Posts Tagged ‘biografías y memorias’

Ricos y pobres, explotados y explotadores

1 noviembre, 2022

Fuente: blogs.elpais.com

Por: F. Javier Herrero | 05 de febrero de 2015

En 1990, mientras los regímenes comunistas de Europa Oriental se venían abajo y en Moscú las colas se hacían para adquirir bienes de primera necesidad y también para entrar en el restaurante McDonald’s recién abierto en la Plaza de Pushkin, el firmante de este post asistía a sus clases nocturnas de Historia de los Movimientos Sociales en la Universidad Autónoma de Madrid. No recuerdo el nombre de mi profesor, pero sí se me quedó grabado el nombre de otro, que impartía esa asignatura en horario de mañana, Manuel Pérez Ledesma. Tuve la suerte de escucharle en algún ciclo de conferencias y, gracias a su brillantez, volví a comprobar lo importante que es la calidad de la labor docente cuando un alumno se enfrenta a un campo concreto de estudio. Hace pocos meses, llegó a las librerías su última publicación, una recopilación de sus trabajos titulada La construcción social de la Historia, Alianza Editorial, extraídos entre su extensa tarea de investigación de toda una carrera como historiador de lo social y cultural. Su especialidad, el análisis de los movimientos sociales, lo que se acabó denominando las formas de acción política y social no institucionalizada, no recibió atención por parte de los historiadores hasta mediados del siglo pasado, en que estos confluyeron con politólogos y sociólogos en su preocupación por interpretar la acción colectiva. Es entonces cuando aparece el clásico El nacimiento de la clase obrera en Inglaterra de E.P. Thompson o los trabajos de Charles Tilly sobre La Vendée francesa. En 1971 Eric Hobsbawm llamaba la atención sobre la necesidad de investigar los movimientos populares para conocer las estructuras sociales subyacentes y sus tensiones, así como por la amplísima documentación que estos conflictos generaban, la cual daría voz a quienes a lo largo de la historia no tuvieron otra forma de expresión. Desde otra perspectiva, Doug McAdam los consideraba una “forma de hacer política por otros medios”, los únicos con los que cuentan los grupos sociales desprovistos de poder, que no consiguen ser oídos de otra manera en las instancias donde se gestiona la política y se decide su destino.

Como afirma Rafael Cruz en la introducción del libro, la idea básica que fluye a través de los textos seleccionados plantea que “la historia supone una ingente construcción social realizada tanto por los cronistas e historiadores como por los protagonistas a la hora de enfrentarse a los conflictos sociales en que se encuentran inmersos”. Para entender esos conflictos, para aproximarse a la historia, el principal objeto de estudio de Pérez Ledesma es el lenguaje y sus significados en cada momento histórico, los nombres que, lejos de ser un reflejo de la realidad, forman  parte de ella. De 1987, cuando el autor ya se había alejado de los postulados del análisis marxista de la historia y había sido tildado de pertenecer a la “escuela revisionista madrileña”, se recoge El proletariado revolucionario y las “revoluciones proletarias”, en donde se contrasta la teoría de Marx y Engels sobre el proletariado y su misión revolucionaria con la evolución histórica del mismo desde 1848. Cuando el materialismo histórico aún era potente para analizar el pasado, Pérez Ledesma ya afirmaba que “ni la clase obrera de los países industrializados ha seguido el camino que Marx le marcó, ni las luchas protagonizadas por ella han tenido el carácter revolucionario previsto, ni las revoluciones que han triunfado en el siglo XX, dentro o fuera de Europa, responden al modelo de revolución proletaria”. En Europa, a la postre, “la industrialización no condujo a una agudización de la lucha de clases sino a una creciente institucionalización del conflicto social”, mientras los procesos revolucionarios que salieron adelante contaron con un papel muy destacado del pequeño productor agrario, al que tanto se despreció desde el marxismo.

ARC5942439

Fundidores de La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, a principios del siglo XX / Autor desconocido

La Comisión de Reformas Sociales, creada en 1883 para conocer la situación de los trabajadores en España ha servido a Pérez Ledesma para desarrollar diversos trabajos como “Ricos y pobres; pueblo y oligarquía; explotadores y explotados. Las imágenes dicotómicas en el siglo XIX español”. De los testimonios aportados ante esa comisión el autor concluye que, a pesar de lo diverso de las situaciones económicas, era predominante entre las principales clases sociales una visión reduccionista y simplificada de la realidad social, que llegaba incluso al “enfrentamiento entre nosotros y ellos”. Católicos y conservadores querían legitimar una situación de desigualdad recurriendo incluso a su origen divino, proponiendo como programa la caridad de los ricos, la resignación de los pobres y la recristianización del conjunto social. Demócratas y republicanos lo fiaban todo a la conquista de los derechos políticos como el sufragio universal para desbancar a la clase media y sus inicuos privilegios. La visión obrerista ofreció otra representación dual, la de explotadores-explotados, que en las primeras décadas del siglo XX se difundiría entre obreros y campesinos con fuerza. El enfrentamiento final que se produce en la Guerra Civil encuentra su explicación en la debilidad de las visiones reformistas que no fueron capaces de hacer oír sus propuestas políticas en un ambiente tan enconado. “El miedo de los acomodados y la moral de los obreros”, tercer relato recogido en el libro, también se vale de los testimonios de la Comisión antes citada y analiza el comportamiento de la burguesía ante el naciente protagonismo obrero durante el Sexenio Revolucionario. Estamos ante una oleada de temor que no encuentra explicación cuando se comparan las respuestas dadas y las dimensiones reales del peligro que las originaban. Una amenaza exterior que apuntaba en la Comuna de París de 1871 y su posible contagio a España, pudo servir como germen de un proceso mental que llevó a identificar a los trabajadores manuales con la pobreza, la subversión y las más bajas pasiones. Los esfuerzos de los propios trabajadores por reaccionar contra esos estereotipos y transmitir una imagen de la clase obrera que “a pesar de la falta de instrucción, es más moral y honrada que la clase explotadora”, como señalaba el Centro Obrero de Barcelona, fueron un instrumento que propició la consolidación de la identidad de la clase obrera.

 La construcción de esa identidad mencionada arriba como resultado de un largo proceso histórico, quiénes la impulsan y cómo se logra convertirla en una pieza fundamental de la visión de la sociedad y la acción colectiva de un conjunto cada vez más extendido de trabajadores durante las últimas décadas del siglo XIX español, es el tema que en 1997 acomete Pérez Ledesma en “La formación de la clase obrera. Una creación cultural”. Mediante un enfoque que invierte el recorrido y frente a la versión tradicional, que parte de la existencia previa de la clase obrera que proporciona una “conciencia de clase”, unos objetivos programáticos y un movimiento obrero que los persiga, el autor infiere que, en cuanto sujeto histórico, “la clase obrera fue el resultado de una acción continuada de los integrantes del movimiento obrero; fueron ellos quienes interpretaron las experiencias comunes de los trabajadores y difundieron los marcos conceptuales que permitían a estos últimos integrarse en una identidad colectiva”.

Algunos protagonistas de la vida política de esas décadas han sido también estudiados por Pérez Ledesma en el campo de la biografía, como José Nakens, director del semanario satírico El Motín, republicano por la insurrección y fervoroso anticlerical que se vio envuelto en el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII. “Fue ensalzado por muchos como modelo de honestidad y coherencia, combatido por otros tantos por su sectarismo anticlerical; excomulgado, (…) criticado con frecuencia por sus propios correligionarios; detenido, encarcelado, procesado o multado en varias ocasiones…”. Cuando llegó su muerte en 1926, la conservadora Asociación de la Prensa le homenajeó con un entierro al que acudieron grandes multitudes y según el diario El Liberal se iba “el último representante de una generación gloriosa”. ¿Se reducía su personalidad a la del famoso comecuras? ¿el reconocimiento final que le llega en su entierro pudo ser cauce de expresión contra la dictadura sin visos de final de Primo de RiveraLa importancia de los significados y el lenguaje en la obra del autor se hace evidente en el último texto recogidoEl lenguaje de la ciudadanía en la España contemporánea, que indaga en la evolución histórica de esa voz desde la promulgación de la Constitución de 1812 hasta nuestros días. A diferencia de Francia donde se identificaba con igualdad, en España la situación política de cada momento afectará a la valoración del término, pero gracias a que con la Constitución de 1978 vuelve a recuperar su pleno contenido político, se podría afirmar que, frente al carácter excluyente de otras identidades colectivas, como la clase, el pueblo o la nación, tan habituales en el lenguaje político del pasado, el término ciudadanía goza de buenísima salud y su futuro parece próspero. Eso mismo es lo que deseamos al catedrático Manuel Pérez Ledesma y su trabajo para que siga contribuyendo al conocimiento de la historia contemporánea española y podamos obtener respuestas a las nuevas preguntas con que las fuentes, las de nuevo acceso y las antiguas también, interpelan a los historiadores inquietos.

La mujer que Estados Unidos odiaba

21 enero, 2022

Fuente: blogs.elpais.com

 Manuel Morales | 21 de enero de 2015

Foto-emma-goldman

Emma Goldman da un mitin en Nueva York el 21 de mayo de 1916. / CORBIS

Hostigada por la policía, los jueces y los matones a sueldo, la judía Emma Goldman fue uno de los líderes que intentó que brotase el anarquismo en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Nacida en Kaunas (Lituania) el 27 de junio de 1869, protagonizó una infatigable labor a través de sus escritos y en mítines y conferencias por suelo estadounidense para reivindicar derechos de los trabajadores, el amor libre o el ateísmo. A la vez, cargó contra el capitalismo que había convertido en desdichados de vida miserable a miles de personas y el militarismo, sobre todo cuando estalló la I Guerra Mundial. Goldman contó gran parte de su intensa existencia en Viviendo mi vida, libro escrito en Saint-Tropez (Francia) en 1931 y cuyo primer volumen, el que abarca hasta 1911, han reeditado en castellano Capitán Swing y la Fundación Anselmo Lorenzo. La segunda parte, en la que cuenta su oposición a la Gran Guerra y su presencia en la recién nacida Unión Soviética, verá la luz este año, señala la traductora Ana Useros.

Tras pasar su infancia en San Petersburgo, Goldman dejó la Rusia zarista en compañía de su hermanastra Helen. Como miles de inmigrantes, llegó a Nueva York (la gran urbe le pareció «fría y hostil») y con apenas 20 años comenzó a trabajar como costurera con jornadas maratonianas y por muy poco dinero. Ese vivir depauperado y la condena a muerte de cuatro activistas en noviembre de 1887 en Chicago, acusados de la explosión de varias bombas meses atrás, fueron determinantes para impulsar su trayectoria de sindicalista y propagandista de las ideas de Mijaíl Bakunin.
 
En las 574 páginas del primer volumen, Goldman detalla su actividad en el movimiento obrero, la llamada a las huelgas, las protestas, los mítines y la defensa de la libertad de expresión. «Era una todoterreno», destaca Useros, «una fuerza de la naturaleza capaz de llevar un hogar, escribir y dar conferencias y mítines durante todo el año».

En Viviendo mi vida, Goldman también desnuda su alma con el recuerdo de su violento padre y sus complicadas relaciones con los hombres. «Tuvo varias parejas por atracción intelectual. Cuando era joven, se trataba de la típica subyugación de mentor-alumna», apunta la traductora. «Pero más adelante sus relaciones son por deseo, incluso en ocasiones ama a dos hombres a la vez». Goldman se revolvió siempre cuando ellos le exigían «un papel más tradicional». A Useros le llama la atención en esta mujer «su resistencia a compartir habitación con sus parejas, a pesar de que viven en pisos que tienden a ser comunas, en las que entraba y salía gente. Quería su propio espacio».

Con su adelantado feminismo, se implicó también en la defensa del control de la natalidad y denunció la hipocresía social con la prostitución, por la persecución a las mujeres que la ejercían, lo que no ocurría con los hombres que contrataban sus servicios. Sin embargo, el libro no es únicamente la vida de una activista «con un gran poder de palabra y capacidad para arengar a las masas». Goldman también fue una mujer a la que le gustaba la música, el teatro, el arte, la literatura y el baile. Al contrario que algunos de sus correligionarios, no consideraba estas manifestaciones algo banal, sino placenteros modos de disfrutar de la existencia. Así, Goldman relata cómo en una reunión de camaradas que acaba en baile, uno de sus compañeros le afeó sus movimientos exagerados al ritmo de la música, a lo que ella respondió: «Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución».

En el texto, la anarquista combina su agitado presente con episodios de su infancia, la escuela y su familia, que les sirven para explicar sus reacciones e ideas. Sin embargo, en su deseo por contar hasta el último de sus viajes y actos por distintas ciudades de EE UU y Europa –en reiteradas ocasiones prohibidos o reventados–, el libro se vuelve repetitivo. Hay episodios más interesantes en la vida de Emma la Roja, como la motejan sus enemigos: especialmente su condena en 1893 a un año de prisión por «incitación a la revuelta». Un periodo que aprovechó para leer a los teóricos del anarquismo y aprender el oficio de enfermera.

Ese será el comienzo de su complicada relación con la justicia estadounidense, agravada cada vez que se produce un atentado de un anarquista, porque en sus discursos intentan las autoridades hallar pruebas de que está detrás de esas acciones. Esta tensión la hará ser odiada y considerada poco menos que el demonio. El ataque en el que sí cooperó fue el que llevó a Alexander Berkman, –Sasha, como ella le llama, primero camarada y después amante– a 14 años de cárcel por disparar contra Henry Clay Frick, presidente de la compañía Carnegie Steel. Más adelante se la intentó implicar en el asesinato del presidente estadounidense William McKinley, perpetrado en septiembre de 1901 por Leon Czolgosz, un joven que días antes había asistido a un mitin de Emma y se había presentado a ella, pero con otro nombre.

Otra cuestión llamativa en el relato es el papel de los periódicos estadounidenses. Goldman recupera informaciones que falsearon acontecimientos vividos en primera persona y que, con pocas excepciones, dejan a la prensa como un instrumento al servicio de magnates y políticos. «Ella supo manejar bien este asunto. Siempre buscaba hablar en los diarios con los periodistas más proclives a sus ideas», afirma Useros. Precisamente, una de sus preocupaciones será dar vida a una publicación que defienda la ideología libertaria y responda a los medios tradicionales. De ahí nace la revista Mother Earth en 1906.

Este volumen autobiográfico se detiene en 1911, pero la vida de Goldman no deja de ser apasionante ante los acontecimientos turbulentos que se suceden en el nuevo siglo. Así, se implicará en el pacifismo contra la Gran Guerra hasta que su país de adopción decide deportarla por «ser una mujer muy peligrosa»; después vivirá en la Unión Soviética hasta sufrir el desengaño por los métodos represivos y ayudará a la Confederación Nacional de Trabajadores, sindicato anarquista, en la Guerra Civil española. Esta mujer que conoció a Lenin, Kropotkin, Bertrand Russell, Gorki y Stanislavski, entre otros, murió en Canadá en 1940 de un derrame cerebral.

Babur, el primer mogol de la India

11 julio, 2019

Fuente: https://blogs.elpais.com/historias

Por: EL PAÍS 16 de octubre de 2014

Babur Cortada

Por Luis Mazarrasa Mowinckel

La conquista del Indostán no entraba en los planes de Zahirudín Muhammad Babur, el hijo del Sheik Omar que poseía el valle de Ferghana –en el actual territorio de Uzbekistán- en los últimos años del siglo XV. Porque, en realidad, la tierra que codiciaba cuando a los doce años heredó el Señorío donde galopaban los míticos caballos de Ferghana era Samarcanda, a pocas jornadas de marcha en dirección oeste desde su feudo.

La legendaria ciudad de la Ruta de la Seda había estado en poder de los antepasados de Babur desde que en 1370 Timur o Tamerlán –padre de su tatarabuelo- estableciera en ella la capital del Imperio Timúrida. Incluso, siglo y medio antes, en 1220, otro ancestro de Babur, el mongol Gengis Jan, también había conquistado Samarcanda.

Sin embargo, la joya de Asia Central siempre le resultaría esquiva a quien llegaría a ser el primer emperador mogol de la India. En 1497, dos años después de proclamarse soberano de Ferghana, Babur aprovechó el vacío de poder en Samarcanda a la muerte del emir, su tío, para marchar al frente de una campaña de conquista. Solo tenía catorce años.

Los príncipes timúridas, descendientes de la dinastía que fundó Tamerlán, se repartían las principales ciudades de sus dominios a la muerte de un soberano, como era tradición desde la época de sus antepasados mongoles en las estepas de Asia Central; y lo hacían esgrimiendo la espada como derecho dinástico inapelable. De hecho, Timur y su estirpe provenían de una tribu resultante de una fusión de pueblos túrkicos y mongoles. Y Babur, además, parecía contar todavía con más derechos para litigar por el poder, ya que también descendía directamente de Gengis Jan por parte de su madre.

Así, Herat, Kandahar, Bujara o el Jorezm lindante con Persia pasaban por continuas disputas entre los tataranietos de Timur pero, sin duda, la próspera, culta y refinada Samarcanda –la única ciudad que amó y embelleció aquel terrible emperador- era la más codiciada.

Cuando las noticias del estallido de una guerra civil sucesoria entre sus primos llegaron a oídos de Babur no le fue difícil convencer de la oportunidad para la toma de la ciudad a sus umarah, los nobles mogoles, y a sus soldados, que generalmente sólo eran leales ante la posibilidad de un buen botín. Después de un asedio de siete meses Babur entró triunfante en Samarcanda y sus primeras visitas en la milenaria ciudad fueron a la tumba de Timur, la madrasa -la escuela coránica- y el observatorio construidos por su nieto Ulugh Beg, el Sultán Astrónomo; los tres, monumentos edificados según los cánones arquitectónicos persas que todavía hoy puede admirarse en mezquitas y obras civiles de Isfahán o Qom.

Porque Persia, el poderoso vecino y una de las grandes madres de la civilización asiática junto con China y la India, siempre fue el referente cultural de los mogoles desde que Timur y sus descendientes intentaran y consiguieran refinar la rudeza heredada de las hordas de Gengis Jan con una pátina de la sofisticada civilización de las ciudades iranias que conquistaban y, en muchos casos, arrasaban. Timur, de quien se calcula que causó 17 millones de muertos en correrías en las que destruyó Bagdad, Damasco, Isfahán o Delhi, solía ordenar el asesinato de decenas de miles de los habitantes de una ciudad vencida y salvar la cabeza de los mejores arquitectos, artesanos, calígrafos y miniaturistas. Todos ellos eran conducidos cautivos a Samarcanda para embellecer las obras en las que se dejarían la vida miles de esclavos también capturados por Tamerlán.

Ese estilo de construcción originario de Persia y caracterizado por el uso de cúpulas en forma de bulbo, jardines dispuestos en perfecta geometría y la profusión de azulejos en tonos añil viajaría un siglo y medio más tarde desde Samarcanda y Bujara a la India, a través de la conquista mogola, y se plasmaría en fuertes, palacios, mezquitas, madrasas y mausoleos, el más conocido de los cuales sería el eterno Taj Mahal, edificado por un tataranieto de Babur.

A Babur le pareció en la primera conquista de una ciudad que llegaría a tomar y perder en tres ocasiones que “pocos lugares hay en el mundo más placenteros que Samarcanda”, pero sólo pudo disfrutar de su posesión durante tres meses. En seguida, muchos de sus soldados desertaron al comprobar que el botín prometido era mucho más exiguo a causa de la guerra civil librada hasta la llegada del mogol. Al mismo tiempo, varios nobles de Andijon, la ciudad donde había nacido Babur, se rebelaron aprovechando su ausencia y nombraron emir de Ferghana a su hermano Jehangir, de doce años.

Barbur 3
Babur hubo de abandonar apresuradamente Samarcanda y tardó dos años en recuperar su feudo, después de terribles meses en medio de grandes penalidades en las frías montañas de Ferghana. Una vez pacificado el territorio, de nuevo un suceso insólito en relación con la añorada ciudad iba a conmocionar su corte. En 1500, Shaybani Jan, caudillo de una ruda tribu de uzbekos venidos de las estepas del norte, se apoderaba de Samarcanda, que por primera vez en más de cien años tenía un gobierno de intrusos no timúridas.

Otra vez un ejército de mogoles se puso en marcha para reparar la ofensa y, en un momento de ausencia de Shaybani Jan, Babur conquistaría la ciudad por segunda vez, y el pueblo de Samarcanda, jubiloso ante la vuelta de un descendiente del gran Timur, masacraba a los uzbekos atrapados dentro de sus muros.

Como una repetición de lo acaecido en su primera aventura, Babur tendría que salir huyendo de Samarcanda una noche del siguiente invierno, después de soportar meses de duro asedio de los uzbekos sin que ninguno de sus primos timúridas acudiera a sus llamadas de ayuda. Para mayor humillación, el bárbaro Shaybani exigió, a fin de garantizar la vida de los mogoles en retirada, la entrega en matrimonio de Janzada, la bella hermana mayor de Babur, que pasaría diez años de horror en el harén del uzbeko.

En los tres años siguientes Shaybani arrebataría la totalidad de sus territorios en Ferghana a Babur quien, al mando de unos pocos centenares de soldados fieles que constituían poco más que una partida de aventureros, cruzó las agrestes montañas del Hindu Kush para intentar hacerse con otra capital perdida por un timúrida: Kabul. Allí, el caudillo de una tribu arghún se había hecho con el poder a la muerte de otro de sus tíos. En 1504 logró expulsar a los arghunes y, al ser el único jefe timúrida en gobernar una de sus antiguas ciudades, se proclamó Pachá y exigió que todos los clanes descendientes de Timur le rindieran vasallaje.

Kabul era entonces un paso esencial de las caravanas que iban y venían desde el Imperio Otomano y Persia hasta China; en sus bazares se comerciaba con especias, caballos y esclavos y se hablaba no sólo chagatai –la lengua túrkica de los mogoles transmitida por las huestes del mongol Gengis-, sino también persa, árabe, chino, tayiko, dari o hindi. Babur se enamoró de la ciudad y quedó asombrado de su impronta cultural, donde los nobles se educaban en la caligrafía, poesía, pintura, música, iluminación de coranes y códices, y la formación de los príncipes incluía también la esgrima, la lucha, la cetrería y la caza.

El nuevo soberano de la región de Zabulistán adornó la capital con hermosos barghs, los típicos jardines persas, y se sumergió en el aprendizaje de la poesía venida de Herat, la ciudad irania poseedora de la cultura más sofisticada de la época.

Pero la nostalgia de Samarcanda, el deseo de su conquista, acompañaría a Babur durante toda su vida y en 1510, con la derrota y muerte del Shaybani Jan infligidas por el Shah Ismail de Persia en la batalla de Merv, el mogol organizó de nuevo una expedición. Esta vez contaría con la ayuda del emperador persa, quien además había liberado a la humillada Janzada y la había devuelto sana y salva a Babur.

Un año más tarde Babur entraría en Samarcanda por tercera vez, entre los vítores de una población que semanas más tarde le daría la espalda a causa de su conversión a la fe chiíta obligado por el Shah. Ello, unido a un nuevo asedio de los uzbekos, le llevó a perder definitivamente la ciudad ocho meses después y retornar a Kabul. Samarcanda ya no volvería a sentar a un timúrida en su trono.

Tumba de Babur2

Mausoleo de Babur en Kabul / LUIS MAZARRASA

Pero, pese a su amor por Kabul y sus dominios, las riquezas de esa tierra no eran suficientes para mantener las ambiciones de un ejército y unos nobles cuya lealtad tenía mucho que ver con las recompensas obtenidas en las campañas militares, por lo que Babur empezó a fijar la mirada en un objetivo que antes no había analizado seriamente: el Sultanato de Delhi. Gobernado por una dinastía afgana, los Lodi, el trono de Delhi había pertenecido hacía más de cien años a los gobernadores que Timur había designado allí después de su saqueo.

Babur, como sucesor del turco-mongol que aterrorizó gran parte de Asia, envió un emisario al sultán Ibrahim ordenándole la entrega de un territorio que se extendía desde Lahore hasta la frontera con Bengala, por el este, y hasta los dominios de los rajás hindúes en la India Central. A cambio, le ofreció un azor.

Ni que decir tiene que Ibrahim Lodi, poseedor de un ejército mucho más numeroso que el mogol, rechazó de plano tal pretensión, en un contexto en el que todas las dinastías ganaban un reino arrebatándoselo a la anterior y para él Timur no era más que el caudillo de una horda de salvajes venida del norte que destruyó la hermosa Delhi y se llevó a miles de sus habitantes como esclavos.

Después de apoderarse del enclave estratégico de Kandahar, los mogoles se enfrentaron a las tropas del Lodi –musulmanas como ellos- en abril de 1526 en Panipat, ya a las puertas de Delhi. La superioridad numérica del ejército del Sultanato era abrumadora, pero Babur contaba con un arma secreta: la artillería y los mosquetones adquiridos al sultán otomano a través de su amigo el Shah de Persia y manejados por oficiales turcos. Las armas de fuego, desconocidas en la India salvo en las batallas de los portugueses contra el Sultanato de Gujarat en el suroeste de la península, provocaron, además de una enorme sangría en las filas de Ibrahim Lodi, el pánico entre sus hombres y sus centenares de elefantes, que huyeron del campo de batalla aplastando a su propio ejército.

De este modo, Babur fundaría la dinastía Mogol que permanecería en la India hasta su derrocamiento por parte de los británicos en 1857. En sus nuevas posesiones, Babur, un aguerrido soldado, inteligente caudillo, gran nadador, luchador y cazador, pero también poeta y amante de las artes, escribiría su fascinante historia, el Baburnama, que al mismo tiempo fue una especie de enciclopedia de todo lo que había visto y conocido a lo largo de su vida, en una obra que se considera la primera autobiografía del mundo islámico.

En 1530, cuatro años después de la victoria en Panipat, Babur moriría con solo 47 años en el Fuerte Rojo de su capital, Agra. Su cuerpo reposa en una sencilla tumba de sus amados jardines de Kabul. Su hijo mayor, Humayun, que tuvo su bautismo de fuego con 17 años en aquella batalla, heredaba el trono del Imperio Mogol.

Luis Mazarrasa Mowinckel es periodista y escritor.

Demolición de Marco Aurelio

3 May, 2019

http://www.blogs.elpais.com

Por: F. Javier Herrero 25 de septiembre de 2014

Marco ecuestre

Estatua ecuestre de Marco Aurelio en el Campidoglio, Roma / Leemage, Getty

A juicio de sus contemporáneos, Marco Aurelio fue el emperador perfecto, aquel cuyo reinado fue la época más feliz del mundo antiguo, último de la serie de los llamados ‘emperadores buenos’ del siglo II d. C. Las fuentes históricas de aquel tiempo nos han legado la figura de un emperador que siempre obró con rectitud, sabiduría y humanidad, guiado por su pasión por la filosofía estoica. Y si prefiriésemos evocar a nuestro personaje con herramientas actuales, los cinéfilos podrían revisar las memorables interpretaciones que de él hicieron Alec Guiness en La caída del Imperio Romano Richard Harris en Gladiator, que nos dejaron una positiva y bienintencionada imagen de Marco. Pero si analizamos la documentación de la época, y de Marco Aurelio queda muchísima, con las gafas de la crítica, el resultado puede ser demoledor. Esa es la tarea que se propuso el profesor Augusto Fraschetti, profesor de Historia romana en la Università di Roma La Sapienza y la Universidad de La Sorbona, con Marco Aurelio, la miseria de la filosofía (2007), que ha sido publicado este año en español por Marcial Pons gracias a la traducción de Javier Arce.

Es necesario aclarar que se trata de una obra póstuma que Fraschetti estaba terminando cuando falleció en 2007, pero que se decidió publicar como homenaje al autor. Por ello se echa en falta una última corrección que eliminase repeticiones, reducción de textos citados in extenso, etc,. No obstante, la profusión de notas, citas y textos de fuentes diversas juegan a favor de la obra. En cuanto al enfoque, el autor opina que quizás se le puede reprochar “el haber intentado reconstruir en todos sus aspectos las diferentes fases de un reinado de forma quizás no demasiado benévola en relación con su protagonista”. Si por benevolencia entendemos simpatía y buena voluntad hacia las personas, en este ensayo el lector tendrá complicado encontrar algo de ella hacia Marco Aurelio.

Desde el reinado de Nerva se inicia lo que se denominó el “imperio adoptivo”, que se basaba teóricamente en la elección del “mejor” por parte del Augusto para sucederle en el trono de Roma. Los investigadores -alemanes sobre todo- que creyeron que este fue el método sucesorio del siglo II, recurrían a unos ‘principios de adopción’ descritos por TácitoPlinio. Marco Aurelio designó a su hijo Cómodo sucesor del Imperio con lo que ese ideal político, que se suponía que era el óptimo, tocaba a su fin según Fraschetti, pero hay que añadir que ninguno de los emperadores adoptivos anteriores tuvieron descendencia masculina directa y no sabemos qué habría pasado si Adriano hubiese tenido un hijo natural. El profesor italiano sabía que la elección del “mejor” no pasaba el examen de la realidad y analiza el papel que jugaban las mujeres de la domus Augusta, en quienes el mismo Marco Aurelio veía la “dote imperial” ya que transmitían el vínculo que radicaba en la gens Aelia. Se acerca en ese análisis al que ya llevó a cabo Alicia M. Canto, profesora de la UAM y miembro de la Real Academia de la Historia, sobre la dinastía Ulpio-Aelia, que incluye desde los italicenses Trajano y Adriano hasta Cómodo (98-192 d.C.), una verdadera dinastía hispana enraizada en la Bética con fuertes lazos de consanguinidad y comunes objetivos políticos, como lo demuestra el origen de los padres de Marco Annio Vero, nuestro Marco Aurelio, que nacieron en la colonia cesariana de Ucubi, la actual Espejo cordobesa.

Marco-aurelio-la-miseria-de-la-filosofia-9788415963097

Al ser proclamado emperador, Marco pide al Senado que sean aplicadas las disposiciones sucesorias de Adriano y que su hermano adoptivo Lucio Vero le acompañe en el coprincipado con lo que Roma dispondría de dos Augustos con poderes idénticos a todos los efectos, la misma auctoritas y la misma potestas. Lo que según la historiografía tradicional fue una armoniosa relación fraternal, según Fraschetti no fue tal y la política de guerra lo demostraría. El Imperio Parto desafió a Marco desde Oriente al poco de ser proclamado emperador, tratando de controlar el estado tapón armenio. Lucio Vero tomó las riendas de la expedición romana que respondería a Vologeses III de Partia, ya que Marco carecía de  conocimientos militares. Al contrario de lo que afirma la Historia Augusta -una compilación de biografías imperiales de la época-que describe a Lucio como un depravado e inmoral, Fraschetti opina que este cumplió impecablemente con los objetivos y no cuestiona la expedición, pero una vez controlada Armenia, ¿era necesario desde el punto de vista del gasto militar llegar hasta Ctesifonte, la misma capital parta, y destruir Seleucia, ciudad que se rindió sin batallar?

Cuando las legiones vuelven a Roma con Lucio en 165 d. C. no vienen solas. Vuelven victoriosas pero traen la peste. La enfermedad se extendió por todo Occidente y en su peor fase se cobró en Roma 50.000 muertes diarias con unas consecuencias que persistieron durante largo tiempo. Con este panorama, el limes septentrional del Imperio se derrumba por la presión que ejercen marcomanos y cuados, y Marco Aurelio ya no sabrá lo que es una paz definitiva en el Danubio y el Rin hasta su muerte. 300 años después, el territorio itálico vuelve a ser invadido y Aquileia –situada en el Véneto- es sometida a asedio. Marco se vio obligado a gestionar reclutamientos militares masivos para contener a los bárbaros, con el gasto económico añadido que impuso a una sociedad asolada por la peste, pero en opinión de Fraschetti, el problema principal era la estrategia a seguir con los enemigos del norte. Lucio Vero quería mantener la política de contención y diplomacia que caracterizó los reinados de Adriano y Antonino Pío, con bastante éxito, mientras que Marco estaba a favor de “una política imperialista” que llevase las fronteras de Roma hasta el Elba, creando las nuevas provincias romanas de Marcomania y Sarmacia, lo cual era de todo punto insostenible. Según Fraschetti, el empecinamiento de Marco en estas guerras, constante juego del gato y el ratón sin visos de victoria, pasará una factura que le costará demasiado cara a Roma.

Marco aureo

Áureo con la imagen de Marco Aurelio / Dagli Orti, Getty

Esa factura económica se componía de varios elementos: la falta de mano de obra en el campo y las ciudades, el aumento de la presión fiscal a causa de las guerras nórdicas, la decisión de devaluar el denario debida a las exangües reservas de plata y la espiral inflacionista generalizada. La situación era tan difícil que Marco decidió incluso subastar las propiedades imperiales para financiar las levas militares. Todo esto lleva a Fraschetti a afirmar que “el comienzo de la decadencia  del Imperio romano se debe hacer recaer sobre el emperador-filósofo Marco Aurelio. Él (…) no deja de aparecer como un completo ignorante de las leyes que regulan una economía de mercado y la marcha de los precios”. Pero el “buen” Marco, como irónicamente suele enfatizar el autor, fue capaz de dar alguna de cal, como ocurrió en el caso de los esclavos. Legisló favoreciendo la manumisión de éstos y protegiendo la nueva situación de los libertos. Su visión estoica de la esclavitud era paradójicamente cercana a la de los cristianos, que protagonizaron el episodio más controvertido del reinado de Marco Aurelio. El historiador italiano es taxativo en este asunto cuando afirma que Marco Aurelio los consideraba “adversarios a combatir sin piedad y sin tregua” y actuó como “un perseguidor feroz”.

En contraste con la gran tolerancia de la que habían dado prueba tanto Adriano como Antonino Pío, entraron en vigor los ‘nuevos decretos’ cuya principal novedad era la puesta en marcha de la búsqueda de oficio de esos cristianos por parte de las autoridades provinciales. La historiografía moderna ha intentado pasar de puntillas por este asunto y buscar explicaciones que al final no resultan convincentes. Las legiones de reciente creación fueron completadas con todos los recursos posibles: esclavos, bandidos o gladiadores. La escasez de estos últimos en los espectáculos públicos por el elevado precio que por ellos exigían los lanistae, unida al ambiente de persecución, provocó sucesos como el de los mártires de Lyon, cuya matanza sustituyó la celebración de unos costosos juegos de gladiadores. A este respecto, Anthony Birley en Marco Aurelio, la biografía definitiva (Ed. Gredos), descarga toda la responsabilidad en las autoridades provinciales del consejo de las Galias, pero no parece creíble que éstas actuasen en sentido contrario a las órdenes del Augusto.

Marco sacri def

Marco Aurelio celebra un sacrificio en el templo de Júpiter en el Capitolio / Dagli Orti, Getty

Resulta paradójico que fuesen un antiguo esclavo y el soberano del Imperio las dos últimas grandes figuras del estoicismo. El frigio Epicteto ejerció sobre el emperador una enorme influencia en su pensamiento, la cual impregnará las Meditaciones, el cuaderno de anotaciones personales de Marco en el que Carlo Carena, oportunamente traído por Fraschetti, encuentra su interés no como “ejemplo de un ensayo divinamente sereno, sino al contrario, [como] el afán de una búsqueda nunca concluida, la prueba decepcionante de un esfuerzo teórico alejado de la complejidad de la realidad”. Marco Aurelio gustaba de repetir la afirmación de Platón: “Felices los pueblos en los que los filósofos son reyes o en los que los reyes practican la filosofía”. En qué medida pudo o quiso Marco Aurelio que el estoicismo fuese el timón de su política es la pregunta más significativa que podemos hacernos sobre su imperio. G. R. Stanton subraya «con énfasis la que podría definirse [como] una ‘escisión’ profunda entre el Marco Aurelio emperador y el Marco Aurelio filósofo”. Fraschetti sostiene que esto sólo tiene una causa: la conducta hipócrita de Marco, la hipocresía que se impuso a la filosofía del emperador.

Isabel Oyarzábal, de actriz a embajadora de la República

16 marzo, 2019

Fuente: http://www.blogs.elpais.com

Por: María José Turrión 04 de septiembre de 2014

I121_ Isabel Oyarzbal

Isabel Oyarzabal

Recuerdo, en el último curso de Instituto, cómo el profesor de Literatura se refería a Emilia Pardo Bazán. La Pardo, la Pardo Bazán. Me molestaba lo que se me antojaba ver como desprecio a la escritora, por ser mujer y cómo no, por la patada al diccionario de alguien que debiera dar ejemplo. Junto con lo mal que me sonaba ese la, recuerdo que jamás escuché el Azorín ni el Pérez Galdós, tampoco el Unamuno o el Cervantes y eso también me molestaba sobremanera.

También recuerdo que la cultura, la política, la economía, la Historia, en definitiva todo lo que acontecía en el mundo y en teoría explicaría quiénes somos, figuraba en los libros de texto como obra realizada en exclusiva por los hombres, me refiero a los hombres en masculino claro. Solo aprendí años más tarde, leyendo directamente en las fuentes de archivo y de biblioteca, que eso no era así, que se nos había ocultado el pensamiento y la obra de cientos de mujeres, invisibles, totalmente invisibles para el mundo y para las nuevas generaciones. Mujeres que lucharon por los derechos de la mujer, como el derecho al voto. Mujeres que crearon empresas pioneras en la asistencia social. Mujeres que reivindicaron la paz como proyecto de futuro, que crearon directrices innovadoras en el sistema penitenciario español y también mujeres que se desgarraron en el exilio, que acompañaron a los niños evacuados por la Guerra Civil a las frías tierras rusas o que dejaron lo mejor de sí en las tierras mexicanas y en muchos otros países.

Matilde Eiroa San Francisco, historiadora y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, es autora del libro Isabel de Palencia. Diplomacia, periodismo y militancia al servicio de la República (2014). La autora viene a poner otro grano de arena en un nuevo escenario que se viene tramando en España desde la transición a la democracia, el de dar visibilidad a todas estas mujeres que lucharon por la igualdad y por los derechos de los más desfavorecidos y que junto a los hombres de su época, y en ocasiones en su contra,  lucharon y creyeron en un mundo más justo, con una mayor libertad y democracia. Una monografía que viene a sumar en los trabajos que sobre Oyarzabal vienen trabajando otros autores como Antonina RodrigoOlga PazJosebe Martínez o más recientemente también Isabel Lizarraga.

En el libro de Eiroa, galardonado con el Premio Internacional de Investigación Victoria Kent de la Universidad de Málaga en su XXIII edición y prologado por la catedrática de Historia Contemporánea Josefina Cuesta, se realiza un exhaustivo estudio de la presencia de Isabel Oyarzabal en la prensa, y en las diferentes instituciones públicas de las que formó parte hasta que parte al exilio, analizando las aportaciones que realiza a la sociedad española y descubriéndonos una mujer polifacética, arriesgada y valiente. Actriz, escritora, republicana, periodista, política, folklorista, diplomática y como muchas de su generación autodidacta, que ocupó cargos públicos fundamentalmente a partir de 1931, y participó activamente en el movimiento feminista  e intelectual de la época y en el de las modernas de Madrid y que, cómo no, acabaría sus días en el exilio junto a esa pléyade de grandes mujeres que perdimos y que poco a poco y cada vez más vamos recuperando desde los escenarios científicos de la Universidad y también desde la política, los movimientos sociales y a través de diferentes instituciones públicas y privadas.

Isabel Oyarzabal (Málaga, 1878-México, 1974) era hija de una familia acomodada, su padre Juan Oyarzabal un próspero comerciante andaluz con raíces vascas, estaba casado con Ana Smith, una escocesa protestante veinte años más joven que su marido y educada en un ambiente liberal que será de trascendental importancia no solo en la educación de Isabel, sino también como firme apoyo cuando esta decida tomar rumbos poco usuales en una sociedad regida por una dosis alta de analfabetismo e intransigencia religiosa y en la que ella no se encontraba todo lo cómada que quisiera. No podemos olvidar que su padre le tenía prohibido leer de la biblioteca familiar autores como Benito Pérez Galdós, Alejandro Dumas u Honoré de Balzac, por considerar su influencia perniciosa para la educación de una joven católica. No es de extrañar pues, que Isabel paladeara sus veranos en el extranjero, en la casa familiar materna de Inglaterra, donde todo se le hacía atractivo. De aquellos veranos guarda el recuerdo de conocer a importantes sufragistas como Eunice Murriá; actores como Henry Irving o a la bailarina rusa Anna Pavlova. Un mundo a todas luces diferente al que vivía durante todo el año en España y que quedará prendido en su memoria para siempre.

Otro momento importante para la vida de Isabel Oyarzábal es el año 1898. Se había perdido la guerra con Cuba, la quiebra de España… sin embargo los que regresaban quebrados eran los soldados que a su llegada al puerto malagueño se encontraban heridos, hambrientos y sin dinero para hacer frente y costear el regreso a sus casas. Isabel entró a formar parte de los grupos de teatro que comenzaron a funcionar con el fin de obtener recursos económicos para hacer frente a las necesidades de estos soldados que se habían convertido en mendigos y  deambulaban por la ciudad. Fue su primera toma de contacto con el mundo del Teatro. De esa época según nos cuenta Matilde Eiroa, le viene el gusto y la afición por él, pero también le nace entonces o ella lo descubre, su conciencia solidaria.

Heridos cuba

Soldados procedentes de Cuba a su regreso a España / Sociedad Ateneo Musical del Puerto

El Teatro le conduce también a participar en la compañía de la familia Palencia-Tubau, donde conocerá a su futuro marido Ceferino Palencia Álvarez-Tubau y a participar en el proyecto El Mirlo Blanco que dirigía el cuñado de Azaña, Cipriano Rivas Cheriff en la casa de Pío Baroja, donde este había instalado un teatro de cámara que se podría llamar de ensayo, al ser representadas obras que no tenían cabida en un gran teatro.

Trabajando como actriz, se traslada a la capital con su madre a principios del siglo XX,  y es precisamente el ambiente que vive en Madrid lo que impregna a Isabel de una nueva inquietud. Su casa se había convertido en sede de tertulias a las que asistían importantes personajes del mundo de la poesía, la cultura, el arte y la intelectualidad, un mundo que hace que se desarrolle en ella unos intereses intelectuales que va enfocar hacia el periodismo. Es así como edita y funda La Dama, revista dirigida a las mujeres que según Eiroa, “resultó ser una forma decisiva y consciente de expresión escrita de su pensamiento y ambiciones”.

Sin duda el conocimiento del idioma materno fue la puerta que le abrió el mundo del periodismo fuera de nuestras fronteras, así pasa a formar parte del mundo laboral de la agencia de noticias inglesa Laffan News Bureau, que la nombra corresponsal en Madrid del The Standard. Otras colaboraciones las realiza para la cabecera también inglesa Illustrated London News, o para las españolas Blanco y NegroEl HeraldoNuevo Mundo y La Esfera.

Bien escribiendo para estas publicaciones o siendo noticia en ellas, Isabel Oyarzábal (Beatriz Galindo) está presente en la prensa de los primeros cuarenta años del siglo XX.

Su matrimonio en 1909 con el abogado, pintor y diplomático Ceferino Palencia, la sigue acercando al mundo intelectual. Tras el estallido de la I Guerra Mundial  comienza una etapa de su vida especialmente activa en torno al feminismo y a las organizaciones de mujeres que pedían la paz, como la muy activa ANME, Asociación Nacional de Mujeres Españolas.

A finales de octubre 1923 junto a una comisión integrada por Julia Peguero y Benita Asas Manterola, miembros destacados también de la ANME, se reúne con Primo de Rivera para entregarle un mensaje de la Asociación Internacional para el Sufragio de la Mujer, en el que se solicitaba el derecho al voto femenino. Primo de Rivera en esa misma reunión contestó que la mujer tendría derecho al voto y ante la pregunta de si este sería universal, contestó que el voto femenino llegaría a España pero restringido.

Participó como delegada en el VII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer celebrado en Ginebra y presidió la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad en la sección de la mujer y el niño. En esta etapa adquiere una toma de conciencia político-social diferente hacia los desfavorecidos, al pensar que la solución a los problemas no está en la caridad, sino en la resolución de la injusticia laboral y social existente en nuestro país, donde abundaba el bajo salario para los obreros y campesinos, el hambre, la pobreza, la falta de asistencia social y cómo no, las desigualdades existentes entre el hombre y la mujer.

En 1930 fue la única mujer reunida en la Comisión Permanente de la Esclavitud en las Naciones Unidas, allí puso su voz a favor de una igualdad jurídica entre el hombre y la mujer.

Se afilió a la UGT y al PSOE en 1931. Durante la República accede a numerosos cargos públicos y es miembro de varios patronatos. Vocal del Consejo de Patronato del Instituto de Reeducación Profesional; vocal del Patronato del Museo del Traje Regional e Histórico. Vocal del Patronato Central para la Protección de Animales y Plantas. Formó parte de asociaciones y de instituciones relevantes de la época como el Lyceum Club,  del que llegó a ser vicepresidenta. También de la Agrupación de Mujeres Antifascistas Españolas junto a su presidenta Dolores Ibarruri y otras políticas destacadas como Victoria Kent, Margarita Nelken o la mujer que llegaría a encargarse durante la guerra de las relaciones con la prensa: Constancia de la Mora. El activismo por la paz y contra el fascismo se desarrolló en estas mujeres ya antes de la sublevación militar que dio comienzo a la Guerra Civil en España.

En el exilio mexicano del que nunca regresaría escribió la novela “En mi hambre mando yo” , en la que cuenta sucesos de la trágica contienda. El título de la obra se inspira en un hecho real que Fernando de los Ríos le cuenta a su hija Laura y aunque el hecho se produce en Las Alpujarras, Isabel lo traslada a un pueblo malagueño. Se trata de la contestación que da un campesino al cacique del pueblo ante la coacción de este para que votase.

Conferenciante de éxito y gran activista femenina, se dedica a trasladar al público y dar a conocer la obra de mujeres como Florence Nightingale, la brillante matemática que sentó las bases de la moderna enfermería y que sería fuente de inspiración para el creador del Comité Internacional de la Cruz RojaHenry Dunnant.

Florence

Florence Nightingale / The Wellcome Foundation

Un activismo que se aprecia también en el sobrenombre que utiliza en ocasiones, cuando no seudónimo, de Beatriz Galindo, alguien por quien sin duda siente gran admiración y respeto, y que la hace viajar junto a su marido a Salamanca para conocer los sitios por donde caminó y estudió esta experta conocedora de lenguas y que la permite a su vez trabar amistad con Miguel de Unamuno.

Durante la Guerra Civil colaboró con el gobierno de la República en el terreno del auxilio a la infancia y a la mujer y también fue nombrada ministra plenipotenciaria en la legación de Estocolmo, convirtiéndose en la primera española en ocupar el cargo de embajadora de la República. Un terreno este, el de la Diplomacia, en el que las mujeres no habían entrado hasta ahora y en el que tuvieron que afrontar grandes retos por los prejuicios existentes, por ello no es de extrañar la estrecha relación de amistad y admiración que mantuvo con Alexandra Kollontay la embajadora soviética y primera mujer diplomática, con la que coincidió en la legación sueca.

Isabel partiría el 1 de abril de 1939 con su marido y sus hijos hacia un exilio del que nunca más regresaría.

El mundo de Isabel Oyarzábal, Isabel de Palencia, Beatriz Galindo, forma parte de la historia silenciada que quedó prendida en un tiempo, junto a otras mujeres valientes cuyo legado vamos lentamente rescatando. Mujeres como María de Maeztu, Carlota O’Neill, Clara Campoamor, Margarita Nelken, María de la O. Lejárraga, Benita Asas Manterola, Carmen de Burgos, Gerda Taro, Julia Peguero, María Teresa León, Ernestina Champourcin, Zenobia Camprubí,  María Casares, Concha Méndez, Kati Horna, Victoria Kent, Carmen Conde, Rosa Chacel, Matilde Huici, Trinidad Arroyo, o la eterna, siempre eterna María Zambrano.

A Jean Favier, ex archivero director de los Archivos nacionales franceses. Administrador de archivos y escritor de Historia. IN MEMORIAM.

 

La aristócrata que disparó a la nariz de Mussolini

8 julio, 2018

Fuente: http://www.elpais.com

Por: Manuel Morales 29 de mayo de 2014

Foto

Ficha policial de Violet Gibson tras su detención. Imagen cedida por Capitán Swing.

¿Era complicado pegarle un tiro a Benito Mussolini? La multitud aclamaba en la romana plaza del Campidoglio al hombre que gobernaba Italia. La aristócrata irlandesa Violet Gibson, de 50 años, tenía a unos pasos a Il Duce, que acababa de salir del palazzo dei Conservatori de dar un discurso. Eran las once de la mañana del 7 de abril de 1926. Violet se acercó, empuñó su arma y mientras Mussolini levantaba el brazo para hacer el saludo fascista, ella alzó el suyo y disparó a quemarropa con su revólver Lebel, del ejército francés. Esta mujer pudo cambiar la historia pero su mala puntería y una bala encasquillada dejaron el intento de magnicidio en un rasguño en la nariz del líder. La historia de Gibson, una mujer imbuida de un exacerbado sentimiento religioso y perteneciente a una familia de la alta nobleza de Irlanda, no tuvo un gran seguimiento de los historiadores quizás porque desde el principio se la tachó de «solterona con problemas mentales». En 2011, la periodista inglesa Frances Stonor Saunders (1966) reconstruyó su vida en La mujer que disparó a Mussolini, una biografía que ha publicado en castellano a comienzos de este año la editorial Capitán Swing.

Gibson pertenecía a una familia rica. Su padre ocupaba un escaño en la Cámara de los Comunes y fue nombrado lord Ashbourne. Violet siguió la tradición, presentaciones en la corte, bailes, actos sociales… hasta que decide abrazar el catolicismo para disgusto de su familia de fe anglicana. Es en esa etapa cuando Gibson comienza a sufrir problemas de salud, desórdenes nerviosos que espera curar en Roma, cerca del Papa. Allí, sin embargo, ahonda en su desorientación, se agrava su estado hasta un intento de suicidio en febrero de 1925. Después se convence a sí misma de que Dios le ha encomendado la misión de matar al Duce o al Papa. «Era contrario a la voluntad de Dios que Mussolini continuara existiendo», declaró después en el juicio.

Stonor, que comenzó su trayectoria como realizadora de documentales en la BBC, trufa su relato de interesantes documentos oficiales: cartas personales, informes policiales, comunicaciones diplomáticas, artículos periodísticos, partes médicos… Además de contar la vida de Violet, esta historiadora aprovecha para trazar en paralelo algunos fragmentos de la de Mussolini: el niño conflictivo, el profesor que pega a sus alumnos, el hombre que huye a Suiza para eludir el servicio militar. A su vuelta, su charlatanería y proclamas contra el Gobierno de Italia le llevan a subir peldaños en el Partido Socialista hasta lograr su dirección.

La autora también establece comparaciones entre las vivencias de Violet con las de otros personajes de su época, Virginia Woolf, Scott Fitzgerald, Ezra Pound… sin embargo, las prolijas y numerosas referencias hacen farragosa en ocasiones la lectura del libro porque diluyen el relato sobre Gibson.

La labor de Stonor de desenterrar textos de la prensa y declaraciones de figuras políticas permite constatar hasta qué punto era vista con buenos ojos la figura de Mussolini, con especial admiración del entonces canciller Winston Churchill. A Il Duce se le consideraba un freno para la amenaza del comunismo. «El establishment británico nunca percibió que Mussolini podía ser más peligroso que Violet Gibson», apunta Stonor Saunder.

Foto1

Mussolini, con las huellas en su cara del atentado de Gibson. / CAPITÁN SWING

El intento de Gibson de asesinar a Mussolini no fue el único perpetrado contra el hombre que quería emular a los emperadores de Roma. En los meses anteriores hubo una tentativa abortada (el socialista Zaniboni fue detenido antes de que pudiera disparar desde la ventana de su hotel). Después de la de Gibson sucedieron otras dos, protagonizadas por un anarquista que lanzó una granada de mano y un joven de 15 años que fue linchado de inmediato. Stonor subraya que estos atentados aceleraron la transformación de Italia en un Estado fascista, con nuevas leyes que acabaron con cualquier atisbo de disidencia.

La mujer que disparó a Mussolini recuerda la pantomima de juicio al que fue sometida Gibson. Mientras la prensa se esforzó en mostrar a un magnánimo Duce que quitaba importancia a lo sucedido, la diplomacia británica hizo todas las reverencias necesarias para no disgustarle. Lo más doloroso para Gibson fue el olvido de su familia, avergonzada por tener a una desequilibrada que había querido acabar con alguien tan importante. Tras casi un año de cárcel, sometida a humillantes pruebas psiquiátricas y físicas (examen de su útero incluido) fue puesta en la frontera de Italia con Francia y en cuanto pisó suelo inglés le diagnosticaron en solo unos minutos «locura delirante con paranoia».

La última parte del libro resume los casi 30 años que Violet pasó en el manicomio de Saint Andrew, en Northampton, donde cursó reiteradas peticiones, todas despreciadas, para que la dejasen descansar en un centro religioso. La periodista aprovecha para mostrar cómo eran aquellos lugares, «para volverse uno loco», los tratamientos contra las enfermedades mentales y algunas de las delirantes teorías médicas. Es aquí donde Stonor no disimula el cariño que sintió por su biografiada. Ni muerta se respetó el deseo de Stonor de dónde debían reposar sus restos. No se hizo pública su muerte. Ni amigos, ni nadie de su familia acudió al entierro. Todos querían olvidar a Violet Gibson.

Canallas que persiguen a canallas

1 julio, 2018

Fuente: http://www.blogs.elpais.com

Por: Manuel Morales 15 de mayo de 2014

Yampolsky

Reunión de escritores soviéticos en Dubulti (Letonia), en agosto de 1965. Yampolski está en la fila central (cuarto por la izquierda). El primero por la derecha en esa misma fila es Konstantínovski, con gorra blanca. / ARCHIVO PERSONAL DE YURI FIDLER

«Me siento como en un réquiem encargado para mí mismo». Quien escribió con semejante amargura fue el autor ruso de origen judío Borís Yampolski (1912-1972), que contó lo que contemplaba en las reuniones que la Unión de Escritores de la URSS celebró a finales de los años cuarenta y a las que él, como otros muchos, acudía invitado. Eran unas citas en las que, como en un proceso kafkiano, los jerarcas de las letras podían ensalzar a un novelista, con los consiguientes beneficios materiales, como un piso, o señalar a un poeta para convertirlo en un olvidado y que sus obras no se difundieran.

Durante años, Yampolski reunió apuntes, retazos de aquellos cónclaves en un manuscrito inacabado llamado Asistencia obligada, que confió poco antes de morir de cáncer a su amigo, el también escritor Ilyá Konstantínovski (1913-1995). Este añadió a las notas de Yampolski sus impresiones para dar forma a un libro que no vio la luz en la Unión Soviética hasta 1990 y que ahora, por primera vez, se ha publicado en España (Ediciones del Subsuelo).

«La Unión de Escritores de la URSS era un gremio al servicio de una causa e impartía directrices sobre la misión que debía tener la literatura», explica el prologuista y traductor de la versión española, Enrique Fernández Vernet. «El objetivo era difundir los valores que inspiraron la revolución socialista». Yampolski recogió, «con un estilo descriptivo, de muchas anécdotas y metáforas», lo que veía en aquellos encuentros de ambiente asfixiante, «en los que permanecía agazapado en la última fila».

El novelista recurre en ocasiones a la animalización de los asistentes, «como si fuera una fábula», dice Fernández Vernet, porque los hombres dejaban de ser hombres y se comportaban como animales: «Reuniones de gallinas, de ciempiés, de mariquitas, reuniones de pulgones». El prologuista destaca «las cualidades literarias de Yampolski». Un ejemplo son las descripciones de lo que observaba en la sala: «Un ovillo de figuras humanas, de calvas, cabelleras, narices largas, de rostros dentudos […] diminutos y esmirriados, como peras en compota, larvas apergaminadas, como moscas adheridas a tiras engomadas, carirredondos y de rojos carrillos».

Nacido en la actual Ucrania, Yampolski fue un escritor precoz que con 15 años dejó su pueblo para ser periodista y con apenas 20 publicó sus primeros ensayos. Durante la Segunda Guerra Mundial fue enviado especial del periódico militar Estrella Roja y, después, del oficial Izvestia. Contó la guerra y combatió.

Yampolsky_Boris

Retrato de Yampolski. / ARCHIVO PERSONAL DE YURI FIDLER

Tras el conflicto, sus muestras de desencanto hacia el estalinismo, aunque no llegasen al enfrentamiento con el régimen, bastaron para su caída en desgracia. «No se puede decir que fuera perseguido pero dejaron de publicarse sus obras», señala Fernández Vernet.

La puntilla llegó en 1968, cuando el partido lo amonestó por su defensa del denigrado novelista Andrei Platónov, cuyas obras seguían sin editarse a pesar de que llevaba más de tres lustros bajo tierra. Yampolski escribió un alegato, leído en una velada de escritores y filtrado después a las autoridades, que fue considerado «calumnioso e ideológicamente nocivo». Yampolski escribe cada vez más «para el cajón», sus libros ni se censuran, sencillamente no interesan. Harto del clima de persecuciones a grandes figuras, escribirá: «Y nuevos canallas hostigan abiertamente a otros canallas que en su día habían perseguido a personas íntegras».

Sus últimos años son los de un hombre enfermo «que sentía amargura por lo injusto de la vida». Fernández Vernet cuenta que hubo días que al acabar su tarea de traducción del original sentía «la tristeza de la vida de Yampolski, muy quemado porque había visto que no se reconocía a los mejores escritores, sino a los que medraban por su relación con las autoridades. Ni siquiera tuvo la resonancia de los grandes disidentes, como su amigo Vasili Grossman, o Solzhenitsyn». En la edición de este libro se incluye precisamente Último encuentro con Vasili Grossman, texto de Yampolski de 1969 que no se publicó hasta 1976 y en el que cuenta una visita al célebre autor de Vida y destino y su entierro, rodeado de algunas plañideras que en vida le habían traicionado.

Asistencia obligada contiene también un útil «índice de autores rusos y soviéticos» de los siglos XIX y XX. Desde Isaac Bábel, víctima de la purga estalinista; el perseguido Mijaíl Bulgákov, el marginado Borís Pasternak y, en el otro lado, vates como Anatoli Sofrónov, antisemita, estalinista y autor de un sonrojante Himno al látigo.

13 batallas íntimas antes de la Gran Guerra

27 marzo, 2018

Fuente: http://www.blogs.elpais.com

Por: Tereixa Constenla 03 de abril de 2014

Schiele-Embrace-Lovers-II
‘Embrace Lovers II’, de Egon Schiele.

En 2012 Florian Illies, periodista e historiador del arte, publicó en su país, Alemania, una curiosa obra de no ficción tocada por el éxito de las novelas. Illies, buen conocedor de la literatura y el arte de la Europa central, urdió un rompecabezas íntimo sobre las élites culturales, atrapado en el instante anterior al estallido de la Gran Guerra. Sus personajes son grandes maestros, traspuestos de neuras y genialidades, pillados en plena víspera del fin del mundo (del entonces conocido), más preocupados por sus guerras interiores que por las señales de que algo feo se movía a su alrededor. 1913. Un año hace cien años, publicada en España por Salamandra, invita a espiar por el ojo de la cerradura y descubrir cosas que algunos grandes preferirían que no salieran de casa. Para armar su mosaico, Illies se apoyó sobre casi un centenar de biografías y memorias. De sus apuntes, hemos seleccionado 13 historias.

  • Rainer Maria Rilke viaja a Ronda. Se hospeda en el hotel Reina Victoria, un establecimiento británico casi vacío. Escribe cartas a su madre y a todas las mujeres de su vida (se van acumulando), lee, disfruta del buen tiempo (es enero, es el Sur). Ha viajado a Ronda siguiendo las instrucciones de una desconocida en una sesión de espiritismo.
  • Freud.
  • Freud [en la foto, de AP, en los años treinta] escribe Tótem y tabú. Tras el desafío de su antiguo alumno C. G. Jung, desarrolla la teoría del parricidio. Jung le había escrito: «Esa costumbre suya de tratar a sus discípulos como pacientes es un torpe error (…) Mientras tanto, usted permanece intacto, inmerso en su autoridad paterna. Por mera subordinación nadie se atreve a tirarle de la barba al profeta». En enero, Freud contesta: «Le propongo finiquitar por completo nuestras relaciones privadas. Yo no pierdo nada con ello, puesto que desde el punto de vista afectivo hace tiempo que tan solo estoy vinculado a usted por el fino hilo conductor de frustraciones anteriormente experimentadas». Y finiquitaron.
  • El 17 de Febrero se inaugura el Armory Show en Nueva York. Se exponen 1.300 obras. La tercera parte había viajado desde Europa. Las obras de Picasso, Matisse, Brancusi, Duchamp y otros europeos eclipsaron al arte americano, un arte viejo que olía a XIX. Un éxito de público, un espanto de críticas (que arremetió contra los europeos con saña. «Explosión en una fábrica de ripias», escribió un crítico sobre el Desnudo bajando una escalera de Duchamp.
  • La tarde del 31 de marzo Schönberg dirige en Viena una sinfonía de cámara con piezas de Mahler y sus alumnos Alban Berg y Anton von Webern. Los compositores responden a los silbidos, las risas y los gritos. Schonbërg anuncia que ordenará salir a quien moleste. Alguien reta al director a un duelo. Del fondo de la sala se levanta el compositor Oscar Strauss, se acerca al escenario y le propina un bofetón a Schonbërg. La policía intervino para detener a cuatro personas. A partir de entonces la inolvidable sesión pasó a ser conocida como «el concierto de las bofetadas».
  •  Dos dibujos de Hitler enviados a la Academia de Bellas Artes de Viena
  • El 20 de abril cumple 24 años. Hitler vive en un albergue de Viena con otros 500 hombres,sobrevive pintando acuarelas. La Academia de Bellas Artes le rechazó como alumno [en la imagen, dos de los dibujos que envió a la institución]. Cobra de tres a cinco coronas por lámina. Compra leche y pan de centeno. Juega al ajedrez y pasea por los jardines. Pierde la compostura cuando se habla de política. «No puede ser, chilla, que en Viena vivan más checos que en Praga, más judíos que en Jerusalén y más croatas que en Zagreb».
  • El 8 de junio Kafka empieza a pedir la mano de Felice. Concluye la carta el 16. Veinte páginas. La petición de mano más singular de la literatura: «Ten presente, Felice, el cambio que experimentaríamos con un matrimonio, lo que perdería y ganaría cada uno (…) Perderías Berlín, esa oficina que te gusta, a tus amigos, los pequeños placeres, la perspectiva de casarte con un hombre sano, divertido, bueno, de tener hijos guapos. A cambio de esa pérdida nada desdeñable ganarías a un ser enfermo, débil, huraño, taciturno, triste, inflexible, casi sin remedio».
  • Oskar Kokoschka y Alma Mahler se devoran. En todos los sentidos. El pintor quiere casarse con la viuda del compositor. Ella le exige antes una obra maestra. Y entonces crea La novia del viento. Pero no servirá de nada. Después de torturarse mutuamente con su carrusel pasional, Alma se casará finalmente con el arquitecto Walter Gropius.
  • ¡Ay, las hemerotecas! El periodista inglés Norman Angell, muy influyente y respetado en 1913, proclama que la era de la internacionalización impedirá el estallido de guerras mundiales dado que todos los países tenían lazos económicos. El mundo financiero era el gran paladín de la paz. «La influencia del mundo de las finanzas alemanas al completo frente al gobierno alemán resultaría eficaz para poner fin a una situación ruinosa para el comercio alemán».
  • En Venecia muere Gerhart, hijo de Samuel Fischer, el editor de Muerte en Venecia, gran éxito literario del año.
  • Se publica Por el camino de Swann, el primer volumen de En busca del tiempo perdido. A Proust le han rechazado ya el manuscrito en tantas editoriales, que acaba pagando la primera edición de su bolsillo.
  • Ernst Jünger se fuga de la casa paterna para ir a correr aventuras en África con una pistola y el libro Los secretos de la parte oscura de la tierra por equipaje. En Verdún se alista en la Legión Extranjera. A pesar de que su padre, adinerado empresario de minas, moviliza todas sus influencias en Berlín y París no logra impedir que Ernst embarque en Marsella rumbo a África. Algo de aventura vivirá pero poco… lo suficiente para celebrar el regreso a la casa del padre.Duchamp posa con su obra
  • El primer ready-made de la historia (la rueda de una bicicleta sobre un taburete) gira en la habitación de Duchamp [en la imagen, con su obra] en París para tranquilizar a su artífice. En Moscú alguien da otro paso de gigante para asentar el arte moderno: Malévich pinta su Cuadrado negro.
  • La Mona Lisa, robada en el Louvre dos años antes, da señales de vidaVincenzo Peruggia, cristalero auxiliar del museo, la había robado para «devolver esta obra maestra al país del que procede». Tras la recuperación, el retrato de Da Vinci inicia una gira triunfal por Italia (en Villa Borghese, el ministro de Cultura se sentó a su lado durante el horario de visita para no perderla de vista) hasta que el rey Víctor Manuel III hizo la devolución simbólica a los franceses.

22 enero, 2018

Fuente: blogs.elpais.com

Por: Manuel Morales 13 de marzo de 2014

Segundo Espallargas

El boxeador Segundo Espallargas, en una foto de 1946.

Segundo Espallargas Castro, alias Paulino, fue un aragonés orgulloso por haber sobrevivido al espanto de los campos de la Alemania nazi. Lo hizo gracias a sus largos brazos y sus manos grandes, que le mantuvieron invicto en los combates de boxeo que los comandantes de Mauthausen organizaban los fines de semana para distraerse y apostar. Espallargas, fallecido en París en 2012, volvió de aquel horror para contarlo: «Los nazis me decían, ‘si no ganas, vas al crematorio’. Así que, ser boxeador, me salvó». Su testimonio es uno de los 20 recopilados durante los últimos cuatro años por la periodista Montserrat Llor en el libro Vivos en el averno nazi (editorial Crítica). Llor cuenta que, durante la entrevista con Espallargas, este estaba muy interesado en que «diera a conocer a los españoles todo aquello. Parece algo muy lejano pero nunca se sabe…», decía el exboxeador de Mauthausen.
Es difícil escoger entre los sobrecogedores relatos de la obra de Llor. Todos los deportados recuerdan con nitidez su llegada a los campos, el hambre atroz que pasaron, el miedo a la enfermería, de donde muchos no salían, los gritos de los guardianes, sus trajes de rayas… Estos son los testimonios que más impactaron a la autora:

Francisco Bernal
Este zapatero zaragozano que murió en París en 2013 es uno de los personajes de película de aquellos años de vergüenza para el ser humano. Bernal logró vivir en Mauthausen gracias a su buena maña como zapatero. Él fabricó zapatos para los españoles en los que les escondía mantequilla y azúcar que conseguía gracias a su estatus de trabajador necesario para los nazis. Otros prisioneros contaron de Bernal que se afanaba en que los que vagaban descalzos en la nieve del campo de Abensee -al que fue destinado a finales de 1943- tuvieran algo que atarse a los pies. En sus cinco horas de conversación con Llor, Bernal desgranó su pasado como voluntario republicano en la Guerra Civil, su paso a los Regimientos de Extranjeros en Francia para luchar contra los nazis y cómo, tras ser capturado, llegó a Mauthausen el 9 de septiembre de 1941: “Nos sacaron a puntapiés del tren, nos hicieron llegar corriendo hasta la puerta del campo. Subimos a palo limpio a la desinfección. Menos mal que era por la tarde, porque por la noche habríamos ido a la cámara de gas… allí vivías o morías de inmediato según la mano de obra que necesitaran».
Elisabet Ricol
Los españoles entrevistados por Llor «guardaron silencio durante años, no decían nada porque era una autoprotección para sobrellevar aquel dolor y porque no tenían palabras para expresar la magnitud de lo vivido», dice la periodista. En el caso de las mujeres, «la liberación llegaba cuando se casaban y, sobre todo, tenían su primer hijo». Una de aquellas heroínas fue Elisabet Ricol, francesa de padres turolenses, autora de Memorias de la Resistencia, donde detalló su experiencia. Ricol fue brigadista en la Guerra Civil y luchadora de la Resistencia. Deportada a Buchenwald, allí se las ingenió para formar «una biblioteca itinerante», con un centenar de libros que pasaba de un barracón a otro. Ricol, fallecida en 2012, dejó escrito qué sucedió tras recuperar la libertad: “Salió de nuestro interior todo el horror de las tragedias vividas. Las pesadillas se prolongaron durante años y resucitaron los recuerdos que nos obsesionaban”.

Ortells pinta judíos

Dibujo de Manuel Ortells de judíos subiendo muertos por las famosas escaleras de la cantera de Mauthausen.

 

Manuel Alfonso Ortells
Este barcelonés nonagenario esquivó la muerte gracias a su calidad como dibujante. Llor lo visitó en su casa de Talence (Francia) y lo recuerda como un hombre «divertido e inquieto». Ortells, al igual que otros cientos de miles de españoles, cruzó la frontera francesa. Después, se alistó para luchar contra Hitler. Él fue uno de los 7.600 españoles enviados a Mauthausen, de los que murieron 5.000, según las cifras manejadas por Llor, que cita a los historiadores. «A mí me salvó el  dibujo», contó. Los nazis requirieron de Ortells para que dibujase los planos de otros campos. También trabajó en el servicio de limpieza de su barraca y si lo hacía bien, le daban más comida que él compartía a escondidas: «Buscaba ayudar a mis paisanos, es lógico». Esa solidaridad entre españoles es, subraya Llor, denominador común en las personas con las que habló. El día que los aliados liberaron Mauthausen a Ortells le entró una angustia muy grande: «Me tumbé en la hierba varias horas, perdí la noción del tiempo. Cuando desperté, unos franceses estaban cantando La Marsellesa, me puse a llorar, volví a entrar en el campo y aquella noche dormí por primera vez en años como un ángel”. Ortells aún vive en Burdeos rodeado de sus dibujos.
Neus Català
Desde que quedó libre del campo de Ravensbrück, esta tarraconense nacida en 1915 en Els Guiamets dedicó sus días a recoger las palabras de otras prisioneras en su libro De la resistencia y la deportación. 50 testimonios de mujeres españolas. Català detalló a la autora de Vivos en el averno nazi cómo a las mujeres les ponían inyecciones para retirarles la menstruación; o las formaciones, desnudas y a temperaturas gélidas, para elegir cuales tenían aún carnes para ser explotadas y cuales, por su debilidad, eran enviadas de inmediato a las cámaras de gas. Detenida junto a su marido en el sur de Francia por la Gestapo por colaborar con la Resistencia, fue torturada y separada de su pareja en Limoges. A él lo enviaron en otro tren y nunca más volvieron a verse. Entre sus recuerdos permanece imborrable el traslado en convoy a Ravensbrück: «Cuatro días sin parar, sin aire para respirar, espalda contra espalda, con un cubo de basura en medio para hacer nuestras necesidades. Algunas salieron muertas…». Català fue mandada después a otro campo, Holleischen (hoy República Checa), donde trabajó en una cadena de montaje de armas que ella y otras compañeras se esforzaron en boicotear: «Con escupitajos, poniendo aceite en la pólvora, el caso era sabotear, sabotear, sabotear…».
Cuando acabó el espanto, los españoles comprobaron que sus desgracias no habían terminado. No podían volver a la España de Franco, eran rojos, entre ellos Marcelino Bilbao, que había sufrido los experimentos médicos en Mauthausen, donde le pusieron una inyección al lado del corazón en seis ocasiones: «A algunos les daban convulsiones, a otros se los llevaban a rastras… de 30 sobrevivimos siete». Bilbao (fallecido en enero de este año) recuerda que cuando la Cruz Roja Internacional llegó al campo, clasificaron por nacionalidades a aquellos esqueletos andantes, pero no tenían instrucciones para los españoles. «Así que, cogimos un carro y nos fuimos de allí andando». Para los españoles que habían conseguido el milagro de sobrevivir al infierno, les llegaba el desafío de inventarse una nueva vida lejos de su país.

Sofía Casanova, una reportera en la Gran Guerra

9 junio, 2017

Fuente: blogs..elpais.com/historias

Por: María José Turrión | 23 de enero de 2014

Sofia_casanova_cara

Junto con Emilia Pardo Bazán y Concha Espina, la gallega Sofía Casanova forma parte de la tríada de mujeres que, en el 75 aniversario de la aparición de la revista Blanco y Negro, figuran entre los escritores, poetas y periodistas seleccionados en el especial dedicado a las letras que se publica. Entre ellos, Rafael Alberti, Antonio Machado, Ramón Gómez de la Serna, Ramón Pérez de Ayala o Juan Ramón Jiménez, un elenco importante de la cultura española. De las 33 figuras incluidas en el cuadro de honor del suplemento, solo se reseñan estas tres mujeres.

Si Pardo Bazán y Concha Espina son mujeres ampliamente conocidas en la sociedad actual, no ocurre lo mismo con Sofía Casanova, y ello a pesar de los interesantes actos, estudios y escritos realizados por particulares en los últimos años, como la biografía que escribe Rosario Martínez Martínez, o la organización de actos por parte de instituciones como, la Casa del Lector y el Instituto Polaco de Cultura que en fechas recientes hicieron un homenaje a la escritora en forma de mesa redonda. También en el último año se ha estrenado el documental A maleta de Sofía, película que narra una parte de la vida de la autora. Asunción Bernárdez Nodal, en Sofía Casanova en la I Guerra Mundial: una reportera en busca de la paz de la guerra, realiza un estudio del pacifismo en su obra, desde la óptica cristiana y desde su condición de mujer.

Sofía Casanova sin embargo fue ampliamente conocida y también reconocida por sus contemporáneos. En 1906 es elegida miembro de la Real Academia Gallega. Se la agasajó en vida. Sus conferencias fueron aplaudidas por hombres y mujeres. El hecho de ser la única española en las conflictivas Tierras de sangre, dispuesta a narrar sus peripecias, sus posturas personales frente a los conflictos, sobre todo el de la I Guerra Mundial y la Revolución rusa, hizo que fuera tratada de heroína, al convertirse como en alguna ocasión se la ha llamado en “notaria de la realidad”.

Primera guerra mundial.-9

I Guerra Mundial, 1914-1918.

Fue una mujer culta, muy conocida en los ambientes literarios de la época. De profunda tradición católica, mantuvo posturas a favor de Franco durante la Guerra Civil Española. En diciembre de 1938, declaraba a La Voz de Galicia, con ocasión de su marcha a Varsovia, que estaba convencida de que el golpe de Estado provocado por un sector del Ejército traería momentos de desarrollo y esplendor a España: “Creo en el caudillo como se cree en un ser superior, y la suerte de España guiada por él será la más grande y más fecunda de nuestra historia”. Este apoyo, que se contradice en ocasiones con su experiencia vital y profesional, no explicaría el porqué la dictadura la olvidó después de esa manera. Ni sus novelas, ni sus poesías, ni sus artículos periodísticos, de gran agudeza en sus análisis políticos, lograron sobrevivir a la segunda mitad del siglo XX. En realidad, no lograron sobrevivir al nazismo.

En desacuerdo con la República y profundamente monárquica, rompe con ABC, de cuya cabecera fue cronista durante la I Guerra Mundial y la Revolución rusa, cuando a la edad de 80 años manda su primera crónica después de la invasión polaca de 1939. Con gran esfuerzo por su ceguera, consigue escribir un artículo que, como única respuesta por parte del director del periódico, Luca de Tena, obtiene la negativa a publicar “nada que vaya en contra de los alemanes”. En palabras de su nieto, esta respuesta constituyó una muerte en vida. Desengañada de los suyos y atrapada en el totalitarismo que sufrió Polonia, primero nazi y después soviético, Sofía fue apagándose en su longeva y apasionante existencia.

Sofía Casanova, en realidad Sofía Guadalupe Pérez Casanova (A Coruña, España, 1861-Poznan, Polonia 1958), fue una escritora de novela y poesía, autora de obras de teatro y cartas. Fue también traductora, hablaba cinco idiomas, y publicaría además de en España, en Francia, Polonia y Suecia. Trabajos que compaginó con el periodismo, escribiendo artículos para los periódicos ABC, El Liberal, La Época y El Imparcial entre otros, y fuera de nuestras fronteras  en el New York Times o en la Gazeta Polska. Aunque Carmen de Burgos fue pionera, como mujer, en el reporterismo de guerra, al cubrir para el Heraldo de Madrid la guerra de Marruecos en 1909, Casanova lleva a cabo la corresponsalía de la I Guerra Mundial y la revolución rusa de 1917. Realiza una entrevista a Trotski, más propia de una aventurera reportera contemporánea que de una católica conservadora de su época: “Cuando hace cuatro días me decidí en secreto de mi familia a ir al Instituto Smolny, una nevada densa y callada, caía sobre San Petersburgo. Deseaba y temía ir –porqué no confesarlo– al apartado lugar donde funcionan todas las dependencias del Gobierno Popular… Obscuras [sic] las calles resbaladizas como vidrios enjabonados y completamente solitarias a aquella hora –cinco de la tarde- tras muchos tumbos encontramos un iswostchik somnoliento en el pescante del trineo…” Sofía, en compañía de Pepa, la señora que le acompañó desde Galicia en su periplo polaco, logró entrar en el Palacio Smolny sin ningún impedimento, solo el propio rechazo y el miedo que le provocaban los marxistas, entonces llamados maximalistas. Realizó la entrevista a Trotski, ministro de Asuntos Extranjeros, y a quien Sofía consideraba como la persona más interesante de las que rodeaban a Lenin.

Th
Asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo en noviembre de 1917.

Gran viajera, en el sentido más completo y complejo de la palabra. La oportunidad de viajar y aprender idiomas le vino al casarse con el diplomático Wincenty Lutoslawaski. Con él, noble terrateniente polaco, diplomático y filósofo, que había venido a Madrid a estudiar el pesimismo en la literatura española, y recién casada se traslada a Polonia en 1887. Desde entonces, llevará su Galicia natal en el alma, también las tertulias y reuniones literarias, a las que le había dado acceso Ramón de Campoamor, quien además fue el que le presentó a su futuro marido en una de estas reuniones. En estas tertulias, frecuentaba la amistad de Blanca de los Ríos o de Emilia Pardo Bazán. Sin embargo, su vida quedará prendida para siempre y atrapada en un país, Polonia, y, como él, padecerá y quedará presa de los totalitarismos alemán y soviético.

El hecho de vivir en primera persona los grandes conflictos de la Europa del siglo XX, la hizo tomar parte en ellos. Fue esencialmente una defensora a ultranza del nacionalismo polaco, país por el que sintió una gran admiración y devoción. Una Polonia que desde 1795 estaba fragmentada y dividida entre Rusia, Austria y Prusia, y que está de manera continua presente en sus escritos. El 7 de abril de 1916, publicaba María de Echarri en La Acción, unas palabras de la escritora, en las que Sofía trataba de enmendar la plana al cronista de prensa Schneider:

“Siento viva satisfacción en que la causa de Polonia se conozca extensamente en mi Patria… Polonia, mayor seis veces que Bélgica, es, de todos los pueblos mínimos arrasados y engañados por los grandes en el cataclismo actual, del que menos se habla públicamente en la Europa beligerante y la de los neutrales. Yo creo que hará obra de justicia y propaganda de la verdad, quién de a conocer, al menos en las naciones neutrales, la significación internacional de Polonia, sus aptitudes de self governements, su cultura y su indomable voluntad de vida independiente… Rompa usted señor Schneider, una lanza en pro del porvenir de Polonia, pero teniendo ‘solo’ en cuenta su ‘vivo’ e ineludible interés nacional, no los intereses de los imperios centrales o del coloso ruso, que argumentan con la fuerza de sus cañones”.

También la vemos alentando a la mujer española a ocupar un lugar en la vida pública para “mejorar, suavizar y engrandecer” la sociedad. Entendiendo la importancia de la educación de la mujer en la cultura y en la sociedad de un país:  “Nada hay que dé tan exacta idea de la cultura de un pueblo como la situación que en su sociedad ocupa una mujer. La instrucción de esta, que es factor importantísimo en el desarrollo general, se cuida extremadamente en Polonia. El estudio de los idiomas forma parte principalísima del programa educativo… la gran mayoría de las educandas habla y escribe cinco y seis lenguas europeas”. Lo escribía Sofía en 1926, aún no se había proclamado la II República en España, momento en el que llegaron algunos hitos importantes para el desarrollo de la mujer española y sistema frente al cual demuestra abierto rechazo. Mucho antes, ella había fundado el Instituto de Higiene Popular y fue condecorada con la Gran Cruz de la Beneficiencia.

Horrorizada por las atrocidades de la I Guerra Mundial, que la sorprende en la hacienda familiar de Drozdovo en Polonia, y que al ser invadida por los alemanes da lugar a una diáspora familiar que la aísla de los suyos. En estas circunstancias decide dedicarse al cuidado de los heridos, en los hospitales del frente y retaguardia. Experiencia que volcará en sus artículos, crónicas y conferencias, dando a conocer los desastres de la guerra y también la importancia y la defensa del papel de la mujer en la sociedad. 6a00d8341bfb1653ef01a51059043b970c

Estaba convencida de que la intrusión de la mujer en el escenario público aligeraría a las sociedades de la violencia y agresividad. Una agresividad que conoce de cerca cuando trabaja para la Cruz Roja. Es entonces cuando vive una de sus peores experiencias al ser destinada, en compañía de otras enfermeras, a recoger a 700 soldados heridos en el frente de batalla. Marcha en tren a la ciudad de Skierniewice en un recorrido difícil y duro en el que los aldeanos les advertían de no poder seguir avanzando sin riesgo de caer en manos de los alemanes: “Por el lado izquierdo aparecía todo el horizonte enrojecido por el intensísimo fuego, que no cesaba ni un instante, por el lado derecho la Rusia blanca y silenciosa… Y por fin llegamos a Skierniewice. ¡Cómo estaba aquello, Dios mío! Heridos, muertos, terror”. Y sin embargo Sofía todavía recuerda con mayor horror los últimos meses de 1915: “Cuando la ola de hambrientos, de famélicos, de extenuados, no nos dejaban curar a los cuatro o cinco mil heridos que recibíamos a diario”. Por aquel entonces ella y su familia se alimentaban de pan negro amasado con paja. Por la labor que hizo en los hospitales durante la I Guerra Mundial, fue condecorada por el zar Nicolás II con la Medalla de Santa Ana.

Vivió de cerca la revolución rusa y la lucha entre los partidarios de Trotsky y de Lenin. Se conmovió profundamente con el asesinato de la familia del zar, con los encarcelamientos de obispos católicos, las purgas y asesinatos, todo ello la llevaría a ser una anticomunista convencida. La revolución de Octubre, además de en sus crónicas y artículos periodísticos, quedará reflejada en De la revolución rusa de 1917; La revolución bolchevista. Diario de un testigo y En la Corte de los Zares. Del principio y del fin de un imperio.

En este año que se recuerda el centenario del inicio del gran conflicto bélico que supuso la I Guerra Mundial, cabe ocuparnos de una mujer inusual para su época, una escritora y reportera atrapada en la crudeza de las grandes guerras y conflictos del siglo XX, que murió casi centenaria, ciega y olvidada  en la gélida Polonia soviética.

«Soy la única mujer española que vengo de aquellos lugares de desolación y muerte, en donde los hambrientos cavan sus fosas y en ellas se matan con sus mujeres e hijos”.