del Gobierno. Fue Correa y no Mas el que animó a Rajoy a dejar que se enquistara la cuestión catalana, seis años atrás, para tener una bandera rojigualda en la que esconderse de la corrupción. Hoy, el presidente del Gobierno estará feliz al comprobar cómo su estrategia fue acertada. Los españoles estamos a hostias, los unos contra los otros, sin tiempo para escuchar a una fiscal o a un responsable de la UDEF señalar con el dedo acusador al PP y al propio Presidente. Todo muy eficaz, muy maquiavélico, muy irresponsable.

El problema hoy, cuando creíamos que ya no nos quedaba nada más por ver, es que el éxito de quienes se sentían carne de banquillo parece habérseles subido a la cabeza. Si siguen en el Gobierno después de todos los desmanes que han cometido, ¡qué diablos! ¿Por qué no ir un paso más allá? La aplicación del 155 en Catalunya lejos de ser el final, parece que es solo el principio. Montoro, el muñidor de aquella vergonzosa amnistía fiscal, ha sido el primero en subirse al carro para intervenir la ciudad de Madrid. El martes, Ignacio Escolar detallaba, punto por punto, la arbitrariedad intolerable que supone esta medida. ¿Alguien cree que estas evidencias van a intimidar a quienes crearon una policía política para atacar a los partidos rivales? Siguen en la carrera, en la huida hacia delante… y como les va bien, nos seguirán atropellando.

Lo peor, me temo, está por venir. No estamos en una dictadura, ni en un estado fascista como dicen algunos. Por favor, no hagamos esas comparaciones que banalizan el verdadero fascismo que sufrieron nuestros padres y abuelos. Sin embargo, sí hay que decir alto y claro que la calidad democrática de nuestro sistema está en sus cotas más bajas desde 1979. Para percatarse de ello basta observar el vergonzoso papel que están jugando, en estos cruciales momentos, tanto la televisión pública como buena parte de los medios de comunicación tradicionales. Basta también analizar la última y grotesca polémica generada en torno a la camiseta de la selección española de fútbol. Hordas de nostálgicos franquistas (lo son, aunque se nieguen a reconocerlo) han llegado a llamar basura a una equipación deportiva porque sus colores recordaban a la bandera constitucional y democrática que fue abolida por el tridente formado por Franco, Hitler y Mussolini. No sé si ha sido más patético escuchar o leer a los opinadores ultras, por cierto, secundados por el Gobierno, o ver la ignorancia, la insensibilidad y la ambigüedad con que abordaban el tema numerosos periodistas deportivos y no deportivos.

España, insisto, no es una dictadura, pero está podrida y cada día que pasa será más difícil sanarla. Ojalá lo consigamos y si no, siempre nos quedará Moderdonia.

09/11/2017 – 

El terrorista Évole

20 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

La noche del domingo 4 de febrero de 2018 quedará como un hito de la televisión generalista porque el programa Salvados de Jordi Évole ha mostrado en prime time el horror de las granjas de explotación animal. El reputado periodista pidió permiso a varias empresas porcinas para conocer por dentro las instalaciones donde se encuentran los cerdos y todas, sin excepción, le negaron la entrada. Un oscurantismo tan sospechoso que le impulsó a infiltrarse en una de ellas, acompañado por activistas de la organización animalista Igualdad Animal. Lo que encontró tras esos muros tan férreamente protegidos por los explotadores fue un infierno dantesco: animales cautivos, hacinados, enfermos, enloquecidos, deformes. Évole se refirió a ellos como “monstruos”, impactado por las malformaciones, heridas, mutilaciones y enormes tumores que padecen, espantado por el abismo de sufrimiento al que son sistemáticamente sometidos en aquella oscuridad.

De la carne de los monstruos que vio Évole proceden las salchichas, los embutidos, las lonchitas de york, la cinta de lomo adobada, el jamón que se vende en los supermercados y que consume alegremente nuestra sociedad. La industria que quiso ocultar a Salvados cómo viven y mueren esos animales vende esos productos maquillando esa infernal realidad, iluminándola de sonrisas, haciendo una publicidad más que engañosa donde solo se ven verdes praderas e impolutos empaquetados. Mintiendo. Entre las empresas de esa industria está la famosa marca El Pozo, a la que provee de esa basura, material y moral, la granja donde se infiltró Évole. Los verdaderos monstruos son los directivos de El Pozo, los accionistas, los comerciales, los veterinarios mercenarios que certifican con sus sellos de calidad una enorme, cruel y peligrosa mentira. Los verdaderos monstruos son los médicos y pediatras que, comprados por el lobby de la carne, recomiendan alimentar a los niños con esos productos. Los verdaderos monstruos son los medios de comunicación que, salvo excepciones, han silenciado durante demasiado tiempo la terrible injusticia, contra humanos y no humanos, que comete la industria de la carne, cómplices de su engaño (eldiario.es publica El caballo de Nietzsche, primer espacio antiespecista en un periódico, desde el que informamos y denunciamos sistemáticamente las prácticas de esta industria).

Que Salvados se haya atrevido a hacer un programa así demuestra que las cosas están cambiando, que el tiempo de la impunidad de la industria de explotación animal se encamina a su fin, que la liberación de los otros animales está más cerca. Y si un programa así ha sido posible es gracias a los muchos activistas y organizaciones de defensa animal que llevan años denunciando lo que esa industria quiere ocultar. Organizaciones que han sido despreciadas, ninguneadas, silenciadas. Activistas que incluso han sido encarcelados y tachados de terroristas por hacer lo que ahora ha hecho Évole: infiltrarse en las granjas y mataderos para grabar y mostrar al mundo lo que sucede en ese pozo de los horrores. El terrorista Évole.

Ha sido gracias a las innumerables investigaciones clandestinas de Igualdad Animal, que con empeño y rigor ha logrado llevar a los telediarios de máxima audiencia las imágenes de su arduo trabajo; gracias a los numerosos reportajes fotográficos y a un documental como ‘Matadero. Lo que la industria cárnica esconde’, que el fotoperiodista Tras los Muros ha realizado grabando de forma encubierta en 58 mataderos de México; gracias al activismo audiovisual de Filming for Liberation; gracias a las personas comprometidas con las víctimas no humanas que día tras día difunden estos trabajos, interceptan camiones a las puertas de un matadero, contribuyen al sostenimiento de los santuarios que han refugiado a los supervivientes. Gracias al movimiento animalista es posible que una cadena como LaSexta vea llegado el momento de hacerse eco de lo que ya es un clamor: la industria cárnica miente.

La industria cárnica miente sobre las condiciones de vida de los animales. La industria cárnica miente acerca de los probados daños para la salud humana que provoca el consumo de carne, como ya ha admitido la propia Organización Mundial de la Salud a pesar de la presión recibida durante décadas por parte del lobby carnista. La industria cárnica miente sobre los devastadores efectos medioambientales de sus explotaciones. La industria cárnica miente acerca de la relación entre su actividad y el hambre en el mundo. La industria cárnica miente sobre el régimen, de esclavitud, en el que se encuentran sus trabajadores, la mayoría migrantes sin opciones. La industria cárnica miente aunque produzca, como Campofrío,  flamantes anuncios en los que la cineasta Isabel Coixet dirige a un elenco de caras famosas no solo dispuestas a dejarse engañar sino cómplices de una explotación y un maltrato reiteradamente denunciados (esperemos que a través de Salvados se enteren de una vez).

Tras el programa Salvados, la industria volverá a mentir, aduciendo que las imágenes televisadas son un hecho aislado. Mentirán de nuevo: en todas las granjas industriales de cerdos (y de otros animales destinados al consumo humano) a las que han accedido, entre otras, las organizaciones y activistas mencionadas, se ha encontrado siempre el mismo dantesco panorama: cerdas inmovilizadas durante semanas en jaulas de gestación, cerdos permanentemente encerrados, cerdos con grandes heridas abiertas y abcesos de pus, cerdos con las patas rotas y malformadas, cerdos agonizantes, cerdos a reventar de antibióticos, lechones estampados contra la pared o mutilados sin anestesia. La industria cárnica querrá lavar la sangre, el pus, los medicamentos y el estiércol acumulados en su imagen, y lanzará una campaña con asépticas instalaciones y animales presuntamente sanos y felices. Mentirán: esa sangre, ese pus, esos medicamentos y esa mierda es lo que hacen llegar a los platos.

Pero la industria de la carne sabe también que no podrá seguir mintiendo mucho tiempo más. Por eso InterPorc, el mayor lobby español de explotadores de cerdos, puso en marcha su perversa campaña  ‘Pork Lovers Tour’ y ha comprado anuncios en Google donde aparecen posicionados en primer lugar si se hace una búsqueda con los términos ‘maltrato animal cerdos’. Por eso Campofrío ya no ridiculiza en sus anuncios a los vegetarianos sino que anda haciendo publicidad de hamburguesas vegetales. Por eso Tyson Foods, el mayor productor de carne en Estados Unidos, está  invirtiendo en desarrollar tecnologías para producir ‘carne limpia’ (células alimentadas). Por eso China, el mayor productor de carne en el mundo, donde se mata a 700 millones de cerdos al año, está sumándose también a esta alternativa incruenta, más barata y sin emisiones que suponen una de las principales causas del calentamiento global. Por eso en España  importantes editoriales han publicado en los últimos meses varios libros centrados en los derechos animales y planteándolos como un asunto político al que ha llegado la hora de atender.

Por eso Jordi Évole se ha infiltrado con los activistas en las granjas de los explotadores de animales y ha denunciado sin (apenas) mordazas a una gran empresa como El Pozo. El terrorista Évole.

Mi Toisón de oro

19 febrero, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

Yo vine a un mundo en el que ya no estaba Franco. Nací el 24 de noviembre de 1975. Fue mi padre quien me dio la noticia: “Gabriela, tú naciste el mismo año en que murió Francisco Franco”. ¿De qué demonios hablaba mi papá? ¿Qué importancia podía tener eso para una niña nacida en Lima, Perú, que no sabía ni dónde estaba la península ibérica? Ni siquiera tenía unos abuelos españoles que hubieran huido de la guerra, pero mis padres sí eran unos tremendos comunistas de los 70 que cantaban himnos republicanos de un país que no habían pisado en su vida. Había una estantería en mi casa llena de libros sobre La República y los antifascistas, todos forrados para guardar las apariencias, porque en esa época te podían encerrar por un libro, como ahora. Yo estaba en la panza de mi madre cuando a mi padre lo metió preso la dictadura de Velasco, que oh paradojas, era llamado gobierno revolucionario de las fuerzas armadas, el de la reforma agraria, pero reformista al fin, demasiado poco para esos jóvenes comunistas que al general le gustaba meter a la cárcel.

El fanatismo por “España” lo había heredado mi padre de mi abuelo Carlos –un empleado de la Compañía Peruana de teléfonos, cuando esa compañía todavía era peruana y no existía la transnacional Telefónica ni Movistar–, que no era ni de izquierdas, pero sí un antifraquista visceral, amante de la historia y los crucigramas. Las guerras mundiales eran un temazo en las comidas familiares, y mi padre y mi tío Hugo –que luego se harían trotskistas– pensaban como mi abuelo que la Guerra Mundial se había decidido gracias a la vergonzosa política de los países europeos con la guerra española. Antes de que yo naciera, mi papá, mi mamá y mis tíos iban al cineclub a ver Morir en Madrid y salían cantando: “que caiga Franco, que caiga Franco”. Y eso que allí teníamos nuestros propios problemas, nuestros propios francos. Pero en esa época había algo llamado internacionalismo y algo llamado miedo. Yo un par de veces le presté mi cama de niña a un chileno exiliado. Por eso no puedo ver a un militar sin que me duela algo.

Así también llegaron a mí algunas canciones clásicas de la Guerra Civil, que íbamos recreando porque los discos de vinilo se rayaban. Por esos días ni me imaginaba que iba a pasarme 15 años ya en este país. También cantábamos “La hierba de los caminos”, la versión que Víctor Jara cantaba antes de que Pinochet le cortara las manos para que no tocara nunca más su guitarra y le disparara 40 balazos: “qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata, y llega un hijo de puta y lo mete en una lata…Cuándo querrá Dios del cielo que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”. Creíamos que era una canción de la Guerra Civil española, supongo que porque el tomate y la tortilla son cosas de españoles, como la guerra.

Por eso mis padres me regalaron, apenas pudieron, como si me dieran un aparatoso y pesado Toisón, España aparta de mi este cáliz, el poemario que el poeta peruano César Vallejo le dedicó a la Guerra Civil española, pero la edición en gran formato, ilustrada y en tapa dura. Tenía fotos tamaño A3 en blanco y negro de los niños llenos de agujeros, sin nombres, solo eran números en los carteles que colgaban de sus cuellos. No podía creer que las balas pudieran hacer eso, que la gente pudiera hacer eso, que mis padres quisieran que yo viera fotos de niños españoles muertos, niños fusilados, niños bombardeados, amontonados en piras. Me aprendí de memoria ese poema que empieza: “Niños del mundo, si cae España, digo, es un decir…” No entendía todo lo que escribía Vallejo pero sí entendía: “¡Qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano, qué viejo vuestro dos en el cuaderno!”. Entendí que podían envejecer los números, la matemática, porque ya no habría niños para estudiarlas. Esos niños agujereados de las fotos iban a “bajar las gradas del alfabeto hasta la letra en que nació la pena”. ¿Cuál era la letra en que nació la pena? Si la madre España cae, decía el sudaca Vallejo, salid niños del mundo, id a buscarla.

Pero no salieron. Yo, que nací el año que murió Franco, recuerdo que lo que más me alucinaba de niña es que una dictadura pudiera durar tantos años, una dictadura que no era una dictadura del proletariado, la única buena según mi rojimio padre, sino una de las malas, de las peores. Y a los 11 años no podía asimilar que toda esa gente tuviera que esperar a que muriera el tirano para liberarse de sus cadenas. Solo mucho después supe de los alcances del exterminio, del exilio, de la represión, de los nazis, de la monarquía, de la Transición, de la traición.

Yo nací en un país de mierda, con dictadores de todo pelaje, pero al menos allí no hay un rey, ni una reina. Ver la ceremonia de la entrega de aquella joya medieval a la heredera es para los que venimos de repúblicas como ver una rata duchándose con jabón, algo difícil de creer hasta que lo ves. Felipe no le va a contar a su hija Leonor esa otra parte de la historia que sus propios ancestros han ayudado a forjar, menos en una de esas comidas diarias familiares en las que, como sospechábamos, se dicen naderías, como en el discurso del rey en Navidad. Me temo que no vamos a ver cómo se abrasa la lengua Leonor de pura impresión de saber lo de Cataluña o que todavía hay 143.353 desaparecidos del franquismo, que España es el segundo país con más fosas comunes después de Camboya, que podrían ser 2500 o 5000, y solo se han abierto 300. Y, claro, que los niños perdidos no están en el País de Nunca jamás, sino en el País de Nunca habrá Justicia. ¿Entonces mi papá se equivocó y yo no nací en un mundo sin Franco? ¿Leonor nació en una España sin Franco? ¿O Leonor es Franco?

Cuando salimos de fiesta con mis amigos españoles, con mi amiga Cristina, que siempre habla de las fosas comunes y las cunetas, y otros a los que el franquismo les mató a sus abuelos y abuelas, a esa hora en que todo se vuelve melancólico, y ellos se ponen a cantar canciones de la Guerra Civil, yo todavía me sorprendo de poder acompañar algunas estrofas, y me acuerdo del miedo y de mi padre y de mi libro-toisón, y cuando ya no puedo seguir me pongo a recitarles a Vallejo: “milicianos de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón, cuando marcha a matar con su agonía mundial, no sé verdaderamente qué hacer, dónde ponerme, corro, escribo, aplaudo, lloro, atisbo, destrozo…”. Yo tampoco sé dónde ponerme, amigos.