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Ángel Viñas, historiador: “La batalla por el relato la descubrieron las derechas en los años 30”

13 febrero, 2024

Fuente: http://www.eldiario.es

Foco

MEMORIA HISTÓRICA

El historiador Ángel Viñas, el 1 de febrero de 2023, en Madrid.
El historiador Ángel Viñas, el 1 de febrero de 2023, en Madrid. Marta Jara

Andrés Gil

4 de febrero de 2023 22:04h
Actualizado el 05/02/2023 05:30h 

Ángel Viñas (Madrid, 1941) lleva más de cuatro décadas dedicado a la Historia. Economista de formación, técnico comercial y economista del Estado, entró en el ejercicio de indagar en el pasado para luego contarlo muy influido por su trabajo en el ministerio de Asuntos Exteriores: si a algo se dedican los diplomáticos, es a dar cuenta por escrito de todo lo que hacen. Y eso deja un rastro documental valiosísimo para las generaciones venideras.

Ese afán por los documentos, por los papeles, por las evidencias primarias relevantes de la época, es lo que ha llevado a Viñas a convertirse en un historiador como hay pocos, que no sólo arroja luz sobre un pasado desconocido, sino que, al mismo tiempo, desmonta bulos, falacias e invenciones de políticos e historiadores del pasado y del presente. Y fruto de ello es su último trabajo, Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin (Crítica),

Hay una expresión que usted repite varias veces en este libro: “La historia no es definitiva”. Y habla también de que los historiadores “no son definitivos”.

Bueno, es que es así. ¿Por qué? Pues porque el tiempo pasa, las circunstancias en las que se desenvuelven los historiadores cambian, los historiadores cambian, las percepciones del pasado cambian… Pero hay cosas que no cambian, los hechos: hubo una Guerra Civil, hubo una Guerra Mundial. Y lo que los historiadores hacen es explicar los hechos, que en el caso español es muy fácil, porque la historia de España, la de la República, la Guerra Civil y el franquismo, es mala historia. Porque ha sido muy manipulada, muy tergiversada y es ahora, en los últimos 30 años, cuando han empezado a abrirse los archivos y empiezas a ver lo que hubo detrás de los hechos.

Y luego está el aprovechamiento de la historia, que es fundamental. La historia es maestra de vida, sí, pero ¿qué historia es maestra de vida? A veces no es maestra de vida, a veces es madrastra de vida.

Claro, porque ese aprovechamiento es lo que nos trae su libro, que viene también a intentar arrojar luz y verdad en un territorio abonado a la manipulación y los bulos.

Sí, pero eso se desprende de dos características que se dan en mi caso. Primero, que yo no estudié historia en España, estudié ciertas partes de la historia en Alemania y en Escocia. Y yo empecé a estudiar la Alemania nazi y el 18 de julio, y los antecedentes de la intervención alemana en la Guerra Civil por encargo de Fuentes Quintana.

Y yo me encontré ahí, joven diplomático, que no tenía ni mucha idea, con papeles, y eran los papeles equivalentes de los que hacíamos en la Embajada en Bonn, los que yo escribía. Y dije, ‘hay que ver cómo actuaron los protagonistas de los hechos, y eso se refleja en papeles’.

Después de trabajar en muchos archivos de muchos países, me he dado cuenta de que en realidad todos aplican el mismo tipo de racionalidad: tú a la superioridad le tienes que dar información y, en algunos casos, sugerir alternativas. Y eso lo hacen los rusos, los americanos, los ingleses, los españoles y los chinos; tú haces papeles porque tienes que informar al mando.

Es que es su trabajo.

Un ejemplo: el convoy de la victoria, del 5 de agosto de 1936. [El historiador] Paco Espinosa me mandó una relación de los vuelos que se hicieron desde Ceuta, Melilla, más o menos para Sevilla y Cádiz en los dos primeros meses. Se hicieron cerca de 1.800 o 1.900 vuelos. Eso es un hecho. ¿Y dónde está? En un informe que el Jefe Superior de las Fuerzas Aéreas en África emite al general Franco. Puede mentir, pero, ¿por qué va a mentir? ¿Y qué pasa? Pues que el convoy de la victoria queda reducido a la nada, 3.500 hombres. ¿Y qué haces con eso? Pues que te tienes que cargar el mito del convoy de la victoria o por lo menos resituarlo. Y eso no es ser comunista, socialista, de derecha, de izquierda, o de centro. Es simplemente hacer labor de historiador, y yo me guío por los documentos.

En el libro menciona cuando Óscar Alzaga explicó que en los Gobiernos de la Transición se habían hecho desaparecer multitud de documentos.

Porque en los papeles está la verdad. Mucha verdad.

Y a raíz de los papeles en el libro intenta arrojar luz sobre falsedades. Una muy llamativa, que es casi sentido común, es cuando explica que, si las democracias occidentales no prestaban ayuda a la República y Alemania e Italia empieza a ayudar a los sublevados… ¿Qué salida le quedaba al Gobierno de la República más que pedírsela a la Unión Soviética? Y en el libro también se explica que la teoría de la URSS era: ‘Nosotros no somos los aliados preferentes, tendrían que ser las democracias occidentales’.

Claro. Stalin no podía no ayudar a la República por una serie de razones: no quería dar una victoria fácil a los fascismos. Date cuenta que, desde el 7º Congreso de la Comintern, de 1935, el enemigo es el fascismo, no los socialdemócratas.

La reacción inmediata del secretario del Consejo de Ministros británico cuando estalla la sublevación y empiezan a verse lo de los italianos, es: ‘Tendríamos que pensar si no convendría que en España se estableciera un sistema parecido al de Alemania e Italia, que han nacionalizado a las masas’.

Bueno, no le hicieron caso, pero fue uno de los elementos que contribuyó a la no intervención.

Pero también financieramente. En su libro explica cómo el Banco de España también tocó antes las puertas de otros bancos nacionales antes de ir al soviético.

La República tenía un talón de Aquiles: las reservas del Banco de España estaban en oro, esencialmente en monedas, no en lingotes. Y con monedas de oro del siglo XIX en adelante tú no puedes comprar nada, las tienes que transformar en divisas, en francos, libras y dólares.

Era obligado que movilizara el oro, no tenía otra alternativa. Y Franco no tenía ese problema, porque los italianos, ya desde antes del estallido de la sublevación, se habían comprometido con los monárquicos a suministrar armamento.

Y los alemanes se preocuparon de contraprestaciones, pero contraprestaciones minúsculas, piritas, aceite de oliva… Eso dura dos semanas, tres semanas, un mes, y luego, a crédito.

La Unión Soviética empezó a suministrar armas, y no es que el oro fuera la condición necesaria para que los rusos ayudaran, pero tampoco la Unión Soviética era la mamá de Tarzán.

También en el libro se explica que que sin la ayuda soviética la República seguramente habría caído en el 36.

Pero sin duda alguna.

Y por otro lado, que la Unión Soviética prefería lógicamente la liquidez al crédito.

Sin duda. Yo no digo que la Unión Soviética fuera una hermanita de la caridad. Nadie es hermanita de la caridad en nada, ni siquiera en la Unión Europea. Defiendes tus intereses nacionales. Claro, el oro de Moscú lubricó una parte. Los cálculos que se han hecho sitúan el coste de los suministros bélicos en unos 200 millones de dólares, que no agota todo el montante en divisas del oro enviado a Moscú, que eran 450 millones de dólares, porque la República lo que necesita eran divisas porque se veía sometida también al cerco de la banca internacional. ¿Y la banca internacional cuál era? Ingleses, franceses y norteamericanos.

Estaba estrangulada.

Claro. ¿Y qué haces? Lo que es lamentable es que todo esto más o menos lo sabían desde el primer momento los franquistas, les informaban y les daban datos, aunque no completos. Era una guerra porosa la Guerra Civil.

Pero al franquismo no sólo le sirvió para dibujar a un enemigo peor durante la guerra, sino, después, para justificar también su propio caos económico.

Por eso yo digo que la derecha española está vendiendo todavía una versión que está falseada en su concepción primitiva. Tienes que justificar el golpe, y recurres a los asesinatos, disturbios, quemas de iglesias. Pero todo eso se elude porque desde el año 32 los monárquicos y los carlistas sabían que iban a contar con la ayuda fascista. Y lo que necesitan es achuchar a un sector de las Fuerzas Armadas a través de la propaganda de los cuarteles y crear un Estado de necesidad a través de los medios de prensa de la época: el ABC, principalmente, El Debate y La Nación. Se hipertrofian los desórdenes.

Sin embargo, lo que sí que se ha dicho es que parecía que España iba a ser un Estado soviético en agosto del 36.

Esto se dijo en los cuarteles para estimular el fervor patriótico de un sector importante de la oficialidad. Y esto a mí me irrita profundamente. Porque esto se puede encontrar en los archivos militares de Ávila, los del Servicio Histórico Militar, que han estado cerrados cal y canto hasta los años 70.

¿Y quienes han ido a verlos? ¿Ya que todo el mundo escribe sobre la Guerra Civil, por qué no se va a los archivos militares? Los archivos militares son muy baratos y hay papeles. También en el AGA [Archivo General de la Administración], donde está el comercio hispano-soviético.

Que es un comercio que se demuestra desigual.

Ahora estoy con un amigo mío mirando al lado vencedor y el petróleo. Del petróleo no se sabe prácticamente nada, pero es un arma importante. Se pasó de una Guerra Civil cuaternaria a una Guerra Civil mecanizada. ¿Por qué? Porque tenía petróleo. Se sabe que la Texaco le dio petróleo. ¿Pero cuánto? ¿Cómo? ¿En qué condiciones? Todo eso es importante en la historia. Se puede saber, está en los archivos.

Claro. Pero en 2023 todas estas mentiras o todas estas fábulas siguen teniendo eco. Incluso usted dice en el libro a veces que hay cierto paralelismo entre discursos de ahora de la extrema derecha con estrategias de hace 80 años.

Sí, sí, es que yo soy de los que creen que eso está tan metido en el corazón de la extrema derecha que no necesitan a Trump. La batalla por el relato la descubrieron las derechas en los años 30, como Hitler la descubrió en los años 20 y 30 gracias a Goebbels. Y como Mussolini la había descubierto también en los años 20 y 30. Si es que la batalla por el relato es fundamental.

Que no se puede hacer sin libros, sin medios. Usted hablaba de los periódicos de los 30, pero ahora hay redes sociales, televisión, de todo.

Yo he de confesar que he hecho lo que he podido, y también soy una persona que tiene ya 82 años. El análisis de la prensa de derechas en la República en paralelo a la conspiración es una cosa que pide a gritos que alguien lo haga. Yo, como funcionario, voy a la política, a las decisiones que cuentan.

¿Podría no haber habido Guerra Civil? Podría no haber habido Guerra Civil. ¿Qué es lo que determina la Guerra Civil? Olvídate de la reforma agraria, las izquierdas. Todo eso son condiciones necesarias. Sin esas no hubiera habido Guerra Civil, pero con esas solo tampoco hubiera habido guerra.

¿Cuáles son las condiciones suficientes? Pues tener de tu lado al ejército o una parte sustancial del ejército, tener ayuda exterior –italiana– y crear un relato de que España está al borde del precipicio, que es lo que decía el ABC. Y, claro, que el Gobierno no cortara el golpe.

El gran error de la República fue no cortar el golpe, que lo podía haber cortado. Pensaron que sería como una sanjurjada, pero se les olvidó el vector italiano…

Hablando de la ayuda exterior, a veces se ha hecho el paralelismo con la ayuda a Ucrania.

No tiene nada que ver. Era completamente distinto, el problema de la República es que no se le permitió adquirir armas en los arsenales internacionales, ni siquiera en las grandes corporaciones británicas, que tenían unos arsenales inmensos.

En el libro dice que incluso van al mercado negro porque no tienen dónde encontrar armas, no se las venden.

Y a Ucrania se le da el oro y el moro, si no, Ucrania hubiera dejado de existir y habría sido ocupada por los rusos. No hay comparación posible. Es que las circunstancias son absolutamente diferentes.

En su libro menciona una reunión de Dolores Ibárruri con otro dirigente comunista en el Kremlin para hablar del oro de Moscú. Y al final los rusos dicen que en realidad quien debe dinero es España.

Los rusos citan un solo documento, una carta firmada por Negrín en el mes de agosto de 1938, que no se ha publicado. He de confesar que cuando Lavrov me autorizó a entrar en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso de la época soviética, puso como condición que no se me dejara ver los papeles relativos al oro. Tuve las mismas dificultades que teníamos los españoles en el Ministerio de Asuntos Exteriores de los años 70, después de la muerte de Franco. Y no vi ese papel, no lo han publicado.

Entonces, yo me temo que la carta no existió o que fue un invento, o que dijo otra cosa.

La expansión del imperio portugués

4 diciembre, 2023

Fuente: http://www.geografiainfinita.com

Por Bernardo Ríos GeopolíticaHistoria / EuropaPortugal / 11 junio, 2018 / 5 minutos de lectura

Cuando viajas a Portugal, dependiendo de la localidad que visites, tendrás que aguzar más o menos los sentidos para darte cuenta de las dos grandes obsesiones del ideario nacional portugués. Ideario, por otra parte, que tanto las instituciones oficiales como su población se preocupan mucho por alimentar.

Una es el mar, comprensible dada su situación geográfica. La otra es la época de las grandes exploraciones, también comprensible vista su historia que es consecuencia, de nuevo, de su situación geográfica.

Y es que de historia va este artículo, que, en el caso de la entidad política portuguesa, da comienzo en el siglo XII.

El Condado Portucalense

Entre los años 1087 y 1091 llega al Reino de León el caballero francés Enrique de Borgoña para ayudar en la lucha contra los musulmanes. Se casó con Teresa de León, hija del rey Alfonso VI, y recibió el Condado Portucalense.

Este condado no debe confundirse con otro Condado Portucalense que se fundó en el siglo IX. Aquel era mucho más pequeño. Cuando Enrique murió, Teresa gobernó el condado hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso.

Ella ya comenzó a llamarse reina, pero fue su hijo, después de derrotarla en el campo de batalla, quien vio reconocido su reclamo y pudo titularse rey de Portugal.

El original condado Portucalense compartía la actual frontera norte y oriental con el actual Portugal y por el sur llegaba hasta Coimbra.

La primera expansión del reino de Portugal

Alfonso I, llamado el conquistador, dejó un reino con el doble del tamaño del condado que había recibido. En 1249, Portugal ya había terminado su Reconquista.

En 1415 se conquista Ceuta, y este hecho es el que marca la época de expansión del reino de Portugal. Se tomó la decisión de explorar la costa africana, hacia el sur y, en menor medida, ir hacia el oeste.

En 1418/19 se llega a Madeira y en 1427 a las Azores. En 1471 se estableció una factoría en el golfo de Guinea. El objetivo era llegar a las Indias para dominar el comercio de las especias, y en 1488 se cruza el cabo de Buena Esperanza, Sudáfrica.

La primera etapa del imperio portugués

Después de la llegada de Colón a América y la división del mundo entre Portugal y España en el tratado de Tordesillas, se llegó a la India en 1498 y a Brasil en 1500.

En 1510 se funda el Estado Portugués de la India, con capital en Goa. Para el 1511 se funda Malaca y se llegó a las Islas Molucas, las preciadas islas de las especias. En 1557 se funda Macao y en 1570, Nagasaki, en Japón.

La parte más importante del imperio colonial portugués era, con diferencia, Brasil. De 1500 a 1530, la presencia portuguesa parece haberse limitado a expediciones de recolecta del palo-brasil. De este árbol se hacía tinte de buena calidad.

La colonización empezó, de hecho, en 1534, cuando el rey Juan III organizó el territorio en 12 capitanías generales hereditarias. Después, en 1549, el modelo cambió y se incorporó un gobernador general para toda la colonia.

Las otras dos colonias principales de Portugal, y que conservó hasta finales del siglo XX, fueron Angola y Mozambique, en la costa africana.

Una buena fecha para estudiar la colonización de Angola es 1575, cuando se fundó la actual capital, Luanda, con el objetivo de dominar el comercio de esclavos.

En cuanto a Mozambique, el control de la zona era ya efectivo en 1530, aunque la amenaza de los corsarios turcos era constante.

Tras la independencia de España

Después de la independencia de la Monarquía Hispánica en 1640, Portugal vivió guerras continuas con Holanda y con España. Con la primera, por mantener su imperio colonial, con la segunda, por su independencia.

La última y definitiva paz con Holanda se selló con la recuperación de los territorios que esta le había arrebatado en Brasil, pero también con la pérdida de muchas plazas asiáticas.

Las primeras pérdidas ocurrieron temprano, ya en el siglo XVII, a favor de Inglaterra en la India y las ya mencionadas contra los Países Bajos.

Durante todo el siglo XVIII los conflictos con España en América fueron constantes y a principios del siglo XIX se fundó el Reino Unido de Brasil, Portugal y el Algarve.

Este estado convertía Portugal en una provincia, si bien no de Brasil, sí de un país cuya capital era Río de Janeiro y cuyo territorio más importante era el americano.

La independencia de las colonias

Portugal tuvo que reconocer la independencia de Brasil en 1825. Tras esta importantísima pérdida, el país se centró en expandir sus territorios de Angola y Mozambique.

En 1961 la India invade militarmente Goa y el resto de enclaves en el subcontinente. En 1975 tuvo lugar la Revolución de los Claveles, con la que terminó la dictadura de Salazar. El nuevo gobierno republicano accedió rápidamente a reconocer la independencia de los dos países africanos y de Timor Oriental, el archipiélago indonesio.

El último enclave colonial portugués fue la actual ciudad china de Macao, que fue entregada al gigante asiático el 20 de diciembre de 1999.

Este país, para quien escribe una auténtica joya y una maravilla, tiene fama de ser el país de la tristeza, de las melancólicas voces de fado moviendo la ropa tendida en las ventanas, de los intrépidos navegantes surcando los mares de todo el globo, de Eça de Queirós, José Saramago y el enorme, insustituible e inimitable Fernando Pessoa.

Pero, sobre todo, Portugal vive con la cabeza vuelta por la nostalgia o, mejor, la saudade de un pasado demasiado pesado para una espalda tan pequeña.

Sobre el autor

Bernardo Ríos

Bernardo estudió Filología Románica en la Universidad de Salamanca y un máster de Español como Segunda Lengua en la Universidad Complutense de Madrid. Ha dado clases de español en Singapur y Madrid y ahora es traductor, community manager y asistente de lingüística en el canal de YouTube Linguriosa. Escribe sobre lingüística en su blog Lingüística en Primera Persona (https://linguisticaenprimerapersona.blogspot.com/).

Volver a Stalingrado 80 años después

14 noviembre, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 20 diciembre 2022 19:14 CET

Autoría

  1. Igor Barrenechea Marañón. Profesor y Doctor en Historia Contemporánea, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja.

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Igor Barrenechea Marañón no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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Por estas fechas, hace exactamente 80 años, se combatía de manera encarnizada en los edificios destruidos de la ciudad rusa hoy renombrada Volgogrado.

En el marco de la Segunda Guerra Mundial, el 22 de junio de 1941, Hitler había dado luz verde al inicio de la Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, reuniendo a un gigantesco ejército para alcanzar su sueño imperial. E infravalorando a su oponente, calculó que en poco menos de seis meses derrotaría al gigante soviético y configuraría, de este modo, su imperio de los mil años (lo que duraría el Tercer Reich, en el ideario fantasioso de Hitler), forzando la claudicación de Gran Bretaña, e instaurando una paz germana en Europa.

Sin embargo, esos planes tan fantasiosos fallaron. La inmensidad del espacio a conquistar y la tenaz lucha de su adversario soviético, que pugnaba por su supervivencia contra las criminales políticas nazis, hicieron no solo que no pudieran tomar Moscú, sino que se quedaran lejos de acabar con la resistencia bolchevique. La campaña militar de 1941 fracasó, pero la guerra continuaría.

La Operación Azul

Así, en el verano de 1942, tras haber logrado la toma de Sebastopol y la península de Crimea, se le encomendaría al VI Ejército de Von Paulus iniciar la denominada Operación Azul, cuyos objetivos eran ocupar todo el Cáucaso y Stalingrado. Tras la debacle sufrida ante las puertas de la capital rusa, Hitler centró su objetivo en el Cáucaso, para tener acceso directo a las fuentes de petróleo de la regiones de Maikop, Bakú y Grozni.

La Wehrmacht (denominación del ejército alemán durante la guerra) padecería durante toda la contienda una carestía crónica de combustible, piedra angular de los ejército modernos. El 21 de agosto de 1941, los nazis plantaban la esvástica en el monte Elbrus, alcanzando la cima más alta de Europa.

Un símbolo de resistencia

No fueron más lejos. Más al norte, la ocupación de Stalingrado, junto al Volga, estaba prevista como un objetivo secundario, debido a las dificultades que implicaba la lucha callejera; pero pronto se iba a convertir en el símbolo de la contumaz resistencia soviética.

La conquista de la urbe industrial pasaría a ser prioritaria para Hitler y se convertiría en un terrible pulso que centraría todos los esfuerzos y recursos del mando alemán; un grandísimo error que sería aprovechado por Stalin.

La superioridad táctica alemana, aquí, quedó invalidada, y el desgaste alemán se cobró un alto peaje en hombres y material insustituible, teniendo que conquistar palmo a palmo, en un auténtico solar de ruinas y cascotes que favorecía la resistencia numantina soviética.

Más de medio millón de muertos civiles

Por desgracia, también, el peaje civil fue muy elevado. De los 600 000 habitantes que fueron obligados a quedarse por orden de Stalin para enardecer la resistencia (solo se evacuó la industria armamentística), entre muertos y posteriores evacuaciones solo quedarían 9 796 almas desangeladas (entre ellos 994 niños) que resistieron hasta el final de los combates.

En todo caso, los alemanes se enfrentaron a su peor pesadilla en una batalla urbana (se denominaría como guerra de ratas, Rattenkrieg), y aunque lograron apoderarse de cerca del 90 % de aquel páramo de dolor y muerte, la ciudad, pese a todo, no cayó.

Una familia huye de Stalingrado en octubre de 1942. Wikimedia Commons / Bundesarchiv / Friedrich GehrmannCC BY-SA

Invicta, a un alto precio

Vasili Ivánovich Chuikov (el mismo que recibió personalmente la rendición de las fuerzas alemanes en Berlín, el 2 de mayo de 1945) fue el oficial soviético encargado de impedir que eso sucediera, adoptando órdenes draconianas: miles hombres y mujeres se sacrificarían para impedir la conquista alemana (surgiendo figuras legendarias como el francotirador Záitsev).

El general Chuikov y francotirador Vasiliy Zaytsev en 1943. Wikimedia Commons / Georgy Zelma

Mientras tanto, el mariscal Zhúkov prepararía y orquestaría una letal ofensiva oculta a los alemanes: la Operación Urano. En la fría madrugada del 19 de noviembre de 1942, dos fuertes pinzas acorazadas aplastaron los débiles flancos del Eje, guarnecidos por unidades italianas, rumanas y húngaras, cercando a un exhausto VI Ejército.

El éxito fue completo. Un cinturón de acero se cernió sobre la ciudad, unos 250.000 soldados del Eje se vieron inmovilizados y atrapados. Justo cuando parecía que estaban tan cerca de lograr culminar su tarea, la suerte de las armas germanas se alteró por completo.

La rendición alemana

Aunque Hitler encomendaría al mariscal de campo Von Manstein liberar a las tropas cercadas, no se lograría. Nada pudo librar al comandante supremo del VI Ejército, von Paulus, de rendirse el 31 de enero de 1943. le quedaban 91.000 supervivientes, de los que solo 5.000 regresarían de Siberia tras el fin del conflicto.

El shock de la derrota fue un mazazo para la opinión pública alemana, imbuida de la mística nazi de la invencibilidad de sus ejércitos, que consideraría, por primera vez, seriamente la posibilidad de que podrían perder la contienda.

Un lugar histórico

Stalingrado iba a ocupar un lugar especial en la memoria soviética, tanto por su capacidad de resiliencia (aunque el tributo en sangre fue espantoso) como por devolver a los alemanes su propia medicina, utilizando contra ellos sus exitosas tácticas militares.

Aún los soviéticos tendrían que aprender más duras lecciones, pero la balanza bélica se decantaba claramente a su favor. Hitler había sobrevalorado sus fuerzas e infravalorado a sus enemigos. Fue el principio del fin para el Tercer Reich.

Objeto de análisis reciente

Aún en la actualidad, Stalingrado sigue ostentando en el acervo popular un lugar de reconocimiento enorme contra el nazismo. De hecho, el reciente libro de Xosé M. Núñez Seixas, sobre la memoria de los países europeos de la Segunda Guerra Mundial destaca por su título: Volver a Stalingrado.

Se han publicado otras excelentes crónicas sobre lo ocurrido, como los de Craig y Beevor o la tetralogía de Stalingrado (desde un punto de vista militar), de David M. Glantz y Jonathan M. House, así como el de Jochen Hellbeck, Stalingrado.

Cartel de ‘Lucharon por la patria’, (Sergei Bondarchuk, URSS, 1975),

Material de ficción

Tampoco podemos olvidar de la épica novela de Vasili Grossman, publicada íntegramente hace poco en castellano, Stalingrado; o la ingente filmografía que se ha producido a este respecto desde el punto de vista alemán, ruso–soviético o italiano, en filmes como El médico de Stalingrado (Geza von Radványi, RFA, 1958), Stalingrado: batalla en el infierno (Frank Wisbar, RFA, 1959), Los girasoles (Vittorio De Sica, Italia, 1970), Nieve Ardiente (Gavriil Yegiazarov, URSS, 1972), Lucharon por la patria (Sergei Bondarchuk, URSS, 1975), la antibelicista Stalingrado (Josep Vilsmaier, Alemania, 1993), Enemigo a las puertas (Jean-Jacques Annaud, Reino Unido, 2001), Hasta donde mis pies me lleven (Hardy Martins, Alemania, 2001), sobre la suerte de los supervivientes alemanes; o la última, la belicista Stalingrado (Fiódor Serguéievich Bondarchuk, Rusia, 2013).

Desolación y ruinas

Como es bien sabido, la mortífera sangría no se detuvo ahí. Prosiguió hasta la toma de Berlín en mayo de 1945, dejando tras de sí no solo un panorama de desolación y ruinas, sino un precio en vidas ingente.

Escribía Núñez Seixas:

“La guerra en el Este provocó una universalización del sufrimiento y de la memoria de la guerra entre amplias capas de la población, entre ocupantes y ocupados, civiles y militares”.

Lástima que todo ello no haya servido para inducir a los rusos a aprender del pasado. Pues, mientras que los alemanes son muy conscientes de aquel espanto, abogando por el pacifismo, el uso y abuso con el que Putin ha dispuesto en la memoria rusa la Gran Guerra Patriótica (como base de un nacionalismo agresivo) parece haberla preparado para la guerra en Ucrania.

No para recordar, precisamente, el espantoso sacrificio, sino para enfrentarse a los mismos camaradas ucranianos con los que derrotaron al nazismo.

¿Qué pensarían Freud y Einstein de la guerra en Ucrania?

8 May, 2023

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 28 febrero 2022 16:48 CET

Autoría

  1. José Ramón Ubieto Pardo. Profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación. Psicoanalista, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

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José Ramón Ubieto Pardo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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“¿Existe algún medio que permita al hombre librarse de la amenaza de la guerra?”

Esta fue la pregunta que el físico Albert Einstein le dirigió, por carta, al psicoanalista Sigmund Freud el 30 de julio de 1932, anticipando el horror que vendría pocos años después.

Einstein señala en ese texto el “apetito político del poder” que, en su voracidad, se niega a renunciar a ninguna cuota de soberanía y se nutre de intereses económicos, preferentemente –dice– de los fabricantes y traficantes de armas.

Casi un siglo después, esa tesis sigue plenamente vigente. El interrogante para Einstein era la posición pasiva o seguidista de buena parte de la población que, aun sabiendo las penurias que tendría esa guerra para ellos, no se oponían o, al menos, no lo hacían abiertamente.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

¿Quiénes somos?

Él estaba convencido de que la propaganda, a través de las escuelas, la prensa y la iglesia, resultaba clave para esa expansión belicista, asunto que hoy continúa y se prolonga, de manera exponencial, a través de los medios digitales, en los que el gobierno ruso es un experto. La ciberguerra, con sus ataques y bulos, es la prolongación de la guerra por medios digitales.

Einstein se pregunta –y se dirige explícitamente a Freud como conocedor del psiquismo humano– si, además de estas “armas propagandísticas” y de estos intereses lucrativos, no habrá en el ser humano un instinto propio de destrucción.

Las leyes y los dominadores

Freud le contesta, también por carta, unas semanas más tarde, en septiembre de 1932. De entrada, le propone ser más incisivo con el lenguaje y hablar directamente de violencia, en lugar de fuerza.

Los dos habían asistido, como personajes célebres y bien informados, a la creación –impulsada por el presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson– de la Sociedad de Naciones en 1919, tras la primera Gran Guerra. Esa organización internacional proponía el derecho y los lazos comunitarios, libremente consentidos, como freno a cualquier tipo de violencia y ataques entre naciones.

Pero la realidad, marcada por la expansión de la violencia nazi, ya antes de tomar el poder, no dejaba muchas esperanzas en el porvenir de esa solución. Las desigualdades sociales y políticas hacen que las leyes acaben favoreciendo a los dominadores que aspiran a saltarse la ley y ampliar sus territorios para que el derecho finalmente legitime su poder. Los dos pensadores habían captado en Hitler esa ambición y su falta total de escrúpulos morales para contenerla.

Pulsión destructiva

Freud admite la existencia de esa pulsión destructiva a la que aludía Einstein, frente a la cual el amor, reconoce, se revela impotente. En realidad, observa el médico, la diferencia entre amor y odio no es radical, se pasa fácilmente de uno a otro. De allí que años más tarde, otro psicoanalista y lector de Freud, Jacques Lacan, inventara un neologismo: odioenamoramiento, para expresar que no hay amor sin su cuota de odio.

Unos años antes, en 1915, el inventor del psicoanálisis se lamentaba de que la guerra (la primera Gran Guerra mundial) “en la que no creían, había estallado y nadie respetaba los derechos de los prisioneros o de la población civil”. La pulsión de muerte, ese empuje autodestructivo inherente al ser hablante, revela que nada es más humano que el crimen.

El psicoanalista Jacques-Alain Miller desarrolla la tesis que permite introducir lo inhumano en la humanidad misma, como un componente esencial de su psiquismo. Más allá de los casos clínicos de esta humana pulsión destructiva, la realidad cotidiana nos confirma esa tesis. Por ejemplo, cuando consumimos en exceso en busca de un deseado placer; cuando nos dejamos la vida en la carretera por exceso de velocidad camino de la relajada felicidad del descanso semanal o cuando por un supuesto amor, destruimos la vida de los más próximos. La felicidad, diría Freud, no forma parte del software de nuestras vidas o, al menos, incluye una cuota de displacer nada desdeñable.

La respuesta final de Freud a la pregunta inicial de Einstein –y que, podemos hipotetizar, sería la misma que hoy le daría, admitiendo todas las diferencias que convenga entre acontecimientos históricos separados en el tiempo– es, sin duda, la de un pesimista advertido. Aquel que, partiendo de esa realidad psíquica, apela al coraje ético de cada uno y afirma que nos rebelamos contra la guerra porque no podemos hacer otra cosa como pacifistas. La guerra nos produce una “intolerancia constitucional” y no queremos esa destrucción. La pulsión de muerte nunca fue para él un destino fatal, simplemente un punto de partida del que conviene estar advertido para contrariarlo.

Freud mismo no era ajeno a Ucrania, puesto que era hijo de padres judíos procedentes de la región de Galitzia, actualmente Ucrania. Su apuesta por la vida fue radical y eso incluía la cultura: “Todo lo que trabajamos en favor del desarrollo de la cultura irá también contra la guerra”.

Comer en España (y parte de Europa) antes del descubrimiento de América

10 enero, 2023

Fuente: http://www.geografiainfinita.com

Por Lola Escudero / 16 minutos de lectura / GeopolíticaHistoria / España / 12 noviembre, 2019

* Este artículo se publicó en el Boletín nº 62 de la Sociedad Geográfica de España, titulado “El origen de los alimentos”. 

La llegada de los nuevos productos de América fue toda una revolución en España y en el resto de Europa. Cambió los hábitos alimenticios de todas las clases sociales y también puso en marcha nuevas rutas comerciales para el intercambio de estos nuevos productos. Pero, mucho antes, se habían producido otros “viajes de los alimentos”, también trascendentales, que fueron revolucionando la dieta y la forma de comer en nuestra península y en el resto de Europa.

Los fenicios introdujeron cultivos fundamentales, como el olivo y la vid y los griegos y los romanos transformaron la poco elaborada y monótona forma de comer de los celtíberos con nuevos productos y formas de cocinar. Pero fueron los árabes quienes aportaron materias primas más novedosas, procedentes de remotos lugares, que encontraron en nuestras fértiles huertas una aclimatación perfecta y que llegarían conformar la base de nuestra actual cocina.

Contenidos del artículo: [ocultar]

Cereales, aceite y vino: la trilogía pre-romana

Desde el inicio del neolítico (hacia el año 1000 a.C.) hasta su romanización, los iberos crearon una cultura propia que desconocemos en gran parte, al no poder descifrar sus textos. Sin embargo, la arqueología nos ha descubierto algunos detalles de su cocina, de sus alimentos básicos y también de la forma de cocinarlos y comerlos.

Se sabe que las casas tenían cocina, e incluso se ha encontrado alguna parrilla bastante sofisticada en la que prepararían alimentos a la brasa. Otro de los grandes hallazgos de los iberos sería el molino rotatorio para moler cereales, un invento que se extendió por todo el Mediterráneo.

Sabemos cómo eran sus enseres de cocina, sus cazos y sus jarras porque sus cerámicas eran famosas, y se intercambiaban con otros pueblos. Menos conocida es su base alimenticia, aunque consta que era un pueblo agricultor y pescador, que se alimentaba de legumbres que hacían hervir en ollas junto con carnes o grasas. En sus cazuelas, altas o bajas, hacían guisos en los que mezclaban lo que tenían a mano y cocían potajes, tipo gachas, con harina de trigo, que comían en escudillas de cerámica.

Les gustaban especialmente el cerdo, la gallina, la oveja y la cabra. Estrabón va más allá, y nos cuenta que los iberos del norte ya hacían jamones, elaboraban quesos y panificaban la harina. Completaban su dieta con frutas (manzanas, peras, higos, uvas y, sobre todo, almendras y avellanas).

La base de su alimentación fueron los cereales, que conocían y servían como alimento mucho antes de la llegada de los romanos. Su cebada era considerada como la de mejor calidad del mundo conocido de la época, y fueron ellos los que adoptaron el cultivo del trigo que trajeron los romanos, ya que los celtas eran sobre todo ganaderos y se limitaban a importar el cereal de regiones más meridionales.

El temprano contacto con los fenicios, etruscos, cartagineses, griegos y romanos en las costas levantinas fue cambiando, poco a poco, los alimentos básicos de los pueblos iberos, aunque las importaciones estaban reservadas para los más pudientes, y sobre todo para los que vivían en la costa de Iberia.

La llegada de los colonizadores mediterráneos supuso no solo la introducción de nuevos cereales, sino también de nuevas formas de agricultura, y de útiles de labranza más eficaces (el arado romano, el cedazo, el tamiz de lino).

Los iberos también obtenían una buena cerveza por fermentación de los cereales, y así aparece citada en los textos clásicos, como lo hace Orosio al narrar la caída de Numancia. Otro de los alimentos básicos era el aceite.

El olivo silvestre o acebuche se conocía en la península desde tiempo inmemorial, pero se sabe que no existían olivos cultivados en la península antes de la llegada de los griegos. Con el tiempo llegarían a producirse grandes cosechas de aceitunas, de las que se obtenía un aceite de gran calidad llevado hasta Roma en grandes cantidades.

El tercer elemento básico de la dieta, el vino, viajó desde el norte de África. Concretamente fueron los púnicos quienes, hacia el sigo VI a.C., lo introdujeron en Iberia. Su cultivo se extendió rápidamente por las zona oriental y meridional, que se convirtieron en exportadoras de vino. Eran caldos bastante elaborados para la época, con técnicas que se importaron de los griegos, y a los que añadían sustancias como agua de mar, hierbas, resinas e incluso humo para cambiar su sabor.

La alimentación en la Hispania romana

La llegada de los romanos, y la progresiva colonización y romanización de la península, supuso un cambio importante en la alimentación, sobre todo en las ciudades y zonas más romanizadas.

La Hispania de los romanos fue una región rica en aceite, vinos y sobre todo en garum, un producto muy especial que se producía en la península y se llevaba a Roma en grandes cantidades para las familias más poderosas del Imperio. Nuestra cultura gastronómica actual sigue siendo heredera en buena parte de aquella Hispania Romana: los romanos introdujeron nuevos frutos y sobre todo nuevas técnicas de cultivo, el más importante de ellos los injertos.

Fueron también los romanos quienes nos trajeron formas intensivas de cultivar el olivo y también los que introdujeron el cultivo y la forma de cocinar con ajo.

La base de la dieta romana estaba basada en el trigo, aceite y vino, una tríada básica que venía de antiguo y que alimentó a casi toda la población mediterránea durante siglos. Solo los más ricos completaban su dieta con carnes, pescados o productos más sofisticados como miel, leche o quesos, y especias exóticas en aquel momento, como la pimienta.

Cuando la República romana se convirtió en Imperio, la dieta romana se enriqueció con nuevos productos que llegaban de todos los puntos de su enorme territorio. Las clases populares, sin embargo, siguieron consumiendo alimentos muy básicos: la comida más extendida era el puls, formando por gachas de trigo a las que, cuando había abundancia, se les añadía queso, ostras y otros productos más ricos.

Otra cosa eran las clases superiores. Los grandes banquetes se hicieron cada vez más populares, tanto en la capital como en las provincias como Hispania. En esas casas llegaban los productos más sofisticados: pollos y ocas, pero también loros o flamencos que eran considerados productos de lujo.

Pero si hubo un producto “gourmet” que representara la originalidad de Hispania ese fue el garum, una salsa elaborada con vísceras de pescados fermentadas, mezcladas con vinagre, sangre, pimienta, agua, vino y aceite. Servía para aliñar y era una verdadera “delicatessen” de la época.

Las factorías se encontraban a lo largo de la costa más meridional, como en Baelo Claudia (Bolonia), cerca de Tarifa, donde se ha podido estudiar este producto a fondo. Sin duda, el comercio de este garum tuvo una enorme trascendencia para la relación entre Hispania y Roma. Se puede decir que la dieta mediterránea se basa en aquella dieta precursora de la Hispania Romana.

A través de Roma nos llegaron productos alimenticios que se producían en todo el mundo: vinos de Grecia, cereales de Egipto y Etiopía, chacinería de las Galias o especias del remoto Oriente. Además de los alimentos, nos llegaron costumbres como la forma de comer: la cuchara era de uso común, pero los alimentos se cogían con la mano.

El mantel (mantele) no apareció hasta el siglo I a.C en los grandes banquetes, y la servilleta (mappa) casi siempre era facilitada por el anfitrión, aunque algunos comensales las llevaban desde casa para guardar restos de comida y llevárselos a casa. Se comía siempre con un salero (salinum) y una botellita con vinagre (acetabulum), para que los comensales se sirvieran cuanto quisieran. Y sobre todo quedó algo importante: comer es ante todo un acto social, con sus normas, algo que no ocurría en la Iberia preromana.

Para conocer cómo era la alimentación en tiempos de los romanos en la Península Ibérica nos quedan obras como las de Columela, del siglo I d.C., un amigo de Séneca que escribió varios libros de naturaleza y agricultura. Otro libro de recetas de la época, imprescindible para adentrarnos en los sabores de la antigua Roma, es De re coquinaria, del siglo I d.C., atribuido a Marco Gavio Apicio.

Tras los romanos, los visigodos mantuvieron la tradición romana en casi todo, también en cuando a los alimentos y sus formas de elaboración. Se sabe que la base de su alimentación eran los cocidos y potajes con legumbres, y más en concreto el pulte, un puré a base de harina de trigo o de mijo al que se añadían legumbres.

La cocina hispanomusulmana en Al-Ándalus

Si el garum nos resulta extraño a nuestros paladares, los que no nos resultan nada ajenos son los productos que nos llegaron con los árabes, algunos desde tierras muy remotas. Aún hoy, la cocina de ciertas partes de España es heredera directa, sin apenas cambios, de la tradición hispano-musulmana (solo hay que pensar por ejemplo en los dulces como los turrones, mazapanes y pestiños, los escabeches, las confituras de frutas…).

En tiempo récord, sobre un territorio prácticamente desarticulado y poco desarrollado como era la España visigoda, los árabes consiguieron implantar nuevos métodos de agricultura, de ganadería, y de transformación de los alimentos. Crearon una cultura exquisita en su gastronomía con refinamientos que era difícil pensar en otros países de la llamada cristiandad.

Así, desarrollaron en la península una verdadera revolución en las cocinas, desde las más humildes a las más exigentes. En el siglo XI se introdujeron en al-Ándalus, con mucho éxito, nuevas tendencias en la alimentación y el tipo de productos desde Bagdad.

Así llegan a la comida hispana aromas penetrantes conseguidos con especias; sabores agridulces proporcionados por las frutas (secas y frescas) cocinadas junto a la carne; adobos y escabeches o salsas ligadas con miel, azúcar y vinagre. Llegan también la canela de la China, los dátiles de la India, los pistachos de oriente, las trufas o los membrillos. Un refinamiento que contrasta enormemente con la monotonía de la cocina anterior.

A ellos, los árabes, les debemos la introducción del arroz en la cocina (del árabe ar-ruzz) no sólo en España sino en todo Occidente. Con ellos llega una alimentación más rica y también más equilibrada, que incorpora muchas leguminosas (garbanzos, lentejas, habas…), muchas hortalizas y frutos secos.

Además de los nuevos productos, también hay que hablar de muchos alimentos ya introducidos mucho antes de la llegada de los árabes pero que los hispano-musulmanes lograron aclimatar y cultivar a gran escala.

De entre las frutas y árboles frutales que vinieron con los árabes habrá que citar el olivo a gran escala, la palmera datilera, la platanera, el granado (procedente de Siria), el albaricoque (llamado al barquq), el membrillo, la cidra (Citrus medica, comúnmente llamado cidro), la naranja amarga (naranya), el limón (laymun), la sandía (al sandi).

En cuanto a las hortalizas: la berenjena (al badinyana), las alcachofas (al jarsuf), las acelgas (al silka), los espárragos, las habas, las endibias (al hindab), los guisantes, las espinacas (al esfanaj), la calabaza o los puerros.

En las especias, hierbas aromáticas y frutos comestibles: la canela, el azafrán (zafaran), el cardamomo, el anís (anysum), el jengibre, el cilantro, la alcaravea (comino de prado), la nuez moscada, el clavo, la pimienta, la mostaza, el espliego, el ajonjolí (sésamo), los altramuces (al turmus), los alfóncigos (pistachos), las chufas. Y también el azúcar de caña, que revolucionará la alimentación en occidente y terminará desplazando a la miel como edulcorante.

No sólo la materia prima, también la presencia árabe nos ha dejado muchas preparaciones en nuestras recetas actuales: los platos a base de sémola, los fideos (al fidaws), los macarrones, los guisos de arroz, tanto dulces como los acompañados de carne o pescado, los escabeches, los hojaldres y empanadas, y las frituras y los guisos a base de pescado y carne picada. Y lo más llamativo de todo: la repostería: los polvorones, los alfajores, los dulces de membrillo y cabello de Ángel, el mazapán de Toledo o el turrón de Alicante.

En las mesas hispano-andalusís no faltaban tampoco los frutos secos y el agua perfumada con esencia de rosas o azahar. Y aunque el vino no formaba parte de la dieta andalusí, en Al Andalus el Islam su consumo era al menos tolerado.

Además, a través de los árabes, nos llegaron otros frutos y otros cultivos. Entre ello el almendro, que nació en Afganistán, los melocotones de Persia, el albaricoque de Armenia, la alcachofa de Palestina. También se extendieron los cultivos en terrazas y los sistemas de irrigación que todavía mantenemos.

También formas de preparación de los alimentos que hoy constituyen señas de identidad de nuestra cocina. Como la fritura en aceite de oliva, o el servirnos de platos, con un orden preciso en el servicio (primero sopas, luego pescado o carne y al final los postres), algo que nos parece muy normal pero que hasta ese momento no lo era. O como la pesca en almadraba, que todavía hoy continúa empleándose en la costa del Estrecho.

Al otro lado de la frontera

En la zona hispanomusulmana de la península se vivía de una forma mucho más sofisticada en que los reinos cristianos, aunque la relación fuera muy permeable. En Europa, el contacto más importante con nuevos productos y alimentos de Oriente provenía de las Cruzadas, pero en la península, la cercanía con Al Andalus permitió un enriquecimiento de la dieta mayor que en el resto de Europa, al menos en las clases superiores.

La frontera entre los cristianos y los musulmanes siempre fue difusa, y hubo un intercambio constante de costumbres culinarias y productos, y las clases más pudientes incorporaron muchos de los productos y sofisticaciones de Al Andalus.

El pueblo llano en la Edad Media, sin embargo, se alimentaba de simples gachas y pan; los alimentos como la carne, los huevos o el pescado eran muy estacionales. Apenas existían métodos para conservar los alimentos, excepto las salazones, e incluso las legumbres, al no haber forma de panificarlas, se convertían en harina que se mezclaba en los potajes.

Algunos productos con historia propia

La cocina musulmana era enormemente mucho más sofisticada que la que se encontraron en suelo hispano. Para ello contaban con nuevos productos procedentes de diferentes regiones orientales, como las berenjenas, las espinacas, los albaricoques y los pistachos, pero sobre todo hay tres que se pusieron en las mesas españolas para siempre y desde allí figuraron en las mesas de todos los nobles europeos: los cítricos, el azúcar de caña y el arroz, e incluso la pasta.

El azúcar

El azúcar no llegó de América, sino que hizo el viaje inverso. Parece que su primer viaje fue desde la India y China al cercano Oriente, desde donde se extendió a Europa. Los antiguos griegos y romanos la conocían como “miel de la India” y su nombre proviene del sánscrito: de sakara = dulce (que dio lugar a sakjaron, sukkar en árabe sukkar, y de ahí azúcar en castellano).

Durante la Edad Media este producto venido de oriente fue un lujo reservado a los ricos, pero América lo democratizó, gracias al trabajo de los esclavos africanos que consiguió bajar los precios y propiciar que llegara a las mesas menos pudientes. Así fue como el azúcar revolucionó la pastelería europea.

Fue realmente el gran regalo que los árabes hicieron a las cortes europeas a través de España. Los pobres hasta esa fecha apenas tenían opciones para probar sabores dulces, salvo la miel que tampoco estaba al alcance de todos. Recurrían a desecar algunas frutas como los higos o las uvas, pero su poder edulcorante no era muy grande. La miel tampoco era fácil de manipular, así que la llegada a las cocinas europeas (al principio solo las de los nobles) de aquellos cristalitos que se extraían de unas cañas fue algo realmente revolucionario.

El arroz

Estaba aquí antes de que llegaran los árabes con sus recetas persas. Dicen los expertos que ya había arroz en la península trescientos años antes de Cristo, y hacia el siglo VII Bizancio lo cultivaba en nuestras costas levantinas, pero lo cierto es que los arrozales de Valencia o los de la desembocadura del Guadalquivir son legado de los árabes. Gracias a la peregrinación del arroz por el planeta de mano de los árabes, hoy es el cereal más consumido en el mundo.

Se duda si su origen está en China o en India, hace unos 7.000 años, pero la primera noticia de un plato de arroz que nos llegó a occidente es la del que le sirvieron al gran Alejandro (356-323) durante un banquete en su honor en la legendaria Samarcanda. Le gustó tanto lo que probó, que sus soldados divulgaron aquel extraño producto y la receta (que más tarde sería el pilaf de los persas) por todo el mundo.

El arroz saltó a América en los mismos barcos de Cristóbal Colón, concretamente en su segundo viaje en 1493, pero en un principio su cultivo no prosperó. Habría que esperar unos años para que se aclimatara y se comenzara a cultivar con éxito en tierras americanas.

Pasta

Durante mucho tiempo, los italianos presumieron de haber introducido en Europa estos alimentos tras los viajes a Oriente de comerciantes como Marco Polo. Los investigadores remontan su origen mucho más allá, a los antiguos etruscos, que ya elaboraban un producto similar machacando diversos cereales y granos que mezclaban con agua y luego cocían. También en Roma hay referencias a platos de pasta en el siglo III aC, y en el imperio romano se sabe de instrumentos y procesos para la elaboración de pastas.

Pero, aunque la pasta ya se consumía en Roma en diferentes formas, era solo un producto gourmet para muy pocos. Los árabes fueron quienes crearon una maquinaria para hacer pasta moliendo harinas seleccionadas, que permitían elaborar sábanas de pasta tan finas, que dieron lugar a las conocidas pasta filo o brick.

Cítricos, almendras, aceitunas y pistachos

Hoy no podemos imaginar nuestra vida sin naranjas o limones, pero en su día fueron toda una revolución. Estos frutos, llegados desde tierras muy remotas de Oriente, cautivaron a toda Europa y España, primero como planta ornamental y luego como alimento. España encontró en ellos una nueva fuente de ingresos.

Las almendras o las aceitunas ya existían antes de los árabes, pero fueron ellos quienes los popularizaron. Como también crearon magníficos helados gracias a los pistachos, cuya grasa es tan fina que apenas distorsiona los aromas de cualquier otro producto y se mantiene sólida a cualquier temperatura. Esto le hace un soporte perfecto para elaborar helados.

El aguardiente

Y un último apunte: los árabes trajeron también los alambiques para destilar. Ellos los usaban para extraer remedios farmacéuticos. Los españoles metieron en ellos vino y el resultado fue el aguardiente, desconocido hasta el siglo XIII. Desde nuestro país se expandió al mundo cristiano, dando lugar las bebidas que hoy conocemos: ginebra, coñac, ron, whisky…

El garum, el condimento de moda

En la antigua Roma, el condimento que más furor causaba era el garum. Apicio, Marcial o Plinio el Viejo lo mencionan tanto por su uso medicinal, como por su importancia en las mesas más sofisticadas. Es sobre todo Apicio, en su obra De re coquinaria, quien menciona una y otra vez al garum, ya sea solo o mezclado, como el caso del oenogarum (mezcla de garum y vino) o del oxygarum (con vinagre).

Los arqueólogos han encontrado abundantes menciones a esta salsa, tanto a sus recipientes como a su forma de producción, por lo que sabemos casi todo sobre el garum: sus principales centros productores, hasta donde alcanzaba su comercio y sus ingredientes.

El garum potenciaba el sabor de las comidas y, sobre todo, disimulaba el estado de los productos que no estaban muy frescos. Hispania era la gran productora de garum, aunque también había otros centros productores como Bizancio y Pompeya. La mejor, la de más calidad y fama, era la de la Bética, procedente de ciudades como Carthago Nova, Malacca, Baelo Claudia y también de las islas Baleares.

El garum, una vez fabricado, entraba en un enorme circuito comercial que lo distribuía por todo el territorio romano. Al exigir un tipo eficaz de envasado, se creó toda una industria de la cerámica dedicada a este fin.

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Sobre el autor

Lola Escudero

Es miembro fundador de la SGE y Secretaria General desde 2006. Forma parte también del Patronato de la Fundación Geográfica Española. Es la responsable de la organización de actividades, proyectos y eventos de la SGE, entre ellos los Premios Anuales. Geógrafa y periodista especializada en viajes y turismo, actualmente es la Directora de Comunicación de Lonely Planet y GeoPlaneta, y del Área ilustrada e institucional del Grupo Planeta. Ha trabajado desde 1986 en el sector turístico, como periodista especializada en diversos medios y experta en comunicación y gestión de proyectos culturales para museos, empresas e instituciones. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre viajes, turismo e historia de la exploración y fue la coordinadora del Gran Atlas de los exploradores españoles de la SGE (2009).

El mes de la ocupación rusa en Bucha

1 septiembre, 2022

Fuente: http://www.revista5w.com

Imágenes y testimonios para reconstruir las atrocidades cometidas en uno de los lugares simbólicos de esta guerra.

Santi Palacios Fotoperiodista

14 de abril de 2022

Bucha, Ucrania

*Con la colaboración en el reporteo de Evelina Riabenko.

La ciudad de Bucha, al noroeste de Kiev, pasará a la historia como uno de los símbolos de las atrocidades perpetradas por las fuerzas de Rusia en la guerra contra Ucrania. Con el paso de los días tras la retirada de los soldados rusos de la ciudad, van emergiendo detalles de las ejecuciones, asesinatos y abusos que se llevaron a cabo durante un mes de ocupación. 

El fotoperiodista Santi Palacios, que entró en Bucha poco después del repliegue de las tropas rusas, siguió documentando la situación en los días posteriores: el relato de las personas que sufrieron la ocupación y los abusos de los militares permiten reconstruir un escenario con todas las señales de estar repleto de crímenes de guerra. 

En esta narración en primera persona, Palacios recoge las sensaciones, los testimonios y las imágenes que siguieron a la retirada rusa de Bucha.

Bucha es un municipio al noroeste de Kiev, una zona rural que con el paso del tiempo pasó a convertirse en una ciudad dormitorio. En ella conviven casas humildes de la población más longeva con viviendas nuevas de personas de Kiev que buscan la tranquilidad de las afueras. El 24 de febrero las tropas rusas llegaron a la vecina población de Hostómel, pegada a Bucha. Tres días más tarde, el 27 de febrero, los vecinos de Bucha vieron los tanques rusos entrar en sus calles. Al preguntar a muchos de los que sufrieron la ocupación rusa en Bucha por qué no se marcharon, dan respuestas de todo tipo. Muchas dicen que no se fueron porque tenían a su cuidado personas mayores, otras porque no tenían vehículo, otras por no tener dinero o lugar al que marcharse. Muchas dicen que no esperaban que las tropas rusas fueran a llegar tan rápido. 

En la imagen vemos la ciudad de Bucha desde un edificio de nueve plantas en la calle Yablunska, que fue en la que se hallaron más cadáveres. Es uno de los tantos edificios que ocuparon los soldados rusos y desde cuyas ventanas controlaban a la población civil. 

Al entrar en Bucha el sábado 2 de abril vimos muchísimos muertos en las calles y en las casas. Dos o tres días después, daba la sensación de que no aparecerían más, pero lamentablemente no fue así. Durante los últimos diez días no han dejado de aparecer cuerpos en calles, cunetas, jardines o viviendas. 

Entre ellos estaba el de esta mujer de unos 30 años, encontrada semidesnuda —tan solo llevaba un abrigo de piel— en el sótano de una vivienda de la calle Vokzalna que había sido ocupada por las tropas rusas. La policía registró el cadáver, que fue recogido el 8 de abril. El cuerpo tenía heridas y quemaduras en las piernas. Nos dijeron que la mujer no residía en la casa en la que la encontraron y que todavía desconocían su identidad.

Desde la retirada de las tropas rusas se han encontrado en Bucha 403 cadáveres, según el alcalde. Durante todos estos días no han dejado de aparecer cuerpos en un municipio que se había quedado semivacío.

Entre los cuerpos hallados estaban los de dos hombres tirados frente a las vías ferroviarias que atraviesan Bucha. En esta imagen del 6 de abril se ve cómo uno de ellos tenía una cuerda atada alrededor de los pies. Impresiona que los cuerpos hayan pasado tanto tiempo allí. Hay muchos fallecidos aún sin identificar por familiares. Como la mayoría de la población aún no ha regresado a Bucha, muchos están siendo identificados por conocidos o amigos de amigos.

Una columna de tanques fue atacada en una ofensiva de las tropas ucranianas en la calle Vokzalna. El sábado 2 de abril, militares ucranianos caminaban entre los restos de los tanques rusos, fotografiando e inspeccionando todo. Muchas de las casas que hay alrededor de los tanques estaban destrozadas. 

Algo que impacta pasados los días es que Bucha está trabajando a marchas forzadas para volver a la normalidad. Hoy esos tanques de la imagen ya no están. Menos de dos semanas después de la liberación de Bucha, se han retirado y ahora están en una especie de desguace junto con decenas de coches calcinados o destrozados.   

Esta es la escuela pública número 3 de Bucha. Un vecino nos contaba cómo al principio de la invasión hubo vecinos que se refugiaron allí, pero pasados unos días se marcharon porque tropas rusas ocuparon el lugar. En el patio del colegio los soldados colocaron armamento de artillería, y disparaban desde allí. 

Hay muchísimas ventanas rotas, restos de la munición, algunas zonas quemadas. Desaparecieron todos los discos duros del aula informática, las herramientas del taller, hay televisiones en las aulas con disparos… 

El domingo 3 de abril el Ejército y voluntarios de las denominadas fuerzas territoriales de defensa —organizadas por militares en la reserva— llevaron a cabo una distribución de comida. Fue el momento en que empezó a haber más población civil en las calles, sobre todo personas mayores, pero también algunos niños. Este lugar estaba al lado de una tienda totalmente destrozada en la calle Vokzalna.

Aún sigue sin haber electricidad ni tiendas abiertas. Bucha trabaja para volver a la normalidad retirando los restos de los combates; hay equipos de limpieza en las calles y vecinos escombrando, pero falta mucho para volver a algo que se parezca a la normalidad. Se están intentando reparar los tendidos eléctricos, pero aún no hay casi conexión telefónica. Los repartos de comida continúan llevándose a cabo.

A esta casa me llevó un vecino el domingo 3 de abril. En el jardín había tres hombres muertos por disparos. El vecino aseguró que los habían matado por encender una hoguera.

Tres días más tarde, el 6 de abril, encontramos a Nazar, de 17 años, hijo del hombre fallecido que aparece en la foto anterior. Nos dijo que soldados rusos mataron a su padre, Roman, de 43 años, junto a su tío y a un tercer hombre, todos en ese mismo jardín. Nazar nos mostró además el cadáver de su perro, al que también mataron. 

La matanza de Bucha ha generado muchas preguntas y debates. Uno de ellos era el significado de los brazaletes blancos como el que llevaban varias de las personas muertas aparecidas tras la retirada de las tropas rusas. 

Muchos vecinos nos han contado cómo las tropas rusas les obligaban a ponerse esos brazaletes en el brazo una vez que habían comprobado que eran civiles.  

La mayoría de personas que han vivido la ocupación rusa en Bucha lo han hecho en sótanos convertidos en refugios. Entre ellos está el de la imagen, ubicado en el edificio de un jardín de infancia. En él llegó a haber hasta 500 personas refugiadas. 

Lora fue una de ellas; cuenta cómo los soldados rusos les ofrecieron la evacuación a Rusia, y todos la rechazaron. Dice que los soldados les aseguraron que en Rusia podrían ser libres, tener un coche, universidades, trabajo, casas. Nadie les creyó ni aceptó la oferta. También cuenta que un soldado le dijo que su abuelo era de Chernígov (norte de Ucrania) y que lo sentía.

A Igor, de 49 años, lo conocí el lunes 4 de abril frente a su casa, cuando me enseñó vídeos que había grabado durante los combates. Mostraban bombardeos que caían sobre Bucha y la vecina Irpín. 

Este es el sótano en el que pasó las más de 30 noches que transcurrieron desde el inicio de la ocupación. Es un espacio subterráneo muy pequeño preparado para conservar alimentos, y donde la temperatura no supera los 5 grados. Había pasado todo ese tiempo con su madre, Valentyna, de 69 años.

Esta es una vivienda en la calle Yablunska ocupada por soldados rusos durante varios días. Es una casa de dos plantas; un vecino nos indicó que en esta habitación del piso de arriba habían roto el cristal de la ventana para colocar una ametralladora. La casa estaba destrozada, como todas las que habían sido ocupadas.

En estas dos imágenes vemos a Valeriy —junto a su hijo Andriy, otros familiares y amigos y agentes policiales— desenterrando el ataúd con el cuerpo de su hijo mayor, Oleksiy, que murió por un disparo en el centro de Bucha el 12 de marzo. Al ver que tras salir a encontrarse con una persona que iba a ser evacuada Oleksiy no volvía a casa, salieron a buscarlo. Aquella noche no pudieron ir más allá de los alrededores de la vivienda por la presencia de las tropas rusas. 

Fue al día siguiente cuando el propio Valeriy encontró el cadáver de su hijo en una calle del centro de la ciudad. Después de darle sepultura temporal en el jardín, el 8 de abril tuvo que volver a desenterrarlo para que fuera trasladado a una morgue y realizarle la autopsia, antes de ser incinerado. 

Esta imagen está tomada el domingo 3 de abril por la mañana, con las calles de Bucha prácticamente vacías. Parte de los vecinos todavía no se atrevía a salir. Estaba nevando cuando apareció Vasil junto a un amigo y sus cinco perros. 

En esta fotografía está sujetando al más pequeño, en una zona de Bucha muy afectada por los bombardeos.

Antes de poder entrar en Irpín y Bucha tras la retirada rusa, lo primero que nos encontramos el 1 de abril fue una columna de tanques rusos destrozados en Dmitrovka. Junto a los tanques todavía había cadáveres de muchos soldados rusos que habían muerto en el ataque.

Las fuerzas de seguridad ucranianas recuperaron la munición que quedaba de los tanques en una de las carreteras que lleva a las poblaciones de Irpín y Bucha, que se liberaron acto seguido. 

Esta es la fosa común que hay junto a la iglesia de Saint Andrew de Bucha, abierta a principios de marzo. Trabajadores del cementerio autorizados puntualmente por las tropas rusas fueron trayendo aquí cuerpos sin identificar durante las semanas de ocupación. 

Vi exhumar decenas de cuerpos, y todavía no han terminado. En total se han exhumado 40, y aún debe hacerse lo mismo con otros 58. Los cadáveres exhumados son trasladados a la morgue para intentar identificarlos. 

Este es un tramo de la calle Yablunska en el que el 2 de abril me encontré con más de una decena de personas muertas, tiradas en la carretera y en la acera. Algunos maniatados, otros con brazaletes blancos y aparentemente ejecutados con disparos. Creo que es la escena que más rápidamente resume lo que ha pasado en esta ciudad durante las semanas de ocupación rusa. 

Al preguntar a los vecinos por qué los cuerpos han estado tanto tiempo ahí, sin taparse ni recogerse, la respuesta es que los soldados rusos no se lo permitían y los dejaban como aviso a la población de lo que les podría pasar. 

Esta es la esquina entre la calle Yablunska y la calle Vokzalna. La fotografía es del 2 de abril, cuando había muertos por todas partes: también en el jardín de esta casa, bombardeada y destrozada. 

No me pude acercar. Tras la liberación de Bucha advirtieron de la posibilidad de que hubiera artefactos explosivos en los campos, jardines y casas. Hay equipos de desminado trabajando y se han oído explosiones de artefactos que habían quedado allí después de la ocupación. 

En esta foto del 10 de abril vemos a Sergiy, de 47 años, agarrando la mano de su hija Ruslana, de 10, en la puerta de su casa en la calle Yablunska. Lo había conocido el 3 de abril, cuando salió para contarme cómo habían vivido las semanas de ocupación. Insistía en el miedo que habían pasado por los constantes bombardeos.

En las calles de Bucha había decenas de coches totalmente destrozados, la inmensa mayoría marcados con una V, el símbolo que utilizan las tropas rusas que entraron en esta región el 24 de febrero. Coches calcinados, destrozados, con disparos. La cantidad de ellos y el nivel de destrucción plantean el interrogante de qué pasó para que esto quedara así. 

Al cementerio número 3 de Bucha han estado llegando todos estos días los cuerpos recogidos en las calles y las casas de Bucha. Allí han sido clasificados antes de ser trasladados a distintas morgues para realizarles la autopsia e intentar identificarlos. 

Algunos familiares han acudido directamente al cementerio para buscar y tratar de identificar a sus seres queridos desaparecidos.

Un grupo de voluntarios enfundados en trajes de protección recogió 65 cadáveres del cementerio número 3 de Bucha el 12 de abril. De allí los trasladaron a la morgue. 

La mayoría de la población de Bucha huyó y aún no ha regresado. Hay muchos muertos esperando a ser identificados.

La mayoría de las personas que se quedaron en Bucha son mayores que tenían pocas posibilidades de marcharse de la ciudad antes de que llegaran las tropas rusas. Durante los últimos días, grupos de voluntarios llevaron a cabo repartos de comida en distintos barrios del municipio. Aún no es fácil para los vecinos moverse ni conseguir comida de otro modo.

Lidiia Borysenko, de 74 años, ha pasado toda la ocupación en su casa. Ahora mismo, como muchos, está sin electricidad. En la vivienda hace mucho frío. En la sala de estar seca el pan para almacenarlo. Cuenta que en el sótano tenía productos como patatas, zanahorias y fruta que le permitieron alimentarse durante la ocupación, pero le faltaban muchos otros como pan, carne o leche. Ahora dice tener más que suficiente.

El pasado 7 de abril fuimos a una residencia de ancianos en la que había seis personas mayores muertas. Cuatro de los cuerpos estaban al lado de una piscina cubierta en el jardín de la residencia, que era un chalet alejado del centro de Bucha. El cuerpo de una quinta persona estaba en el jardín, y el de un sexto anciano estaba en la cama de una de las habitaciones. 

Uno de los cuerpos de aquella residencia era el de Valentyna, de 82 años. El 12 de abril me encontré en el cementerio con su hijo, Anatoliy, que estaba en el entierro de la anciana.  Contó que en todo momento los trabajadores de la residencia intentaron cuidar de las personas mayores. Pero por la falta de electricidad, agua, gas y medicinas, y teniendo en cuenta la precaria salud de estas personas, fueron falleciendo. Murieron como consecuencia de la guerra. Por falta de todo. 

La guerra tiene siempre consecuencias más allá de los ataques directos. Mucha gente ha tenido problemas de salud o ha muerto por causas relacionadas con el conflicto, aunque no sean disparos o bombardeos: desde falta de atención sanitaria o medicamentos, al frío o la falta de comida. 

En la calle Yablunska hay un gran edificio que albergaba las oficinas de una empresa privada. Las tropas rusas lo convirtieron en su cuartel general. Allí aparecieron los cuerpos de ocho hombres, algunos de ellos maniatados. Es uno de los escenarios de posibles crímenes de guerra que actualmente se están investigando. 

En la imagen vemos a un miembro de las fuerzas de defensa territorial caminando por el interior del edificio aún sin luz, como el resto de Bucha. El lugar está como casi todas las viviendas en las que han entrado soldados rusos: parecía como si tuvieran órdenes de destrozarlo todo. Estaba lleno de basura, con todo revuelto, destrozado, y botellas de alcohol por todas partes.

En uno de los laterales de la planta baja del mismo edificio se veían los restos de sangre de un cuerpo que fue arrastrado. Aquí hay señales de que se llevaron a cabo ejecuciones. 

En esta imagen vemos a Olga, de 80 años, caminando entre cuerpos sin vida junto al que sirvió como cuartel general de las tropas rusas. Olga vivió la ocupación junto a su marido Mykokla, de 85, encerrada en su casa la mayor parte del tiempo.

En este lugar yacían los cuerpos de ocho hombres que habían sido ejecutados. Uno de ellos estaba maniatado.

En la imagen de la izquierda, del 2 de abril, vemos a Andriy maniatado y asesinado. En la de la derecha, del 11 de abril, vemos al padre de Andriy y a la que era su novia, Julia, durante el entierro. El padre, que también se llama Andriy, cuenta que su hijo, de 32 años, se había mudado a Kiev, pero el 1 de marzo fue a la casa familiar de Bucha a buscar su documentación. Dice que Andriy se escondió de las tropas rusas en un sótano junto a otros amigos, pero los encontraron y los hicieron prisioneros. Los ejecutaron el 5 de marzo, cuenta el padre: a su hijo, dice, le dispararon directamente en la frente.

Andriy había sido combatiente en el Donbás en 2014 y 2015. Su padre, que quiere investigar y conocer los hechos, cree que los soldados rusos lo descubrieron y por eso se ensañaron con él.

La novia y la tía de Andriy se abrazan, nada más enterrarlo, el 11 de abril. 

En el siguiente enlace, el original, se pueden ver estas aterradoras imágenes:

https://www.revista5w.com/temas/derechos-humanos/el-mes-de-la-ocupacion-rusa-en-bucha-54563

Turquía, el cancerbero del Bósforo, y la guerra rusa contra Ucrania

26 julio, 2022

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 15 marzo 2022 18:53 CET

Autoría

  1. Luis Velasco. Profesor de Historia Contemporánea – Universidad de Vigo, coordinador del programa de máster en Seguridad, Paz y Conflictos Internacionales de la Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto Español de Estudios Estratégicos, Universidade de Vigo

Cláusula de Divulgación

Luis Velasco no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Universidade de Vigo aporta financiación como institución colaboradora de The Conversation ES.

Desde el final de las guerras napoleónicas se ha ido denominando el enfermo de Europa a diferentes potencias. El Imperio Otomano inauguró el uso de este epíteto pero le han ido siguiendo otros hasta la actualidad. Reino Unido, Irlanda, España, Portugal o la Rusia postsoviética han sido algunos de los enfermos de Europa desde entonces.

En el s. XIX el enfermo por antonomasia fue el Imperio Otomano. Aunque incapaz de mantener el control sobre todos los territorios bajo su soberanía, era visto, a su vez, como el tapón necesario para frenar el expansionismo ruso desde las costas del Mar Negro hacia el Mediterráneo. De ahí el apoyo brindado por Francia, Reino Unido y Cerdeña al sultán Abdülmecit I durante el conflicto de Crimea (1853-1856) entre los imperios otomano y ruso.

Rusia aspiraba a tener una salida al mar Mediterráneo para comunicar sus puertos del Mar Negro, pues su flota debía pasar por los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, bajo control otomano. Esto hacía la comunicación entre Rusia y el Mediterráneo prácticamente imposible en caso de conflicto entre los imperios.

La Turquía moderna y el control de los estrechos

Después de la I Guerra Mundial y hasta 1936 esta zona quedó bajo soberanía británica. El enfermo Imperio Otomano desapareció después de la guerra y su sucesora, la república turca fundada por Mustafá Kemal Atatürk, fue desprovista del control sobre los estrechos que controlaban el acceso al Mar Negro desde el Egeo.

En 1936, a las puertas del segundo conflicto mundial y como resultado de la Convención de Montreux (Suiza), el Reino Unido le transfirió la soberanía sobre esos territorios a la Turquía moderna.

El acuerdo fue producto de una ardua negociación a varias bandas entre Australia, Bulgaria, Francia, Grecia, Japón, Rumania, la URSS, el III Reich, Reino Unido y Yugoslavia. Quedaron al margen de las conversaciones los EE UU, de acuerdo con su aislacionismo de entreguerras, y la Italia fascista, aún doliente por no haber conseguido hacer valer sus pretensiones territoriales sobre la península de Anatolia. El III Reich se negó a firmar el acuerdo final mientras que Japón mostró grandes reservas. Los bandos de la inminente guerra estaban ya configurándose.

La convención de Montreux pretendió garantizar el tránsito por los estrechos de las flotas militares y mercantes de todos los Estados ribereños del Mar Negro y estableció algunas limitaciones importantes para el paso por los estrechos de los buques de guerra de Estados no ribereños.

Con la firma de 1936, Turquía quedó en posición de hacer valer sus intereses en caso de un hipotético conflicto dentro del Mar Negro. Este tratado no ha sido sustituido desde entonces.

El estrecho del Bósforo, en Turquía, une el Mar Negro con el Mar de Mármara y separa Europa de Asia. Wikimedia Commons / NASA
El Mar de Mármara en el centro superior de la imagen, debajo del Mar Negro, del que está separado por el estrecho del Bósforo, y a la derecha del Mar Egeo, del que le separa el estrecho de Dardanelos. Wikimedia Commons / NASA
El estrecho de Dardanelos, en Turquía, une el Mar de Mármara con el Mar Egeo y separa Europa de Asia. Wikimedia Commons / NASA

No a los buques de guerra

Dentro de las dinámicas que ha puesto en marcha la invasión rusa a Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022, el Gobierno del Reino Unido ha planteado en las últimas semanas la posibilidad de enviar uno de sus dos nuevos portaaviones junto con su grupo de combate hacia el Mar Negro. Dentro de la nueva estrategia para un Reino Unido global en el escenario pos-Brexit, la nostalgia imperial británica le ha jugado una mala pasada al primer ministro. Esa propuesta no es posible.

La convención de Montreux impide por varios motivos que un Estado no ribereño pueda desplazar una fuerza de tareas de ese tipo más allá de los estrechos turcos. Además, hay dos miembros de la OTAN entre los Estados ribereños: Rumanía y Turquía. La presencia naval de la Alianza Atlántica en el Mar Negro debe estar capitaneada por ellos, si es que existe una posición común y unánime al respecto.

Ankara ha constatado que existe un estado de guerra de facto entre Rusia y Ucrania. Por tanto, ha hecho valer la convención de Montreux y su posición geopolítica como llave del tránsito entre el Mar Negro y el Mediterráneo, por supuesto de acuerdo con sus propios intereses.

Aplicando lo estipulado en 1936, ha tomado la decisión de cerrar el paso de sus estrechos a cualquier barco de guerra extranjero. Esto dificultará una posible escalada de la situación. Los barcos de la OTAN desplegados en el Mar Negro deben abandonarlo en un plazo máximo de veintiún días desde que entraron en él y no podrán volver hasta que Turquía lo permita.

Rusia busca una vía hacia el Mediterráneo

Por su parte, Rusia no podrá reforzar desde el Báltico su flota en el Mar Negro, aunque podrá mover algunas de sus unidades desde el Caspio a través del canal Volga-Don. Por otra parte, su base naval de Tartús (Siria) también queda aislada de los puertos del Mar Negro.

La conexión entre el conflicto sirio y el conflicto ucraniano tenderá a ser mayor durante las próximas semanas. Parece confirmarse que Rusia va a promover la participación de sirios en el conflicto ucraniano como fuerza de choque.

Esto evitará el coste político de reclutas rusos muertos o heridos, pero también aumentará la brutalidad de los combates en Ucrania y extenderá a este teatro algunas de las terribles formas de lucha ensayadas en la guerra siria.

Una decisión geoestratégica

Con su decisión, Turquía ha defendido sus intereses inmediatos en el conflicto, evitando que ante sus costas se concentren buques de la OTAN y rusos con el consabido riesgo de escalada, pero también ha dificultado algunas formas de presión que podrían haber tomado sus aliados.

Las relaciones de Rusia con Turquía a lo largo de la última década no han sido fáciles ni han estado exentas de tensiones, pero actualmente ambos actores se necesitan, aunque sus intereses choquen en algunos escenarios. A fin de cuentas, los drones turcos que utilizan las fuerzas ucranianas intentan ser derribados por los mismos sistemas antiaéreos rusos que Ankara compró a Moscú.

El área de influencia rusa se extiende más allá del este de Europa, y en la zona del Mar Negro, el Cáucaso y Oriente Medio se encuentra con otro actor regional de primer orden. Turquía hoy no puede ser considerado el enfermo de Europa.

Ya lo decía don Quijote: Rusia y los imitadores de Cervantes

6 julio, 2022

Fuente: http://www.theconversation.com

Publicado: 23 febrero 2022 23:33 CET

Autoría

  1. Santiago Alfonso López Navia. Vicedecano de Investigación de la Facultad de Educación, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja

Cláusula de Divulgación

Santiago Alfonso López Navia no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

UNIR – Universidad Internacional de La Rioja aporta financiación como institución colaboradora de The Conversation ES.

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La lectura de las recreaciones del Quijote depara en ocasiones alguna que otra sorpresa. Salvo excepciones, no son obras de gran interés literario, pero en muchos casos sirven para entender el peso de las ideas y los acontecimientos de su tiempo.

En el extenso inventario de las obras de la narrativa hispánica que recrean el Quijote desde el siglo XVII hasta nuestros días hay dos novelas publicadas en momentos diferentes del siglo XX que dan alguna pista sorprendente, en algún caso casi profética, sobre la actitud de la Rusia actual y la postura de otras potencias. Se trata de Don Quijote y tío Sam de Nicasio Pajares (1930) y ¡Don Quijancho, maestro! de José Larraz (1961).

Más allá de la literatura

Es evidente que Cervantes tuvo una clara vocación militar. Así lo demuestra, entre otros hechos, su participación heroica en la batalla de Lepanto, acontecimiento histórico de cuya trascendencia es muy consciente. Esta vocación se proyecta de una forma muy clara en el discurso de las armas y las letras (Quijote, I, 37 y I, 38). En esa extraordinaria pieza retórica, don Quijote expone las virtudes de la milicia y hace suya la idea de Vegecio (siglo IV) cuando dice que “las armas tienen por objeto y fin la paz”.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, algunas obras narrativas inspiradas en el Quijote reflejan las inquietudes, el pensamiento y las tensiones del momento. La guerra, en concreto, está muy presente en algunas continuaciones quijotescas, como las escritas por Rubén DaríoAntonio Ledesma HernandezJuan Manuel Polar y Francisco Navarro y Ledesma. Otro tanto ocurre con las imitaciones de José Joaquín Fernández de Lizardi, el padre Jerónimo Montes y Mariano Sánchez de Enciso.

Por lo que respecta a la paz, el narrador de las Semblanzas caballerescas, de Luis Otero y Pimentel (1886), reclama que don Quijote resucite para combatir los males de un mundo azotado por la guerra. Ese mismo azote, renovado con la Segunda Guerra Mundial, motiva que nuestro caballero obtenga el permiso divino para visitar el mundo en La última salida de don Quijote de la Mancha, de Carolina Peralta (1952).

La alianza entre Rusia y China

Portada de Don Quijote y Tío Sam, de Nicasio Pajares (Ed. C.I.A.P., 1930).

En Don Quijote y tío Sam, el narrador de la novela, que para más señas es espiritista, acude al auxilio de una médium. Esta le revela algunas profecías que, sorprendentemente, tienen pleno sentido en nuestros días. Podríamos hablar del Brexit y del liderazgo franco–alemán en Europa, pero nos centraremos en el actual conflicto derivado de las aspiraciones de Rusia y su sintonía con China. Así, el tío Sam y John Bull, símbolos de Estados Unidos y Gran Bretaña, deben sumar sus esfuerzos para curar el “grano rojizo” que le brota a Japón en la nariz: la alianza entre el Mandarín y el oso blanco siberiano, símbolos de China y Rusia.

Según la profecía, una “gran avalancha roja” amenaza Europa en 1970 por la entente entre estos dos países. La resistencia a este peligro se ve favorecida por la intervención de España, liderada por Alonso Quijano, que renuncia generosamente a Gibraltar para abonar la concordia internacional. Por fin, en 2025 se firma en El Toboso, entonces capital de España, la alianza entre Estados Unidos, Gran Bretaña y España.

La expansión rusa

Portada de Don Quijancho, maestro!, de José Larraz (Aguilar 1961).

José Larraz, ministro de Hacienda entre 1939 y 1941 en el segundo gobierno de Franco, reflejó sus singulares ideas políticas en Roberto Núñez de los Godos Hasparren, el protagonista de ¡Don Quijancho, maestro!

Roberto es un europeísta convencido que reclama las raíces cristianas de la identidad de Europa. Conoce el proyecto para la creación de una confederación europea impulsado en 1900 por Anatole Leroy–Beaulieu en el Congrès des Sciences Politiques celebrado en París. También aprecia el valor del esperanto como un instrumento de paz, al tiempo que deplora el declinar de Europa tras la Primera Guerra Mundial.

La definición de Europa que propone el protagonista se concreta en la Fundación Civitas Europa, cuyo primer punto doctrinal invoca la creación de una confederación de estados europeos que debe comprender también a Rusia.

De acuerdo con las atinadas predicciones de Roberto, Rusia superará el marxismo y su pertenencia a la confederación será fundamental para conjurar lo que él llama el “peligro amarillo” que encarna China. Si no se produce esta integración “la situacion podrá ser muy difícil y aun mortal para Rusia y Occidente”. Para ello, además del marxismo, Rusia deberá superar su eslavofilia, base de lo que en su momento fue la construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En su obra como pensador –concretamente en El bien común (1971)– Larraz recoge las ideas que ya había formulado en 1955 acerca de los factores que justificaban el liderazgo de la URSS frente a lo que él denominaba “las lamentables democracias occidentales” y de los cambios necesarios para facilitar la convergencia de Rusia y su papel para neutralizar a China. Esta es la razón por la cual nuestro autor sostiene la conveniencia de una “europeización rusa”.

Llama la atención la carga profética de la novela y del pensamiento de Larraz si tenemos en cuenta los acontecimientos transcurridos en Europa, Rusia y China desde 1961 hasta hoy. El avance de la hegemonía china, que no deja de percibirse en cierto sentido como una amenaza, hace innecesario cualquier argumento.

Es cierto, por otra parte, que la perestroika y la glasnost supusieron un impulso evidente para el fin del comunismo, pero la eslavofilia sigue inspirando la Federación Rusa, nada sospechosa de europeísmo como demuestran el conflicto con Ucrania y su trascendencia internacional.

Que dos obras de ficción como Don Quijote y tío Sam y ¡Don Quijancho, maestro! nos pusieran en la pista de todos estos hechos tantos años antes es una buena muestra, como empezamos afirmando, de que la literatura inspirada en el Quijote es en muchas ocasiones un termómetro muy fiable de las circunstancias que, con su evolución muchas veces imprevisible y sorprendente, definen la historia de nuestra época.

Por qué la OTAN está dividida sobre Rusia

26 May, 2022

Fuente: http://www.eldiario.es

Patrick Wintour

@patrickwintour

El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo.
El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo. Michael Kappeler/dpa

29 de enero de 2022 22:51 h | Actualizado el 30/01/2022 05:30 h 

¿Puede mantenerse unida la alianza occidental contra Rusia ante su despliegue de tropas en la frontera ucraniana? Es la pregunta que los políticos y los diplomáticos se hacen cada vez más mientras crece el temor de una posible división entre Alemania y, en menor medida, Francia con respecto a Estados Unidos y Reino Unido: no solo en lo relativo a la respuesta a cualquier futura agresión rusa en Ucrania, sino también a la evaluación de la inminencia de la amenaza.

Se están haciendo todos los esfuerzos posibles para minimizar las diferencias dentro de la OTAN, incluso mediante llamadas periódicas, como la liderada por Joe Biden el pasado lunes, pero puede que las discrepancias sean imposibles de evitar, ya que reflejan no solo distintas evaluaciones de inteligencia a corto plazo, sino también una profunda fisura que se remonta a décadas atrás sobre lo que Alemania y Francia, en contraposición a los países anglosajones, consideran que es la mejor manera de lidiar con Rusia.

Al examinar la información de inteligencia proporcionada por la CIA, Francia no percibe una invasión inminente ni una acumulación de fuerzas equipadas para invadir en las próximas tres semanas, opinión que comparten los mejores analistas de defensa ucranianos.

En Reino Unido, la ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, ha criticado abiertamente a Alemania por depender tanto de Rusia en materia de energía y por la reciente negativa de Berlín a permitir que Estonia envíe armas de fabricación alemana a Ucrania. La idea de que Alemania suministre armas para ser utilizadas contra Rusia por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial es un anatema. El martes, en Berlín, el canciller alemán Olaf Scholz defendió la decisión, diciendo que estaba arraigada “en todo el desarrollo de los últimos años y décadas”.

En Polonia, el primer ministro Mateusz Morawiecki dijo en un post de Facebook que seguía preocupado por el bloqueo a Estonia.

En Estados Unidos, la cuestión alemana irrita cada vez más a los republicanos, lo que llevó a The Wall Street Journal a publicar una columna de opinión con el titular: “¿Es Alemania un aliado fiable de Estados Unidos? Nein”.

Cambios constantes

Las tensiones reflejan dos interpretaciones diferentes de cómo, incluso en estos momentos, se puede evitar que Rusia se convierta en una fuerza hostil a Occidente, interpretaciones que han dominado la política después de la Guerra Fría.

Las visiones distintas de Berlín, Washington, París y Londres sobre cómo construir algo estable a partir de los escombros de la Rusia postsoviética han cambiado constantemente, a medida que las diferentes capitales iban adoptando diversos puntos de vista en distintos momentos.

Con el Gobierno de Bill Clinton, Estados Unidos era tan reacio como cualquiera a permitir la entrada de los países del Grupo de Visegrado —República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia— en la OTAN y dejó absolutamente clara su postura sobre los riesgos en la cumbre de enero de 1994, afirmando que la organización no podía “permitirse trazar una nueva línea entre el este y el oeste que crearía una profecía autocumplida de una futura confrontación”.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el presidente ruso, Vladímir Putin, en rueda de prensa en el Palacio del Elíseo tras la cumbre del cuarteto de Normandía, en 2019. EUROPAPRESS / Kremlin / dpa

También hubo que abrir los ojos a Tony Blair, que creía que Reino Unido podía atraer a Putin al ala occidental y que apoyó con entusiasmo que Rusia se uniera al G8. Boris Johnson visitó Moscú como ministro de Asuntos Exteriores en 2017 y, a pesar del envenenamiento de Salisbury, ha sido extraordinariamente permisivo con el dinero ruso en Londres.

También Francia ha dado bandazos respecto a la ocupación rusa de Crimea en marzo de 2014. Solo tras la presión constante de Estados Unidos, François Hollande canceló un contrato de 1.200 millones de euros firmado por su predecesor en la presidencia francesa para vender a Rusia portahelicópteros de clase mistral destinados a los puertos anexionados del Mar Negro en Crimea.

Emmanuel Macron invitó a Putin a Versalles con ocasión de la apertura de una exposición sobre Pedro el Grande en mayo de 2017. Frente al aislacionismo de Trump, Macron, en un importante discurso de 2019, pidió el fin de los “conflictos congelados” con Rusia. En junio del año pasado, junto con Angela Merkel, pilló por sorpresa a otros líderes de la UE al ofrecer una cumbre a Putin. El pasado martes, en Berlín, el presidente francés dijo que seguía planeando hablar con el líder ruso esta semana, pero solo sobre la desescalada.

Alemania, un actor clave

Sin embargo, el actor central en las relaciones de Europa con Rusia es Alemania, como lo ha sido desde la reunificación.

Se ha escrito mucho sobre las razones por las que Alemania adopta un enfoque tan obstinadamente indulgente u optimista hacia Putin. La obra más reciente, titulada Germany’s Russia Problem [El problema alemán con Rusia] y escrita por John Lough, detalla por completo el alcance de las redes —comerciales, políticas, culturales e intelectuales— entre las élites alemanas y rusas. También explica cómo Putin juega con la culpabilidad de la guerra de Alemania y se niega a compensar el perdón alemán.

Entre los ejemplos planteados por Lough se incluye la declaración del entonces ministro de Asuntos Exteriores alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, que, a raíz de la intervención rusa en Georgia en el verano de 2008, advirtió a Europa de que las sanciones, según él, cerrarían las puertas de las habitaciones a las que iban a querer entrar después.

Aunque la respuesta de Merkel a la invasión de Ucrania en 2014 fue firme, Steinmeier, seguro de que el Partido Socialdemócrata entendía a Rusia mejor que el partido de la canciller, la Unión Demócrata Cristiana, fue a Moscú y propuso una asociación económica con Rusia. A su vez, tres excancilleres —Helmut Schmidt, Gerhard Schröder y Helmut Kohl— advirtieron a Merkel de que no aislara a Moscú. Una semana después de la invasión, el director general de Siemens estaba en la capital rusa. Mientras la situación diplomática empeoraba, un grupo de ex altos cargos y políticos alemanes de alto nivel envió una emotiva carta para pedir que se volviera a la política de distensión.

Angela Merkel y Vladimir Putin en 2014. EFE

Según un documento reciente de Chatham House, la relación germano-rusa se ha visto condicionada por dos factores. En primer lugar, la Ospolitik, término que refiere a la estrategia de política exterior de “cambio a través del acercamiento” hacia la Unión Soviética y sus Estados satélites, llevada a cabo durante la década de 1970 por el canciller socialdemócrata Willy Brandt, mediante la cual se intentó limar las asperezas poniendo el foco en los intereses comunes. Muchos siguen considerando que esta política es el camino a seguir.

En segundo lugar, el acuerdo de dependencia mutua entre los dos países que data de los años 70, cuando la Unión Soviética y Alemania acordaron intercambiar gas natural de la URSS por tuberías y acero alemanes. Se basa en la creencia expresada por Schmidt de que “los que comercian entre sí no se disparan”. Para 2018, Alemania representaba el 37 % de las ventas de Gazprom y se había acordado el gasoducto Nord Stream 2. Las exportaciones alemanas a Rusia se quintuplicaron entre 2000 y 2011.

Este sigue siendo el pensamiento dominante dentro de algunas facciones del Gobierno de mayoría socialdemócrata.

El actual ministro de Economía, Robert Habeck (Verdes), cuyo Ministerio es responsable de las sanciones, se opone a cortar el acceso de Rusia al sistema de pagos Swift [utilizado por los bancos de todo el mundo]. “Debemos pensar en nuevas áreas de negocio que puedan ayudar a sacar a ambas partes de la confrontación, dijo Habeck en declaraciones a Der Spiegel.

Sin embargo, en las últimas semanas los compromisos inherentes a la Ostpolitik han sido cuestionados por una generación más joven. Michael Roth, presidente de los socialdemócratas en la comisión de Asuntos Exteriores, argumentó que su partido tenía que escapar del legado de Brandt. “No podemos soñar con que el mundo sea mejor de lo que es”, dijo. Otros ministros insisten en que la energía, incluido el futuro del Nord Stream 2, no puede ser eliminada de la lista de posibles sanciones, como ocurrió en 2014.

Todo esto deja a Scholz en una posición distinta a la de sus interlocutores estadounidenses. Su alianza con la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, que pertenece a Los Verdes y desea insuflar valores en la política exterior alemana, tampoco facilita las cosas. Con el fin de evitar una ruptura pública, el Partido Socialdemócrata ha organizado un debate formal dentro del partido sobre su enfoque hacia Rusia.

Un diplomático ha señalado la relevancia de un comentario del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn justo cuando se desintegró la Unión Soviética, que advertía de lo peligroso que podía ser gestionar la ruptura del imperio. “El reloj del comunismo se ha detenido. Pero su edificio de hormigón aún no se ha derrumbado”, escribió. Por ese motivo, la tarea que teníamos por delante no consistía en “liberarnos”, sino en “intentar salvarnos de ser aplastados por sus escombros”.

Traducción de Julián Cnochaert

Ameen Jubran, el yemení que huyó de su casa y acabó construyendo el hogar de miles de desplazados de guerra

2 febrero, 2022

Fuente: http://www.eldiario.es

Ameen Hussain Jubran, jefe y fundador de la ONG yemení Jeel Albena, en la ciudad de Saná.
Ameen Hussain Jubran, jefe y fundador de la ONG yemení Jeel Albena, en la ciudad de Saná. Ahmed Haleem/ACNUR

Emili Serra 6 de octubre de 2021 22:07 h Actualizado el 07/10/2021 05:30 h 

Tras el estallido de la actual guerra civil, en 2014, Ameen Jubran fue uno de los miles de yemeníes a quienes los combates obligaron a huir dentro de las fronteras del país. Tras escapar de su casa, acechada por los bombardeos, pasó a convertirse en una persona clave para los miles de desplazados internos que sobreviven a la peor crisis humanitaria del mundo. Su labor ha sido reconocida este mes con el Premio Nansen, el galardón del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

El Gobierno limita el acceso de los yemeníes al asilo a pesar de sufrir la «peor crisis humanitaria» del mundo SABER MÁS

Su interés por la ayuda humanitaria se remonta a sus años como estudiante de química en la Universidad de Saada, donde vio las consecuencias del eterno conflicto en algunos de sus compañeros. No volvían a casa por vacaciones, tenían dificultades para contactar a sus familias y apenas podían pagarse las tasas universitarias. Después de asumir el puesto de jefe del sindicato de estudiantes, Jubran decidió ayudarlos. Lo siguió haciendo hasta que él mismo se vio en la misma situación. 

Fue en 2017 cuando, con un grupo de amigos de la universidad y después de haber colaborado con otras entidades durante años, Jubran fundó la Asociación Jeel Albena, una organización sin ánimo de lucro que presta servicios de emergencia a las comunidades desplazadas en el norte del país.  Hasta el día de hoy, ha proporcionado un techo bajo el que dormir a 20.000 desplazados internos y ha apoyado a otros 60.000. La organización de Jubran también cuenta con un centro de desarrollo de habilidades y un programa de rehabilitación escolar.

Ameen Jubran, director y fundador de la Asociación Jeel Albena, en el interior de uno de los refugios para desplazados internos en al-Mansuriyah, Hudaydah. Abdulhakeem Obadi/ACNUR

«Yemeníes para yemeníes»

«Nuestro lema es de yemeníes para yemeníes», cuenta Jubran a elDiario.es desde Saná en una videoconferencia, «más del 40 % de nuestros empleados proceden de las propias comunidades desplazadas». La organización emplea a unas 4.000 familias locales, que a menudo se encuentran en peor situación que los desplazados internos que acogen en la ciudad yemení de Hudaydah, en la recolección y producción de «Khazaf», un material natural que proviene de las palmeras locales conocidas como «Doum».

Las hojas o «Khazaf» se tejen en capas y luego se colocan sobre un marco de refugio para hacer las cabañas. Alrededor del 90 % de los trabajadores locales empleados por Jeel Albena para tejer el «Khazaf» son mujeres.

El estallido de la pandemia acrecentó la dura situación humanitaria que el país llevaba viviendo años. «El COVID-19 nos ha supuesto muchos retos. Ha aumentado las necesidades a las que podemos dar respuesta con los fondos que tenemos disponibles. Al haber sido nosotros mismos desplazados, entendemos los retos que conlleva desplazarse. La pandemia nos ha impactado mucho, ya que no nos permitió responder a todas las necesidades que conocemos».

A las zonas del norte del país en las que trabaja no están llegando dosis, cuenta Jubran. Él mismo no ha podido viajar a la entrega del galardón por no estar vacunado.

El Premio Nansen a Jeel Albena, ACNUR también pretende poner el foco en una crisis humanitaria, la peor a nivel global ahora mismo, a la que los medios y la comunidad internacional «no prestan atención suficiente». «Centrarse en el conflicto político y no en la situación humanitaria es lo que ha llevado a Yemen a una de las peores situaciones humanitarias de nuestro tiempo. Esperamos que al ganar este premio podamos arrojar luz sobre lo que está pasando», dice Jubran.

El director de la agencia alimentaria de la ONU advirtió hace dos semanas de que 16 millones de personas en Yemen estaban en riesgo de inanición. «Ver que el apoyo que proporcionamos es realmente necesario es lo que básicamente nos motiva para seguir ayudando a las personas necesitadas, a nuestras familias y vecinos», dice Jubran.

Aish Mohammed Abdo, de 52 años, fabrica esteras de hojas de un material natural conocido como khasaf, junto con otras mujeres desplazadas en Az Zaydiyah, Hudaydah. Abdulhakeem Obadi/ACNUR

«Esperamos que la comunidad internacional ayude a Yemen a alcanzar la paz, centrándose en la situación humanitaria y poniendo fin al conflicto. Yemen necesita apoyo para poder ser autosuficiente y así dejar de depender de la asistencia internacional».

Una guerra estancada

La guerra civil en Yemen empezó el año 2014, cuando los rebeldes Houthi tomaron el control de la capital, Saná, así como de gran parte del norte del país. El Gobierno del presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi tuvo que huir al sur y, posteriormente, a Arabia Saudí.

En marzo de 2015, una coalición liderada por Arabia Saudí empezó una campaña de bombardeos, que contó con el apoyo de Estados Unidos, para intentar restaurar a Hadi en el poder.

Los Houthis controlan una amplia franja de Yemen y cuentan con el apoyo de Irán, al que Arabia Saudí considera su adversario regional, y han respondido con frecuencia a los ataques aéreos saudíes enviando misiles a través de la frontera hacia territorio saudí.

A pesar de la campaña aérea y de los combates terrestres, la guerra ha llegado a un punto muerto, generando tras de sí la peor crisis humanitaria del mundo. Desde entonces, Estados Unidos ha suspendido su participación directa en el conflicto.

Según estimaciones de Naciones Unidas, casi un cuarto de millón de yemeníes ha muerto en el conflicto, y millones se enfrentan a una situación de hambre aguda o inanición. Alrededor del 80 % de los aproximadamente 30 millones de personas del país necesitan ayuda humanitaria.

El pasado mes de marzo, Arabia Saudí propuso una oferta de paz para poner fin a la guerra, comprometiéndose a levantar el bloqueo aéreo y marítimo si los rebeldes Houthi aceptaban un alto el fuego.