Posts Tagged ‘Santiago Alfonso López Navia’

Los silencios de Dulcinea

17 agosto, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 11 octubre 2022 19:04 CEST

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  1. Santiago Alfonso López Navia. Vicedecano de Investigación de la Facultad de Educación, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

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En un artículo anterior dedicado a las voces femeninas en el Quijote ya nos ocupamos de los discursos de las mujeres más relevantes de la novela y prestamos especial atención a la pastora Marcela, ejemplo de libertad, coherencia y lealtad a sus sentimientos más profundos.

¿Pero qué ocurre con la silenciosa (y ausente) Dulcinea? ¿En qué consiste su naturaleza literaria? ¿Quién la inventa y, sobre todo, quiénes y por qué la reinventan? ¿Cómo se entiende la función de esta mujer que no sabe que hay un hombre que se hace llamar don Quijote y que se cree caballero andante en su nombre?

Dulcinea, una invención de don Quijote

En el mismo comienzo de la novela de Cervantes y en su visión literaria del mundo, Alonso Quijano se reinventa a sí mismo como el caballero andante don Quijote de la Mancha. Para crear y recrear una experiencia caballeresca a su medida le hace falta una dama, y ese es el punto en el que entra Dulcinea. Podemos decir, en cierto modo, que Alonso Quijano inventa a don Quijote y que este inventa a Dulcinea, a partir de Aldonza Lorenzo.

Esta Dulcinea inventada es totalmente ajena a la fabulación literaria de don Quijote. Eso justifica que sea siempre un personaje sin voz: un personaje que no habla, pero del que hablan los demás. Un personaje, por cierto, del que don Quijote habla a Sancho sin que este conozca en principio su verdadera identidad

La reinvención de Sancho Panza

Desde el momento en que Sancho Panza sabe que Dulcinea del Toboso es en realidad Aldonza Lorenzo dispone de las claves necesarias para reinventarla de acuerdo con sus intereses, necesidades y circunstancias.

Eso explica que en la narración del encuentro que nunca tuvo con ella en El Toboso caiga en su propia trampa. Así, en los primeros capítulos de la segunda parte, para salir del apuro que para él representa la búsqueda de la dama por interés de don Quijote, Sancho urde un falso encantamiento de Dulcinea y sus damas, “convertidas” a los ojos de su amo en “tres labradoras sobre tres pollinos…”.

Tal como había previsto Sancho, don Quijote, que reinventa literariamente la realidad, entiende y acepta el falso encantamiento de Dulcinea. Por eso vuelve a verla encantada en su sospechosa ensoñación de la cueva de Montesinos.

Pero en la recreación de Sancho empiezan los problemas, que le convierten en víctima de su propia fabulación.

Un hombre baja la cabeza mientras habla con una campesina.
Retrato del ‘encuentro’ entre Sancho y Dulcinea, pintado por Eugène Lepoittevin. Wikimedia Commons

La apropiación de los duques

Durante la estancia en el palacio de los duques, don Quijote y Sancho Panza sufren la burla de sus anfitriones, representantes de una nobleza ociosa y malintencionada.

Tirando del hilo de la Dulcinea encantada que Sancho se había sacado oportunamente de la chistera, los duques montan una farsa aparatosa y espectacular donde las haya. Un fingido mago Merlín, cuyo discurso no discute don Quijote, desvela la fórmula del desencantamiento, sin duda traumática para Sancho, que consiste en obligarle a darse tres mil trescientos azotes “en ambas sus valientes posaderas”.

Sancho no puede confesar públicamente su mentira, pero tampoco está dispuesto a cumplir con los designios de Merlín. De nada vale la vehemente insistencia de don Quijote, porque el desencantamiento solo funcionará si Sancho acepta voluntariamente el procedimiento.

Y ahí es donde entra la voz de una no menos fingida Dulcinea, encarnada por un paje de los duques, que afea severamente la pusilanimidad de Sancho. Esta reconvención, reforzada por el duque cuando advierte al futuro gobernador de que no lo será si persiste en su cobardía, hace que Sancho acepte. Lo hace a regañadientes y deja bien claro “que me los tengo que dar cada y cuando que yo quisiere”, momento a partir del cual don Quijote no dejará de recordarle su promesa.

La fabulación tiene otras manifestaciones y da pie a otras peripecias a lo largo de la segunda parte de la novela, pero las claves esenciales quedan suficientemente expuestas. No podemos dejar de prestar atención, sin embargo, a la imbatible lealtad de don Quijote cuando, vencido en la playa de Barcelona por Sansón Carrasco, caracterizado como Caballero de la Blanca Luna, está dispuesto a perder la vida con tal de no renunciar al ideal que él mismo inventó en su día. La voz que no tiene Dulcinea se compensa con la firmeza de la voz de un don Quijote derrotado, pero no vencido.

Algo sobre la voz de Dulcinea en las recreaciones del Quijote

Dibujo de una campesina arreglándose el peinado.
Dulcinea, dibujada por C. R. Leslie (el grabado es obra de John Cheney). El dibujo ilustra un poema de Miss Leslie. Wikimedia Commons

A diferencia de la novela de Cervantes, Dulcinea tiene voz propia en algunas recreaciones narrativas del modelo. Grosera y soez, replica al caballero en el segundo capítulo del Quijote de Avellaneda (1614). Despechada, pero enamorada, se queja de la deslealtad de don Quijote en las Semblanzas caballerescas de Luis Otero y Pimentel (1886). Acogedora y tierna, le confiesa su permanente disposición para amarlo y darle consuelo en El pastor Quijótiz de José Camón Aznar (1969). Reivindicadora de su existencia real, su voz preside toda la narración de Dulcinea y el Caballero Dormido de Gustavo Martín Garzo (2005).

Frente a lo que ocurre en la música popular española, en donde mantiene su silencio, la voz de Dulcinea tiene también su presencia en la música culta. Ahí está el caso de la ópera Don Quichotte de Jules Massenet (1910), cuya Dulcinea, por referirnos siquiera brevemente a la música popular estadounidense, tiene alguna relación con la que habla en el musical Man of la Mancha de Dale Wasserman, Mitch Leigh y Joe Darion (1965).

Silenciosa y ausente, en fin, pero siempre presente en la misión caballeresca de don Quijote, oímos la voz de Dulcinea en otras voces y su mensaje nos recuerda cuánto de inspirador y cuánto de necesario hay en el ideal que representa.

La pastora Marcela: una precursora del feminismo en el Quijote

5 marzo, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com


Publicado: 24 julio 2022 23:45 CEST

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La voz de los principales personajes femeninos en el Quijote sigue mereciendo el mayor interés en nuestros días. Así se ha visto en el coloquio internacional dedicado a Dulcinea recientemente celebrado en El Toboso (Toledo). Así se vio en las reflexiones que los cervantistas dedicaron en 1998 y en el mismo lugar a la mujer en la obra de Cervantes. Y así se seguirá constatando, gracias a la plena vigencia de los principales elementos del universo literario cervantino.

Esta afirmación tiene especial sentido en el Quijote por la riqueza de su texto y por sus muchas recreaciones literarias y artísticas.

Las voces femeninas en el Quijote

¿Hablan todas las mujeres del Quijote? ¿Cómo hablan? ¿Qué dicen? En un momento como el actual, en el que las sensibilidades feministas y sus contrarias se afirman, reafirman y confrontan, es especialmente significativo recordar que Dulcinea del Toboso, la mujer por excelencia del Quijote, no tiene voz propia.

Sin embargo, otros personajes femeninos sí tienen discurso: desenfadadas y burlonas como la Tolosa y la Molinera, las mozas de vida disipada que le ciñen la espada y le calzan las espuelas a don Quijote en la parodia de su nombramiento como caballero; enamoradas y despechadas como Luscinda y Dorotea; ociosas y malintencionadas como la duquesa; fingidas como Altisidora o la condesa Trifaldi (la Dueña Dolorida); aún más fingidas si cabe como el paje de los duques que se hace pasar por Dulcinea; reivindicativas como Ana Félix o movidas por la fe sincera en don Quijote, como la dueña Rodríguez.

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Ilustración del personaje de Luscinda a cargo de Cecilio Pla para el Blanco y Negro del 20 de mayo de 1905. Wikimedia Commons

La voz libre y valiente de la pastora Marcela

Ninguna voz y ningún discurso, sin embargo, son tan valiosos e interesantes como la voz y el discurso de Marcela en el capítulo 14 de la primera parte de la novela.

Públicamente acusada por Ambrosio de la muerte de Grisóstomo, que se había enamorado de ella sin ser correspondido, Marcela aparece en el entierro de este para reclamar su libertad ante unas palabras tan graves como las que le dispensa el amigo de Grisóstomo, que la llama “fiero basilisco destas montañas”.

Lo que proclama Marcela es muy claro y muy rotundo. ¿Por qué razón es culpable de que Grisóstomo se haya enamorado de ella? ¿Por qué razón es, además, culpable de que el desvarío de Grisostomo le haya llevado a la muerte? ¿Por qué razón deponer y sacrificar sus sentimientos más sinceros para contentar a alguien a quien no ama ni está obligada a amar? ¿Debe corresponder a Grisóstomo solo porque este la quiera, por muy intenso que sea su amor?

Historia del pastor Grisóstomo y la pastora Marcela (Escena del Quijote) de Valero Iriarte. A la izquierda de la imagen se ve el entierro de Grisóstomo y, a la derecha, a Marcela hablándole a los asistentes. Museo Casa de Cervantes / Wikimedia Commons

La respuesta de Marcela está en sus palabras:

“Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos, con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos”.

Qué palabras tan hermosas, valientes y determinadas son estas últimas.

Marcela es consciente de no haber suscitado las esperanzas de hombre alguno, y por eso sostiene, con toda razón, que a Grisóstomo “antes le mató su porfía que mi crueldad”. Su decisión está clara y quiere que los demás la entiendan y la asuman con idéntica claridad: aún no le ha llegado el momento de amar, y “quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos”. Y esta determinación difícilmente puede defenderse con palabras más oportunas: “tengo libre condición y no gusto de sujetarme”.

Cervantes y su principal personaje, dos precursores

Aquí, claro, es donde entra la profesión de caballero andante de don Quijote, valedor de la libertad de Marcela ante quienes se empeñan en seguirla, rendidos de amor, a pesar de una argumentación tan bien sostenida como la que ha esgrimido. Marcela es una mujer sola y enfrentada a muchos hombres en un entramado de ficción al que en todo caso subyace una estructura social dominada precisamente por ellos.

Por eso don Quijote recuerda, amparado por la autoridad que le confiere su condición, que Marcela es inocente, que su intención es acreditadamente honesta y que por eso debe ser “honrada y estimada de todos los buenos del mundo”. Pese a todo, en el epitafio que Ambrosio prevé grabar en la losa que cubre la sepultura de Grisóstomo, se alude (pero no se nombra) a Marcela como “una esquiva hermosa ingrata”.

Ilustración de Tony Johannot para L’Ingénieux Hidalgo Don Quichotte de la Manche, traducción Viardot, 1836, tomo 1. Wikimedia Commons

Es justo destacar una vez más la tolerancia y la sensatez de Cervantes, madrugador (en pleno siglo XVII, nada menos), a través de la pastora Marcela, en la defensa de la libertad de la mujer no solo a la hora de gobernar sus afectos, sino también, y este no es un detalle menor, a la hora de expresarlo en un discurso sólido, valiente y bien argumentado.

Frente a la silenciosa y silenciada Dulcinea, totalmente ajena a su condición de inspiradora de la misión de don Quijote, Marcela habla y dice (y es bien sabido que hablar y decir no son necesariamente lo mismo). Con su voz y su palabra se adelanta a la imprescindible reivindicación de la autonomía, la importancia, el protagonismo, los valores y la responsabilidad de la mujer en la construcción de una sociedad más justa, más libre y más igualitaria.

De Dulcinea, sus silencios, su naturaleza literaria, su invención y sus reinvenciones hablaremos en otro momento.

Ya lo decía don Quijote: Rusia y los imitadores de Cervantes

6 julio, 2022

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 23 febrero 2022 23:33 CET

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La lectura de las recreaciones del Quijote depara en ocasiones alguna que otra sorpresa. Salvo excepciones, no son obras de gran interés literario, pero en muchos casos sirven para entender el peso de las ideas y los acontecimientos de su tiempo.

En el extenso inventario de las obras de la narrativa hispánica que recrean el Quijote desde el siglo XVII hasta nuestros días hay dos novelas publicadas en momentos diferentes del siglo XX que dan alguna pista sorprendente, en algún caso casi profética, sobre la actitud de la Rusia actual y la postura de otras potencias. Se trata de Don Quijote y tío Sam de Nicasio Pajares (1930) y ¡Don Quijancho, maestro! de José Larraz (1961).

Más allá de la literatura

Es evidente que Cervantes tuvo una clara vocación militar. Así lo demuestra, entre otros hechos, su participación heroica en la batalla de Lepanto, acontecimiento histórico de cuya trascendencia es muy consciente. Esta vocación se proyecta de una forma muy clara en el discurso de las armas y las letras (Quijote, I, 37 y I, 38). En esa extraordinaria pieza retórica, don Quijote expone las virtudes de la milicia y hace suya la idea de Vegecio (siglo IV) cuando dice que “las armas tienen por objeto y fin la paz”.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, algunas obras narrativas inspiradas en el Quijote reflejan las inquietudes, el pensamiento y las tensiones del momento. La guerra, en concreto, está muy presente en algunas continuaciones quijotescas, como las escritas por Rubén DaríoAntonio Ledesma HernandezJuan Manuel Polar y Francisco Navarro y Ledesma. Otro tanto ocurre con las imitaciones de José Joaquín Fernández de Lizardi, el padre Jerónimo Montes y Mariano Sánchez de Enciso.

Por lo que respecta a la paz, el narrador de las Semblanzas caballerescas, de Luis Otero y Pimentel (1886), reclama que don Quijote resucite para combatir los males de un mundo azotado por la guerra. Ese mismo azote, renovado con la Segunda Guerra Mundial, motiva que nuestro caballero obtenga el permiso divino para visitar el mundo en La última salida de don Quijote de la Mancha, de Carolina Peralta (1952).

La alianza entre Rusia y China

Portada de Don Quijote y Tío Sam, de Nicasio Pajares (Ed. C.I.A.P., 1930).

En Don Quijote y tío Sam, el narrador de la novela, que para más señas es espiritista, acude al auxilio de una médium. Esta le revela algunas profecías que, sorprendentemente, tienen pleno sentido en nuestros días. Podríamos hablar del Brexit y del liderazgo franco–alemán en Europa, pero nos centraremos en el actual conflicto derivado de las aspiraciones de Rusia y su sintonía con China. Así, el tío Sam y John Bull, símbolos de Estados Unidos y Gran Bretaña, deben sumar sus esfuerzos para curar el “grano rojizo” que le brota a Japón en la nariz: la alianza entre el Mandarín y el oso blanco siberiano, símbolos de China y Rusia.

Según la profecía, una “gran avalancha roja” amenaza Europa en 1970 por la entente entre estos dos países. La resistencia a este peligro se ve favorecida por la intervención de España, liderada por Alonso Quijano, que renuncia generosamente a Gibraltar para abonar la concordia internacional. Por fin, en 2025 se firma en El Toboso, entonces capital de España, la alianza entre Estados Unidos, Gran Bretaña y España.

La expansión rusa

Portada de Don Quijancho, maestro!, de José Larraz (Aguilar 1961).

José Larraz, ministro de Hacienda entre 1939 y 1941 en el segundo gobierno de Franco, reflejó sus singulares ideas políticas en Roberto Núñez de los Godos Hasparren, el protagonista de ¡Don Quijancho, maestro!

Roberto es un europeísta convencido que reclama las raíces cristianas de la identidad de Europa. Conoce el proyecto para la creación de una confederación europea impulsado en 1900 por Anatole Leroy–Beaulieu en el Congrès des Sciences Politiques celebrado en París. También aprecia el valor del esperanto como un instrumento de paz, al tiempo que deplora el declinar de Europa tras la Primera Guerra Mundial.

La definición de Europa que propone el protagonista se concreta en la Fundación Civitas Europa, cuyo primer punto doctrinal invoca la creación de una confederación de estados europeos que debe comprender también a Rusia.

De acuerdo con las atinadas predicciones de Roberto, Rusia superará el marxismo y su pertenencia a la confederación será fundamental para conjurar lo que él llama el “peligro amarillo” que encarna China. Si no se produce esta integración “la situacion podrá ser muy difícil y aun mortal para Rusia y Occidente”. Para ello, además del marxismo, Rusia deberá superar su eslavofilia, base de lo que en su momento fue la construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En su obra como pensador –concretamente en El bien común (1971)– Larraz recoge las ideas que ya había formulado en 1955 acerca de los factores que justificaban el liderazgo de la URSS frente a lo que él denominaba “las lamentables democracias occidentales” y de los cambios necesarios para facilitar la convergencia de Rusia y su papel para neutralizar a China. Esta es la razón por la cual nuestro autor sostiene la conveniencia de una “europeización rusa”.

Llama la atención la carga profética de la novela y del pensamiento de Larraz si tenemos en cuenta los acontecimientos transcurridos en Europa, Rusia y China desde 1961 hasta hoy. El avance de la hegemonía china, que no deja de percibirse en cierto sentido como una amenaza, hace innecesario cualquier argumento.

Es cierto, por otra parte, que la perestroika y la glasnost supusieron un impulso evidente para el fin del comunismo, pero la eslavofilia sigue inspirando la Federación Rusa, nada sospechosa de europeísmo como demuestran el conflicto con Ucrania y su trascendencia internacional.

Que dos obras de ficción como Don Quijote y tío Sam y ¡Don Quijancho, maestro! nos pusieran en la pista de todos estos hechos tantos años antes es una buena muestra, como empezamos afirmando, de que la literatura inspirada en el Quijote es en muchas ocasiones un termómetro muy fiable de las circunstancias que, con su evolución muchas veces imprevisible y sorprendente, definen la historia de nuestra época.