Archive for the ‘Historia’ Category

Los nadies de la Guerra Civil

7 May, 2024

Fuente: http://www.infolibre.es

Urania Mella con María Gómez en la cárcel de mujeres de Saturraran (Motrico, Vizcaya) a principios de los años 40
Urania Mella con María Gómez en la cárcel de mujeres de Saturraran (Motrico, Vizcaya) a principios de los años 40 Proxecto nomesevoces.net

Francisco J. Leira Castiñeira

1 de abril de 2023 19:44h

Actualizado el 02/04/2023 06:00h

Una práctica común entre lectores y escritores a la hora de devorar un libro es anotar en sus márgenes comentarios referidos al mismo o ideas que surgen con su lectura. Esta práctica es conocida por marginalia y ha sido estudiada por filólogos debido a la cantidad de información y reflexiones que dejaron grabadas autores como Juan Ramón Jiménez o Mark Twain. Es una práctica que seguimos haciendo muchos de nosotros para recordar aquello que quedó al margen de la narración y queremos subrayarlo.

Este símil puede aplicarse a lo que ha sucedido en la historiografía hasta hace pocos años. Por suerte, cada vez son más los historiadores-as que incluyen en su narrativa la marginalia de los nadies (Eduardo Galeano), de los ninguén (Xosé Neira Vilas), los menores, porque tienen un poder menor (Pier Paolo Pasolini), es decir, los olvidados de la Historia. De este modo, podemos abordar el pasado desde otra perspectiva, más compleja, cambiante y porosa. Todos tenemos cierta capacidad de agencia, de decisión, pero está ligada a nuestra relación con el entorno sociopolítico y cultural, y al momento histórico. Por eso, estudiar a la gente corriente, nos evoca un reflejo más fiel de aquel universo sociocultural que tratamos de reconstruir pero que nunca conoceremos del todo. Pero, no solo representa lo que fuimos, sino también lo que somos: personas, y como tal no podemos clasificarnos de manera dicotómica como si no estuviésemos sometidos a una constante evolución del pensamiento, ni que nuestro comportamiento actúe constantemente como, en teoría, nosotros mismos nos definimos. ¿Acaso los seres humanos no somos contradictorios? Pongamos unos ejemplos del libro Los Nadie de la Guerra de España (publicado en Akal),

Alicia Solleiro recuerda cómo la primera vez que vio a su madre, Urania Mella, tras la salida de esta última de la cárcel de Saturraran, le respondió negativamente a la pregunta de si la quería. El motivo estribaba en que la familia del marido de Urania la culpaba de ser la causante del asesinato de este por parte de los golpistas. Ella rompió el techo de cristal participando en organizaciones obreras como el Socorro Rojo o la Asociación de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo de la localidad de Lavadores (ahora perteneciente a Vigo). Posiblemente, como consecuencia de la socialización familiar (su abuelo era Juan Serrano Oteiza, y su padre, Ricardo Mella, dos influyentes intelectuales anarquistas), participó en política, así debe ser reivindicada su figura, no por ser hija de. Su marido, Humberto Solleiro, también fue un destacado sindicalista de Vigo, aunque no tuvo la repercusión de su esposa.

Con el golpe de Estado, les abrieron un juicio sumarísimo por vía militar con sentencia a pena de muerte para ambos, aunque, finalmente, solo ejecutaron a Humberto. A Urania le conmutaron la sentencia por cadena perpetua, y salió de prisión a mediados de los años cuarenta. El adoctrinamiento de las también víctimas de la represión franquista, en este caso, la familia de Humberto, hizo que buscaran una explicación y un chivo expiatorio, y esto provocó que descargaran su ira contra Urania. Por este motivo, que es difícil de justificar, pero que ha de comprenderse por la complejidad de aquel periodo de violencia y miseria moral, todos sus hijos mantuvieron una idea negativa sobre ella. Ese pensamiento cambió en Alicia cuando llegó la adultez y empezó a descubrir quién había sido, qué había conseguido, su lucha en defensa de los más desfavorecidos (era profesora de mujeres con pocos recursos) y cómo fue condenada. Cuando Alicia comenzó a asentar su vida en Cataluña, empezó a militar en las mismas organizaciones en las que lo hiciera su madre.

Por eso, es difícil juzgar la actitud de la familia de Humberto Solleiro cuando culpan de la muerte de su hermano, a su esposa. La sinrazón, la falta de comprensión de lo que ha ocurrido o, incluso, un intento por salvar la vida de sus sobrinos hizo que cargasen contra la madre y no les permitieran verla más que un par de veces antes de morir. Este matiz, no es una postura equidistante, puesto que ya lo advertía Pierre Vilar, al afirmar que “comprender no es justificar”.

Este tipo de historia, la que se lee en los márgenes del pasado desde lo particular a lo general, sirve para conocernos como conjunto y como individuos

Ruptura de lazos solidarios

Otro ejemplo de esto es el juicio que le abrieron a la primera alcaldesa de Galicia, María Gómez, afiliada a Izquierda Republicana. Tras esa causa militar, fueron asesinados cuatro políticos de la pequeña localidad en la que residía, A Cañiza, y ella fue recluida en la cárcel de mujeres de Saturraran. Al leer las declaraciones, comprobamos que se acusan los unos a los otros ante las imputaciones de los nuevos poderes despóticos de los sublevados. En vez de escudarse en que defendían la democracia, se atribuían entre sí las acciones que habían llevado a cabo: reunirse en la Casa Consistorial y hacer una requisa de armas tras la noticia de un golpe de Estado. Seguramente, no fue a causa de las declaraciones vertidas tras la coacción y las amenazas, pero el resultado fue la ruptura de los lazos de solidaridad existentes en aquel tiempo.

La crisis infinita Ver más

Este tipo de aspectos pueden ser irrelevantes al estudiar a los grandes personajes, los generales, políticos o intelectuales, casi siempre hombres que ostentaron poder. Es verdad que, desde los últimos años, ha habido un cambio historiográfico relevante que trato de continuar, igual que lo es que las biografías de los grandes políticos o monarcas poco tienen que ver con las realizadas hace años (sirvan de ejemplo las de Alfonso XIIIy Miguel Primo de Rivera escritas por Moreno Luzón o Alejandro Quiroga). Sin embargo, reivindicar la vida de los menocchios de la historia (en referencia al protagonista del libro de Carlo Ginzburg El queso y los gusanos) nos permite desentrañar, a partir de pequeñas cosas, cómo la sociedad interactuó con su contexto y, en consecuencia, cómo lo hacemos nosotros en la actualidad. Este tipo de historia, la que se lee en los márgenes del pasado desde lo particular hacia lo general, sirve para conocernos como conjunto y como individuos, así como para que se comprenda la importancia de la Historia, que no está circunscrita a un pequeño grupo, sino que la hacemos todos nosotros día a día.

Los personajes que cito dejaron tras de sí poca documentación. Algunas cartas, entrevistas a los familiares, un juicio, mas no un gran archivo como los que pueden haber legado los ministros o presidentes del Gobierno. Por eso, requiere de una interpretación, en ocasiones arriesgada, de una parte, muy concreta de sus vidas para reconstruirlas. No obstante, tratar de alcanzar ese objetivo permite entender no solo a María Gómez, a Urania Mella, a Humberto Solleiro y a sus hijas, sino muchas otras historias que el paso del tiempo hizo caer en el olvido y que las instituciones no quisieron que fuesen recordadas. De esta forma, las personas citadas dejan de ser individuos para convertirse en colectivo, en esa parte de la sociedad, de la mayoría de nosotros, que permanecemos en silencio en los bordes de los libros de Historia, pero que determinamos el devenir de los acontecimientos. Llevemos al centro de nuestras narraciones lo que antes solo escribíamos en los márgenes.

Francisco J. Leira Castiñeira (A Coruña, 1987), es doctor en Historia y autor de ‘Los Nadies de la Guerra de España’ (Akal, 2022).

La leyenda blanca contra la leyenda negra: la respuesta española a la propaganda inglesa

3 May, 2024

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 2 abril 2023 18:50 CEST

Autoría

  1. Berta Cano Echevarría es Amigo de The Conversation. Profesora Titular de Filología Inglesa, Universidad de Valladolid

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Berta Cano Echevarría es investigadora del proyecto «Misiones y transmisiones: intercambios entre la Península Ibérica y las Islas Británicas en la época Moderna»: PID2020-113516GB-100 financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Agencia Estatal de Investigación.

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Cuando se habla de Leyenda Negra casi todo el mundo la relaciona con la imagen negativa que se difundió sobre España y sus habitantes coincidiendo con la época del imperialismo hispánico.

El propio sustantivo de “leyenda” implica que se trata de “hechos fabulosos que se transmiten por tradición como si fuesen históricos” (según el diccionario de María Moliner). En una leyenda lo que se cuenta es solo parcialmente verdadero y, a base de repetirse, se convierte casi en una certeza.

Entre los principales difusores de esta imagen “negra” estaban los ingleses que, en guerra con España (1585-1604), y compitiendo en la carrera expansionista americana, encontraron muy provechoso el exagerar las maldades del enemigo sin ver la paja en su propio ojo.

En los siglos XVI y XVII, los panfletistas ingleses orquestaron una guerra de propaganda, antiespañola y anticatólica, con la que convencer a la población del peligro que suponía la monarquía hispánica para la independencia del reino. En esos panfletos se retrataba a los españoles como ambiciosos, crueles, corruptos y sospechosamente oscuros de piel. El fin último del imperio español era conquistar el mundo y someterlo al yugo del papado con ayuda de la Inquisición y de los católicos infiltrados entre la población.

De todos es sabido que en cualquier guerra la propaganda contra el enemigo es una de las armas más poderosa, y los ingleses no dudaron en utilizarla. Pero ¿qué respuesta recibieron de los españoles? ¿Existió una leyenda negra sobre los ingleses a modo de contraataque?

Puede resultar curioso pero mis investigaciones me llevan a proponer que, en lugar de una leyenda negra, los españoles construimos una leyenda blanca en torno a los ingleses. Un arma más sutil pero que puede resultar igualmente efectiva.

Los refugiados ingleses

Si buscamos entre las obras literarias cuál era la imagen de los ingleses en la época encontraremos un frustrante vacío. Hay muy pocos personajes de esta nacionalidad en la ficción, y los que aparecen no tienen rasgos distintivos de carácter nacional, sobre todo en comparación con los franceses, los portugueses y los moriscos, quienes sí aparecen retratados en el teatro de la época conforme a estereotipos.

En principio, esto podría deberse al desinterés y a la falta de información sobre el país y sus costumbres. Inglaterra se consideraba alejada y no especialmente relevante, al menos hasta que comenzó la guerra hispano-inglesa. Mientras que los ingleses, a pesar de su inquina, se esforzaban por aprender español y traducir e imitar las obras de los escritores españoles, en España apenas existen traducciones del inglés y nadie estaba interesado en aprender la lengua del enemigo.

Por este motivo, la principal fuente de información sobre Inglaterra eran los propios ingleses católicos refugiados en España por motivos religiosos. También ellos fueron los autores de la pocas traducciones del inglés al español.

El primer seminario inglés fue fundado en Valladolid por un grupo de católicos que salieron huyendo de su país después del fallido intento de invasión de la Armada Invencible (1588) y que encontraron en la ciudad castellana la protección de Felipe II.

A ese le seguirían otros en Sevilla, Madrid y Lisboa. A estos colegios llegaban secretamente los hijos de familias católicas inglesas que querían educarlos en la “religión verdadera”, prohibida en su país.

Una vez convertidos en sacerdotes su misión era volver de incógnito a Inglaterra para oficiar misas clandestinas y mantener viva la religión proscrita. Muchos de ellos serían apresados, encarcelados y ejecutados públicamente por ser espías de los españoles, enemigos de la patria y traidores a la corona. Así comenzaría en España el culto a los mártires ingleses.

Espías españoles

De modo que los colegios ingleses en España se convirtieron no sólo en centros de educación sino en importantes emisores y transmisores de información secreta entre los dos países.

Joseph Creswell, un jesuita encargado de dirigir el colegio de Valladolid y posterior fundador del colegio de Madrid, tenía fama de estar al tanto de todo. Los ingleses se preocupaban, sabiendo que “no se movía una paja en la corte inglesa” sin que Creswell tuviera noticia de ello a través de las montañas de cartas que recibía diariamente desde Inglaterra.

Algunas de estas cartas, convenientemente seleccionadas, traducidas y manipuladas, se publicaban en español e informaban sobre la triste situación de los católicos en Inglaterra: monjas perseguidas y desposeídas de sus bienes, familias separadas teniendo que huir a Francia y, sobre todo, sacerdotes capturados, torturados y ejecutados cruelmente.

En los pocos casos en que se ha podido encontrar el original de una carta y compararla con su versión en español, se aprecia la distorsión del original para retratar sólo el heroísmo de las víctimas. En estas cartas se da la impresión de que los ingleses son en su mayoría católicos que sufren la tiranía de unos gobernantes herejes.

Promocionar la invasión de Inglaterra

La manipulación de la imagen de Inglaterra como un país lleno de católicos víctimas de sus políticos podía conseguir apoyo popular a la política de Felipe II de intervenir en el país para devolverlo al catolicismo. Al fin y al cabo, se trataría de una liberación de la población.

Este tipo de propaganda llegó a su máximo apogeo con la firma de la paz entre España e Inglaterra en 1604-1605. Para convencer de que esta paz era beneficiosa, se promovió una curiosa campaña de propaganda proinglesa en la que participó hasta Miguel de Cervantes.

En su novela ejemplar La española inglesa (1605?), el amor entre una española cautiva y un apuesto inglés católico pone fin a una serie de calamidades a escala internacional. En ella, hasta la reina Isabel I de Inglaterra es un personaje amable.

Al mismo tiempo, un romance de ciego, escrito probablemente a comisión, para que se pregonara en plazas y mentideros decía: “aya paz, cesse la guerra / reciba España consuelo /pues ya vuelve Ingalaterra / a ser amiga del cielo”. En él se contaba cómo la paz se había firmado porque Inglaterra se había convertido oficialmente al catolicismo.

No hay fuentes suficientes para saber si gracias a la propaganda se consiguió este apoyo popular. Lo que sí sabemos es que la realidad era bien distinta a la que las autoridades querían hacer creer: la mayor parte de los ingleses eran protestantes, aborrecían a los españoles y la vuelta al catolicismo no llegaría jamás.

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Elena Sanz

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Sevilla, 1933: cuando la izquierda luchó para que hubiera Semana Santa y la derecha logró que no saliera ni un paso

2 May, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

Memoria histórica

La hermandad de la Estrella fue la única que salió la Semana Santa de 1932.
La hermandad de la Estrella fue la única que salió la Semana Santa de 1932.

Antonio Morente

2 de abril de 2023 20:27h

Actualizado el 03/04/2023 19:41h

La primavera de 2020, en pleno confinamiento por el coronavirus, no hubo Semana Santa en Sevilla (y en toda España, claro está) por mucho que fuese algo inconcebible pocas semanas antes. Hubo quien dijo entonces que era la primera vez en la historia que no había pasos en las calles hispalenses, pero en los ámbitos cofradieros se sabía muy bien que no era así porque ya había ocurrido antes, concretamente en 1933. Entonces, cuando la II República se disponía a cumplir dos años (el 14 de abril caía en Viernes Santo), no salió ni una sola hermandad tras meses en los que las autoridades republicanas de izquierda estuvieron batallando para que hubiera cofradías, mientras que las fuerzas conservadoras tiraban en sentido contrario. En 1932 sólo la salida de la Estrella impidió que aquella Semana Santa pasara en blanco, lo que no pudo evitarse un año después.

Desmontando la leyenda negra sobre la amenaza republicana a la Semana Santa de Sevilla

“Hubo una utilización política de las hermandades, a las que usaron como arma de conspiración contra la República”, apunta Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla que ha estudiado a fondo este intenso periodo, que en Sevilla pronto se empezó a enfocar desde el punto de vista de las hermandades. El advenimiento republicano se produjo días después de la Semana Santa de 1931, pero fue cuestión de poco tiempo que hubiese voces preguntándose qué iba a pasar en 1932, sobre todo después de que se precipitaran los acontecimientos: la nueva Constitución prohibía a los ayuntamientos subvencionar a las hermandades, el laicismo del Estado fue entendido por los católicos como una agresión, se acabaron las clases de religión, los crucifijos en los colegios…

A este convulso periodo de cambio hay que unirle una cuestión nada menor como fue la quema de conventos, la violenta ola anticlerical de mayo de 1931. “Es verdad que había un ambiente antirreligioso”, explica Álvarez Rey, pero también muchos entendieron como un ataque directo a sus creencias lo que no dejaba de ser la aplicación de una política laicista “que llevaba décadas en Europa”. “Separación Iglesia-Estado no significa persecución, otra cosa es que hubo salvajes, como los ha habido siempre”.

Puestas las bases, queda dicho que en 1933 no hubo ni un paso en la calle, pero lo que ocurrió hace 90 años fue en realidad la repetición de lo que ya se vivió en 1932, con la diferencia de que no hubo ninguna corporación que a última hora diera el paso al frente de salir como entonces hizo la Estrella. Y para saber qué ocurrió aquella Semana Santa hay que remontarse todavía más atrás, a cuando en otoño de 1931 nace la Federación de Hermandades, Cofradías y Asociaciones Piadosas de la Diócesis hispalense, en la que inicialmente no tiene nada que ver el cardenal Eustaquio Ilundain y en la que abundan como hermanos mayores los nombres de pedigrí conservador que copan los círculos económicos, empresariales, culturales… y políticos, incluyendo a diputados de partidos de derechas. En el otro lado de la mesa tenemos al alcalde republicano, José González Fernández de la Bandera, del Partido Radical de Martínez Barrios y personaje clave para frenar la Sanjurjada de 1932 (sería fusilado por ello en agosto de 1936 junto a Blas Infante, el padre de la patria andaluza), enfrascado en dar todas las facilidades del mundo a las hermandades para que salieran.

“Predisposición a no salir”

Durante estos dos años, ésta sería la constante: las autoridades republicanas de izquierda haciendo todo lo posible para que la Semana Santa se desarrollase con normalidad, mientras las fuerzas conservadoras buscaban justo lo contrario para así desestabilizar al Gobierno. Esto no significa que la izquierda fuese un bloque monolítico, porque por ejemplo los socialistas votaron en contra de unas concesiones a las hermandades que veían como un “anacronismo”. Para la derecha, por su parte, que las cofradías salieran como si tal cosa era normalizar la política laicista, con lo que de partida “hubo predisposición de las hermandades a no salir”. A este caldo de cultivo le puso palabras en una reunión con el gobernador civil el hermano mayor de San Bernardo, Antonio Filpo: “¿Cómo voy yo a sacar tranquilo a la calle un Cristo que se lo quitan a mi niño de las escuelas?”.

Una semana después, en febrero de 1932, en una asamblea a la que acudieron 37 de las 41 hermandades el resultado fue contundente, con 34 hermanos mayores a favor de no salir y sólo tres abstenciones. Al margen de cuestiones políticas, aquello suponía un desastre para Sevilla, que a la crisis económica del momento por la Gran Depresión le unía que estaba asfixiada por las deudas tras celebrar la Exposición Iberoamericana de 1929. Y teniendo en cuenta que ahora estaba prohibido que el ayuntamiento financiase a las cofradías, como había hecho históricamente, el alcalde Fernández de la Bandera propuso lo que no dejaba de ser una subvención indirecta: que las hermandades se quedasen con los ingresos por el alquiler de las sillas para ver los pasos en la Carrera Oficial, el tramo por el que desfilan todos los pasos.

Fernández de la Bandera (centro), el alcalde que sufrió el boicot de las hermandades en 1932 y 1933. Familia González-Herrera

La fórmula fue rechazada aunque es la misma que está vigente hoy día, y tampoco convencieron las garantías de seguridad para los cortejos en la calle que ofreció el regidor. Si a esto le unimos la indignación que provocó que Jueves y Viernes Santo dejaron de ser festivos en favor de días de Feria, las hermandades tenían más que tomada su decisión. “Las cosas están en tal punto que los católicos se consideran incompatibles con la República, el sentimiento religioso fue el cemento que unió a todos los sectores conservadores, que tenían muchas diferencias entre sí”, subraya Álvarez Rey.

“Aquí quien manda eres tú”

Así las cosas, y aunque es comprensible la inquietud de las cofradías por el ambiente tan inquieto que se respiraba, lo cierto es que las autoridades se volcaron en materia económica y de seguridad, y nunca se prohibió la salida de las hermandades, que fue la versión que el franquismo instauró como verdad histórica. Prueba de ello fue la salida de la Estrella, cuyo cabildo de hermanos argumentó que “esta cofradía, que es del pueblo, al pueblo se debe, que es tanto como decir que se debe al régimen constituido legalmente”. Acusada de esquirol, a la corporación trianera se le puso el sobrenombre de la Republicana, aunque las fuerzas conservadoras se encargarían poco después de darle la vuelta a la tortilla y presentarla como la Valiente, con lo que se alababa que había sido la única con el arrojo suficiente para desafiar el supuesto veto gubernamental y el clima de hostilidad religiosa.

Aquel Jueves Santo de 1932, a la Virgen de la Estrella le cantó la Niña de la Alfalfa una saeta que muestra el ambiente que se vivía: “Se ha dicho en el banco azul/ que España ya no es cristiana/ y aunque sea republicana/ aquí quien manda eres tú,/ Estrella de la mañana”. Durante la procesión hubo tensión, incidentes y la imagen (que procesionó sin joyas) fue tiroteada. No hubo heridos ni daños graves, pero los sucesos fueron esgrimidos por las fuerzas conservadoras para reprochar que las autoridades no habían sido capaces de garantizar la seguridad de una única hermandad. Pocos días después, el fuego arrasaba con la iglesia de San Julián y la popular Virgen de la Hiniesta, lo que abonó el discurso de que el futuro de la Semana Santa sevillana estaba en peligro si no ganaban las fuerzas conservadoras.

Restos de la iglesia de San Julián, quemada días después de la Semana Santa de 1932.

“La derecha no dudó en instrumentalizar y rentabilizar políticamente el tema de la Semana Santa”, incide Álvarez Rey, sobre todo en un 1933 que empezó de la peor de las maneras, con los sucesos de Casas Viejas en Cádiz. Lo ocurrido a la Estrella fue el principal argumento para justificar que hace ahora 90 años no hubiera ni un solo paso en la calle, una decisión que esta vez se encarriló desde el primer momento pese a los intentos en sentido contrario del gobierno local. Las hermandades cambiaron su salida por una vigilia en la Catedral, como ya hicieron casi todas en 1932, a lo que unieron un abundante reparto de comida entre los pobres.

O izquierda o cofradías

Lo que se daba en llamar las fuerzas vivas y la prensa local, mayoritariamente conservadora, acabaron lanzando según Álvarez Rey un mensaje cristalino, que no era otro que “para que las cofradías sevillanas volvieran a la calle la izquierda tenía que ser expulsada del poder”. La ocasión llegó en noviembre de 1933, tras el cese de Azaña de la Presidencia del Gobierno, un periodo electoral en el que Sevilla se inundó de pasquines con un mensaje muy claro: “Hace dos años que no salen las cofradías sevillanas. ¡Piensa en tu cofradía, sevillano, antes de votar! Y piensa en todo lo que tiene que cambiar antes de que puedan salir”.

En 1933 las derechas decidieron ir unidas (“entendieron perfectamente a lo que obligaba la nueva ley electoral, que le daba el 80 % de los diputados a la primera fuerza y el 20% restante a la segunda”) frente a la separación de la izquierda, un contexto que suena singularmente contemporáneo. La candidatura única conservadora arrambló con 10 de los 16 escaños en disputa, pese a que en conjunto recibió muchos menos votos (80.000) que los 130.000 que cosechó una izquierda fragmentada.

Publicidad de las fuerzas conservadoras llamando a la movilización de sus votantes.

La llegada de la derecha al Gobierno de la República fue mano de santo, tal y como se desprende del giro radical en la postura de las hermandades: en 1934 aceptaron la misma fórmula económica que habían rechazado dos años antes, dieron por buenas las medidas de seguridad que antes nunca eran suficientes y consiguieron que el nuevo alcalde, Emilio Muñoz-Rivero (también del Partido Radical, Fernández de la Bandera dejó el cargo al ser elegido diputado), volviese a declarar festivo Jueves y Viernes Santo. Eso sí, se produjo una fractura en el frente común que hasta entonces habían sido las fuerzas conservadoras, ya que la ultraderecha insistió en que no se podía volver a procesionar sin más, unas fricciones que tuvieron su reflejo en que al final sólo salieron 14 hermandades, básicamente las cofradías de barrio.

La normalidad se recuperó ya en 1935, con llamamientos como el de la Cámara de Comercio a “deshacer la leyenda de la Sevilla roja, injustamente forjada”, y se mantuvo incluso en 1936 tras la victoria del Frente Popular en unas elecciones en las que la derecha volvió a jugar la carta de las cofradías pero esta vez con peores resultados, dada la unión de la izquierda. El nuevo alcalde, Horacio Hermoso (de Izquierda Republicana), mantuvo las mismas garantías económicas y de seguridad pactadas en 1934, además de la consideración de festivos de Jueves y Viernes Santo. Aún así, tuvo que enfrentarse a un boicot de las élites locales más intransigentes, que decidieron no renovar sus abonos en las sillas del punto más noble de la Carrera Oficial, a lo que el regidor respondió invitando a los niños del hospicio y de las escuelas municipales. Pocos meses después, el 29 de septiembre, era fusilado por los sublevados en la tapia del cementerio.

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EEUU entregó Corazones Púrpura de la Segunda Guerra Mundial todo el siglo XX

1 May, 2024

Fuente: http://www.curistoria.com

EEUU entregó Corazones Púrpura de la Segunda Guerra Mundial todo el siglo XX

Los Estados Unidos conceden desde hace más de un siglo su Corazón Púrpura a los soldados heridos o muertos en servicio frente al enemigo. Es un reconocimiento que otorga el presidente y su origen está en el siglo XVIII, aunque entonces la medalla que reconocía estos hechos tenía otro nombre. Proviene del presidente y por eso no es extraño que su forma sea el perfil de George Washington en relieve dentro de un corazón. Es una de las condecoraciones más antiguas del ejército del Estados Unidos de entre todas las que están en vigor y se han entregado más de 1,8 millones de Corazones Púrpura en su historia. Pero hoy quiero contarles por qué EEUU entregó Corazones Púrpura de la Segunda Guerra Mundial todo el siglo XX.

EEUU entregó Corazones Púrpura de la Segunda Guerra Mundial todo el siglo XX debido a que pecaron de pesimistas y encargaron muchísimos

El Corazón Púrpura es una medalla con unos requerimientos de obtención algo bajos dentro del ámbito de las medallas. A lo largo del tiempo se ha modificado mínimamente la letra pequeña que permite acceder a esta condecoración. Por ejemplo, incluyendo la lucha contra el terrorismo, que se incluyó en 1973. Pero es suficiente ser herido en combate para obbtenerla, incluyendo en ello cualquier herida o cuestión que requiera tratamiento por parte de algún médico del ejército. En definitiva, se han entregado muchas a lo largo del siglo XX.

En l Primera Guerra Mundial se entregaron más de 320.000 medallas de este tipo. Más de 1 millón en la Segunda Guerra Mundial, que son más que la suma del resto de conflictos del siglo XX. Se entregaron más de 350.000 en la guerra de Vietnam y más de 35.000 en Iraq. Hay algunos soldados, no sé si por especialmente arrojados o porque los persigue la desgracia, que han acumulado hasta 10 Corazones Púrpura. Por supuesto, Audie Leon Murphy, el norteamericano más condecorado, consiguió uno.

Como vemos, en la Segunda Guerra Mundial se superó el millón de medallas entregadas. Pero durante la guerra el ejército de Estados Unidos, siendo precavido, encargó la fabricación de más de millón y medio de ellas. Esperaban que la lucha en el Pacífico se alargara más tiempo del deseable y que el combate isla por isla fuera un infierno. Un infierno en el que cayeran muertos y heridos muchos hombres, merecedores todos ellos de su corazón por parte del presidente. Las bombas nucleares acortaron ese camino trazando un brutal atajo al final de la guerra y, para su suerte, muchos hombres se quedaron sin su Corazón Púrpura.

Estados Unidos no compró más Corazones Púrpura hasta 1999

Cuando se acabó la guerra en agosto de 1945, aunque Japón se rindió oficialmente en septiembre, quedó medio millón de medallas en los almacenes del ejército. Dado que la suma de Corazones Púrpura otorgados en el resto del siglo XX ronda ese medio millón, parece probable que todavía a comienzos del siglo XXI hubiera existencias de los fabricados para la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, hasta el año 1999 Estados Unidos no había pedido nuevas medallas de este tipo a los fabricantes. En ese año encargó 9.000 nuevos corazones, parece que sencillamente porque el centro de suministros se estaba quedando sin existencias. Los Corazones Púrpura están repartidos por muchas unidades del ejército y en los hospitales de campaña, y ellos no tenían suficientes en su almacén.

Por todo esto que hemos contado, es seguro que durante todo el siglo XX se estuvieron entregando los Corazones Púrpura encargados para la Segunda Guerra Mundial. Y no se puede descartar que aún hoy, si algún soldado estadounidense es herido o, Dios no lo quiera, muerto en combate, la medalla que se le entregue sea uno de aquellos fabricados pensando en los jóvenes que se las iba a ver con los japoneses en el Pacífico en 1945.

Lo que todavía no sabemos de la guerra civil española

10 abril, 2024

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 22 marzo 2023 19:22 CET

Autoría

  1. Jaume Claret. Historiador. Profesor agregado en los Estudios de Artes y Humanidades y director del Máster Universitario de Historia del Mundo Contemporáneo, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

Cláusula de Divulgación

Jaume Claret no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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La guerra civil española acabó oficialmente el 1 de abril de 1939. Sin embargo, su vigencia como elemento de legitimación del franquismo se mantuvo hasta el final de la dictadura.

A pesar de haber transcurrido más de ochenta años, todavía perviven episódicas polémicas políticas sobre ella y, sobre todo, se suceden las novedades en librerías, teatros y cines. Esto debería obligarnos a considerar si todavía existen rincones no explorados del conflicto vivido en España entre 1936 y 1939.

Simplificando la cuestión, podríamos señalar tres grandes áreas de trabajo donde todavía sería posible hacer avanzar el conocimiento.

La guerra desde el frente

La primera estaría vinculada con la guerra propiamente dicha. Mientras la investigación sobre la violencia en las respectivas retaguardias ha logrado grandes avances, tanto en los estudios cuantitativos como cualitativos, las cuestiones estrictamente militares no han suscitado un interés similar entre los profesionales de la investigación histórica. Desaparecido hace ya doce años Gabriel Cardona, sus sucesores son escasos.

Ello no significa que no encontremos núcleos interesantes como los cristalizados en torno a la Revista Universitaria de Historia Militar o al Museo virtual de la mujer combatiente. Ni que ciertos aspectos como el reclutamientolas redes quintacolumnistas y episodios concretos como la Batalla de Teruel o el papel de las Brigadas Internacionales no hayan merecido estudios relevantes.

Soldados sentados en una trinchera.
Soldados republicanos en una trinchera en posición de descanso en la sierra de Alcubierre, Huesca. P. Luis Torrents. Biblioteca Digital Hispánica / BNECC BY

Con todo, y como lamentaba Hernán Rodríguez Velasco, persisten demasiadas ausencias y carencias como, por ejemplo, “una obra global que analice de forma totalizadora la Guerra Civil desde el plano militar”.

Mientras otros conflictos contemporáneos, como las dos guerras mundiales, cuentan con una engrasada producción que renueva sus aportaciones, interpretaciones, métodos y públicos, aquí es una cuestión marginal que, siendo generosos, apenas llegaría al 15 % de los libros dedicados a los tres años de guerra española.

Tres soldados hablan en una trinchera.
Tres soldados del ejército sublevado en la batalla de Brunete. Biblioteca Digital Hispánica / BNECC BY

Además de buenas síntesis y de necesarias monografías, se echa en falta también la adopción de nuevos formatos como las historias visuales disponibles para otros conflictos. Se podría así llegar a nuevas audiencias y ofrecer incluso aproximaciones sugerentes. De hecho, el cómic ya ha mostrado el camino a seguir y cuenta con diversos títulos de cierto éxito, el más reciente Historia gráfica de la guerra civil.

Los tejemanejes de los vencedores

En segundo lugar, está el contraste entre el abrumador nivel de detalle sobre lo acontecido en la zona republicana (vaivenes políticos, crisis de gobierno, políticas públicas, etc.) y lo poco que sabemos sobre la configuración del poder en la retaguardia rebelde, más allá de las tramas conspiradoras iniciales que llevan al 18 de julio de 1936 (véase, por ejemplo, buena parte de la más reciente investigación de Ángel Viñas).

O quizás deberíamos hablar de poderes, pues aquí se incluye desde la construcción del aparato administrativo-burocrático (de los miembros de la Junta de Defensa Nacional, la Junta Técnica del Estado y, finalmente, el Consejo de Ministros, hasta el concejal del último pueblo en manos de los sublevados) a la adaptación de las estructuras industriales, económicas y financieras, entre otras.

Por un lado, parece mucho más atractivo estudiar a los vencidos que a los vencedores, sea por una cuestión de identificación o de justicia poética a posteriori. Por el otro, siempre resulta más sencillo analizar una democracia que no una dictadura en construcción, pues el debate es más público, sus protagonistas más libres y las tensiones más visibles.

Civiles y militares hacen el saludo falangista al paso de una comitiva de despedida.
Despedida al jefe del polígono Janer, Sr. Basterreche, con motivo de su marcha con el crucero Canarias en Pontevedra. Foto Pintos. Biblioteca Digital Hispánica / BNECC BY

Sin embargo, historiar a los vencedores se nos aparece como una tarea necesaria e imprescindible, ya que son ellos los principales configuradores de las genealogías que se extienden hasta el presente. Por mucho que nos pese, las raíces de la sociedad española deben menos al pasado republicano, exiliado y opositor que al franquismo, con las lógicas evoluciones temporales, transformaciones sociales e influencias diversas.

De aquí la necesidad de conocer con mayor detalle cómo se configura el futuro poder franquista, qué personajes y qué componendas se cocieron más allá del frente bélico. Fuera de los estudios más locales o regionales, pocas son las monografías sobre las familias del régimen, sobre la articulación de los engranajes internos de los sublevados o sobre nombres clave de aquellos años.

José Moscardó, Francisco Franco, Ramón Serrano Súñer miran por un balcón.
José Moscardó, Francisco Franco y Ramón Serrano Súñer el 26 de abril de 1938. Wikimedia Commons

Quizás la mejor personificación de estos vacíos sea la falta de una biografía –completa o no hagiográfica– del todopoderoso Ramón Serrano Suñer y de prácticamente todos los jerarcas políticos, militares y religiosos de entonces. Evidentemente, no todo es un yermo y como contraejemplos hallamos los recientes retratos dedicados a José Antonio o a Demetrio Carceller.

Sin embargo, abundan más las carencias que las presencias. Es frecuente que el paréntesis 1936-1939 en el bando rebelde se limite al relato del ascenso del general Francisco Franco a la cúspide del poder. También suele haber alguna mención al proceso de unificación política, algún comentario sobre la gestación del nacionalcatolicismo, alguna citación respecto de los apoyos internacionales (junto con las derivadas de Guernica, Hendaya, División Azul, etc.) y un seguimiento más o menos detallado del avance bélico.

Pero poco más, especialmente porque a menudo la propia guerra civil queda como epílogo de la historia republicana o proemio del franquismo.

La divulgación del conflicto

Y, por último, está la cuestión de la divulgación. Las dificultades para que el conocimiento de especialistas y universitarios impacte en la ciudadanía son especialmente dramáticas en lo referente a la guerra civil.

Prisioneros miran a cámara.
Prisioneros republicanos en Sama de Langreo, Asturias. Biblioteca Digital Hispánica / BNECC BY

A pesar del evidente interés del público, quienes dominan el mercado son –en el mejor de los mundos– divulgadores más o menos documentados. Y en la mayoría de los casos –y por desgracia–, meros recicladores del relato revisionista franquista, con mayor o menor cobertura pseudoacadémica, según el caso, como ya denunció en su momento el desaparecido Javier Tusell y se han esforzado en replicar relevantes y prestigiosos historiadores.

La guerra civil española es el gran parteaguas de nuestra contemporaneidad que da lugar a la gran “excepción” local de nuestro entorno: una dictadura de 40 años.

Lo importante es sin duda explorar aquellas zonas del período inexploradas, mal entendidas o todavía confusas. Pero lo urgente es hacer llegar a la ciudadanía un conocimiento sobre su pasado veraz en lo fáctico, ajustado en lo interpretativo y útil en lo cívico. También sobre la guerra civil.

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Done ahora

Luis Felipe Torrente

Director

La ciudad castellana que resume la historia de España

3 abril, 2024

Fuente: https://viajes.nationalgeographic.com.es

Lo dijo Galdós, que en Toledo se encuentran evidencias de todos los periodos históricos. Esta ruta muestra cómo exprimir al máximo cada uno de ellos y su belleza.

Carlos Pascual

Actualizado a

Decía Galdós que «Toledo es una historia de España completa». Y una historia completa del arte occidental, cabría añadir. El arte y la belleza nunca se dieron tregua en Toledo. La política, sí. La que hubiera podido ser la capital del mayor imperio del mundo fue arrinconada. Paradójicamente, eso salvó sus murallas, sus edificios, sus tesoros. Y con el tiempo, ha recobrado el título de capital, en el concierto autonómico de la nueva era. Cosa que se ha notado.

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Foto: Getty Images

El envoltorio de Toledo.

Al pie del Alcázar, la plaza de Zocodover sigue siendo el verdadero ombligo toledano, por más que el Gobierno de Castilla-La Mancha se haya instalado en el Palacio de Fuensalida, junto a Santo Tomé. De Zocodover parten todos los caminos para explorar Toledo: hacia el Hospital de Santa Cruz y los mesones que sufrieron las borracheras de Cervantes, Quevedo, Rojas y otros clásicos del Siglo de Oro; hacia el Miradero, el balcón por antonomasia usurpado ahora por el Palacio de Congresos, el Museo CORPO de arte moderno y, Dios sea loado, por un parking; hacia la Catedral, el puente de Santo Tomé y la Judería; o hacia la parte alta, donde conventos secretos y pasadizos protagonizan algunas de las rutas y rondas nocturnas más solicitadas

El hotel-museo de Toledo que guarda en su interior joyas artísticas de las tres culturas

Tras 15 años de minuciosos trabajos de conservación patrimonial el proyecto ha abierto sus puertas para los huéspedes. Leer artículo

El envoltorio de esta ciudad única es tan precioso como ella misma. Ese entorno natural incluye «el patrio, celebrado y rico Tajo» (Garcilaso), con la Vega en su ribera, y de coraza los ásperos riscos de Los Cigarrales, que puso de moda Tirso de Molina, nada menos. A un par de leguas hacia el sur, le ha salido a Toledo un avatar: una réplica no de cartón piedra, sino de piedra y ladrillo, sólida, enorme y ambiciosa: la primera sucursal que el premiado parque histórico Puy du Fou ha abierto fuera de Francia. Muchos de los mitos y leyendas que acabamos de evocar se alían allí con una magia inverosímil. El gran espectáculo nocturno se llama, por cierto, El sueño de Toledo.

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Foto: Corpo Toledo

Toledo contemporáneo.

La ciudad ruinosa, oscura y polvorienta que trazaban los viajeros románticos se ha enganchado al carro de la modernidad. Ha restaurado templos y palacios, ha intervenido con osada arquitectura en sus museos, o creado otros nuevos, como el reciente Centro de Arte Moderno y Contemporáneo CORPO. Ha inaugurado un Palacio de Congresos firmado por Rafael Moneo, aunque denostado por algunos puristas. Ha combatido su agotadora orografía con escaleras mecánicas, en el Paseo de Recaredo primero, después en la antesala de Safont. Ha traído el AVE hasta la antigua estación de ferrocarril, junto a los míticos Palacios de Galiana, almunia árabe destinada ahora a la restauración.

Hércules
Foto: Shutterstock

Todo empezó con Hércules.

La leyenda alcanza en esta ciudad calidad de músculo porque se enrosca al espinazo de la historia, y a veces se funde o se confunde con ella. Tal ocurre en el momento en que nos asomamos a sus orígenes.

Dice la leyenda que la ciudad fue fundada por Hércules. Y uno de los últimos reclamos abiertos al público son precisamente las llamadas Cuevas de HérculesUn capítulo importante dentro de la tradición hermética y ocultista que han arrastrado los subterráneos toledanos, alimentado ferozmente por los alquimistas medievales. Resulta que las citadas cuevas, que ahora se pueden visitar, son posibles restos de un aljibe romano, el que contendría el agua traída a través de un acueducto. Porque Toledo tuvo acueducto romano, representado en antiguos grabados. Y un circo, visible aún en la Vega. Restos de termas han aflorado en varios puntos (Tenerías, Baños del Ángel, del Cenizal) y algunos mosaicos romanos pueden contemplarse en el Museo de Santa Cruz.

Pero abundan sobre todo los fragmentos embutidos, fustes o capiteles de acarreo aprovechados por los visigodos, herederos de la civilización romana. Es lo que puede verse por ejemplo en la iglesia de San Salvador, recientemente incorporada al circuito turístico, o en otra iglesia discreta cerca del río, la de San Sebastián, con columnas aprovechadas que me traen el recuerdo emocionado de basílicas e iglesias de Roma amasadas con piedras paganas.

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Foto: Museo de los Concilios

Una iglesia para conmemorar el periodo visigodo.

Tras abjurar del paganismo, los monarcas visigodos se convirtieron en campeones del cristianismo. Dieciocho concilios se celebraron en la basílica de Santa Leocadia, en la Vega toledana.

Hay un Museo de los Concilios y la Cultura Visigoda en la pequeña iglesia de San Román, en la parte alta, que es visita imprescindible. Arropadas por frescos románicos, las vitrinas muestran delicados objetos y relieves, cancelas, pilastras esculpidas. Y una fiel reproducción de las coronas votivas encontradas en Guarrazar, al sur de Toledo, cuyos originales son pieza estrella del Museo Arqueológico Nacional en Madrid.

Una de las leyendas (o no) de la crónica toledana tiene que ver con el final de la monarquía visigoda; es la leyenda de Florinda la Caba, la hija del conde don Julián. Al ser forzada la joven por el último rey godo, don Rodrigo, el conde habría franqueado el paso a las huestes sarracenas en Gibraltar, dando inicio así a la invasión árabe de la Península. El llamado Baño de la Cava es el remanso del Tajo, junto al puente de San Martín, donde se habría cometido la ofensa. De esta leyenda se hizo eco el Marqués de Sade en el cuento titulado Rodrigo o la torre encantada.

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Foto: Shutterstock

Y de repente, el legado árabe.

Las huellas árabes en Toledo lo invaden todo. Junto con la herencia judía conforman una especie de atmósfera que impregna lo que podríamos llamar la seducción de Oriente. Aparte de puertas y murallas, subsiste una mezquita que es una joyita de época califal: el Cristo de la Luz. Un pequeño oratorio, junto a las puertas del Cristo y del Sol, cubierto con nueve cúpulas califales, es decir, sin que sus nervios se crucen en el centro, y todas diferentes, como un muestrario. La tradición dice que, al entrar los cristianos en Toledo, el caballo de Alfonso VI dobló las rodillas en el punto ahora señalado con un adoquín blanco; el rey mandó derribar el muro y allí apareció, emparedado en la mezquita, el Cristo de la Luz, con una bujía milagrosamente encendida.

Otra leyenda, la de la Peña del Moro, se refiere a los intentos del príncipe Abu-Walid de reconquistar la ciudad caída en manos cristianas; no lo consiguió y su cabeza puede verse convertida en un peñasco en Los Cigarrales, contemplando eternamente la ciudad amada y perdida. El llamado Taller del Moro, reabierto de nuevo a las visitas, es en realidad un palacio o casa noble familiar del siglo XIV y de estilo mudéjar, en el que los atauriques y grafías árabes se emulsionan con escudos y motivos castellanos.

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Foto: iStock

Entre sinagogas.

Curiosamente, menos etérea o difusa que la presencia árabe es la herencia judía. Todavía hoy todo el barrio oeste se conoce como la Judería. Allí se alzan dos de las sinagogas antiguas más hermosas de Europa, la del Tránsito y la de Santa María la Blanca. La primera alberga el Museo de Cultura Sefardí, un espacio vivo que sirve de escenario a conciertos y encuentros culturales, como el anual Ciclo de Música de Cámara, que recuerda aquellas gloriosas Decenas Musicales de hace años. Santa María la Blanca pudo conservar sus arquerías y filigranas de yeso gracias a que fue consagrada iglesia.

Las leyendas con trasfondo judío son muchas, adheridas a lugares concretos del callejero. El gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer escribió una decena de leyendas y relatos toledanos de ambiente judío, que en algunos casos sirven para animar visitas guiadas temáticas o teatralizadas. Casi siempre se trata de amores contrariados entre un cristiano y una bella hebrea, como en Rosa de pasión o El pozo amargo.

El espíritu oriental de lo islámico y lo judío se sintetiza en el concepto de lo mudéjar, que además de un arte cristiano que se nutre de las otras dos culturas es como un estilismo, un way of life que ha maquillado la vida cotidiana hasta en bares, tablaos, plazas de toros o estaciones de tren del siglo XX, y no solo en Toledo. Existe un tópico muy arraigado, el de la armoniosa (y puntual) convivencia de las tres culturas. Que se apoya en hechos ciertos, como que algún monarca cristiano vistiera ropas moriscas o tuviera una amante judía. La Escuela de Traductores de Toledo que creó Alfonso el Sabio sería el lado más vendible de esa teoría buenista, que, por cierto, la compra incluso el autor de El médico, novela de éxito llevada al cine y a un musical.

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Foto: Casa Museo El Greco

La patria de El Greco.

Dentro de esa atmósfera orientalista asimilada por el sincretismo cristiano resulta obligado mencionar al pintor que vino de Oriente y acabó estableciéndose en Toledo, convertido en una de sus señas de identidad: Doménikos Theotokópulos el Greco. Su casa, en plena Judería y recientemente acondicionada por el estudio de arquitectos Pardo+Tapia, es en realidad una fantasía del Marqués de la Vega Inclán, inventor de otras casas de artistas o escritores españoles, por no decir inventor del turismo en España, hace ahora un siglo.

La casa del Greco fue levantada sobre las ruinas de la mansión de Juan Pacheco, Marqués de Villena, personaje misterioso entregado a la alquimia y fuente él mismo de leyendas truculentas.Su afición ocultista puede evocarse en los sótanos del palacio, ahora musealizados. En las estancias nobles, amuebladas de anticuario, cuelgan muchos grecos imprescindibles, como el plano de Toledo de 1610,  o un Apostolado completo. Hay otro apostolado en la sacristía de la Catedral, una parada básica en la ruta del Greco por Toledo. Otros jalones de ese itinerario tras las huellas del artista serían el Museo de Santa Cruz, el Hospital de Tavera, Santo Domingo el Antiguo o la iglesia de Santo Tomé, muy cerca de la casa del pintor y donde sigue –nunca salió de allí– el monumental El entierro del conde de Orgaz, obra cumbre del arte universal.

Para mejor tragar tal cúmulo de arte puede venir bien entrar en alguno de los obradores de la zona de Santo Tomé y hacer provisión de mazapán. El dulce de almendras y huevo típico de Toledo, cuyo invento se atribuye a unas monjas locales: no hay que fiarse, en otras ciudades de Europa cuentan exactamente lo mismo. Y en aquellos países donde el dulce se llama marzipan tienen por cierto que es una gollería proveniente del Mediterráneo oriental.

¿Cómo se descubrió Antártida? No fue la exploración, fue el capitalismo

28 marzo, 2024

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 19 marzo 2023 23:05 CET

Autoría

  1. Maria Ximena Senatore. Researcher, Universidad de Alicante

Cláusula de Divulgación

Maria Ximena Senatore no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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Antártida, sin poblaciones nativas, fue el último continente en ser alcanzado por la humanidad. La mayor parte de los narrativas históricas ubican su descubrimiento hacia 1819 y lo vinculan a hechos azarosos o fortuitos, o al logro de algún reconocido explorador.

En contraste, lejos del análisis de eventos aislados, la arqueología propone entender la Antártida en el marco de procesos históricos a gran escala. Así, nos preguntamos cómo y por qué las tierras más remotas del planeta comienzan a ser exploradas y ocupadas por humanos.

Los restos de campamentos abandonados en islas antárticas han sido clave para abordar dichos interrogantes. A partir de su estudio, la historia humana en Antártida ha comenzado a explicarse como parte del proceso de expansión del capitalismo.

Refugios abandonados en islas antárticas

Los restos de las primeras ocupaciones humanas en Antártida se ubican en las islas Shetland del Sur. Lo demuestran más de 30 refugios y campamentos abandonados en las costas de las distintas islas, descubiertos durante las investigaciones arqueológicas.

Los campamentos pertenecieron a grupos de cazadores de focas y lobos marinos. Fueron ocupados en estancias temporales durante el verano, en distintos momentos del siglo XIX, aunque no se descarta la posibilidad de que alguno fuera ocupado a finales del siglo XVIII.

Mapa de las islas Shetland del Sur con la localización de los refugios del siglo XIX descubiertos en las investigaciones arqueológicas. Author provided

Los registros escritos sobre las historias de las personas que vivieron en estos campamentos son escasos. Sin embargo, los restos de objetos que usaron durante su tiempo de permanencia en las islas nos han acercado a su vida cotidiana en Antártida. Especialmente a las decisiones que tomaron en su día a día.

Lugares desconocidos

Excavación arqueológica en el refugio utilizado por grupos de cazadores de focas en el siglo XIX en las islas Shetland del Sur, Antártida.
Excavación arqueológica en el refugio utilizado por grupos de cazadores de focas en el siglo XIX en las islas Shetland del Sur, Antártida. Author provided

Los trabajos arqueológicos muestran que los campamentos fueron construidos utilizando principalmente las rocas y huesos que encontraban en la costa. Aprovechaban los afloramientos rocosos como abrigos naturales, y apilaban piedras para sus paredes. Los huesos de ballenas resultaban de gran utilidad. Las vértebras se usaban como muebles y las costillas como parte de la estructura. Los refugios se techaban con los cueros de los mismos lobos y focas que cazaban o, en ocasiones, con telas de las velas de los barcos.

Para su supervivencia, los cazadores en las islas usaban los recursos de un lugar que no conocían en absoluto, un medio ambiente hostil. Esto se ha observado también en los estudios sobre la alimentación. Las especies antárticas predominaban entre los animales consumidos, mientras que los restos de víveres provistos desde el barco, como huesos de vacas y cerdos, representaban una pequeña proporción.

Estas primeras ocupaciones en las islas antárticas eran muy flexibles. Hemos podido observar la ausencia de regularidad en el tamaño de los grupos y en la duración de las estancias gracias al tipo de construcciones y al tamaño de los refugios, así como a la cantidad y diversidad de objetos encontrados.

Tablero de juego hallado en las excavaciones arqueológicas en en la península Byers Isla Livingston, Shetland del Sur, Antártida.
Tablero de juego hallado en las excavaciones arqueológicas en la península Byers, Isla Livingston, Shetland del Sur, Antártida. Author provided

Por ejemplo, en un caso se hallaron más de veinte suelas de zapato, brindando indicios sobre el número de individuos en ese refugio. Otro ejemplo son los objetos vinculados al tiempo libre, y por lo tanto, a permanencias más extensas, como el caso de un tablero y fichas de un juego.

Grandes matanzas de animales

La misión principal era obtener pieles y aceites de los animales locales. Se han hallado herramientas que claramente se relacionan con el trabajo que realizaban los cazadores en las islas. Entre ellas, garrotes para dar muerte a los lobos marinos sin dañar su piel o conjuntos de estacas de madera usadas para extender y secar las pieles en la playa. También se observaron grandes estructuras de fogones para la obtención de aceite tras hervir la grasa de elefantes marinos.

Se ha visto que no se limitaban a la explotación de una sola especie, sino que aprovechaban la mejor oportunidad que encontraban en su viaje para cazar focas o lobos marinos, o ambos.

Ilustración de un barco cruzando un mar de hielo.
Imagen de un barco en las islas Shetland a principios del siglo XIX perteneciente a A voyage towards the South Pole, performed in the years 1822-24, Weddell, J. Biodiversity Heritage Library

Un dato de gran significación es que la mayoría de los campamentos fueron ocupados una única vez. La ausencia de retorno se ha observado también en los objetos que dejaron guardados para próximas visitas, pero que nunca volvieron a ser utilizados.

¿Por qué buscaban lugares nuevos para establecer sus campamentos?

La exploración de las islas antárticas vino de la mano de la explotación de sus recursos.

Mapa de la Antártida.
Mapas de las islas Shetland a principios del siglo XIX sacadas de: Weddell, J. A voyage towards the South Pole, performed in the years 1822-24Biodiversity Heritage Library

Los barcos se aventuraban en aguas que eran entonces desconocidas, sin mapas ni cartas náuticas que guiaran la navegación. Buscaban lugares donde se encontraban las colonias de lobos marinos y focas. Allí, desembarcaban a grupos de personas que permanecían en las islas una temporada para hacer su trabajo. La estancia podía durar sólo unos pocos días o extenderse durante los meses de verano.

El objeto principal era llenar las bodegas de los barcos con miles de pieles y centenares de barriles de aceite. El éxito de estas empresas implicaba matar tantos animales como fuera necesario para conseguirlo. Estas grandes matanzas reducían drásticamente las colonias de focas y lobos marinos. Por lo tanto, no era rentable regresar al mismo lugar que había sido recientemente explotado. Esto obligaba a los cazadores a ocupar nuevos espacios donde encontrar grandes poblaciones que garantizaran la mayor ganancia para sus empresas.

En ese contexto, el descubrimiento de nuevas colonias de focas y lobos marinos era muy valorado. El primero en llegar se aseguraba el mayor beneficio. Por eso, el secreto dominaba esta actividad altamente competitiva.

Otros protagonistas y fuentes de evidencia para la(s) historia(s) de Antártida

La narrativas sobre el pasado de Antártida han prestado mayor atención a los fascinantes relatos escritos por conocidos exploradores durante los siglos XIX y XX como Ernest Shackleton, Roald Amundsen y Robert Falcon Scott, enfatizando los objetivos geográficos y científicos. Esta prioridad por lo épico y heroico también se ha visto reflejada en la protección de sitios históricos en el marco del Sistema del Tratado Antártico.

En contraste, la arqueología ha estudiado las primeras ocupaciones humanas en Antártida, en las que adquieren protagonismo personas anónimas vinculadas a actividades de explotación de recursos. Los restos materiales abandonados, en su mayoría sin protección patrimonial, han sido tratados como la principal fuente de información.

Exploradores en el Polo Sur marcando el lugar de llegada.
Los exitosos exploradores en el Polo Sur, 14 de diciembre de 1911. Fotografía de Olav Bjaaland. Trove

Reflexiones sobre pasado, presente y futuro de los humanos en Antártida

La imagen dominante de Antártida como naturaleza intacta ha sido cuestionada desde nuestros proyectos de investigación en arqueología. Los resultados nos han permitido generar conocimiento para escribir los primeros capítulos de la historia humana en Antártida. Estos se asocian a la sobreexplotación de sus recursos y a la expansión de la lógica capitalista.

La primera exploración de las aguas e islas de Antártida se desarrolló como un rápido movimiento expansivo de ocupación de espacios nuevos y desconocidos. Lejos de ceñirse a un plan rígido, la flexibilidad y el oportunismo, así como la fuerte dependencia de los recursos locales para sobrevivir, han sido sus características distintivas.

La humanidad no llega a Antártida por casualidad o por accidente. Llega cuando, en un grupo que cuenta con la tecnología náutica apropiada, aparece una clara motivación y un fuerte interés que compensa asumir el riesgo que conlleva lo desconocido. Ese conocimiento sobre el pasado permite hoy en día no solo evaluar la magnitud del impacto humano en Antártida, sino también reflexionar sobre el presente y el futuro de la humanidad en la colonización de lugares remotos.

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Luis Felipe Torrente

Director

La represión a la católica que padeció España desde la guerra civil: “Franco mató en nombre de dios hasta el último día”

7 marzo, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

MEMORIA HISTÓRICA

Francisco Franco, y su mujer Carmen Polo, asisten a la celebración de la eucaristía en la Plaza de España de Sevilla en 1968
Francisco Franco, y su mujer Carmen Polo, asisten a la celebración de la eucaristía en la Plaza de España de Sevilla en 1968

Peio H. Riaño

29 de enero de 2023 22:04h

Actualizado el 30/01/2023 21:53h

“Detente enemigo que el corazón de Jesús va conmigo” (sic). El lema iba prendido al sombrero cordobés de uno de los grupos paramilitares más sangrientos que actuaron en la guerra civil española, en la represión de los pueblos del Aljarafe sevillano. El “detente” guiaba las barbaridades que cometió esta columna franquista, que controlaba el temido Ramón de Carranza. Con el corazón de Jesús estaban legitimados para “limpiar los pueblos de gente roja”, como indica el historiador Paco Espinosa, autor del libro Contra la República. Los “sucesos de Almonte” de 1932. Laicismo, integrismo católico y reforma agraria.«

Cuando los obispos se exhibían brazo en alto» o cómo la iglesia apoyó al franquismo

El grupo arrasó desde Huelva a Sevilla, entre agosto de 1936 y marzo de 1937, cuando la columna pasó a formar parte de la Falange. Estas “escuadras negras” participaron en la primera fase de la “limpieza política”. En Huelva, hasta el inicio de los tribunales militares, en marzo de 1937, fueron asesinados 2.376 hombres y 86 mujeres.

La historia de Atilano Coco es más conocida porque el director Alejandro Amenábar la recuperó para el cine en 2019, en la película Mientras dure la guerra. El pastor protestante, profesor, masón y amigo de Miguel de Unamuno fue secuestrado y asesinado por los franquistas en diciembre de 1936 en Salamanca. Había cometido el pecado de no creer en la religión católica.

Fue paseado en una de las sacas que conducían a los presos de la prisión provincial al monte de La Ordaba, en la carretera de Salamanca a Valladolid. Como tantos otros, fue asesinado sin causa judicial. Como en el caso de Andalucía, era la práctica propia de los falangistas y los miembros de la paramilitar Guardia Cívica, con la complicidad de los guardias civiles que vigilaban la cárcel.

“No verá usted a un católico matar en nombre de su religión. Otros pueblos tienen algunos ciudadanos que sí lo hacen”, aseguró el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, este jueves para demostrar la supuesta superioridad de la religión católica sobre las demás tras el asesinato de un sacristán en Algeciras. El político gallego borró de un plumazo una parte de la historia española al ignorar la Inquisición o la Cruzada franquista, entre otros capítulos del pasado.

Las autoridades franquistas justificaron la sublevación contra la democracia como cruzada o guerra santa y la idea fue apoyada por la inmensa mayoría del episcopado español, a pesar de la repulsa de la Europa católica. “Franco estuvo matando en nombre de dios hasta el último día”, indica por teléfono el historiador y profesor de la Trent University de Ontario (Canadá) Antonio Cazorla. De esta manera responde a la polémica aseveración.

La santa cruzada

Cazorla rescató hace años las cartas que los españoles escribían a Franco y en las que se podía encontrar peticiones de clemencia y alabanzas por la causa que había iniciado. Durante el franquismo, “la mayoría de los españoles tenía que tener mucho cuidado con lo que decía, no fuese a ser que, siendo afectos, neutros u hostiles al régimen, lo dicho fuese o pareciese inconveniente a la autoridad”, explica Cazorla en el libro Cartas a Franco de los españoles de a pie (1936-1945).

El 2 de septiembre de 1937, la Asociación Española de Señoras de la Virgen del Pilar escribe al General Franco una carta en la que le manifiestan su “reconocimiento por esa gloriosa cruzada tan justamente emprendida y dirigida por V. E. para salvar a nuestra querida España de la Barbarie comunista y felicitándole también por las brillantes victorias obtenidas en esta santa cruzada”.

En esta correspondencia puede comprobarse la particularidad española en los fascismos europeos de los años treinta, con la participación de la Iglesia católica en la sublevación contra la República. Franco fue defendido como el Salvador de la España Católica. Cazorla indica que “a veces se simplifica el papel de la Iglesia y de los religiosos en este período”. “Mientras que no cabe duda de que la mayoría de los clérigos, y del mundo católico en general, apoyaban a Franco, también es cierto que algunos religiosos intentaron interceder por las víctimas de la dictadura”, asegura.

Aquella población adepta a Franco lo describía en sus cartas personales como “el jefe el alma del movimiento Católico y Nacional español”. La cruzada religiosa era conocida en el extranjero. El 1 de octubre de 1938 le escribe el ciudadano canadiense Arthur Blanchette: “Dándonos las gracias, querido Generalísimo, yo os deseo todas las posibilidades de un éxito rápido sobre sus adversarios Rojos y la restauración de las antiguas glorias y esplendores de la España Católica” [sic].

La espada contra los infieles

Desde Venezuela, un tal Antonio. J. C. S. escribe a Franco, en septiembre de 1937, una carta en la que incluye un poema revelador con el que le desea “buen término la gigantesca obra de regeneración” que está ejecutando: “Al libertador de España / El paladín de la Victoria / Con santo Amor y pasión / Es escogido por la Gloria / Para salvar a su Nación. / Puso su espada en su diestra / El Señor de los señores / Para herir a la siniestra / Cuadrilla de malhechores. / Fieras sin Patria ni hogar / Perversos desde la cuna / Engendros de Lupanar / Influenciados por la luna. / Satanás en forma humana / Cuya maldad inaudita / Persigue al alma cristiana / Para hacerla una maldita”.

El 25 de febrero de 1940, un tal José G. felicita al dictador desde Navarra por la nueva Ley [la Ley de Responsabilidades Políticas, promulgada el 9 de febrero de 1939], “que declara guerra sin cuartel a la Masonería y Sociedades secretas, que han sido la causa de los males, que durante muchos años han asolado a nuestra querida patria España y con ello ha dado V. E. una gran satisfacción y aliento a los que precisamos de querer ante todo a España y sobre España, solamente consideramos a DIOS, ya que DIOS y España son nuestros más grandes amores por los que tenemos que seguir sacrificándolo todo, incluso hasta la vida”.

En nombre del catolicismo se asesinó a los enemigos, pero también apelándolo podían librarse de la muerte. El 3 de junio de 1940, Amalia P. de A. escribe a Carmen Polo para que se apiade y evite que su marido masón sea fusilado. “Mi esposo José A. M., pertenecía a la Masonería; está detenido desde el 29 de Abril del 39, hizo su retractación a la Iglesia, en marzo del 39, en el Sanatorio de San José, como consta en este Obispado. Pues al estar en esa secta, hará tan solo como muchas veces se hacen las cosas, por los amigos” [SIC]. Y reclama: “Señora, por caridad, pídaselo a su esposo, que sea ese el obsequio para el día de su Santo, que se apiade de mis pobres hijos”.

Legitimar el castigo

Gutmaro Gómez Bravo es el historiador que más ha investigado el sistema de represión, con libros como La redención de penas: la formación del sistema penitenciario franquista, 1936-1950. Explica a este periódico que la represión en nombre de la fe se legitimó desde el mismo golpe de Estado. “No hay ninguna duda de la persecución y represión por motivos religiosos. Los judíos, los masones, los protestantes fueron homologados e identificados como el mal y legitimaron su castigo. La participación de la Iglesia es precisamente la particularidad del totalitarismo franquista comparado con el de Mussolini y Hitler”, sostiene Gutmaro Gómez Bravo.

En el centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca se conservan decenas de miles de expedientes clasificados por la Brigada Político-Social con denuncias contra los ciudadanos por sus creencias y que se mantuvo activa entre 1938 y 1977. Ahí están las pruebas que contradicen las creencias de Núñez Feijóo. La represión en nombre de dios estaba institucionalizada de tal manera que los censores literarios debían cumplimentar una ficha en la que se especificaba si el autor o autora “atacaba” al “dogma”, a la “moral”, “al Régimen y a sus instituciones” o a “la Iglesia o a sus Ministros”. Cualquiera de estos informes repletos de tachones en rojo muestran cómo la Iglesia católica también reprimió durante más de cuatro décadas las libertades de los españoles.

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Buscando el rastro de la Primera República a 150 años de su proclamación

25 febrero, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

El pueblo alrededor del Palacio de las Cortes
El pueblo alrededor del Palacio de las Cortes WIMEDIA

Luis de la Cruz

12 de febrero de 2023 22:00h Actualizado el 15/02/2023 11:49h

Las Cortes españolas declararon el 11 de febrero de 1873 la Primera República española (que moriría pronto, el 29 de diciembre de 1874). Siglo y medio redondo contempla ya aquella primera experiencia que, dentro del Sexenio Democrático, tuvo cuatro presidentes en once meses tras la renuncia de Amadeo I de Saboya, y permanece hoy olvidada dentro de los libros de texto y la memoria colectiva.

Algunos de los recuerdos que quedan en Madrid de la Primera República hay que buscarlos detrás de las tapias del cementerio civil, donde queda el recuerdo de un momento, ya lejano, donde los prohombres que dirigieron la República tuvieron un mayor predicamento social del que luego merecieron, durante gran parte del siglo XX.

Mausoleo de Francisco Pi y Margall, cementerio civil de Madrid. Mertxe Iturrioz | WIMIMEDIA

Allí encontramos algunos mausoleos notables, normalmente pagados por suscripción popular a finales del siglo XIX o principios del XX. Es el caso del de Estanislao Figueras y Moragas (primer presidente, durante cinco meses), cuya tumba se puede encontrar junto a la del socialista Pablo Iglesias. A la derecha de esta encontramos el mausoleo del republicano federal Francisco Pi y Margall, un impresionante conjunto con escalinata también levantado por suscripción popular y realizado por el arquitecto Francisco Roca. Como nota republicana, hay que destacar la cabeza alada que corona el monumento con el característico gorro frigio.

El de Nicolás Salmerón se encuentra justo al lado del anterior (al que le sucedió durante mes y medio en el cargo), con una glosa de primer ministro francés Georges Clemenceau y la contundente frase “dejó el poder por no firmar una sentencia de muerte”.

Pero el monumento funerario más presente en nuestra ciudad es el dedicado a Castelar en la glorieta homónima del Paseo de la Castellana, que para algo estaba en el ala conservadora del movimiento. Realizado por Mariano Benlliure, se erigió en 1905 tras una gran suscripción nacional y un concurso público. Con una estatua de bronce de Castelar en actitud de orador, el conjunto contiene otras figuras, como Cicerón, Demóstenes, una mujer desnuda (alegoría de la Verdad ) u otras tres que, subrayando el hilo rojo del republicanismo en la ciudad, lo son de la terna Libertad, Igualdad y Fraternidad. Es reseñable también que el conjunto contiene un relieve de bronce en favor de la abolición de la esclavitud en las antiguas colonias españolas –algo por lo que el político se destacó–, que recoge la figura de varios esclavos levantando sus cadenas rotas.

Proclamación de la República en las calles de Madrid la noche del 11 de febrero, dibujo de Vierge en Le Monde Illustré. WIKIMEDIA

El callejero madrileño, fuente principal de la toponimia celebratoria de la ciudad, no es particularmente pródigo en recuerdos del periodo. Alguna de las calles que se pusieron en la época subsisten, como la dedicada a José Echegaray en 1888 o la que Estanislao Figueras tiene dedicada en Argüelles desde 1886, pero otras han quedado por el camino, como las tres en honor a Nicolás Salmerón que se suprimieron después de la guerra civil (hoy son la de la Iglesia en Vicálvaro, la de Topete en Tetuán y otra en Puente de Vallecas). Además, la actual Plaza de Cascorro, que había adquirido su nombre en 1913, lo perdió en 1939.

Más suerte corrió durante el franquismo la memoria de Emilio Castelar, como hemos dicho, que nombró la conocida glorieta de la Castellana en 1940. Antes, en 1899, se habían visto frustrados los intentos de rebautizar dos calles importantes de la capital en su honor: Arenal y San Bernardo.

Monumento a Castelar en el Paseo de la Castellana Luis Garcia ([[User:Zaqarbal|Zaqarbal]])

Manuel Becerra, sempiterno ministro (durante el reinado de Amadeo I, la Primera República, el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina) perdió y, luego recuperó su privilegiado espacio junto a la calle de Alcalá. Fue nombrado así en 1905 (antes se llamaba Plaza de la Alegría) y entre 1961 y 1980 fue la plaza de Roma, antes de volver a su ser. Una placita menor también recuerda en el barrio de Universidad a Cristino Martos, cuya oratoria fue protagonista en las horas previas a la proclamación de la República y cuyo papel en la misma daría para un artículo entero.

En la última parte del siglo XX asistimos a cierta recuperación de los nombres más olvidados del periodo, que se refleja también en el callejero. Salmerón vuelve a tener calle a partir de 1993 (en Pueblo Nuevo), lo mismo que Pi i Margall, que en su momento nombró nada menos que el segundo tramo de la Gran Vía y tiene hoy, de nuevo, presencia en el callejero con una vía dedicada en el barrio de Valdelafuente (Hortaleza).

Por lo demás, no se encuentran demasiados recuerdos en la toponimia madrileña tampoco en los servicios públicos.  El colegio público de la plaza del Dos de Mayo recuperó ya en democracia su nombre, Pi i Margall, que le había sido hurtado por el franquista general Sanjurjo; y Nicolás Salmerón tiene a su nombre un centro cultural en Manoteras. Seguro que nos dejamos más –el conservador general Serrano pasa por ser el último presidente de la I República, aunque más bien la finiquitó–, pero el rastro del primer periodo republicano es, sobre todo en sus vertientes más escoradas a la izquierda, ciertamente difuso en Madrid.

CEIP Pi i Margall en la Plaza del Dos de Mayo

Sin embargo, cabe buscar el recuerdo de la República, y más concretamente de su proclamación que ahora cumple años, en los lugares sin nombrar donde se jugó aquella partida política entorno al 11 de febrero de 1873. Sobre todo, en nombre de la multitud anónima y protagonista durante esas horas.

Se podría delinear el rastro de aquellos días desde el Palacio Real, de donde salió Amadeo de Saboya, hasta la embajada italiana antes de irse de Madrid (estaba en el número 113 de la calle de Fuencarral). En los lugares de tertulia, como los de los federales en la calle Huertas, los radicales de Ruiz Zorrilla en la de Carretas, o en los círculos republicanos (Huertas, Antón Martín…). En el congreso reunido en sesión permanente y rodeado por los madrileños desde el día 10, mientras los prohombres debatían en el interior; por todas las calles del centro, donde grandes grupos reunidos portaban banderas rojas y gritaban ¡Viva la República! En el campanario de la iglesia del hospital de Monserrat, en Antón Martín, donde las crónicas dicen que apareció la primera de muchas banderas republicanas. En el Ayuntamiento (el de la Plaza de la Villa) donde también salieron a colocar la bandera tricolor, en los barrios populares, donde las ventanas se poblaron de trapos rojos, en las siluetas de madrileños subidos a las estatuas, a las puertas del círculo conservador de la calle Clavel (donde una muchedumbre cantaba el himno de Riego)…Casi todo ello antes de que, a las tres de la madrugada, saliera del congreso Castelar y la gente le llevara en volandas hasta su casa en la noble calle de Serrano (los domicilios de los políticos eran lugares relevantes de la política decimonónica).

2023, 150 años, da la medida de la importancia que le damos a una experiencia breve pero central en la genealogía democrática de España (un caso excepcional, prácticamente único en su época exceptuando a Suiza). Una experiencia que llegó de sopetón, se encontró con una guerra colonial en Cuba, otra civil (carlista) y la revolución cantonal. Que acabaría con un golpe de Estado que daría al traste con el proyecto federal y, a las finales, traería de vuelta la monarquía de toda la vida. Por el momento, este fin de semana se ha celebrado siglo y medio de la proclamación de la Primera República y no parece que la sociedad española se haya enterado demasiado.

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Ángel Viñas: «No entraba en los planes de la República un acercamiento ideológico a la Unión Soviética»

20 febrero, 2024

Fuente: http://www.infolibre.es

El historiador Ángel Viñas, autor de 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin'
El historiador Ángel Viñas, autor de ‘Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin’ Crítica

Álvaro Sánchez Castrillo

3 de febrero de 2023 20:02h. Actualizado el 04/02/2023 06:00h.

@AlvaroSanCas

Sostiene Ángel Viñas (Madrid, 1941) que escribir historia es «un tejer y destejer continuos«. De ahí que este economista, diplomático e historiador se haya pasado media vida escrutando archivos y analizando al milímetro cada documento que cae en sus manos. «Papeles», como les llama, que le han servido de base para arrojar luz sobre el pasado a través de varias decenas de libros. Y que ahora le han llevado a alumbrar Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin (Crítica, 2022), una obra con la que pretende poner fin a «un pasado deformado por la derecha». «Es la destrucción de un relato en lo que se refiere al golpe de Estado de 1936 y a la supuesta sovietización de España», resume Viñas en conversación con infoLibre. Una «leyenda» que aún pervive.

El historiador construye un detallado análisis sobre las relaciones hispano-soviéticas en uno de los momentos más oscuros de la historia reciente de España. A lo largo de quinientas páginas, Viñas estudia al dedillo las relaciones diplomáticas, económicas y comerciales entre la Segunda República y la Unión Soviética. Y aborda, por supuesto, el papel jugado por la potencia oriental durante la Guerra Civil. Lo hace utilizando nueva evidencia primaria relevante de la época, tanto española como rusa, parte de ella nunca empleada aquí. Un análisis con una pregunta de fondo: ¿es cierto, como martilleó la propaganda franquista, que el golpe de Estado evitó una revolución comunista y que España se convirtiese en una suerte de satélite soviético?

«Eso es una chorrada», responde el historiador con contundencia. Para Viñas, ese «mito» se deshace como un azucarillo. Es cierto que en 1933 la República española reconoció de iure a la URSS. Y que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países estaba, con una apertura de embajadas que tanto tiempo se había retrasado, a punto de caramelo para cuando se produjo el golpe de Estado. Pero ni fue un capricho del Frente Popular ni significaba que se estuviera poniendo a la República en manos soviéticas. «Se trataba de un acercamiento que estaba en línea con el de otros países occidentales», explica. Al fin y al cabo, señala el historiador, la Unión Soviética era entonces un «factor importante» en la política internacional y un mercado interesante.

No hubo peligro de sovietización porque a Stalin no le interesaba

Tanta relevancia tenía que, sostiene el Viñas, «todos los Gobiernos de la República» estuvieron a favor de un acercamiento con los soviéticos. A izquierda y a derecha. «En el bienio negro no se interrumpen las conversaciones», resalta. Es algo que demuestran algunas de las comunicaciones de aquella época. El 25 de mayo de 1934, por ejemplo, el Ministerio de Estado preparó una dirigida al entonces embajador en Berna (Suiza) en la que, tras explicar algunas gestiones hechas hasta el momento, concluía: «No desea el Gobierno hacer imposible, ni siquiera retardar, el intercambio de representantes diplomáticos y consulares entre ambos países, condicionándolo tan solo a la definición de sus funciones, prerrogativas y facultades».

Con todo esto, el historiador se muestra contundente al señalar que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países no era, como han dicho algunos, el preludio de nada. «No entraba dentro de los planes del Gobierno de la República un acercamiento ideológico con la URSS. Lo que se pretendía era pasar a una situación de normalidad, igual que hacían todos los países occidentales, incluso Estados Unidos», asevera. Por eso, insiste: «No hubo ningún peligro de sovietización. ¿Y por qué? Porque a Stalin no le interesaba». En este sentido, destaca la entrevista que a comienzos de 1937 mantuvo el embajador de España en Moscú, Marcelino Pascua, con el propio Stalin, en la que este último recomendó al Gobierno republicano orientarse hacia los países capitalistas.

Una escalada en la contienda

Por aquel entonces, la Guerra Civil llevaba más de medio año desangrando el país. Viñas dedica un extenso capítulo a la contienda. Y, más específicamente, a la participación de potencias extranjeras en la misma. En este sentido, desmiente que fueran los soviéticos quienes hicieron escalar el conflicto. «Lo que hicieron fue responder a la intromisión alemana e italiana», apunta. En este sentido, recuerda que previamente los germanos habían ayudado a trasladar al Ejército golpista desde África a la Península. Y pone sobre la mesa los contratos italianos que el primero de julio, días antes del estallido del golpe, preveían ya el suministro de aviación. «Si no hay intervención alemana o italiana, no hubiera habido soviética», insiste.

Lo que hizo la URSS fue responder a la intromisión alemana e italiana

Los soviéticos, sin embargo, no empezaron a involucrarse con envío de armamento hasta el otoño de 1936. En este sentido, el Viñas pone al buque Komsomol como comienzo del apoyo directo a la República con material bélico. «Es en octubre cuando vienen a combatir los primeros soldados, que son carristas y artilleros», apunta. La intervención de Stalin dio aire al Gobierno democrático. Y en ella influyeron varios factores. El primero, que el resto de potencias occidentales dejasen caer a la República «como una patata caliente». Y luego, la necesidad de hacer ver a las democracias que el enemigo era el nazismo y que había que hacer frente común. «Los peores enemigos de la República fueron los británicos, completamente obsesionados con el comunismo», dice el historiador.

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Pero el respaldo soviético no se mantuvo durante toda la contienda. De hecho, cuenta Viñas, durante un año Stalin tuvo a la República «a palo seco». «Dejó a los españoles tirados. Y si lo hizo no creo que sea, precisamente, porque quisiera sovietizar a España», desliza el historiador. ¿A qué se debió la parálisis? Ahí, prefiere mantenerse cauto. Sin papeles, lo único que puede hacer son hipótesis: «Yo creo que es porque aún cree que puede convencer a las potencias occidentales de que el enemigo es la Alemania nazi». Sea como fuera, lo cierto es que los apoyos se congelaron entre noviembre de 1937 y 1938. Y cuando decide volver a prestar ayuda de forma «masiva», la República ya estaba en las últimas. Con la caída de Cataluña, el envío de material se convierte en misión imposible.

El oro y la propaganda

En la obra, además, le dedica un capítulo entero al famoso oro de Moscú, un asunto en el que comenzó a trabajar cuando Franco aún estaba vivo. En este sentido, el historiador es claro. Si se movilizaron las reservas del metal fue, precisamente, porque la República no disponía de divisas de cambio internacional –libras, dólares o francos– y las necesitaba para pagar suministros, ya fuera de armas como de productos para la industria, comercia o agricultura. «El Gobierno de la República, además, estaba harto de no poder hacer transferencias internacionales porque los banqueros occidentales se las bloqueaban», explica Viñas. ¿Y por qué enviarlo a la Unión Soviética? «¿Y por qué no? Tenían un aparato bancario, había una relación más o menos fluida y ya se habían hecho negocios con ellos durante los tiempos de paz», responde.

Los rusos dijeron que la República quedó a deber, pero eso no está demostrado

Pero, además, es que la Segunda República no tenía muchas más alternativas. Reino Unido no dejaba de poner problemas. Y Francia tampoco resultaba ser una opción demasiado atractiva: «Allí se mandó solo una parte, porque Negrín no se fiaba de la estabilidad del Frente Popular francés». Para Viñas, el asunto del oro parece estar ya más o menos aclarado. Solo queda, si eso, un gran hueco: «Los rusos dijeron que la República quedó a deber, pero eso no está demostrado». Y, a pesar de ello, sigue siendo un tema al que se recurre con frecuencia desde la derecha. Una leyenda negra a la que el aparato propagandista franquista dio buen uso en plena autarquía para denunciar un supuesto expolio y justificar las dificultades de reconstrucción económica.

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