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España, menos transparente hoy con la Historia

18 septiembre, 2021

Fuente: https://blogs.elpais.com/

Por: EL PAÍS | 15 de enero de 2015

Expedientes personales en el Archivo Militar de Segovia.

Por Ángel Viñas

Todo historiador que no se contente con la mera divulgación o el vulgar refrito y que aspire a abrir brecha en la interpretación del pasado aspira a localizar el mayor abanico posible de fuentes para explorar dimensiones desconocidas o poco conocidas. El abanico es muy amplio. La selección depende del objeto de la investigación. La prensa, por ejemplo, puede ser fundamental para unos y escasamente relevante para otros. En historia contemporánea española (guerra civil, franquismo, transición) y dependiendo del ámbito a explorar el recurso, mayor o  menor, a archivos es con frecuencia inexcusable.

Desde 1976 hemos asistido a un lento reconocimiento de esta banalidad. Poco a poco han ido abriéndose los archivos, no sin dificultades. Esto ha permitido a los historiadores (españoles o no) hacer avances considerables al fundir las fuentes españolas con las extranjeras. ¿Resultado? El stock de conocimientos ha aumentado en progresión geométrica en comparación con el período anterior.

Pero el pasado asusta. Muchos temen que los archivos contengan demasiados esqueletos. Es un temor profundamente irracional. Un Estado puede verse muy afectado por errores de política (lo vivimos en los momentos actuales). Difícilmente por lo que se descubra sobre lo que ya no existe.

En ciertos casos, por ejemplo en Defensa y en Exteriores (no hablemos de Gobernación o Interior), la apertura de archivos se ha parado. Las quejas de los historiadores han ido a parar al cubo de la basura. Hemos llegado a una  situación  en la que España ha quedado relegada al farol de cola de la UE. Al Gobierno no parece haberle preocupado lo más mínimo.

Habrá, pues, que recurrir a archivos extranjeros. Las condiciones, aquí, son buenas. He pasado  unas cuantas semanas estudiando los informes que los agregados de Defensa británicos escribieron sobre las FAS franquistas de cara a dar una conferencia en Barcelona sobre la UMD. Las vergüenzas que en los primeros años de la transición detectaron algunos historiadores (estoy pensando, por ejemplo, en Gabriel Cardona) o sociólogos se confirman plenamente.

Con estas líneas pretendo insuflar un hálito de esperanza a los contemporaneístas españoles y sacar los colores a los titulares de los Ministerios en cuestión. No es un pataleo. Al fin y al cabo sus nombres quedarán empañados y si de algo podemos estar seguros es de que no se eternizarán en sus cargos. ¿Y quién sabe? A lo mejor tras las próximas elecciones generales la apertura de archivos se reanuda.

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Gernika, tras ser bombardeada en abril de 1937 por la Legión Cóndor alemana.

Por el momento me basta con señalar que en los países más interesantes para estudiar el pasado español los archivos suelen abrirse tras un plazo de cierre de 25/30 años (en el primer caso como ocurría antes en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación). Esto significa que en los archivos de Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la Unión Europea  la documentación generada sobre España bordea las elecciones generales de 1982.

Me apresuro a señalar que no toda la documentación hasta 1982 ya es  accesible. Hay papeles que por razones de seguridad o de protección de intereses legítimos del Estado, tienen fijado un plazo de cierre más largo. Pero, no nos engañemos, en Berlín, Washington, París, Londres o Bruselas, muchas de las dimensiones centrales de la evolución política, económica y social española son perfectamente analizables con la masiva documentación acumulada y en proceso de apertura. Probablemente los ilustres titulares de los Ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa, tan protectores del pasado, se llevarán más de alguna sorpresa cuando los historiadores españoles entren (entremos) a saco en dicha documentación.

Es más, la tendencia apunta hacía un paulatino recorte de los plazos de cierre y hacia una mayor transparencia en  la gestión de las Administraciones. En el Reino Unido, por ejemplo, para ciertos ámbitos se han reducido a 20 años. Ahora que México está, por razones de todos conocidas, en la primera página de los periódicos españoles no estará de más informar al lector de mis impresiones al visitar, hace un par de meses, su archivo diplomático. En locales y con facilidades con respecto a los cuales los historiadores españoles solo podemos soñar, la documentación se abre, en muchos casos, a los doce años, es decir, transcurridos dos sexenios. Hace casi tres años México ha renovado igualmente su Ley Federal de Archivos.

En los casos mencionados todo el acceso a fondos está reglado con sus plazos correspondientes. Estamos lejos de las chapuzas de Exteriores. Las disposiciones son claras y terminantes. Las excepciones también. Nos servirá de contraste el caso francés. Lo traigo a colación porque, en general, la derecha española ha tenido tradicionalmente sus sospechas ante la influencia que el país vecino solía ejercer sobre el pensamiento progresista español (también sobre el reaccionario, como lo muestra el señero ejemplo de Don José Calvo Sotelo). Pues bien, la masa de documentación sobre deliberaciones de las autoridades, incluido el Gobierno, y las relaciones exteriores de Francia se abre 25 años tras la fecha del documento más reciente que figure en los correspondientes expedientes. O a los 50 años en temas relativos a la defensa nacional y los intereses fundamentales del Estado en la conducción de la política exterior y de seguridad.

Los franceses consideran como excepciones absolutas los documentos con información que permita concebir, fabricar, utilizar o localizar armas nucleares, biológicas, químicas  u otras cuyo empleo genere efectos de nivel análogo. Nadie podría objetar a medida tan prudente.

El Reino Unido es más circunspecto. La regla general es la de los 30 años. La prensa aguarda con impaciencia las informaciones sobre los temas a los que se haya aplicado cada año la apertura anual.  Una información  detallada se pone en línea. Cierto es que las autoridades han sido reticentes tradicionalmente en el acceso a la documentación relacionada con el servicio de seguridad interior y contraespionaje (MI5). En la actualidad, el ritmo de apertura de sus expedientes se ha acelerado. Si en un principio afectaba a los años de la primera y segunda guerras mundiales hoy ya se abren expedientes del período de la guerra fría. La única excepción global que conozco (y, en mi humilde opinión, un tanto inexplicable) es la del servicio de inteligencia exterior (MI6). En este caso, incluso los expedientes relativos a la guerra civil española siguen cerrados a cal y canto. Se ha publicado una historia oficial sobre los primeros cuarenta años del servicio que cubren hasta los inicios de la guerra fría, pero su información sobre España (en la guerra civil el MI6 desempeñó, según todos los indicios, un papel sumamente relevante) es decepcionante.

No hay mucho que decir del caso norteamericano que los historiadores especializados no conozcan. Si bien en los años de la Administración del Bush hijo el ritmo de desclasificación se ralentizó, en la actualidad ha vuelto por así decir a la normalidad. Bien en los archivos centrales, bien en los de las bibliotecas presidenciales hay masas documentales sobre la evolución española. Y, naturalmente, sobre los temas más diversos.

Franco y Eisenhower se abrazan durante la visita oficial del presidente de EE UU a España en 1959. / EFE

Hace más de treinta años la naciente España democrática se permitió dar una pequeña lección a la Administración norteamericana en materia de apertura. Partiendo del principio de que la democracia española no tenía porqué ocultar las vergüenzas del franquismo, se permitió airear la densa maraña de estipulaciones secretas que habían acompañado a los acuerdos públicos de 1953 cuando en Washington nadie pensaba en darlos a conocer. Esta pequeña ventaja, que se mantuvo durante bastante años, se ha tornado en desventaja absoluta. Hoy es posible conocer muchas de las reflexiones de la diplomacia estadounidense en tanto que, medrosamente, los españoles hacemos todo lo posible por evitar que alguien (sin duda con aviesas intenciones) pueda penetrar en nuestros pequeños secretitos.

Todo esto son juegos malabares y maniobras retardatarias. El ministro de Defensa podrá muy bien querer tapar el funcionamiento de la «casa» durante los años del franquismo. Sin embargo, el análisis que cualquier historiador puede hacer (es cuestión de recibir la necesaria subvención y las extranjeras suelen ser más elevadas que las migajas que distribuye el Gobierno actual) de la comparación entre los informes alemanes, británicos, franceses y norteamericanos sobre las FAS franquistas pondría de relieve muchas vergüenzas. Con la desventaja de que no encontrará, probablemente, demasiados elementos positivos.

En definitiva, querer poner cadenas a la investigación es como querer poner vallas al viento. Hasta ahora hemos de reconocer, eso sí, a los responsables de los Ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa, su capacidad de romper los sueños de innumerables historiadores que trabajaban (o que habrían querido trabajar) sobre temas relacionados con asuntos de sus respectivos Departamentos. Sueños que, llegado el momento, se habrían materializado en libros, artículos, tesis doctorales y, en definitiva, en un mejor reconocimiento de los obstáculos que se han interpuesto en la búsqueda colectiva de los españoles para reanudar el enlace con la modernidad política, institucional y militar.

¿Sueños rotos? La respuesta es negativa. Sobre los políticos de hoy, como sobre los de ayer, tarde o temprano recaerá el juicio implacable de la historia. A muchos no les importará. A otros sí.  A largo plazo, todos muertos. Pero un país que no mira hacia el pasado está condenado a no poder construir bien el futuro.

Y, si no, que se lo pregunten a los alemanes que tienen su propia experiencia, mucho más negra que la española. ¿De qué sirvió la «amnesia» temporal que reinaba tan campante en la RFA durante los años cincuenta del pasado siglo?

Un consuelo es que por debajo de los niveles decisionales superiores no son muchos quienes se alegran del parón. En mi deambular por una multitud de archivos no he encontrado a ningún funcionario con la más mínima responsabilidad en materia de manejo de documentos que no esté dispuesto a dar todas las facilidades de acceso posibles. Mientras haya gente de ese talante, no todo estará perdido.

Ángel Viñas es presidente de ASEHISMI (Asociación Española de Historia Militar) y catedrático emérito de la Universidad Complutense. En su web está realizando un resumen de los resultados de la lupa británica aplicada a las FAS.

La Legión Cóndor y el turismo bélico

21 abril, 2021

Fuente: http://www.blogs.elpais.com

Por: F. Javier Herrero | 04 de diciembre de 2014

Por las calles sevillanas, durante las calurosas noches de agosto de 1936, aparecieron unos extranjeros jóvenes y rubios que vestían con uniformes blancos de los juegos olímpicos y se comportaban de manera extraña en ese ambiente andaluz. La información oficial decía que se trataba de un grupo turista de una organización obrera alemana, pero su presencia tenía otros motivos y no llegaron a engañar a nadie. Los sevillanos afectos al golpe de estado del 18 de julio les saludaban por la calle y ovacionaban. Esos jóvenes formaban parte del primer contingente de ayuda militar secreta que Hitler decidió enviar a Franco para consolidar su posición en las primeras semanas del golpe que derivó en guerra civil. En noviembre, ante la inesperada resistencia del Madrid republicano, fortalecido por el apoyo militar soviético, la misión militar alemana aumentó considerablemente sus efectivos y se reorganizó en la unidad autónoma que Hermann Göring, comandante en jefe de la Luftwaffe, denominó Legión Cóndor.

La intervención nazi en la Guerra Civil ha sido uno de los asuntos más estudiados desde múltiples enfoques por los historiadores alemanes, españoles o europeos, pero lo que se echaba en falta era un estudio de los auténticos protagonistas de la Legión Cóndor, sus soldados, y eso ha quedado satisfecho este año con el magnífico trabajo que ha realizado Stefanie Schüler-Springorum en La guerra como aventura – La Legión Cóndor en la Guerra Civil Española 1936-1939 (Alianza Editorial). Su línea de investigación busca un planteamiento novedoso dentro de la historiografía militar, desde una perspectiva de historia cultural y de género. Nos encontramos ante un grupo masculino con unos modelos culturales y una mentalidad concretos, al que la autora disecciona para comprender su comportamiento e interpretación de la realidad en la que estos soldados se encuentran. Las fuentes utilizadas, algunas de ellas inexploradas hasta ahora, se hallan en archivos alemanes y españoles, siendo especialmente relevantes las experiencias de los combatientes de la legión plasmadas en sus narraciones, relatos autobiográficos que, aún siendo ejemplos de literatura de propaganda fascista, “no son totalmente inservibles” para el análisis histórico.  

La noche del 25 de julio de 1936, Hitler había recibido en Bayreuth a unos emisarios de Franco que le trasladaron una petición de ayuda militar para solventar la crítica situación en que se encontraba el bando militar rebelde, con sus mejores tropas inmovilizadas en Marruecos. Los motivos que llevaron al Führer alemán a decir sí en ese mismo momento a un militar español desconocido varado en el Rif marroquí han sido precisados gracias a la sobresaliente tarea de investigadores como Ángel Viñas. Hubo causas económicas, ideológicas, estratégicas y militares que tendrían un papel cambiante a lo largo de la Guerra Civil. Al principio las militares y económicas no contaron. Las líneas maestras de la estrategia europea de Hitler, que tras la recuperación de la soberanía en la Renania desmilitarizada en marzo, había abandonado su política exterior revisionista de Versalles para pasar a una fase agresiva y expansionista, se basaban en neutralizar a Francia antes de lanzarse a invadir el Este, y contar con un régimen favorable en la frontera sur francesa aparecía como una posibilidad que no había que desperdiciar. El oportuno barniz ideológico de la lucha contra el comunismo en la intervención de España podría bloquear actitudes indeseadas de potencias democráticas como Reino Unido.

Teniendo en cuenta que el arma aérea fue el componente principal de la Legión Cóndor, a los pilotos y oficiales de vuelo, que eran considerados y se sentían la élite del ejército alemán, se les ofreció la posibilidad de demostrar su valía y “servir a la patria” en una experiencia viril y militar, que incluía otros suculentos alicientes como el ascenso inmediato y un salario muy superior al que recibían en el destino anterior. Como muestra de lo lucrativa que podía ser la misión, Schüler-Springorum nos cita el alto número de bodas y el consumo de objetos de lujo al que se dedicaban cuando regresaban a Alemania. Para los jóvenes legionarios, España aparecía como un lugar exótico en el que volcar sus fantasías épicas y vivir aventuras, a la búsqueda de gloria y placeres, dinero y mujeres. Se trataba de una suerte de turismo bélico al que muchos de ellos acudieron con su flamante cámara de fotos último modelo.

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                      Vista de Guernica, tras el bombardeo del 26 de abril de 1937 / F. Sabino Arana

En general, unos alojamientos convenientes –siempre tenían reservado el mejor hotel de la ciudad en la que se instalasen – y una manutención surtida y variada mantenían a los legionarios con buen humor y disposición. No les faltaban productos alemanes típicos pero fueron descubriendo las bondades de la dieta local (aunque la mayoría de ellos rechazaba el aceite de oliva) y frecuentemente eran agasajados por las autoridades del bando franquista con delicias culinarias que la población española difícilmente podía llegar a soñar. Esta dolce vita, con una actividad bélica que incluía largos períodos de pausa, fomentó que el aburrimiento fuese ocupando la atmósfera en la que vivían los soldados, que intentaban remediarlo visitando lugares de interés o intentando entablar relación con las jóvenes españolas, como relata Klaus Köhler que afirmaba que “no nos cansamos de admirar a las ardientes españolas pero ellas también nos contemplan”. Lo cierto es que en la España nacional ultracatólica, la inaccesibilidad de las mujeres hizo que todo acabase en miradas y el recurso final fuese la visita a burdeles, según describe Adolf Galland al recordar sus “noches andaluzas” con “programa completo”.                                   

La ventaja de gozar de una supremacía aérea que solo pudo ser cuestionada por la República hasta abril de 1937, hizo que los pilotos de caza, a bordo de los magníficos Messerschmitt Bf 109 o los Junker Ju 87 Stukas, dominasen el cielo español “presionados” en una especie de competición deportiva por derribar el máximo de aviones enemigos. Harina de otro costal era el bombardeo sobre el enemigo para el que se necesitaba una actitud “más ordenada y estoica” según Schüler. Entran en juego las motivaciones militares alemanas para intervenir en España, la experimentación con diferentes tipos de bombas y tácticas de bombardeo, que supusieron la destrucción masiva de ciudades y la muerte de miles de víctimas civiles como consecuencia de una guerra aérea planificada y ejecutada racionalmente. El legionario Egbert von Frankenberg comenta al respecto: «…no pensábamos sino en ‘cumplir con nuestra tarea’ obedeciendo inmediatamente las órdenes que recibíamos. Y nos importaba poco lo que las bombas y el fuego ocasionaran exactamente”. Inevitablemente, evocamos Guernica en llamas, consumida en el fuego de las bombas incendiarias en abril de 1937, pero esta macabra ejecución experimental comenzó el 14 de diciembre de 1936, y contó con la ambición personal de Queipo de Llano, el general del ejército del sur que, como recuerda el jefe del Estado Mayor de la legión Wolfram Von Richthofen, “quería adueñarse a toda costa de la cosecha de aceitunas cerca de Porcuna, especialmente rica”. Los intereses comunes de Queipo y Richthofen, sobrino del famoso Barón Rojo, supusieron que el pueblo cordobés de Bujalance fuese arrasado hasta que no quedase una casa en pie, con 190 civiles muertos. El sangriento colofón lo puso la caravana interminable de refugiados y tropas que huían hacia la frontera francesa desde Barcelona en el invierno de 1939, que Torsten Christ refleja en el diario de guerra del Estado Mayor de la legión: “El abundante tráfico en las carreteras resulta demasiado tentador, así que decidimos asestar un último golpe al enemigo antes de que desapareciera”.

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                Miembros de la Legión Cóndor desfilan en Ávila, mayo 1939 / Keystone-Getty

Los pilotos y soldados de la Legión Cóndor aplicaron su experiencia española en la II Guerra Mundial y el 80 % de ellos se dejaron la vida en el combate. Para los supervivientes, fue complicado reiniciar su vida con el estigma de haber pertenecido a una unidad fuertemente ideologizada por el nazismo cuya tarjeta de presentación era la destrucción de Guernica. La sociedad de las dos Alemanias no sabía muy bien qué hacer con los supervivientes de la Cóndor. En la RDA algunos contaron con la enemistad de los alemanes que habían luchado en las Brigadas Internacionales, pero otros supieron medrar en el contexto geopolítico de la Guerra Fría y el anticomunismo imperantes, como es el caso de Heinz Trettner, militar en la Bundeswehr de la RFA que llegó a teniente general con un alto cargo en la OTAN, y nunca se sintió responsable moral de los crímenes cometidos antes de 1945.

Todas las facetas de la Legión Cóndor en su interacción con sus compañeros de bando en España, las disensiones sobre estrategia militar de los mandos alemanes con Franco, y otros aspectos de la experiencia vital de los legionarios son tratados de manera novedosa y convincente por Stefanie Schüler-Springorum, en este libro necesario para entender a esta unidad militar. Reconforta mínimamente en su lectura conocer que a pesar de la propaganda nazi que llenaba de falsa información los oídos de estos combatientes, a algunos de ellos cada vez les parecía más cuestionable la razón de su presencia en una guerra donde no eran recibidos como liberadores en los pueblos y ciudades que tomaban. Es el caso de Erwin Jaenecke, que en una carta a la central de la Wehrmacht identificaba a “…la Iglesia, los latifundios y el capitalismo, que desde hace siglos oprimen y atormentan al pueblo de una manera atroz” o unos pilotos de caza en Zaragoza que a un informador británico rogaban que algún día se pudiera “contar la verdad de esta llamada guerra entre rojos y blancos”.

Sobre la memoria y el olvido

9 marzo, 2020

Fuente: http://www.blogs.elpais.com

Por: María José Turrión 03 de noviembre de 2014

 :María ZambranoRevista critica

María Zambrano / REVISTACRITICA.COM

Ya en España, después del largo exilio americano, María Zambrano escribía:

«(…) No hay que arrastrar el pasado, ni tampoco olvidarlo. Nos falta a los españoles, por muchas apelaciones que los retóricos hagan al pasado y por mucho afincamiento tradicionalista de los que así se llaman, la imagen clara de nuestro ayer, aún el más inmediato. Existe una cierta rebeldía para reconocer en esta nuestra forma de vivir de hoy que hace que no se haya hecho sentir con más fuerza y claridad la necesidad y el deseo de recordar, de hacer memoria y con ella, cuentas con nuestro pasado. No es extraño: todo nuestro pasado se liquida con la actitud trágica de España. Es siempre y para todo pueblo, imprescindible una imagen del pasado inmediato, como examen de los propios errores y espejismos. El presente es siempre fragmento, torso incompleto. El pasado inmediato completa esa imagen mutilada, la dibuja más entera e inteligible…”.

Son palabras que la filósofa expresa en 1989, cuando inauguraba los Cursos de Verano de El Escorial organizados por la Universidad Complutense. María Zambrano nos lleva a sobrevolar un tema muy debatido en la sociedad española en los últimos años, la manera de encarar el pasado; la necesidad de hacerlo.

Un debate, el del olvido, que se presenta en la actualidad en la sociedad española y del que el mundo académico no es ajeno; en el que se postulan, más o menos enfrentadas, ideas sobre el acierto en el modo de acometer la transición a la democracia en España.

Paloma Aguilar, en Memoria y olvido de la guerra civil española (1996), nos hace partícipes de su sorpresa al apreciar en la obras literarias sobre la Transición un silencio en relación al pasado reciente que ella explica por una excesiva obsesión por los deseos de paz, de estabilidad y de consenso como forma de legitimar las decisiones de carácter político. La autora observa que, junto a ese silencio, y en oposición a él, se produce una proliferación de citas que aparecen en la prensa sobre el olvido o, como ella misma dice, una aparición de menciones en torno a una supuesta patología amnésica de los españoles.

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El Valle de los Caídos. Monumento memoria de la dictadura franquista /B. PÉREZ

Sin embargo, no podemos confundir olvido con un pasar página en torno a las responsabilidades de la Dictadura. Dicho de otra manera, con la ausencia de lo que se entiende como justicia transicional; de ella  prescinden, de manera deliberada y pactada, los agentes que perfilan en España el cambio de estructuras dictatoriales hacia otras democráticas.

No hubo olvido, de hecho en muchos sectores académicos, periodísticos, sindicales y en las bases de partidos políticos y sindicatos de izquierda, a través de sus fundaciones culturales, se estudia, analiza, testimonia y recuerda ese pasado oscuro que constituyó la dictadura franquista. Los hechos y las repercusiones, la pervivencia de su huella en el presente reciente e inmediato, estuvieron siempre muy presentes durante la Transición y también en los inmediatos años posteriores. El estudio del exilio, la producción científica de los exiliados y la historiografía se ocupó también de ello.

«(…) Eso es el destierro, una cuesta, aunque sea en el desierto. Esa cuesta que sube siempre y por ancho que sea el espacio a la vista, es siempre estrecha. Y hay que mirar, claro, a todas partes, atender a todo como un centinela en el último confín de la tierra conocida. Pero hay que tener el corazón en lo alto, hay que izarlo para que no se hunda, para que no se nos vaya. Y para no ir uno, uno mismo haciéndose pedazos». (La tumba de Antífona. María Zambrano.1967).

Como prueba esencial de que no hubo olvido y sí una manera de hacer las cosas, están los más de cien decretos, leyes, órdenes, que se promulgan desde las Administraciones central y autonómicas, con miras a restituir en sus puestos a profesores y maestros depurados; a reconocer títulos académicos (aquellos que fueron emitidos por la II República y luego quedaron sin efecto legal); a remunerar económicamente a los miembros, viudas y huérfanos del Ejército, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad republicanos; normas que regularon también, entre otras, la devolución del patrimonio sindical incautado y que, cronológicamente, aparecen en 1976 y culminan en 2007 con la que se ha venido en denominar Ley de Memoria Histórica. Normas, todo un corpus legislativo encaminado a la reparación de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista.

Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA y jurista admirado no solo entre sus colegas, mantenía en el temprano 1989, cuando clausuraba unas jornadas celebradas en Salamanca bajo el título Justicia en Guerra, (sobre el título de las Jornadas sostenía que se le hacía difícil poder compatibilizar ambos términos: justicia y guerra), lo siguiente:

           «(…) en este País nadie quiere ya una guerra civil, nadie tiene mentalidad de revancha, nadie tiene mentalidad de venganza, aunque nadie tiene tampoco, no nos engañemos, mentalidad de olvido…».

No hubo olvido porque existió una memoria personal y colectiva, donde los hechos de la guerra y la dictadura estaban presentes, y donde ambas memorias actúan en muchas ocasiones interrelacionadas y aún más, mediatizas por la memoria oficial de la propia dictadura, contribuyendo a ello, como no podía ser de otra manera, las instituciones de carácter represivo franquistas. Es el propio Tomás y Valiente el que nos proporciona un dato digno de estudio: en ocasiones los indultos eran firmados por Franco y enviados por correo postal ordinario hasta la prisión del reo, al tiempo que se dictaba orden telegráfica para que se ejecutase la pena de muerte.

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Placa que acompaña al monumento erigido en Marsella por el Gobierno de la República francesa en conmemoración a las víctimas del Holocausto / M. J. T.

Instituciones que desarrollan y ejecutan las medidas legislativas desde los momentos iniciales de la sublevación, enmarcando la represión y provocando la aparición de una cultura del terror que, en muchos casos, se interioriza como normal. Por ello una parte importante de la sociedad civil, ejecutora a la vez que receptora de esta legislación represiva, asumirá durante la dictadura como normal, por lo habitual del hecho, lo que no lo es en una sociedad democrática.

La suspensión de libertades y derechos civiles, políticos, sindicales, laborales y aún el básico de la vida, quedaron conculcados y grabados en la memoria colectiva y en las estructuras de poder con la promulgación de una normativa de carácter represiva sobre la que se instala y apoya el régimen franquista. La aplicación de la Ley llevó al establecimiento de un régimen dictatorial en el que se desnaturaliza la propia norma jurídica que, lejos de proteger al ciudadano, perversamente legalizaba su opresión. España se convirtió en un archivo de sumarios, juicios, fichas, delaciones, presos… un armazón legalmente establecido.

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Un grupo de jóvenes visita el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Chile / M. J. T.

De todo ello no hubo olvido, pero se hace necesario el seguir pensando, reparando a las víctimas y gestionando nuestro pasado común, nuestra historia, la memoria individual y la colectiva, y sobre todo preguntarnos qué aspectos de nuestra historia queremos conmemorar.

«(…) nuestra alma está cruzada por sedimentos de siglos, son más grandes las raíces que las ramas que ven la luz». (María Zambrano)

El documento clave para que el Estado pueda recuperar el Pazo de Meirás ha estado décadas en el centro de A Coruña

20 octubre, 2019

Fuente: http://www.eldiario.es

El Gobierno central ha presentado finalmente en los juzgados de A Coruña una demanda contra la familia Franco para exigirle la devolución del Pazo de Meirás. La acción, reclamada desde hace tiempo por investigadores, administraciones y asociaciones por la memoria histórica, se basa en una escritura de 1938 de la que se sabía su existencia pero que no se había encontrado hasta ahora. En ella, según la Abogacía del Estado, se confirma que la venta de las Torres al dictador fue «fraudulenta». Un escrito «clave» hallado hace tan sólo unas semanas y que llevaba años a muy pocos kilómetros de la parroquia sadense donde se localiza el inmueble, en pleno centro de A Coruña.

La demanda, adelantada por El País, fue presentada este miércoles y se centra en la tesis ya desarrollada en anteriores investigaciones y en el informe histórico-jurídico encargado por la Diputación de A Coruña. En este se advertía de que la transmisión del Pazo a la familia Franco se había hecho a través de un contrato simulado en 1941 para evitar que pasara a ser parte del patrimonio estatal y cuando ya llevaba tres años siendo utilizado por el dictador, a quien le había sido donado. Por tanto, las torres fueron vendidas dos veces y la última de ellas a través de un acuerdo «fraudulento», cuando el inmueble ya era residencia del Jefe del Estado tras un acuerdo anterior.

Los datos históricos y la hemeroteca aclaraban que la cesión del Pazo de Meirás al dictador –a través de coacciones y en un clima de represión en plena guerra civil– se concretó en el año 1938 con un documento privado de donación, que había sido aceptada por el propio Franco y anunciada en la prensa. La Junta Pro-Pazo, formada por figuras afines al régimen fascista, reunió más de 400.000 pesetas para pagarles a los herederos de Emilia Pardo Bazán. Lo hizo a través de amenazas, deducciones de las nóminas de funcionarios y de los presupuestos de ayuntamientos de la zona o recogidas con patrullas de falangistas por las casas, además de incautarse forzosamente de terrenos que ampliaron los dominios del inmueble.

Archivo Histórico de Protocolos del Colegio Notarial de Galicia, en A Coruña
Archivo Histórico de Protocolos del Colegio Notarial de Galicia, en A Coruña © ILUSTRE COLEGIO NOTARIAL DE GALICIA

Se sabía de la existencia del documento por las múltiples referencias históricas y en las hemerotecas, incluso a través de actas de sesiones plenarias municipales, pero nunca se había dado con él. Sí con otra escritura, de tres años más tarde, con fecha de 24 de mayo de 1941, que celebra un nuevo contrato de compraventa entre Franco, representado por el dueño del Banco Pastor, Pedro Barrié de la Maza, y Manuela Esteban-Collantes, viuda del hijo de Pardo Bazán. Este documento sirvió para crear «artificiosamente la apariencia de que Francisco Franco adquiría ese mismo inmueble por un precio de 85.000 pesetas», dicen según El País los letrados, que califican de «irrisoria» la cantidad.

Las torres ya habían sido compradas antes, un dato que ahora queda demostrado al haberse encontrada el acta, firmada ante notario en el despacho del gobernador civil de la época, que indica que el inmueble fue adquirido un 3 de agosto de 1938 por la Junta Pro-Pazo y cedido al dictador. Desde entonces y hasta que se hizo ese otro contrato simulado en 1941, el Pazo ya era usado como residencia de jefe de Estado por parte de la familia Franco y sometido a obras de ampliación y reforma pagadas con dinero público.

A 15 kilómetros del Pazo

¿Dónde se encontraba ese protocolo notarial clave en la demanda presentada por el Estado? A solo 15 kilómetros del Pazo de Meirás, en A Coruña, en la parte trasera de la sede Tribunal Superior de Justicia de Galicia (TSJG). El documento fue encontrado por los abogados del Estado en el Archivo Histórico de Protocolos del Ilustre Colegio Notarial de Galicia, a un paso de la céntrica plaza de Galicia, donde llevaba décadas almacenado.

La implicación del Estado en la demanda contra los Franco y por la recuperación del Pazo de Meirás ha sido clave para dar con la escritura en un proceso que poco tiene que ver con el habitual en el resto de archivos históricos. En este caso, la Administración ha conseguido legitimarse ante los notarios y ha logrado aportar los precisos datos exigidos para poder acceder a un documento ahora esencial, tal y como explican a Praza.gal fuentes de la investigación impulsada por los letrados. Fue a dar allí en el momento en el que la notaría implicada cesó su actividad.

Fue a partir del mes de marzo cuando la Administración central compuso un equipo de abogados del Estado en A Coruña para profundizar en las pesquisas que ya habían iniciado a través de investigaciones como las impulsadas por la Diputación de A Coruña y la Xunta o por Carlos Babío y Manuel Pérez Lorenzo en su investigación Meirás: un pazo, un caudillo, un espolio. Investigadores y letrados han colaborado en la aportación de documentación, certificación de datos sobre tierras e inmuebles o en la búsqueda de documentos que apoyaran una completa demanda de unos cien folios.

La clave, para los abogados del Estado, ha estado en los últimos meses en la búsqueda de esa escritura que demostraría que el Pazo había sido adquirido antes y que ratificaría la argumentación del informe encargado por la Diputación: que la venta se concretó en el año 1938, para aprobarse después en 1940 la ley del Patrimonio Nacional y en el 41, formalizarse «una compraventa ficticia» de las instalaciones. Era la manera de evitar que fuera incorporado como bien público, en virtud de esa ley, por lo que sería destinado para el uso de la jefatura de Estado y no para la familia del dictador Franco, tal y como ha sucedio tras su muerte y después de la recuperación de la democracia.

Publicación propagandística sobre la presencia de Franco en el Pazo de Meirás en 1938
Publicación propagandística sobre la presencia de Franco en el Pazo de Meirás en 1938

El documento es «clave» porque «demuestra que Franco falseó el título con el que inscribió el Pazo a su nombre». Según los abogados del Estado, esta simulación de la compraventa se usa para encubrir la donación anterior y permitir así una inscripción a título particular que había sido antes transmitida a la Jefatura del Estado. Son acciones que, ya entonces, estaban castigadas en el Código Penal como delitos de falsedad en documento público.

Lo que evitó el dictador fue que las torres pasaran a ser un bien de dominio público –como reivindica el Estado ahora– y, por tanto, «imprescriptible», lo cual convertiría en nulas las operaciones de partición llevadas a cabo despúes por los herederos. Además, como destaca el Gobierno central, la «compraventa ficticia» le permitió a Franco inscribir el inmueble a su nombre en el Registro de la Propiedad.

«Es evidente que nos encontramos ante un negocio sin causa (negocio simulado), dado que el inmueble objeto de este contrato de compraventa había sido vendido ya años antes» y «entregado al jefe del Estado» en un acto oficial en diciembre de 1938, defiende el Gobierno en la demanda. El proceso, impulsado en el Juzgado de Primera Instancia 1 de A Coruña, se presenta contra los nietos de Franco y la inmobiliaria Pristina, propiedad de Francisco Franco Martínez-Bordiú, quien había anunciado a la Xunta su intención de vender a esta sociedad la parte que le correspondió en herencia del Pazo de Meirás.

Ahora, el proceso en primera instancia debería finalizar en un plazo máximo de dos años, según fuentes judiciales, aunque habría posibilidad de recursos con posterioridad. Desde el pasado verano, el Pazo fue puesto a la venta en un portal inmobiliario por 8 millones de euros. Los abogados del Estado piden al juzgado una medida cautelar: que se anote la demanda en los registros correspondientes para evitar que un posible cambio dificulte la recuperación.

El Ejército sanciona a un militar que firmó el manifiesto antifranquista por infringir «el deber de neutralidad política»

2 septiembre, 2019

Fuente: http://www.eldiario.es

El Ejército de Tierra ha sancionado con tres faltas disciplinarias graves al cabo Marco Santos por apoyar el manifiesto antifranquista, incluir en su firma una aportación en la que deseaba «Salud y República» y conceder una entrevista a eldiario.es en la que suscribió esta actuación. El citado manifiesto surgió como reacción al comunicado de apoyo a la figura del dictador promovido por más de 180 altos mandos militares retirados y en la reserva (una suerte de prejubilación militar) y que pedía la permanencia de su cadáver en el Valle de los Caídos.

El general jefe de Fuerza Logística Operativa ha suscrito la propuesta de sanción elaborado por el instructor en la que solicitaba diez días de multa económica por contestar a las preguntas de esta redacción y doce jornadas sin cobrar por suscribir el manifiesto y añadir una aportación personal. Esta sanción se hará efectiva en la primera nómina «en la que sea posible efectuar el descuento», asegura el alto mando en la resolución emitida el 15 de abril y a la que ha accedido esta redacción.

A lo largo de 29 páginas el asesor jurídico del cuartel general de la fuerza logística operativa trata de justificar por qué en este caso no impera la libertad de expresión del militar. En la resolución los instructores determinan que al suscribir el manifiesto antifranquista y añadir una aportación personal este militar ha vulnerado el artículo siete del Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas que condena la manifestación pública de «expresiones contrarias, realizar actos irrespetuosos o adoptar una actitud de menosprecio hacia la Constitución, la Corona y demás órganos» y no permite «efectuar con publicidad y manifestaciones o expresar opiniones que supongan infracción del deber de neutralidad política».

«El general Franco no merece respeto ni desagravio alguno, sino nuestra repulsa más absoluta por haber encabezado un golpe de estado sangriento y genocida contra la legal y legítima II República Española, la feroz guerra civil posterior, y una dictadura opresiva e inclemente durante casi cuarenta años», apuntaban las decenas de firmantes que suscribieron esta declaración «en contra del franquismo en las Fuerzas Armadas».

Santos añadió una contribución personal a su firma, a la que aluden desde el Ejército de Tierra para justificar esta resolución, este cabo aseguró que los militares que suscribieron la declaración franquista «son los que han hecho de las Fuerzas Armadas su jardín particular desde el 36», defendió que este servicio «debe ser totalmente democrático» y finalizó su mensaje con el deseo de «Salud y República».

Contribución personal del cabo Marco Santos al manifiesto antifranquista.
Contribución personal del cabo Marco Santos al manifiesto antifranquista.

Por otro lado, la tercera falta grave emitida por el Ministerio de Defensa se debe a la entrevista que el cabo Santos concedió a eldiario.es tras suscribir el comunicado antifranquista. En este caso le aplican una pena de diez días sin sueldo amparados en el citado artículo de la normativa del régimen disciplinario que también sanciona en otro epígrafe las «peticiones, reclamaciones, quejas o manifestaciones contrarias a la disciplina o basadas en aseveraciones falsas, así como formularlas… (sic) a través de los medios de comunicación social».

«No se trata de que el militar no pueda tener sus propias opiniones u opciones políticas sino que lo que no debe es manifestarlas de forma pública y menos aún con clara ostentación de su condición puesto que ello afecta al deber de neutralidad política (entendido como no tomar parte en controversias políticas) de las FAS [Fuerzas Armadas], afectado a su indispensable, unidad, integridad y disciplina», apunta desde la asesoría jurídica militar.

En este escrito aseguran que no tratan de determinar «si el expedientado defiende o no valores constitucionales», tampoco – según aseguran en el documento – cuestionan «su libertad de opinión o de pensamiento», concluyen que el cabo Santos «con su actitud generó y participó en una clara controversia de carácter ideológico y político cuando ello le está vedado al haber manifestado exteriorizando su opinión y posición ideológica y política». Asimismo, reseñan que «no goza de una plena libertad de expresión para expresar y manifestar públicamente todo cuanto le parezca precisamente por su condición de militar».

Tras suscribir el manifiesto antifranquista en el mes de agosto, Santos concedió una entrevista a esta redacción, en ella aseguró, entre varias afirmaciones, que «el franquismo en las Fuerzas Armadas está generalizado» y que llevaba «19 años oyendo al romper filas el grito de ‘Arriba España'».

«Declaraciones totalmente improcedentes»

El equipo jurídico castrense también se posiciona ante estas argumentaciones, asegura que realizó una «serie de declaraciones totalmente improcedentes» y que otorga a los mandos una ideología «franquista». Por su parte, desde el equipo jurídico de Defensa reseñan que «muchas» de estas afirmaciones «carecen de sustento probatorio». El pasado 29 de abril le notificaron la resolución al afectado, a partir de esa fecha tiene un mes para interponer un recurso de alzada.

Frente a esta sanción ya emitida, llama la atención que el Ministerio de Defensa no haya hecho pública la resolución contra los firmantes del manifiesto franquista. En septiembre el departamento de Margarita Robles ordenó abrir un expediente a los cinco militares en la reserva que firmaron la declaración de «respeto y desagravio al general Francisco Franco» al considerar que podían existir «indicios de infracción disciplinaria».

La ministra solo pudo actuar contra los cinco que suscribieron el manifiesto franquista y mantenían vinculación con su departamento, el resto de firmantes estaban ya retirados. Desde el equipo de prensa de este departamento aseguraron en marzo a esta redacción que esa investigación se encontraba «en trámite», esta redacción ha tratado de actualizar esta información, sin haber recibido respuesta por el momento.

El asesinato de Calvo Sotelo y la masonería

14 agosto, 2018

Fuente: http://www.elpais.com

Por: María José Turrión 18 de julio de 2014

 1936+Santos Yubero+Cuerpo abatido del ministro de Hacienda, Calvo Sotelo, 13 de julio de 1936_

Cadáver atribuido a Calvo Sotelo / SANTOS YUBERO, ARCHIVO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Si el comienzo de la I Guerra Mundial viene asociado al atentado de Sarajevo, el de la Guerra Civil Española, al menos para un amplio sector historiográfico, va unido pertinazmente al asesinato de Calvo Sotelo. Para algunos historiadores sin embargo, como Santos Juliá o Julián Casanova, el complot contra la República comenzaría en febrero de 1936 con el triunfo de la coalición de izquierdas.

Los precedentes que rodearon la muerte del diputado, como fue la acalorada sesión parlamentaria del día 16 de junio, donde José Calvo Sotelo y Santiago Casares Quiroga se cruzaron fortísimas acusaciones y, el hecho de que para muchos sea el asesinato el desencadenante de la Guerra, hace que sea un tema ampliamente tratado en diversos sectores.

Posturas cercanas al diputado y líder de Renovación Española asesinado, y posicionamientos políticos radicalmente opuestos, coinciden en el grueso de la narración de los acontecimientos que se desarrollan en la madrugada del día 13 de julio de 1936, la del asesinato, reflejados también en el sumario correspondiente de la Causa General que instruyó la Fiscalía General una vez terminada la Guerra. No podemos dejar de recordar que, el sumario que comenzó a instruir el magistrado del Tribunal Supremo, Iglesias Portal, inmediatamente después de la muerte del diputado y en el que actuaba como fiscal, el Fiscal General de la República, Paz Mateos, fue robado por milicianos en los días posteriores al comienzo de la Guerra Civil, se cita el 25 de julio de 1936 como fecha del robo, sin que del mismo nada se sepa hasta la fecha.

Inseparable al relato de la muerte del diputado, el de otro crimen que tuvo lugar en la tarde noche del domingo 12 de julio de 1936, el del teniente Castillo. José del Castillo Sáez de Tejada, demócrata y republicano, pertenecía a la Guardia de Asalto, cuerpo de policía mandado crear por Miguel Maura, cuando estaba Ángel Galarza al frente de la Dirección General de Seguridad y organizado al parecer con gran profesionalidad por Muñoz Grandes y a cuyos mandos se les atribuye en el año 1936 una tendencia demócrata y el ser muy cercanos y leales a la  República. En esas fechas prestaba sus servicios el teniente Castillo en el Cuartel de Pontejos, sede desde donde habría de salir la famosa camioneta número 17 para vengar, según reza la Causa General, la muerte de Castillo por parte de sus indignados compañeros.

Los hechos conocidos y reconocidos sobre el asesinato de José Calvo Sotelo son: la salida desde el Cuartel de Pontejos en la madrugada del día 13 de julio de una camioneta , la número 17, con aproximadamente dieciséis personas, al frente de las cuales se encontraba el guardia Civil Fernando Contés y junto a él, la persona que realizaría los disparos, Luis Cuenca (en la Causa General aparece erróneamente como Victoriano Cuenca). El secuestro del diputado en su residencia de la calle Velázquez de Madrid y el posterior asesinato en la misma camioneta que le trasladaba según dijeron sus captores a las dependencias de la Dirección General de Seguridad y por último el depósito del cadáver en el Cementerio del Este, donde con posterioridad sería realizada la autopsia.

Camionet nº 17

La camioneta nº 17 dónde se asesinó a Calvo Sotelo.

Desde el primer momento surge una ingente cantidad de comentarios y literatura sobre el crimen, publicando toda suerte de detalles sobre los autores físicos del mismo, su adscripción política y sus vínculos con miembros del Gobierno y con la masonería. En relación a esta última como instigadora y responsable del crimen, no se presentan pruebas concluyentes, tan solo el hecho de señalar a miembros del Gobierno y de la Administración, como Azaña, Casares Quiroga o Alonso Mallol, que era el máximo responsable en la Dirección General de Seguridad, como pertenecientes a la masonería y poniéndolos en relación con los actores del crimen, algunos de los cuales también pertenecían a la masonería.

Sin embargo, se imprimió ya por entonces una hoja de propaganda que reproducía un documento mecanografiado que lleva por título ALTO MANDO DE LA DEFENSA NACIONAL (BOLETÍN CONFIDENCIAL EXTRAORDINARIOque de alguna manera ilustra la tenaz acusación que existe sobre la masonería como instigadora del crimen y, del que sorpresivamente no encontramos que se haga referencia ni en la Causa General, ni en prensa de época, así como tampoco en la extensa bibliografía existente sobre el hecho que nos ocupa, con la única excepción de la Revista Javeriana editada por la Universidad homónima de los Jesuitas en Bogotá, donde aparece publicado en el volumen 6 de la revista del mismo 1936.

El documento no está fechado, pero está redactado entre la muerte de Calvo Sotelo (13 de julio de 1936) y el comienzo de la Guerra Civil (17/18 de julio de 1936) y de haberse difundido en las instancias oportunas, hubiera reforzado la tesis que relaciona a la masonería como instigadora del crimen. En fechas recientes, hemos podido encontrar impreso el documento en una conocida casa de venta a través de Internet y sabemos que el original mecanografiado de este Boletín fue guardado en un archivo familiar durante la dictadura.

El Boletín, escrito con claro fin propagandístico, está dividido en una introducción y tres apartados titulados: El Complot, La Ejecución y Viva España. Viene firmado: “Por los organismos del Alto Mando. El Comandante General”.

“Nuestro servicio confidencial en el extranjero nos ha puesto en posesión de cuantos datos se necesitan para atribuir al Gobierno de granujas que maltrata  España, la cobarde ejecución del heroico mártir Calvo Sotelo…”

Boletín Confidencial Extraordinario/TODOCOLECCION.NET

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El texto sitúa en París en la calle Cadet nº 16, una tenida (reunión) de la Gran Logia de París celebrada el 8 de junio de 1936, y en la cual con la asistencia de cinco delegados masones españoles, cuyos nombres no se indican, se discutió la posibilidad de que se creara en España un Frente Nacional que hiciera peligrar al Frente Popular. En esa reunión de masones, el mencionado Boletín cuenta la existencia de un fichero elaborado en la logia y referido a políticos españoles, susceptibles de constituir peligro ante la eventual formación de ese frente nacional, en concreto hace referencia a cinco personas: “Albiñana, Calvo Sotelo, Domingo Arévalo, Gil Robles, Goicoechea, Primo de Rivera y Ventosa”.

En la referencia de Calvo Sotelo se lee: “Monárquico. Ex ministro de la dictadura. Hombre de gran preparación técnica financiera. Peligrosísimo por su poder de captación de masas. Cuenta con el apoyo de grandes núcleos capitalistas. La única esperanza de las derechas nacionales. Es la única figura que puede aglutinar a su alrededor todos los elementos contrarios al Frente Popular. Se halla relacionado perfectamente con influyentes personalidades extranjeras. Es urgente su eliminación total para impedir la formación del Frente Nacional, cuya Jefatura ostentaría de modo indiscutible. Transmítase esta nota con urgencia a nuestros [espacio en blanco] de Madrid para su rigurosa observancia. Aprémiese a los HH [hermanos] Casares Quiroga y Barcia para su inmediata ejecución”.

De este documento llama la atención varias cosas, pero la fundamental es el porqué no se utilizó en la Causa General. ¿Acaso no se dio a conocer al fiscal? ¿Podía interesar a alguien que no llegara a la instrucción del Caso? Independientemente de que hubiera existido esa orden dada por la masonería francesa para “eliminar” a Calvo Sotelo o sea pura invención y propaganda, el hecho cierto es que hubiera servido para afianzar la tesis de culpabilizar a la Orden como autora o instigadora del crimen. ¿Es posible que el Régimen franquista no quisiera dar excesiva importancia a la figura de Calvo Sotelo?

Antonio Ruiz Vilaplana, en su conocido y reeditado en 2010 y 2011, Doy fe… Un año de actuación en la España nacionalista,  publicado en 1938 por Ediciones Españolas y en el que narra las atrocidades realizadas por los sublevados en la ciudad de Burgos y de las que él fue testigo presencial en razón de ocupar el cargo de Secretario del Juzgado de Instrucción de esa ciudad, menciona que el día 19 de julio en Burgos, Sáinz Rodríguez, diputado monárquico, ante un corro de gente se expresaba de la siguiente manera: “¡Qué lástima! – decía compungido-. En el día de hoy, aquí, para disfrutar de todo esto debía hallarse conmigo el pobre Calvo Sotelo. Él tenía designada conmigo esta región para el día del levantamiento. Desgraciadamente, el crimen de esos canallas, le ha impedido obtener hoy, aquí, el triunfo que merecía…”.

Los escritos a partir del asesinato hablan de crimen de Estado. Luis de Galinsoga, gana el premio Luca de Tena, con un artículo publicado en ABC sobre Calvo Sotelo. A su entender, este crimen se fraguaría en las horas inmediatamente anteriores al acto, si bien “venía incubándose meses y años antes por los jerarcas del régimen que había de consumarlo” y ello por ser Calvo Sotelo el principal opositor a los ideales de la República. Galinsoga habla de un Calvo Sotelo “precursor de la Cruzada que hoy acaudilla el glorioso Generalísimo Franco”.

Curiosamente en el Boletín Confidencial Extraordinario no se mencione en ningún momento el nombre de Francisco Franco, ni tampoco se dice de él que sea personaje importante al que haya que prestar atención y vigilancia ante la eventual formación de un frente de derechas. Bien es cierto que, no hay ningún militar entre los nombres que figuran como posibles candidatos para unir a las derechas. Con todo, Franco, un personaje que acabará siendo el principal actor en la sublevación militar y, que a la postre será el titular de una dictadura férrea, y para quién además la masonería era uno de los mayores peligros a tener en cuenta, ¿cómo se tomaría en caso de conocer el contenido de ese Boletín, el hecho de saber que él mismo no representaba ningún peligro para la masonería, que su figura para la organización era inexistente?.

No es la primera vez que, Franco no da importancia a temas relacionados con la masonería. Celso Almuiña alude a ello en relación al documento titulado Máximas e instrucciones políticas para el Gran Oriente Español y Logias de la masonería egipciana. Un extraño documento que le hacen llegar a Franco a través del general Meléndez (este documento sí acabaría en la Causa General), del que no se sabe la autoría pero que se atribuye a la masonería y del que Franco dice al parecer: «No interesa, esto ya lo conocía yo». ¿Cuánto conocía Franco realmente de la masonería?

Conocida es la gran suerte del dictador, todas las personas que le pudieron hacer sombra a la hora de llevar adelante sus sueños de poder, o morían en accidentes de avión, como Sanjurjo y Mola o eran asesinados como Calvo Sotelo y Primo de Rivera. Otros como el general Amado Balmes que, podría representar una seria oposición a la sublevación militar al no estar de acuerdo con ella, moría al tratar de desencasquillar un arma. Ángel Viñas no duda en sostener en La conspiración del general Franco y otras revelaciones acerca de una guerra civil desfigurada que, fue un asesinato organizado por Franco, con el doble fin de, por un lado eliminar posibles opositores a la sublevación militar en Canarias y por el otro, facilitar su marcha justificada (el propio Gobierno le envió a investigar los hechos), desde Santa Cruz de Tenerife a Las Palmas donde presidiría el funeral de su compañero de armas el día 17 de julio por la mañana. La misma tarde del 17 de julio se sublevaron las guarniciones de Ceuta, Melilla y Tetuán y al día siguiente Franco se unió alzando Canarias y trasladándose en el Dragón Rapide a Marruecos para hacerse cargo de la sublevación en el protectorado.

Sobre la autenticidad  o no del contenido del documento en el que se acusa al Gran oriente Francés de ser el instigador del crimen, un miembro de la masonería nos destaca tras la lectura del Boletín, la existencia de rasgos de verosimilitud, sin embargo en los archivos de la masonería de la Rue Cadet no hay testimonio que de fé de que se celebrase una reunión el 8 de junio de 1936, tan solo encontramos un museo, el Musée de la Franc-maçonnerie, creado en 1889, que fue víctima del expolio nazi durante la ocupación y que sería abierto de nuevo en 1973.

El Censo Rojo franquista: tres millones de sospechosos

26 junio, 2018

Fuente: blogs.elpais.com

Por: María José Turrión 08 de mayo de 2014

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Faupel y Franco en la Plaza Mayor de Salamanca /MECD, CANAL CULTURA

El general alemán Wilhelm von Faupel, héroe de la I Guerra Mundial, (1914-1918) y difusor de la ideología nazi en los países latinoamericanos desde su puesto de director en el Instituto Iberoamericano (1934), fue embajador del III Reich ante la España llamada Nacional, entre marzo de 1937 y septiembre de 1937.

En realidad, su representación diplomática comenzó el 18 de noviembre de 1936, cuando el gobierno de Franco fue reconocido por Alemania. Son conocidas las injerencias que tuvo el alemán en los asuntos internos relacionados con la Falange, los denominados sucesos de Salamanca y el apoyo a Manuel Hedilla. Lo que le valió que el propio Franco, molesto por ello, solicitara su marcha de España. Pero con anterioridad a su destitución como embajador, y aún después de esta, ¿qué influencia pudo ejercer este personaje en el devenir político, social y represivo llevado a cabo por las instituciones franquistas en el país?

El Instituto Iberoamericano, al que Faupel regresa tras su cese como embajador en España, suponía el medio para lograr no solo el adoctrinamiento nazi en países como Chile o Argentina, arrasados con posterioridad por sangrientas dictaduras, sino también el medio para introducir la instrucción militar alemana, frente al modelo francés que entonces predominaba en estos países. Prueba de ello, fue la política de publicaciones llevada a cabo por el Instituto: Diccionario militar alemán-español, español-alemán o el libro Ibero-América y Alemania: obra colectiva sobre las relaciones amistosas, desarme e igualdad de derechos, publicada por el propio Faupel junto a otros filonazis como el chileno Miguel Cruchaga Ossa, creador del Centro Germano Chileno, institución impulsora de los programas ideológicos antisemitas en Chile a través de intercambios entre estudiantes y profesores alemanes y chilenos.

El 1 de marzo de 1937 Wilhelm Faupel presentaba ante Franco sus cartas credenciales como embajador ante una Plaza Mayor de Salamanca abarrotada de gente y engalanada para la ocasión. Dada su especialidad como difusor del programa nazi, no es de extrañar que solicite la colaboración de especialistas alemanes en prensa y propaganda, con los que creará el Departamento de Prensa de la embajada y desde donde establecerá, como señala Javier Domínguez, una importante red  propagandística de la que saldrían títulos como La eterna cuestión judía, síntesis antisemita adaptada a la realidad española.

Poco después, el 20 de abril de 1937, Franco  dictará una Orden por la que se crea en Salamanca y bajo dependencia de su Secretaría, la Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista (OIPA), con la finalidad de:

“…recoger, analizar y catalogar todo el material de propaganda de todas clases que el Comunismo y sus organizaciones adláteres hayan utilizado para sus campañas en nuestra Patria, con el fin de organizar la correspondiente contrapropaganda en España y en el extranjero en colaboración con las instituciones anticomunistas existentes, tales como el Antikomintern de Berlín, el Instituto de Investigación Científica del Comunismo en Varsovia, la institución antimarxista Maitre Aubert en Ginebra, la National Herstle en Holanda…”

Parece que Faupel, el especialista en propaganda y en la lucha contra el comunismo, había tendido bien sus redes asesoras. Este primer organismo de la OIPA, junto con el creado inmediatamente después también en Salamanca, la Delegación de Asuntos Especiales, tratarían en palabras de González Quintana de “mostrar al mundo las maldades del comunismo, de la masonería y del judaísmo”.

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Cartel presentado en la exposición antimasónica de 1941: Alegoría del judaísmo controlando al comunismo (Stalin) y a la masonería (Churchill).

Estas dos oficinas y la creada en 1938, la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos, fueron los embriones de la Delegación Nacional de Servicios Documentales (1944), organismo paradigmático de la represión franquista que, partiendo de la incautación documental a personas físicas y jurídicas desafectas al régimen franquista, elaboraría el mayor archivo para la represión creado nunca en España, un Censo Rojo, al que Diego Navarro Bonilla alude en Morir matando y del que dice que posibilitó que existiera una «nación fichada».

Toda la masa documental incautada, tanto de archivo como de biblioteca y hemeroteca, serviría para la elaboración de un gran fichero, en torno a las tres millones de fichas, en el que se fueron reflejando una serie de datos sobre personas desafectas al régimen franquista, esto es: personas relacionadas con partidos republicanos, organizaciones sindicales, ateneos libertarios, hijos de republicanos refugiados en otros países, intelectuales antifascistas, escritores, libertarios, enfermeras republicanas, personas que han dado un donativo al Socorro Rojo Internacional, personal integrante de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de la República, sindicalistas, miembros de la masonería, rosacruces, maestros, miembros de las Brigadas Internacionales… Un espectacular mapa de rojos, limitado por los males de la masonería y el comunismo internacional.

El personal que trabajaba en estas oficinas, a medida que iba procesando la información de la documentación incautada, elaboraba una ficha con el nombre y apellidos de la persona, pudiendo una misma tener varias en el fichero. De Lucía Sánchez Saornil por ejemplo, mujer libertaria y fundadora de la revista Mujeres Libres (junto a Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch i Gascón), existen 32 fichas, en las que figura como escritora de artículos, miembro de la CNT, oradora en mítines antifascistas, poeta, miembro del Consejo Nacional de Solidaridad Internacional Antifascista, secretaria de Solidaridad Internacional Antifascista…

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Lucía Sánchez Saornil / ENLACRESTA2.WORDPRESS

Sin hacer distinción de sexo o edad, los datos de hombres, mujeres y niños van a dar forma al siniestro fichero. La creación del nuevo régimen y el modelo político social que implantó pasaba por la eliminación del contrario, y para ello nada mejor que su identificación en un censo de rojos, para realizar la consecuente represión. Prisión, juicios sumarísimos, ejecuciones… y a los que sobrevivieron físicamente, se les aplicó el estigma de rojo, extensivo a padres, hijos y cónyuges, a modo de estrella invisible cosida a la solapa.

¿Qué interés había en realizar unas fichas sobre niños evacuados que partieron de Santander rumbo a Francia? ¿Perseguían realizar un censo similar al realizado en la Alemania nazi sobre los judíos? Identificación, filiación y finalmente localización para la represión. La finalidad visible administrativamente de este fichero era la de informar a otros organismos represivos de la dictadura franquista, facilitando los antecedentes político-sociales que, solicitados por los gobiernos civiles, militares, Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, Auditoría de Guerra, tribunales de depuración de trabajadores, Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, etc. serviría para extirpar tamaño cáncer de la nueva España y aniquilar al contrario.

Las diferentes informaciones que en la actualidad proporcionan los datos de los organismos represores del franquismo nos llevan a pensar en el complicado y elaborado sistema represivo. La Dirección General de Seguridad, gobiernos civiles y militares, capitanías, comandancias militares, Causa General, tribunales de depuración, Dirección General de Prisiones, servicios de información de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado… proporcionan un sistema de identificación, obtención y registro de datos sobre personas a modo de ficha perforada, donde cada organismo u oficina de represión en coordinación transversal, puesto en contacto con los otros, obtendría una información esencial para sus competencias represivas. Un ejemplo de ello lo vemos en la Orden Circular de 1 de julio de 1941 “por la que se dispone se informe al Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, de los cargos relacionados con actividades masónicas o comunistas que aparezcan en expedientes de depuración político-social”.

Al igual que a los judíos, a los rojos se les negó cualquier derecho civil. De la misma manera que a los judíos que huían del nazismo les incautaban sus bienes (recordemos la oficina de emigración que Eichmann creó en Austria en 1938), a los rojos se les incautaban los suyos, así lo manda el artículo 3º de la Ley de Responsabilidades Políticas (9 de febrero de 1939), o el temprano Decreto nº 108 de la Junta de Defensa Nacional, sobre la ilegalización de los partidos del Frente Popular y la incautación de bienes (13 de septiembre de 1936). Los juicios que se llevaban a cabo se basaban en delitos acorde a las leyes de la dictadura, por lo que la burocratización de la represión en los poderes del Estado se hizo general en todo el territorio español, siendo muy posiblemente esta, la causa de la ausencia de un sentimiento de culpa en la sociedad española afecta al régimen y más aún, entre todo ese cuerpo de burócratas, cuerpos policiales, judiciales y administrativos que llevaron a cabo la  represión.

La intervención alemana en la Guerra Civil Española tiene numerosos estudios en cantidad y calidad. Es posible que tengamos que ampliar las líneas de investigación sobre la influencia y posible asesoramiento alemán en la represión que llevó a cabo la dictadura de Franco desde el primer momento de la guerra.

Tanto Franco como Hitler emplearon idénticas técnicas para conseguir sus fines: arrasar con el estado de derecho, con las instituciones de los Estados para, instaurar el horror y la vergüenza. Timothy Snyder, en el ensayo Hitler y la lógica del Holocausto, afirma que “fue menos exhaustivo [el Holocausto] cuando las intenciones de Hitler se encontraron con el estado de derecho, aunque este estuviera debilitado o pervertido”. No cabe duda que, destruidas de raíz las instituciones político-sociales y el orden preexistente legalmente establecido, la instauración del nuevo régimen se implementaría de una manera mucho más sencilla.

En el libro IBM y el HolocaustoEdwin Black afirma que la tecnología IBM de las fichas perforadas con que se realizaron los censos en Alemania “permitió a los nazis trabajar en otra escala, con más velocidad y eficiencia”. La represión que se ejerció en España durante el franquismo se habría realizado seguramente sin la existencia del Censo Rojo, pero posiblemente no hubiera tenido la misma velocidad y eficiencia.

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Filek, el estafador que hizo creer a Franco que podía convertir el agua en gasolina en una dictadura chapucera y feroz

22 May, 2018

Fuente: http://www.eldiario.es

La trama y el personaje no pueden ser más novelescos y parecen más fruto de la imaginación desbordante y literaria de un buen escritor que de la amarga realidad de la posguerra española. Pero Albert Elder von Filek (Tschöran, Austria, 1889-Hamburgo, 1952), un aristócrata austriaco, militar derrotado en la Primera Guerra Mundial y encarcelado durante el conflicto español en una prisión republicana, llegó a convencer al general Franco y a varios de sus ministros de que había inventado una gasolina sintética a partir de agua del río Jarama, vegetales y «algunos ingredientes secretos».

Decidido partidario de la sublevación franquista y con la aureola de excautivo, Filek logró acceder a altos cargos de la dictadura con sus engaños y sus estafas. Recién terminada la Guerra Civil, la obsesión del régimen por la autarquía y por contar con petróleo, jaleada sin descanso por la prensa del régimen, impulsó al estafador austriaco hasta que unas simples pruebas de laboratorio demostraron que se trataba de una farsa. Este asombroso y muy poco conocido episodio fascinó al escritor Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) que ha publicado una novela sin ficción o un reportaje de investigación, como se prefiera, titulado Filek. El estafador que engañó a Franco (Seix Barral).

Ignacio Martínez de Pisón, autor de 'Filek: El estafador que engañó a Franco'
Ignacio Martínez de Pisón, autor de ‘Filek: El estafador que engañó a Franco’ EFE

«He dedicado cuatro años a la documentación y a la búsqueda en archivos y un año más a la escritura para relatar esta increíble historia en la que no invento nada, todo responde a la realidad. Es más, cuando no dispongo de hechos comprobados advierto al lector de que se trata de impresiones o de conjeturas mías». Martínez de Pisón, que supo del alucinante caso de Filek al leer una breve referencia al estafador austriaco en la biografía de Paul Preston sobre el general Franco, se extrañó de la ausencia de libros sobre aquel supuesto inventor.

Apasionado por la historia española del siglo XX, con sus picos literarios de la República y de la Guerra Civil, Martínez de Pisón pensó que debía dar a la historia un tono de reportaje periodístico en la línea de una tendencia literaria en auge como es la llamada novela de no ficción.

Este fenómeno de los últimos años, que tiene uno de sus exponentes más brillantes en el francés Emmanuele Carrere ( LimonovEl adversario) supone una original mezcla de géneros entre la narrativa, el ensayo y el periodismo. «No obstante», aclara Martínez de Pisón, «yo aparezco mucho menos en mis relatos que otros autores. Prefiero mantenerme a cierta distancia y no convertirme en protagonista».

«Con Filek me planteé –relata uno de los escritores más premiados y reconocidos de su generación– cómo fue posible que un engaño tan burdo alcanzara la cúspide del franquismo. Todavía me pregunto si hubo implicaciones de altos cargos en la estafa o si sencillamente los jerarcas franquistas fueron engatusados por el supuesto inventor austriaco. ¿Alguien borró más tarde las huellas del exmilitar del Imperio austrohúngaro o todo fue en definitiva muy chapucero? Una vez descubierta su trampa, Filek fue enviado a un campo de concentración en Álava y más tarde deportado a Alemania, donde murió en 1952».

Filek con colaboradores, en El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940
Filek con colaboradores, en El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940

Así las cosas, este curioso personaje ha servido a Martínez de Pisón para retratar a través de la peripecia de Filek una panorámica de la historia de España y de Europa, desde finales del siglo XIX hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

«Esta fórmula literaria de novela sin ficción ya la practiqué –señala el autor– en Enterrar a los muertos, mi novela sobre el oscuro crimen de José Robles, el traductor de John Dos Passos, en medio de las disputas en el bando republicano. Pero, hoy en día, las posibilidades de investigar con rapidez y efectividad se ven muy aumentadas por Internet. Quizá hace una década no hubiera sido posible reconstruir la vida de Albert Elder von Filek, desde la Primera Guerra Mundial hasta llegar al entorno de Franco  pasando por sus trapicheos en Austria o Italia en los años veinte».

Con una sonrisa, Martínez de Pisón reconoce su atracción por los pícaros, de una calaña o de otra, y esta figura, tan arraigada en la tradición de la literatura española, está muy presente en algunas de sus novelas más famosas como Carreteras secundarias o Derecho natural. «No cabe duda –afirma– de que los pícaros y buscavidas, que muchas veces actúan en defensa propia para que no los engañen a ellos mismos, despiertan en cierto modo nuestra simpatía.

Además, en este caso, un pícaro que logró engañar a Franco siempre nos caerá simpático.

Por otra parte, es cierto que para conseguir sus propósitos tuvo gran influencia haber sido partidario de los golpistas y un excautivo de los republicanos. También jugó un papel importante haber conocido en la cárcel a gente influyente como Ramón Serrano Súñer, el cuñado del dictador y ministro de Asuntos Exteriores en los primeros años de la dictadura.

Pero, en cualquier caso, hay que reconocer la capacidad de persuasión de este Filek mujeriego, vividor y fantasioso que se marchaba sin pagar de los hoteles o registraba patentes, una tras otra, sin pagar la inscripción. Ahora bien, todo ello sucede en aquel ambiente de la posguerra manchado de una corrupción de casino de pueblo y de cuartel».

Filek con colaboradores, en El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940
Filek con colaboradores, en El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940

Para ilustrar aquel cruel esperpento de los Consejos de Ministros del franquismo en los años cuarenta, Martínez de Pisón refiere una anécdota sin desperdicio. En sus memorias, José Larraz, un católico que fue ministro de Hacienda en la posguerra, dejó escrito que dos de sus colegas habían aprovechado una ausencia suya para ir al lavabo para repartirse subvenciones fiscales.

Cuando se le pregunta al autor de Filek por su predilección por el siglo XX español a la hora de elegir muchos argumentos de sus novelas, el escritor aragonés contesta sin pensarlo dos veces que «la Guerra Civil resulta un tema literario fascinante y, desde luego, las épocas más convulsas siempre aparecen como más interesantes para un novelista».

Crecido en los años de la Transición, telón de fondo de varias de sus novelas, Martínez de Pisón sentencia que «conviene volver la vista atrás para comprender nuestro presente».

Retrato de Albert von Filek, El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940
Retrato de Albert von Filek, El Día de Palencia, 12 de marzo de 1940

La Guerra Civil que nunca se aprendió en las escuelas

23 febrero, 2018

Fuente: http://www.elpais.com

Por: Julián Casanova | 01 de abril de 2014

Cartel de Arnau sobre un parte oficial del cuartel del Generalísimo. / Biblioteca Nacional

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado», decía el último parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de abril de 1939, con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de Córdoba.

Atrás había quedado una guerra de casi mil días, que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española. El total de víctimas mortales, según los historiadores, se aproximó a las 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana. El desmoronamiento del ejército republicano en la primavera de 1939 llevó a varios centenares de miles de soldados vencidos a cárceles e improvisados campos de concentración. A finales de 1939 y durante 1940 las fuentes oficiales daban más de 270.000 reclusos, una cifra que descendió de forma continua en los dos años siguientes debido a las numerosas ejecuciones y a los miles de muertos por enfermedad y desnutrición. Al menos 50.000 personas fueron ejecutadas entre 1939 y 1946.

Los hechos más significativos de la Guerra Civil han sido ya investigados y las preguntas más relevantes están resueltas, pero esa historia no es un territorio exclusivo de los historiadores y, en cualquier caso, lo que enseñamos los historiadores en las universidades y en nuestros libros no es lo mismo que lo que la mayoría de los ciudadanos que nacieron durante la dictadura o en los primeros años de la actual democracia pudieron leer en los libros de texto del Bachillerato. Además, millones de personas nunca estudiaron la Guerra Civil porque no hicieron Bachillerato o porque nadie les contó la guerra en las asignaturas de Historia.

Setenta y cinco años después de su final, puede ser el momento de recordar cinco cosas básicas que todo ciudadano informado debería saber sobre la Guerra Civil, pero nunca le enseñaron.

  1. ¿Por qué hubo una Guerra Civil en España?

En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para contrarrestarlos.

La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.

La sociedad española se fragmentó, con la convivencia bastante deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque un golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del período, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido una guerra civil.

Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras República que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo. El Estado republicano se tambaleó, el orden quebró y una revolución radical y destructora se extendió como la lava de un volcán por las ciudades donde la sublevación había fracasado. Allí donde triunfó, los militares pusieron en marcha un sistema de terror que aniquiló físicamente a sus enemigos políticos e ideológicos. Era julio de 1936 [en la imagen, cartel de ese mes conservado en la Biblioteca Nacional] y así comenzó la Guerra Civil española.

  1. ¿Por qué la propaganda domina a la historia cuando se trata de la violencia?

Para los españoles, la guerra civil ha pasado a la historia, y al recuerdo que de ella queda, por la deshumanización del contrario y por la espantosa violencia que generó.

Los bandos que se enfrentaron en ella eran tan diferentes desde el punto de vista de las ideas, de cómo querían organizar el Estado y la sociedad, y estaban tan comprometidos con los objetivos por los que tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama internacional tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma, la guerra acabó con la aplastante victoria de un bando sobre otro, una victoria asociada desde ese momento a los asesinatos y atrocidades que se extendían entonces por casi todos los países de Europa.

La apelación a la violencia y al exterminio del contrario fueron además valores duraderos en la dictadura que se levantó sobre la Guerra Civil y que iba a prolongarse durante casi cuatro décadas. Por eso, la sociedad que salió del franquismo y la que creció con la democracia mostró índices tan elevados de indiferencia hacia la causa de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Y sigue sin haber acuerdo fácil en esa cuestión, porque todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores quedan reducidas a quién mató más y con mayor alevosía. En ese tema, todavía hoy, la propaganda, con sus habituales tópicos y mitos, suele sustituir al análisis histórico.

  1. ¿Cómo se vio y se ve la Guerra Civil española en el exterior?

Pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, la Guerra Civil española debe medirse también por su impacto internacional, por el interés y la movilización que provocó en otros países. En el escenario internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y de fascismo, España era, hasta julio de 1936, una país marginal, secundario. Todo cambió, sin embargo, a partir de la sublevación militar de ese mes. En unas pocas semanas, el conflicto español recién iniciado se situó en el centro de las preocupaciones de las principales potencias, dividió profundamente a la opinión pública, generó pasiones y España pasó a ser el símbolo de los combates entre fascismo, democracia y comunismo.

Lo que era en su origen un conflicto entre ciudadanos de un mismo país derivó muy pronto en una guerra con actores internacionales. La situación internacional era en ese momento my poco propicia para la República, y para una paz negociada, y eso marcó de forma decisiva la duración, curso y desenlace de la guerra civil española. La Depresión había alimentado el extremismo y minado la fe en el liberalismo y la democracia. Además, la subida al poder de Hitler y los nazis en Alemania y la política de rearme emprendida por los principales países europeos desde comienzos de esa década crearon un clima de incertidumbre y crisis que redujo la seguridad internacional.

Los mejores expertos sobre la financiación de la guerra y su dimensión internacional han destacado el desequilibrio a favor de la causa franquista de suministros de material bélico, pero también de asistencia logística, diplomática y financiera. Al margen de las interpretaciones canónicas de un lado o de otro, esos historiadores subrayan la trascendencia de la intervención extranjera en el curso y desenlace de la guerra. La intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista y la retracción, en el mejor de los casos, de las democracias occidentales condicionaron de forma muy importante, si no decisiva, la evolución y duración del conflicto y su resultado final.

Pero  a España no sólo llegaron armas y material de guerra. Llegaron también muchos voluntarios extranjeros, reclutados y organizados en las Brigadas Internacionales por la Internacional Comunista, que percibió muy claramente el impacto de la Guerra Civil española en el mundo y el deseo de muchos antifascistas de participar en esa lucha. Frente a la intervención soviética y a las Brigadas Internacionales, los nazis y fascistas [en la foto, una compañía del ejército fascista de marcha por España en 1937, retratados por el teniente italiano Guglielmo Sandri] incrementaron el apoyo material al ejército de Franco y enviaron asimismo miles de militares profesionales y combatientes voluntarios. La guerra no era sólo un asunto interno español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español se convirtió en campo de pruebas del nuevo armamento que estaba desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se anunciaba.

  1. ¿Por qué se movilizaron tantos extranjeros en la guerra española?

Dentro de esa guerra internacional en suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente comprometida con el conflicto.

  1. ¿Por qué ganó Franco la guerra?

Los militares sublevados en julio de 1936 ganaron la guerra porque tenían las tropas mejor entrenadas del ejército español, al poder económico, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos internacionales soplaban a su favor. Después de la Primera Guerra Mundial y del triunfo de la revolución en Rusia, ninguna guerra civil podía ser ya sólo “interna”. Cuando empezó la Guerra Civil española, los poderes democráticos estaban intentando a toda costa “apaciguar” a los fascismos, sobre todo a la Alemania nazi, en vez de oponerse a quien realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa situación internacional tan favorable a sus intereses.

La victoria incondicional de las tropas del general Francisco Franco, el 1 de abril de 1939, inauguró la última de las dictaduras que se establecieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La dictadura de Franco, como la de Hitler, Mussolini u otros dictadores derechistas de esos años, se apoyó en el rechazo de amplios sectores de la sociedad a la democracia liberal y a la revolución, quienes pedían a cambio una solución autoritaria que mantuviera el orden y fortaleciera al Estado.

 

Setenta y cinco años después, pocos creen ya que el objetivo del historiador es presentar a sus lectores “la verdad sin mancha ni pintura”, o que el pasado existe independiente de la mente de los individuos y lo que tiene que hacer el historiador, en consecuencia, es representarlo de forma objetiva. Que los hechos de la historia nunca nos llegan a nosotros en estado “puro” es algo que popularizó Edward H. Carr hace ya muchos años y había sido ya dicho por los historiadores norteamericanos de la “New History” a comienzos del siglo XX. Pero asumiendo que la verdad absoluta es inalcanzable, la función del historiador debería ser todavía, en palabras de François Bedarida, “la de descubrir modestamente las verdades, aunque sean parciales y precarias, descifrando parcialmente en toda su riqueza los mitos y las memorias”. Y algunas verdades relativas y bastantes certezas tenemos ya sobre la Guerra Civil, después de tantos intentos por reconstruir aquellos hechos y las vidas de los que los presenciaron, y por ampliar el foco, las fuentes y las técnicas de interpretación.

Además de difundir el horror que la guerra y la dictadura generaron y de reparar a las víctimas durante tanto tiempo olvidadas, hay que convertir a los archivos, museos y a la educación en las escuelas y universidades en los tres ejes básicos de la política pública de la memoria. Más allá del recuerdo testimonial y del drama de los que sufrieron la violencia, las generaciones futuras conocerán la historia por los libros, documentos y el material fotográfico y audiovisual que seamos capaces de preservar y legarles. Archivos, erudición, análisis, debates y buenas divulgaciones de los conocimientos. Eso es lo que necesitamos para seguir construyendo las partes del pasado que todavía quedan por rescatar. La propaganda y la opinión son otra cosa.

Julián Casanova es autor de España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española (Crítica).

Sofía Casanova, una reportera en la Gran Guerra

9 junio, 2017

Fuente: blogs..elpais.com/historias

Por: María José Turrión | 23 de enero de 2014

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Junto con Emilia Pardo Bazán y Concha Espina, la gallega Sofía Casanova forma parte de la tríada de mujeres que, en el 75 aniversario de la aparición de la revista Blanco y Negro, figuran entre los escritores, poetas y periodistas seleccionados en el especial dedicado a las letras que se publica. Entre ellos, Rafael Alberti, Antonio Machado, Ramón Gómez de la Serna, Ramón Pérez de Ayala o Juan Ramón Jiménez, un elenco importante de la cultura española. De las 33 figuras incluidas en el cuadro de honor del suplemento, solo se reseñan estas tres mujeres.

Si Pardo Bazán y Concha Espina son mujeres ampliamente conocidas en la sociedad actual, no ocurre lo mismo con Sofía Casanova, y ello a pesar de los interesantes actos, estudios y escritos realizados por particulares en los últimos años, como la biografía que escribe Rosario Martínez Martínez, o la organización de actos por parte de instituciones como, la Casa del Lector y el Instituto Polaco de Cultura que en fechas recientes hicieron un homenaje a la escritora en forma de mesa redonda. También en el último año se ha estrenado el documental A maleta de Sofía, película que narra una parte de la vida de la autora. Asunción Bernárdez Nodal, en Sofía Casanova en la I Guerra Mundial: una reportera en busca de la paz de la guerra, realiza un estudio del pacifismo en su obra, desde la óptica cristiana y desde su condición de mujer.

Sofía Casanova sin embargo fue ampliamente conocida y también reconocida por sus contemporáneos. En 1906 es elegida miembro de la Real Academia Gallega. Se la agasajó en vida. Sus conferencias fueron aplaudidas por hombres y mujeres. El hecho de ser la única española en las conflictivas Tierras de sangre, dispuesta a narrar sus peripecias, sus posturas personales frente a los conflictos, sobre todo el de la I Guerra Mundial y la Revolución rusa, hizo que fuera tratada de heroína, al convertirse como en alguna ocasión se la ha llamado en “notaria de la realidad”.

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I Guerra Mundial, 1914-1918.

Fue una mujer culta, muy conocida en los ambientes literarios de la época. De profunda tradición católica, mantuvo posturas a favor de Franco durante la Guerra Civil Española. En diciembre de 1938, declaraba a La Voz de Galicia, con ocasión de su marcha a Varsovia, que estaba convencida de que el golpe de Estado provocado por un sector del Ejército traería momentos de desarrollo y esplendor a España: “Creo en el caudillo como se cree en un ser superior, y la suerte de España guiada por él será la más grande y más fecunda de nuestra historia”. Este apoyo, que se contradice en ocasiones con su experiencia vital y profesional, no explicaría el porqué la dictadura la olvidó después de esa manera. Ni sus novelas, ni sus poesías, ni sus artículos periodísticos, de gran agudeza en sus análisis políticos, lograron sobrevivir a la segunda mitad del siglo XX. En realidad, no lograron sobrevivir al nazismo.

En desacuerdo con la República y profundamente monárquica, rompe con ABC, de cuya cabecera fue cronista durante la I Guerra Mundial y la Revolución rusa, cuando a la edad de 80 años manda su primera crónica después de la invasión polaca de 1939. Con gran esfuerzo por su ceguera, consigue escribir un artículo que, como única respuesta por parte del director del periódico, Luca de Tena, obtiene la negativa a publicar “nada que vaya en contra de los alemanes”. En palabras de su nieto, esta respuesta constituyó una muerte en vida. Desengañada de los suyos y atrapada en el totalitarismo que sufrió Polonia, primero nazi y después soviético, Sofía fue apagándose en su longeva y apasionante existencia.

Sofía Casanova, en realidad Sofía Guadalupe Pérez Casanova (A Coruña, España, 1861-Poznan, Polonia 1958), fue una escritora de novela y poesía, autora de obras de teatro y cartas. Fue también traductora, hablaba cinco idiomas, y publicaría además de en España, en Francia, Polonia y Suecia. Trabajos que compaginó con el periodismo, escribiendo artículos para los periódicos ABC, El Liberal, La Época y El Imparcial entre otros, y fuera de nuestras fronteras  en el New York Times o en la Gazeta Polska. Aunque Carmen de Burgos fue pionera, como mujer, en el reporterismo de guerra, al cubrir para el Heraldo de Madrid la guerra de Marruecos en 1909, Casanova lleva a cabo la corresponsalía de la I Guerra Mundial y la revolución rusa de 1917. Realiza una entrevista a Trotski, más propia de una aventurera reportera contemporánea que de una católica conservadora de su época: “Cuando hace cuatro días me decidí en secreto de mi familia a ir al Instituto Smolny, una nevada densa y callada, caía sobre San Petersburgo. Deseaba y temía ir –porqué no confesarlo– al apartado lugar donde funcionan todas las dependencias del Gobierno Popular… Obscuras [sic] las calles resbaladizas como vidrios enjabonados y completamente solitarias a aquella hora –cinco de la tarde- tras muchos tumbos encontramos un iswostchik somnoliento en el pescante del trineo…” Sofía, en compañía de Pepa, la señora que le acompañó desde Galicia en su periplo polaco, logró entrar en el Palacio Smolny sin ningún impedimento, solo el propio rechazo y el miedo que le provocaban los marxistas, entonces llamados maximalistas. Realizó la entrevista a Trotski, ministro de Asuntos Extranjeros, y a quien Sofía consideraba como la persona más interesante de las que rodeaban a Lenin.

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Asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo en noviembre de 1917.

Gran viajera, en el sentido más completo y complejo de la palabra. La oportunidad de viajar y aprender idiomas le vino al casarse con el diplomático Wincenty Lutoslawaski. Con él, noble terrateniente polaco, diplomático y filósofo, que había venido a Madrid a estudiar el pesimismo en la literatura española, y recién casada se traslada a Polonia en 1887. Desde entonces, llevará su Galicia natal en el alma, también las tertulias y reuniones literarias, a las que le había dado acceso Ramón de Campoamor, quien además fue el que le presentó a su futuro marido en una de estas reuniones. En estas tertulias, frecuentaba la amistad de Blanca de los Ríos o de Emilia Pardo Bazán. Sin embargo, su vida quedará prendida para siempre y atrapada en un país, Polonia, y, como él, padecerá y quedará presa de los totalitarismos alemán y soviético.

El hecho de vivir en primera persona los grandes conflictos de la Europa del siglo XX, la hizo tomar parte en ellos. Fue esencialmente una defensora a ultranza del nacionalismo polaco, país por el que sintió una gran admiración y devoción. Una Polonia que desde 1795 estaba fragmentada y dividida entre Rusia, Austria y Prusia, y que está de manera continua presente en sus escritos. El 7 de abril de 1916, publicaba María de Echarri en La Acción, unas palabras de la escritora, en las que Sofía trataba de enmendar la plana al cronista de prensa Schneider:

“Siento viva satisfacción en que la causa de Polonia se conozca extensamente en mi Patria… Polonia, mayor seis veces que Bélgica, es, de todos los pueblos mínimos arrasados y engañados por los grandes en el cataclismo actual, del que menos se habla públicamente en la Europa beligerante y la de los neutrales. Yo creo que hará obra de justicia y propaganda de la verdad, quién de a conocer, al menos en las naciones neutrales, la significación internacional de Polonia, sus aptitudes de self governements, su cultura y su indomable voluntad de vida independiente… Rompa usted señor Schneider, una lanza en pro del porvenir de Polonia, pero teniendo ‘solo’ en cuenta su ‘vivo’ e ineludible interés nacional, no los intereses de los imperios centrales o del coloso ruso, que argumentan con la fuerza de sus cañones”.

También la vemos alentando a la mujer española a ocupar un lugar en la vida pública para “mejorar, suavizar y engrandecer” la sociedad. Entendiendo la importancia de la educación de la mujer en la cultura y en la sociedad de un país:  “Nada hay que dé tan exacta idea de la cultura de un pueblo como la situación que en su sociedad ocupa una mujer. La instrucción de esta, que es factor importantísimo en el desarrollo general, se cuida extremadamente en Polonia. El estudio de los idiomas forma parte principalísima del programa educativo… la gran mayoría de las educandas habla y escribe cinco y seis lenguas europeas”. Lo escribía Sofía en 1926, aún no se había proclamado la II República en España, momento en el que llegaron algunos hitos importantes para el desarrollo de la mujer española y sistema frente al cual demuestra abierto rechazo. Mucho antes, ella había fundado el Instituto de Higiene Popular y fue condecorada con la Gran Cruz de la Beneficiencia.

Horrorizada por las atrocidades de la I Guerra Mundial, que la sorprende en la hacienda familiar de Drozdovo en Polonia, y que al ser invadida por los alemanes da lugar a una diáspora familiar que la aísla de los suyos. En estas circunstancias decide dedicarse al cuidado de los heridos, en los hospitales del frente y retaguardia. Experiencia que volcará en sus artículos, crónicas y conferencias, dando a conocer los desastres de la guerra y también la importancia y la defensa del papel de la mujer en la sociedad. 6a00d8341bfb1653ef01a51059043b970c

Estaba convencida de que la intrusión de la mujer en el escenario público aligeraría a las sociedades de la violencia y agresividad. Una agresividad que conoce de cerca cuando trabaja para la Cruz Roja. Es entonces cuando vive una de sus peores experiencias al ser destinada, en compañía de otras enfermeras, a recoger a 700 soldados heridos en el frente de batalla. Marcha en tren a la ciudad de Skierniewice en un recorrido difícil y duro en el que los aldeanos les advertían de no poder seguir avanzando sin riesgo de caer en manos de los alemanes: “Por el lado izquierdo aparecía todo el horizonte enrojecido por el intensísimo fuego, que no cesaba ni un instante, por el lado derecho la Rusia blanca y silenciosa… Y por fin llegamos a Skierniewice. ¡Cómo estaba aquello, Dios mío! Heridos, muertos, terror”. Y sin embargo Sofía todavía recuerda con mayor horror los últimos meses de 1915: “Cuando la ola de hambrientos, de famélicos, de extenuados, no nos dejaban curar a los cuatro o cinco mil heridos que recibíamos a diario”. Por aquel entonces ella y su familia se alimentaban de pan negro amasado con paja. Por la labor que hizo en los hospitales durante la I Guerra Mundial, fue condecorada por el zar Nicolás II con la Medalla de Santa Ana.

Vivió de cerca la revolución rusa y la lucha entre los partidarios de Trotsky y de Lenin. Se conmovió profundamente con el asesinato de la familia del zar, con los encarcelamientos de obispos católicos, las purgas y asesinatos, todo ello la llevaría a ser una anticomunista convencida. La revolución de Octubre, además de en sus crónicas y artículos periodísticos, quedará reflejada en De la revolución rusa de 1917; La revolución bolchevista. Diario de un testigo y En la Corte de los Zares. Del principio y del fin de un imperio.

En este año que se recuerda el centenario del inicio del gran conflicto bélico que supuso la I Guerra Mundial, cabe ocuparnos de una mujer inusual para su época, una escritora y reportera atrapada en la crudeza de las grandes guerras y conflictos del siglo XX, que murió casi centenaria, ciega y olvidada  en la gélida Polonia soviética.

«Soy la única mujer española que vengo de aquellos lugares de desolación y muerte, en donde los hambrientos cavan sus fosas y en ellas se matan con sus mujeres e hijos”.