Posts Tagged ‘ópera’

Mariana Victoria de Portugal, de reina consorte a constructora de teatros

11 julio, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 26 septiembre 2022 19:24 CEST

Autoría

  1. Iván Rega Castro. Profesor Titular de Historia del Arte, Universidad de León

Cláusula de Divulgación

Iván Rega Castro recibió fondos de la Fundação Calouste Gulbenkian de Lisboa (convocatoria 2018; nº. 217160).

Nuestros socios

Universidad de León

Universidad de León aporta financiación como institución colaboradora de The Conversation ES.

Ver todos los asociados

CC BY ND
Creemos en el libre flujo de información
Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons

Republicar este artículo

 Correo

 Twitter

 Facebook

 LinkedIn

Con el advenimiento de los Borbones y el establecimiento de un nuevo reglamento para la sucesión, basado en la preferencia de los descendientes varones, no fue posible la subida al trono español de una reina propietaria (es decir, reina que ejerce la soberanía por su propio derecho). Pero los monarcas de esta dinastía compartieron extraoficialmente el poder con sus consortes, como Isabel de FarnesioBárbara de Braganza e incluso María Luisa de Parma.

Esto hizo que durante el siglo XVIII solo existiese, en la península ibérica, una reina propietaria: María I de Portugal (1734-1816).

Sin embargo, dentro de la monarquía portuguesa, llama poderosamente la atención el olvido al que la historiografía parece haber relegado a la reina de origen español Mariana Victoria de Borbón (1718-1781). Ella disfrutó de una vida longeva y una presencia activa –aunque discreta– en la corte lusa como reina consorte, regente y, más tarde, reina madre durante el reinado de su hija, María I.

Otro modelo de reginalidad

Sus biógrafos destacan su pasión por la lectura, la música y la caza. Pero su imagen es menos brillante si la comparamos con la activa vida pública de su madre, Isabel de Farnesio, o de su cuñada, Bárbara de Braganza, quienes frecuentemente actuaron en nombre de sus maridos –por incapacidad o negligencia– y encarnan a la perfección el modelo de reina consorte preocupada por el gobierno.

Mariana Victoria representa, sin embargo, una reginalidad diferente, no tanto por la buena sintonía que mantuvo con su esposo, el rey José I de Portugal –en lo que coincide con su madre–, o el escaso interés de ambos por ejercer el poder personalmente, sino por el desbordamiento de sus tradicionales campos de influencia o de acción cultural, teóricamente tan bien delimitados en las cortes ibéricas de la época moderna.

Como en los anteriores reinados, las iglesias y conventos ligados a la corte fueron lugares por excelencia para exhibición pública de poder femenino a través de la música. Pero las reinas del siglo XVIII peninsular también promocionaron espectáculos musicales seculares en espacios palatinos. En el caso particular de Mariana Victoria de Borbón, dentro de sus actividades de mecenazgo musical destaca sobremanera la construcción de teatros de corte a la italiana.

Pequeños teatros de corte

Los teatros de corte se diseñaron, en algunos casos, para fincas de recreo propiedad de la Corona o Reaes Quintas, como por ejemplo la de Salvaterra de Magos, aguas arriba de Lisboa, o la Quinta de Belém, hacia la desembocadura del Tajo. Se hicieron en un momento en que la familia real portuguesa empezaba a realizar estancias más regladas y ordenadas en el calendario cortesano en diferentes palacios. Una costumbre que entronca directamente con la tradición de la corte española de viajar a los distintos sitios reales y que, con toda seguridad, hay que atribuir a la influencia de la reina Mariana Victoria.

En tales empresas destaca la figura del arquitecto boloñés Giovanni Carlo Sicinio Galli-Bibiena (1717-1760). Tras su llegada a Lisboa, en 1752, se le encargaron los planos para los nuevos teatros de la corte lusa. El primero, construido en pocos meses, pequeño pero lujoso, se ubicó en el viejo torreón del Terreiro do Paço. Los otros dos, igualmente pequeños, se ubicaron uno en Salvaterra de Magos, ultimado para el carnaval de 1753, y otro en Belém, ya en funcionamiento en el verano de 1755. Además, se construyó un gran teatro de corte, en las inmediaciones del Palacio de Ribeira, al lado de la Basílica-Patriarcal, conocido como la Ópera do Tejo. Fue inaugurado en abril de 1755 y completamente arrasado tras el terremoto que asoló la ciudad el primero de noviembre del mismo año.

Pintura de las ruinas de un antiguo teatro monumental.
Pintura que retrata las ruinas de la Ópera do Tejo tras su destrucción en el terremoto de 1755, pintadas dos años después por Jacques Philippe Le Bas. Cabral Moncada Leilões / Wikimedia Commons

¿»Sus majestades los Reyes» o, simplemente, la Reina?

Tradicionalmente se ha considerado que los esfuerzos diplomáticos necesarios para hacerse con los servicios del arquitecto se realizaron por iniciativa del propio monarca, José I (1714-1777), aunque en verdad no se conocen las circunstancias de su contratación.

No obstante, son numerosas las pruebas circunstanciales que apuntan hacia Mariana Victoria, quien no solo alentó e intensificó las relaciones artístico-musicales ya preexistentes entre Portugal e Italia, sino que puso sus lazos familiares con Nápoles –donde reinaba su hermano, Carlos VII de las Dos Sicilias– al servicio de la corte portuguesa para facilitar la contratación de músicos y castrati.

Davide Perez (1711-1778), célebre compositor de óperas, aún siendo el más conocido, es solo uno de tantos artistas napolitanos que llegaron a Lisboa entre 1752 y 1755, al igual que el castrato Gaetano Majorana (1710-1783), il Caffarello.

Lamentablemente es poco frecuente la atribución de decisiones ejecutivas a una reina consorte, especialmente si se trata de empresas de envergadura. Estas acaban por pasar frecuentemente inadvertidas bajo el uso de fórmulas en plural como “Sus Majestades los Reyes”. Pero conviene recordar que la Ópera do Tejo fue inaugurada el 2 de abril de 1755, coincidiendo con el cumpleaños de la reina, lo que no puede ser considerado fruto de una simple casualidad.

En cualquier caso, no hizo sino lo que era de esperar, por inspiración de su madre, Isabel de Farnesio y, paralelamente, en contrapunto al mecenazgo musical de Bárbara de Braganza en Aranjuez o Madrid. Todas ellas se convirtieron en verdaderas promotoras o catalizadoras del florecimiento del teatro cortesano a la italiana en el siglo XVIII ibérico.

Apoye a The Conversation

Contribuimos a la búsqueda de soluciones para los grandes problemas. Democratizamos el conocimiento. Combatimos la desinformación. Y lo hacemos sin especulación, sin publicidad, blindados frente a presiones políticas, económicas y empresariales. Somos, en una palabra, independientes.

Done aquí

Luis Felipe Torrente

Director

Polifacéticas en la sombra: mujeres en la historia de la música

17 octubre, 2022

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 11 mayo 2022 19:45 CEST

Autoría

  1. Zoila Martínez Beltrán. Musicología, Universidad Complutense de Madrid

Revisado por:

  1. Elena Torres Clemente. Profesora titular. Departamento de Musicología, Universidad Complutense de Madrid

Cláusula de Divulgación

Zoila Martínez Beltrán recibe fondos del Ministerio de Universidades gracias a la beca nacional FPU (Formación de Profesorado Universitario).

Elena Torres Clemente no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Nuestros socios

Universidad Complutense de Madrid

Universidad Complutense de Madrid aporta financiación como institución colaboradora de The Conversation ES.

Ver todos los asociados

CC BY ND
Creemos en el libre flujo de información
Republique nuestros artículos libremente, en impreso o digital, bajo licencia Creative Commons

Republicar este artículo

Correo

Twitter

Facebook

LinkedIn

“Deseo mostrar al mundo, tanto como pueda en esta profesión musical, la errónea creencia de que solo los hombres poseen los dones del arte y el intelecto, y de que estos dones nunca son dados a las mujeres”.

Así de contundente se posicionaba la compositora Maddalena Casulana (1544-1583?) en la dedicatoria de Il primo libro di madrigali a Isabella de Médici.

Ciertamente, en el presente estas reivindicaciones siguen aún estando candentes. El olvido de las mujeres en la historia de la música y en otros tantos discursos sobre el pasado es una amnesia que hasta hace relativamente poco se asumía como una construcción natural absolutamente integrada en nuestra memoria colectiva. Sin embargo, en las últimas décadas en el ámbito de la investigación se ha cuestionado críticamente si desterrar a tantas voces femeninas de manera rutinaria se basaba realmente en algún motivo de peso.

Eduardo Zazo afirma en el Glosario del fracaso que «un colectivo condensa su propia imagen en el conjunto de nombres, personajes, escenas, relatos etc., que desea recordar y en aquellos que prefiere dejar de lado». Visto de otro modo, la omisión de estas mujeres nos da también la oportunidad de desgranar cómo las sociedades previas a nosotros han configurado su memoria, es decir, en función de qué criterios han construido su relato.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

¿Quiénes somos?

En este sentido, resulta fascinante desvelar la multiplicidad de factores que operan en el caso de la historia de la música y que han conducido a difuminar en el tiempo –o, mejor dicho, a difuminar del canon histórico– a estas mujeres.

Podríamos hablar de la priorización de la figura masculina, por supuesto, pero reducir la problemática a esto sería, quizá, simplista. El ensalzamiento de la creación musical, del acto de componer, ha favorecido, por ejemplo, que muchas mujeres intérpretes fueran dadas de lado. La propia historiografía feminista se ha centrado obsesivamente en encontrar mujeres compositoras cuando había un número desorbitante de cantantes de ópera famosísimas en su época.

En cualquier caso, e independientemente del acierto o desacierto con que la historiografía haya gestionado la información, lo cierto es que si observamos las trayectorias de las mujeres músicas desde la Edad Media en adelante no cabe duda ni de sus capacidades, ni de su productividad, ni de su resiliencia.

Sin duda, el tema es complejo, lleno de aristas y difícil de resumir, pero… ¿y si intentamos, al menos, comprender cómo estas mujeres lograron dedicarse a la música y de qué manera desempeñaron esta disciplina a lo largo de la historia?

Lo que sucede, conviene…

Si hay algo en común a lo largo de la historia de las mujeres en la música es la flexibilidad de actuación y pensamiento de aquellas que buscaron dedicarse, de un modo u otro, al quehacer musical. Esto facilitó que, dentro de las circunstancias particulares de cada caso, estas mujeres lograran sacar el máximo partido a sus destrezas musicales.

Encontramos circunstancias en las que el acceso a la música era ciertamente sencillo puesto que esta se consideraba parte de su educación femenina e incluso religiosa. Dos ejemplos de esto son la abadesa Hildegard von Bingen (1098-1179) y Chiara Margarita Cozzolani (1602-1678?). Aunque eran de épocas distintas, ambas se dedicaron a la música como parte de su oficio religioso pero sabiendo sacar de ello el máximo provecho, convirtiéndose en prolíficas y hábiles compositoras.

La reina Isabel I de Inglaterra es otro buen ejemplo de esto. Se la había instruido en tocar el virginal, el laúd y otros instrumentos de plectro, además de cantar y bailar, ya que eran atributos indispensables para una figura regia como ella. No obstante, supo reconducir la opinión general en torno a estos talentos (que solían considerarse como sensuales y frívolos) para que fueran contemplados como muestras de su inteligencia, racionalidad y armonía mental. En resumen: como elementos afianzadores de su poder y autoridad.

Un caso similar es de la princesa Maria Antonia Walpurgis de Baviera (1724-1780) que, de hecho, desde su posición privilegiada, logró una gran difusión de sus obras gracias a la publicación de sus trabajos con la editorial Breitkopf –que aún hoy es una de las editoriales más prestigiosas en el campo musical–.

Retrato de Ángeles Ottein, 1919. BNE / Wikimedia Commons

En otros casos, las circunstancias familiares o del entorno familiar directo fomentaron el desarrollo de estos dones musicales. Pauline Viardot (1821-1910) o Adelina Patti (1843-1919), entre otras, provenían de sagas de cantantes que, por supuesto, apoyaron a sus hijas en el desempeño de su profesión como prima donne.

Además, en el caso de Viardot debemos señalar que su marido contribuyó mucho a que ella pudiera dedicarse a su oficio. Louis Viardot cuidó asiduamente de sus hijos, igual que lo hicieron otros como Enrique Naya, cónyuge de la soprano de coloratura española Ángeles Ottein. Indudablemente, fueron tremendamente avanzados para su época, ya que favorecieron la conciliación familiar y laboral de estas cantantes además de apoyarlas moralmente en su empeño.

Desafortunadamente, esto no era lo habitual sino honrosas excepciones. Por ejemplo, la cantante Lillian Nórdica (1857-1914) tuvo que lidiar con los disparates de su marido, Frederick Gower, que incluso llegó a quemar sus libros de partituras para que no pudiera cantar.

Cécile Chaminade (1857-1944) se topó con la negativa de su padre para estudiar en el Conservatorio de París, pero esto no frenó su iniciativa. Se nutrió de la enseñanza privada para alcanzar su propósito. Y en 1913 se convirtió en la primera mujer compositora a la que se concedió la Legión de Honor en Francia. Ciertamente, estas mujeres eran imparables.

“Yo soy muy mía, yo me transformo”

Otro aspecto interesante de las mujeres en la historia de la música es el ingenio con el que dieron salida a su inquietud musical. Si no eran intérpretes, eran compositoras, si no, gestoras, y si no, se inventaban alguna otra manera de ocuparse de lo que consideraban prioritario: la música.

Isabella d’Este y Lucrezia Borgia fueron auténticas organizadoras de eventos musicales, además de intérpretes musicales, en el Renacimiento italiano. Sus celebraciones en la corte fueron tremendamente conocidas en la época. Ellas gestionaban el presupuesto destinado a estas ocasiones y se ocupaban de que todo saliera como estaba previsto.

National Conservatory of Music en Nueva York, fundado por Jeanette Thurber. Wikimedia Commons

Jeanette Thurber (1850-1946) fue una emprendedora avanzadísima que fundó el National Conservatory of Music en Nueva York. Además, propuso becas para que las minorías de color y otros grupos sociales marginados pudieran acceder a la educación musical superior si poseían talento para hacerlo.

Louise Farrenc (1804-1875), compositora y pianista, se dedicó a estudiar la música del siglo XVII y XVIII para tecla y a recuperarla en conciertos que organizaba bajo el nombre de séances historiques, una empresa muy pionera para la época.

Emma Carelli (1877-1928), además de haber sido una afamada soprano dramática, se convirtió en empresaria operística del Teatro Costanzi de Roma a partir de 1912 y durante quince años gestionó el teatro y sus fianzas, sosteniendo su supervivencia a pesar de las deudas.

Podríamos seguir con una larga lista de nombres, pero ¿de qué serviría?

La integración de estas mujeres en nuestra memoria colectiva no consiste en adherirlas a un inventario sino en seguir divulgando sus trayectorias, en incluir su música en los conciertos (no por cumplir con lo políticamente correcto, sino porque realmente algunas de sus obras son maravillosas) y en evitar justificar que su silencio en la historia ha tenido algo que ver con su calidad intelectual o musical.

Verdi, los derechos de autor y el amor de Italia

17 junio, 2021

Fuente: http://www.theconversation.com

Giuseppe Verdi murió hace 120 años en Milán, tras 6 días de agonía a consecuencia de un derrame cerebral. La calle a la que asomaba su habitación, la 105 del Grand Hotel de Milán (donde vivía por su ubicación cercana al teatro La Scala), estuvo durante esos días permanentemente cubierta de paja, para que no molestase al agonizante maestro el ruido de los cascos de los caballos y los carruajes, y pudiera descansar. Así de encariñados y atentos a sus necesidades estaban el ayuntamiento y los vecinos de Milán.

Ambiente ante el Gran Hotel de Milán tras el anuncio del fallecimiento de Verdi. (Fotografía: G. B. Ganzini). L’Illustrazione italiana, año XXVIII, nº 5, 3 de febrero de 1901. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia

Este hecho nos da la idea de cuanto significó y es querido el Maestro Verdi en Italia. Su figura se ha convertido en una de las más relevantes de la cultura y la sociedad italiana, tanto para los amantes de la ópera, como para el pueblo profano.

Aunque sucedieron hace más de siglo y medio, algunas de las situaciones interesantes y curiosas en las que se vio envuelto el compositor podrían estar pasando en esta misma época.

De su pluma salieron casi 30 óperas, la gran mayoría de un sonoro éxito. Fue suspendido en su intento de entrar a estudiar en el conservatorio, y sin embargo, no hay un solo día del año en el que algún teatro del planeta no programe una función de una de sus óperas más conocidas, La Traviata o Nabucco.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

¿Quiénes somos?

Ilustración publicada en L’Illustrazione italiana (Año XXVIII, nº 5, del 3 de febrero de 1901. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia

Una coincidencia feliz

“¡Viva VERDI!” es el grito de la unificación italiana. Aprovechando la coincidencia entre el apellido del músico y las iniciales V.E.R.D.I. (Vittorio Emanuele Re D’Italia), podía encontrarse pintada en las paredes de toda Italia con un significado político antiaustríaco. Era una época de gran revuelo social y enfrentamientos, allá por el principio de los años cincuenta del siglo XIX.

Un día, mientras Verdi ordenaba sus libros, cayó al suelo el libreto del Nabucco, ópera que había rechazado escribir, quedando abierto por la página del coro de los hebreos –Va pensiero–. Verdi lo recogió, comenzó a leerlo y, conmovido, decidió ponerle música a la ópera. De entre los aficionados, aún quedan nostálgicos que consideran que esa pieza está llamada a ser el himno de Italia, como lo fue de los patriotas italianos contra la ocupación austriaca que en 1848 ocupaba el norte de Italia.

Personajes y situaciones cotidianas

El compositor de la famosa Traviata fue el primero que presentó una ópera en la que los personajes llevaban una vida de “a pie”: les sucedían cosas mundanas, que le podía suceder a cualquiera. También, en la que los cantantes vestían con trajes como los de la gente que pasaba por la calle.

Un ojo mirando a la partitura y el otro al público: esa era la consigna de Verdi ante la necesidad de condicionar sus creaciones a la aceptación de los espectadores. No deja de ser notorio que, ya en aquella época, el destino de cada nota en el pentagrama lo decidiese, no solo la inspiración del autor, sino su deseo de entrar en los “premios Grammy” de la época.

Miedo a la piratería

Al igual que pasa ahora, su creación no estaba exenta de la piratería o violación de los derechos de autor. La famosa aria del tenor “La donna e mobile” fue ensayada a escondidas en su casa con el tenor. No fue entregada a los músicos de la orquesta hasta unas horas antes de estrenarla. El compositor era consciente de que aquella “cancioncita”, sería un hit single y temía que se la robaran.

Verdi era capaz de crear ambientaciones en sus óperas evocando las mayores y atemporales emociones del ser humano, que siguen siendo actuales en los tiempos modernos. Un hombre que miró a dios a la cara, reprochándole en su Réquiem (misa de difuntos) que le arrebatara su mujer y sus dos hijos.

Aclamación al maestro Verdi tras una representación de Falstaff en el Teatro de la Scala. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia

Defensor de la mujer

Las heroínas de sus óperas se sobreponen a su destino y a su propia felicidad en nombre de algo más grande que ellas mismas. Verdi fue un gran defensor de la mujer, y los personajes femeninos se presentan con rasgos positivos poco frecuentes en la ópera. Verdi se encuentra entre los clásicos. Porque, ¿qué es un clásico? Todo aquello que perdura en el tiempo, mientras lo demás cae en el olvido.

Aunque también procrastinaba: al igual que otros compositores, era perseguido por su editor para que acabara una obra que año tras año le pedía que terminase: el famoso Otello. El desesperado editor llegó a regalarle en navidad un panettone adornado con una estatuilla que representaba un “moro sin piernas”, en alusión al proyecto de Otello que Verdi no llegaba a terminar.

¿Y usted? ¿Qué música ha oído de Verdi? ¿Qué melodías recuerda de este compositor? Seguro que ha cantado alguna vez bajo la ducha “La donna é mobile” mientras se enjabonaba.

María Moliner, la mujer que revolucionó el diccionario

30 May, 2016

Fuente: http://www.eldiario.es

Estos días se cumplen 50 años de la primera edición del Diccionario de Uso del Español, más conocido como Diccionario María Moliner

Coincidiendo con ese aniversario, en el Teatro de la Zarzuela se ha estrenado una ópera documental que cuenta la historia de la lexicógrafa aragonesa. Estará en cartel los días 19 y 21 de abril

María Moliner en su mesa de trabajo. Foto: Musgo Dumio_Momio // Flickr

Al final de su vida, víctima del Alzheimer, María Moliner tenía momentos de lucidez en los que recordaba los años de la II República. Durante ese periodo trabajó como bibliotecaria y fue miembro de la Delegación de Valencia del Patronato de Misiones Pedagógicas. En esa institución, y obcecada con la idea de que la cultura tenía que acercarse al pueblo, llegó a desarrollar una red de bibliotecas de la que formaron parte cientos de centros.

Fue solo uno de sus logros. No el más célebre; ese honor recae en la elaboración de su Diccionario del Uso del Español, más conocido como Diccionario María Moliner, cuya publicación cumple este mes de abril 50 años. Ambos momentos de su vida están recreados en la ópera que se representa estos días en el Teatro de la Zarzuela, centrada en los 15 años que dedicó a escribir el DUE.

Al director Paco Azorín le vino la idea de hacer una obra sobre María Moliner leyendo la biografía escrita por Inmaculada de la Fuente, El exilio interior. En ella se relata cómo tanto ella como su labor como bibliotecaria fueron derrotadas por la Guerra Civil: “Aunque no le encontraron prácticamente nada que hiciera pensar que era una izquierdista peligrosa, porque no se definía, más bien actuaba, por sus cargos durante la República fue considerada roja o amiga de rojos. Así que fue depurada; no perdió su plaza pero sí 18 puestos de su escalafón. Así que durante la Dictadura queda condenada al ostracismo, ya no puede progresar, como mucho volver a lo que tenía”, explica de la Fuente.

Por eso, aunque la lexicógrafa aragonesa no se exilió como tantos otros (aunque estuvo a punto de coger un barco con su marido, Fernando Ramón Ferrando, catedrático despojado de su cátedra y más posicionado explícitamente en la izquierda), sí tuvo que hacerlo intelectual y emocionalmente. Así que en 1950, a los 50 años, encerrada en casa, se planteó retomar una idea de juventud: la lengua española necesitaba un diccionario más claro y sencillo que el de la Real Academia. Lo escribió y finalmente “ese diccionario le salvó del exilio interior y le otorgó de nuevo reconocimiento”.

El Diccionario María Moliner en una biblioteca de Tokyo. Foto: Eliazar Parra Cardenas/ Flickr

El Diccionario María Moliner en una biblioteca de Tokyo. Foto: Eliazar Parra Cardenas/ Flickr

La revolución de las palabras

Porque resultó ser una revolución. Se adelantó con él a un trabajo que los académicos estaban realizando con bastante lentitud. “Ella respetaba muchísimo el DRAE y pensaba que era necesario, pero consideraba que en algunos aspectos estaba obsoleto. El DRAE era la norma y ella quería un diccionario de uso, para emplearse, para encontrar las acepciones exactas”, explica de la Fuente.

Redactó un diccionario complementario caracterizado por su organización por familias de palabras e ilustrado con ejemplos. Además, de autor, algo impensable ahora, en un siglo XXI pleno de equipos de filólogos y tecnología. Pero la aparente locura no debió de ser tal, pues recibió, entre otros muchos, los elogios de Gabriel García Márquez, que a su muerte, en 1981, dijo de aquel trabajo que era “el más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. (…) Viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y, a mi juicio, más de dos veces mejor».

También abrió camino a la Real Academia e incorporó aspectos que luego tomó el DRAE: “Acabó con los círculos viciosos muy típicos del diccionario de entonces, ese buscar una palabra y que en vez de definírtela te mande a su sinónimo; de tonto a bobo, de bobo a idiota, de idiota a imbécil y de imbécil a tonto. También metió la ‘CH’ dentro de la ‘C’, y la ‘LL’ dentro de la ‘L’. Y muchas palabras que no estaban incluidas en el DRAE ella las recogió, las definió, y fueron añadidas más tarde”, explica la autora de El exilio interior. Desde la segunda edición, de 1967, Gredos lo ha ido renovando siguiendo el espíritu inicial de la lexicógrafa.

La Academia le debe mucho pero le devolvió poco. Conocido es el rechazo que le profirió a esta “académica sin sillón”. “A partir de los años 60, los más avanzados de la academia empezaron a defender que se podría levantar el veto a la mujer, que algún día sí podría incorporarse alguna. Aunque no lo veían muy urgente. Ante la buena acogida del DUE, una serie de miembros liderados por Rafael Lapesa sí que la proponen a ella”, cuenta de la Fuente.

Pero el ambiente (corría 1972) no era el propicio para que efectivamente fuera apoyada masivamente. Seguía habiendo muchos partidarios de que no entrara: “Aunque tuviera 72 años ya, parece que no corría prisa. Camilo José Cela, por ejemplo, esgrimió que no compartía su ‘ñoño criterio’ de no incluir tacos en el diccionario”, comenta la biógrafa como anécdota. Salió un candidato que concitaba un interés más unánime, Emilio Alarcos Llorach, intelectual conocido en círculos minoritarios, lejos de la atención mediática del DUE y de la entrada de la primera mujer en la institución.

“La decisión causó mucha decepción, entre los periodistas, entre las mujeres y en la sociedad”, rememora. Lapesa volvió un año después a sugerirle que lo volviera a intentar, pero a sus 73 años ella ya estaba dedicada a cuidar de su marido enfermo y sus propios achaques comenzaban a ser más frecuentes. Consideró que “había pasado su momento”. Cuatro años más tarde, ya por fin, sí consiguió un sillón Carmen Conde, muy consciente de que el título de primera académica le había correspondido por derecho propio a María Moliner.

Una ópera para María

Toda esta historia se puede conocer en más profundidad el día 19 y 22 de abril en el Teatro de la Zarzuela. Azorín espera que la ópera «contribuya a llenar el vacío de conocimiento sobre esta figura. Si gracias a esto se habla de María Moliner, ya es todo un éxito”. La elección del formato, nada corriente en la cultura española actual, constituyó un reto: “Me gustaría que este estreno propiciase que otros libretistas, compositores y directores se lanzaran al mundo de la ópera, para dar vigor a un género que en unos siglos se estudiará, como se estudia ahora la zarzuela. No es fácil hacer una ópera contemporánea que no tire para atrás, pero hemos demostrado que no es imposible”.

Lleva cinco años trabajando en ella y la coincidencia con el aniversario ha sido casi casualidad, sujeta a la agenda del Teatro y a la propia producción. Se representa únicamente durante unos días de abril, pero espera que esto sea sólo un “primer capítulo” de una historia que hoy en día todavía se puede ver “desde un punto de vista moderno, pedagógico y didáctico”.